Capítulo 2
Samantha se terminó de arreglar el cabello y antes de salir de su Penthouse, se aseguró de tomar su cartera con el efectivo. Una vez dentro del elevador verificó su celular, tenía cinco llamadas perdidas de Cameron. Demonios se había tardado más de lo pensado. Es que maldición, ver a Domenico vestido de esa manera la había puesto a mil, como siempre que lo tenía cerca. Ese maldito hombre causaba estragos en todo su cuerpo, centrándose en un lugar específico, claro estaba.
Además, la manera en que la desnudo se le hizo demasiado excitante como para desaprovechar la oportunidad de adueñarse de sus jadeos sobre su cuello. La piel se le erizó al recordar como la penetraba, con la intensidad en que entraba y salía de ella. Santa mierda, ¿estaba más que dispuesta a repetir aquel momento tan erótico?, por supuesto que sí. Y que la llevara el diablo por ser tan pervertida.
Apretó los botones del elevador y la puerta se cerró detrás de ella. Se miró en uno de los resplandecientes espejos que había allí, y se dio cuenta de que tenía una pequeña marca en su clavícula. Se sonrió, pero no tuvo reparo en sacar un tapa ojeras y ponerse un poco en la zona enrojecida. Gajes de tener un buen amante, pensó jocosa mientras se mordía el labio.
Con Domenico habían hecho demasiadas cosas juntos y quería hacer muchas más. Deseaba experimentar adrenalina, excitación mezclada con expectación a lo desconocido, fantasías lujuriosas y estaba preparada para proponérselo. Eran una pareja que se complementaban perfecto y no creía que Domenico no le apeteciera tener las mismas ganas de cosas nuevas que ella.
Más aún, ahora que estaba de vuelta. Había estado casi un mes fuera de la ciudad llevando un caso muy importante para él, por lo que hablaron poco o casi nada. De repente, frunció el ceño al recordar que ese era el motivo de varias discusiones que habían tenido en los últimos meses.
"Quiero estar más tiempo contigo". Le dijo ella en una oportunidad. "Estás fuera muchas semanas y casi no pasamos juntos". Samantha se mordió el labio mientras veía como los números descendían, y por un momento se volvió a ensimismar. "Maldición Sam, sabes que este caso es muy importante para el bufete, no puedo desecharlo así porque sí". Las veces en que eso pasaba, dormían dándose la espalda.
Sin embargo, en medio de la noche sus cuerpos se encontraban y terminaban haciendo el amor, pero, ¿el sexo puede arreglar todo? ¿El sexo te hace olvidar las peleas y las cosas dichas? No todo se arregla con una follada. Las pequeñas fisuras quedan allí, probablemente en algún recoveco del inconsciente, pero ahí permanecen siempre.
A pesar de las pequeñas rencillas su relación era de lo más normal, eran tanto amantes como amigos. Sin embargo, y aunque sonase muy contradictorio algo les faltaba. ¿Sería la rutina? ¿El no verse? ¿El estar separados por tanto tiempo? Si bien cuando estaban juntos eran fuego puro, cuando no lo estaban la relación se comenzaba a enfriar lentamente cayendo en la maldita costumbre. Domenico, lejos y Samantha trabajando hasta altas horas de la madrugada extrañando su presencia.
La chica dio un respingo que la hizo salir de sus pensamientos, al oír el pitido que indicaba que ya había llegado al primer piso. Sacudió la cabeza para despejarse a la vez que se dirigía hacia la salida. A veces el pensar tanto solo podía traer malos recuerdos, como en ese momento.
Caminó rumbo al auto de Cameron más rápido de lo que debía. Su jefe la iba a matar por demorarse tanto en llegar. Bah, que se aguante, se dijo. ¿No le gustó enviarla caminando hasta Vogue? Bueno ahora que se espere. Pisó el acelerador y mientras avanzaba hasta la agencia, tarareó una canción de Bruno Mars.
Al llegar al edificio, bajó del auto y un viento travieso removió las hebras de su oscuro cabello, lo que le produjo un cosquilleo exquisito en su cuello. Se adentró y sus tacones de inmediato sonaron al hacer contacto con el piso de mármol del lobby, rápidamente varios caballeros giraron su rostro para ver a la dueña de aquel eco que resonaba tan provocativamente en el lugar.
La Samantha que salió de la agencia, no era la misma que entró. Su semblante era distinto, su andar volvía a ser sofisticado y con una mezcla de delicadeza que la hacía parecer flotar en el aire, tal cual ella se caracterizaba. Su cabello iba sujeto en una coleta alta, aun así, le llegaba a la cintura. Se veía simplemente perfecta.
Ahora sí que sonreía con sinceridad, lo de antes no era más que una mueca terrorífica.
Antes de hacer cualquier cosa entró a la oficina de Cameron y este al sentir su presencia, una vez más, levantó su cabeza para observarla. Apoyó los codos sobre el escritorio con el mentón sobre sus dedos entrelazados y la miró de la cabeza a los pies, levantó una ceja exigiendo una explicación silenciosa. Samantha frunció los labios lanzándole las llaves del auto y él, las agarró en el aire. Samantha iba a abrir la boca para decir algo, pero Cameron se le adelantó.
—Estás muy diferente —dijo entrecerrando los ojos, a lo que ella se encogió de hombros —. Antes de venir, has tenido un revolcón con Domenico —soltó, provocando que las mejillas de Samantha se tiñeran de rojo intenso —. Eres una cochina —chasqueó la lengua en son de mofa.
¡¿Cómo carajo se le podía ocurrir decirle algo así?! ¿Tanto se le notaba? Santa mierda, qué vergüenza. ¿Vergüenza? Que bah, esa palabra no iba con ella. Estaba plena y feliz. ¡Había tenido el mejor polvo mañanero carajo! Era obvio que se reflejara en su rostro. Samantha suspiro a la vez que agarró una revista y se la lanzó, Cameron movió la cabeza esquivándola. Lo miró y soltó una risita mientras se acercaba a él.
La relación de Cameron y Samantha no era de jefe-empleada, más bien era de hermanos. Se conocían de años por amigos en común, de hecho, cuando Cameron supo que Samantha estaba estudiando publicidad, la había ayudado cuando en la universidad la tapaban con trabajos de marketing. Se llevaban por tan solo tres años, él siendo mayor. Eran muy buenos compañeros-amigos, se ayudaban y también se aconsejaban.
Cuando Cameron abrió su agencia no dudó en requerir todos los conocimientos que Samantha poseía para poder iniciar con su pequeña empresa, en ese entonces. Ahora era una de las agencias publicitarias más solicitadas de la ciudad, tanto así, que trabajaban con los monstruos de la moda. Convivían el día a día, trabajaban codo a codo para crear las mejores campañas publicitarias de las revistas que daban vuelta el mundo entero.
Había veces en las que Cameron estaba cansado y abatido porque algo no resultaba como él lo esperaba, pero allí estaba su fiel compañera y amiga para darle ánimos. Podían amanecerse para lograr lo que ellos esperaban, y cuando Cameron tenía unas bolsas del terror debajo de los ojos, Samantha le ponía rebanadas de pepino. Cosa que él por supuesto, agradecía.
Por eso se tenían tanta confianza. Pero no todo era armonía entre ellos, cuando era necesario tenían sus encontrones y se regañaban cuando se daban cuenta que uno de los dos la estaba jodiendo. Y no eran muy diplomáticos a la hora de decirse sus cuatro verdades.
—No digas estupideces, ¿quieres? —tomó una de las carpetas mientras hablaba.
—Tu rostro te acusa —Samantha lo miró —. Tienes cara de: "Follé muy rico" —se burló.
—¡Ya cállate! Maldito pervertido —le pegó en la mano con el documento —. Todo porque tú, no tienes a quien cogerte —Samantha, miró el brillo que atravesó los ojos de su jefe.
—Eso es lo que crees —respondió al tiempo que se encogió de hombros.
—Tu cara de perro me dice: "Necesito urgente a quién follarme" —Cameron hizo una mueca que dejó entrever un: "Tienes razón" —. Punto para mí. Te has quedado callado, ¡por fin! —exclamó exageradamente con los brazos alzados, a la vez que ponía su espalda en el respaldo de la silla y soltaba una carcajada.
Carajo, que bueno era bromear así con ese pedazo de engendro que tenía al frente.
—Bien, bien. Ya basta de tonterías —masculló ordenando algunas cosas.
—Porque te conviene —carraspeó, a lo que Cameron la miró.
—Debes estar al tanto que hoy deberás comenzar con el diseño para promocionar el lanzamiento de la nueva revista —Samantha asintió —, muy bien. Acá está lo que el cliente desea. Me dijo expresamente que te quiere trabajando codo a codo con el fotógrafo a cargo de la portada promocional —dijo deslizando la carpeta sobre el escritorio.
La chica miró con detalle el documento y se dio cuenta que solo eran bosquejos de una portada. Mierda, debería crear absolutamente todo. Muy pocas veces pasaba algo como eso. Generalmente el cliente iba con la idea clara de lo que quería, pero en esa ocasión, no era así.
—Cameron, me has dicho que aquí se encuentra lo que nuestro cliente desea, ¿verdad? —lo observó.
—Así es —respondió entrecerrando los ojos. Ya sabía lo que se le venía.
—¡Acá no hay ni un carajo! No hay idea alguna. Solo son unas caricaturas de algo que, supongo yo es vintage, Cameron —se quejó.
—Para eso estás tú, ¿no? Eres la mente brillante. Debes crear algo maravilloso, como de costumbre —ella tiró una maldición y luego dijo.
—¿Y quién es el fotógrafo? ¿O es que yo lo tengo que buscar también? —preguntó con notorio sarcasmo.
—Deja esa actitud, ¿quieres? Mierda Sam, parece que Domenico no te ha dejado saciada. Estás con un humor de la mierda —la chica puso los ojos en blanco.
No, no era que su humor estuviese de la mierda. Era que le gustaban las ideas claras, no cosas a medio estar. Sí, estaba bien que ella fuese la mente brillante como acababa de decirle Cameron, pero carajo, mínimo que hubiese algo decente, ¿no? Samantha enfocó su vista y la clavó en su jefe que, estaba impertérrito.
—Deja de hablar de sexo, maldito impotente. Sabes perfecto que me molesta cuando dicen tener una idea y resulta que, a la hora de los quiubo, no hay nada —bufó —. Mejor que sean sinceros y digan que no tienen una idea concreta, que quieren que nosotros creemos toda su portada.
—¡Ya basta! —golpeó a puño cerrado sobre la mesa —. Deja de quejarte como una cría, ¿quieres? Harás tu trabajo como siempre y punto —Samantha entornó los ojos.
—Lo haré Cameron, no tienes por qué regañarme así. Sabes tan bien como yo que tengo razón. Me dirás quién es el fotógrafo, ¿o no?
—No lo sé aún, pero Charles me ha dicho que en cuanto tengas listo el diseño de la portada me contacté con él para informarle. El fotógrafo vendrá hasta aquí para presentarse contigo.
—Perfecto. La modelo, ¿ya sabes quién será? —preguntó mientras miraba la carpeta.
—No... - susurró. Maldita Samantha, pensó Cameron. Siempre tan perfeccionista, pero si no fuese así las cosas no saldrían tan bien en su área.
Samantha cerró la carpeta y se puso de pie —Bien, entonces yo me contactaré con Elite para hacer una cita y ver la modelo que sea más acorde con lo que el cliente busca llamar la atención. De hecho, ya tengo una idea —comenzó a caminar, pero luego se detuvo y volteó el rostro —Por cierto, la cogida con Domenico ha sido memorable. Deberías buscarte a quien follarte y pronto, ya que eres tú el que anda con un humor de la mierda.
—¡Ja! Que graciosita. Mejor vete de aquí, no quiero ver tu cara de recién follada —gruñó haciendo que Samantha soltara una carcajada antes de salir de la oficina.
Mientras iba caminando por el pasillo miraba los bocetos de la carpeta. De verdad que no había mucha imaginación en la persona que hizo el intento de crearlo. Suspiró, tendría que comenzar desde cero. Eso sí, la idea de crear una portada vintage le encantaba, siempre aspiraba a más y este era un enorme desafío para ella.
Primero que nada, debía hacer varias llamadas. Luego, revisar tamaños de letras, márgenes, ver un título corto, pero prometedor que captara la atención del consumidor y por supuesto revisar colores atrayentes para el público a quién iría dirigido.
Le pidió a Margaret una gran taza de café y se metió a su estudio. Debía ponerse manos a la obra. Abrió su portátil e inmediatamente comenzó a verificar correos electrónicos, así como también los contratos de algunas modelos, se rio, eso de ser ella quién contratase modelos no era parte de su trabajo, pero le gustaba hacerlo. Todos decían que tenía un gusto envidiable para captar rostros refrescantes, ella encantada las buscaba y contrataba.
Cuando estaba viendo por internet algunos esquemas para dar comienzo con la portada promocional, se abrió una nueva ventana en la pantalla. ¿Qué carajo? Frunció el ceño, era una publicidad, apretó el botón de cerrar y no pasaba nada. La ventana pestañeaba con colores vibrantes y llamativos que, rápidamente terminó captando su atención. Se acercó a la pantalla y leyó.
"¿Qué sabes del intercambio de parejas? ¿Alguna vez lo has hecho?
Te invitamos a vivir nuevas experiencias en nuestro Club Dolce Capriccio".
—Nuevas experiencias, ¿eh? —susurró con una sonrisa incrédula.
Hizo rodar la rueda de desplazamiento del mouse y bajo un poco más. Se mordió el labio, presa de una curiosidad que le había empezado a carcomer por dentro. Su corazón comenzó a latir con frenesí, como si estuviese haciendo algo indebido. Levantó la vista para verificar que la puerta estuviese bien cerrada, al ver que así era, sus ojos viajaron hasta el anuncio. Se mordió el pulgar con un tanto de nerviosismo, muy absurdo, por cierto. Aun así, no dejo de mirar lo que decía a continuación.
"¿Quieres dejarte llevar? ¿Deseas que tus fantasías más oscuras se hagan realidad?
Tan solo debes visitar nuestro club y rendir culto al erotismo, a la lujuria y a los deseos sexuales que por tanto tiempo has imaginado. Hoy todo eso puede hacerse realidad, tan solo con un clic".
Se puso los dedos sobre los labios y entornó sus verdes ojos. ¿Esta sería la oportunidad que estaba esperando para darle un giro distinto a su relación? ¿Acaso esta era la excitación mezclada con expectación a lo desconocido en la que había pensado? No tenía idea que carajo era el intercambio de pareja, pero esas palabras compaginaban tan perfectamente que, se le hacía demasiado atractiva como para pasarla por alto. Tragó saliva, dirigió lentamente la flecha sobre el logo y decidió apretar. Rápidamente se abrió otra, pero esta era totalmente distinta.
Era una página web con notorios toques eróticos y sensuales. En la parte superior derecha había fotos de personas besándose, tocándose. Recorrió sus ojos a lo largo de la barra y se fijó que también contenía historias reales, voyerismo, relatos eróticos. Bajó un poco y se encontró con un logo que decía:
"Abre las puertas a todas tus fantasías"
Ese maldito juego de palabras eran como una caricia sobre su piel, como un susurro en su oído. Era tan incitadora que, invitaba al pecado de la lujuria. Samantha sintió un leve escalofrío en su nuca y cerró los ojos por unos segundos. ¿Cómo carajo era posible que se hubiese excitado con tan solo una frase? Lo cierto era, que lo estaba. Se encontraba sola y aun así una nube de tensión sexual comenzó a flotar a su alrededor.
Suspiró para controlarse y siguió bajando muy interesada en lo que sus ojos estaban viendo. ¿Qué mierda es el intercambio de pareja? Se preguntó. Al seguir recorriendo encontró la respuesta. Lo que la dejó sin aliento, santa mierda.
"Swinger o intercambio de parejas: Es una práctica sexual o un estilo de vida alterno en la que, parejas liberales unidas por un mismo deseo buscan encontrar nuevas experiencias sexuales. Son parejas no monógamas que buscan relaciones sexuales con otras parejas como actividad recreativa..."
En ese momento Samantha dejó de leer y se puso de pie, carraspeó y dirigió su mirada hacia el portátil. ¿Así que de eso se trata el intercambio? Eran parejas que se, ¿cambian? Claro, que tonta, la palabra lo decía todo. Se rio ante su ignorancia y volvió a tomar asiento. ¿Era un tema interesante para ella? Por supuesto que sí. Tanto así que, dejó de hacer su trabajo para seguir leyendo, estaba como hipnotizada.
Era algo desconocido, algo tabú, algo casi prohibido, algo completamente excitante para ella y sin dudarlo un segundo más, bajó un poco. Su labio estaba atrapado entre sus dientes y su pie se movía constantemente haciendo un suave sonido sobre el piso. Sin percatarse de la reacción que su cuerpo estaba teniendo, su mano bajó lentamente por su pierna y apretó en el puño la orilla del vestido a la vez que soltaba un suspiro.
"Se utilizan diferentes métodos para conseguir otras parejas para hacer el intercambio. Uno de ellos es el espontáneo, cuando la pareja encuentra a otra con gustos afines sin mucha planeación. Otra más común, es asistir a fiestas planeadas como en nuestro Club Dolce Capriccio.
En nuestro Club realizamos fiestas de carácter erótico para pasar agradables momentos en compañía de quienes tienen similares fantasías por cumplir. Nuestros visitantes son parejas reales que tienen una relación madura y en confianza, con buen nivel social y cultural, que disfruta de nuestras fiestas de acuerdo a los horizontes de apertura de mente que tiene cada uno.
En Dolce Capriccio, podrán encontrar un ambiente cargado de sensualidad y erotismo. Con un máximo de respeto, absoluta discreción, elegancia, morbo, diversión adulta y responsable. En un entorno privado, donde tendrán la seguridad de que los límites que cada pareja establezca, serán respetados 100%. Contamos con un show erótico para ellos y ellas, bar abierto, sala de juegos y espacios más íntimos donde podrás realizar las fantasías que tienes con tu Swinger"
Samantha respiró profundo, su pulso estaba tan acelerado que, la mano le temblaba levemente. ¿Estaría ella dispuesta a intercambiar pareja? ¿Querría ver a Domenico con otra mujer que no fuese ella? Su relación en sí, era liberal y de mucha confianza, pero, ¿hasta qué punto? Aquella página era como un mundo nuevo, algo que, le atraía demasiado como para no poder despegar sus ojos de la pantalla.
Dirigió la flecha hacia la parte superior de la pantalla y apretó donde decía fiestas. Presionó el pulgar sobre sus dedos y los hizo sonar mientras la página cargaba y en cuanto eso pasó, aparecieron uno logos que la hicieron abrir los ojos con estupor.
"martes hot. Los invitamos a disfrutar de un encuentro liberal que, abarca un amplio espacio de la sexualidad y las fantasías. Un día que es al rojo vivo y te permite experimentar el placer de ver un buen show"
Esto es increíble, pensó. Apretó la mano y se apoyó en el respaldo de la silla sin poder sacar los ojos de la maldita pantalla. Era una locura que estuviese considerando proponerle algo así a Domenico, pero le daban unas ganas locas de ir a un club así. Sin embargo, ¿él lo aceptaría? Porque convengamos que tener una relación abierta de mente no significa que tu pareja te quiera compartir con un desconocido. ¿Y sí Domenico aceptaba? ¿Qué pasaría después? Sopeso las posibilidades de que eso ocurriera. Su relación podría fortalecer aún más o se podría ir directo al caño, pero, ¿por qué pasaría algo así? Ellos ya llevaban suficiente tiempo como para conocerse en todos los ámbitos y saber que eso no pasaría.
Samantha tenía la cabeza hecha un lío, pero no podía dejar de pensar en lo tentador que era aquella propuesta que tenía frente a sus ojos. Era una promesa silenciosa a querer ir y probar algo distinto, algo que salía completamente de lo común, algo que, quería vivir. Se acomodó sobre la silla y volvió a bajar.
"viernes de tríos"
Entornó los ojos al leer eso.
"Es una noche perfecta para las parejas que buscan incluir una tercera y hacer realidad esa erótica fantasía tan oculta por muchos"
No, eso estaba absolutamente desechado. ¿Estar ella con dos hombres? Dios, no. Quería probar cosas nuevas, pero no algo tan extremo como un trío. De solo pensar en dos hombres recorriendo su cuerpo desnudo, a dos hombres penetrándola al mismo tiempo, le dieron unos escalofríos que la atravesaron de pies a cabeza. Continuó mirando y aquello la empujó a querer tomar una decisión.
"sábado especial. Noche de parejas novatas"
Su estómago se contrajo e hizo que sus palmas comenzaran a sudar. Miró hacia un costado un poco confusa y tragó saliva. Esta sería la oportunidad perfecta para experimentar lo que ya corroía por sus venas. Visitar ese bar. Bebió un sorbo de café y en cuanto dejó la taza sobre la mesa, volvió a concentrarse.
"Parejas nuevas y con poca experiencia, donde podrán ir descubriendo sin presiones y en un ambiente de respeto y seducción, hasta dónde quieres llegar y conocer a otras que buscan nuevas aventuras sexuales en el mejor ambiente para parejas open mind. Podrás conocer también parejas con más experiencias en el intercambio, lo que les puede proporcionar mayor confianza y bienestar en el momento de tener intimidad"
Intimidad y confianza con un desconocido...
Samantha no se había percatado de lo tensa que estaba, hasta que sintió las uñas clavadas en el interior de su pierna, cerca de sus bragas. Todo lo leído la había dejado con una sensación de excitación que iba más allá de los límites. Apretó su pierna, soltó un gemido a la vez que cerraba los ojos por unos segundos.
Pasó la lengua por su labio superior y sus dedos rozaron la fina tela de encaje que, ya estaba levemente humedecida. Swinger, intercambio de parejas. Sexo con un desconocido, un club que prometía demasiado. Si bien había estado con otros chicos antes que Domenico, esto era distinto, con aquellos chicos había mantenido una relación, pero ahora era totalmente diferente. Aterrador, pero avasalladoramente excitante. Una mezcla potente que ya deseaba palpar.
En su cabeza explotó una sensación de deseo que la descolocó por completo. Se mordió el labio para ahogar un jadeo, cuando sus dedos se perdieron entre los pliegues de su feminidad. ¿Cómo carajo podía estar tocándose con tan solo leer eso? Es que mierda, esa maldita página echó a volar su imaginación de querer algo que jamás había pensado.
Que un desconocido la tocase, que unas manos que no fuesen las de Domenico la recorriera completamente desnuda, la puso a mil. Un hombre con vasta experiencia en el intercambio, un hombre experto en las artes amatorias con distintas mujeres. Dios, estaba loca, pero sin querer pensarlo un segundo más, saboreó ese momento.
Sus dedos juguetones se humedecieron al hacer contacto con su centro palpitante y deseoso. Una pequeña gota de sudor resbaló por el medio de sus senos erizándole la piel y logrando que soltara un gemido involuntario. Carajo, hacía tanto tiempo que no se tocaba así y estar en la oficina con el riesgo de ser descubierta por cualquiera, le agregaba un toque de adrenalina que la tenía con el pulso acelerado.
Cerró los ojos mientras tenía el puño apretado sobre la mesa, mientras sus dedos se deslizaban, tocaban y jugaban con su sexo. Su respiración se hizo errática, su pecho comenzó a subir y bajar, sus labios se entreabrieron soltando pequeños jadeos que, por fortuna no hacían eco en su oficina. El cosquilleo travieso que viajó por su vientre, terminó explotando en su feminidad cosa que la hizo arquear la espalda sobre la silla.
Con los ojos entreabiertos miró la página culpable de que su imaginación se vislumbrara con un puto desconocido, se sonrió por lo que acababa de hacer y lentamente retiró la mano. Se mordió el interior del labio y se puso de pie para ir a asearse. Mierda, qué locura había hecho, jamás en su vida había pensado en correrse en su oficina y mucho menos pensando en un inexistente.
Un inexistente que más temprano que tarde tendría rostro...
Era tal el silencio que había en esas cuatro paredes que, dio un respingo cuando su celular sonó. Al volverse miró que el aparato vibraba sobre el escritorio, al tomarlo se dio cuenta de que era Joanne. Como si la rubia la estuviese viendo, Samantha se arregló el vestido, el cabello y contestó.
—Joanne —saludó un tanto agitada aún.
—¿Cómo estás Sam?
—Bien, bien. ¿Y tú? —tomó asiento y volvió a mirar la pantalla.
‹‹ "sábado especial. Noche de parejas novatas" ››
Mierda, movió la cabeza y se sonrió como una estúpida. Lo mejor sería bajar la pantalla, sJoanne la terminaría distrayendo otra vez, así que, lo hizo y se giró hacia el enorme ventanal que dejaba ver prácticamente toda la ciudad.
—De maravilla —exclamó la chica del otro lado de la línea.
—Vaya, ¿y eso?
—¡Mason me pidió matrimonio! —gritó e hizo que Samantha diera un salto, y soltara una carcajada.
—Eso es genial Joanne. Debes contarme todo mujer.
—Por supuesto y para eso mismo te llamo. ¿Tienes tiempo de almorzar?
—Claro. Para ti, siempre.
—Perfecto. Juntémonos en Paradise en una hora, ¿te parece bien?
—Perfecto —miró la hora en su reloj. ¡Mierda! Ya era casi el mediodía. ¿Tanto tiempo estuvo absorta mirando esa página? La maldita hora se le pasó volando, al igual que su imaginación —. En una hora nos vemos Joanne.
—Vale —respondió y cortó la llamada.
Rápidamente volvió a subir la pantalla. Bajó hasta el final de sitio web, agarró un lápiz y anotó la dirección del lugar. Miró la hoja que sostenía sobre su mano y la guardó en la cartera, apagó el portátil y salió de su oficina. Vio a Cameron a la pasada y le dijo que en la tarde continuaba trabajando en la portada, lo cierto era que no había hecho ni un carajo, por lo que se apresuró en caminar antes de que su jefe le siguiese preguntando como iba.
Tomó un taxi y llegó antes de lo previsto al restaurante. Joanne brillaba por su ausencia, así que se dirigió hacia el patio de comida. Tomó asiento, pidió un mojito que, rápidamente llegó y comenzó a beberlo mientras su rubia amiga llegaba. De repente un escalofrío recorrió toda la extensión de su espalda, algo extraño le sucedió al sentir aquella sensación. Era como si estuviese siendo observada.
Giró su rostro hacia ambos lados, sin embargo, no vio nada fuera de lo común. Personas conversando, comiendo o bebiendo. Así que volvió su vista al trago, pero al acercar el vaso a sus labios, una vez más sintió lo mismo. Era como si estuviesen desnudándola con la mirada, no obstante, ¿cómo podía ser posible que eso pasara? Ni ella lo entendía, estaba siendo paranoica. ¿Quién querría observarla de esa manera tan intensa? Estaba en un restaurante por Dios, se sonrió por lo absurdo de su pensar. Sin embargo, aún podía sentir unos ojos clavados en ella. Le terminó restando importancia.
—¡Sam! —gritó la chica mientras se acercaba, Samantha respiro con cierto alivio al verla.
Se puso de pie y rodeó a la rubia entre sus brazos —¡Felicidades maldita! —le dio un sonoro beso y se separó de ella.
—Gracias —ambas tomaron asiento —. No sabes lo feliz que estoy Sam. Mason, me sorprendió con la propuesta —dijo alegre.
—Pues claro, pensé que jamás te pediría que te casarás con él. Llevan como diez años juntos, ¿no? —la rubia asintió —. Pues, ya era hora —comentó con una sonrisa burlona en los labios.
—Sí, la verdad es que me llevó al muelle y tenía todo preparado —suspiró —. Champán, flores, una guitarra que, puso en sus piernas —miró a Samantha —. Me cantó la propuesta de matrimonio. Él la compuso y le quedó maravillosa. El muy maldito me hizo llorar de la emoción.
—Qué bonito Joanne —tomó la mano de su amiga por sobre la mesa —. Realmente estoy muy feliz por ti.
—Gracias. Mason, me dijo que debía decirme algo muy importante —bebió un sorbo del mojito de Samantha —. Me asusté, pensé que terminaría conmigo.
—Que tonta eres. Ese hombre está loco por ti, ¿cómo pudiste pensar eso? —la rubia se encogió de hombros.
—Había estado muy extraño en la última semana. No habíamos cogido, ¿puedes creerlo? Eso es nuestro pan de cada día y pensé que, no sé... —la miró —. Creí que me daría una patada en el culo y me diría adiós —Samantha soltó una carcajada al ver la mortificación en los ojos de su amiga. ¿Pensar que terminaría con ella por qué no habían tenido sexo? Eso solo Joanne lo podía creer.
—Ya, pero viste que no pasó nada de eso. Es más, te pidió que te casaras con él.
—¡Si! Dios, aún no lo puedo creer —dijo al tiempo que alzaba la mano para llamar al camarero.
—Ya verás lo felices que serán. Ya me los imagino, follando hasta la eternidad —se burló.
—Gracias Sam. Eso es justo lo que quiero —ambas se rieron ante aquel comentario. El camarero llegó a su lado y las saludó —. Uno de estos mismo por favor, y dos ensaladas César —él asintió, anotó y se fue —. ¿Y qué me cuentas tú? ¿Cómo estás con Domenico?
—Muy bien. Domenico volvió hace casi dos semanas ya. Pero dentro de un mes y medio tiene que volver a Nueva Jersey –
—Y eso te molesta, ¿verdad? —Samantha resopló.
—No Joanne, no me molesta. Es solo que, me gustaría que no pasara tanto tiempo fuera. Sé que debo comprender que ese es su trabajo, pero cuando no está lo extraño demasiado.
—Es lógico, lo amas. ¿Sabes? Podríamos salir los cuatro, ¿te parece la idea?
—Sí, me gusta bastante.
—Así podrás conocer a otro hombre que caliente tu cama mientras Domenico está fuera de la ciudad —soltó una carcajada que a Samantha no le dio ni pizca de gracia, ya que, recordó la página que había visto hacía poco rato —. ¿Te imaginas cambio de pareja? Domenico fuera, extraño dentro —al escuchar eso, Samantha se atragantó con su mojito que, justo bebía en ese momento. ¡Oh! Carajo, maldita bruja.
—¡Perdón! —Joanne se puso de pie y palmoteó la espalda de la chica —. No pensé que al decir eso te ibas a ahogar así —se carcajeó. Cuando Samantha se recompuso un poco, Joanne volvió a su asiento. Entonces, habló.
—Hablando de eso... —carraspeó para bajar el dulzor que aún tenía atascado en la garganta. Se mordió el labio y la rubia la miró con horror.
—¡No me digas que te jodes a Domenico, Samantha! – gritó haciendo que varias personas las mirasen.
—¡No! ¿Cómo crees? —se apuró en decir —. Es solo que me has dicho cambio de pareja y hoy... —mierda, sus manos estaban apretadas.
—Hoy, ¿qué? Habla de una vez —la animó a continuar.
—Es que hoy me apareció una página de internet promocionando un club de intercambio de parejas —Joanne, que estaba justo bebiendo un sorbo de su vaso en ese momento, casi se atragantó al igual que su amiga. Se limpió con una servilleta los labios y dijo.
—¿Un club Swinger? —preguntó tranquilamente después de unos segundos.
—¿Los conoces? —quiso saber, algo más que interesada en el tema. Vio como Joanne se quedaba pensativa unos momentos antes de responder.
—Si los conozco —se encogió de hombros —. Te contaré algo que no debe salir de aquí.
La chica entornó los ojos curiosa y asintió —Puedes confiar en mí, lo sabes.
Joanne se removió en el asiento y se acercó a ella —Con Mason... —hizo una mueca. ¿Cómo te lo tomaría Samantha? ¿Bien? ¿Mal? Nunca se lo había dicho a nadie en su putera vida. Lo pensó unos segundos hasta que dijo —. Somos swingers —susurró solo para ambas.
Samantha quedó de una pieza. ¿Joanne, una swinger? Carajo, la conocía desde hacía tanto tiempo que jamás se le pasó por la cabeza que su amiga hiciera intercambio. La quedó mirando confundida, curiosa, con una mezcla extraña de sensaciones. Desde que estaba loca, hasta que, estaba completamente loca. De los años de amistad que ellas llevaban, Joanne jamás le había confesado algo tan, ¿fascinante?
Samantha enfocó sus ojos en la rubia que estaba frente a ella, vio cómo se mordía el labio y como también jugaba con el hielo que había dentro del vaso. Seguramente estaba nerviosa por la reacción que ella pudiese tener, ya que al ser un tema casi prohibido a lo mejor creía que ella se lo tomaría muy mal. Lo que no sabía es que Samantha estaba más interesada de lo que aparentaba.
—¿Sam? Te quedaste muy callada.
—Lo que pasa es que, no pensé nunca que Mason y tú intercambiaran pareja.
—¿Estás molesta?
—Por supuesto que no —se apuró en decir —. Es tu vida, y puedes hacer de ella lo que se te antoje. Sabes que el prejuicio no va conmigo, cada quien es libre de hacer lo que le venga en gana. Solo quiero saber cómo es. La página esa me llamó mucho la atención y quiero saber un poco más sobre el tema.
—¿Estás considerando ir a un club Swinger? —preguntó abriendo los ojos. Samantha miró fugazmente hacia otro lado y luego clavó los ojos en su amiga —. ¿Es en serio? —la pregunta la hizo removerse sobre el asiento.
—Me atrae bastante la idea, Joanne —suspiró —. Y por eso quiero que me cuentes como es. Demonios, es increíble que no supiera que haces esa locura.
—Una locura que tú estás considerando —dijo alzando una ceja con socarronería.
—Es cierto, estoy tan loca como tú. Ahora, cuéntame más al respecto —se acercó un poco hacia Joanne.
Mierda, estaba como una obsesa con el asuntito del intercambio. ¿Es que acaso no se daba cuenta que podía recibir un rotundo, "no" Por parte de Domenico? Ni siquiera pensó en él, en ese momento solo tenía ojos y oídos para su rubia amiga. Joanne se sonrió con una pizca de malicia y se llevó el vaso hasta los labios y se fijó con la impaciencia que Samantha la observaba.
Se tomaría su tiempo, como disfrutaba verla así. Inquieta, curiosa, casi al punto de estar desesperada. Samantha era como una cajita de sorpresas, a Joanne jamás se le hubiese ocurrido que su amiga estuviese interesada en practicar el swinger. Eso era todo una novedad, puesto que, Samantha a pesar de ser una mujer liberal siempre dijo que solo tenía ojos para Domenico. Sin embargo, la idea de verla interactuar con un hombre que llevaba ese estilo de vida le gustaba bastante, ya que así no tendría que ocultarle más a su mejor amiga que ella también tenía esa costumbre que estaba llevando prácticamente a escondidas.
—Con Mason, llevamos casi tres años haciendo el intercambio. Recuerdo que fue él, quién me lo propuso. He de confesar que al principio estaba muy reticente a ir, me daba como miedo a que se enamorara de otra mujer. Tú sabes, inseguridades que tenemos nosotras, sobre todo cuando es tu pareja quién te habla de un tema tan, "prohibido" —hizo comilla con los dedos —. Mason, me platicó que se hacían fiestas swingers en algunos bares y clubes, que nosotros podíamos ir a una tan solo para ver que tal. Cuando acepté, te juro Sam que estaba casi histérica. No sabía cómo comportarme, qué decir, nada. Pero al entrar al club fue todo casi mágico —la chica soltó una carcajada —. ¡Hey! No te rías —dijo con una sonrisa en los labios. Se acomodó el cabello y prosiguió —. Te digo que fue casi mágico, porque yo pensé que todos estaban desnudos esperando a sus intercambios, pero no. Son clubes como cualquier otro, eso sí, te preguntan cómo quieres interactuar ya que disponen de pulseras fluorescentes para que te pongas. Como yo estaba indecisa pedí la azul que, indica que aún no estás segura. En el lugar había gente bebiendo, conversando animadamente, otras bailando. Todo se dio de manera muy natural, varias mujeres y hombres se nos acercaban a platicar con nosotros, pero al ver el casi poco interés que yo manifestaba, se iban y ya. Cuando finalmente otro hombre acercó a nosotros a preguntarnos si ya habíamos decidido, miré a Mason y el maldito se sonrió por mi cara de horror.
—Ya me lo puedo imaginar —Joanne asintió.
—Al cabo de unos minutos me decidí y me fui con él —la rubia cerró los ojos —. Fue extraño estar con otro hombre, pero no fue tan malo para ser la primera vez que compartía intimidad con un desconocido.
—¿Te gusto? —quiso saber.
—La verdad es que si, bastante —la miró —. Si quieres dar ese paso, con Mason podemos acompañarlos. Primero debes saber lo que piensa Domenico al respecto.
—Por supuesto. Esta noche pretendo hablar con él, hoy es jueves y en la página que salía que los sábados era noche de novatos —comentó apretando el vaso en su mano —. Me da curiosidad, sabes que muy pocas cosas me llaman la atención, pero esto me ha dejado casi deslumbrada y quiero probar.
—Te comprendo perfecto. Después de la primera vez que fuimos, hemos asistido todas las semanas. Es más, hay ocasiones en las que hemos ido dos veces en una misma semana.
—¿Tú te has acostado con algún novato? —quiso saber —. Ya estás en la categoría senior —ambas se rieron.
—Sí, he estado con novatos y no es tan malo. Es que, a ver, ¿cómo te explico? —se puso un dedo en el mentón —. Todos tenemos dudas en nuestra primera experiencia swinger, por eso debes tener mucha confianza con tu pareja. Pongamos este caso: ¿Te imaginas que Domenico fuese muy posesivo contigo? Si él aceptara ir, sería la mierda puesto que se pondría celoso y te armaría un escándalo. Por eso, al momento de hacer el intercambio debe estar muy conversado entre ustedes. Ambos deben estar de acuerdo. Sé que Domenico es tan confiado de su relación como tú, pero de allí a aceptar intercambiarte con otro hombre, hay un mundo de diferencia.
—Esta tarde cuando vi la página me pregunté lo mismo: "¿Sería capaz de ver a Domenico con otra mujer?" —dijo ensimismada —. Puede sonar muy voyerista, pero creo que sí. Ver como se desenvuelve con otras mujeres, que les demuestre lo sensual que puede llegar a ser. Que haga que esas desconocidas caigan a sus pies, me prende —se ruborizó al terminar de hablar.
—Eso es muy voyerista Sam. Mierda, nunca pensé que hablarías a sí —la tomó de la mano y dijo —. Háblalo con él, dile que quieres incursionar en el intercambio de parejas y si se niega, pues ni modo. Eso sí, que sí acepta experimentarás la adrenalina que se siente entrar a un lugar como ese.
Adrenalina, eso era algo que Samantha quería sentir, estar en un lugar apartado de la sociedad común. Un lugar donde la gente puede ser tal cual es, porque muchas personas temen que sus, "perversidades", sean descubiertas. El miedo a que los señalen con el dedo muchas veces puede más y en ese club, a pesar de que muchos lo mantienen como un secreto, logran ser libres del tabú.
Samantha miró largamente a Joanne y dio un respingo cuando sintió que era observada, otra vez. Mierda, esa mirada era demasiado fuerte como para ignorarla. ¿Quién mierda podía estar observándola a escondidas? Suspiró para difuminar aquella sensación tan intensa y metió la mano en su cartera. Joanne bebió su trago mientras su amiga rebuscaba algo que parecía ser muy importante. Cuando lo tuvo en la mano lo deslizó por la mesa.
—Esta es la dirección del club que hoy vi —Joanne lo tomó y sonrió —. Maldita me miras como si tuviese tres ojos.
—Lo siento, es que se me hace raro verte en ese plan. Dolce capriccio, ¿eh? —Samantha frunció el ceño —. He estado varias veces en ese lugar.
—¿En serio? —la rubia asintió —, ¿y cómo es? —interrogó ansiosa.
—Bueno, la verdad es que es uno de mis clubes favoritos. En el último mes, solo hemos asistido a ese —Samantha se mordió el labio y Joanne entrecerró los ojos —. El ambiente es muy distendido, allí también te dan pulseras para que las otras parejas sepan si estás o no disponible. La música es genial, te invita a la maldita perversión —se sonrió —. No sé cómo carajo explicártelo Sam, debes verlo con tus propios ojos. Hagamos algo, si Domenico acepta ir, me llamas mañana y nos ponemos de acuerdo para ir juntos. De lo contrario, me avisas de todos modos.
—Está bien. Maldita Joanne, me has dejado con más ganas de ir a ese estúpido club —se dio cuenta de que estaba tensa, cuando soltó una carcajada que le relajó los hombros —. Ahora comamos, antes de que esta mierda se mosquee todavía más —las dos soltaron una fuerte risa.
Al terminar de comer se despidieron y cada una siguió rumbo a su destino. Samantha antes de bajar el último peldaño, se volteó a mirar el restaurante y vio la silueta de un hombre en el interior. Sin explicación alguna, eso le erizó la piel. Lo mejor sería que se fuese de ese lugar de una buena vez.
Al llegar a la agencia, se metió de lleno en el proyecto de la portada. Revisó todo lo necesario para dar comienzo con que suponía que sería un bum. Estuvo tan absorta que no se dio cuenta de la hora hasta que su celular sonó, al mirarlo abrió los ojos impresionada. Ocho de la noche. Apagó de inmediato el computador, lo más probable era que Domenico ya estuviese en casa.
No era así, cuando llegó el departamento estaba vacío, todo estaba apagado. La sala solo se podía vislumbrar gracias al enorme ventanal que dejaba entrar el crepúsculo la hermosa luna llena. Se quitó los tacones y comenzó a encender las luces mientras caminaba hasta la habitación. Se metió a dar un baño, necesitaba refrescarse y relajarse para lo que tenía pensado. Proponerle a Domenico ir a ese lugar. Una locura por donde se le mirase.
Se vistió cómodamente, se ató el cabello como solía hacerlo siempre, una coleta alta que dejaba ver su delicado cuello. Fue hasta la cocina y comenzó a preparar la cena, si algo que le gustaba a Samantha era cocinar, eso solía ser como otra de sus pasiones ocultas. Agarró lo necesario para hacer algo sencillo, pero delicioso. Sacó un buen vino junto a sus respectivas copas, esa noche no era más especial que las anteriores, pero si era una noche en la que podría darle un giro atrevido a lo que era su relación con su novio de tres años.
Estaba sacando la lasaña del horno cuando sintió la puerta, de inmediato su estómago se apretó. Se maldijo al ver cómo su piel se erizó, se había puesto nerviosa, mucho para su gusto. Mierda, Domenico había llegado. Respiró profundo y cuando se puso de pie, sintió como el aroma varonil de su perfume penetraba su nariz, era exquisito.
Cerró los ojos con una sonrisa en los labios al sentir la calidez que transmitía la boca de su novio sobre su nuca. La respiración de Domenico dio de lleno en su cuello y eso le produjo un hormigueo delicioso en su vientre. La afirmó de las caderas apegándola a su cuerpo, Samantha dejó la lasaña sobre la encimera y apoyó la cabeza sobre su torso, solo se dedicó a disfrutar de ese momento tan íntimo que su novio la estaba haciendo vivir. ¿Cómo no quererlo? Era un hombre increíble, a pesar de los encontrones que habían tenido.
Domenico puso el rostro en la curvatura del cuello de su novia y se dedicó a inspirar el aroma de su piel. Le encantaba sentir como el cuerpo de la chica reaccionaba ante su toque, lo volvía loco verla así. En el momento que entró a la cocina la vio allí, tan bonita, con un pequeño short que dejaba ver sus largas piernas, con una blusa holgada que permitía apreciar la silueta de sus redondeados senos.
Disfrutó del contacto de su cuerpo junto al suyo. Se mecieron de un lado a otro, como si estuviesen bailando un lento, ambos estaban con los ojos cerrados y Domenico tenía una sonrisa dibujada en los labios. Se separó un poco de ella y la giró, se quedaron viendo unos segundos hasta que el chico le tomó la cara entre sus manos y la besó.
Samantha se puso de puntitas para disfrutar de sus labios y apretó el cabello de Domenico entre sus finos dedos. Él dio un largo suspiro a la vez que introducía la lengua en busca de la suya. Tenía que detenerse o todo se iría al carajo y terminaría por hacerla suya allí, en medio de la maldita cocina, pero, ¿cómo mierda controlarse si su chica estaba llamándolo a que se la cogiera ahí mismo? Sin poder contenerse bajó su mano hasta que llegó a la nalga, la apretó logrando que Samantha diera un respingo y se sonriera entre sus bocas.
—Huele de maravilla —dijo él, cuando se separó un poco.
—Hice lasaña. Quedó deliciosa.
—No creo que tanto como tú —Samantha soltó una carcajada y se giró.
—Lo mejor será que vayamos a cenar.
—Sí vamos o no me contendré, y te haré mía aquí mismo —le dio una nalgada.
—¡Oh! No, ya anda. Camina —bufó con la sonrisa contenida.
Tomaron asiento, uno en frente del otro, Samantha repartió las porciones mientras Domenico servía el vino. Ella estaba hecha un mar de sensaciones. ¿Cómo se lo diría? ¿Cómo le plantearía ir a ese club? Comenzó a comer en silencio metida en sus pensamientos, cosa que él se le hizo muy extraño ya que, ella siempre tenía algún tema de conversación. La observó y decidió hablar.
—¿Pasa algo? –ella se mordió el labio para contener una risa nerviosa y lo miró divertida. Agarró la copa vacía de Domenico para llenarla, se la extendió y el chico antes de comenzar a beber, dijo —Samantha, ¿qué estás tramando? —preguntó con los ojos graciosamente entornados. Samantha lo observó y comenzaron a reír —. ¿Qué está planeando esa cabecita tuya? Porque algo bueno no debe ser —se sonrió con ella.
Ella comenzó a reír con más ganas —Nada, no me hagas caso —bebió un trago largo de su copa.
—A ver... —dijo con voz juguetona —. Dímelo, dímelo. Yo sé que algo estás planeando, porque esos ojos a mí no me engañan —ladeó la cabeza y alzó una ceja.
—¿Y qué te dicen mis ojos? —pregunto al tiempo que curvaba el labio hacia arriba.
—Qué algo perverso estás tramando —se mordió el labio y Samantha no pudo despegar la vista de ellos. Domenico apoyó los codos en la mesa y puso el mentón en sus dedos entrelazados —. ¿Me lo vas a contar?
Samantha se pasó la lengua por los labios y lo observó fijamente, Domenico le había dado la oportunidad perfecta de hacerle la propuesta. Él miraba expectante lo que ella tenía atorado en la garganta. Se sentó derecha y se pasó las palmas por las piernas para apaciguar un poco la ansiedad que la carcomía por dentro. Se sonrió, suspiró y habló.
—Hoy estaba viendo cómo iniciar una nueva portada y se abrió una ventana desconocida —se acomodó en la silla y prosiguió ya más confiada —. La cosa es que me metí a ver de qué se trataba, y era una página que promocionaba un club de intercambio de parejas
Domenico abrió los ojos y su linda boquita formó una gran, "O". Sí, se había sorprendido por lo que su novia le estaba diciendo, y a juzgar por la cara de Samantha, estaba muy interesada ya que, si no hubiese sido algo, "Importante", jamás lo hubiese mencionado. Domenico vio como ella se llevó la copa de vino hasta los labios, sabía que Samantha estaba un poco o muy nerviosa, ya que podía oír los latidos de su corazón. Curioso e incrédulo preguntó con el ceño levemente fruncido.
—¿Intercambio de parejas?
—Ajá. La palabra lo dice, son parejas que se intercambian por otras —vio como Domenico se pasaba la mano por el cabello, y por lo bien que lo conocía estaba segura de que estaba pensando.
—¿Y tú quieres hacer eso? —preguntó medio minuto después —. ¿Quieres que nosotros nos intercambiemos con otras personas?
—Pues, ¿no te gustaría probar? O sea, si te soy sincera la idea me atrajo bastante —vio como él, levantaba ambas cejas —. Me gustaría experimentar cosas nuevas, llevar nuestra relación a otro nivel.
—¿Y para eso crees que deberíamos probar con hacer un intercambio? —preguntó muy tranquilo, antes de volver a llenar su copa. Carajo, si seguían bebiendo así terminarían emborrachándose.
—¿Te parece muy descabellada la idea?
—Lo cierto es que la idea es loquísima, pero no tanto como para no considerarlo. Nosotros nos tenemos confianza y sabemos perfecto lo que quiere el otro. Sin embargo, no te imagino con otro hombre —se sonrió —. Y supongo que a ti tampoco te pasa por la cabeza verme con otra mujer ¿Cierto?
—Hoy estuve pensando bastante en el tema y llegué a un punto en que me dio morbo pensarte con otra —ante esas palabras, Domenico se mostró muy sorprendido.
—¿En serio? —ella asintió —. ¡Wow! No pensé que fueras tan pervertida.
—¡No lo soy! —replicó en medio de una carcajada.
—¡Oh! Vamos, ¿te gustaría ver como toco a otras mujeres? —bromeó.
—Me gustaría verlas pedir clemencia por el placer que les puedes llegar a dar —soltó, y eso lo dejó atónito.
Samantha hablaba muy en serio, pensó el pelirrojo. Tragó y sintió como el sutil sabor dulce del vino bajó por su garganta. Samantha no le quitaba los ojos de encima, estaba seguro que ella esperaba cualquier reacción ante las palabras que acababa de decirle. Pensó que esa mujer, que estaba frente a él, tenía unas ideas lunáticas. Unas ideas que no le desagradaban del todo.
Si bien la propuesta era un poco desconcertante, no le disgustaba para nada. Sobre todo, con lo que ella le dijo, eso hizo que su ego masculino se elevara un poco. Sin embargo, a él, ¿le gustaría la idea de observar a un hombre pedir clemencia por el placer que Samantha era capaz de dar? Se planteó la misma pregunta que ella le había afirmado con respecto a cómo deseaba verlo a él. Carraspeó, pero antes de hablar le tomó la mano por sobre la mesa.
—Estás loca y amo eso de ti. Me sales con cosas totalmente impredecibles y eso siempre es un plus magnífico para nosotros —apretó su mano —. Esa capacidad tuya para decir cosas tan descabelladas, tan... —lo pensó —. Cosas que me hacen quedar en blanco. ¿Ver a una mujer pedir clemencia? Eso solo tú, lo podías decir —ambos sonrieron —. Lo cierto es que, podríamos probar. No creo que haya nada de malo, ¿verdad? —los ojos de ella se agrandaron —. Pues bien, ya está decidido. Iremos a ese club swinger.
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