Capítulo 7
En cuanto ese pensamiento cruzó su mente, abrió sus ojos con demasía al tiempo que se quitó de encima a Doménico, quién la miró sorprendido por su actitud. Dios, ¡estuvo a punto de decirle Dominic! ¿En qué mierda pensaba cuando sintió esas caricias? Qué absurdo, era más que evidente que, en él. Le sonrió a su novio mientras se pasaba la mano por su mejilla para sacarse los cabellos que se le habían pegado al rostro, gracias al sudor que nació del placer que acababa de sentir. ¿Y por quién? Por Doménico, quien pensó, era Dominic. Demonios, ya basta de recordar a ese hombre, se reprendió en silencio. Se acomodó la ropa sin quitarle los ojos de encima al pelirrojo, que la miraba confundido. ¿Qué mierda le diría? "¿¡Ah! Doménico eras tú? Creí que me derretía entre los brazos de Dominic". Por supuesto que no.
Estaba incómoda y a la vez consternada, nunca en su vida creyó que alguien que no fuese su novio se pudiese colar de esa manera en su interior a tal punto que llevó a soñar con él. Su garganta estaba reseca e intentó tragar saliva, la gota pasó tan rasposa por su faringe que se vio obligada a hacer una mueca. Que terrible la sensación de infidelidad que se había metido bajo sus poros, pero, ¿el soñar con otro, se consideraba infidelidad? Técnicamente no, puesto que ella era fiel creyente de que la infidelidad solo se podía dar de manera física. Entonces, ¿por qué se sentía así de miserable?
Tenía un mar de sentimientos contradictorios y luchaba con cada uno de ellos, pero simplemente llegaba al mismo punto. Había soñado que Dominic, era quién la proveía de esas caricias tan devastadoras que experimentó en todo su ser y que, por consecuencia, la había llevado a uno de los clímax más potentes que había sentido desde que estuvo con él. Maldita sea.
—Estás blanca, ¿pasó algo? —se puso de pie y caminó hasta ella.
—No, tranquilo —dijo, sin embargo, no lo convenció en absoluto.
—Mentirosa. Dime que te sucede —exigió con el ceño levemente fruncido.
Samantha, se pasó la mano por la cara al tiempo que se mordía el labio. Cargo de consciencia. Eso era lo que estaba experimentando en ese momento, porque claro, no tenía porque mierda creer que era otro hombre el que la estaba despertando con aquel sexo tan maravilloso. ¡Pero creyó que soñaba, con un maldito demonio! Quitó la mirada de los ojos de Doménico. No estaba bien que estuviera sintiendo ese tipo de cosas por otro hombre. Solo había sido un intercambio, sin sentimientos de por medio, sin nada más que sexo. Un maravilloso y endemoniadamente erótico, sexo.
Eran personas adultas que en mutuo acuerdo se acostaban con la pareja del otro, punto. ¿Para qué carajo seguir dándole vueltas al asunto? Ni que tuviera quince años para estar así de confundida y con las hormonas tan revolucionadas, por alguien al que solo había visto tan solo una vez. Sin embargo, era un hombre que la llevó a las puertas del abismo, en todos los sentidos.
—Perdón cariño, creí que estaba soñando —dijo aclarándose la garganta.
—No te ha gustado —afirmó.
—¡No digas eso! —se apuró en aclarar, tampoco quería que Doménico pensara así. Sin embargo, creyó que la sinceridad era lo fundamental en una relación como la que ellos tenían. Por eso, decidió mirarlo con determinación y temor. ‹‹ Vamos la verdad, ante todo, Samantha ››, se dijo. Respiró profundo —. Pensé que estaba soñando con Dominic —soltó mirando directo la cara de Doménico.
El chico, que estaba completamente desnudo, alzó las cejas de tal manera que casi se juntan con los cabellos de su cabeza. Se dio media vuelta y se puso su bóxer sin decir ni una sola palabra. No sabía cómo mierda tomarse el hecho de que su novia le confesara aquello. Solo se limitó a pasarse la mano por la cabeza, y a desordenar su pelo. Al observarla, vio la culpa en sus ojos verdes. Vaya, sí que había sido una soberana sorpresa eso, y claro que le había caído como un balde lleno de piedras en la cabeza, pero, ¿podía culparla? No tenía ni la menor idea de cómo había sido su noche con ese hombre, porque no se había tomado la molestia de preguntarle siquiera.
Creyó sentir el latido errático del corazón de Samantha, y su respiración imperceptiblemente agitada. Se quedaron viendo unos segundos que se hicieron eternos. Los ojos de Doménico repasaron el rostro culposo de la chica. ¿Cómo podía reclamarle algo, si él había accedido a interactuar con otras parejas? Por lógica, según él, los sentimientos podían verse un tanto afectados ante aquella situación, puesto que, eran novatos y todavía no se interiorizaban el mundo del swinger. Por ende, no tenía ni puta idea de cómo los podría afectar después. Por eso reflexionó al respecto y decidió pasar por alto la confesión de su evidentemente, arrepentida novia. Abrió la boca para intentar tranquilizarla, pero su cabeza tenía otra cosa para decir.
Doménico suspiró y caminó hasta ella, la tomó de los hombros —Me has noqueado.
—Perdón —susurró con pesar.
—Me has noqueado —repitió.
—Doménico, no fue mi intención —dijo avergonzada.
—Lo sé —suspiró —. ¿Tan bien estuvo? —preguntó con una sonrisa en los labios.
—No te rías.
—No puedo evitarlo. Es tan extraño que tu novia, con la que llevas tres años te diga: "Pensé que estaba soñando con Dominic". Que, no sé qué creer —se encogió de hombros.
—No pienses cosas que no son. Solo es que... —se calló.
—Se te hizo increíble —terminó por ella.
—Así como a ti te pasó con Carolina —se atrevió a decir.
—Es cierto, pero no he soñado con ella.
—Doménico, por favor... —se mordió el labio.
—Mira Samantha, somos personas adultas que quisimos probar cosas nuevas. Lo hicimos, nos gustó y ahora queremos volver a ver a nuestros intercambios, ¿no? ¿O me vas a decir que no se te antoja ver otra vez a ese hombre? —Samantha guardó silencio —. El que calla otorga, y al no responderme me has dado a entender de que eso es un, sí —ella lo observó con la boca abierta —. No me mires así, la verdad es que no se me hace extraño que hayas soñado con ese tipo. Mierda, si te comió con los ojos en cuanto llegó a nuestro lado. No quiero ni imaginarme lo que te ha hecho.
—¡No digas eso! —chilló avergonzada.
—Por eso has soñado que era él —no prestó atención a su reclamó —, quién te acariciaba de esa forma, ¿no? –
—Ya, Doménico —suplicó apenada.
—Bueno. Mira, si en algún momento tienes dudas respecto a lo que sea, dímelo. Ahora, ven acá —la atrajo a sus brazos y la envolvió en ellos. Se acercó a su oído y le susurró —. Vamos a que olvides a ese maldito —Samantha, soltó una carcajada e intentó sacar sus demonios internos en esa risa, pero estaba muy lejos de que eso ocurriera.
—Estás loco —le dio un pequeño golpe sobre su pecho.
—Nah, solo quiero que ahora estés consciente de todo lo que te haré —fin del asunto, se dijo. Samantha, podía soñar con quien se le antojase, pero entre esas cuatro paredes solo estaban ellos dos. Sin Dominic y sin Carolina de por medio, solo ellos y sus sentimientos de amor mutuo, ¿verdad?
—¿Debo tener miedo?
—Terror, Sam. Terror —la tomó de las nalgas haciendo que ella enredara las piernas en sus caderas.
Aquella madrugada, hicieron el amor como un par de poseídos. Doménico recorrió esa piel desnuda, de pies a cabeza. Besó cada rincón de su cuerpo que se mecía junto al suyo. Lo jadeos de ambos repercutían en la oscuridad de aquella habitación. Cuando llegaron al clímax, cayeron exhaustos. Doménico la abrazó, besándole la frente mientras cerraba los ojos. El corazón de Samantha estaba acelerado por lo vivido hacía unos minutos. Suspiró intentando recomponer el aliento. Sí que la había jodido al haberle dicho a Doménico la verdad, solo esperaba que eso no trajera consecuencias a futuro.
***
Elevó los brazos para intentar desperezarse. Sintió una respiración acompasada sobre su nuca, se sonrió. Dio un ligero bostezo y a regañadientes salió de la cama. Se pasó la mano por el cabello mirando hacia donde dormía su novio. Aquel hombre que estaba tendido en la cama que ambos compartían hacía ya mucho tiempo, esa noche viviría una loca experiencia sexual. Se mordió el labio con un dejo de incredulidad. ¿Se atrevería a mirarlo a través de esa habitación expuesta?, ¿sería capaz realmente de verlo teniendo sexo con otra? Convengamos que admitirle que soñó con otro, no era lo mismo que verlo a él en el acto in situ. Lo mejor sería dejar de pensar y sacar conclusiones apresuradas.
Se fue hasta la cocina, como se había levantado temprano se permitió el lujo de holgazanear un rato. Se preparó un café. Cuando estuvo listo, tomó asiento sobre el sillón de cuero negro que lucía en medio del living. Subió las piernas apegándolas en su pecho mientras bebía un sorbo, y se perdió en sus pensamientos por varios minutos. Hasta que llevó una vez más la taza a su boca y soltó una maldición al quemarse la lengua, carajo como le ardía. Prefirió dejar el café sobre la mesita, al tiempo que se ponía de pie para ir hasta la habitación a darse una ducha.
Se miró al espejo y quedó conforme con su atuendo elegido para ir a la agencia. Aquel día solo vestía un jeans ajustado, con una blusa negra y sus tacones preferidos. Dejó su cabello suelto, hacia tanto tiempo que no lo mantenía así para ir a trabajar, que se sintió un poco extraña. Se encogió de hombros, giró sobre sus talones y fue hasta el baño. Allí se escuchaba el agua de la ducha correr, Doménico se estaba dando un baño. Se mordió el labio con malicia, abrió la puerta de corredera y le azotó una nalga. El pelirrojo, que tenía champú en la cabeza, dio un brinco de la sorpresa, pero soltó una sonora carcajada, y Samantha se sintió satisfecha con eso, por lo que se terminó de lavar los dientes tranquilamente.
—Ya me voy cariño —anunció —. Nos vemos a las ocho, ¿no?
Doménico, en ese momento salió desnudo con las gotas de agua recorriendo su cuerpo. Samantha, tuvo que reprimir las ganas que tenía de cogérselo allí mismo. Él se dio cuenta y se sonrió —Ya vete de una buena vez —le hizo un gesto para que saliera —. A las ocho estaré aquí.
Samantha, se acercó a él y le besó los labios —Nos vemos.
—Adiós.
Al verla salir, Doménico soltó un suspiro cargado de ansiedad. ¿En qué mierda se había metido cuando aceptó entrar a esa habitación de vidrio? La calentura del momento lo hizo tomar una decisión, la que ahora encontraba precipitada. Pero vamos, tampoco era tan terrible ser visto teniendo sexo por desconocidos, ¿no? Una oleada de deseo se alojó en su interior, por lo que sus dudas anteriores quedaron absolutamente desechadas. Jamás en su maldita vida había pensado que haría algo tan surrealista. Sin embargo, ¿Samantha lo vería?, ¿qué demonios sentiría ella, si llegase a tomar la decisión de ir hasta ese lugar del club? Su estómago se contrajo al pensar en Samantha.
Secó su cuerpo y con la toalla enroscada en las caderas, salió hasta la habitación. Se sentó unos momentos en la cama y miró el lugar que ocupaba su novia en ella. La amaba, de eso no le cabía ni la menor duda, también estaba consciente de que ella lo amaba a él, pero no pudo evitar que algo extraño se alojara en su interior, ¿un presentimiento? Agitó la cabeza, lo mejor sería dejar que todo entre ellos fluyera como siempre. Se vistió pulcramente elegante y se encaminó a la salida el Penthouse.
***
Samantha, estuvo todo el día metida en su oficina intentando avanzar en las portadas que le faltaban, pero uno que otro inconveniente interfirió en su camino haciendo que fuese casi imposible que terminara ni siquiera la primera. ¡Maldita sea! Otra de las cosas que más le molestaba a la chica, es que no todo marchase como ella quería. Gajes del oficio, se dijo mientras masajeaba sus sienes con frustración. Al cabo de un rato, guardó lo poco y nada que había podido hacer y cerró su portátil.
Al salir de la agencia, el viento hizo que su piel se erizara y que su cabello se moviera al compás de las hojas de los árboles que se mecía ruidosamente de un lado a otro. Se metió las hebras negras detrás de las orejas, a la vez que miraba la acera del frente. Sonrió al ver como Cameron se reunía con Lulú dándole un tierno beso, ¿tierno? Cameron, ¿tierno? ¡Pff! Ni en un millón de años. No obstante, así fue. El maldito ese tenía su corazón después de todo, y se alegraba de que hubiese vuelto a tener una relación con aquella miss tan encantadora.
Despegó la vista de su jefe para meterse al auto. Condujo con tranquilidad, hasta que recordó lo que acontecería esa noche. Miró el reloj, siete y treinta. Su vientre experimentó un súbito cosquilleo que se extendió hasta la punta de sus dedos, apretó el volante con algo de fuerza para intentar apaciguar lo que su cuerpo sentía. Era de locos.
Sin darse cuenta, se vio dentro de su departamento tirando los tacones dentro del closet. Sin percatarse siquiera, caminó por la habitación al tiempo que se iba desnudando. Se metió debajo del chorro caliente, que rápidamente empañó los cristales del baño. Sus músculos se fueron relajando poco a poco y cuando soltó un suspiro, un leve vaho salió a relucir.
Se envolvió en una toalla, buscó que podía ponerse para esa noche. Un retroceso en su memoria, la hizo darse cuenta de que estaba parada de la misma forma, de que estaba buscando con ansiedad un atuendo, de que estaba casi histérica. Igual que hacía un par de noches atrás. Sonrió para sí misma mientras movía su cabeza negando algo que, ni ella misma entendía.
Doménico entró a la habitación, eso hizo que la chica diera un respingo, estaba tan concentrada en lo suyo que no se dio ni cuenta que el pelirrojo estaba a su lado. Cerró los ojos al sentir el tacto de sus fríos labios sobre su piel caliente, era un contraste que le provocó escalofríos. Se separó de ella para encerrarse en el baño. Samantha, volvió su vista a todos los vestidos que colgaban cuidadosamente en las perchas. Se decidió por uno strapless, el único problema era que, Doménico debería subirle el cierre que cubría toda la espalda.
Cuando ambos estuvieron listos, salieron rumbo al club. Esa noche Joanne y Mason, no irían con ellos puesto que estaba sumergidos en los preparativos de su boda. En su segunda velada en el club de intercambio de parejas, Samantha y Doménico, tendrían que apañárselas solos, lo que provocó un nerviosismo anticipado en la chica.
***
Samantha y Doménico entraron al club de la mano. El olor a alcohol y sexo inundó las fosas nasales de la chica y de inmediato sintió la atmósfera de sensualidad que reinaba en el lugar. Cuando se adentraron, su corazón se paralizó. Allí estaba el hombre que la hizo desfallecer de placer, el hombre con el que había soñado. Porque claro, ahora que lo veía tan imponentemente sensual, se le antojaba pensar en que era él quien la tocó de esa manera. Qué insensatez más colosal.
Soltó pequeñas exhalaciones ansiosas, al ver la manera tan elegante y varonil con la que él cruzaba un pie sobre el otro. Se obligó a ignorar el flujo diluido de su torrente sanguíneo, se obligó a hacer caso omiso a los latidos frenéticos de su corazón, al darse cuenta de que sus ojos se conectaron con una intensidad apabullante.
Dominic, estaba de pie al lado de la barra con una mano en el bolsillo mientras que con la otra sostenía un cigarro a la vez que la miraba de pies a cabeza, se lo llevó a la boca y sus oscuros ojos negros se vislumbraron a través del humo. Samantha, se quedó de piedra observando cómo sus labios lo expulsaban con una leve sonrisa de medio lado, a la chica se le detuvo por unos segundos el galope eufórico de su corazón.
Dominic estiró su mano, lo apagó y agarró su vaso. Lentamente se fue acercando a ellos al tiempo que bebía un sorbo de whisky. Parecía ser un lobo, aproximándose de esa forma. Con un caminar tan seguro que Samantha sostuvo un suspiro entre sus labios. Ojos entrecerrados y tan negros como el universo, labios húmedos, levemente curvados hacia arriba. Como queriendo avisarle, de manera silente, lo que venía. Se pasó los dedos entre el cabello, miró hacia un costado y en fracción de segundos tenía sus iris oscuros puestos sobre ella. Samantha, apretó las piernas.
—Es bueno verlos de nuevo por aquí —dijo él, en cuanto llegó a ellos.
Dominic, extendió la mano hacia Doménico y este la tomó a modo de saludo. Desvió su vista del chico y rápidamente se enfocó en Samantha. Se veía tan bella, según lo que pudieron apreciar sus feroces ojos hambrientos de ella. Llevaba un vestido negro ceñido a las curvas de su cuerpo, resaltando su generoso escote, el que Dominic, deseaba tocar con locura. Ese tono hacia un contraste perfecto con su blanca piel. Sus ojos verdes resaltaban con aquel atuendo tan cautivador. Lo que más le gustó, fue lo malditamente sensual que se veía aquella mujer.
Dominic, se acercó a Samantha y con un atrevimiento que solo él podía tener le dio un beso en la comisura de la boca, igual que la vez anterior. El suave olor al alcohol combinado con su perfume, revolucionó las hormonas de la chica que a esas alturas ya estaba casi en llamas al sentir la cercanía de ese hombre tan varonil. Susurró un: "Te ves preciosa esta noche", cerca de sus labios y ella se mordió el interior de la mejilla. Se separó con lentitud y le sonrió.
—Sí, para nosotros también es bueno estar de vuelta —dijo Doménico.
—¿Y bien?, ¿quieren ir a beber algo? Carolina está en la barra —miró a esa dirección.
—Vamos con ella entonces —habló la chica.
Cuando Carolina vio a Doménico lo saludó con un beso en los labios y le dijo lo guapo que se veía. Samantha no sintió ni el más mínimo celo por aquella muestra de afecto tan íntima, es más, le dio un poco de morbo pensar en su novio teniendo sexo con esa mujer en aquella habitación. Se replanteó la posibilidad de ir a verlo. Salió de sus cavilaciones cuando Dominic la afirmó de la cintura, lo observó y le sonrió coqueta.
Dios, si alguien le hubiese dicho alguna vez que estaría en esa situación, se habría reído en la cara de esa persona, pero no existía y ellos, allí estaban. Con sus intercambios. Carolina de la mano de Doménico, y ella sintiendo el calor que le daba la palma de Dominic, que en ese momento se había posado sobre su espalda. Los cuatro fueron a una mesa. Bebieron, se rieron, conversaron cosas superfluas. No obstante, en ningún momento tocaron sus vidas privadas.
De pronto, Dominic se puso de pie y extendió la mano hacia Samantha, ella lo observó y sin titubear la tomó. La apegó a su pecho, eso hizo que Samantha se sonriera y sin importarle que sus parejas reales estuviesen allí, mirándolos con atención, le dio un beso en los labios. Santa mierda, qué bien sabía su boca. No había podido sacarse el dulzor de aquellos labios que devoró con tanta pasión la primera vez que estuvieron juntos.
Sus bocas se abrieron dando paso al delirio de sentir sus lenguas chocar una vez más, aunque en esta ocasión, con mayor intensidad. Simplemente era la puta gloria. Las manos de Dominic apretaron las caderas de la chica y esta soltó un suspiro que, a él, le sonó a un jadeo implorante. Estaba excitado. Maldita sea, esa mujer lo tenía hecho un enfermo y vaya que si le gustaba padecer de ese desvarío.
—Nos vemos —les dijo a Doménico y Carolina, al momento de separar sus bocas.
Samantha miró a Doménico, este le sonrió. Ella hizo lo mismo.
Dominic entrelazó sus dedos con los de ella, la condujo hasta una de las habitaciones privadas de aquel lujoso club de intercambio. Sin embargo, a mitad de camino no se aguantó más y en el pasillo, la acorraló hacia uno de los postes que se encontraban cerca de su destino. El aroma de su piel lo tenían obnubilado. Tan solo quería y deseaba por sobre todas las cosas, volver a estar envuelto en su interior.
—¡Ah! —soltó ella cuando se vio encerrada entre el cuerpo varonil de Dominic y el duro mármol.
—¿Sabes cómo he pensado en ti? —gruñó en su oído.
—No. Así como tú tampoco debes saber cómo te he recordado, ¿verdad? —le contestó con el pulso a mil.
Por primera vez, reconoció lo que tanto había negado...
Dominic, soltó una risa que le provocó escalofríos —No. Pero ya estamos juntos otra vez, y está noche —le tocó el cuello con la yema de los dedos —, haré que me tatúes a fuego en tu mente.
Esas simples palabras provocaron una bola de fuego en las entrañas de Samantha. Carajo, lo deseaba con locura y desenfreno. Quería entregar su alma al mismísimo demonio por sentirse de aquella manera tan ardiente. Quería quemarse en el fuego incandescente de la hoguera que Dominic le ofrecía sin tapujos.
Dominic, no espero más y junto sus labios. Sus lenguas jugaban un papel importante a la hora de incitarse, a la hora de excitarse, a la hora de desearse con tanta intensidad. Se deslizaban dentro de sus bocas degustando el sabor del otro. Sus dientes mordían sus labios lo que provocaba jadeos involuntarios de ambos. Jadeos que, se perdían en el bullicio de aquel lugar.
—Te deseo, preciosa —murmuró.
—Y yo a ti —Samantha, puso las manos en las caderas de Dominic, y él se tensó bajo su contacto.
Podía sentir el calor que desprendía la mano de Samantha sobre sus caderas. Ella estaba tan enardecida por dentro como él, lo sentía, lo palpaba fascinado. La carga sexual entre ambos era tan intensa que debieron separarse o terminarían follando allí mismo. Sin embargo, Dominic no la quería soltar tan fácilmente, por supuesto que no. Así que la agarró de las caderas y entre beso, y beso, llegaron a la puerta. Dominic, deslizó la tarjeta y la abrió de una patada, ya que estaba más preocupado de seguir sintiendo el cuerpo de Samantha junto al suyo, que de fijarse por donde mierda iba.
Cuando ya estuvieron dentro de la lujosa habitación, Dominic de otra patada cerró y como un lobo hambriento de su presa, devoró con demasía la boca de Samantha. Sus labios palpitantes estaban insaciables pidiendo más de ese hombre que la tenía a su completa merced, con aquellas caricias tan deliciosas.
Sin previo aviso, Dominic la giró y en ese instante Samantha se dio cuenta de que había un gran espejo, uno, que cubría casi toda la pared. Sus ojos se abrieron de la sorpresa. Dominic, se apegó a su espalda haciéndola caminar directo al espejo. Samantha sentía el miembro del pelinegro golpear sus glúteos e iba suspirando con deleite, con temor, con alucinación ante la sorpresa que él, le tenía preparada.
Sus ojos se reflejaban a través de él y en ellos se veía la lujuria que sentían por el otro. Cuando estuvieron frente al cristal, Dominic tomó los brazos de ella y los elevó apoyando así la palma de sus manos, la observó y se mordió el labio. La piel de Samantha temblaba de la emoción y su respiración iba en aumento.
—Te quedarás quieta. Solo debes observar y sentir, nada más —dicho eso, Dominic comenzó a bajar el cierre de vestido bajo la atenta mirada de Samantha —. Tu atuendo es perfecto para esta noche.
Aquel trozo de tela hizo un sonido suave al tocar el piso y ella de inmediato sintió la brisa fresca golpear la desnudez de su cuerpo. Dominic cerró los ojos, se mordió el labio y sonrió con deleite ante lo que sus pupilas presenciaron. Allí estaba esa mujer, la que lo hizo sentir el orgasmo más potente de toda su maldita vida, tan solo con unas pequeñas bragas de encaje negro, con un liguero que se ajustaba perfecto a sus caderas y, sin brasier. Una maldita diosa.
Las manos de Dominic comenzaron a recorrer cada trazo de su fresca e incitante piel. Con las yemas fue subiendo a lo largo de su columna, mandando descargas eléctricas en la entrepierna de Samantha. Sus manos viajaron tortuosamente hasta su vientre y comenzaron a ascender hasta llegar debajo de sus senos, en ese momento Dominic abrió los ojos y la miró.
—Quiero que observes lo excitada que te ves cuando te toco, cariño —susurró en su oído.
Dominic, cubrió sus senos con las palmas y comenzó a masajear con delicadeza, sin dejar de mirarla en ningún momento. Ambos estaban descubriendo el erotismo a través de ese juego sexual. Lo observaba hacer esos movimientos que la estaban haciendo sacar más de un suspiro. Era como un afrodisiaco visual, el solo hecho de tan solo sentir sus manos y mirarse en el espejo.
Tenía ciertos toques voyeristas estar admirando como Dominic se deleitaba con su cuerpo. Le encantaba aquella sensación de placer y deseo, al sentirse observada y al ser ella misma la que veía como él jugaba con su anatomía a su maldito antojo. Las manos de Dominic no se detuvieron allí, no. Se deslizaron hasta quedar posadas entre sus piernas, cosa que la elevó por completo. Samantha se mordió el labio e intento cerrar los ojos para dejarse llevar.
—No los cierres, no querrás perderte lo que viene ahora —Dios, esa era casi una promesa silenciosa.
Ella obedeció y tan solo suspiró. Miró el movimiento de sus manos a través del reflejo de ambos en el espejo. Carajo, el contacto constante con su mirada la estaban haciendo entrar en un delirio que jamás creyó poseer.
Dominic se agachó y sacó el liguero, Samantha seguía atenta a cada movimiento. Jadeó cuando él enganchó los dientes a un costado de sus bragas mientras su índice hacia lo suyo del otro lado. Sin dejar de observarla, fue bajando lentamente aquella prenda. Samantha, levantó el pie para deshacerse de ella y quedó completamente desnuda ante los ojos de aquel depredador. La observó, tan hermosa solo con pantis y tacones. Era la escena más erotizante que había visto en toda su vida, se permitió el lujo gruñir con placer. Sus manos viajaron y quitaron el resto.
Sacó su lengua y comenzó con un ella un tortuoso camino a lo largo de su pierna dejando un rastro húmedo a su paso. Los puños de Samantha se cerraron y sus labios se entreabrieron al experimentar como los dedos de Dominic se perdían en el valle de su feminidad.
—¡Ah! —jadeó, cuando uno de esos juguetones dedos entró en su interior.
Dominic, se deleitó con aquel sonido proveniente de su dulce boca y eso hizo que su miembro se sacudiera dentro de su pantalón. Mierda, su piel era tan suave que le provocaba darle un mordisco y así lo hizo, ella dio un pequeño salto. Sin embargo, eso no quedó allí, claro que no. Dominic, pasó la lengua en su glúteo mientras seguía penetrándola con el dedo, e incluyó uno más, uno que la hizo estremecer de la cabeza a los pies.
Miraba la excitación de su rostro sonrojado y eso lo tenía a mil. Le daba tanto morbo verse en el espejo tocando el cuerpo desnudo de Samantha que, sin previo aviso soltó una nalgada que la hizo dar un brinco y soltar una pequeña risita que se le antojó a la más excitante de las melodías.
—Me tienes ardiendo, preciosa —dijo a la vez que pasaba una vez más la lengua por su piel.
—Imagínate como me tienes tú a mí. Me tienes presa de un placer que nunca creí sentir.
—¡Oh! Cariño. Me encanta escucharte, me fascina saborearte —sacó los dedos de su interior y se los llevó a la boca —. Mira cómo estás. Completamente húmeda para mí y adoró el sabor de tu esencia —degustó con satisfacción.
Se puso de pie para comenzar a desnudarse. Partió por desabotonarse la camisa, tirándola lejos. Samantha, miraba embelesada el movimiento ágil de sus manos que se fueron directo a su cinturón. Santa mierda, sus músculos se contraían al ir bajando su pantalón. Tragó saliva al ver la punta de su miembro asomarse, allí estaba otra vez aquel trozo de piel que la dejó encandilada y viendo puntitos de colores la primera vez que estuvieron juntos.
Dominic, se lo sacó y su miembro viril salió a relucir apuntando directo hacia ella. Le sonrió y se puso detrás, dejando que su erección golpeara sus nalgas. Puso las manos sobre las de ella y agarró sus dedos entrelazándolos con los de Samantha. Su espalda estaba pegada en el torso de Dominic, y el calor que transmitía el cuerpo del pelinegro era abrasador. Dominic le besó el cuello y sin dejar de mirarla a través del espejo, sacó su lengua y la pasó en la curvatura de él.
La sangre de Samantha estaba espesa y sus latidos frenéticos en busca de más. Dominic, apretó sus manos y las fue soltando lentamente tan solo para dibujar sus brazos, sus hombros y sus senos. Su lengua juguetona saboreaba el sabor de su piel adictiva, mientras sus dedos traviesos apresaban sus erectos pezones.
—Mírate —dijo él —. Míranos. Estamos disfrutando de nuestro ardiente reflejo, ¿te gusta? —susurró sobre el cuello de Samantha.
—Me encanta —jadeó.
—¿Si? —preguntó con una sonrisa cautivante —. ¿Y...?, ¿te gusta esto? —sin dejarla responder, volvió a preguntar a la vez que pellizcaba sus pezones y tiraba suave, y cadenciosamente de ellos.
—¡Ah! Carajo sí —respondió con los ojos entrecerrados.
—¿Y...?, ¿esto? —deslizó la mano desde su seno, pasando por su vientre, hasta llegar a su feminidad. Se mordió el labio y con el dedo del medio jugó con su centro palpitante —. Puedo sentir lo excitada que estás preciosa, y no tienes idea de cómo me fascina —dijo con la mandíbula apretada. Tiró levemente su centro y ella soltó un gemido —. ¿Te gusta? —él sabía lo seducida que estaba con el toque de sus manos, sus pupilas dilatadas lo decían todo, pero deseaba escucharlo de sus labios.
—Sí. Me encanta como me tocas, Dominic —abrió las manos y echó la cabeza hacia atrás.
Su dedo jugaba con la húmeda feminidad de Samantha, se estaba dando un festín con sus jadeos entrecortados, con su rostro enloquecido de placer, con sus labios entreabiertos. Como gozaba torturarla, como adoraba sentirla estremecerse bajo el yugo de sus manos.
El pecho de Samantha comenzó a sentir un calor ardiente, que fue bajando por su vientre hasta explotar entre sus piernas. Dominic, no dejó de mirar como su rostro se transformaba en el más bello de los poemas eróticos. Sus ojos nublados y sus pupilas dilatadas a más no poder. Sus mejillas sonrojadas y sus dientes apretando su labio.
Había llegado al clímax y de qué manera. Con Dominic detrás de ella. Con Dominic pellizcando la carne tierna de su pezón. Con Dominic atormentando con demasía su feminidad. Con Dominic, viéndola llegar a un orgasmo que la desgarró por completo.
—Quiero hacerte mía —dijo al besarle la nuca —. Deseo estar dentro de ti sin protección. Quiero sentir como tu piel me envuelve por completo.
—Haz lo que quieras de mí. Te entrego mi cuerpo, eres dueño de él —dijo presa del deseo que sentía por ese hombre.
Apretó los ojos y los labios al escucharla decir aquellas palabras. Al abrirlos, Samantha pudo captar el fuego ardiente que se escondía detrás de su mirada. Dominic, agarró sus caderas y levantó levemente sus glúteos. El miembro excitado del pelinegro fue dirigido hasta la entrada de su intimidad y se fue abriendo paso entre los húmedos pliegues vibrantes de la chica.
¡Oh! Santísima mierda, su interior estaba fogoso y palpitante. Piel con piel, como ambos lo habían deseado. Sus ojos no dejaron de verse, sus rostros estaban mostrando la pasión tórrida que los dos estaban sintiendo. Su miembro entusiasta entró de lleno en la feminidad de Samantha, y ella soltó un gemido cargado de placer.
Dominic, enterró los dedos en las caderas de ella y comenzó a moverse sin quitarle los ojos de encima, veía como Samantha apretaba una vez más los puños. Estaba fascinado al ver como una pequeña gota de sudor corría entre sus senos que se movían al compás de sus vehementes embestidas.
Dominic, salió de su interior tan solo para entrar de golpe. Era algo completamente enloquecedor, el aroma que desprendía de sus cuerpos los cubrió en un ambiente incandescente. Solo eran ellos dos y sus cuerpos perlados en sudor, con sus cuerpos haciendo los sonidos más apasionantes y provocativos que jamás habían escuchado.
Samantha apretó las piernas y atrapó el miembro de Dominic, este gruñó en su oído. Aquella pasión devastadora los estaba llevando a las puertas de un orgasmo alucinante. El sentir como sus cuerpos se acoplaban a la perfección, el ver sus rostros desfigurados de lascivia, el experimentar aquel voyerismo de estar mirándose a través de un puto espejo, los tenía sofocados de deleite y placer.
El miembro de Dominic comenzó a palpitar en el interior de Samantha, ya estaba al borde de aquel precipicio llamado clímax. Ver sus ojos negros más oscurecidos que nunca, le anunciaban que ya estaba llegando a su límite y Samantha al darse cuenta de eso, subió los brazos y los puso detrás del cuello del pelinegro. Dominic bajó su mano y tocó su centro, ese movimiento que hizo con sus dedos fue el detonante para que ella se perdiera en las profundidades de un orgasmo que la hizo temblar de pies a cabeza. Dominic tomó su rostro y lo giró para besarla, metió su lengua insaciable dentro de su boca y gruñó cuando su miembro derramó aquella esencia en el interior de la chica.
Samantha dio una nueva sacudida, se había vuelto a correr al sentir como era colmada por Dominic. Ambos tenían sus respiraciones agitadas, a ambos le faltaba la respiración, y a ambos les temblaba el cuerpo.
Al separar sus bocas, Dominic apoyó la cabeza en el hombro de ella, sentía su respiración agitada dar de lleno sobre su espalda. Samantha no dejó de mirarse en el espejo. Se sonrió al ver el cabello de Dominic sobre la curvatura de su cuello. Carajo, qué experiencia más delirante acababa de vivir, iba mucho más allá de todos los límites que ella pensó para su segundo encuentro. Antes de salir de su interior, Dominic la abrazó por la cintura, levantó la cabeza para observarla y cuando sus ojos se encontraron, le dijo.
—Esta es una de las tantas experiencias que te haré vivir —sonrió de medio lado, robándole el poco aliento que le quedaba.
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