Capítulo 15


—¡Dominic! —se escuchó de repente, al interior del estudio.

Ese saludo tan... Efervescente, hizo que Samantha diera un pequeño salto porque estaba muy concentrada revisando las portadas. Además, de que ese grito había roto el tranquilo silencio al interior del estudio. Al girar su cuerpo, sobre la silla, se percató que unos delgados y delicados brazos envolvían el cuello de Dominic. Se mordió el interior de la mejilla con un poco más de fuerza de la necesaria, ¿quién carajo era?, ¿por qué mierda lo abrazaba con tantas ganas?, ¿acaso era alguna swinger de Dominic? Palideció ante aquella fugaz, pero potente idea. Su mandíbula se apretó, al igual que el mouse que tenía en la mano, este crujió bajo su palma. Quien quiera que fuese, no se podía ver porque, ¡Dominic también la tenía abrazada! ¡Mierda!

—¿Cómo estás? Hacía mucho tiempo que no te veía.

—Muy bien, gracias. Estás muy guapa, eh —le contestó con el rostro enterrado en el cabello.

Samantha no lo pudo soportar más, se puso de pie arrastrando la silla con sus corvas y caminó hasta ellos. Al ver de quien se trataba, su rostro se transformó en un poema. Era Michelle Carter, la modelo de la revista. Era cierto, no había llegado todavía cuando ellos entraron al lugar, Samantha nunca había trabajado con ella, no la conocía personalmente, tan solo la eligió entre todas las fotos que Laurene le había enviado. Sin embargo, tenerla a escasos metros de distancia, se le hizo una mujer era todavía más bella. Iba vestida con un short de mezclilla y una blusa blanca que dejaba ver su brasier de encajes. Samantha achicó los ojos al ver ese detalle, pero, ¿de dónde demonios conocía a Dominic?, ¿por qué lo trataba con esa familiaridad? Samantha carraspeó, Dominic se alejó de Michelle e inmediatamente observó con una ceja alzada a Samantha.

Por su rostro desencajado, percibió que Samantha estaba celosa y mucho. Tenía ganas de reírse por la situación. ¡Le encantaba ver que con la confianza que trataba a Michelle no le era para nada indiferente! Pero si lo hacía, si soltaba aunque sea una diminuta risa, su pequeño avance con ella se iría directo al infierno. Además, estaba seguro que si supiera quien era Michelle, Samantha se iría de espalda por la impresión, de eso estaba absolutamente seguro. Sin embargo, la chica no tenía nada que temer porque Samantha, pues ella, era el amor de su vida. No obstante, podía hacer algo un poco más osado que la haría hervir todavía más, muy entusiasmado por el pensar de ella, pasó un brazo por el hombro de Michelle y la pegó a su torso. Dio justo en el puto clavo. Samantha no lo podía creer, achicó los ojos al ver ese gesto tan íntimo. Alzó la barbilla con altanería y dijo.

—Es un gusto conocerte, soy Samantha —estiró la mano —. Trabajarás conmigo y con... —miró al pelinegro de pies a cabeza —, Dominic.

—Sí, y no lo puedo creer, es maravilloso. ¿Por qué no me lo dijiste? —lo miró y luego estrechó la mano de Samantha dándole un leve apretón —. Un gusto, Samantha.

—Bueno, porque no sabía que serías tú —se rio —. Si no, te hubiese ido a buscar —le dio un beso en la mejilla.

¡Púdrete! Le quiso gritar Samantha, ¿estaba coqueteando con esa chica en sus malditas narices? ¡Jodidos y putos hombres! ¡Malditos todos! No hacía ni media hora le estaba diciendo cosas lindas, provocativas y, ¿ahora? Claro, ahora le estaba besando la cara a esa súper modelo, además de tenerla abrazada, ¡jodida suerte la suya! No quería estar allí, quizás que experiencias sexuales habían vivido juntos. Con lo caliente que era Dominic, no le cabía ni la menor puta duda de que le hubiese hecho las mil y unas perversidades. ¡¿Pero qué mierda pasaba con ella?! Bufaba hasta por las orejas, ¡no se lo podía creer! Se notaba a cien mil kilómetros la química que tenían y eso la estaba enfermando.

‹‹Pero, calma, calma ¡Dominic no es nada tuyo! ¡Por Dios! Es más, tienes una relación que se ha jodido por su maldita culpa, y por supuesto que por la tuya también››. Se gritó enojada consigo misma.

—Samantha... —enfocó sus ojos furiosos, en los negros tranquilos de él —, bueno ya sé que conoces a Michelle, entonces no es necesario que las presente, ¿verdad? —terminó la pregunta con la lengua atrapada entre los dientes, conteniendo una carcajada.

Lo único que quería saber era de dónde demonios se conocían, se mordía la maldita lengua para no soltar esas jodidas preguntas que tenía atoradas y casi no la dejaban respirar. Pero, no, no lo haría, primero muerta antes de verlo regocijarse con su irrisoria ira recelosa. Intentó sonreír, pero Samantha era tan expresiva que le salió una nefasta mímica y se maldijo por eso.

—No te preocupes, con lo que se de ella me basta y me sobra —se dirigió a Michelle —. Pues bien, puedes ir a ponerte tu vestimenta, la maquilladora está en el camarín que te hemos preparado —dadas las instrucciones, se fue seguir con lo suyo.

—Nos vemos en un rato —dijo la chica.

—Ponte hermosa, para mí —contestó con ese maldito tono que a Samantha tan loca la volvía.

Al escucharlo, apretó de más una tecla y casi elimina un documento importante, ¡maldita sea! Intentó concentrarse en lo que estaba haciendo, pero cuando sintió un sonoro beso, todo eso se le fue al caño y abrió tanto la boca que casi se le desencaja la mandíbula. No iba a mirar, no iba a mirar, ¡miró! Pero ya era tarde, Michelle se había ido a cambiar de vestimenta, no supo donde carajo fue a parar ese puto beso. En cuanto vio que Dominic se daba vuelta hacia ella, casi se desnuca por volver la cabeza tan rápido. Enderezó la espalda e intentó parecer absorta en lo que hacía.

—¿Eh...?, ¿Samantha?

—¿Mmm?

—¿Estás bien?

—Por supuesto, ¿por qué la pregunta? —acercó su rostro a la pantalla, no quería ni mirarlo.

—No lo sé. Te sentí un poco, ¿tensa?

—¡Pff! ¿Tensa?, ¿yo? ¡Para nada! —soltó una carcajada casi histérica, la había pillado. ¡Puta madre! —. Solo son ideas tuyas Dominic —agitó la mano en el aire —, estoy siendo profesional. Siempre soy así en mi lugar de trabajo.

—Claro, claro. Si tú lo dices —Samantha lo miró de inmediato y su cara enrojeció al ver la cercanía con la que Dominic le estaba hablando. ¡Tenía su jodido y sexy rostro encima del suyo! —. Pero déjame decirte que, no te creo nada —le dio un beso en la boca y antes de que ella pudiese tan siquiera reaccionar, se fue a preparar el equipo fotográfico.

—Maldita sea —masculló por lo bajo.

Puso las manos sobre el teclado al tiempo que respiraba. No podía sentirse, ¿celosa? De una modelo y, ¿por qué? Por el simple hecho de que Dominic no era nada suyo. Ya, se habían acostado un par de deliciosas, alucinantes y sublimes veces, pero nada lo ataba a ella y viceversa. Porque ella llevaba una relación de tres años con Doménico, porque sentía que lo amaba, porque quería recuperar lo que se había resquebrajado con aquella dantesca discusión. No, no eran celos, ¡no podían serlo! Sería una completa insensatez de su parte, tan solo se asombró por la efusividad de aquel saludo. Sí, sí, eso era. Samantha no era una mujer de celos y esta no sería la primera vez, ¡porque el puto Dominic no era nada suyo!

Bajó el rostro y se pasó la mano por el cuello, lo sentía tensionado. Su fin de semana había sido un desastre y por supuesto que no quería que su lugar de trabajo, el único lugar en que no se permitiría pensar en su novio, se volviera también un maldito infierno. Además, ella misma había rayado la cancha, ¿no? Solo eran compañeros de trabajo, nada más. Comenzó a escribir algunos correos al tiempo que hacía girar en redondo su cabeza. Se sentía demasiado contracturada, iba a tomarse un relajante muscular, pero después de almuerzo porque estaba recién comenzando el día y tenía que tener sus jodidos cinco sentidos en alerta... ‹‹Claro, porque no sea cosa de que Dominic se vaya a ir con la modelo››, susurró una insidiosa voz en su interior. Se mordió el labio.

—¡Wow! Estás preciosa... —al oír a Dominic, su espalda se puso rígida de inmediato —. Mira nada más... —Samantha giró la cabeza para ver qué tan, "preciosa", se veía Michelle y se percató de que Dominic la hacía dar una vuelta sobre su eje, mostrándose ante él y tomada de su mano —. Fuiiit fiuuu... —silbó halagándola —. Ven acá, cariño —le plantó un beso en la mejilla.

—¡Para que me haces cosquillas!

Samantha abrió la boca y la tapó con su mano al tiempo que alzaba las cejas, ¡era el colmo del descaro! ¿Qué mierda se creía?, ¿que estaba en el maldito club de intercambio? Sus dientes estaban al borde del desgaste de tanto hacerlos sonar. Sin embargo, y muy a su enojo, Michelle si se veía muy guapa. Llevaba una blusa blanca con pliegues adornando su pecho, una falda a cuadros roja que llegaba un poco más arriba de sus rodillas. Su cabello estaba peinado con unos perfectos bucles que enmarcaba su rostro y sobre su cabeza, una preciosa boina negra. No obstante, ya saturada de tanta melosería, bajó la pantalla del portátil haciéndolo sonar en el acto, arrastró la silla y se puso de pie.

—¿Podemos comenzar a trabajar? Si quieren después siguen con lo suyo —dijo cortante.

—Claro, perdón, perdón, Samantha. ¿Ves, Dominic? Por tu culpa me han llamado la atención —le dio un puñete en el hombro.

—¡Auch! —se quejó tocándose el lugar —. Pero si hacía mucho que no te veía, ¿cómo carajo querías que reaccionara a tanta belleza junta?

—¿Puedes ponerte a trabajar? —Dominic miró a Samantha con una sonrisa burlona. Enojada, se veía mucho más sensual. ¡Diablos! Quería mandar al infierno su deber y saciarse de ella hasta dejarla postrada en una cama, de por vida —. Como les dije, después pueden seguir halagándose —Dominic escondió su amplia sonrisa.

Dicho eso, se dio media vuelta hacia la rampa donde se iniciaría la sesión. Tomó una silla colocándola al lado del trípode donde reposaba la cámara de Dominic y se sentó, más bien, se dejó caer. A veces, cuando sentía que las poses se volvían monótonas, Samantha intervenía en las sesiones y en varias ocasiones hasta se paraba al lado de la chica para decirle cómo debía hacerlo. Debió ser modelo, más de una vez se lo dijeron, pero a ella le sentaba muy bien lo que hacía y no lo cambiaría por nada de mundo.

Dominic fue hasta su posición, se fijó que su Canon EOS estuviese bien enfocada y disparó una foto a la rampa. Perfecto, como amaba esa jodida cámara. Se metió de lleno en su rol como fotógrafo, ya basta de joder a Samantha, por ahora. Con una seña, le indicó a Michelle donde debía ponerse. Por el lenguaje corporal de la chica, Dominic intuyó que estaba ansiosa y hasta un poco nerviosa. Él sabía reconocer el estado de ánimo de las personas por sus movimientos, era un experto en ese tema. El cuerpo habla, expresa, comunica, mucho más de lo que se piensa y Dominic, sabía utilizar muy bien esa herramienta para crear los más preciosos retratos.

Imprimía la emoción, el sentimiento que él deseaba transmitir sobre el papel. Por unos segundos miró hacia abajo y analizó la postura de Samantha que estaba con las manos empuñadas sobre su regazo, mirando hacia el frente y con la espalda demasiado rígida. ¿Qué le dijo su lenguaje corporal? Su intuición dedujo que Samantha estaba con humor de los mil demonios, se sonrió fascinado al tiempo que levantaba la cabeza y dijo.

—Muy bien Michelle, comenzaremos con algo simple. Debo sacarte un perfil delantero, para eso necesito que pongas tus hombros alineados perpendicularmente hacia mí, y gires levemente tu cabeza mostrándome tu perfil —y con esa indicación, sonó el primer disparo, el segundo y el tercero. Observó la pantalla —. Perfecto —con solo guiarla de esa forma, Michelle se mostró más tranquila, pacífica y hasta relajada —. Ahora vamos a cambiar, ¿vale? Quiero que me mires fijamente y esta vez, deja tus hombros sin alinear y pone las puntas de tus dedos sobre la boina. Será una foto de tres cuartos delantero —en esa ocasión, cambió el lente por uno de 50mm. Una vez más la cámara disparó, once, doce veces. Dominic volvió a revisar —. Muy bien, has expresado un punto de agresividad maravilloso. Te has visto más sensual, pícara y directa.

¿Pícara y sensual?, ¿eh? Sin darse cuenta, Samantha tenía empuñado su holgado pantalón, lo más seguro es que terminara todo arrugado. Pero algo debía reconocer, Dominic era maravilloso en lo que hacía, se notaba lo profesional que era y esa seriedad que demostraba cuando estaba haciendo lo suyo le gustaba, y mucho. No tenía nada que ver con el Dominic seductor que había conocido hasta ahora. Estaba concentrado, guiaba a la perfección a Michelle, con solo unas indicaciones la chica captaba lo que Dominic buscaba de ella. Además, que iba explicando cómo era cada plano que plasmaba.

—Muy bien Michelle, la cámara te ama —Samantha ignoró eso último —. Ahora, tomaremos la frontal —murmuró al tiempo que miraba a Samantha —. Esta es la que vendría siendo la portada.

—¿Tan pronto? —preguntó ella, levantando la cabeza para observarlo.

—Sí, me gusta lanzarla entre medio de otras. No me gusta que las modelos se sientan ansiosas, por eso prefiero que no lo sepan hasta el final —se agachó a su altura —. ¿Estás de acuerdo?

—Tú eres el experto.

—Claro, claro, pero tú eres mi compañera, mi pareja y necesito tu visto bueno. Somos un equipo, ¿no? —Samantha no supo si todas esas palabras las dijo en el doble sentido o no, pero obvio su pensar.

—Por supuesto. Me parece perfecto, haz la foto que será la portada.

—Bien —le sonrió y ella le correspondió. ¡Como deseaba comérsela! ¡Dios! —. Michelle... —llamó al tiempo que se ponía en posición —, una vez más deja tus hombros alineados y con tu cabeza frente a mí. Puede ser una foto simple y nada especial, por eso quiero que lleves las manos hasta tu cintura —ella así lo hizo —. Perfecto. Ahora hazme un gesto, regálame una mirada, una sonrisa —maravilloso, apretó el botón. Seis, siete veces y muchas más.

En una fotografía no se puede captar el tono de la voz, sin embargo, si se podía transmitir ese tono con un gesto o con varios. Michelle al tener sus manos sobre la cintura transmitía seguridad, confianza, disposición para lograr lo que Dominic buscaba y mirarlo fijamente al tiempo que se mordía el labio inferior, hizo que se viera muy sensual sin la necesidad de estar en ropa interior. Era increíble lo que podían llegar a crear unos simples movimientos y Dominic le sacaba provecho al máximo, captaba sensaciones y sentimientos. Miró la pantalla y quedó fascinado por el resultado. No había necesidad de repetir la sesión porque Michelle era maravillosa, había comprendido a la perfección cada una de las sugerencias de Dominic. Fue revisando una a una, las más de ochenta fotografías y quedó muy satisfecho con lo obtenido.

—Muy bien Michelle, mañana debes venir otra vez porque faltan algunas todavía —miró la hora —. Ya serán las dos de la tarde, puedes ir a cambiarte.

—Claro.

—¿Tan rápido ha pasado la hora? —preguntó Samantha incrédula.

No era de extrañar que el tiempo hubiese pasado volando, porque cuando estaba en la agencia siempre sucedía lo mismo, se enfocaba tanto en lo que hacía que cuando miraba la hora, esta ya había desaparecido. Se puso de pie, en esa ocasión no tuvo la necesidad de intervenir en nada, solo fue una mera espectadora y sin saber porque, sintió un cierto regocijo en su interior. Estiró las piernas y sintió un leve pinchazo de dolor en las rodillas, tenía que ir a cambiarse las vendas. Sus cortes habían creado pequeñas costras y le molestaban demasiado, no pudo evitar hacer una mueca.

—¿Te sientes bien?

—Sí, ¿por qué?

—Pareciera que te duele algo.

—No, es que he estado mucho tiempo en la misma posición y tengo las piernas adormecidas —mintió.

—Ya veo. Oye, ¿qué te ha pare...?

—Ya me voy —fue interrumpido.

Dominic giró la cabeza hacia su dirección y sonrió —Cariño, has estado preciosa —Samantha puso los ojos en blanco, allí iba otra vez —. Te has mostrado, fresca, dinámica y sensualmente encantadora —cuando Michelle estuvo frente a él, Dominic le acarició la mejilla.

¡Y una mierda! Ya no tenía nada más que hacer allí, la jodida sesión ya había terminado y podía irse tranquila a su oficina a esperar a Dominic con las fotos para comenzar con el montaje de la portada. Lo que menos quería era presenciar una follada frente a sus narices, sabía que, si por Dominic fuese, sería capaz hasta de proponer un trío. ¡Que se vaya al carajo! Agarró su portátil, su bolso y caminó hasta ellos con la quijada al borde de la fractura.

—Yo me retiro. Ha sido un gusto trabajar contigo, Michelle —estiró su mano a modo de despedida ¡Dios! ¿Cómo podía ser tan cínica?

—El gusto ha sido mío, Samantha —la estrechó.

—Te veo en mi oficina, Dominic.

—Espera, voy contigo —Samantha lo miró de soslayo —. Michelle, dale muchísimos saludos de mi parte a, mi tía —enfatizó.

¿Tía?, ¿cuál tía? Samantha, achicó los ojos confundida.

—Vale, yo le digo. Te aseguro que se pondrá muy contenta cuando sepa que precisamente eres tú, quien está trabajando conmigo.

—¡Claro que sí! No todos los días te encuentras con tu primo en el lugar de trabajo, ¿no? – dijo al tiempo que miraba a Samantha con una amplia sonrisa.

¡¿Primo?!, ¡¿Dominic era el jodido primo de Michelle?!, ¡¿no era su maldito intercambio?!, ¡no podía ser! Quería excavar un hoyo con sus uñas y meterse bajo tres mil kilos de tierra. ¡En todo momento estuvo celosa! Claro, porque ahora reconocía que los putos celos se la estaban comiendo. Y ahora resultaba ser que Michelle era la, ¿prima? Se cubrió la cara con una mano, tenía tanta vergüenza. Se había mostrado tan desagradable con la pobre chica, claro, ahora era la, "pobre chica". Miró a Dominic con absoluto desconcierto.

—Me voy. Mamá debe estar esperándome para almorzar, nos vemos mañana.

—Claro cariño, mañana aquí estaremos esperándote, ¿verdad, Samantha? —la miró con la cabeza ladeada.

—Si... —fue todo lo que pudo decir.

Michelle salió del estudio dejándolos completamente a solas, Dominic no lo pudo soportar más y estalló en carcajadas. Samantha dejó caer los brazos a sus costados, por supuesto que, sin soltar su portátil y se quedó mirando al maldito de Dominic, que tenía las palmas sobre su estómago mientras seguía riéndose de ella. Lo único que quería era tirarle su bolso por la cabeza, por estúpido. ¡No dejaba de carcajearse! Nunca lo había visto así de divertido, pero la maldita situación, muy a su pesar, era del jodido chiste. Samantha, dignamente caminó hasta la mesa que estaba cerca, dejó sus cosas sobre la cubierta y fue hasta Dominic, levantó la mano y le mandó un puñete en el brazo.

—¡¿Qué te pasa?! —preguntó mientras se reía.

—¡¿Qué, qué me pasa?! —le dio otro golpe —. ¿Por qué carajo no me dijiste que Michelle era tu maldita prima?

—¡Pero si no me lo preguntaste! —echó su cabeza hacia atrás y una nueva carcajada salió de su boca —. ¡Me dijiste que con lo que sabías de ella te bastaba y sobraba!

—Eres un imbécil —otro golpe cayó seco, pero en su estómago.

—¡Auch! ¡Pegas fuerte! —se rio —. ¿Ves? Yo tenía razón, estabas enojadísima.

—¡Claro que no!, ¡solo me llamó la atención la intimidad con la que la tratabas!

—Te pusiste celosa —le mostró una sonrisa encantadora.

—¡No!

—Por supuesto que sí. Reconoce que verme así con mi prima, te hizo hervir la sangre.

—¡No tengo nada que reconocer! —bufó —. Estás demente —se giró para largarse del lugar —. ¡Suéltame!, ya te has burlado mucho de mí —Dominic le había afirmado el codo.

—Samantha, Samantha, Samantha. ¿Te cuento una cosita? —tiró de ella haciéndola chocar con su pecho y lentamente se acercó a su oído —. La única que me tiene demente, eres tú.

Y antes de que ella pudiese tan siquiera reaccionar, Dominic le tomó el pelo e hizo chocar sus labios con los de ella, en un beso intenso. Samantha quiso resistirse, pero sus labios eran una jodida adicción de la que cayó rendida como una estúpida. Se dejó llevar por esa lengua que se había internado en las profundidades de su boca, su cuerpo estaba siendo testigo de que su instinto animal estaba saliendo otra vez a flote, y una vez más... Gracias a él.

—Eres un imbécil —murmuró cuando se separaron.

—Puede ser —le pasó la lengua por su humedecido labio —, pero un imbécil que te vuelve loca —y la volvió a besar absorbiendo hasta su último suspiro. 

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