𝟮𝟭. ULTRAVIOLENCIA.

CAPITULO VEINTIUNO.
"Me golpeó y lo sentí como un beso,
 me trajo de vuelta,
me recordó cuando éramos niños".

Thalia Black no era una buena persona. Esto lo sabía desde que entendió cómo funcionaba su mundo, sabía que había nacido de gente mala, que hacía y creía cosas malas, pero eso no era la razón para considerarse una mala persona. Mientras bajaba las escaleras incoloras y sentía el frío en los huesos, el enorme aire que tenía que respirar, era tan doloroso, tan solitario y angustioso. Estaban las preocupaciones, las oraciones, el arrodillamiento de una madre pidiendo al cielo que su hija regresara con ella.

Esto era lo que sentía al respirar dentro del Hospital San Mungo para Enfermedades y Heridas Mágicas. Las rodillas dobladas pertenecían a Angela Graves, la madre de la joven bruja Betsy, que había permanecido en estado vegetativo durante seis meses. Durante este período, Thalia no había asistido ni una sola vez a las numerosas visitas que prometió realizar. Y en ese momento ella seguía parada en la puerta, con los ojos fijos en el cabello de la mujer que tenía delante, sin valor para mirarlos.

―Por favor, Thalia.―pidió Pandora entrelazando sus dedos con los de su prima.―Necesito hacer esto, por Regulus también.

En momentos como estos, la culpa se apoderaba del corazón de Thalia. Era malo, lo había hecho, no tenía remordimiento ni intención de corregirlo. Era frío e inquietante terminar con la vida de una joven sin dudarlo, en una noche fría y oscura, tal vez era porque Betsy era demasiado escandalosa como se habían quejado decenas y cientos de veces antes, tal vez porque hablaba demasiado, lo irritaba demasiado. Al final, a la altura de sus dieciséis años, todavía era lo suficientemente inocente como para no saber hasta dónde podía llegar la maldad de un hombre. Criada por un caballero, hermana de un caballero, en su vida nunca tuvo hombres tan malos como los que vivían alrededor de Thalia.

Y sin embargo, con su corazón podrido y atada por mil hilos, Thalia lo amaba. Amaba a su padre, quien amenazó con matarla pero fue el único después de Andrómeda que la abrazó y la sostuvo en su regazo, permitiéndole quedarse dormida en casa, en el hogar de fantasía que permanecía sólo mientras la niña fue agradable pero desapareció en sus fallidos momentos de debilidad infantil. También amaba a su primo, como un hermano en su corazón, un bebé para ella a pesar de que no tenían muchos años de diferencia, Black recordó los rizos oscuros en la parte superior de su cabeza cuando sus pasos eran curiosos detrás de ella buscando escuchar sobre sus días en Hogwarts. Recordó su enorme sonrisa cuando Thalia robaba artículos del periódico para Regulus, intentando hacerlo feliz, sin darse cuenta que lo estaba animando a honrar cada vez más al peor mago de todos los tiempos; Voldemort.

Se sentía tan mal como ellos, tal como Sirius dijo que estaba, no le gustaba ser así y había luchado contra sus propios sentimientos durante mucho tiempo, pero el hilo alrededor de su corazón había estado cosido durante mucho tiempo y no podía romperse, sin importar el tamaño de la decepción, el miedo o la ira, había estado herida durante mucho tiempo y aún así no podía deshacerse de ello.

―Está bien.―susurró la respuesta que ya esperaba Pandora, después de todo, había muy pocas cosas que Thalia no haría por Regulus Black.

Pandora abrió la puerta con cuidado y entró primero, un ramo de flores blanca, representantes de la curación que estaban sostenidas por un cristal hechizado, una piedra cianita azul, para la buena salud. La rubia le dedicó una suave sonrisa a Angela cuando se puso de pie, llamando a Rosier para que se acercara a saludarla sin, en ningún momento, soltar la mano de su hija inconsciente.

―¡Pan, cariño!―habló emocionada, aunque tenía grandes círculos oscuros alrededor de sus ojos oscuros, su mejilla parecía estar marcada con una larga franja rosa, esta que comenzaba en su ojo izquierdo y bajaba hasta su barbilla, como lágrimas que habían corrido tantas veces sobre el mismo lugar, lo que dejó una marca permanente.

Thalia tenía en sus manos una vela que dejó al lado de la cama, tenía aroma a limón porque en una de sus charlas con Betsy le dijo que amaba absolutamente todo lo que estuviera hecho, oliera o supiera a limón, y Black recordaba haberla visto comiendo cítricos como si fueran pan relleno. La chica metió las manos en los bolsillos de su abrigo largo color café que le cubría más piernas que otra de sus faldas clásicas, esta era de rayas blancas y negras.

Angela se giró hacia Thalia y luego le extendió la mano, Black aceptó el llamado, acercándose a la mujer y abrazándola, para la mujer podría parecer un abrazo común, pero para Thalia fue mucho más, la apretó con tanta fuerza que sus brazos delgados podían terminar doliendo, y cerró los ojos, entumecida por el remordimiento y la culpa por lo que su familia le había hecho a ella.

Pandora tenía otros planes de ir de visita, había intentado algo que vio hacer a su madre y también a su tía Druella, era un pequeño toque pero requería mucha concentración y magia. Rosier se prometió a sí misma que no lo haría a menos que fuera una emergencia, ya que era una terrible invasión de los secretos, sentimientos y deseos de quienes lo recibían. De fondo se podía escuchar a Thalia Black comenzar una larga explicación para cubrir su propia ausencia todos estos meses, se podía escuchar a Angela siendo la mujer comprensiva que era y calmando los espíritus de la siempre pensativa joven bruja. También se podían escuchar los pasos fuera de esa habitación, cada grito o celebración, cada vida salvada y cada alma perdida.

La rubia intentó concentrarse sólo en el sonido de las gotas, de la tranquila lluvia que caía afuera mientras acercaba sus labios rosados a la frente de la dormida Betsy Graves. Desesperada por saber más, por comprender que estaba pasando, Pandora Rosier abusó de la especial legitimidad de su familia, que estaba encubierta con falsos actos de afecto, como lo estaba haciendo ella en ese preciso momento.

Plenamente concentrada en el sonido de la lluvia, y en las ganas de saber más, Pandora vio sus planes funcionar, cuando sus pensamientos ya no está enfocados en las camas de hospital o en el terrible olor a infelicidad que las envuelve, ahora todo cambia y no hay más dolor. Hace apenas una tarde de verano, un día en Italia en una casa con un gran jardín, su mente está llena de recuerdos que no le pertenecen a ella, sino a la chica que ahora es incapaz de contarlos con sus propias palabras.

Bard, Italia――Junio de 1976.

Sus pies descalzos tocan el suelo, el pasto verde juega entre sus dedos, su cabello rojo cubre sus ojos pero los aleja rápidamente, levantó la cabeza y miró el cielo azul, no hay nubes presentes. Es una bendición para Betsy Graves, quien pasa sus días usando un bikini verde y pantalones cortos de mezclilla rotos, sonrió caminando hacia la orilla del lago, buscando a su alrededor los ojos de Black y encontrándola flotando después de otro largo baño, no fue ninguna sorpresa, Thalia pasaba casi todo su tiempo en el agua y dijo que si no lo hacía, literalmente podía terminar derritiéndose.

Betsy se sentó en el césped y cogió un sándwich de la cesta de picnic abandonada, lo mordió con más ganas de lo esperado, ni siquiera se había dado cuenta de que tenía tanta hambre. La chica terminó su merienda en unos pocos bocados antes de notar al chico recostado en el banco de madera, Regulus Black, el chico que Thalia tenía que cuidar durante las vacaciones, siempre estaba de mal humor y a la pelirroja le encantaba.

―¡Piensa rápido!―gritó asustando al chico que abrió los ojos, lamentablemente tardó mucho en sostener la rebanada de queso, esta cayó sobre su frente y Betsy se rió.―Eres un poco lento.

―Pues tú...―Regulus fue interrumpido por Thalia acercándose, antes de alejarse con las mejillas rojas y el ceño fruncido, le arrojó el queso devuelta, quien lo atrapó antes de que golpeara su vientre, ella parpadeó y él puso los ojos en blanco.―Convencida.

Claremont Square, Londres――Octubre de 1976.

Los recuerdos cambiaron rápidamente, Betsy ya no llevaba bikini ni pantalones cortos de mezclilla, llevaba un vestido largo de manga larga y sostenía una copa de champán sin alcohol luciendo muy aburrida mientras miraba al mismo chico de antes. En esta ocasión Regulus Black estaba vestido con ropa formal, con un abrigo largo que le llegaba hasta las rodillas, se encontraba tomándose fotografías con sus tres primos, era su cumpleaños y sus invitados dejaban claro lo mucho que lo adoraban.

Betsy esperó el momento justo cuando él subió las escaleras, y en actitud infantil corrió tras él, deteniéndose en lo alto cuando él se giró irritado por su presencia, la miró visiblemente enfermo, haciendo que la idea de molestarlo le pareciera mucho más divertida a la pelirroja.

―¿Qué quieres, Graves?―preguntó mirándola con esos ojos grises que siempre estaban llenos de juicio, a Regulus no le gustó cómo nunca tuvieron ninguna reacción por parte de la chica frente a él.

―Te deseo un feliz cumpleaños.―Graves se acercó y extendió su mano, dejando un brazo detrás de su espalda como tratando de mostrar respeto, aunque todos sabían que ella no tenía ninguno, por nada.

―Genial, ya lo hiciste.―dijo sin tomarle la mano, pero continuó de pie allí, como si tratara de asegurarse de que ella regresara al salón de fiestas y no deambulara por el último piso.

―¡Feliz cumpleaños, Regulus Black!―Betsy dijo estrechando sus manos, incluida la que él se negó a sostener, sus dedos se acercaron demasiado a su cara, lo que lo mareó un poco.

―¡Para!―Regulus dijo con impaciencia y agarró sus muñecas con firmeza, alejándolas de su rostro y mirándola con enojo, frustrado porque ninguno de sus intentos por asustar a la chica funcionaba, ella seguía regresando para perturbar su paz.

―Está bien.―Betsy habló, pero nunca se rendía tan fácilmente, y ahora que él la tenía de las muñecas, la chica se encontró lo suficientemente cerca para hacer lo que planeó desde que dio el primer paso en esa fiesta. Agradecía que su cabello rojo estuviera recogido en una coleta alta y ahora que no hay nada entre ellos, ella respiró profundamente, con una sonrisa en al comisura de sus labios mientras él todavía la miraba con una de sus miradas que creía eran aterradoras, pero eso sólo animaba a la chica a irritarlo aún más.

Betsy Graves cometió su primer error al actuar como la niña salvaje que siempre fue, se inclinó con la intención de irritarlo, de convertir a Regulus Black en un tomate, de hacerlo tener un ataque de ira, o de lo contrario congelarlo en su lugar. Ella acortó la distancia, sus labios cubiertos de un color rojo oscuro, la chica lo besó esperando un empujón, la risa que daría al verlo llorar de ira, y se encontró en problemas cuando nada de eso sucedió. Las manos de Regulus soltaron sus muñecas, solo para que una de ellas agarre su cintura mientras la otra toca las hebras naranjas, girándolas entre sus dedos.

Cuando Betsy se lo permitió, cuando se encontró disfrutando de la sensación, supo que había perdido la cabeza.

Castillo de Hogwarts, Escocia――Septiembre de 1977.

Eran finales de septiembre, el verano empezaba a dejarlos y Betsy vestía un camisón blanco y un abrigo de hombre que había tomado prestado y nunca devolvió, corrió de puntillas por los pasillos oscuros y luego dio pequeños saltitos cuando encontró a el chico parado en el mismo lugar esperándola, abrió los brazos y la abrazó cuando la chica saltó hacia él echándole los brazos al cuello, así que cruzaron a un escondite secreto, a una habitación que se les apareció a amos en un gran momento de necesidad, y que les había servido como una especie de hogar secreto.

En algún momento entre estas muchas horas que pasaban juntos, la pelirroja apoyaba su cabeza contra su hombro, sintiendo sus delgados brazos acercándola, no parecía importarle que ella no le haya devuelto el abrigo, en realidad está contento de que ella lo continué utilizando, una pieza que le pertenecía. La chica frotó ligeramente su nariz contra la piel de su cabello haciéndole cosquillas lo que lo hace reír, él tomó su rostro para evitar que continúe, pero terminó aprovechando la situación para dejarle un ligero beso en los labios que la hace derretir en sus brazos.

―Regulus.―Betsy dice después de largos minutos de escucharlo leer poesía, que a ella le encantaba, le gustaba el sonido tranquilo, las dulces palabras y todas las declaraciones de amor que él recitaba mirando directamente a sus ojos oscuros.

―¿Si?―preguntó, dejando el libro a un lado y apartando los mechones rojos de su rostro.―¿Qué pasa, mi amor?

Betsy dudó en continuar, sabía que momentos de paz como ese eran muy raros y temía terminar con lo que estaban teniendo en ese momento, mordiéndose la comisura de su labio inferior, la chica miró el rostro tan familiar antes de preguntar.

―La familia Wadsworth.―dijo finalmente Graves. Tan pronto como terminó de hablar, la chica sabía que sus temores eran ciertos, el cuerpo de Regulus se puso rígido y él miró hacia otro lado, haciendo que ella se aleje.―¿Fuiste tú?

La posibilidad cruzó por su mente muchas veces esa tarde, no podía contar cuántas veces comenzó a llorar al pensar que Regulus había causado tanto dolor a los Wadsworth. Pero cada vez que intentaba imaginar que Regulus podía hacer algo así, su mente no podía continuar, parecía imposible visualizar tanta frialdad por parte del chico que sabía que tenía tanto amor en él.

―No.―respondió con sinceridad y Betsy pudo sentirse aliviada, pero sabía que había algo más allí, así que esperó a que continuara.―Pero tendré que hacerlo, en algún momento.

Era un tema prohibido, ya había causado grandes discusiones entre ellos y por eso ambos se mantenían alejados de esa idea cuando estaban juntos, aunque todavía estaba ahí, en el fondo de sus mentes, carcomiéndolos, ambos prefirieron concentrarse sobre lo que tenían en ese momento. Sin embargo, sabían que llegaría un momento en el que ya no podrían darles vueltas a todo eso, tendrían que enfrentar las decisiones de Regulus y los miedos de Betsy.

―No actúes como si fuera un deber.―dijo Betsy levantándose. La idea de que él matara a personas inocentes sólo por cómo llegaron al mundo la hacía sentir enferma.―Tienes una opción, todos la tienen.

―Yo no. No gente como yo. que viene de mi familia.―Regulus la siguió, tratando de alcanzarla cuando ella agitó su mano como si estuviera alejando sus palabras.

―¿Qué hay de Sirius?―preguntó Betsy, sabía que allí se cruzaban muchos límites y su cuerpo era demasiado frágil para una discusión, pero se cruzó de brazos.―¿Y Andrómeda?

―¡No digas sus nombres!―Regulus prácticamente gritó, haciéndola estremecerse. Cuando se dio cuenta, la culpa cayó sobre él y el chico dio un paso más cerca tomándola de las manos, hablando ahora en un tono mucho más bajo.―No es lo mismo, Betsy, no soy como ellos.

―Lo sé.―dijo la pelirroja colocando su mano en su fría mejilla, sus ojos marrones llenos de lágrimas reflejaban su infinita tristeza.―Pero me gustaría que lo fueras.

Baño de mujeres, Hogwarts, Escocia――Octubre 20 de 1977.

El cuerpo de Betsy Graves deambulaba por el castillo, con su mente alejada en esa noche, cuando caminaba por los pasillo anhelaba tener a Regulus Black a su lado, sentir sus brazos alrededor de ella, olerlo y escuchar su voz pacífica cerca de ella. Ahora, se dirigía al baño, porque no tenía otro lugar a donde ir, no tenía un Regulus al cual correr, tal vez nunca lo tuvo.

Rascándose sus ojos redondos y enrojecidos por el llanto, la chica se quedó mirando su propio reflejo en el espejo, su cabello rojo desordenado, las marcas oscuras debajo de sus ojos, su cuerpo más delgado y débil de lo normal, a Betsy ya no le importaba su apariencia. Desde hacía días lo único que sentía eran dolores de cabeza, debido al llanto y al estrés. Ya no existía la energía natural de Betsy, terminó alejando a sus amigos y ahora se mantuvo en su propia burbuja segura.

Quizás no sea lo suficientemente segura.

El reflejo en el espejo cambió, ya no es solo una Betsy destruida lo que está viendo, sino también a alguien más alto, con rizos rozando ligeramente sus hombros y ojos acerados clavándose en su corazón. Por un momento, se puede ver el rostro de la chica iluminarse de esperanza, pensando que él estaba allí en medio de la noche para escapar, dejar todo atrás y correr con ella lo más rápido posible y no regresar nunca más.

―Reggie.―Graves sonrió mirándolo a los ojos, pero luego notó las lágrimas en él, su gran sonrisa desapareció.―¿Reggie?

Es entonces cuando apareció alguien más, de las sombras oscuras detrás de Regulus emergieron dos figuras, más altas y más fuertes, Betsy los reconoció, Bartemius Crouch Jr. y Evan Rosier, ninguno de los se movió, sin embargo solo su presencia allí es suficiente para hacer que Betsy se siente amenazada e impotente. Ella sostuvo su varita, la apretó en sus dedos y los escuchó a ambos reír.

―¿Regulus?―Betsy volvió sus ojos asustados hacia él, esperando que diga algo, que la envuelva en sus brazos y aleje a los otros dos, pero él no lo hizo.

―¡Expelliarmus!―pronunció lo suficientemente alto y la varita de la chica salió disparada fuera de su alcance.

―Muy bien, Regulus.―elogió Evan.

Betsy dio un paso atrás, su cuerpo golpeó contra el fregadero, sus dedos temblaban y su corazón se aceleró. Ella negó con la cabeza mirando al chico, así no era como tenía que ser. Él la amaba, dijo que la amaba, lo prometió.

―Hazlo.―Bartemius se acercó a él, susurrándole algo.―Ve a darle una lección a su hermano, ese traidor de la sangre.

Los ojos de Betsy se abrieron y el pánico crecía más y más a cada segundo. Lo mejor que se le ocurrió fue correr, intentando llegar a la puerta, y lo habría conseguido, pisando el frío suelo, estirando sus cortos dedos intentando alcanzar el picaporte, sólo para ser derribada cuando Bartemius la empujó hacia atrás, haciendo que su cabeza golpee el suelo.

―¡Para, ya es suficiente!―la voz de Regulus se hizo más fuerte mientras empujaba a Crouch por los hombros.―¡Ya dije que lo voy a hacer!

Bartemius vaciló, pareciendo dudar del coraje del chico, pero Evan lo empujó hacia atrás, obligándolo a ceder, Betsy sintió el calor mientras la sangre corría por su rostro, el corte en su frente que dejaría una cicatriz si sobrevivía, lo cual estaba tratando desesperadamente de hacer mientras se arrastraba boca abajo por el suelo tratando de llegar a la puerta. Nuevamente, fue detenida, esta vez las manos que la sostienen son suaves mientras la levantan del suelo. Regulus se arrodilló, abrazándola cerca mientras sacaba su anillo de plata del bolsillo, quitó la piedra esmeralda de la joyería y la miró a los ojos.

―Lo siento.―dijo acercando el accesorio a sus labios, Betsy miró confundida y preocupada, pero entendió cuando sintió que algo se derramaba en su boca, el sabor era amargo, la sensación de que su cuerpo estaba en llamas la hacía luchar.―Lo siento de verdad.―Regulus lloró sosteniendo su cuerpo fuertemente cerca de su pecho, bajo la cabeza y acercó sus labios a su oreja.―Arreglaré esto, lo prometo, por favor no te vayas.

Pandora se alejó de la chica con tanta fuerza que terminó perdiendo el equilibrio y cayendo al frío piso, Thalia y Angela se acercaron a ayudar a la chica a levantarse nuevamente, tratando de entender qué la tenía tan molesta, para ellas solo fue un beso inocente en Betsy, para la rubia fue como revivir todos los pasos más peligrosos de la chica, sin poder advertirle adónde le llevarían sus decisiones.

Los ojos de Rosier se volvieron hacia la pelirroja que dormía en la cama, Betsy Graves ya no lucía como la chica salvaje e imparable que era, ya no existía esa sonrisa que dejaba al descubierto todos sus dientes, su cabello rojo ahora estaba corto y débil gracias al veneno y su piel iba adquiriendo el peligroso color de la muerte, rayando entre el azul y violeta y la palidez infinita.

Betsy Graves era una chica como cualquier otra, soñadora, esperanzada y feliz. También era infantil e incluso inocente en sus bromas como podría serlo cualquier otra chica, pero para ella, esto la llevó a su muerte.

+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)

━━━━━━━━━━━

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top