Capítulo 3
Aquel jueves durante la cena, Samantha le contó con más detalles el asunto del club. Le confidenció también, que Joanne y Mason eran swingers. Domenico se sorprendió al igual que ella en un comienzo, pero después lo pensó mejor y le restó importancia como si fuese lo más natural del mundo. Bueno, tampoco era como si fuese algo tan anómalo, ¿no? Solo que era algo, ¿cómo decirlo?, ¿extraño?, ¿singular?
Luego de ponerse de acuerdo en ir a ese club junto a Joanne y Mason, comieron, bebieron, rieron e hicieron el amor gran parte de la noche. Su complementación en la cama era increíble, podían estar horas y horas, tocándose, besándose. Terminaron rendidos, durmiendo en los brazos del otro con sus cuerpos enredados y completamente saciados.
Samantha fue la primera en despertar, e inmediatamente sus ojos viajaron hasta el otro lado de la cama y se dedicó a observar a Domenico, que dormía tranquilamente. Miró lo que se le asemejaba una sonrisa en los labios del chico, se veían tan guapo con su cabello rojizo todo despeinado, con sus párpados relajados y sus pestañas imperceptiblemente del mismo color de su pelo.
Apoyó la cabeza en el codo a la vez que entornaba sus verdes ojos, se dio cuenta que Domenico tenía una pequeña marca en su torso, carajo, se sonrió. Ni siquiera recordaba en qué momento le había succionado la piel, lo cierto era que ese hombre le hacía el amor como nadie. Hasta ese momento. La hacía olvidarse de todo, era como si se teletransportara a otro lugar en donde no existiera nada más que ellos dos.
Si tan solo supiera que lo mejor, estaba por venir...
De repente, dio un respingo al sentir una mano sobre su cadera, cerró los ojos dejándose deleitar por el roce de esas yemas sobre su piel desnuda. Un beso sobre su cuello la hizo abrir los párpados y se encontró con unos ojos color almíbar que la escrutaban en silencio. Domenico, dejó salir un suspiro de sus labios a la vez que volvía a acercar el rostro, esta vez hasta el hombro de la chica, tan solo para rozar sus labios en el lugar. Le encantaba la suavidad y frescura que esta tenía.
En ese instante, pensaba en la suerte que tuvo de conocer a esa mujer que, estaba con los ojos cerrados y su cabello largo completamente enmarañado. Recordó como en la madrugada había empuñado esa mata de hebras negras, obligándola a echar su cabeza hacia atrás para entrar de lleno en su interior. De solo pensar en eso, su miembro cobró vida.
Samantha, desde el día que la vio se prendó de ella. Su simpatía, su sonrisa, su sofisticación, todo de ella le había encantado y cuando estuvo a punto de terminar su caso, decidió pedirle una cita. Al conocerla más a fondo, no entre las cuatro paredes del bufete, se encandiló de su sencillez y se enamoró como un adolescente de ella. Inspiró el aroma de su piel, acercándola más a su torso. Sus manos vagaron a lo largo de su espalda, provocando que ella soltara un suspiro de esos tentadores labios que lo volvían enfermo de placer.
—No me quiero levantar, Sam —se quejó con la voz soñolienta.
—Flojo —dijo con una sonrisa.
—Tú tienes la culpa —protestó, lo que provocó una carcajada en ella.
—¿Y yo, por qué?
Domenico le sonrió juguetón, levantó la sábana y Samantha formó una, "o", con sus rosados labios —. No te hagas la tonta. Tienes la culpa de que despertara así —tomó la mano de la chica y la posó sobre su erecto miembro.
Estaba caliente, suave, duro como una roca. Domenico lo movió y Samantha se rio con ganas, siempre hacía lo mismo cuando ella lo empuñaba en su fina mano. La chica se deleitó un momento con la lisura de aquel falo que, cada vez se ponía más rígido. Comenzó a mover su mano de arriba, abajo, lenta y tortuosamente. Quería hacerlo sufrir un poco, cosa que había conseguido. Domenico, cerró los ojos mordiéndose el labio y comenzó un lento e insinuante meneo con sus caderas. Se acercó hasta su oreja para morderle el lóbulo, logrando que el chico soltara un gemido.
—Está duro —le susurró al oído.
—Por ti, Sam —jadeó.
—Está caliente —insistió con voz provocativa.
—¡Ah!
—Abre los ojos, y ve como mi mano de desliza sobre él —Domenico, le hizo caso e inmediatamente su abdomen se contrajo.
—No vayas a parar —murmuró aumentando el vaivén.
—Por supuesto que no lo haré. ¿Cómo podría parar teniéndolo así? Está grande, mmm... Me encanta sentirlo palpitante envuelto en mi mano.
—Maldición Sam, si sigues así me voy a correr —su respiración estaba acelerada ya que, la fricción que Samantha le estaba haciendo se ponía cada vez más intensa.
Samantha, puso su boca sobre el cuello de Domenico y lo lamió con ganas —Eso quiero —sopló sobre la humedad que dejó. La piel del chico se erizó, haciendo que sin querer cerrara los párpados para sentir con mayor placer la caricia que su novia le estaba haciendo.
Se pasó la lengua por los labios a la vez que untaba el pulgar con la esencia transparente que estaba en la punta, y deslizó el dedo alrededor de la base ejerciendo un poco más de presión, lo que, mandó a Domenico directo al carajo. Samantha, se mordió el labio fascinada al ver cómo el cuerpo de su novio convulsionaba expulsando con ímpetu su orgasmo empapando sus dedos, y de paso el vientre de él. Le besó los labios retirando lentamente la mano, pero antes apretó un poco, lo que causó que Domenico diera un salto.
—Me has dejado sensible —masculló con los ojos cerrados —. No me vuelvas a apretar la poll... —no pudo terminar porque Samantha le lanzó una almohada en la cara.
—No digas groserías, Domenico —tomó su toalla para dirigirse al baño. Él se sacó la almohada.
—¿Y quién lo dice?, ¿tú? —se rio —. Eres más grosera que yo, Samantha. Tienes boquita de camionero.
Ella le tiró un beso en el aire —Pero con groserías y todo adoras esta boquita, cariño.
Escuchó una carcajada al cerrar la puerta del baño. Se observó en el espejo y vio que su cabello era un puto desastre, al bajar un poco la mirada, se rio, maldito Domenico también le había dejado una marca. Llevó sus dedos hasta aquel circulo enrojecido y se mordió el labio al recordar de que mañana iría a ese famoso club, repentinamente se puso nerviosa.
Había sido ella la que había mencionado el lugar, no era que se estuviese arrepintiendo, pero aventurar con algo tan intenso como un intercambio, le daba cierta emoción, cierta adrenalina al asunto y eso que aún faltaba todo un día para eso, aun así, ella ya se vislumbraba entrando a ese sitio. Prefirió dejar esos nervios de lado y se metió a la ducha para aclarar un poco su revuelta cabeza.
Al terminar su ducha, se dio cuenta de que Domenico estaba lavándose los dientes. Solo llevaba su bóxer dejando ver la insinuante empezada de su culo. Samantha, achicó los ojos mientras que con la punta de los pies caminó hasta él y de un tirón le bajó la ropa interior, Domenico casi se atraganta con la pasta dental y la chica se carcajeó. Él se giró para agarrarla, pero ya era tarde, Samantha había salido rápidamente del baño, dejándolo solo y con el bóxer hasta las rodillas.
Ya vestida, Samantha salió de la habitación directo a la cocina, su estómago estaba reclamando alimento, gruñía como loco. Fue hasta el refrigerador para sacar un jugo de manzana, no tenía tiempo de ingerir nada más. Gracias al insaciable de su novio se le había hecho un poco tarde y justo ese día debía llegar mucho más temprano, ya que debía terminar lo pendiente del día anterior, porque gracias a la dichosa página avanzó la nada misma en lo que le quedó de tarde.
Domenico, había entrado a la cocina justo cuando ella iba saliendo, con un rápido beso se despidió de él. Agarró su cartera y partió rumbo a la agencia. Miró la hora, siete de la mañana. Diablos, debía apurarse si no quería que Cameron la jodiera por el horario. Ya la había castigado y por supuesto que no estaba interesada en pasar otra vergüenza. Alzó la mano al ver pasar un taxi, le dio la dirección y le pidió encarecidamente que fuese lo más de prisa que pudiera.
Ya en su oficina, se evocó todo el día en ese proyecto.
Domenico, estaba llegando a la segunda intersección de la avenida principal cuando se dio cuenta de que todo estaba detenido. Espero varios minutos y nada que avanzaba, el tráfico lo estaba retrasando de sobremanera. Carajo, su mañana había empezado de maravilla, pero un accidente provocó que todo se detuviese. Cada cierto rato, miraba su reloj de pulsera y gruñía al ver que todo iba a paso de tortuga. ‹‹ Al puto carajo ››, se dijo. Golpeó el volante e inevitablemente tuvo que hacerse el ánimo de tener paciencia.
Ya una vez en su oficina, suspiró, tomó la carpeta azul entre sus manos para revisar lo que tenía pendiente. Intentó leer el contenido de esta, pero recordó la sugerencia de Samantha y su aceptación a ir a ese club. Resopló. ‹‹ ¿Habré hecho bien? ››, pensó. Porque le había dicho que sí, al ver su entusiasmo, pero, ¿realmente quería ir a ese lugar? Apoyó la espalda en el respaldo de la silla, perdiendo la mirada en la nada.
¿Y si todo salía al revés?, ¿y si definitivamente no le gustaba? Bueno, tampoco era como si no le pudiese decir a Samantha que no quería ir otra vez. Sin embargo, aquel bicho llamado curiosidad también se le estaba metiendo poco a poco en el torrente sanguíneo. Hacía mucho tiempo que él, no estaba con otra mujer. Samantha, era la primera chica con la que estuvo luego de casi cuatro meses de celibato, y experimentar con otra mujer no se le hacía tan mala idea después de todo. Sin embargo, ¿él sería capaz de ver a su novia siendo seducida por otro? Estaba seguro que ella era capaz de detener hasta el tráfico con su belleza, y verla flirtear con otro hombre Domenico, experimentó lo que Samantha le había dicho la noche anterior. Morbo.
Sí, esa era la palabra exacta para lo que en ese momento se estaba imaginando. Samantha, tocando a otro. Samantha, besándose con otro. Samantha, teniendo sexo con otro. ‹‹ Maldito enfermo››, se dijo. ¿Cómo esa mierda lo podía prender tanto? Soltó un suspiro tan profundo que, removió varios papeles que reposaban sobre su escritorio. Mañana vería con sus ojos si sus pensamientos se hacían ciertos.
¿Para qué darle más vueltas al asunto? Ya había aceptado y aunque hacía menos de diez minutos estaba dudando de aquella loca proposición, ahora veía todo con otros ojos, los de poder avanzar en su casi rutinaria relación. Porque sí, Domenico sabía que a pesar de llevarse de maravilla en todos los aspectos algo les faltaba y Samantha se lo había hecho ver varias veces, y aunque él, había hecho oídos sordos, sabía perfecto que no le dedicaba el tiempo que ella merecía. Entonces, en esta ocasión la complacería y a ver qué pasaba.
Sacudió la cabeza para despejarse, ya era hora de enfocarse en su trabajo, no podía estar todo el día pensando en mañana y ese club. Prendió el computador y se puso manos a cumplir con sus pendientes.
El día para ambos pasó en un abrir y cerrar de ojos. En la noche llegaron rendidos, cenaron como de costumbre y se fueron a la cama. Aquel día, no hicieron el amor. Solo se dedicaron a dormir abrazados.
Sábado por la mañana, Samantha se levantó un poco más tarde que de costumbre, era uno de esos días en lo que ella se podía dar el lujo de flojear un poco más. Domenico, le llevó desayuno a la cama y entre conversas compartieron el café de la mañana. Se levantó, se duchó y dio un respingo cuando su celular comenzó a sonar insistentemente. ‹‹ Jodido celular, me dio un susto de muerte››, se quejó con exageración. Sin siquiera ver el número contestó.
—¿Quién es? —gruñó.
—Mierda, ¿qué ha pasado? —escuchó una risita del otro lado de la línea.
—Joanne, ¿qué tal? Perdón, pero estaba cambiándome de ropa y me asusté cuando el celular sonó.
—Ya, pero contesta de mejor manera para la próxima.
—No me jodas, estoy en mi día de descanso. ¿Qué quieres?
—¡Uy! ¿Has despertado con resaca? —preguntó en son de burla.
—No —contestó tajante.
—¿Te peleaste con Domenico?
—No —‹‹ ¿por qué pensaba eso? ››, se preguntó la chica.
—Ya sé, ¿anoche no te dieron duro?
—¡Joanne! —exclamó.
—¡¿Qué?! —se rio —, me has contestado de la mierda. Es lógico que piense que algo te ha de haber molestado.
—Pues, ninguna de las anteriores mujer —carraspeó —. ¿A qué debo el honor de tu llamado?
—Bueno, quedaste de avisarme en cuanto supieras la respuesta de Domenico y no lo hiciste. Te dijo que no, ¿verdad? —como por arte de magia, a Samantha se le arregló el genio.
—Me dijo que, ¡sí! —gritó entusiasmada.
—Puta Samantha. Casi me dejas sin tímpanos.
—Perdón, pero es que realmente estoy muy emocionada. Pensé que me mandaría a la mierda, pero para mi sorpresa me dijo que sí. Esta noche iremos a ese club con ustedes.
—Genial. ¡Wow! Y Domenico, tan seriecito que se ve —La chica puso los ojos en blanco al oír ese comentario —. Mira Sam, nosotros los pasaremos a buscar a tu edificio. ¿A qué hora te acomoda mejor?
—Joanne, no tengo ni idea a qué hora conviene más. El asunto es que tú me digas cómo funciona esto.
—Está bien —escuchó un breve silencio —. Pasaremos por ustedes a las nueve de la noche.
—Perfecto —iba a finalizar la llamada, cuando escuchó que Joanne seguía hablando —. ¿Me decías? Perdón, casi corto.
—Samantha —escuchó un suspiro —, comprendo que estés emocionada y bla, bla, bla. Pero recuerda que esto es casi confidencial. Nadie se puede enterar que iremos a ese club.
—Lo dices como si fuese algo malo —Samantha, que estaba calzándose los tacones, se detuvo ante la advertencia de la rubia.
—No es algo malo, pero es mal visto ante la sociedad. ¿Me comprendes?
—Completamente. Descuida Joanne, a mí tampoco me interesa que se sepa que con Domenico vamos a ir a un club de intercambios de parejas.
—Entonces, está noche nos vemos maldita pervertida —la chica soltó una fuerte carcajada.
—Hasta la noche, santa Joanne —dicho eso, colgó y siguió con lo suyo.
La tarde pasó de lo más normal, después de salir a almorzar, con Domenico volvieron al departamento para comenzar a arreglarse. Samantha se duchó y empezó a ver que atuendo le convendría mejor para ir a un lugar como ese. Se detuvo en las puertas de su closet, y se fijó en cada vestido que estaba pulcramente colgado. ¿Negro? Ladeó la cabeza, no. ¿Azul? Frunció el ceño, la idea no le atrajo del todo. ¿Verde musgo? ¡Ash! Definitivamente no. En ese momento sus ojos se detuvieron en aquel vestido blanco, con bordes superior e inferior de encaje negro, que estaba colgado al lado de uno café. Se puso el índice sobre los labios y lo observó con detenimiento.
Tiras finas, escote pronunciado, tela suave y fresca, además, nunca se lo había puesto. Le encantó la idea por eso lo agarró sin siquiera pensarlo, se sacó la toalla que envolvía su desnudez y lo deslizó a lo largo de su cuerpo. Simplemente perfecto, le llegaba a mitad de muslo y por supuesto que con esa chaqueta negra de cuero haría la tenida perfecta.
Se puso unas bragas de fino encaje blanco, no se preocupó de ponerse brasier ya que el vestido perdería todo su encanto. Se calzó unos tacones negros, se ató el cabello en una alta coleta. Mierda, se veía preciosa. Cuando se giró para mirarse en el espejo, encontró que se veía espléndida, aquella prenda le sentaba de maravilla. Solo faltaba un poco de maquillaje para hacer de su look la más insuperable de las putas provocaciones.
Al terminar, dirigió su mirada a aquel hombre que estaba parado detrás de ella, reflejado en el espejo. Giró su cuerpo y quedó frente a Domenico. Carajo, si creía que su novio no podía verse más guapo de lo que era, estaba muy equivocada. Domenico, llevaba un pantalón gris, con una camisa negra, que dejaba ver su casi marcado torso. Su cabello levemente echado hacia atrás. Mierda, si no fuese porque tenían que salir, lo habría desnudado allí mismo. ‹‹ Maldita ninfómana ››, se dijo.
Lo miró con una sonrisa que cautivaba y encendía hasta el mismísimo polo norte. Domenico, por su parte, la observó de pies a cabeza. Sus ojos destellaban lujuria pura. De una manera insinuante y cautelosa, se acercó hasta la chica. La tomó de la cintura, se acercó hasta su oído y le susurró.
—Vas a mandar a todo ese club swinger al hospital, pidiendo transfusión de sangre —Samantha, sonrió.
—Cariño, tú no te quedas atrás. Harás que las mujeres formen fila. Te ves increíble —comentó coqueta, al tiempo que le dio un fugaz beso.
Justo en el momento en que Domenico le iba a decir otro cumplido, sonó el timbre. El pelirrojo chasqueó la lengua logrando que Samantha soltara una carcajada. Giró sobre sus talones para salir, en ese momento sintió una fuerte nalgada, miró por sobre el hombro mostrando una sonrisa insinuante. Domenico, salió detrás de ella.
—Esa debe ser Joanne —comentó el chico.
—De seguro que es ella.
Samantha, mientras iba caminando hacia a la puerta, se puso la chaqueta de cuero. En cuanto abrió, se encontró dos caras muy conocidas para ella. Joanne abrió la boca a la vez que alzaba una ceja burlona. Samantha, se encogió de hombros restándole importancia a aquellos inquisidores ojos azules. No era tonta, se había dado cuenta de la mirada insinuante de su amiga: "Maldita levanta miembros", fue lo que pudo leer a través de ellos.
—¿Están listos? —preguntó a la vez que le besaba la mejilla a su amiga.
—Si.
—Samantha, te ves estupenda – elogió Mason.
—Gracias, tú también estás muy bien.
Domenico, que había ido a la cocina, hizo acto de presencia e inmediatamente Joanne lo miró de pies a cabeza, él le sonrió y ella levantó la ceja, carajo. Samantha, se dio cuenta del intercambio de miradas e inmediatamente entornó sus verdes ojos. ¿Acaso estaba pensando en practicar el swinger con Domenico? ¡Oh! No, eso no pasaría ni en un millón de años. Realmente estaba demente si pensaba que Samantha aprobaría que se acostara con Domenico. Mierda, sintió hasta un escalofrío de pensar en ello, por lo que se acercó a su oído y le susurró.
—Ni lo pienses maldita —la rubia soltó una carcajada haciendo que ambos hombres que, conversaban, las mirasen.
—No he pensado nada más que, este hombre causara furor en el club.
Volvió la cabeza para mirar a Domenico, en seguida pensó que Joanne tenía toda la puta razón. Es que, ¿cómo no fijarse en semejante hombre? Suspiró, lo miró embobada por unos segundos. Joanne que se dio cuenta de ello, le apretó una nalga y logró que Samantha saliera de sus divagaciones. Fue en busca de su cartera, las llaves e hizo un gesto para indicarles que ya era hora de salir rumbo al club.
Fueron en el auto de Mason. A medida que se iban acercando, Samantha sentía como sus manos comenzaban a sudar, sin poder evitarlo se había vuelto un manojo de nervios. Solo se dedicó a observar por la ventana para despejar un poco su cabeza, cuando de repente, sintió un apretón en su mano. Dirigió la mirada hacia abajo y vio la unión de sus dedos entrelazados con los de Domenico. Levantó la vista y él, le estaba dando una sonrisa tranquilizadora. Resopló, ¿acaso no estaba nervioso? Se veía tan tranquilo que le dio envidia. Se sonrió.
Si tan solo supiera que Domenico estaba igual que ella, en el momento en que tomó asiento en el auto, comenzó a mover el pie sin parar. Se pasó las manos por el pantalón a la vez que resoplaba. Dirigió su mirada hacia la mujer que estaba a su lado y se dio cuenta que tenía la cartera fuertemente afirmada entre sus manos, por lo que, estiró la suya entrelazando sus dedos. Al ver sus ojos, sintió como su cuerpo se serenaba.
Samantha, parpadeó en el momento que se percató de que ya habían llegado. Santísima mierda, si antes su estómago estaba apretado, ahora lo estaba aún más. En la entrada del lugar había una larga fila. Se sorprendió al ver que el famoso swinger era muy solicitado. ¿Dónde mierda estaba ella que se estaba perdiendo de semejante experiencia? Trabajando como loca.
Mason se estacionó, y en cuanto se bajaron le pasó las llaves a uno de los hombres que estaban parados allí. Domenico, estiró la mano para ayudarla a bajar, y en cuanto puso un pie fuera del auto sintió como el viento se colaba por debajo de su vestido a la vez que su coleta bailaba gracias a la fresca brisa de la noche. Experimentó un escalofrío en todo el cuerpo. Apretó los dedos de su novio, si pudiese describir como se sentía, seguramente hubiese dicho que estaba histérica.
Joanne, giró su rostro para mirar a Samantha con una sonrisa, ella le dedicó una mueca un tanto tensa. Era lógico que estuviese así, si no estaba en cualquier lugar, estaba a punto de cambiar a su novio de tres putos años por un puto desconocido. Pues bien, ella así lo había querido, ¿no? Ya no había cabida para echar marcha atrás. ‹‹ Vamos Samantha››, se dijo.
Joanne, sacó unas invitaciones de su cartera y gracias a ello el guardia los dejó entrar sin mayores inconvenientes, a pesar de que la larga fila casi daba vuelta la esquina. A medida que iban caminando por el pasillo, Samantha sentía su corazón latir en la garganta que, por cierto, estaba totalmente apretada y reseca. Solo atinó a, una vez más, apretar la mano de Domenico. Cuando llegaron a mitad de camino, unos chicos que trabajan en el lugar se acercaron hasta ellos con las pulseras metidas en unas peceras.
Las famosas pulseras de colores...
—Buenas noches. Bienvenidos a Dolce Capriccio —saludó una chica de ojos café.
—Buenas noches —dijeron al unísono. Samantha, solo asintió al borde del colapso. ¿Mierda, cómo podía ser posible tanta adrenalina?
—¿Qué color desean para esta noche? —preguntó un chico, bastante guapo, por cierto.
—¿Me podrías explicar para qué es cada color? —preguntó Domenico, mientras se llevaba un dedo al mentón y miraba los recipientes de vidrio.
—Por supuesto —dijo el chico —La verde, es decirles a los demás que tu intención es tener una interacción sexual con los demás. Desde luego que no estarás obligado, pero si sabrán que esta noche quieres tener contacto con quienes te gusten —explicó —. Esta rosada, indicará que no quieres tener contacto físico con nadie. Si esa es tu intención, evitarás molestos acercamientos físicos y, dado que tu intención no es interactuar estarás más tranquilo —en ese momento Samantha miró a Joanne, esta, solo se encogió de hombros indicándole que era mera decisión suya. El chico siguió —. La azul, es por si no estás seguro de querer interactuar sexualmente con los demás. Con esta pulsera le indicarás a los demás que estás decidiéndote y que quizás lo hagas, pero que todavía no tienes la certeza. —Domenico achicó los ojos —. Y, por último, tenemos la naranja que indica que, eres mujer y te gusta gozar con mujeres —el color en la cara de Domenico se subió hasta que el rojo se fusionó con su cabello. Joanne soltó una carcajada, Mason miró hacia otro lado y Samantha carraspeó —. Muchas mujeres vienen con la mente de buscar una interacción lésbica y...
—Comprendí perfecto, gracias —dijo Domenico muy azorado. Se giró hacia Samantha para mirarla directo a los ojos —. ¿Cuál te apetece?
Samantha, abrió los ojos e inmediatamente los molestos martilleos de su corazón se volvieron a hacer presente, esta vez, en sus costillas haciendo que su vientre estallara como un millón fuegos artificiales. Demonios, miró las pulseras, cerró los ojos mientras soltaba un suspiro. ‹‹ Al azar ››, se dijo. Cada uno de los chicos sostenía aquellos frascos de vidrios en sus palmas, por lo que no tenía cómo saber absolutamente nada. Metió la mano y al sentir que sus dedos rozaban una, la atrapó cerrando el puño. Listo.
Abrió los párpados, no lo podía creer, sus ojos se abrieron como platos, Verde. Tragó saliva. La suerte ya estaba echada, no quedaba más que afrontar sus voyeristas pensamientos. Si antes estaba nerviosa, en ese momento lo estaba todavía más. Domenico, metió su mano directo al frasco de donde Samantha sacó la pulsera. Joanne y Mason también. Bueno, ellos estaban acostumbrados, no era más que mero protocolo para ese par.
—Estamos listos, ¿les parece que entremos al club? —preguntó Mason.
—Sí —susurró Samantha.
¿En qué mierda se había metido? Puta curiosidad, puta morbosidad, putas ganas de ir a ese lugar que, la tenía con las pulsaciones disparadas. La música estaba sonando tan fuerte que los oídos le vibraban, sin embargo, eran sus ansias las que hacían que todo su ser se estremeciera con suavidad. Cada paso que daba se iba concentrando más en lo que se venía. Al llegar al final del pasillo, sus labios se separaron al ver el interior que los esperaba.
Samantha, de inmediato dirigió sus ojos al precioso candelabro que colgaba del cielo rojo carmesí. Al bajar su mirada, se encontró con un amplio bar, con un tubo de pole dance, con una tarima de vidrio al centro, que brillaba con vibrantes colores eléctricos, y varios sillones de cueros. Demonios, tenía una decoración tipo minimalismo sensual completamente acorde a lo que ibas a aventurar, a experimentar, a... Jugar.
Maldición, Joanne tenía razón. El lugar era casi mágico, las luces estaban estratégicamente puestas en ciertos lugares, lo que hacía que todo combinara a la perfección. El violeta y rosa se mezclaban haciendo que el lugar se viese casi como una aurora. Las personas bebían, conversaban, y reían animadamente. Mierda que no parecía un club Swinger. De todas maneras, si no lo parecía el ambiente te invitaba de todas formas a querer interactuar de una manera completamente distinta a la habitual. Sexualmente.
Joanne, al percatarse del asombro, se aventuró a darle un leve empujón haciendo que Samantha saliera de su impresión. Los cuatro caminaron directo al bar, en ese momento, la canción que sonaba terminó para darle pasó a otra totalmente sugerente. Mientras la música sonaba de fondo, Samantha tomó asiento en la barra, Domenico pidió un Martini para él y un Mojito para su novia. Al dárselo, la chica se removió incómoda en su asiento e intentó prestar atención a lo que ellos tres conversaban, pero no hubo caso.
Su cuerpo experimentó un intenso escalofrío, que la hizo sentirse igual o peor que aquella vez en el restaurante. Dirigió disimuladamente su mirada hacia su costado izquierdo y no vio absolutamente nada. Miró a Joanne, ella estaba distraída riéndose con ambos hombres. Bebió un sorbo de su trago a la vez que giraba nuevamente su rostro, sus ojos se achicaron al captar una sombra en un rincón del club.
Aquella intensa sensación se acrecentó de una manera insospechada. Ese par de ojos estaban clavados en ella y ese brillo lobuno que vio, le erizó la piel. Sintió un suave cosquilleo en su nuca haciendo que sus manos temblasen levemente. Cuando aquella sombra salió a la luz, quedó sin aliento y sus extremidades se adormecieron dejándola con el corazón disparado.
Aquel hombre de aproximadamente un metro ochenta y cinco, vestía un pantalón negro de tela que marcaba muy bien sus piernas. Esa camisa blanca se le ceñía tan malditamente perfecta sobre su torso que, Samantha tuvo que morderse la lengua para no jadear. Piel blanca, ojos perturbadoramente negros, cabello oscuro y corto, con unos leves mechones cayendo sobre sus párpados. Maldita sea, lo que hacía que se viese más sensual todavía, era ese aro en su lóbulo derecho. Ese color zafiro hacía un contraste perfecto con su sonrisa.
De una manera masculina, segura e insinuante, se fue acercando a ella. ¡¿Iba hacia ella?! Si antes sentía su corazón disparado, ahora estaba segura que estaba al borde del ataque cardíaco. ¿Por qué mierda se dirigía hasta allí? Samantha, quería quitar sus ojos de ese hombre que la tenía obnubilada, de ese hombre que la hizo, sin querer, apretar sus piernas y suspirar con deleite. Si creía que Domenico sería el más guapo del club, estaba muy equivocada. Ese hombre que estaba a escasos metros de ella, con un vaso de whisky en la mano, que sonreía haciendo que sus hoyuelos se marcasen de una forma exquisitamente lujuriosa. La tenía prácticamente seducida. Se podía ir al puto carajo allí mismo.
Joanne, miró hacia la dirección de donde Samantha estaba tan absorta, y se sonrió ante lo que sus azules ojos captaron. ‹‹ ¡Oh! Sí, él ››. Pensó la rubia. ‹‹ Es perfecto para que Samantha se anime a hacer el intercambio››. Se mordió el labio con una gota de picardía. Cuando estuvo a unos escasos centímetros, ese hombre bajó un poco el cuerpo y sin quitarle los ojos de encima a Samantha, saludó a Joanne con un beso en la mejilla.
—Joanne —santa mierda, esa voz, era la mejor que hubiese podido escuchar en su maldita vida.
‹‹ ¡Por Dios, Samantha, solo dijo el puto nombre de tu amiga! ››
Se paró derecho y se veía aún más alto teniéndolo ahí frente a ella, sobre todo, estando Samantha sentada. Él, extendió su mano a modo de saludo hacia Mason, luego hizo lo mismo con Domenico. El pelirrojo correspondió educado.
—Veo que tenemos una nueva pareja —comentó con una sonrisa licenciosa, a lo que la chica se vio obligada a beber un rápido sorbo ya que, su garganta se secó.
Joanne se puso de pie —Dominic —así que ese era su nombre. Le iba perfecto —, ella es mi mejor amiga, Samantha y él es su novio Domenico.
Dominic, entornó sus negros y resplandecientes ojos. Miró a Samantha, al tiempo que se acercaba a ella para saludarla con un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de su boca. Al sentir aquel perfume combinado de ese pequeño roce de sus labios, Samantha, cerró los ojos e intentó no dejarse llevar por lo que él provocó en su cuerpo.
—Un placer, Dominic —dijo con los párpados entrecerrados.
—El placer es todo mío, Samantha —susurró en su oído. Ella se vio obligada a despejar su garganta.
Mientras Dominic se enderezaba, justo en ese maldito momento, aquella canción llegó a una parte que la dejó con un calor involuntariamente abrasador en su vientre. Él, no le quitó los ojos de encima, era como si hubiese sabido lo que venía en la letra y claramente era una invitación directa a decirle que...
Siento interrumpir
Es sólo que estoy constantemente a punto
De intentar besarte
No sé si sientes lo mismo que yo
Pero podríamos estar juntos si quisieras
¿Quiero saber
Si este sentimiento fluye en ambos sentidos?
Se mordió el labio inferior, la conexión de sus miradas iba mucho más allá de lo que ella pensó que pasaría al ir a ese lugar. Los ojos de él, destellaban con colores intensos en sus pupilas negras, al entrecerrarlos su mirada se le antojó hambrienta de ella. Hambrienta y deseosa. Samantha, juntó sus piernas.
Miró de reojo a Domenico y vio que él, la observaba con una sonrisa en los labios. Carajo, Dominic sería su intercambio. Su cuerpo lo pedía a gritos, sus sentidos estaban alborotados por ese hombre que le había puesto la mano en el muslo, su raciocinio se había ido de paseo quién sabe dónde y su novio, lo había aprobado por completo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top