𝟭𝟮. NO PUEDO EVITARLO.
CAPÍTULO DOCE.
'nos escondemos en los tiempos difíciles del invierno,
y cuando estemos solos por un momento, bésame'.
La alquimia era una de las materias estudiadas por los miembros de la familia Black antes de ir a la escuela de magia. Era un tema interesante, pero muy peligroso, y sinceramente nunca había resultado muy atractivo para Thalia Black.
Por esta razón, a Narcissa Malfoy le resultó extraño cuando Thalia llegó a su casa llena de preguntas, principalmente enfocadas en venenos. Aún así, la mujer que no había tenido largas conversaciones con su hermana desde que Andrómeda se fue, no negó sus largas explicaciones sobre uno de sus temas favoritos en el mundo.
―¿Qué hay de Septardus Morschrum?―preguntó Thalia sin poder contener su falsa máscara de interesarse por aquel extraño tema.
Narcissa dejó de caminar por el laboratorio que su esposo había construido para ella en una de las grandes habitaciones de la mansión Malfoy. La rubia se volvió hacia su hermana, sus ojos muy grises estudiándola como si pudiera descubrir todos los secretos de Thalia, pero no podía, nadie podía, y la única persona que estuvo cerca de descubrirlo no había respondido sus cartas en cinco días.
―¿Por qué lo preguntas?―Narcissa sentada en un banco de madera, agitó ligeramente un frasco de vidrio, otra poción que Thalia nunca entendería y que ahora Malfoy le encantaría pasar horas discutiendo con su buen amigo Severus Snape. Un chico amargado y duro con el que Thalia evitó el contacto toda su vida por falta de paciencia.
―¿Has oído hablar de Betsy Graves?―preguntó Black, aunque ya sabía la respuesta, todos habían leído la noticia en los periódicos, la reputación de Hogwarts era mala, al igual que la de Dumbledore, pero nadie mencionó que los únicos dueños del veneno eran precisamente los antiguos amigos de la familia Graves.
Los ojos astutos de Narcissa veían mucho más allá de ropas bonitas y objetos valiosos, claro, ella también veía mucho de eso y le gustaba, pero su perspicacia llegaba más allá de las paredes, siempre veía todo y siempre optaba por cerrar los ojos a lo que veía. Se culpaba por esto a veces, cuando se detenía a pensar en su hermana perdido, ahora Malfoy, siempre supo de la relación secreta con el nacido de muggles, y guardaba el secreto por temor a lo que sus palabras pudieran causar.
Cambios.
Narcissa tenía miedo al cambio.
No le gustaba que la tomaran por sorpresa, odiaba las sorpresas, tenía toda su vida planeada desde muy pequeña y eso le gustaba, le gustaba que su ropa fuera cosida por las mismas personas desde los catorce años, le gustaba usar el pelo recogido de la misma manera desde niña, le gustaba su marido al que conocía desde que tenía uso de razón, y el café que tomaba todos los días, un terrón de azúcar, una tostada con mermelada, una rutina. A ella le gustaba la comodidad de esto, no le gustaban los cambios climáticos que la dejaban con fiebre y moqueo, le costaba adaptarse incluso a los cambios de estaciones durante el año.
Por lo tanto, el cambio en el comportamiento de Thalia desde el inicio del año escolar había sido notado rápidamente por la mujer que pasaba sus tardes de té preguntándose qué haría para evitar otro cambio, o mejor dicho, si haría algo,.
―Betsy Graves era entrometida, no tardaría en meterse en problemas.―dijo Narcissa caminando hacia la cocina con mucha calma.
Thalia la admiraba, como siempre lo hacía ante cada movimiento de su hermana, e incluso cuando ella no se movía. Oh, las cosas que haría para ser como Narcissa y parecer un ángel incluso en sus peores líneas.
―Obviamente era molesta... ella tenía dieciséis años.―defendió Thalia sin siquiera darse cuenta.
―Pensé que no te agradaba.―Narcissa miró a su hermana mientras se ponía su clásico guante de cocina color crema.―Los Rosier se quejaron que ninguno de ustedes tenía paciencia con la chica.
Thalia desvió la mirada, sentada en la fría silla se miró los dedos teniendo cuidado no poner los codos sobre la mesa. Había pensado mucho en esto en los últimos cinco días, en la culpa que había consumido desde que encontró a Betsy Graves inconsciente, ya fuera por el veneno proveniente de la familia, que su primo Regulus fuera el asesino o la forma en que había sido al tratar a la chica desde su segundo año en Hogwarts, simplemente no podía dejarlo atrás y le parecía extraño que otros pudieran hacerlo.
―Pero no quería que Regulus la matara.―dijo Thalia en voz baja, pero resonó a través de las paredes vacías de la casa.
Narcissa golpeó la mesa, uno de los poco actos accidentales suyos que Thalia había presenciado, pero no fue exactamente un error, Malfoy nunca pareció capaz de tal acción. Era más bien una combinación de sorpresa de escuchar a su hermana hablar tan abiertamente sobre la conducta de su primo más cercano.
―No hables así.―regañó Narcissa, quitándose los guantes y guardándolos en el cajón.
―¿Qué otra manera hay de decirlo? Él la envenenó.―dijo Thalia, aún sintiendo su estómago atrofiarse ante la mención de las acciones de Regulus.
―Pero no así...―Narcissa analizó sus pequeños bollos que se enfriaban en la bandeja de madera.―Frío.
Thalia pensó en lo que era realmente frío, como la piel de Betsy Graves cuando Black la encontró en el suelo, o el hecho de que Regulus la envenenó por despecho, tal vez para demostrarle a Voldemort que estaba listo para ser su fiel seguidor. Narcissa tal vez estaba en negación como lo estaba antes de todas cosas que Sirius le arrojaba, si incluso Sirius, que era su hermano mayor, podía ver a través de la niebla, ¿por qué Thalia y Narcissa no podían? ¿Por qué ahora Narcissa todavía se negaba a ver?
Y entonces algo llamó la atención de Thalia, Narcissa llevaba un colgante de relicario, era de plata y había estado colgando de la cadena alrededor de su garganta desde, bueno, desde siempre. La niña se levantó caminando hacia la mujer que se quedó quieta sin entender lo que hacía su hermana menor. La joven Black se acercó tirando de la cadena y sosteniendo el colgante, Narcissa exclamó asustada pero la chica ya había logrado abrir el accesorio.
Era una foto, dos en realidad, las imágenes eran muy pequeñas dado el tamaño y forma de colgante. Pero eran claro, en uno de ellos había tres niñas y una bebé, la del medio era mayor, con cabello rizado y una sonrisa enorme, vaga y hasta inocente en su rostro, Thalia tardó unos segundos en darse cuenta que era Bellatrix. La que ahora, como Regulus, se había convertido en mortífaga. Del lado izquierdo estaba una chica de largo cabello castaño, ella sacó la lengua en la foto haciendo reír a los demás, esa era Andrómeda.
Andrómeda era oro, era un rayo de luz humana, siempre lo fue, pasaba por lugares y llamaba la atención aunque no era la más bonita, era la más feliz, la que tenía mayor sonrisa y energía. De hecho, ella era similar a Sirius Black, el mismo Sirius Black que dejó el hogar en el que creció en busca de una vida mejor.
Entonces Thalia se dio cuenta, la menor de las tres chicas que apenas eran adolescentes, era la rubia de ojos grises y cabello lacio, tenía una sonrisa suave y estaba tratando de controlar su risa, era Narcissa. Llevaba en sus brazos a un bebé que llevaba una boina y vestido oscuro, el bebé aplaudió y sonrió dejando al descubierto los dientes que le faltaban, esa era Thalia. La menor de las hermanas, no tenía recuerdos de Narcissa abrazándola, ya fueran recuerdos o fotos, nunca había visto algo así, nunca se imaginó si quiera ser cuidada por su hermana.
El segundo lado del relicario fue aún más doloroso y debería haber sido peor para Narcissa. Estaban ellas y Andrómeda, ya adultas, probablemente meses antes de que la morena dejara la casa de los Black, Narcissa estaba en un columpio en el jardín y Andrómeda apoyó su barbilla en su hombro, abrazándola, sus mejillas tocándose mientras le sonreían a quien fuera que estaba tomando la foto.
Solo entonces Thalia comprendió. Cuando se miró a sí misma y comparó su situación con la de sus primos, se vio en Regulus, siendo abandonada por su adorada hermana. Thalia y belltrix nunca fueron cercanas, ni siquiera se sentaban a hablar, la diferencia de edad contribuyó mucho a esta hazaña, y la crueldad de Bellatrix las separó cada vez más a medida que pasaban los años. Pero para Narcissa fue diferente. Ella lo sabía, era amiga y hermana de Bellatrix.
Narcissa Malfoy no se veía a sí misma en Sirius o Regulus, era una tercera persona, una niña congelada en el tiempo desde que su hermana Bellatrix se convirtió en mortífaga y su hermana Andrómeda dejó el hogar en el que crecieron juntas. Sufrió ambos dolores y los sobrellevó lo mejor que pudo, para alguien que aborrecía el cambio, la dejó perdida. En el pasada, Narcissa cerraba los ojos ante las cosas que otros consideraban incorrectas, pero ahora fingía no ver ni siquiera las cosas que iban en contra de sus creencias, por miedo a tener que ver a alguien más irse y tener que adaptarse a otro cambio.
Era un pensamiento egoísta, como muchos que tuvo Thalia, y ayudó a que la chica viera a su hermana como su igual por primera vez. No como una criatura celestial y afortunada, sino como una hermana que había estado perdiendo tanto como ella.
Una niña asustada, igual que Thalia.
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・ ゚ : ₊ ˚ ˑ ༄
El treinta y uno de octubre de 1977, un lunes, el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería dio la bienvenida de regreso a la estudiante Thalia Black, quien caminaba por los pasillos en la mañana con medias oscuras, una ajustada falda verde y una blusa muy blanca y una corbata bien hecha debajo de la capa.
Un día antes, apenas regresó a casa luego de visitar a su hermana Narcissa Malfoy, Thalia se sumergió en sus tareas escolares, las cuales le enviares sus amigos Evan y Pandora, quienes las recibieron del monitor James Potter. Este se negó a enviarle una lechuza personalmente, incluso si se trataba de su desempeño escolar.
Ahora, cerca del almuerzo, Thalia ya había entregado toda su tarea y estaba estudiando los apuntes sobre pociones que no había entendido bien durante el último periodo de clases. Se sentó al lado de los Slytherin en la mesa y tomó un trozo de pan dulce, comiéndolo con ganas, tratando de ocultarlo, la chica bajó ligeramente el libro tratando de buscar al chico en Gryffindor. Lo encontró y él ya la estaba mirando con una pequeña sonrisa en sus labios por la forma en que mordió el pan con tanta fuerza, Thalia sonrió y saludó y la sonrisa del chico desapareció al notar que lo había visto, él la ignoró, regresando a la conversación con sus tres amigos.
La sonrisa de Thalia desapareció y la punta de su nariz se puso roja de ira, no sabía si el enojo era hacia James por ignorarla, o hacia ella misma por causarlo. De todos modos, se levantó caminó hacia el otro lado de la mesa y dio un paso hacia la mesa de Gryffindor antes de que unos brazos delgados la levantaran del suelo y la giraran en el aire mientras la abrazaban.
―¡Has vuelto!―Bartemius celebró. Thalia se sintió por un momento realmente importante para el chico, y cuando él la bajó la culpa recayó sobre ella, por no haber escrito ni pensado lo suficiente en él los últimos días.
―Hola, Barty.―Thalia fingió su mejor sonrisa cuando el chico le pasó el brazo por el hombro y comenzó a conducirla fuera del gran salón. La chica miró hacia atrás, deseando otro trozo del pan dulce que quedó allí.
―Tengo algo increíble que contarte.―dijo el chico muy emocionado mientras se sentaba con ella en uno de los bancos del jardín.
―Cuéntame.―Thalia pidió mirando al chico con cierto recelo, generalmente las cosas que emocionaban a Bartemius, provocaban que la chica temblara y tuviera crisis.
―¿Recuerdas a Robbie? ¿Ese sangre sucia que manchó el nombre de nuestra casa?―el desprecio que apareció en su voz prácticamente podría gotear y convertirse en materia.
―¿Robbie el golpeador?―preguntó Thalia, ignorando las duras palabras de Bartemius.
―Sí, ¿adivina qué? Su estúpida madre muggle no quiere dejarlo volver a Hogwarts.―Barty se rio como si la preocupación de los nacidos de muggles fuera una tontería.―Evan lo sacó del equipo y me puso a mi en su lugar. ¿No es increíble?
No fue sorprendente para Thalia. Fue golpeadora hasta el final del sexto año y quedó devastadas al recibir una carta de su madre exigiendo que se retirara del equipo después de terminar en la enfermería luego de un partido suspendido por la lluvia contra Ravenclaw. Parecía por preocupación, pero Thalia sabía que no, Druella buscó motivos para convencerla de dejar el equipo desde el principio, y aprovechó su fragilidad cuando la chica se lastimó, eso fue lo que hizo.
―Voy a ser el mejor golpeador de Slytherin haya tenido jamás.―dijo Bartemius, con una sonrisa dievertida que rayaba en la burla.―Seré incluso mejor que tú, Thalia.
Thalia lo miró sin sorprenderse, esta no era la primera vez que su relación parecía una competencia, ella no sentía enojo, de hecho, hacía mucho tiempo que no sentía nada por Bartemius.
―¿Tienes la marca?―preguntó Thalia de pronto, mirando el antebrazo izquierdo del chico, Llevaba una camisa de manga larga, ocultando si había algo allí.
―Todavía no.―el chico se encogió de hombros, no pareció sorprendido por la pregunta, mostró la pálida piel de su brazo para demostrarlo.―Será el próximo verano.
―¿Por qué Regulus la ganó tan pronto?―preguntó Thalia mirando los ojos azules y peligrosos.
―Por la familia.―dijo Bartemius con amargura, casi pareciendo envidiar la suerte de Black.―Tu hermana Bella y también tu tía convencieron al maestro.
Thalia frunció el ceño y miró al chico con confusión.―¿Por qué harían eso?
Bartemius se rio levemente, echando la cabeza hacia atrás y mirando el cielo nublado por el clima que finalmente se había enfriado.
―¿Por qué no lo harían? Es un regalo.―respondió Crouch.
Thalia lo miró fijamente por unos momentos mientras el chico comenzaba otro tema que a ella no le importaba. Ahora, las voces de su cabeza eran cada vez más fuertes, ¿qué hacia allí? ¿Por qué seguía en una relación con un chico que ni siquiera le agradaba? Alguien con quien realmente no hablaba, alguien quien no la entendía y parecía más bien un recordatorio de todos sus problemas.
―Ya no quiero estar contigo.―dijo Thalia.
Bartemius, quien estaba hablando de otros de sus temas enfocado únicamente en él, se quedó en silencio y se giró hacia ella en shock, al parecer la idea de que Thalia le dijera que no nunca pasó por la mente de Crouch.
―Como... ¿ahora?―preguntó todavía con cara de confusión.
Thalia pensó, no quería esto, casarse con este chico y cerrar los ojos a todas las cosas terribles que hacía solo por miedo a lo que pasaría si se quedaba sin él, como lo hacían Narcissa y Lucius. Pero al mismo tiempo no quería llamarla atención de la familia, un escándalo como este haría que Narcissa volviera como profesora suplente y la vigilara en Hogwarts, tomando en cuenta que su último año es el primero sin ninguna de sus hermanas alrededor y el único en el que tuvo la oportunidad de... bueno, hacer algo.
―Quiero algo de tiempo.―dijo Thalia mirándolo a los ojos azules, temerosa de su reacción.
―Un tiempo...―repitió el chico, analizando las palabras dentro de su propia cabeza.―¿Entonces no vas a romper conmigo?
―No.―todavía no, pensó Thalia.―Sólo quiero algo de tiempo, mucho tiempo.
Thalia esperaba que él hiciera un gran escándalo, le gritara, le señalara diez razones por las que debería retractarse de lo dicho y suplicara perdón a sus pies. Esperó a que él la mirara con odio, que la llenara de amenazas de que le escribiría a sus padres, que le contara todos los defectos que le había mencionado antes sobre su cuerpo. Eso la hacía sentir tan mal que la idea de dejarlo lo asustaría.
O al menos que preguntara por qué.
―Está bien.―dijo encogiéndose de hombros.―Sólo dime cuando estés lista.
Thalia lo miró un poco sorprendida, no pensó que sería tan fácil, pero no se quejaba, asintió, tomó su bolso y se puso de pie, alejándose dos pasos cuando lo escuchó hablar nuevamente.
―Thalia.―Bartemius llamó y la chica se giró mirándolo con curiosidad.―No andes con otros chicos.―habló, esta vez muy en serio.―No me obligues a repetir lo que hice con Wadsworth.
La hierba bajo los pies de Black pareció desaparecer, ella asintió con manos temblorosas y se dio la vuelta, acelerando su paso, alejándose de él. La chica pasó el resto del día pensando, apareció en la biblioteca, hizo la tarea de James y luego bajó a buscarlo, al no encontrarlo se la entregó a Frank Longbottom.
Regresó a las mazmorras y se vistió para cenr, se puso su vestido negro de tirantes finos, eran su tipo favorito, y luego volvió a subir, evitando estar en Slytherin y terminar encontrándose con Regulus o Barty. Mientras pensaba en todos los acontecimientos de las últimas semanas, la chica dejó que su cerebro la guiara a un lugar familiar, por el cual caminó decenas de veces temprano en la mañana en busca de hacer una de las cosas que más le gustaba.
Las escarpadas gradas estaban completamente vacías, así como el pasto verde debería haber estado libre de cualquier par de zapatos muggles rojos, pero no lo estaba, porque allí estaba él, de pie con sus pantalones oscuros y su suéter de rojo y dorado, su cabello más oscuro, más desordenado de lo habitual mientras guardaba una Quaffle en le pequeño cofre de artefactos mágicos de Quidditch.
―¿Planeas atacarme por detrás, Black?―el chico no se giró cuando terminó, no pareció sorprendido aunque Thalia estaba segura de que había estado más que muy callado.
―¿Cómo supiste que era yo?―preguntó Thalia sin dejar de mirar la ancha espalda de chico que colocaba la escoba sobre el pequeño baúl.
James no respondió, ¿qué tan extraño sería admitirle que la había observado el tiempo suficiente para memorizar cómo sonaban sus pasos suaves? O peor aún, ¿admitir que el aroma a vainilla de su cabello inundaba su cerebro incluso cuando estaba distraído y ella estaba fuera de su vista? Especialmente cuando ella estaba fuera de su vista.
―¿Qué quieres?―preguntó James, terminando de organizar los objetos.
―James...―Thalia comenzó, pero fue interrumpida.
―No, James no.―el chico protestó. ¿Qué pasó con "Potter" o incluso peores palabras que debió haber usado para referirse a él? No podía llamarlo así, no cuando su voz sonaba tan afable. Por Merlín, ¿por qué todo en ella tenía que ser tan dulce? ¡Ay de James si tuviera algún historial de diabetes!
―Estoy intentando disculparme, idiota.―exclamó Thalia con impaciencia.
James se giró, listo para soltar un comentario amargo pero, Dios, qué error. Los ojos oscuros cayeron sobre su rostro, la piel sin nada de maquillaje, las pecas apareciendo por todas partes salpicando su rostro, la punta de su nariz roja, ya sea por la ira o por el inicio de la brisa fría, sus mejillas igualmente sonrojadas, sus labios delineados brillantes, el pendiente de plata de la constelación colgaba de dos de sus muchos orificios de las orejas. El vestido oscuro resaltaba su palidez, aportándole un cierto aire macabro si no fuera por sus ojos tan vivos, tan verdes. Los ojos del chico siguieron toda la piel expuesta, pero se detuvieron un poco más en sus hombros y el camino de la cadena de plata hacia debajo de su cuello. Oh, James estaba perdido.
―James.―ella volvió a hablar, llamando su atención, esta vez con las mejillas aún más sonrojadas.
El chico se aclaró la garganta, tratando de controlar sus ojos para que permanecieran enfocados en su rostro.―¿Qué tipo de excusa va a acompañada de otra infracción?―preguntó el chico frunciendo sus pobladas cejas.
―Mira, no estoy acostumbrada a hacer esto.―Thalia intentó mantener la pose, cruzándose de brazos.
―¿Cometer un error?―preguntó James.
―Pedir disculpas.―los ojos verdes de Thalia se encontraron con los suyos. Ella dio un paso adelante y James no se movió, no podía alejarse aunque quisiera, y sinceramente, no quería.―Lamento haberte llamado a ti a tu familia traidores de la sangre.
James la miró fijamente, tratando de descubrir cuán sincera era ella y hasta qué punto su propia mente podía engañarlo.
―Estaba enojada y no quería ofenderte, sólo tenía muchas ganas de...―Thalia movía sus manos como si estuviera aplastando algo muy fuerte.
―¿Aplastar el cráneo de Sirius?―preguntó James, tratando de adivinar como un juego de mimos.
―¡Sí!―exclamó Thalia, como si hubiera ganado.
James no pudo evitar la pequeña sonrisa que se escondía en la comisura de sus labios, Thalia lo notó y colocó sus brazos detrás de su cuerpo, como un niño a punto de pedir otro pedazo de pastel. Ella mantuvo la cabeza gacha, pero levantó los ojos para encontrarse con los de él, su arrepentimiento era notable pero Potter quería más.
―Claro. Te perdonaré, pero quiero algo a cambio.―fue el turno de Potter de cruzarse de brazos, con la sonrisa traviesa brillando en su rostro.
―¿Qué es?―ella preguntó con recelo.
―Te perdono si me ganas en un partido falso.―James extendió su mano derecha y la brillante escoba voló directamente a su palma.
Thalia analizó la propuesta, era cierto que quería volar después de tanto tiempo, y también le encantaría ganarle a James en un partido, pero no quería aceptarlo tan fácilmente.
―¿Por qué aceptaría eso?―preguntó Thalia, torciendo la nariz hacia la escoba y levantando la barbilla.
James no pudo evitarlo mientras daba un paso adelante y extendía su mano libre, sus cálidos dedos tocando la pálida piel de su barbilla obligándola a mirarlo. Potter tenía algo que decir, estaba en la punta de su lengua, pero lo olvidó en el camino, cuando sus ojos siguieron las pecas de su rostro, cuando sus ojos se posaron en sus labios rosados. Thalia contuvo la respiración y sin darse cuenta se inclinó un poco más hacia él, sus ojos verdes taladrando los de él, estudiando cómo sus ojos marrones se oscurecían aún más. Thalia juntó ambos muslos, sabía exactamente lo que estaba pasando. Sabía exactamente lo que quería. Ah, y cómo ella lo quería.
―¡James!―la voz de Peter Pettigrew se escuchó desde lejos.
Thalia se alejó rápidamente, James seguía mirándola, su mano congelada en el mismo lugar aunque el rostro de Thalia ya no estaba allí. Respiró hondo, no sabía por qué estaba tan frustrado.
O él lo sabía tan bien como ella, pero no podía, tal como ella.
+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)
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