𝟮𝟬. LOCO LOBO DEL ÁRBOL.


CAPÍTULO VEINTE.
"Los amigos en los que confío
 no aparecen, ellos fluyen
 como un río, pero tú no"
.

Sentada sobre las raíces antiguas, Thalia observaba el fluir del viento, como el aire húmedo hacía gotear las hojas, no era seguro permanecer en las cercanías del Sauce Boxeador después de noches de lluvia ya que había un riesgo de terminar resfriada. Sin previo aviso, giró tan rápido que era posible pasarlo por alto si el mago o bruja que lo observaba terminaba parpadeando lentamente.

Eso es lo que Thalia vio suceder a los estudiantes de primer año que aún no conocían los secretos del castillo y sus alrededores, pero estaba bien, todavía tenían mucho tiempo. Black, a diferencia de ellos, estaba siguiendo el veintidós de marzo, mientras caminaba manteniendo un pequeño paraguas en un bolso oscuro, pensaba en lo que haría en dos meses cuando dejaría Hogwarts, esta vez para siempre.

Las nubes grises en el cielo hacían juego con el estado de ánimo de Thalia, ella era consciente de que su sueño de viajar después había muerto desde hacía mucho tiempo, desde el inicio de la guerra, Thalia ya lo había aceptado. Lo que la molestaba era algo más grande, un matrimonio que no quería, un hombre al que no amaba, de nuevo, Thalia necesitaba resolverlo sola.

Golpeando con sus delgados nudillos contra la puerta de madera, la chica de la ajustada falda roja se admiró en su reflejo, la tela negra de su blusa de cuello alto y manga larga, su cabello recién cortado nuevamente que ahora estaba perfectamente alineado por las manos de un profesional y no las de la propia Thalia, todo estaba en su lugar, excepto una cosa.

La puerta amarillenta se abrió, la falta de aceite en el marco de la puerta provocaba un chirrido irritante cada vez que se abría, en el interior aún persistía el olor a humedad y el mismo elfo gruñón y de aspecto sucio la miraba fijamente con los brazos cruzados y una ceja levantada, casi podría parecer confundido si no tuviera alguna expresión que no fuera la insatisfacción.

―¿Qué haces aquí? Tú tiempo es en la noche.―le recordó la criatura, como siempre, muy gruñona.

―Yo también soy cliente, ¿no te acuerdas?―respondió Thalia enderezando su postura, mirando profundamente a sus ojos oscuros. Aunque fuera la peor de ellos, aunque algún día ya no sea uno de ellos, por ahora, Thalia Black seguía llevando el apellido y llevaría por siempre esa sangre, que casi siempre es una maldición, a veces podía ayudarla a mantener el respeto.

El elfo miró por encima del hombro, la taberna oscura con las ventanas cerradas durante el día, el miedo a las autoridades que caminan por el pueblo siempre los ha mantenido alerta, por lo que el único sentado dentro también es un forajido: Graham Farrel, el hombre que encontró la dirección de su hermana, el mago con quien tenía una deuda que estaba lejos de poder saldar con al pobreza que ganaba en ese lugar.

Finalmente, dejándola entrar, el elfo se alejó detrás del mostrador y Thalia caminó sosteniendo su bolso cerca de su cuerpo, sospechosa mientras el hombre del sombrero oscuro, no puntiagudo, no llamativo. Los mechones de cabello castaño cayendo sobre su hermoso rostro, rostro donde se localizaba una enorme cicatriz, una pelea con el último gigante de la especie al que mató. Thalia sabía que era arriesgado desde el principio, pero lo hizo de todos modos y lo volvería a hacer por Andrómeda. Por los dioses, no se le ocurría nada que no haría por la hermana que la crió.

Graham Farrell levantó la barbilla realmente llamativa, sus ojos bronce estaban fríos mientras analizaba a la chica, giró su vaso de whisky contra sus labios, el líquido desapareció de un solo trago, el mago ni siquiera pareció sentir el efecto pero la chica se estremeció mientras ocupaba su lugar frente a él.

―Será mejor que tengas una buena razón para arrastrarme a este agujero otra vez.―el hombre mayor la miró fijamente, la joven Black sintió que sus ojos perforaban su piel, recorrían sus huesos y encontraban sus mayores miedos, sus defectos y pecados, ella se encogió y él resopló.―Solo di lo que quieres, Black.

―¿Qué quieres decir?―preguntó Thalia ahora notando la extrañeza de la pregunta, se inclinó hacia adelante con las muñecas sobre la mesa, sus finas cejas fruncidas en confusión.―Es tu día de paga.

Farrel se movió en su silla, su chaqueta de cuero se estiró haciendo el ruido molesto de siempre, sacó un paquete de cigarrillos de su bolsillo y se le ofreció a la chica quién rápidamente negó con la cabeza, el hombre la analizó nuevamente y Black se preguntó si entendió las fechas mezcladas, llegó demasiado temprano y había molestado al mago ocupado demasiado pronto.

―Mira, podría aceptar tu dinero ahora mismo, peor no lo haré porque me agradas, Black.―él sonrió siniestramente, pero de alguna manera la chica no se sintió amenazada.―Eres una rebelde, estoy seguro de que lograrás grandes cosas en el futuro.

Parpadeando con clara perplejidad, la chica abrió los labios cubiertos de lápiz labial escarlata, los volvió a cerrar sin saber exactamente qué decir. ¿Agradecer? ¿Negar su rebelión? ¿Llamarlo loco? ¿Correr? Ninguna de estas opciones pareció ser suficiente para expresar sus pensamientos, su mente parecía haber hecho un cortocircuito y nada parecía responder sus órdenes. Graham Farrel pareció darse cuenta mientras sonreía revelando el hoyuelo en su mejilla izquierda, que en realidad era más como un enorme agujero en su piel, como todo lo demás en él: era extraño, pero no amenazante para la chica.

―Tu deuda ha sido pagada.―respondió preguntas que aún no habían llegado a Black.

―¿Qué?―las cejas se elevaron en su frente, la cabeza se inclinó ligeramente hacia un lado en señal de deuda.―Imposible, aún faltan seis meses.

―Bueno ya no hay más, alguien me contactó a principios de este año.―el hombre respondió levantando la mano, agarrando por la camisa a uno de los empleados que llevaba la botella de whisky. Farrel la toma de las manos del chico y la acercó a su cara, bebiendo directamente de la fuente. Al notar la lentitud del cerebro de la chica, el mago puso los ojos en blanco, pareciendo rendirse a decir un nombre.―Un chico molesto apareció en mi taberna durante tres noches hasta que le dije quién era yo, aunque ya sospechaba, me dio dinero y se fue. Potter, es extraño lo diferente que es de su padre, lo conocí, muy tímido...

En cualquier otra situación Thalia Black se habría quedado a escuchar cada segundo de los discursos de Farrel, lamentablemente ese nombre era como fuego en sus venas, no la dejaba quedarse quieta. En un movimiento demasiado rápido para los ojos, la chica comenzó a cruzsar la puerta sintiéndose libre de ese lugar, de esa suciedad y malestar. No necesitaría volver jamás, olvidarían su rostro aunque ella siempre recordaría cada línea, cada viejo o joven que la tocaba inconvenientemente durante sus ocupadas mañanas, pero eso ya no importaba, lo estaba dejando aquí detrás.

Gracias a James Potter.

El camino a casa no pareció largo esta vez, la joven Black disfrutaba de sus propios pasos, de los trabajadores detrás de sus ventanas, sonreía al canto de los pájaros que la seguían, era un buen día, una buena tarde. Cuando llegó al castillo pensó en su deuda, le pagaría a James, pero sabia que él esperaría, podría encontrar un trabajo que realmente le gustara y luego podría enviarle un cheque con todos esos ceros, funcionaría si no fuera por todo lo que ella podía hacer era estar agradecida.

Thalia lo buscó, sin respuesta, luego regresó al dormitorio escondiéndose allí para no ser encontrada por Bartemius, se movió debajo de la cama mientras llenaba los formularios semanales con los informes de otros monitores, los largos expedientes detallados de todo lo que sucedió, no todos tenían una letra tan hermosa como la de Lily Evans y con Regulus Black desaparecido debido a un resfriado, el reemplazo le dio a Black el peor garabato jamás visto por ojos verdes, haciéndola entrecerrar los párpados y respirar profundamente antes de intentar por cuarta vez comprender los hechos registrados.

Al anochecer, Thalia se dirigió a la sala de profesores, dejando en el cajón el expediente de la semana cuidadosamente organizado por fecha, al igual que todos los demás anteriores Bajó las escaleras acercándose al gran salón y entró al lugar para cenar, caminando hacia la mesa de Slytherin y sentándose entre Dorcas y Evan, la chica le sonrió, Rosier asintió levemente antes de regresar a hablar con sus compañeros de casa.

Thalia se estiró en el banco, mirando por encima de los muchos hombros, buscando entre las túnicas oscuras y corbatas de colores, través de una larga mesa sus ojos recorrieron, uno a uno, en busca de alguien que no estaba allí. Ninguno de los cuatro, se dio cuenta, mordiéndose los labios rosados y luego desanimándose al mirar su propio plato, la chica a su lado sacudió la cabeza, riendo sola al darse cuenta, haciendo que Black frunciera el ceño y volviera a mirar el plato vacío que pronto se llenaría de comida.

Bartemius Crouch Jr. apareció con una sonrisa con dientes y cabello puntiagudo, sus ojos azules más amenazantes que nunca. La chica trató de no vomitar mientras él besaba sus labios y se sentaba a su lado manteniendo su mano en su muslo mientras se llevaba a cabo la cena, él parecía tener algo en la punta de su lengua y ella sabía que le encantaría presumir tan pronto como su futura esposa le diera la oportunidad.

―¿Qué pasó?―preguntó Thalia con falsa curiosidad, hacia mucho tiempo que no le importaban los acontecimientos en la vida de Barty, de hecho no estaba segura de si hubo un momento en el que sí.

―Trajeron aurores al castillo.―la persona que respondió fue Severus Snape, quien parecía igualmente satisfecho, lo suficiente como para hacer algo que casi nunca hacía: hablar con Thalia.―Se quedarán aquí todo el tiempo, harán rondas.

―Sí, por lo que pasó con Betsy.―Thalia dijo, pensando en lo obvio, no estaba ciega, podía ver a lo largo del camino los ojos sospechosos de cada estudiante, sangre pura, mestizo o nacido de muggle, no importaba, parecían analizar a todos.

―Pero hay más.―dijo Bartemius, terminando su jugo de calabaza y mirando a Thalia con una sonrisa de satisfacción, casi orgullosa, como si causar miedo fuera algo de lo que estuviera ferozmente orgulloso.―Afuero está lleno de Dementores alrededor del castillo, asustaron a Dumbledore hasta la muerte.

―Y ahora nadie podrá salir de noche sin ser visto, ningún secreto perdurará.―agregó Snape, Barty no parecía entender, y Thalia tampoco. No fue una provocación para ella, él parecía feliz cuando dijo eso y ni siquiera miró en su dirección.

Bartemius seguía susurrando sobre la satisfacción de hacer temblar a los jóvenes estudiantes, parecía querer hablar de esto para siempre y estaba cansando a todos, excepto a Thalia que estaba distante en sus pensamientos mientras acariciaba su cabello, imaginaba otros mechones, más oscuros y desordenados. Recordó la sensación cuando apoyó la cabeza en su hombro, cómo sus brazos eran lo suficientemente grandes como para cubrir su espalda y como la acercó con facilidad, extrañando al chico que no había visto en todo un día, incluso sacudiendo su cabeza un par de veces, no saldría de su mente, perturbando todos sus pensamientos y deseos.

Al terminar la cena, Evan finalmente se unió a Bartemius haciéndolo olvidarse de de Black, la chica se despidió dejándolo ir mientras se unía a los monitores dándoles las coordenadas, advirtiéndoles sobre los aurores y aconsejándoles que actuaran normalmente y fingiesen que no estaban siendo acompañados. No era el día de su ronda y por eso la chica comenzó a caminar sola dirigiéndose hacia la sala común de Slytherin, mordiéndose las uñas distraídamente la chica cayó contra algo rígido, levantó la cabeza dispuesta a mirar con el ceño fruncido a quienquiera que fuera. Para su sorpresa, no había nadie allí.

La chica entrecerró los ojos, podría jurar que sintió que alguien la golpeaba, miró al suelo viendo la punta de un zapato y estaba lista para decir un nombre cuando escuchó pasos, al darse vuelta se encontró con un mago mayor y con largas y oscuras túnicas, la expresión de su rostro no era muy amigable cuando la interrogó.―¿Pasa algo, señorita?

―No.―Thalia respondió sin dudarlo.―Tropecé con los cordones de mis zapatos.

La chica se inclinó y fingió atar las cuerdas, aunque no había ninguna en sus botas de cuero oscuro y brillante. Las puntas de sus dedos fríos buscaban la tela invisible y la alcanzaban, tirando de ella con cuidado y cubriendo el zapato que se escapaba de la capa de invisibilidad, luego se levantó y se giró hacia el auror, sonriéndole y deseándole buenas noches antes de caminar lejos.

Mirando al cielo oscuro mientras caminaba, algo la molestaba, la curiosidad la hizo detenerse en el pasillo y escapar con cierta dificultad hacia el jardín, observando el pasto aplastado y continuó su camino siguiendo al merodeador que está debajo de ella, la luz de la llena está sobre su piel pálida, dejando al descubierto algunas de las pecas que luchaba incasablemente por ocultar. Deteniéndose detrás de un gran árbol, notó cuando un pequeño ratón salió de debajo de la capa, casi haciéndola gritar, pero esto se quedó atrás cuando segundos después un perro de pelaje oscuro hace lo mismo, y finalmente la tela oscura se cae dejando al descubierto un ciervo.

―¿Qué?―Thalia balbuceó sin ningún sonido al ver a las criaturas siguiendo al ratón, ella hizo lo mismo de puntillas, siguiendo de tronco en tronco, permaneciendo escondida entre los árboles. Notó cuando el ratón se dirigió hacia el Sauce Boxeador y sus ojos se abren al ver cómo la criatura hace que el árbol deje de luchar, entre las raíces el perro pasa a una velocidad desesperada como si llegara terriblemente tarde a una cita, por lo que es seguido por el ratón marrón. Thalia dio un paso adelante y terminó pisando una de las ramas del árbol, la luz de la luna reveló su escondite e identidad.

El ciervo se detuvo sobre sus cascos, su cabeza se volvió rápidamente hacia ella, ella ve las astas incluso ante sus ojos, él la ve y dudó. Él dudó porque sabía que ella reconocería los ojos oscuros, sin importar la forma que tomara, aún así lo reconocería y sabría quién era entre todos los demás. Y Thalia lo sabía, no le importaba quién era el ratón y quién era el perro, aunque tenía ciertas teorías al respecto, ese era James Potter parado a unos pasos de ella, con pelaje, cuernos, pezuñas y cuatro patas. Fue extraño y le dieron ganas de reír.

La sonrisa divertida desapareció rápidamente cuando a lo lejos un aullido se apoderó del terreno, parecía más bien un llanto, pero Thalia había pasado todo el último semestre leyendo sobre criaturas como las que hacen ese sonido, ahora ahí afuera en una noche de luna llena ella lo pudo diferenciar como nadie. Con los ojos muy abiertos notó cómo el venado, parecía angustiado al escucharlo, como si el aullido fuera un llamado al que necesitaba responder, alguien a quien necesitaba alcanzar, pero la presencia de Thalia lo estaba deteniendo.

No muy lejos, el resplandor que provocaba la luna despejada que la cubría, hacia visible el espacio en el que Thalia era visible para los aurores de aguda vista, podían ver su torso, pero no al animal frente a ella y la chica lo supo, incluso antes de que las preguntas se formaran en su mente, su cerebro previamente inactivo ahora estaba trabajando como nunca antes para darle respuestas. Mirando por encima del hombro vio a dos magos juntándose, pareciendo decidir si debían seguir el camino para asegurarse de sus amenazas, volvió a mirar al ciervo, admirando como permanecía allí a pesar de los insistentes y sufrientes aullidos continuos.

Y ahora nadie podrá salir de noche sin ser visto, ningún secreto perdurará. Las palabras de Severus Snape parecieron encenderse en su cerebro como pequeños fuegos artificiales, solo había una cosa que podía emocionarlo tanto como parecía en esa cena, y solo podía ser la caída de los Merodeadores, o lo que él pensaba que era el final de ellos. Thalia sabía que esto era más grande de lo que ella podía imaginar, así como sabía que James necesitaba irse ahora, necesitaba correr hacia el loco lobo del árbol.

―Ve.―dijo Thalia asintiendo insistentemente.―Ve, James, corre.

El ciervo se volvió hacia ella, todavía inseguro mientras analizaba a la chica, cuando ella sonrió, sacudió la cabeza y lo ahuyentó con la mano, él pareció tomar una decisión, ella podía encargarse de esto sola. Girando con pasos rápidos desapareció entre las raíces, el sauce se balanceó nuevamente como si estuviera esperando una señal. Thalia se giró al ver a los magos caminar apresuradamente hacia ella, corrió de regreso al castillo haciéndolos seguirla, para que se mantuvieran alejados del sauce, lo suficientemente lejos como para confundir los aullidos con los llantos de la casa embrujada.

Thalia Black no era buena corredora, solía serlo cuando hacía deporte con sus primos e incluso cuando calentaba para un partido de Quidditch, pero hacía mucho tiempo que no corría tan rápido y con tanta desesperación; pasó por los jardines, atravesó el espacio libre entre los magos e intentó correr por el castillo hacia las mazmorras sin ser reconocida, lamentablemente unas grandes manos la retuvieron, deteniéndola, levantó los ojos verdes con desesperación pero a quien vio fue a la mediburja Pomfrey quién la miró fijamente por unos segundos y luego miró a la luna, los aurores la alcanzaron y Thalia respiró hondo pensando que excusas podría poner.

―Ah señores, veo que ya conocieron a mi asistente, la señorita Thalia Black.―Pomfrey miró a los dos magos, colocando su mano sobre el hombro de la menor.―Ella estaba afuera para traerme algunas hierbas bogari, parece que ustedes, caballeros, la asustaron mucho.

―Lo siento, señora.―uno de ellos dijo rápidamente, era el más joven y parecía asustado ante la idea de molestar a la vieja bruja.―Ella corrió y pensamos... bueno, no importa, que tenga buena noche.

El otro, sin embargo, miró fijamente a Thalia como si pudiera ver a través de sus mentiras, la chica se encogió ligeramente contra la medibruja y rápidamente desvió la mirada. El joven jaló al sospechoso auror por los hombros, alejándolo de allí. Black finalmente dejó escapar el aliento que no sabía que estaba conteniendo y luego miró a la medibruja.

―Muchas gracias.―ella jadeó con una sonrisa genuinamente agradecida.

―No me agradezca, señorita Black.―la mujer sonrió por primera vez, era casi extraño para Black que estaba acostumbrada a una expresión seria y rígida.―Ahora vuelve a la cama, ya.

Thalia asintió, corriendo de regreso al dormitorio, recogió las piezas de su pijama y fue al baño, su ducha fue larga y cuando se acostó en su cálida y cómoda cama, sus ojos cerrados la llevaron a agonizantes pesadillas, aullidos y llantos, dementores, marcas oscuras en el cielo y un bebé solo.

Siempre solo.

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