3

Syd esperaba el autobús escolar con su pesada mochila a la espalda. Comenzaba a pensar que había metido rocas y no libros dentro.

Pronto, llegó uno de sus amigos, Rick, corriendo y muy contento.

— ¡Syd, Syd, Syd! —exclamó corriendo hacia él—. ¡Mi charmander evolucionó a un charmileon!

— ¡Wow! ¿En serio? ¡Déjame ver!

Rick comenzó a mostrarle sus pokemones en Pokémon Go, entre eso, llegaron sus otros tres amigos, Roger —Waters, aquí Taylor ni a Brian conoce—, Nick y David.

— ¿Recién vas en Charmileon? —preguntó Roger con desdén—. Yo ya tengo a Charizard.

— Porque lo hackeaste para que se moviera sin que tú tuvieras que caminar —repuso Nick.

— Cállate, Mason —espetó Waters molesto.

El autobús llegó y se subieron a este, hablando temas variados, hasta que llegaron a uno particular.

— Bueno, tengo noticias —dijo Syd con orgullo.

— ¿Cuáles? —preguntó David curioso.

— Estoy trabajando de niñero —dijo.

— ¿Eso no lo hacen las chicas? —preguntó Roger.

— ¡Claro que no, Cállate caballo con lepra! —exclamó Syd—. Es un arte digno para cualquiera que pueda realizarlo.

— Y se supone que tú puedes —dijo Nick.

— Pude con mi primo Kenny —dijo Syd y sus cuatro amigos lo miraron asombrado.

— ¿Te vomitó? —preguntó Rick.

— No.

— ¿Giró su cabeza 360º? —preguntó David.

— Un par de veces.

— ¿Hizo un símbolo satánico en el piso e intentó revivir a alguien con él? —preguntó Nick.

— No...

— ¡Wow! ¿Fue muy difícil?

— Me estoy asfixiando.

— De seguro que sí, no seas estúpido, Rick —dijo Roger.

— Saben lo molesto que es su primo... ¿te quiso matar? —preguntó Nick.

— Como seis o siete veces.

— Vaya... ¿Y para qué lo cuidaste? —preguntó David.

— Porque quiero comprarme una guitarra —respondió Syd—. Una eléctrica.

— Las Fender son las mejores —dijo David.

— ¿Y Gibson? —preguntó Roger.

— Esas ya nadie las compra, de seguro se van a la quiebra — respondió Gilmour.

— En fin, si tienen hermanos menores que necesitan ser cuidados, avísenme —dijo Syd—. Necesito más trabajos.

— Bueno, mis hermanos no pueden quedarse solos... iré al médico con mis padres mañana. Mi mamá está buscando niñera —dijo Rick.

— Pues que busque niñero, yo estoy aquí —dijo Syd con orgullo.

— ¡Genial! Le avisaré —dijo Rick dirigiéndose a llamar a su madre.

Al rato, llegaron. Rick acababa de cortar el teléfono y le informó que su mamá estuvo de acuerdo y que le daría una buena paga. Syd agradeció y pensó que para la próxima debería comenzar a poner tarifas, así evitaba que le pagasen muy poco.

Estuvieron en la escuela y luego Syd se fue a su casa. De sus hermanos, Alan ya había ido a la universidad, mientras que Don iba en último año y Ruth en segundo. Luego venía él, y por último Rosemary, que era menor a él por un año. Sin dudas, eran una familia numerosa.

— Ya llegué —anunció.

— Mamá dijo que lavaras los platos —informó Don mientras jugaba con su celular.

— ¡Ni siquiera comí aquí! —protestó Syd.

— Sí, pero eso dijo —insistió Don.

— Mentira, te lo dijo a ti, pero te da flojera —refutó Ruth.

— ¡Cállate que iba a engañarlo! —bufó Don—. Bueno, Rose será.

Syd negó y subió a su habitación. Estaba dibujando y se dio cuenta de que tenía que poner tarifas, así que sacó una hoja nueva de su libreta de dibujo y comenzó a escribir.

10 euros por hora, rebaja de cinco euros al llegar a las tres.

No tenía idea si aquello era barato o caro, pero su tía le había pagado eso, así que supuso que estaría bien.

Luego hizo un letrero.

Se ofrecen servicios de niñero, Roger Barrett, llamar a +98384918 o ir al número 88 de Steel Aveniew, Cambridge, Inglaterra

Le sacó una foto y la publicó en Instagram, luego le hizo fotocopias y supuso que podía pegarlas por la ciudad, así que salió a la calle y comenzó a pegar los panfletos. Pegaría también algunos en la escuela.

Al volver a su casa, ya estaba oscureciendo, pero no le importó. Fue directo a hacer su tarea y luego cenó algo. Al otro día debía cuidar de los hermanos de Rick.

Luego de la escuela, se fue con Rick caminando hacia la casa de este.

— Bien, a Jamie le gusta cantar y a Ian le gustan los videojuegos —explicó Rick a Syd antes de irse—. Son buenos chicos, no tendrás problemas.

Syd asintió contento y aliviado y cuando Rick y sus padres se fueron, se despidió con la mano estando ambos niños con él.

— ¿Mami, papi y Ricky volverán pronto? —preguntó Jamie.

— Claro, pequeña —respondió Syd—. En unas horas, por mientras, ¿les parece si jugamos Guitar Hero? Jamie puede cantar, Ian tocar la batería y yo la guitarra.

— ¡SIII!

Y bueno, Syd fue a instalar las cosas para jugar Guitar Hero. Por suerte, ya conocía a los hermanos de Rick y eran de trato dócil. Quizás no tendría problemas con ellos.

Ay pobrecito, qué inocente.

Bueno, en fin, jugaban con la canción Rock n' Roll al Night de Kiss, cuando los expulsaron.

Jamie se puso a llorar, porque quería seguir cantando, mientras que Ian lanzó la baqueta y le llegó en la cabeza, dejándolo inconsciente en el suelo.

Cuando despertó, tenía brillantina en el cabello y en la ropa, además de que estaba lleno de coletas y pulseras. Jamie lo miraba sonriente.

— ¡Ahora eres una bonita princesa! —exclamó.

— ¿Gracias? —se sentó y miró alrededor, al menos nada estaba incendiándose—. ¿Me perdí de mucho?

— Nop —respondió Jamie—. Pero Ian dijo que quería ir a comprar dulces. Salió hace una hora.

— ¿¡QUÉ!?

Así que Syd tomó su bicicleta y a Jamie y partió por todos los negocios de dulces que conocía en Cambridge.

— Que no se haya puesto a hablar en la alcantarilla con un payaso asesino, por favor —murmuraba una y otra vez mientras pedaleaba y Jamie reía sentada atrás suyo muy contenta, nunca había ido tan rápido en una bicicleta.

— ¡Georgie! Quiero decir, ¡Ian! ¿Dónde estás? —preguntó.

Entró a un negocio, donde atendía un señor gordo y calvo que le recordó libgeramente a Homero Simpson. Lo saludó.

— Hola —dijo—. ¿Por casualidad no ha visto a un niño? Casi igual a ella, pero con algo extra.

— ¿Qué es lo extra? —preguntó Jamie confusa.

— Eso significa que tiene pe-

— ¿HA VISTO AL NIÑO? —interrumpió Syd rápidamente, el hombre negó.

— No ha venido ningún Niño —aseguró. Syd suspiró y tras despedirse, siguió buscando.

Se dio cuenta que aún tenía las coletas, así que se las sacó.

— Pero eras una princesa linda —protestó Jamie triste.

— Lo siento, pequeña, pero nadie me tomará en cuenta así para poder buscar a tu hermano, ¿sí?

Janis asintió y se secó los ojos con una mano. Siguieron buscando.

¿Desde cuando era tan difícil encontrar un Niño? No tenía sentido, pero así era. Un niño, en Cambridge. Cambridge. CAMBRIDGE MALDITA SEA.

Buscando en su bicicleta mágica 2.0, con Jamie atrás haciéndole trenzitas, Syd pensó en que quizás el niño ya no estaría en una dulcería.

Le gusta jugar a los videojuegos.

— ¡Bingo! ¡Gracias, cabeza de Rick imaginaria!

— Qué.

Así que a toda velocidad se dirigió al arcade de la ciudad, y allí, jugando Mario Kart, estaba Ian, feliz de la vida.

— ¡Ian, ven! —exclamó y corrió hacia él.

— Espera, ya voy ganando —repuso el pequeño muy concentrado en su juego. Cuando ganó, lo miró—. ¿Qué sucede?

— No vuelvas a perderte —dijo—. Vamos a casa.

Así que se fueron a casa, pero cuando llegaron, Jamie se cayó y rompió en llanto.

— Tranquila, tranquila —la consoló Syd limpiando su herida y colocándole un parche.

Cuando todos estaban relajados, Syd se dirigió a ambos niños.

— Bien, cuando lleguen sus padres, ¿qué deben hacer?

— ¡Contarles todo! —exclamaron ambos con emoción.

— NONONONO, digo... otra cosa —negó Syd nervioso.

— Contarles la verdad —dijo Ian.

— ¡Correcto! Pero una verdad modificada, ¿comprenden?

Los dos niños asintieron y Syd les indicó qué decir.

Cuando llegaron los Wright, Syd obtuvo su paga. Quedaba poco —y mucho— para su deseada guitarra.

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