Capítulo 37


Swinger...

Una palabra con muchos significados, con diferentes conceptos, pero con las mismas mentalidades y los mismos deseos.

En la forma de amarse, en la forma de desearse y la forma de expresarse, pero con diferentes personas.

Diferentes personas que inevitablemente al momento de verse en aquel club, hicieron conexión. Una tan fuerte que les fue imposible el poder olvidarse. Aquel choque de miradas los hizo perderse en una vorágine de sensaciones, de deseos irrefrenables, de sonrisas coquetas, de caricias deseadas, de besos apasionados.

Sin darse cuenta estaban cayendo en las temidas redes del... amor.

Sin embargo, uno de ellos tuvo que callarlo para no dañar algo que irremediablemente estaba dañado. La otra, luchando para poder sacar a flote lo que ya estaba perdido.

No obstante, las coincidencias de la vida los hizo juntarse en el lugar menos esperado. Eso los hizo conocerse, saber todo del otro, reírse, compartir largas horas juntos, sin percatarse de que algo inmenso se estaba formando dentro de las cuatro paredes de aquella oficina. Algo que ellos nunca habían vivido, ni mucho menos sentido antes. Algo con lo que ambos tendrían que salir adelante, barreras y dificultades que en alguna oportunidad el destino les puso enfrente.

Todos los miedos, todas las tristezas, todas las lágrimas derramas, todos esos ataques de ira, todas las maldiciones dichas, quedaron atrás y no son más que recuerdos de un amargo pasado.

Hoy, están más compenetrados que nunca...

Se aman, se cuidan, se comprenden...

Y todo eso nació por un loco intercambio de pareja...


Samantha.

—No, Joanne. No insistas por favor.

—Vamos Sam, no seas así.

—Cuando te pones pesada, eres insoportable.

—¿Lo harás?

—Solo porque es tu día, desgraciada.

Y sí, aquí estoy en primera fila para recibir el ramo que Joanne está a punto de lanzar. Maldita rubia, se empeñó en meterme entre las invitadas, como sabe que esto no está entre mis planes más fue su insistencia. Miro hacia atrás y Dominic está a punto de soltar una carcajada al verme así de incómoda. No le quito los ojos de encima porque me encanta como se ha vestido. Ese pantalón negro le sienta perfecto, y esa camisa gris hace un contraste fascinante con sus ojos, logra realzar sus rasgos y hacer que su mirada se vea más oscura que nunca. Y todo eso es mío, esa sonrisa es mía, esos ojos son míos, esos hoyuelos son míos, ese cuerpo es jodidamente mío.

Uf... Y aquello que tiene entre las piernas, también...

Pongo la mano detrás de mi cabello para poner la coleta sobre mi hombro, sé que le encanta cuando me propongo ser coqueta, y lo que logro, es precisamente lo que buscaba. Una mordida de labios de su parte, acompañado con una mirada saturada de deseo. Una mezcla mortal para cada célula de mi cuerpo. Alzo la ceja a la espera de que me siga provocando, todo ha desaparecido para mí, solo lo veo a él. Sin embargo, estoy dando el primer paso hacia su dirección cuando siento que algo cae sobre mi cabeza para luego rebotar en el piso. Pongo los ojos en blanco, es el ramo de novia.

Me giro y Joanne me está observando con un gesto burlón, lo que me hace sacar el dedo del medio y mostrárselo, ella solo se encoje de hombros con una mirada jocosa. No me queda más que agacharme para recogerlo y en cuanto lo tengo en mi mano, veo unos zapatos oscuros frente a mis ojos. Alzo la vista hasta la mitad de su cuerpo, si no fuese porque estamos en medio de una maldita fiesta, bajo ese cierre y me recreo con aquello que se esconde allí.

—Vamos Sam, no me hagas cometer una locura aquí. Enfoca esa mirada en mi cara, por favor —su voz hace que se me erice la piel. Muerdo mis labios y termino de subir la cabeza para mirarlo como lo pidió, a la cara —. Ven aquí, cariño —dice al tiempo que estira su mano hacia mí, la misma que tomo con fuerza, la misma que ha recorrido mi cuerpo un millón de veces, la misma que me acaricia con dulzura, la misma que se enreda en mi cabello para echarme la cabeza hacia atrás, la misma que en este momento se entrelaza con la mía para ayudarme a ponerme de pie.

Una vez más...

—Esta maldita Joanne y sus cosas —refunfuño.

—Cariño, tampoco es tan terrible. Solo es un ramo —comenta al tiempo que se lleva la copa de champán a los labios.

—¿Y si luego me pides que nos casemos? —le pregunto con una sonrisa mientras miro el leve rastro de líquido que ha quedado sobre su labio.

—Sabes que eso no pasará... —y al oír esto, la misma sonrisa juguetona pronto se borra de mi rostro.

No puedo evitar sentir una leve punzada en mi estómago y no es que me quiera casar, todavía. Pero no lo sé, igual ya llevamos más de un año y medio juntos. Sacudo mi cabeza para pensar en otra cosa que no sea su respuesta. Sin embargo, no puedo evitar soltar su mano y dirigirme hasta la barra a pedir un mojito. Logro sentir mi ceño fruncido al igual que mis labios e intento relajar el rostro, pero en este momento me es imposible. Puto Dominic. Me muerdo el interior de la mejilla mientras observo mi vaso, y cuando estoy a punto de beber el primer sorbo, un susurro cala mis huesos.

—Todavía...

Me giro sobre los talones y entorno los ojos. Dominic, me observa con el labio atrapado entre sus dientes, ¿qué pretende? La verdad es que no tengo ni la más mínima idea, porque en este instante su mirada se me hace indescifrable, pero percibo como sus dedos comienzan a jugar con mi brazo y siento la necesidad de cerrar los ojos porque su tacto me encanta. Esa manera tan cómplice que tiene de decirme que me desea, me mata. Sube la mano hasta dejarla sobre mi mejilla al tiempo que sus pupilas se quedan fijas sobre mis labios, trago saliva y siento el sabor de la menta bajar por mi garganta.

—¿Qué te parece si no vamos? —me susurra sobre la boca. Estoy que pierdo el juicio, pero mi raciocinio me da una bofetada para poder ser, medianamente, sensata.

—Estamos en pleno festejo de la boda de Joanne y Mason. Se verá feo si nos largamos en este momento.

—No te preocupes por eso, le he dicho a Joanne que tenemos asuntos que arreglar.

—¿Qué es lo que propones? Digo, para ver si la oferta es tentadora y me seduce.

—Pues... —se acerca a mi oído —. Tú y yo, solos —murmura solo para mí.

—Mmm... No me convence —digo con los ojos cerrados.

—Un vino, una cama, un cuerpo desnudo, unas caricias, unos besos, un piercing... —oh, por Dios —. Una intromisión placentera... —mientras habla, va bajando las manos por mis costados —. Una lengua caliente. ¿Te gusta eso?

¿Qué si me gusta? Eso me vuela la cabeza, pero esta vez no se la haré fácil —Me lo pienso, no lo sé todavía.

—Sábanas blancas enredadas en cuerpos desnudos y deseosos de más. Una explosión que lleve al límite del propio deseo. Puntos de colores, vista desenfocada, respiración entrecortada, jadeos... —juro por el infierno que mis bragas están húmedas —. Un te deseo, un te quiero, un te anhelo, un te amo...

—¿Por qué me haces esto? —la pregunta me sale casi sin voz.

—Besos por una piel blanca, besos por un vientre, besos por una cintura, luego besos por una cadera para luego ir a la otra. Una nariz sintiendo el aroma que desprende un cuerpo expectante —cada palabra que me acaba de susurrar ha hecho que mi cuerpo se estremezca, que mis neuronas de hayan vuelto gelatina y que, mi raciocinio se haya adormecido.

Como yo...

—Vámonos de aquí. Lograste prenderme —digo al tiempo que dejo el vaso sobre la barra.

Lo tomo de la mano y literalmente lo estoy arrastrando por todo el maldito salón. De soslayo veo que Joanne levanta su copa hacia mi dirección, solo me sonrío y sigo mi camino. Nuestro camino. Dominic no opone resistencia, ¿cómo lo haría si fue él quien me acaba de impulsar a dejar la boda de mi mejor amiga de lado? Siento el frescor de la noche en todo mi cuerpo, lo que anticipa aún más mis emociones por este hombre que ha entrelazado nuestros dedos. Miro fijamente su deportivo, y no creo ser capaz de llegar a nuestro departamento.

—Hey, cariño... —lo miro por sobre el hombro —. Te noto un poco ansiosa —dice en tono burlón.

—Cállate, Dominic. Tú tienes la culpa.

—¿Yo?, pero si solo dije unas cuantas palabras —se sonríe —. Tampoco era para que no te despidieras —maldita sea, tiene razón.

—¿Qué más da? Joanne intuyó en mis ojos que me tienes caliente.

—Adoro cuando eres tan expresiva.

—Eso es, búrlate de mí. Mira que me encanta cuando lo haces.

Se detiene y por acto reflejo también lo hago. Me hace girar para quedar frente a él, pero nunca deja mi mano —Nunca me burlaría de ti... —comenta recorriendo mi rostro entero, y que el diablo me lleve si no estoy a punto de sentir un orgasmo al ver como se sonríe con su lengua apretada entre los dientes.

Y en este preciso instante recuerdo aquella vez en el club cuando lo vi por primera vez, cuando le dije que era muy posesivo. Aquella noche hizo este mismo gesto dejándome ver, con una sola sonrisa, lo excitante y avasallador que podía llegar a ser. Y esta noche, una vez más lo estoy comprobando. Me ha tomado el rostro entre sus manos y no me deja de observar con intensidad, sus ojos me transmiten tantas emociones juntas que se me hace un nudo en el estómago. Él es el único que me hace sentir todo tipo de sensaciones, el único que con solo un par de palabras sueltas enciende mi interior haciendo que mis bajos instintos salgan a flote, como sé que a él le gusta.

Aunque a veces, me llame atrevida... sé qué le encanta.

Como puedo intento salir de mi letargo, entonces decido jugar como a él le gusta y mi siguiente movimiento es meter tres dedos en la pretina de su pantalón para atraerlo más a mí. Eso lo hace abrir sus párpados, y me fascina saber que también lo ha recordado.

—No quiero que nadie más vea lo que está noche, es mío —oh... Lo hizo. Malditamente lo hizo.

—Eres muy posesivo, ¿lo sabías? —pregunto casi sin aliento

—Preciosa, soy cuidadoso que es distinto. No quiero que nadie te ponga los ojos encima. Eres demasiada mujer como para cualquier hombre —esas palabras casi me hacen jadear. Recuerda cada una de las cosas que me dijo hace más de dos años atrás.

—Eres muy posesivo —ni siquiera sé cómo me habrá salido la voz, pero esto me tiene demasiado emocionada y no tengo ni la más puta idea del porqué.

Observo como Dominic, levanta sus brazos a modo de redención —. Me has descubierto —en cuanto termina de hablar, baja las manos para dejarlas sobre mis caderas.

Y la sensación que experimenta mi cuerpo entero es mil veces más profunda y potente que la primera vez que esto sucedió. Mi corazón late a un ritmo desenfrenado, mi pecho se aprieta, mi estómago se contrae. Esto me está matando, me está dejando con las ideas alborotadas. No obstante, me encanta este juego. Me encanta todo lo que Dominic produce en mí, me encanta estar con él, me encanta esta noche, me encantan sus ojos, sus labios, su piel...

Todo él, me fascina...

—Te deseo —digo al tiempo que muevo mis dedos en su pantalón. Lo veo entornar sus párpados.

—Yo lo hago, desde el día en que te vi por primera vez —susurra mientras baja su rostro hasta mi oído —. Y me has vuelto un remilgado, pero no puedo dejar de decirte que te amo más que a mi propia existencia. Un día lo pensé y no te lo dije, pero has pintado mi vida de un millón de colores y cada día que pasa me enamoro más de cada uno de ellos. Te volviste mi compañera, mi amiga, mi amante, y eres mi amor.

Sus palabras hacen que mis ojos cerrados sean capaces de sentir las lágrimas que se acumulan. Me emociona de una manera dantesca todo lo que acaba de decirme. Mi corazón se hace pequeñito, mi garganta se oprime y no soy capaz de pronunciar absolutamente nada, solo puedo sacar la mano de su pantalón y rodearlo con mis brazos. Estoy segura que él sabe todo lo que han producido en mí sus palabras. Dominic deja descansar su barbilla en la cima de mi cabeza, siento su respiración un tanto agitada, como la mía. Me acaricia el cuello con las yemas de sus dedos, corre su rostro y me besa la frente, sus labios están tibios y yo estoy temblando.

—Te amo —susurro sobre su pecho, estoy al borde del llanto descontrolado.

—¿Nos vamos? —pregunta y siento sus labios moverse sobre mi piel.

—Por supuesto —y no puedo evitar sonreír al responderle.

Nos separamos, nos quedamos en silencio, nos estamos mirando y a través de sus ojos puedo ver su alma entera. Este hombre es increíble, todo lo que hemos pasado nos ha fortalecido en todos los aspectos y nos ha unido más que nunca. No obstante, no negaré que cuando supimos la trágica noticia de que Carolina se había suicidado, algo extraño nos pasó. Todavía recuerdo cuando Cameron me llamó por teléfono, diciéndome que la jefa ejecutiva de la compañía móvil más importante del país, se había colgado en su departamento. Lo que Cameron no sabía, era que ella había sido la novia de Dominic. Desde aquel día en que supimos tan desgraciado hecho, han pasado once meses.

La muerte de Carolina produjo muchas culpas en Dominic por el hecho de que, si no hubiese entrado al swinger de su mano, ella estaría sana y viva. Yo lo entendí, porque me pasó exactamente lo mismo con Doménico, el que cumple una condena de diez años por intento de asesinato en mi contra. Aquel día en el juicio, tuve que asistir y él no dejó de mirarme con un odio tan profundo que casi me mata. Lloré y lloré muchísimo cuando el juez dictaminó la sentencia, me dolió el corazón el hecho de ver al hombre con el que alguna vez compartí mi vida, terminara así. No obstante, tuvieron que sacarme de la sala porque las groserías y amenazas que utilizó en mi contra fueron tan espantosas que me dejaron en estado de shock. Me arrepiento de haberle propuesto practicar el intercambio y soy una maldita egoísta, pero si eso no hubiese pasado, jamás habría conocido al hombre que cambió mi vida entera.

Y una vez más, juntos tuvimos que alejar aquellos demonios que nos amenazaban con rompernos la cabeza pensando en que habíamos hecho mal, que si acaso nuestro amor era un error. Que, si acaso el hecho de estar juntos destruyó vidas, nos costó entender que no era así puesto que ellos debieron cuidarse como era debido. Nos costó entender que cada quien es responsable de sus actitudes, de vivir una vida sexual con precaución, que cada quien es responsable de su propio cuerpo.

Todos y cada uno de nuestros momentos vividos, hayan sido bueno o malos, nos ha hecho amarnos más que ayer y menos que mañana...

Dominic me saca de mis pensamientos cuando besa con suavidad mis labios, enfoco la mirada en sus ojos y me percato que lleva la mano detrás de su espalda y saca de su bolsillo una cinta roja. Suelta mis dedos y estira el pedazo de tela en ambas manos, yo lo observo con una sonrisa y a la vez curiosa. Al ver su cara, su labio elevando en una sonrisa traviesa, y su ceja alzada, me doy cuenta que hará. De todas maneras, no hay que ser un genio para saberlo.

—¿Por qué me vas a vendar los ojos?

—Porque tengo una sorpresa para ti —ladea la cabeza mientras hace un gesto con el dedo, indicándome que me voltee.

Lo hago, hoy haré todo lo que él pida. ¡¿En qué diablos me convertiste, Dominic Evans?! Lo sé, me convirtió en una mujer enamorada, en una mujer entregada, tanto a su libre, sincero y loco amor, como a sus bajas pasiones. Cierro los ojos, y siento su pecho pegarse a mi espalda, siento sus manos por delante de mi rostro, siento el aroma de su perfume, siento la frescura de la tela sobre mis párpados, siento como hace un nudo, siento como se separa de mí y toma mi mano. Yo tan solo me dejo guiar por él. Escucho la alarma del auto, para luego oír cómo abre la puerta.

—Cuidado con cabeza —advierte mientras dirige mis movimientos.

Tomo asiento e inmediatamente el aroma a cuero y perfume me seduce, siempre ha sido así. Sin embargo, en esta oportunidad es diferente, porque me atrapa y me pone más expectante ante lo desconocido, me altera los sentidos y me pone ansiosa el no saber a dónde me llevará. Esta mezcla entre el deseo y la incertidumbre, logra que se me abra el apetito por su cuerpo entero.

Pongo las manos sobre mi regazo, ¿qué sorpresa será la que me tiene preparada? Con Dominic puedo esperar cualquier cosa, porque desde que lo conocí me sorprendió. Su atrevimiento, su seguridad, su sensualidad, su pose imponente. Todo lo que él exuda transforma mis emociones y me hace sentir irreconocible, y eso me encanta, y me enamora más de él, y me mata cada vez que lo hace, y quiero más de esto.

—¿Lista? —doy un pequeño brinco al oír su voz, ni siquiera sentí en qué momento entró al auto.

—Lista.

—Perfecto.

Pone la palma de su mano sobre mi muslo y con sus yemas traza círculos, aquella caricia hace que apriete mis párpados debajo de la tela, hace que mi piel se erice deseosa, hace que pueda sentir la intensidad con la que late mi corazón, hace que pueda oler el embriagador perfume de Dominic que cada vez se va acercando más a mí. Esa caricia se ha trasladado hasta mi mejilla y me deja sentir un soplido en mi oído, uno que me hace temblar tanto la piel como el alma.

—Cariño... —su voz susurrante e implorante hace que me quede quieta y atenta a lo que vendrá a continuación —, aún recuerdo la primera vez que te vi, aquel día en que nunca pensé que te volverías tan importante para mí —mientras habla, va pasando la punta de su nariz por el lóbulo de mi oreja, juro que esto me está matando —. Desde nuestro primer intercambio te volviste peligrosamente inolvidable para mi cabeza, sin saber que aquí... —siento como toma mi mano y la pone sobre su pecho, su corazón late desesperado y yo me quiero morir —, estaba creciendo un sentimiento tan sublime que me asustaba. Porque te estabas metiendo poco a poco en mí, me estabas atrayendo más de lo esperaba. Hasta que, sin darme cuenta, sin quererlo, ni mucho menos pedirlo, me enamoré de ti. Te juro que cuando lo descubrí todo se detuvo a mi alrededor, no entendía cómo podía amar a una mujer que no conocía, con la que solo estaba intercambiando —el beso que me da en la mejilla mientras habla, se me antoja tan romántico que solo quiero sacarme la venda para mirarlo a los ojos —. Esa noche en el club, sin saberlo ya te amaba y cuando nuestros ojos se encontraron, tú sonreíste porque sin ser consciente de nuestros sentimientos, ya lo sabías.

—Dominic... —susurro.

—Déjame terminar por favor —trago saliva y asiento en completo silencio —. ¿No has pensado que todo se dio de esa forma porque necesitábamos del otro? El destino te puso en mi camino, y ese mismo destino quiso que tú fueses la mujer de mi vida, a la que amo como nunca creí. Alguna vez leí que para enamorar a una chica había que hacerla reír, pero sin querer me enamoré yo, cuando te veía sonreír, como ahora... ­—muerdo mi labio con fuerza —. No hagas eso que te harás daño ­—con su dedo tira de mi labio inferior para que lo suelte. Como quiero tomarlo en mi boca— Sam... —afirma mis manos.

—Dominic...

—Cariño, yo no te quiero solo para follarte, ni para tomarnos de las manos, ni para reír, ni para hacerte el amor, yo te quiero para vivir el amor y mucho más de tu mano. ¿Aceptas?, ¿quieres que nuestro amor sea tangible para siempre?

—Quiero —es lo único que puedo decir, sus palabras me han dejado sin aliento.

—¿Confías en mí?

—Como no tienes una idea —susurro.

—Yo también confío en ti, cariño —siento su respiración tibia sobre mi boca —. Encontrarme contigo en ese club, fue la mejor de las coincidencias —siento como sus labios se mueven sobre los míos mientras habla —. Te quiero.

Y me besa, me besa profundo, intenso, casi con desesperación. Por, sobre todo, me besa con todo su sentir y me fascina ese juego que hace con nuestras lenguas, como me dirige mi cabeza para hacer de este choque de labios, algo aún más arrollador. Percibo como enreda los dedos en mi coleta, como separa nuestras bocas y me echa la cabeza hacia atrás. Percibo como termina con una caricia de su lengua sobre mis labios. Percibo como sopla sobre ellos para luego morder con sutileza.

—Vamos —su voz tiene otro cariz, es más deseosa, más baja, más ronca.

—Vamos.

Se separa de mí, oigo el suave ronroneo del motor y como acelera.

No sé qué será lo que tendrá preparado...

No sé a dónde vamos...

No sé por qué siento que mi corazón está a punto de explotar...

No sé por qué mis manos sudan...

Lo único que sé, es que busco su mano y entrelazo nuestros dedos apretando de ellos, a lo que Dominic corresponde y aun estando con los ojos tapados, puedo ver su sonrisa de medio lado.


*****

N/A: ¡Hola! Mil gracias por haber llegado a este punto, el cual, es el penúltimo capítulo de esta historia. Sinceramente espero que les haya gustado, tanto como me gustó a mí escribirla.

Mil besos y mil gracias, otra vez <3

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