Capítulo 14


—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que salió de sus labios, una vez que se vieron a solas.

Estaba consciente de que la pregunta era retórica y bastante absurda, pero no supo qué carajo decir, cómo romper con aquel mutismo. Cameron ya se lo había dicho, ¡trabajarían juntos! Si creía que no vería nunca más a su intercambio, realmente estaba muy equivocada. Equivocada y jodida, porque demonios que estaba guapísimo. Siempre tan viril con esa pose tan característica suya, con esa sonrisa baja bragas, con ese aro de color zafiro en su lóbulo, con esa hilera de dientes perfectos. Samantha suspiró. Se quedaron mirando por largos segundos. Dominic, con el ceño medio fruncido y Samantha, con el rostro desencajado e intentando tragar saliva. Era una macabra jugada del destino. Primero había tenido una discusión monumental con Doménico a causa de Dominic y ahora... Se rio al tiempo que movía la cabeza. ¡No se lo podía creer! ¡Quería gritar! Ahora Dominic estaba allí, frente a ella, dentro de su oficina y recientemente presentado como el fotógrafo.

Mierda...

—¿Qué no es obvio? —contestó con otra pregunta al tiempo que levantaba el bolso que llevaba —. Vengo a trabajar —se sintió como una estúpida.

¿Qué creía?, ¿qué Dominic le iba a saltar encima?, ¿qué quería coger con ella, allí?, ¿qué había ido hasta la agencia tan solo para verla? Si claro. ¡Ya basta de pensar! Se centró, más bien, intentó centrarse en lo que debían hacer, en lo que ella debía hacer. No era fácil, era más bien casi imposible poder hacerlo. Sus latidos poco a poco se fueron normalizando, el shock que le produjo el ver a Dominic acompañado de Cameron, casi le provoca un ataque de histeria. Se pasó la mano por la coleta a la vez que soltaba un suspiro y lo miró, Dominic seguía cada movimiento de su mano y eso la puso nerviosa, mucho.

—Perdona, no quise sonar grosera. No pien...

—No te preocupes, yo no he pensado nada —la interrumpió —. Estamos aquí por trabajo.

No supo porque, pero el tono tajante con el que le habló le produjo algo extraño en su interior. Sin embargo, debía alejar todo lo que él le provocaba. Dominic tenía razón, estaban allí por mero trabajo, nada más, ¿para qué seguir buscándole la quinta pata al gato? ¡Ni que Dominic lo hubiera hecho apropósito! Y si, ¿así hubiese sido? Desechó la idea antes de seguir dándole vueltas al asunto, cuando caminó de vuelta a su escritorio tomó asiento y se fijó que Dominic seguía de pie, pero había dejado su bolso apoyado entre sus piernas, también que, había llevado las manos hasta sus bolsillos e inspeccionaba su oficina con un genuino interés.

—Toma asiento por favor —sus ojos se conectaron —. ¿Quieres algo de tomar?, ¿un café?, ¿agua? —¡Mierda! Tenía que controlar el leve temblor de sus manos.

—Un café estaría bien, gracias —se sentó frente a ella. Samantha levantó el teléfono.

—Margaret, dos cafés por favor... —tapó el micrófono —. ¿Lo quieres con azúcar? —preguntó.

—No, sin nada —ella asintió.

—Uno sin nada y el otro con stevia, gracias —y cortó —. Bien Dominic, he llamado a Laurene, ¿la conoces? –

—Si —Dios, qué escueto estaba —, conozco a todas las personas de este mundillo —Samantha entornó los ojos al oír eso. ¿Sería que sus divagaciones no eran tan erróneas? Iba a hablar, pero fue interrumpida.

—Señorita Samantha...

—Pasa Margaret.

—Aquí está lo que me pidió —dejó la bandeja sobre el escritorio.

—Muchas gracias —la chica salió y los volvió a dejar a solas. Samantha extendió la taza hacia Dominic —. Así que, ¿conoces a todas las personas de este mundillo?, ¿eh? —preguntó casi con sarcasmo.

—Si.

—¿Entonces sabías que ibas a trabajar conmigo?, ¿sabías quién era yo desde que nos vimos por primera vez? —¡No se pudo aguantar! ¡Tenía que preguntarlo! —. ¿Por qué no me lo dijiste? Créeme que me habrías ahorrado la impresión de verte aquí -

Dominic bebió un sorbo, pero bajó de inmediato la taza al escuchar su tono acusante. La quedó mirando. Samantha tenía una cara extraña, estaba entre desesperada, culpable y molesta. ¿Qué le habrá sucedido para que esté así? Se cruzó de brazos al tiempo que apoyaba la espalda en el respaldo. Ella tenía los codos sobre la cubierta y la taza de café entre sus manos. Le miró los dedos, largos y finos, las uñas bien pintadas y con un tamaño perfecto. Tenía un anillo, pero en su dedo del corazón y era de plata. Siguió recorriendo con esos ojos negros, su cuello blanco, los lóbulos de sus orejas adornados con unos aros de oro, y se fue hasta su boca, la que tenía entreabierta y con un leve rastro de café en el labio inferior. Mierda, como quería ponerse de pie para arrinconarla, besarla, pasarle la lengua hasta sacarle la última gota de café y hacerla suya. Salió de sus insanas cavilaciones cuando fijó sus ojos en los de ella. Samantha esperaba una respuesta, en silencio.

—No —ladeó la cabeza —. No sabía quién eras.

—No te creo.

—Eso es problema tuyo —dijo al tiempo que miraba hacia otro lado.

—¿No crees que es mucha la coincidencia? —insistió con ironía.

—Sí, lo es. Pero como tú bien has dicho, es coincidencia —resopló, mirándola otra vez —. Mira, ayer Charles me ha llamado y me ha dicho que hoy debía estar aquí, cuando le pregunté el nombre de la publicista con quien debía hacer equipo, me dio el tuyo —se encogió de hombros —. Por obvias razones no te contacté —hizo alusión a que ella no quiso darle su número. Samantha levantó la barbilla.

—Te diré una sola cosa —se puso seria, demasiado —. No mezclo el trabajo con mi vida privada., aquí solo seremos compañeros de trabajo nada más.

—¿Es que acaso, somos algo más? —Samantha se golpeó mentalmente.

—No.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —tomó tranquilamente la taza y bebió a la espera de una respuesta.

¿Qué le pasaba?, ¿por qué carajo esa actitud? La Samantha que había conocido no era así de pesada, así de descortés, todo lo contrario. Se le hacía demasiado simpática, graciosa, pero intuía que algo no iba bien con ella, la desconoció desde que entró a su oficina. No había dejado de mirarlo como si lo estuviese acusando de algo, sin lugar a duda, no se tomó para nada bien el hecho de saber que precisamente era él, quien trabajaría con ella y eso se le hizo hasta irrisorio. Pues bien, si Samantha quería comportarse así de arisca, él también lo sería. Aunque se le haría muy difícil porque la quería y mucho. Sin darle tiempo de responder, dejó la taza con un golpe seco sobre el platillo y se puso de pie medio molesto por la situación.

—Será mejor que nos pongamos a trabajar, ¿no crees?

—Por supuesto.

El ambiente se había puesto muy tenso entre los dos y Samantha sabía perfecto que la culpa era de ella, pero, ¿qué podía hacer? La había pillado desprevenida ver a Dominic y no pudo disimular su disgusto e incredulidad. Lamentablemente era parte de su carácter, cuando algo la sacaba de balance reaccionaba a la defensiva y hasta irracional, como en ese momento. Porque verlo allí tan seguro, tan decidido y con esa sonrisa que le arrancó más de un suspiro en más de una ocasión, la sacó completamente de balance. Dominic estaba de espalda, con los puños apretados, estaba molesto y ella era la causante de que él se sintiera incómodo.

—Disculpa —vio como Dominic la miraba por sobre el hombro —No he querido ser así, solo que...

—Lo sé y no tienes porqué disculparte —hizo una mueca —. No es el momento de hablar de, "nosotros" —dijo con sarcasmo e hizo comillas con los dedos —. Será mejor que nos vayamos al estudio —se agachó para agarrar su bolso.

La había jodido, realmente la había jodido. Tuvo consecuencia a su reacción tan inverosímil para con él y hasta se sintió mal por haberse comportado así. Respiró profundo al tiempo que se ponía de pie, agarró su portátil, su bolso y caminó hasta Dominic. Al pasar por su lado, sintió el aroma de su perfume, como le gustaba esa fragancia tan varonil, tan suya que desprendía su cuerpo. Prefirió sacudir la cabeza y abrió la puerta. Le dio un par de instrucciones a Margaret antes de abandonar la planta, caminaron en silencio hasta el elevador que los llevaría hasta el estudio.

Cuando estuvieron adentro se sintió morir, porque recordó aquella velada, la misma que fue cielo e infierno a la vez. Por más que quiso sacar esos pensamientos de su mente no pudo, porque tenía a Dominic a menos de un metro de ella, porque su olor la mareaba, porque sus ojos intentaban ver más allá de ella misma, porque simplemente Dominic era mucho más que su swinger, aunque no lo quisiera reconocer. Además, de que el elevador parecía haberse estancado, su respiración cada vez más iba en aumento. Dio un respingo cuando vio que Dominic se acercó a ella. Lo miró al tiempo que apretaba entre sus brazos el portátil. ¡Ni que fuera un violador! ¡Por Dios! Cuánta exageración.

—¿Qué haces? —preguntó en un susurró.

—Dejo mi bolso en el suelo. Las cámaras pesan, ¿sabes? —cuando Dominic se enderezó, casi se rozan —. ¿Qué?, ¿pensabas que te iba a hacer algo? —vio como sus mejillas se pusieron rojas —. Nena, yo no mezclo el trabajo con mi vida privada. Aquí solo seremos compañeros de trabajo, nada más —soltó, y se giró dándole la espalda.

Y Samantha se sintió una completa imbécil. Dominic la había citado, había dicho tal cual sus nefastas palabras y se lo merecía, porque se había comportado como una total insensata. Escuchar a Dominic, fue como una enorme bofetada que la hizo espabilar. Vio sus hombros rígidos, se fijó que sus manos estaban cerradas a sus costados, eso la terminó por hacerla reaccionar. Dominic, no era culpable de lo que ella estaba viviendo y se reprendió por querer echarle la culpa de sus sentimientos hacia él. ¡No era una adolescente para tratarlo así! Alargó la mano y la puso en su brazo derecho, sintió como sus bíceps se tensaban, Samantha dio un paso.

—Dominic... —se mordió el labio —, perdóname, he sido una estúpida.

Él solo giró la cabeza, pero se percató de que le hablaba de verdad, sus ojos transmitían su arrepentimiento. Alzó la cabeza y soltó el suspiro que llevaba reteniendo desde que entró a su oficina, debía reconocer que cuando Charles le dio su nombre, se sonrió con malicia, no se lo podía creer, trabajaría con la mujer de la que se había enamorado. Por fin la conocería en otro ámbito, se empaparía de toda ella y cuando llegó a la agencia, sintió su pecho comprimido de la pura emoción de volver a verla y no como su intercambio, no, si no como su compañera de trabajo, con la que tendría que pasar muchos días. Al verla, se le hizo tan hermosa como siempre, sin embargo, percibió de inmediato su cambio de actitud y eso lo descolocó. No creyó posible que se lanzara a sus brazos, pero tampoco pensó que Samantha fuese tan dura.

Volvió su cuerpo entero hasta quedar frente a Samantha y no pudo resistir la tentación de abrazarla, sentirla entre sus brazos era como si todo estuviera bien con él. Era todo lo que necesitaba, estar así con ella, tenerla envuelta, en silencio, en paz. Sintió el aroma de su cabello y cerró los ojos con deleite. Si por él hubiese sido habría parado el tiempo, con esas ganas locas de estar así, apoyó la barbilla en su sien al tiempo que sonreía. Nada más, tan solo era eso lo que quería de ella.

—No sé qué te puedo haber pasado, pero la Samantha que he visto hoy, no es la misma con la que he estado.

—No me ha pasado nada —mintió —, solo que me dejó en blanco verte aquí, perdón.

—Shh, no me pidas perdón Samantha —se separó de ella y la miró —. Vamos a hacer un buen equipo, ¿vale?

—Claro —por primera vez, desde lo que vio ese día, le sonrió de verdad.

Extendió su mano —Me presento, soy Dominic Evans y seré tu fotógrafo —ella lo miró divertida.

—Es un placer, Dominic Evans. Soy Samantha Brown y seré tu publicista —le estrechó la mano.

—El placer es todo mío —ella recordó la primera noche en la que se conocieron y soltó una carcajada, de esas que te botan el estrés. Dominic le besó los nudillos, sin quitarle los ojos de encima —. Tienes una sonrisa preciosa —ella negó con la cabeza.

—En el estudio te mostraré el tipo de vestuario que elegí para la modelo —lo mejor sería cambiar de tema.

—¿A qué hora llegará? —preguntó, sin soltarla.

—Ya debe estar esperándonos.

En ese momento, el elevador se detuvo y las puertas se abrieron. A regañadientes Dominic soltó los dedos de Samantha. Se fijó que el estudio era perfecto para el tipo de fotografías que él tenía que tomar, paredes blancas y grises, focos de todos los tamaños para realizar distintas configuraciones de luz. Había una rampa permanente como fondo sin fin y con dos softboxes sobre un trípode a cada lado. Tres sombrillas apoyadas en las orillas. Miró hacia una esquina y vio el snoots, sonrió. Estaba en el paraíso, como le encantaba su profesión, era algo que le apasionaba, que iba más allá de toda lógica para algunos que no comprendían lo que amaba la fotografía.

—Bien Dominic, haz tu maravilloso trabajo —Samantha se situó a su lado —. Deléitame con tus fotos —él la miró, se sonrió y movió su cabeza.

Si tan solo supiera que quería deleitarla, pero con otra cosa...

—Eso haré —dijo, pero con otras connotaciones.

Fue hasta el escritorio que había y dejó su bolso allí. Se desabotonó tan solo dos botones, justo para dejar ver parte de su torso, se arremangó las mangas hasta los codos. Así le acomodaba más para trabajar libremente, Samantha bajó un poco la cabeza al tiempo que alzaba una ceja, como le había gustado ver esa parte suya, la de un hombre concentrado, la de un hombre entregado a lo suyo. Suspiró inflando las mejillas, le había dado calor. Pestañeó con rapidez para intentar disimular que se lo estaba comiendo con los ojos, sin embargo, Dominic ya la había pillado y le encantó.

—Mira, yo me sentaré allí para terminar de ordenar las carpetas donde tengo las portadas, para tener todo listo e ir probando, ¿sí?

—Por supuesto —cuando giró sobre sus talones, Dominic le agarró el codo —Samantha... —fue deslizando la mano hasta que entrelazó sus dedos con los de ella —, estoy muy contento de trabajar contigo.

Samantha lo miró con los ojos oscuros —Yo también.

Dominic le sonrió, con el labio atrapado entre sus dientes. Santa mierda, esto iba a ser más difícil de lo que ella pensaba.

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