Capítulo 10


Viernes, 3:00 am.

El aroma a sexo, sudor, calor y perfumes mezclados, inundaba toda aquella habitación. El sonido de la cama gracias a los movimientos desenfrenados de quienes se fundían, repercutían en cada rincón de ese lugar de perversión. Sin embargo, quien embestía no se sentía satisfecho y quería mucho más, por ese motivo le dio un par de nalgadas, pensando así, que sonaría igual a la piel de la mujer que él deseaba.

Pero no, ni su aroma a deseo, ni la fragancia que desprendían sus poros, ni el tacto de su piel, ni mucho menos su cuerpo, le pertenecían a ella. Intentó concentrarse, penetrarla con ímpetu y casi con alevosía para poder proyectar que era con ella con quien estaba. Trataba de imaginarse que el cuerpo de esa mujer que, estaba debajo de él gimiendo como condenada, no era otro que el de... Samantha.

Una gota de sudor recorrió la frente de Dominic, mientras penetraba una y otra vez a su intercambio. No se asemejaba en lo absoluto a Samantha, y de igual manera quería convencerse que era ella. Muy mal, como esa morena deliciosa, no hay ninguna. Se dijo mientras entraba de lleno en el interior de la mujer. Enterró el rostro en la curvatura de su cuello, no... Sus fosas nasales desconocían ese aroma, desconocían a la mujer. Sin embargo, su cuerpo reaccionaba a sus caricias que en ese momento se trasladaban hasta sus nalgas. Tan solo se movía por inercia, porque la calentura que sentía en todo su ser le exigía la liberación. Estaba a punto de llegar al final de, según él, un suplicio.

La chica gimió y lo besó. No... Esos besos eran distintos, esa lengua tenía otra temperatura, no transmitían el calor y el fervor que la lengua de Samantha. Dios, la estaba comparando, pero le era imposible no hacerlo, Samantha se había sumergido en cada tramo de sus células. Había dejado la vara demasiado alta como para no compararla con esa mujer que, en ese instante, se estaba dejando ir al tiempo que gritaba su nombre. No... La forma en que decía: "Dominic", no era la misma forma en la que Samantha se lo susurraba al oído.

Estaba realmente jodido...

Enterró los dientes en el cuello de su intercambio para poder olvidar, aunque fuese por un instante, a esa molesta mujer que no quería salir de su cabeza. No obstante, malas noticias, tampoco tenía el sabor de ella. Mierda. Su cuerpo se entumeció por completo, sus brazos que sostenían su peso se estremecieron haciendo que perdiera un poco la fuerza.

Explotó dentro del preservativo y aquel clímax lo dejó mareado y todo por culpa de esa mujer que no veía hacía casi quince días. Estaba jodido, demasiado para su gusto. Todo el peso de su cuerpo cayó sobre su swinger e intentó recuperar la respiración, procuró calmar las ansias locas que tenía por salir corriendo en busca de Samantha. Como si supiera donde encontrarla, que absurdo. Quería verla, tocarla, besarla. Carajo, aún estaba sobre esa mujer y no podía dejar de vislumbrar a Samantha.

Era como si llevara su nombre grabado a fuego, sobre su piel... Y su mente.

Se puso de pie sin siquiera mirar a su intercambio y comenzó a vestirse. Nunca se había comportado tan mal educado con ninguna mujer, todo lo contrario. Era un caballero hasta el maldito tuétano, pero esa noche no le apetecía decir absolutamente nada. Toda la culpa se la adjudicaba a esa mujer que no había podido sacar de su maldita mente y no era correcto, lo sabía.

La regla de un swinger era: No involucrarse sentimentalmente con su intercambio...

Pero ya era tarde. Sin siquiera ser consciente ya estaba involucrado, estaba cazado, atado de manos, y probablemente, su corazón estaba más entregado que nunca en su maldita vida. Pero por más que pensaba en eso, más lo negaba. Sin embargo, estaba jodido.

Aquella noche, llamó a Carolina para que fuesen al club, llevaba varios días sin saber nada de Samantha y eso lo enervaba, ¿por qué no habrán ido?, ¿se habrían arrepentido?, ¿Acaso Samantha no quería compartir la habitación? Todas esas dudas comenzaron a rondar cuando tres días después de su encuentro con ella, fue al club y no la vio. Se acrecentaron cuando dos días después volvió a ir y no pasó nada y esa noche, se habían intensificado. Era una maldita interrogante en la que no podía dejar de pensar y eso, lo estaba volviendo loco.

Aquella velada no le apetecía hacer intercambio alguno, pero la insistencia de Carolina por acostarse con un hombre que le había parecido atractivo, lo hizo ceder, pero se dio cuenta de que había sido un craso error, porque se acostó con alguien a quien él no deseaba, con una mujer a la que comparó en todo momento con su bello tormento y eso jamás le había pasado.

Se maldijo por lo bajo y cuando estuvo totalmente vestido salió de la habitación sin siquiera decir un, "adiós", y estaba consciente de que una vez más no estaba siguiendo las reglas.

Un swinger, siempre debe mantener el respeto hacia su intercambio...

No lo hizo, no le dio la puta gana...

Al llegar a la barra pidió una cerveza, eso era muy poco habitual en él puesto que solo la bebía cuando estaba en su departamento. En ese lugar siempre tomaba whisky, pero estaba de tan mal humor que nada se le antojaba, más que volver a la soledad de su hogar y seguir pensando otra vez en... Ella. Maldita sea. Se pasó la mano por el cabello dejándolo levemente despeinado, pero, así y todo, era un hombre que transmitía una fuerte virilidad.

Miró el show de bondage que hacía una pareja de lesbianas. La chica amarró con unas cuerdas las piernas y brazos de su pareja, dejándola suspendida en el aire y con su intimidad al descubierto de todos los expectantes, al tiempo que introducía un vibrador en su interior. El gemido que soltó la mujer hizo que su pareja le diera una nalgada al tiempo que la acallaba con un beso profundo en los labios. Dominic puso el mentón sobre la palma de su mano, sin dejar de observar. Achicó los ojos al percatarse de que la chica amarrada echaba la cabeza hacia atrás con una sonrisa cautivante. La mujer lo estaba disfrutando y con demasía. Hizo una mueca, sin embargo, en sus ojos negros se pudo vislumbrar un brillo perverso que se vio reflejado en una sonrisa obscena.

¿Aguantaría Samantha ser amarrada de esa manera?, ¿se dejaría dominar de esa forma tan expuesta para él? Sacudió su cabeza, seguramente, y lo más probable es que recibiera un no rotundo. Se encogió de hombro a la vez que se giraba para dejar de mirar la tarima. Pero aquel pensamiento rondó su cabeza por varios y largos minutos.

Espero pacientemente a que Carolina hiciera acto de presencia para poder largarse de ese lugar. Tan sólo quería echarse sobre su cama y dormir hasta que Samantha se borrara de su mente, pero para su desgracia, sabía que eso no iba a pasar porque la bruja esa, ni de sus sueños salía. Sonrió haciendo que sus hoyuelos se marcaran, negó silenciosamente con su cabeza y prefirió congelar sus demonios internos con la cerveza.

—¿Ya estás aquí? —se volvió hacia la voz de su novia —. Pensé que tardarías más.

Ni siquiera había hecho una preliminar con su intercambio, en cuanto habían entrado a la habitación la había desnudad en silencio, y la había embestido sin decir ni una maldita palabra. ¿Cómo pretendía Carolina que su sesión de sexo durara más? Claro, porque él no era así. Era de los que se tomaba su tiempo, sus horas para seducir a su intercambio de turno, pero todo eso había cambiado absolutamente. Esa noche, se desconocía. En las anteriores, al ver que Samantha no aparecía, no había intercambiado. No se le antojaba, ni siquiera había tocado a Carolina. Se encogió de hombros sin dejar de beber.

—Estoy cansado, esta semana he tenido mucho trabajo —se excusó.

—Claro... —Dominic entornó los ojos. No le creía.

—¿Nos vamos? —preguntó al tiempo que se ponía de pie.

—Por supuesto. Mañana debo terminar lo que dejé pendiente —Dominic asintió.

Salieron del club en silencio, uno muy incómodo. Carolina no era siquiera consciente de que el mutismo en el que su novio se encontraba envuelto era atribuyente a Samantha. No comprendía la razón de tanto silencio. Si bien Dominic no era de hablar hasta por los codos, tampoco era una especie de mimo. La noche estaba nublada, casi a punto de echarse a llover, pero no tenía frío ya que la calefacción del auto de Dominic la reconfortaba. Sin embargo, su extraña discreción hacía que sintiera algo gélido en el ambiente y eso era motivo de un mal presagio.

—Hemos llegado — anunció a lo que Carolina dio un respingo. No se había percatado de que ya estaban afuera de su departamento.

—Buenas noches, amor —le dio un beso en los labios, y antes de bajarse le preguntó —. ¿No quieres subir conmigo? —Dominic le dedicó una mirada indescifrable y negó.

—Estoy cansado, solo quiero ir a dormir. Otro día —volvió su vista al frente.

—Como quieras —se bajó del auto enojada y cerró con un fuerte portazo.

A Dominic le dio lo mismo, apretó el acelerador y salió raudo del lugar. Se pasó la mano por el cuello, ¿cuándo aparecería? No tenía ni la menor idea, pero pensó que a lo mejor su desaparición tenía algo que ver con la publicación que él vio. Porque por supuesto que había visto la maldita foto donde se vislumbraba ella y su pelirrojo novio entrando a Dolce Capriccio y eso lo enervó, puesto que no tenía ni idea que Samantha fuese una reconocida publicista. ¿Qué más quería?, ¿si no habían hablado de sus vidas privadas? Solo se había preocupado de llevársela a la cama y saciar sus instintos carnales, pero ahora todo era distinto. Quería mucho más que un simple y exquisito revolcón con ella. Deseaba saber todo de esa mujer que lo tenía cautivado con su femineidad.

Se sonrió al recordar su rostro reflejado en el espejo al momento de llevarla al clímax. Sin ser consciente de su cuerpo, su miembro se endureció, Dominic lo acarició por sobre el pantalón mientras iba manejando. Con el pulgar bajó el cierre liberándolo de aquella prisión, pasó el dedo sobre su miembro firme y deseoso de ser envuelto por aquella piel candente, sin embargo, solo se tuvo que conformar con la palma de su mano. Apretó la quijada al tiempo que lo rodeaba y se autocomplacía. Demonios, estaba con una barra de hierro ardiente solo por el hecho de pensar, una vez más, en ella.

Se mordió el labio y comenzó aquel movimiento intenso. De arriba, abajo, lento y rápido. Entrecerró los ojos. Debía concentrarse en el camino, pero maldita sea que no podía. Aunque hacía un poco más de una hora había tenido sexo con otra mujer, todavía podía sentir las caricias ardientes de Samantha por todo su cuerpo. A pesar de llevar tanto tiempo sin sentirla, sin olerla, sin... Ella. La extrañaba, sí. Era como si se hubiese hecho un maldito adicto al tacto delicado del que ella le proveía con cada caricia que le hacía.

El movimiento de su mano siguió firme y continuo, pero cada vez lo intensificaba un poco más, haciendo que su miembro vibrara dentro de su palma. Estaba duro, como una maldita roca. A medida que iba avanzando por la carretera, se permitió el lujo de entrecerrar los ojos y recordar esos labios entreabiertos, ese cuerpo de infarto, esos movimientos que lo dejaban vuelto loco. Tragó saliva y siguió con aquel ritmo profundo de su mano. Soltó un gruñido cuando la escuchó gemir, cuando la escuchó decir su nombre con esa maldita boca de pecado. Untó su pulgar con la esencia transparente que emanaba de su miembro al tiempo que apretaba la mandíbula.

‹‹ Haz lo que quieras de mí. Te entrego mi cuerpo, eres dueño de él ››

—Mierda... —esas malditas palabras no habían podido salir de su cabeza. Día tras día. Noche tras noche las recordaba —. ¿Qué me has hecho bruja? —gruñó, y en ese mismo momento explotó en su mano. Con el pulso acelerado sintió ese conocido extracto derramado entre sus dedos —. Parezco un maldito puberto —resopló viéndose en la necesidad de aparcar en la orilla de la carretera para poder limpiarse. Tenía la maldita vista nublada —. Ay, Samantha. Cuando te vea, cuando te ponga las manos encima. Sabrás lo que es bueno... Preciosa... —puso el brazo sobre el volante, agachando la cabeza, y se sonrió sin dejar de mirar su miembro palpitante dentro de su mano.


***


Despertó exaltada, miró el reloj que reposaba sobre la mesita que estaba a un lado de la cama. 4:00 am. Demonios, su frente estaba perlada en sudor, ¿qué fue eso? Intentó tragar saliva, pero tenía la boca demasiado seca. Se pasó el dorso de la mano por el rostro y lo sintió caliente. Miró por la ventana, el cielo estaba gris y las primeras gotas se estaban haciendo presente. Se levantó de la cama, esa noche Doménico había hecho un viaje relámpago, por lo que se encontraba absolutamente sola en el Penthouse. Lo mejor sería ir a beber un poco de agua.

Descalza se dirigió hasta la cocina, se frotó los ojos al tiempo que soltaba un largo bostezo, ya no podría volver a dormir y no tenía ni idea si había tenido un sueño o no, pero en su cabeza apareció el rostro de Dominic. ¿Qué demonios tenía que ver él con su despertar tan agitado? Ella creía que nada. Hacían muchos días que no iban al club. Ambos habían estado demasiado sumergidos con sus proyectos como para poder ir a ese lugar, por ese motivo lo habían postergado. Sin embargo, ganas no le faltaban. Estaba expectante al día en el que se reencontrarían. Doménico también se lo había dicho en más de una oportunidad, y aunque ella había sido un poco más escueta en el asunto, en su interior, ya ansiaba volver a ver a Dominic.

Se bebió el agua de un solo tragó, soltando un suspiro cuando vio el vaso vacío. Giró su cuello en redondo mientras escuchaba como el agua chocaba contra el vidrio, creando un sonido delicioso para sus oídos. Adoraba los días así. Dirigió su mirada hacia la ciudad, fijándose que ya estaba envuelta en una intensa lluvia, se sonrió. Se pasó la mano por el cabello, perdiéndose así en sus recuerdos.

Ya no quedaba nada para que Doménico se fuera de viaje, un poco más de una semana y estaría lejos por un mes completo, claro, si todo salía bien. De lo contrario sería más tiempo. Viviendo bajo el mismo techo se habían visto poco, puesto que él se quedaba hasta tarde en la oficina. Ella por su parte, había logrado terminar las portadas y había recibido muchos halagos de Charles, por suerte a su fotógrafo le habían parecido bien. Hacía mucho tiempo no le que algo tan simple se le volvía tan engorroso. No obstante, se dibujó una sonrisa en sus labios haciendo que sus ojos brillaran con satisfacción. En un par de días más se reuniría con él, para comenzar con lo que sería la sesión de fotos.

Caminó de vuelta a su habitación y sin pensarlo dos veces se tiró de lleno en la cama, metió la cabeza dentro del edredón blanco, sintiendo el perfume de Doménico. Se recostó de lado y cerró los ojos cayendo en un profundo sueño del que, según ella, no podría caer.

Al despertar, se dio cuenta de que había un bolso de mano sobre los pies de la cama, se levantó con pereza. Su oído se agudizó, y sonriendo se percató de que el agua de la ducha estaba corriendo. Doménico había llegado. A pies descalzos se dirigió hasta el baño que tenía la puerta abierta, se apoyó en el marco y vio a través del vidrio templado, como su novio se bañaba mientras silbaba quien, sabe que. A hurtadillas se coló dentro sacándose lo poco y nada que tenía puesto, quedando completamente desnuda. En cuanto deslizó el shower door, contempló la amplia espalda de Doménico, miró hacia abajo y sin dudar un segundo, soltó una nalgada que hizo trastabillar al pelirrojo.

—¡Mierda! —gritó con los ojos cubiertos en shampoo. Puso la cara bajo el chorro caliente para sacarse el exceso —. Me asustaste —al mirarla, se dio cuenta de las intenciones de su novia. Ella se carcajeó.

—Te eché de menos —ladeó la cabeza coqueta.

—Ven acá... —la metió con él —. Yo también te extrañé —la beso con profundidad —. Estoy muerto —se quejó sobre su boca.

—Date vuelta —Doménico la miró con la ceja alzada —, te daré un masaje —el pelirrojo sonrió mostrando sus blancos dientes y asintió —. Cuéntame cómo te fue —sintió bajo las palmas de sus manos como se tensaba —. ¿Qué pasa?

—Sam... —susurró —, el viaje se adelantó —ella de inmediato detuvo el movimiento de sus manos.

—¿Qué? —un leve suspiró salió de la boca de Doménico.

—Debo estar en Nueva Jersey, en cuatro días.

—Pero... ¿Por qué? —se puso delante de él.

—El plazo estipulado para que el cliente presente un abogado, se lo han acortado —se mordió el labio —. Me llamó ayer durante la mañana, por eso tuve que hacer este viaje express. Lo siento Sam, pero los planes que teníamos de irnos unos días... —le tomó el rostro con ambas manos —, no podrá ser —se lamentó con culpabilidad.

Sí, habían planeado ir a la playa antes de que Doménico se tuviera que ira al maldito viaje ese, pero no sería posible. Una vez más, el trabajo podía sobre sus planificaciones. Samantha soltó un gruñido un tanto enfadado, pero también entendía que el trabajo de su novio era así. No le quedaba más remedio que aceptar que todos sus planes se habían cancelado abruptamente. Le pasó los dedos por la mejilla en un gesto de absoluta comprensión.

—Date vuelta.

—¿No estás molesta?

—Un poco —contestó sincera.

—Si te doy un beso, ¿se te quitará?

—Puede ser... —se sonrió.

Sin previo aviso la tomó entre sus brazos, empotrándola a la pared —Gracias.

—¿Por qué?

—Por ser como eres.

Dicho eso, la besó e hicieron el amor hasta que sus cuerpos quedaron lánguidos dentro de la ducha. Después de eso se fueron a tomar desayuno, y entre conversa tomaron la decisión de que esa noche, después de tantos días, irían al club. Era como una especie de despedida, puesto que, por obvias razones Samantha no volvería a ir. Al cabo de unas cuantas horas, vieron un par de películas y cuando dieron las siete de la tarde, comenzaron a alistarse.

Doménico se puso un pantalón gris de tela, con una camisa blanca arremangada hasta los codos. Su cabello, en esa oportunidad, iba peinado hacia atrás dejando ver los rasgos masculinos de su rostro. Samantha se vistió con una falda negra de talle alto, que le quedaba a unos cuantos centímetros por debajo de las rodillas y apegada a las curvas de sus caderas, acompañado de una blusa de encaje del mismo color. Se podía vislumbrar femeninamente su brasier. Su cabello lo amarró con una coleta alta y gracias a sus tacones se veía elegante y sofisticada, sin caer en lo ostentoso.

Doménico la observó con una sonrisa perversa —A ese tipo le dará un maldito infarto.

Samantha de inmediato se tensó —Lo mismo podría decir de Carolina —intentó disimular el revoloteo que tenía en sus entrañas.

—¿Estás nerviosa?

—Más o menos, ¿y tú? —se encogió de hombros.

—No lo sé —se rio —. ¿Nos vamos?

—Sí —infló sus mejillas botando todo el aire, para poder soltar toda la rigidez de sus músculos.

En cuanto entró al auto, su pie derecho comenzó con aquel repiqueteo ansioso-nervioso. Se miró en el espejo, tenía las mejillas encendidas. Carajo, su cuerpo experimentaba la conocida excitación a lo que se vendría esa noche. Compartir habitación. Ni en sus más locas fantasías pensó que ella viviría algo semejante, no obstante, estaba demasiado expectante como para no percibir como juntaba sin querer, sus piernas.

Al llegar, sintió el frío de la noche gracias a la humedad post lluvia que había en el ambiente. Doménico agarró su mano y se dirigieron hasta la entrada. Tomaron sus pulseras de la pecera, y se perdieron por aquel oscuro pasillo que los llevaba hasta sus intercambios, sin embargo, ¿estarían? No lo sabían, pero ya no había marcha atrás. En el caso de que Dominic y Carolina no se encontraran en el lugar, ¿estaría Samantha dispuesta a intercambiar con otro hombre? El solo hecho de pensar en eso, sintió escalofríos. No se le antojaba cambiar con nadie más que no fuese él.

Las luces del club dieron de lleno sobre su rostro, haciendo que sus ojos se vieran de distintas tonalidades. En cuanto puso un pie en la alfombra, sus oídos escucharon una melodía muy atrayente. A little death, The Neighbourhood. Sin poder controlar los impulsos de su cuerpo, su corazón latió desbocado sobre sus costillas y la boca se le había secado al percatarse de que Carolina, estaba en la barra mirándolos con una sonrisa en los labios al tiempo que hacía un silencioso brindis. Doménico soltó sus dedos, Samantha lo miró.

—Iré a saludar a Carolina —ella asintió —. ¿Vienes?

—En seguida —Doménico se dirigió hasta la pelirroja, que en ese momento se ponía de pie para recibirlo con un beso en los labios.

Las pupilas multicolores de Samantha buscaron a Dominic, pero no obtuvo resultado alguno. Cuando supo que no estaba allí, se dispuso a ir hasta la barra, pero al dar el primer paso unos brazos se lo impidieron. Cerró los ojos, ese aroma era inconfundible y solo se podía tratar de una persona. Se vio atrapada entre unos dedos que se incrustaron sobre sus caderas. El torso del pelinegro se pegó a su espalda. Acercó sus labios hasta el oído de ella y siguiendo la letra de la canción, le susurró con aquella voz masculina.

Tócame... —la piel de la chica se erizó —. Quiero que me toques allí... —se mordió el labio —. Hazme sentir que estoy respirando... —enterró el rostro en la curvatura de su cuello, aspirando esa maravillosa fragancia que tanto había extrañado —. Sentir que soy humano... —murmuró sobre su piel expuesta, logrando que Samantha soltara un jadeo. Subió las manos delineando cada parte de sus curvas e hizo que se girara para mirarlo a los ojos. Acercó su rostro, dejando sus labios a unos centímetros de los de ella. Se sonrió de medio lado, mostrando sus hoyuelos de infarto —. Un vistazo a las siluetas... —llevó por un par de segundos sus negros ojos hasta donde se encontraban Doménico y Carolina, y luego la observó —. Una noche que nunca olvidaremos... —y la besó.

Sus labios se fundieron en un encuentro devastador para ambos. Sus lenguas se acariciaron creando suaves y provocativos círculos. Dominic agarró la coleta de Samantha, obligándola a echar la cabeza hacia atrás. La observó por intensos segundos. Estaba preciosa, con aquellos ojos verdes resplandecientes y en busca de más. Se pasó la punta de la lengua por el labio superior al tiempo que juntaba su frente a la de ella.

—¿Estás lista para lo que se nos viene esta noche? —preguntó mientras la pegaba a su cuerpo. Se deleitó con el contacto de sus senos sobre su torso.

—Aún no —Dominic se sonrió.

—Pues, yo estoy más que listo para darte todo el placer que te mereces...

—Dominic...

—Así... —deslizó su mano hasta su espalda —. Así mismo gritarás mi nombre, Samantha.

Samantha cerró los ojos.

Aquella velada, sería inolvidable para ella... 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top