𝟭𝟴. RÓMPETE UNA PIERNA.

CAPÍTULO DIECIOCHO

'él con su canto triste te acompañará
y hasta que pueda abrazarte
acuérdate de mí'

Había una larga lista de cosas que a los jóvenes de la familia Black se les impedía hacer, pero beber no era una de ellas. Obviamente estaba controlado y no podía ponerse de los nervios lo suficiente como para avergonzar a su familia. Thalia Black estaba acostumbrada a tres o cuatro copas de vino, pero al parecer su tolerancia era diferente a dos botellas de champagne.

Cuando abrió los ojos a la mañana siguiente, la chica aún podía escuchar el zumbido afuera de la casa, era probable que la fiesta continuara todo el día, así funcionaban las fiestas de año nuevo para aquellas personas, una noche y un día de prebendas, bebidas, comida, puros y muchos discursos crueles. Pero eso no era lo que le importaba a Thalia, ya que la noche anterior la golpeó como una patada y se preguntó si había pasado por un delirio, si Potter nunca había visto sus cicatrices, si nunca le había contado el motivo de sus existencias.

Tbalia se puso de pie, con el cuerpo dolorido por la torpe forma en que dormía, el elástico del vestido le causaba marcas en su pálida piel y el rímel se extendía debajo de sus ojos, el delineador de ojos ya no estaba definido, había desaparecido por completo. Mirando hacia abajo, Thalia casi se cayó sobre el colchón de nuevo, dormido en su alfombra blanca de felpa cubierto por una fina manta que encontró a los pies de la cama, estaba James Potter.

Esquivando con cuidado al chico, Black entró de puntillas al baño, sin tener que preocuparse por los fragmentos de vidrio que estaban guardados y colocados en una bolsa de papel en la esquina de la habitación. la chica entró presa del pánico al baño, cerró la puerta y se detuvo frente al lavado del baño, respiró hondo y se lavó la cara, quitándose con cuidado los restos de maquillaje de la noche anterior.

Cuando terminó, se miró nuevamente, sin maquillaje, las decenas de manchas que componían sus pecas eran claramente visibles, al igual que los grandes círculos oscuros debajo de sus ojos, reflejo de noches sin dormir anteriores. La chica sacudió la cabeza tratando de deshacerse de cualquier pensamiento negativo, ocupándose de cepillarse los dientes mientras pensaba en qué haría con el chico que dormía afuera.

Unos minutos más tarde, Thalia salió del baño y encontró a James ya de pie, con el cabello aún más desordenado mientras doblaba con cuidado la manta en la que durmió y luego se giraba hacia ella sin notar su presencia al principio.

Pero entonces James se detuvo, sus ojos marrones se posaron en ella, allí estaban las respuestas a las preguntas de James, a todas las noches que había estado preguntándose cómo sería verla despertar, cómo se veía sin toda la preparación. Y por Merlín, qué hermosa era Thalia, las pecas, los labios rosados, los mechones aplastados de anoche formando pequeñas ondas en su cabellos siempre tan lacio.

―¿Por qué dormiste en la alfombra?―preguntó Thalia. Sabía que no era la pregunta correcta. Esa sería "¿Qué haces aquí?", pero Thalia parecía mucho más molesta por el hecho de que haya dormido en el suelo.

―Ah, te quedaste dormida justo después...―James frunció los labios, sin saber exactamente cómo decir eso, pero sabía que Thalia entendió cuando la chica desvió la mirada hacia el suelo.―Estaba preocupado.

Los ojos verdes se posaron en el vestido aún lleno de brillo, respiró profundamente recordando sus elecciones de la noche anterior. Thalia le contó a James su mayor secreto, la única persona que lo sabía además de él era Sirius, eso es porque él era un entrometido y la siguió al baño de niñas, allí la encontró con las piernas sangrando a los doce años, un objeto punzante en sus manos dejándolo pálido y preocupado.

El chico pasó meses persiguiéndola, sin dejar espacio para que ella volviera a hacerlo, pero las cicatrices permanecen hasta el día de hoy dada la frecuencia con la que la chica repitió los mismos movimientos antes de ser descubierta. Aunque Sirius sabía lo de los cortes, nunca supo la verdadera razón, por supuesto dedujo que era culpa de su hermana, algún tipo de profunda tristeza tal vez. Pero era mucho más que eso para Thalia, era la única oportunidad de recordar a su hermana, y ahora James era el único en saberlo.

Black se sentó en la cama y golpeó el espacio a su lado con la palma de su mano, Potter se movió para sentarse a su lado y parpadeó con sus ojos marrones dándole toda su atención. Thalia Black se quedó mirando el piso oscuro por un rato, siguió el camino alrededor de la lujosa alfombra y luego miró al chico a su lado, pasando su mano por su cabello oscuro, metiéndolo detrás de su oreja. James, al notar la dificultad de la chica para hablar, le tendió una mano. Thalia sonrió débilmente entrelazando sus dedos con los de él.

―No quiero que pienses que soy una especie de persona suicida.―dijo Thalia en voz muy baja.―No quería morir ni sentir dolor, solo quería... recordar.

Los dedos de James le acariciaron la piel de su mano derecha, él asintió con calma.

―Lo sé, lo entiendo.―James respondió con voz muy tranquila, esta vez sus ojos se dirigieron a la alfombra.―Cuando murió mi madre, yo también tuve ese miedo, de olvidarla mientras intentaba aliviar el dolor.

Thalia frunció levemente el ceño, sus ojos mirándolo con cariño pero también algo de intelección, viendo a James y su dolor por completo, sabiendo que no podía curarlo, no queriendo borrarlo, porque necesitaba sentirlo, sentir era mejor que no recordarlo.

―¿Y tú todavía tienes ese miedo?―preguntó Thalia, sosteniendo su mano entre las dos suyas.

―No. Ya no.―James sonrió un poco y su mirada se dirigió nuevamente a Thalia.―Nunca podría olvidarla, está en todas partes. En mí, en mi padre, en las cosas que veo que me recuerdan a ella, en las cosas que quería mostrarle, en las personas que desearía que hubiera conocido.―James hizo una pausa mirando directamente a la chica quien respondió con una suave sonrisa en sus labios.―No puedes borrar algo así, aunque quieras.

―¿Por eso te apuntaste a todas las clases?―preguntó Thalia, con sus ojos verdes pegados a su rostro como un cuadro que sentía, no intentaba comprender.―¿Y estás haciendo el trabajo de Sirius?

―¿Cómo sabes eso?―preguntó James, frunciendo sus oscuras cejas.

Thalia sacudió la cabeza, como diciendo que no importaba, porque explicarle a James cuántas horas de su día dedicaba a pensar en él era muy vergonzoso y enrojecía mucho las mejillas de Thalia cada vez que notaba lo que hacía.

―Si, lo fue.―James admitió con un suspiro, tal vez fue un alivio finalmente admitirlo en voz alta, a pesar de que todos a su alrededor ya lo sabían.―No quería sentir el dolor.

La chica tocó su rostro con cariño, James se inclinó ante el toque, se inclinó lo suficiente como para que ambos terminaran recostados nuevamente, el chico escondió su rostro en su cuello, Thalia lo envolvió en sus brazos, agradeció su dolor, no apartarlo o intentar distraerlo, ella lo dejó sentirlo. Y Potter sintió, dejó salir todo lo que había estado ocultando durante todas esas semanas que se convirtieron en meses sin que él se diera cuenta, se aferró a ella con tanta fuerza mientras lloraba que la chica pensó que no podía respirar, se sorprendió cuando lo acercó aún más, cuando sus dedos comenzaron a acariciar su cabello desordenado, y a James le encantó cuando ella dejó un beso en la parte superior de la cabeza, no se sintió avergonzado por sus lágrimas incontrolables, ni por la forma en que sus hombros temblaban o por los ruidos que salían del llanto. Se sentía ―aunque fuera imposible por ella― amado.

Thalia nunca creyó en el amor a primera vista, pues gente como ella necesitaba un toque, al menos un beso, para saber si estaban enamorados. Por esa razón, cada vez que sentía que su corazón se aceleraba al pensar en James Potter, cada vez que corría hacia el Gran Comedor para tratar de verlo por la mañana, cada vez que se sonrojaba cuando él la elogiaba y ella le creía, Black se decir a sí misma que no era eso, no podía admitirlo así.

―¿James?―Thalia llamó de repente, solo porque parecía lo correcto, no sabía qué decir después de eso, peor quiere decir su nombre, Black siempre quiere que el nombre de James Potter esté para siempre en sus labios.

―¿Si?―preguntó después de unos segundos, debían haber pasado minutos desde que empezó a llorar, y ella le dio la bienvenida mientras lo hacía.

―¿Te sientes mejor?―preguntó, curiosa por muchas cosas.

Quizás si alguien más hubiera estado en su lugar, no lo habría entendido. Tal vez una pregunta como esa le parecía demasiado simple a alguien que no lo supiera, pero James lo supo. Sus ojos marrones se volvieron hacia ella, se alejó lo menos posible, solo para descansar su cabeza en la almohada y acercarla, la cama individual era pequeña pero eso no era un problema cuando podían estar tan cerca, ya que sus piernas se entrelazaron y Thalia apoyó su cabeza en uno de sus brazos, mientras la mano libre de Potter tocaba su mejilla.

―Tengo algo para ti.―él respondió, pero no era la respuesta a su pregunta, pero es lo que cree es correcto que ella entienda.―Pertenece a tu hermana, Andrómeda.

Los ojos verdes se abrieron y miró la mano de James mientras se alejaba de su mejilla para buscar algo en su bolsillo izquierdo. Thalia supo lo que era apenas lo vio en la mano del chico, era un recuerdo.

Un recuerdo de Andrómeda sobre Thalia.

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La piedra envejecida aportó un extraño consuelo, era fácil entender como algunos consideraban que el gran y antiguo Hogwarts era su hogar. Thalia, sin embargo, no lo creía así, amaba el lugar por supuesto, pensaba que era mágico y para ella siempre fue un refugio, pero no un hogar. Thalia no se sentía como en casa ni siquiera en su antigua y rica casa.  Esto se debía a que para ella el hogar es un lugar cómodo, sin misterios ni mentiras, solo la calma de un lugar conocido, ninguno de los lugares en los que vivió era así, nada para ella podía ser tan simple.

Pero Hogwarts estaba cerca, si Thalia siempre continuaba por los caminos correctos sabría qué encontrar, e incluso cuando caminó con James por pasajes que nunca antes había cruzado, sabía que nada malo pasaría, se había dado cuenta desde que regresó que el chico era mucho más digno de confianza de lo que imaginaba, o que confiaba en él más de lo que esperaba.

Llegaron a la oficina de Dumbledore después de una caminata no tan larga gracias a los pasadizos. Thalia estaba nerviosa, no estaba acostumbrada a presentarse a la oficina del director sin que la llamaran, pero Potter le aseguró que todo estaba bien y ella le creyó lo suficiente como para dejar su libros y seguirlo hasta allí. La enorme puerta se abrió por si sola, James entró primero, su mano sostuvo la de Thalia para asegurarse de que ella no huyera, la chica lo siguió, estirándose para mirar por encima de su hombro.

―¡James!―Dumbledore sonrió al saludarlo, estaba de pie, con su túnica no tan larga para cubrir sus zapatos, Thalia se dio cuenta de que era la primera vez que veía los pies del director, no eran enormes, de hecho eran normales. Tenía una canasta de regalos en su mano derecha y parecía muy cómodo en su presencia.―Señorita Black.

―Profesor.―Thalia saludó con una sonrisa educada y un tono suave. Entendió que James tenía una mayor intimidad con el director por lo que permaneció a su lado, con las manos aún entrelazadas, lo que llamó la atención del director, sonrió sin tratar de disimular sus pensamientos lo cual ninguno de los dos intentó negar.

―¿Va a visitar a alguien?―preguntó un James curioso, poniéndose de puntillas para mirar dentro de la canasta.

―Creo que tomaré un buen desayuno con mi amigo Hagrid.―comentó el director sin dar señales de importarle la curiosidad de James.―Ah, ahí lo tienes, te lo dejé listo.

―Muchas gracias profesor, muchas gracias.―James le dio las gracias, siguiendo hacia donde señalaba el profesor.

―Oh, no me agradezcas todavía.―el profesor agitó su mano mientras se alejaba hacia la puerta, se volvió hacia Thalia por última vez.―Espero que encuentre lo que busca, señorita Black.

Thalia asintió, un tanto insegura de qué estaba hablando el profesor, y luego se sintió confundida cuando notó que él veía tan profundamente en su complicada mente, lo suficiente como para llegar a conclusiones rápidas para saber que Thalia estaba buscando una razón para perdonar.

―Yo también, profesor.―Thalia respondió algo insegura, pero el director se limitó a sonreír alentadoramente antes de desaparecer.

Thalia ahora observaba el pensadero con más atención, la ilusión de que el líquido estaba a punto de derramarse, al igual que el recuerdo en manos de James Potter quien sostenía la botella, mirando por última vez a la chica quien asintió antes de finalmente verterlo sobre el objeto, Black respiró hondo mirando la escena durante unos segundos antes de inclinarse.

No pasó mucho tiempo para que Thalia sintiera que ya no estaba en la oficina del director, tampoco estaba en el 6 de enero de 1978, estaba muy lejos de aquellos recuerdos desvaídos que tomaron un tono amarillento envejecido, la chica parpadeó un par de veces hasta que notó que estaba en un teatro, en un escenario, detrás de las grandes cortinas rojas y misteriosas.

―¡Rómpete una pierna!―exclamó Andrómeda con una gran sonrisa, dejando un beso rápido en los labios de hombre que Black rápidamente reconoció, era Ted, siempre lo fue.

El espectáculo se desarrollaba todos los viernes desde hacía un mes, Ted estaba igual de emocionado en todos, los asientos bañados en carmesí estaban llenos, había niños en brazos y hasta mujeres que con los contactos adecuados lograban entrar a ver el espectáculo aunque ya no había más espacio. Todos los viernes por la noche, Andrómeda Tonks estaba entre el público honrando a su marido, escuchando los aplausos al final de otra actuación exitosa.

A ella le encantó, la historia escenificada de tres hermanos, cómo eran diferentes, cómo estaban perdidos en sus deseos, como la desgracia de la vida los separó, pero de alguna manera se reencontraron. Con tanta mención a los vínculos familiares en la historia, Andrómeda no pudo evitar identificarse con extractos de la obra, cuando, por ejemplo, Braham, aunque amaba a sus hermanos menores, decidió dejar su ciudad para ir a Paris en busca de ser reconocido como el apasionado de Jazz como siempre lo ha sido.

Pero había algo que destruía a Andrómeda cada vez, Neptuno, el menor de los hermanos que corrió hacia el mismo árbol todas las noches durante dieciséis años, lleno de esperanza de que el barco regresara, de que su hermano estuviera en el. Todos los viernes, la mujer Black, escuchaba a un niño de seis años cantar sobre su duelo, por un hermano que no volvería, incluso cuando llegaba la noticia de que su hermano no volvería, quien murió en un callejón oscuro en una calle sucia. Ahora a sus treinta años, esta vez Neptuno ya no corría, caminaba lentamente de cara al cielo oscuro, estudiando las estrellas sabiendo que aunque las naves regresarían, su hermano nunca lo haría.

Un día de invierno apareció el hermano mediano, Teseo como un niño pequeño, Neptuno ya tenía treinta y cinco años, nunca abandonó la isla en la que creció, nunca se enamoró ni soñó, solo esperó a que regresara su hermano mayor. Esa noche nevada, Braham regresó mientras su hijo de catorce años, un niño de cabello igualmente largo y ojos igualmente azules, su nombre lleva el nombre de una embarcación antigua, Teseo dice que la madre del niño ha fallecido y no hay lugar para él en su casa

Ah, Neptuno ni siquiera lo dudaba, hay un pedazo de su hermano que regresó a él, el niño es recibido por su tío del que escuchó historias, un hombre justo y cariñoso. Neptuno vivió el resto de sus días lleno de una felicidad desconocida desde que hermano se fue, ese niño que un día se convertiría en hombre sería el vínculo de Neptuno con su hermano más querido, es suficiente para Neptuno en sus días de cabello blanco y piel arrugada.

Al final de cada espectáculo, Andrómeda abrazaba a su marido y le decía lo bueno que era, cómo podía ver las emociones de Neptuno a través de sus ojos, cada noche Ted secaba sus lágrimas y la mantenía cerca sabiendo que no es a través de los ojos que Andrómeda reconoce que Neptuno es en realidad, sino el recuerdo de los ojos de Thalia Black que la persiguen.

El recuerdo cambia a una de las noches de sueño en la nueva casa de Andrómeda y Ted Tonks, comenzó en una clama rutinaria, pero luego la mujer se debate, llora y se rasca la propia piel, su marido despierta desesperado, las sostiene en sus brazos hasta que su miedo pase, hasta que su cerebro se ajuste al presente.

―La van a matar.―lloró, su cuerpo se suavizó en los brazos de su marido, la fuerza se desvaneció en sus lágrimas que nunca la abandonan.―La van a matar, Ted, si no lo hacen al menos le provocarán la muerte.

―No. Nadie le va a hacer daño, ya lo escuchaste, ella está bien.―Ted susurró, besando el cabello oscuro de Andrómeda.

Hay algo que Thalia notó, la diferencia de tiempo entre un recuerdo y otro, supuso que le primero es a semanas de haber salido de la casa de los Black. Pero ese parece más reciente, las marcas en ambos rostros, la aparición cuando Black se encontró a su hermana en el restaurante, eran recientes, al menos un mes antes del evento, Thalia descubrió que tenía razón cuando notó el calendario de noviembre de 1977 en la esquina de la pared.

¿Pero entonces de quién hablaba? ¿Era de Sirius? Debería serlo, James le dijo que el chico había estado en contacto con Andrómeda. Pero si no, ¿de quién estaban hablando?

Antes de que Thalia pueda pensar más en ello, el recuerdo volvió a cambiar, esta vez volvió a esa misma noche, a la situación insalubre en la que Thalia fue sacada a la fuerza de la habitación, los diálogos quedaron en silencio hasta que comenzaron la pelea, Andrómeda y Druella, con las varitas en mano.

―Me llevaré a Thalia.―Andrómeda advirtió, con su varita apuntando al cuello de su madre, que sería una pelea que se podría ganar si solo fueran ellas dos.

―Por supuesto que no, ¿ya has deshonrado a tu familia y tienes la intención de llevarte a tu hermana contigo? ¡No permitiré que le hagas esto a mi hija!―los ojos oscuros de Druella parecen encender el peligro dorado que hay allí.

―¿Tu hija? Yo crié y cuidé a Thalia desde el priemer día, no puedes dictar que no merezco llevármela.―Andrómeda contraatacó, el trozo de madera presionando con más fuerza contra la pálida piel de Druella.―Déjala elegir, ella irá conmigo.

―No lo creo.―la voz de Cygnus era profunda y Andrómeda sintió la fría madera contra la nuca.―Saldrás de esta casa, y con ella dejarás a esta familia también, y si alguna vez intentas acercarte a Thalia haciéndole creer tus tonterías, no me quedará más remedio que deshacerme de ambas.

Andrómeda bajó su varita, la idea de perder a Thalia, no volver a verla ni escucharla era una tortura, pero la opción de que ya no respiraba, que nunca tendría la oportunidad de viajar, que nunca volvería a reír o siquiera a llorar, eso fue lo más doloroso, Andy no podía soportarla.

―Toma tus cosas y sal de esta casa, pero debes saber que no habrá vuelta atrás. Thalia es una niña y con el tiempo te olvidará. Nadie mencionará tu nombre, nadie se acordará de ti, será como si no hubieras existido, especialmente para Thalia.―Cygnus continuó, alejando la varita lo suficiente para que Andrómeda alcanzara la maleta empacada debajo de la cama.

Los ojos de Druella se abrieron, aunque sea un poco, cuando notó que Andrómeda en realidad se estaba yendo, la sorpresa era comprensible, también era repugnante que quisiera quitarle cualquier vida que ella pusiera en el mundo. Aún así permaneció en silencio, manteniendo la decisión de su marido como regla, y su furia guardada en su pecho para cuando no hubiera nadie cerca, para cuando Cygnus misteriosamente enfermara, para todas las veces que puso veneno en su comida.

Cuando Thalia regresó a la realidad, todo parecía más oscuro, las lágrimas en sus ojos empañan el lugar, pero no se preocupó, sentía los brazos de James alrededor de ella y comenzó a llorar nuevamente en sus brazos, no era la primera vez y Thalia dudaba que fuera la última.

Thalia ahora entendía que la forma en que borraron a Andrómeda nunca fue un castigo o advertencia para sí misma, siempre fue un castigo para Andrómeda, para hacer que Thalia olvidara cuánto la amaba.

Pero Thalia no olvidó, incluso cuando todos, incluida ella misma, intentaron que sucediera.

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