Capítulo 5: Obertura

Ame no pudo evitar tensarse ligeramente al sentir la fría textura del alcohol introduciéndose en sus heridas, desinfectándolas a cambio de un ligero escozor. Por suerte, o por desgracia, estaba acostumbrada a los hospitales. Demasiado acostumbrada. En tan solo media hora ya había sido vendada y, a pesar de las insistencias de los médicos, se dirigió de vuelta hacia donde había dejado a aquel grupo detenido con Winter y el General, con el dorso de su espada apoyada contra su hombro izquierdo. Tampoco es que pudiera quejarse, pues no tenía su funda a mano para llevarla más cómodamente.

Le habría gustado haber escuchado de qué hablaban, pero Winter había insistido en que fuera a la enfermería a que la trataran. No podía discernir si tan solo quería quitársela del medio o si estaba realmente preocupada por ella. Sea lo que fuere, no podía perder el tiempo pensando en ello con la oportunidad ya pasada.

–...no todo tiene por qué ser una competición, Hare. –Escuchó al pasar por uno de los grandes arcos que marcaban la entrada a la sala principal.

Era un amplio vestíbulo octogonal, construido principalmente de un material parecido al mármol, su estilo arquitectónico evocando una mezcla de estilos europeos, pero el conjunto completo resultaba en un aspecto antiséptico, casi muerto. En cuatro de sus paredes colgaban diversos hologramas que brillaban en el mismo monótono neón azulado, mostrando diversas noticias y eventos de importancia, mientras que las otras cuatro paredes daban lugar a diversos pasillos. El techo de la estancia era bastante elevado y terminaba en una bóveda de cristal que dejaba pasar con totalidad el brillo de la Luna rota.

–¡Venid pues! Os enseñaré la Academia. –Escuchó a una impaciente Penny mientras aparecía en su rango de visión, pero el grupo entero se detuvo al encontrarse de frente con Ame.

–Penny... –Intentó decir, pero la susodicha no pudo evitar apartar la mirada. La mano que Ame había levantado se paró a medio camino, regresando de nuevo a su posición inicial.

–¡Ah, hola! –La chica de rojo exclamó. –Disculpa que nos tuviéramos que conocer de aquella manera.

–No me las tenéis que dar. Tan solo estabais haciendo vuestro trabajo. –Miró hacia Qrow, intentando apartar su vista de Penny. Aquel hombre seguía mirándola con su cara de amargado. Era casi admirable cómo parecía haberla practicado hasta la perfección. –Debería agradeceros la ayuda, en todo caso.

–Qué va, si solamente peleamos contra un par de Grimm. Honestamente, comparada con otras batallas que hemos tenido, le daría un 3/10.

–Honestamente, sería mejor que todos nuestros enfrentamientos fueran así. –La faunus de melena oscura comentó, la cual no aparentaba importarle ir en manga corta en el helado clima de Atlas.

–¿Y dónde está la diversión en eso?

La joven rubia que había confundido con Tachibana dió un paso adelante, chocando su puño derecho con su otra palma. En ese momento se fijó que dicho brazo era robótico, trayéndole no muy buenos recuerdos de vuelta.

–Soy Yang, por cierto. Y esta aguafiestas es Blake. –Dijo, dándole un codazo mientras la otra dejaba escapar una risa. –A mi hermanita Ruby y al tío Qrow ya les conoces. Y esta de aquí es...

–¡No te olvides de nosotros! –Una voz estridente sonó detrás de Yang, interrumpiéndola.

–Hmm... No, ahora que lo pienso, nadie importante me viene a la cabeza.

–Pero serás... ¡La reina del castillo no olvidará esta herejía!

El segundo cuarteto de aquel grupo dio un paso adelante. La que había hablado había sido una joven pequeña vestida con una chaqueta oscura abierta y una falda rosa, de pelo naranja corto y ojos azules, con un agujero en forma de corazón en su camisa blanca.

–Ren. Lie Ren. Ellos son-

–¡Un momentito! –Exclamó la única chica de aquel grupo, dirigiéndose hacia el que había hablado.

Ren era un chaval alto, el cual portaba una oscura melena larga y vestía un traje verde de un estilo que parecía una amalgama de diversos trajes orientales, todo ello complementado con unos guantes rosa y un pantalón blanco.

–No nos puedes presentar así como así, ¡menudo coñazo! Una presentación debería ser... ay, no sé, ¿¡impactante, quizás!?

–Tan solo estaba siendo eficiente. Cuanto antes nos presentemos, antes podremos ir a descansar a nuestros cuartos.

–Nora, creo que estoy de acuerdo con Ren en esto. –Intentó intervenir otro miembro del grupo. Era un joven rubio, de altura similar a Ame, pero no tan alto como Ren. Parecía llevar una simple armadura blanca y dorada encima de una sudadera negra. –Podemos hacer esto mejor cuando hayamos descansado antes.

–¡Habló el rey de Vale! Jaune, las primeras impresiones lo son todo y me esperaba que tú, Chico Vómito, lo supieras mejor que nadie.

Mientras los tres comenzaban a discutir sobre aquel tema, Ame no pudo evitar sentirse desplazada en la conversación, pero a la vez... Sentía algo de familiaridad en aquello, algo que su exhausta mente no podía ubicar en aquel momento. Sumida en aquel pensamiento, no se fijó que el cuarto miembro, el cuál había permanecido callado hasta entonces, se había acercado a ella, más que cualquiera de los otros siete.

–Esto... soy Oscar. Es un placer conocerte. –Su voz sonaba algo callada, pero firme a la vez. No solo su voz, también había estrechado su mano hacia ella.

Comparado con los otros dos miembros de su grupo, Oscar tiraba más hacia lo bajito, pero también parecía ser más joven que cualquier otro presente. Tenía una tez ligeramente oscura, con la cara llena de pecas y un pelo marrón corto y revuelto. Llevaba una chaqueta larga verde, adornada con varios cinturones rojos, que cubría su camisa blanca interior; unos guantes naranjas y unos pantalones negros.

Pero lo que le llamó la atención a Ame fueron sus ojos. De lejos parecían ser amarillos, pero en frente suya pudo ver como esos tonos casi dorados parecían fundidos sobre un fondo verde como las hojas de un pino. No sabía el qué le había llamado tanto con certeza, pero sus instintos parecían querer decirle algo.

–Ame Mizuki. –Acabó por devolverle el saludo. –Lamento que tuvierais que conocerme en tan pobres condiciones. Espero poder luchar a vuestro lado en alguna batalla digna de una puntuación máxima.

–Eso ya lo veremos, recluta. –Winter asomó su cabeza entre la multitud. –Por ahora, dejemos que nuestros invitados descansen. Han hecho un largo viaje desde Mistral para llegar hasta aquí. Espero tener un reporte de la situación preparado antes de que termine con mis tareas, ¿queda claro?

–Sí, señora. –Y dicho esto, Winter se excusó junto a los Ace Ops. Siempre tan ocupada, pensó Ame.

Se apartó a un lado, dejando pasar a aquel grupo, pero Penny se quedó atrás mirándola. No se había fijado hasta ahora, pero tenía algo en su espalda. La joven lo desenganchó, presentándoselo. Era... era su funda. La que había dejado de lado en el concierto hacía un par de horas. Fue a cogerla, cuando, de repente, Penny se la colocó apresuradamente en sus manos. Iba a decir algo, hasta que sintió una textura rugosa pasar de la palma de Penny a la que tenía libre. Cerró el puño a su alrededor, manteniéndola oculta.

Sin decir nada más, Ame pudo ver como el grupo empezaba a desaparecer en la lejanía por los pasillos tenuemente iluminados, mientras que de reojo observaba como el General y Qrow parecían estar discutiendo. Asegurándose de que no la veían, guardó el objeto en su bolsillo y, luego, envainó su espada. Tampoco le fue muy difícil, pues parecía que Ironwood tampoco quería mostrarle algo a ella, apartando a Qrow hacia las escaleras.

A pesar de las quejas de sus heridas, Ame colgó la funda de nuevo en su espalda y marchó por los pasillos, cada paso sintiéndose más pesado que el anterior, mientras aferraba con firmeza aquel objeto en sus bolsillos. Acompañada solamente del eco de sus pasos, por fin llegó a su objetivo.

Los barracones de los Ace Ops y, por extensión los suyos también, eran la excepción de la norma. Siendo, originalmente, un grupo de cinco miembros, cada uno poseía un cuarto exclusivo para cada uno, a diferencia de la habitación estándar de los alumnos de la Academia, diseñados para albergar a cuatro miembros de un mismo equipo. La inclusión repentina de Ame había necesitado la reforma y construcción de un sexto alojamiento, el cual apenas podía compararse en tamaño o calidad a los cinco originales, aunque a ella no le importaba. Colocando su scroll junto a la puerta desbloqueó el cierre electrónico, elevándola del suelo con un casi imperceptible murmullo. Ame entró, cerrando rápidamente la puerta tras de sí después de comprobar que nadie le había seguido.

Como cabía esperar de un cuarto de Atlas, cualquier sentido estilístico o complejo había sido aniquilado bajo la aplastante presencia del minimalismo que tanto parecía favorecer aquella gente. Blanco, blanco, algunos toques de marrón y azul por aquí o allá y más blanco. Lo único que parecía romper la monotonía eran las imperfecciones del mármol del cuál parecía estar construido el suelo, la gran ventana rectangular situada en la pared más lejana a la puerta siendo la única fuente de luz natural y... el hecho de que la habitación estaba hecha un completo desastre. Podían verse diversos libros, tanto abiertos como cerrados, dispersos por todo el suelo de la habitación. Historia, cultura e incluso algunos periódicos eran los tópicos más recurrentes de las lecturas diarias de Ame. Al fondo del cuarto, en la esquina izquierda se encontraba un pequeño armario que, junto al pupitre que había a su lado, eran lo único de aquel lugar hecho con madera.

El pupitre estaba bastante bien equipado, con varios cuadernos y un ordenador de uso personal, aunque a Ame aún le costaba entender cómo funcionaban. En contraste a esto, lo que una vez fue un armario ordenado ahora estaba cerrado a cal y canto, pero casi vacío. Las pocas prendas que contenía estaban malamente colgadas de sus perchas, mientras que la mayoría se encontraban esparcidas por el suelo o incluso hasta su cama, situada en el lado opuesto al pupitre.

Tras colocar con cuidado su funda contra el pupitre para evitar que se cayera, Ame si dejó caerse a sí misma encima del duro colchón en el cual dormía desde hacía casi un mes ya. Un colchón que sentía frío, vacío. Si ellas hubieran visto aquel desastre que era el cuarto...

–Echo de menos Japón... –Murmuró para sí misma antes de girarse de manera que su cuerpo apuntara hacia la pared.

Con un poco de esfuerzo debido a su postura, consiguió encontrar y sacar de sus bolsillos lo que le había dado Penny. El trozo de papel arrugado era demasiado pequeño como para escribir un mensaje muy extenso, por lo que no le costó mucho leer aquel texto escrito apresuradamente. Se dió cinco segundos, permitiendo a su corazón estremecerse y a su cabeza preocuparse, antes de volver a tomar el control y levantarse de la cama.

Empujó bruscamente los libros que había desperdigados encima de la mesa, haciendo caer algunos al suelo sin mucha preocupación o pena por las pobres páginas que acababan dobladas, y encendió el ordenador. A pesar de tenerlo apagado todo el día, había habilitado una función de mantener ciertas pestañas de su navegador abiertas en todo caso, por lo que tuvo que minimizar un número incontable de ellas antes de poder llegar a su editor de texto. Muchas le habían servido en sus días empezando como una nueva recluta, pero ahora que apenas las necesitaba consultar, solamente acumulaban polvo digital. Cualquier otra persona sana las habría cerrado hace tiempo, pero Ame no estaba de acuerdo con aquella lógica perfectamente correcta y válida. Sabía que, en el momento que menos se lo esperara, podría necesitar algo de ellas. Siempre sentía que se olvidaba de algo, hoy siendo esa sensación especialmente insistente en su mente.

El qué era eso exactamente, no lo tenía del todo claro.

Con el suave y rítmico zumbido de las teclas de luz siendo usadas frenéticamente siendo su única compañía, Ame intentó mantener los ojos abiertos y completar aquel informe. Cuanto antes lo terminara mejor, por supuesto, pero aquel dolor intermitente de sus hombros mezclado con el cansancio eran un equipo estúpidamente perfecto para ralentizar sus esfuerzos. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando por fin terminó de escribir, pero lo mandó igualmente con la desgana de un estudiante universitario en el último día de su época de exámenes.

Apenas cinco minutos habían pasado cuando notó su scroll vibrando en su bolsillo. Eran casi las dos de la madrugada pero Winter seguía activa, como cabía esperar de ella, y reclamaba su presencia en su oficina. Levantándose con las pocas fuerzas que le quedaban, Ame arrastró cada paso, más pesado que el anterior, hasta llegar a su destino, ni siquiera molestándose en llevar su espada consigo. Tras llamar a la puerta y esperar unos segundos, volvió a acercar el puño con la intención de llamar de nuevo, pero fue interrumpida antes de poder hacerlo.

–Adelante.

Abriendo la pesada puerta de roble, siendo esta una de las pocas de madera de todo el edificio, uno esperaría encontrarse con una habitación más hogareña, similar a aquellas que uno podría ver en las viviendas de la clase más alta de Atlas. Sin embargo, lo que esperaba al otro lado no era más que la misma estética estéril que Ame había llegado a detestar.

La oficina tenía una forma pentagonal deformada, en forma de un diamante, con la entrada situada en la cara opuesta a la punta más alargada. En el centro de la habitación había un escritorio, esta vez hecho de diversas aleaciones, sobre el cual se encontraba una cantidad ingente de papeles y una sola taza, llena de un líquido oscuro y humeante. A pesar del aparente desorden caótico que se veía a primera vista, si uno se fijaba bien podía distinguir pequeñas torres de folios, ordenados bajo un sistema de categorías que solamente la que lo había construido podía entender.

Winter Schnee, en contraste con Ame, aparentaba estar más despierta, pero en el fondo debía estar mucho, mucho más agotada que la recluta.

–Siéntate, por favor. –No le dedicó ni una mirada, pues sus ojos estaban ocupados revisando diversos informes que sujetaba con ambas manos. –¿Quieres algo: café, té?

–No, gracias. –Comentó mientras se sentaba, agradeciendo silenciosamente que no la mantuviera de pie. –¿En qué puedo ayudarla?

–Deja los formalismos a un lado. Solo estamos tú y yo. –Dejó los papeles colocados cuidadosamente en sus pilas correspondientes, antes de sacar su scroll y comenzar a revisar el informe de Ame. –Dime, ¿hay algo en especial que quieras comentar respecto a los eventos de hoy?

–Nada en particular. –Mintió todo lo mejor que pudo en su estado actual. –Aunque sí me gustaría añadir que mis ganas de tener que trabajar con Clover y los demás siguen empeorando drásticamente.

–Por desgracia, estás en los Ace Ops. Y en los Ace Ops solamente exigimos una cosa: excelencia. –"Y obediencia completa." Pensó Ame para sus adentros. –En verdad, quería preguntarte tu opinión sobre un tema en concreto. Esta tal... "Carol".

–Creía que alguien de mi rango tenía prohibido el acceso a dicha información.

–Ahora que ya se ha desvelado el pastel, de poco sirve que te lo ocultemos. Como ya sabes, la agente Polendina estaba en una misión especial para encontrarla e interrogarla. Ahora no solamente ella, pero aparentemente tiene un familiar que se hacía pasar por ella en sus supuestas "apariciones".

–¿Solo por no aparecer en el registro queréis interrogar a una joven? Si no recuerdo mal, yo estaba en esa misma situación hace no mucho y no he sido tratada como una criminal, a diferencia de la pobre chiquilla.

–Así es. –Ame se tensó al escuchar que le había dado la razón de una manera tan clara y concisa. –Esto se debe a vuestras... circunstancias específicas. Hablando de eso, ¿has podido recordar algo hoy?

Ahí estaba, su interrogatorio diario. Desde que había salido del hospital y se había incorporado a los Ace Ops, Ame se veía sometida a diversas "sesiones" con varios miembros médicos de Atlas, con el fin de tratar su falsa amnesia. Eventualmente, los doctores y psicólogos se habían rendido, pero Ironwood nunca permitiría un "no" como respuesta, dejando que Winter manejara la situación. A diferencia del personal médico, su comandante no era tan simple de engañar, y esta noche no sería distinta, con ambas preparadas para bailar al son de la danza del engaño y las medias verdades una vez más.

–...No, nada notable que reportar.

–Has dudado un segundo ahí. –Qué perceptible que era para tantas cosas pero no para tantas otras.

–Disculpe. Es solo una sensación en mi cabeza, eso es todo. –Ame tanteó el terreno.

–Elaborad sobre ello pues. Quizás hablarlo y exponerlo con palabras le permita a tu mente recordar algo en concreto.

Dicho esto, Winter se levantó de su asiento, caminando hacia el otro lado de la mesa y apoyándose en ella mientras permanecía de pie y con su mirada fija en Ame.

–...la chica rubia, la que ha venido con aquel grupo. Me es familiar.

Una mentira simple. Ame podía estar cansada, pero Winter probablemente- no, casi seguro que se encontraba en peor estado que ella. Y, técnicamente, tampoco le estaba mintiendo del todo.

–¿La señorita Xiao Long? Por vuestra introducción, no parecía que ella os conociese. Tampoco recuerdo vuestra presencia como estudiante en Beacon cuando viajé allí en el festival Vytal.

–Estoy segura de que ya habrás sido informada de cualquier información vital al respecto más que de sobra. –Gruñó, cansada.

–¿Qué quieres decir? ¿Qué debería saber ya? –Por un segundo, la cara de Winter pareció expresar algo similar a la duda.

¿Penny no le había dicho nada? ¿Se le habría olvidado mencionarlo? ¿Era un truco de Winter? Aquel día se estaba volviendo más y más extraño y, fuera cual fuera la respuesta correcta, Ame sabía que era muy tarde ya para intentar ocultarlo, pero al menos intentaría desviar la atención de Penny.

–No... nada en particular. Cuando estaba paseando antes del incidente, me pareció recordar algo sobre Mistral. Es probable que viera a Xiao Long en el pasado allí. Es posible que tan solo me lo haya autosugestionado. Quería asegurarme que lo que había sentido era algo más que una mera corazonada antes de reportarlo. Mis disculpas.

Pasaron tan solo unos pocos segundos en silencio, Ame con la mirada fija hacia delante mientras Winter la inspeccionaba a su lado, pero la recluta sentía que llevaba en aquella misma postura sentada desde hacía una eternidad. ¿Cuánto más iba a poder aguantar así? Los segundos se sentían como días, meses, años, llenando el vacío que había formado el silencio en aquella sala. Sabía que aquellas sesiones siempre eran más complicadas de lo que aparentaban en realidad, pero aquello estaba durando demasiado ya. Winter, por su parte, se mantenía férrea en su postura, su rostro pálido impasible como siempre ante cualquier situación, sus ojos celestes escrutando a la mentirosa que tenía delante de arriba a abajo. Ame podía contar con el puño la cantidad de veces que la había visto sorprenderse o alterarse por cualquier situación. Y, en aquel momento, era ella la que tenía la ventaja.

–¿Eso es todo?

Y la mente de Ame se dió de bruces contra sí misma. Aquello no podía ser tan simple, pensó. Nunca lo era.

–Disculpe, no sé a qué se refiere.

–Que si eso es todo. –Por todos los dioses, aquello si iba a ser tan simple. –Una simple sensación no es mucho con lo que trabajar, pero me alegro que me lo hayas comentado.

–Pero...

–Si estás preocupada por Penny, en serio, no lo estés. Estoy segura de que te estás comiendo la cabeza sobre si revelar esto iba a afectarla en algo, ¿no es así?

Ame prefirió no responder.

–Puedes estar tranquila. Penny es alguien en quien confío plenamente. Y aunque supiera de esto, tal y como has dicho, reportar algo tan simple como un mero presentimiento no sería de mucha ayuda, mucho menos viniendo de ella y no de tí. –Dijo llevándose una mano a su barbilla mientras apoyaba el codo de dicho brazo en su mano libre. –Castigarla por "ocultar" algo así sería una locura al nivel de intentar reparar la Luna.

Sintiendo como una presión invisible se evaporaba de sus hombros, Ame volvió a respirar una vez más. No sabía ya cuánto rato llevaba manteniendo el aire preso en sus pulmones.

–Disculpadme una vez más. –Dijo con voz un tanto más temblorosa de lo que quería dejar salir.

–No, soy yo quien debería disculparse. –Por fin Ame le dirigió la mirada desde que se había levantado. –No hemos sido honestos del todo contigo y es normal que no confíes en nosotros por ello.

–¿A qué quieres llegar?

–Ame... –Winter cerró los ojos con fuerza.

–A qué quieres llegar. –Repitió, esta vez con más firmeza. No iba a dejar escapar ese desliz por parte de Winter por nada del mundo.

–Necesito más tiempo. –Se plantó con decisión. –Tiempo para que recuperes tus recuerdos. Tiempo para saber si de verdad podemos confiar en ti.

–¿Y qué harías si determinas que no puedes hacerlo? –Contraatacó a su vez Ame.

Winter no respondió, optando por volver a sentarse de nuevo en su asiento y dándole un sorbo a su taza de café antes de clavar sus ojos en los de Ame.

–No me des motivos para hacerlo. De momento, aún no lo has hecho. –Agarró otro de los cientos de papeles que tenía esparcidos por la mesa y comenzó a leerlo. –Buenas noches, recluta.

–Pero...

–Buenas noches, recluta. –Repitió con el mismo tono monótono. Parece ser que eso era todo lo que iba a obtener aquella noche, así que Ame cedió por fin, despidiéndose y saliendo de la oficina. Winter le dedicó una última mirada, justo mientras la puerta se cerraba de nuevo, antes de continuar examinando su pila incontable de trabajo.

Tras salir, Ame pudo sentir cómo su mente se despejaba tras la subida de adrenalina durante su "interrogatorio". Habiendo superado el umbral del cansancio y casi eliminando el sueño de su sistema nervioso, deambuló por los pasillos vacíos de la Academia, pensando en todo lo que había sucedido en tan poco tiempo con tan solo el eco de sus pasos acompañándola. A veces se detenía en alguna esquina, escribiendo algo en su cuaderno rápidamente antes de continuar su marcha.

Tampoco es que hubiera aprendido nada nuevo. El General claramente no se fiaba de ella y podía decir que el sentimiento era mutuo. Luego estaban Penny y Winter, teniendo con la primera una relación un tanto... complicada tras los eventos de aquel día y, con la segunda, estando suspendida en la fina cuerda floja que es la confianza mutua.

"Así que este es el duro camino que te fuerzas a seguir, Tachibana..." Pensó para sí misma mientras cruzaba el umbral que daba lugar al que, con fortuna, sería su último destino del día. Con la luz lunar una vez más iluminando la plataforma de las aeronaves, la melena de Ame se meció suavemente con el viento mientras caminaba hacia el borde. Allí, sentada frente a una caída de miles de metros de altura se encontraba aquello a lo que Ame más temía enfrentarse en aquel momento.

Penny, tan quieta como cualquiera de las muchas aeronaves que se encontraban en la plataforma, miraba hacia el horizonte con la mirada perdida, con Atlas a su espalda y Mantle a sus pies. Ame sabía que aquella androide era probablemente la única pura representación de lo que aquel reino debía ser. La susodicha giró su cabeza, sus ojos encontrándose con los de aquella persona que se había convertido en su nueva amiga aquel mismo día, la cual aguardaba de pie detrás de ella, en silencio. Su expresión era muy simple y, a la vez, infinitamente compleja. Los ojos abiertos demasiado en par y una sonrisa enigmática. No transmitía felicidad, ni tampoco tristeza. Y, a la vez, era más que todo eso. Así eran las sonrisas de Penny Polendina.

Uno, dos, tres fueron los pasos necesarios para llegar a su lado, pues otro paso más y Ame se habría convertido en la mermelada azul más deprimente de todo Remnant.

–Bueno, –Mejor arrancar la venda de golpe que no poco a poco, pensó. –sea lo que sea que quieras decirme, estoy lista para ello.

Sin decir nada, Penny dió unas palmaditas en el suelo a su lado. Ame suspiró, sabiendo que era inútil no seguirle la corriente. Se agachó con cuidado, dejando colgar primero su pierna izquierda seguida de su derecha. Era una sensación extraña, como si estuviera sentada en el borde de la realidad y, en cualquier momento, pudiera precipitarse fuera de la misma.

–Extraño, ¿no es así? –Habló con una serenidad que Ame no lograba entender de dónde salía. –Mi padre me dió la capacidad de poder volar, pero diría que me gusta más estar sentada aquí que estar flotando ahí fuera.

–Penny...

–¿Sabías que cuando la gente me ve volando suelen asustarse? Lo descubrimos un par de días después de que probara por primera vez mis nuevas botas propulsoras. Siempre piensan que me dirijo hacia alguna amenaza o peligro inminente. Pero cuando estoy aquí... –Estiró los brazos todo lo que pudo, evitando chocarse con Ame. –...siento que floto por encima de todo eso. –Miró a Ame, con una sonrisa de oreja a oreja. –O, al menos, así fue como me lo explicó mi padre cuando le conté esta extraña sensación. Me dijo que a él también le gustaba hacerlo cuando era joven.

–De tal palo, tal astilla. –Susurró Ame, mientras en la comisura de sus labios se formaba el comienzo de una amarga sonrisa.

–¿Sabes por qué te cuento todo esto? –Ame negó con la cabeza. –Porque hoy ha sido distinto. –El tono de Penny cambió levemente, siendo más pausado ahora. –Hoy fue la primera vez que salí volando y la que estaba asustada era yo.

Ame no entendía qué estaba pasando. Había venido siguiendo las indicaciones de aquella nota secreta, preparándose por el camino para ser recriminada por haber dejado "escapar" a Elfnein, por no haber podido cumplir su promesa con Penny. Intentó hablar, pero de su boca no salían palabras.

Y entonces, sin aviso alguno, Penny la abrazó.

–Estaba tan preocupada... Cuando volví a verte estabas cubierta de sangre por todos lados, querías seguir luchando y... y no sabía qué hacer.

–Penny, estaba bien-

–¡No, no lo estabas! No lo puedo explicar de una manera simple o con meras palabras, pero sé que no lo estabas. Desde que empezó el ataque... no has sido la misma.

La expresión de Ame cambió, su confusión e incomodidad dando paso a una expresión dolorida. Bajó sus brazos, apoyándolos suavemente alrededor de su amiga.

–Lo siento. No debí haberte gritado de esa manera.

–Creía... –Alzó su mirada hacia arriba. – Creía que estarías enfadada conmigo. Que habías sufrido por mi culpa, por dejarte ir a luchar sola. Que ya no seríamos amigas.

–Yo... Penny, no soy como piensas que soy. No soy la estoica recluta de Atlas, mucho menos alguien en quien puedas confiar. –Penny soltó a Ame, la cual lo agradeció mentalmente porque sentía que iban a estallar sus costillas como la siguiera abrazando con semejante ímpetu, y se quedó mirándola fijamente. –Dejé escapar a tu objetivo, pero algo aún peor que eso es que te hice daño. Es mi culpa.

–¿El objetivo? Ame, eso no me importa lo más mínimo.

–Pero yo... fracasé. No pude cumplir con lo que te prometí. –"Y eres la única de aquí a la que siento que no puedo decepcionar", pensó para sí misma.

–No conozco la decepción. –Dijo Penny, sonriendo con su característica sonrisilla, casi parecía que le había leído la mente. –Supongo que no he vivido lo suficiente para ello. Pero te aseguro que no lo has hecho.

El suave viento llenó el silencio entre las dos, mientras observaban las cálidas luces de Mantle brillar tenuemente. Odiaba admitirlo, pero las vistas de Atlas eran ciertamente hermosas.

–Espera un momento. ¿Y entonces a qué ha venido todo el cuento de la nota secreta?

–Ah, bueno... –Juntó sus dedos índices, mientras su mirada se dirigía de vuelta hacia el cielo. –Mi padre me aconsejó que hablar a solas sería lo mejor para que pudieras hablar más a gusto. "Es ese tipo de persona", dijo. Además, no quería meterte en problemas con el General o Winter por algo así.

–Así que era eso... –Intentó contener dentro de sí una pequeña risa, pero no pudo evitar dejarla salir.

No sabía si se debía al cansancio, al alivio que sentía o a algo más, pero aquella pequeña carcajada creció y creció, convirtiéndose en una risa contagiosa. Penny se unió a ella, las dos alimentándose la una a la otra con su jolgorio del cual solo era testigo la Luna.

–Y pensar que era yo la que estaba preocupada porque te ibas a meter en problemas por mi culpa. –Explicó Ame tras haberse calmado lo suficiente como para poder respirar y hablar sin problemas.

–¡No puede ser! –Penny explicó entre risas, las cuales tenían una cierta cadencia un tanto artificial, pero que para Ame era un sonido que aliviaba todas sus preocupaciones.

Se levantó con cuidado, apartándose del borde mientras dejaba que Penny se calmase. La Luna rota comenzó a ser tapada por un grupo de nubes, reduciendo ampliamente la visibilidad que tenían. –Creo que será mejor que las dos vayamos a descansar un poco. No nos van a dar vacaciones mañana solo por haber detenido un par de Grimms en nuestro día libre.

Penny asintió, elevándose de un pequeño impulso con sus botas, dando una voltereta en el aire y cayendo de pie con los brazos extendidos hacia arriba. Las dos caminaron en silencio por los pasillos, esta vez más tranquilas que cuando habían hecho aquel mismo recorrido hacia la plataforma de despegue.

–¡Buenas noches Ame! –Exclamó Penny al llegar a la habitación de la susodicha.

–Igualmente, Penny. –Estuvo a punto de abrir su puerta, pero se detuvo y dió la vuelta, pareciendo querer decir algo, pero Penny ya estaba lejos, dando saltitos más que pasos.

Ame suspiró y por fin entró en su cuarto, cerrando detrás suya la puerta y quedándose a oscuras. Inspiró con profundidad, procesando todo lo sucedido aquel día. Necesitaba aún pensar en cómo iba a poder contactar de nuevo con Elfnein, pero si elle estaba aún vive, eso aumentaba la posibilidad de que las demás también lo estuvieran. Encendió su scroll, comprobando la hora. Las tres-

El brillo de su pantalla iluminó brevemente un destello plateado en su visión periférica, haciéndole esquivar de milagro lo que fuera que se dirigía hacía ella. A pesar de estar a oscuras, Ame creía tener la ventaja de conocer su cuarto mejor que su agresor o, al menos, eso esperaba.

Empezó a correr hacía donde sabía que había dejado su espada. Con lo que no contó, sin embargo, fue con los innumerables libros desperdigados por el suelo que se encontraban en su camino, haciéndola tropezar y cayendo al suelo. Se intentó incorporar lo antes posible, pero notó una sensación punzante en su cuello en cuanto logró sentarse. Las nubes que antes tapaban la Luna ahora comenzando a desvanecerse y dejando entrar luz nuevamente por el cuarto, permitiéndola visualizar a su agresor.

–Creo que no he tenido el placer de que nos presenten. –Habló en un tono firme, manteniendo su compostura a pesar de su situación.

–Weiss Schnee. El placer no es mío, secuaz de Salem.


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