𝟭𝟬. REGULUS Y THALIA.

CAPÍTULO DIEZ.
'cuando tus fantasías se hagan realidad
conviértelo en tu legado, prométeme un lugar
en tu casa de recuerdos'

Los días de Thalia parecían transcurrir borrosos, ya que aquella extraña noche que aún tormenta sus sueños le provocó profundas ojeras bajo sus ojos que tuvo que disimular con maquillaje. Al igual que el resto de su rostro, la punta de un pincel cubrió sus labios con el rojo más intento de la acuarela, el rímel oscuro cubrió sus pestañas, alargándolas aún más.

Su piel estaba sellada ocultando cualquier imperfección, sus ojos estaban delineados en una delgada línea, como los tirantes de su vestido celeste, el corte circular bajo su cuello dejando al descubierto su clavícula decorada por una cadena muy valiosa para la ocasión, su cabello corto alineado, el corte de vestido pegado a su pecho, dibujando la delgada forma de su cintura, seguido de la seda en sus piernas, pero no eran tal largas como deseaba, el dobladillo apenas tocaba el suelo, cubriendo parte del cuerpo muy claro y tacones altos, suficiente para que la chica tuviera el mismo tamaño que sus otras hermanas.

Saliendo de la sala de preparación, la chica subió lentamente la escalera principal, encontrando su camino hacia sus hermanas, las tres tomaron sus lugares, Bellatrix del lado derecho, Narcissa en el centro y Thalia al lado izquierdo, tres era el número perfecto posicionado, dijo druella, quien las esperaba ver con un vestido oscuro, rayando en el negro como el de Bellatrix, la diferencia era que el de la mayor estaba bordado con flores oscuras que subían por su cuello y bajaban por sus brazos y piernas, mientras que la tela era prácticamente transparente, con la misma ligereza que sus hermanas, pero aún más astuta.

Una capa oscura caía sobre los hombros de Bellatrix, una capucha oscura descansaba sobre su larguísimo y oscuro cabello, que a través de medios mágicos se volvió liso por solo esa noche, su máscara igualmente oscura y puntiaguda cubría el puente de su nariz y mantenía su cana. Con los ojos ocultos por la sombra de la capucha, habían muchas joyas, collares, aretes y anillos decorados con esmeraldas verdosas como el brillante candelabro en el techo sobre cabezas.

Narcissa, sin embargo, llevaba un vestido con mangas que caía sobre sus hombros, el tono rosa muy claro hacía juego con las perlas de sus aretes y las que colgaban de su cuello, como una serpiente a punto de asfixiarle. Su lazo, tan claro como el vestido, sostenía su cabello sedoso en lo alto, a diferencia de Thalia, que estaba suelto, pero no tan salvaje como para atarlo en un moño.

―La máscara, Thalia.―recordó Cygnus Black, quien vestía un traje oscuro y bien planchado y una máscara que cubría por completo su rostro frío.

Thalia llevó a su rostro la máscara de mismo tono de la tela de su vestido, pero decorada con estrellas plateadas a su alrededor, y lo ató detrás de su cabello, como lo hicieron sus hermanas antes que ella. Su máscara era diferente, adaptable a diferentes situaciones, al igual que la chica que usaba el objeto. Aunque para la entrada, la máscara cubría completamente su rostro, dejando solo sus ojos visibles para los demás, fue fácilmente modificarla cuando un toque de su varita la encontró, transformando así la pieza en algo más pequeño, más parecido a su hermana Bellatrix, dejando al descubierto sus labios.

El sonido cantando por una bruja de hermosa voz fue acompañado por el golpeteo de los dedos contra un piano, formando una agradable y clásica melodía que fue acompañada por la entrada del segundo fragmento de la familia Black. Las tres chicas, mujeres, bajaron las escaleras detrás de sus padres con la sincronicidad y delicadeza de quien lleva haciendo esto desde sus primeros pasos.

La atención que se les prestaba en la sala de penitencia, cada par de ojos detrás de las misteriosas máscaras, cada murmullo, las sonrisas fingidas, lo era todo para la muy antigua y noble casa de los Black. Cada uno estuvo completo cuando los cinco integrantes se encontraron con los otros tres. Walburga con su vestido morado que se extendía hasta cubrir sus pies, sin cortes ni grandes adornos, la misma expresión de mal humor, probablemente por el dolor que le provocaban las cientos de horquillas que sujetaban su cabello en ese momento.

Orion Black, con ese mismo traje oscuro y bien planchado, como la mayoría de los otros miembros en la sala, no parecía haber puesto tanto esfuerzo como su esposa, considerando que lo único que tomó más tiempo para prepararse fue peinándose el cabello, con el bigote gris encima, los tíos saludaron a sus sobrinas con sencillos cumplidos, como siempre.

Era tradición que los Black se unieran a la familia, no importaba si Bellatrix y Narcissa ahora tenían nuevos apellidos, una vez que nacieran en la Casa Black, así serían para siempre. Por eso sus maridos sólo se acercaron cuando terminó la llegada de la familia y todas las sonrisas y conversaciones se vuelven a girar en torno a otras frivolidades.

Pero a Thalia poco le importaban sus nuevos familiares, sus ojos recorrieron la habitación, buscando los rizos castaños de Regulus Black. Ella lo encontró, sus ojos se posaron en la figura que tocaba las suaves teclas del piando. Su camisa era de color verde oscuro, la tela era incluso más transparente que la de su prima Bellatrix, se podía ver visiblemente la piel de su espalda, la bleizer oscura en su regazo cubierta por su pantalón igualmente verde, pero no transparente. Thalia agradeció a los dioses por eso.

―¡Qué agradable velada!―la voz de Lucius Malfoy se destacó durante la frívola conversación. La chica lo miró, con la mano en la cintura de su esposa, el elegante vestido que llevaba rozaba lo ridículo.―Qué regalo para ti después de dos fracasos. ¡Oh, qué generoso es! ¡Ten fe en nosotros!

―¿Qué quieres decir?―los ojos verdes de Thalia se volvieron completamente hacia la rubia, sus delgadas cejas se estrecharon en preocupación.―¿Quién es generoso en su fe?

Narcissa rápidamente se dirigió a su marido y le ofreció un baile, y él aceptó, porque le encantaba bailar con ella. A cualquiera le encantaría.

La atención de Thalia recayó en su otra hermana, Bellatrix se rio sacudiendo la cabeza, ella y su marido muy extraño y silencioso, se dirigieron a la mesa donde se servía la bebida.

―Thalia.―Druella la tocó ligeramente, la bruja tocó con la punta de su varita la máscara de la chica, reduciéndola de tamaño. Con una sonrisa, orgullosa de su trabajo, dijo:―Intentas encontrar a los Rosier, o incluso a los Crouch. ¿Dónde está Bartemius?

Dándose por vencida cuando se dio cuenta de que su pregunta no sería respondida, la chica asintió y susurró:―Sí, mamá.―respondió, antes de darle la espalda al grupo. En realidad, la chica no fue a buscar a los gemelos Evans ni a su supuesto novio Barty Crouch, tenía otras opciones.

Dirigiéndose hacia el piano, Thalia observó a Regulus, ocupado con su interpretación frente a los muchos ojos que observaban su trabajo en el piano. La chica avanzó, acercándose hasta estar al campo de vista de su primo, sus ojos grises se alzaron, Regulus lucía impecable como siempre,, pero había algo allí, algo que Thalia no podía entender.

Algo que ella nunca sintió. No como Regulus, algo que sacaba al notar las notas de "Für Elise", un corazón roto, una disculpa que Thalia nunca entendería, por muchas vidas que viviera. Observarlo desde el otro lado del piano es un recordatorio de sus crímenes.

¿Puede tu amor resistir cada sacrificio aunque no nos exijamos todo el uno al otro?

Thalia se acercó, tomando asiento al lado de su primo, sentándose en el cómodo banco tapizado, esperando que termine la canción para que juntos comiencen otra. Y así lo hacen, los delgados dedos de Thalia tocaron las teclas de su lado del piano, mientras Regulus se encargaba del otro, no era la primera vez que hacían algo así, pero los llevó de regreso a algo.

Los recuerdos volvieron a inundarse mientras los dos miembros más jóvenes de la familia Black tocaban, estos recuerdos fueron acompañados por la Sonata a la luz de la luna de Ludwig van Beethoven, un mago abdicado que pasó su vida tratando de mostrar el mundo de la magia en diferentes naturalezas. Es discutible si su misión tuvo éxito.

Regulus regresó al 16 de junio de 1967. Regulus tenía seis años, Thalia y Sirius tenían siete, Narcissa acababa de cumplir doce, Andrómeda tenía quince y la mayor de ellas, Bellatrix, se jactaba de que se acercaba su decimoséptimo cumpleaños. Era la primera vez que todos los jóvenes Black tomarían juntos una de sus futuras lecciones de piano. Estaban todos reunidos en el alféizar de la ventana viendo pelear a dos cuervos en el jardín.

Narcissa y Andrómeda parecían perturbadas por la imagen frente a sus ojos, Bellatrix y Sirius apostaron cuál de los pájaros ganaría la pequeña batalla, y Thalia tapaba los ojos de Regulus cada vez que uno de los pájaros estaba a punto de arrancarle los ojos al otro.

―¡Miren!―Bellatrix señaló al más grande de los cuervos quien fácilmente usó sus garras contra el más pequeño, las garras perforando debajo de las plumas.―¡Increíble!

―¡Demasiado!―Sirius estuvo de acuerdo.―¿Viste eso?

―No.―dijo Regulus, señalando las manos de Thalia, que aún estaban sobre sus ojos, aunque Narcissa ya había cerrado las cortinas―Alguien no me dejó.

―Ya puedes abrir los ojos, Tatá.―Andrómeda se rio levemente, pasando sus manos por el cabello más claro de su hermana menor.―Se acabó, deja que Reg lo vea también.

Thalia abrió lentamente uno de los ojos que mantenía cerrado con todas sus fuerzas, y cuando notó que la cortina estaba cerrada, apartó sus manos de los ojos del niño antes de abrir el ojo que le quedaba. Regulus realmente no parecía triste por perderse del episodio, de hecho, le sonrió discretamente a Thalia, quien rápidamente le devolvió la sonrisa.

Bellatrix y Andrómeda se tiraron en el sofá, Bella apoyó la cabeza en el regazo de su hermana, recibiendo caricias en su cabello rizado, Sirius saltó sobre ellas rompiendo la paz y haciéndolas tirarle almohadas mientras Thalia y Regulus reían.

―¡Deténganse, ustedes tres!―ordenó Narcissa. Era una chica baja con ojos rayando el azul, tenía la misma nariz alta de siempre.―¡Mamá dijo que nos portáramos bien!

Los cinco permanecieron en silencio, mirando seriamente a la pequeña que se cruzaba de brazos tratando de aparentar de ser mayor de lo que realmente era. El silencio solo duró unos segundos antes de que Thalia soltara un bufido que hizo reír a Sirius, Andrómeda se cubrió los labios con las manos riendo también y los cinco comenzaron a reír incontrolablemente cuando Bellatrix golpeó a Narcissa con una almohada que la tumbó del sillón.

―¡Ah, pagarás!―Narcissa se levantó, recogió las almohadas y corrió para intentar golpear a Bella.

Pronto estaban todos corriendo por la habitación tratando de evitar las almohadas que lanzaban en su dirección, Thalia y Regulus se reían, fueron junto con Sirius los más rápidos en esquivar los obstáculos, aunque Thalia tenía la desventaja de no tener mucha fuerza para golpear las almohadas.

En ausencia de mago destinado a enseñarles nuevas melodías, los Black se ocuparon de algo que no tenían tantas oportunidades de hacer juntos. Divertirse. Pronto la batalla de almohadas se convirtió en guerra y se dividieron en dos equipos. Thalia, Sirius y Regulus por un lado, Narcissa, Andrómeda y Bellatrix por el otro.

―Nuestro equipo será de princesas.―dijo Narcissa, dando vueltas con su vestido detrás de la pared construida con sudor y lágrimas.―También conocida como el sofá.

Thalia, Sirius y Regulus intercambiaron una mirada cómplice mientras compartían entre ellos los cojines que lograron juntar detrás del gran sillón. Se rieron al escuchar el nombre elegido por las chicas.

―¡Solo si son las princesas del pantano!―se burló Sirius, seguido de las risas de los otros dos que se estaban divirtiendo más que nadie.

―Ah, ¿y cómo se llamará tu equipo? ¿Los pendejos?―preguntó Narcissa mientras las otras dos hermanas se estiraban detrás del sofá para mostrarles la legua.

―¡Sí, mira!―Sirius se levantó del suelo y les dio la espalda a las tres chicas, moviendo sus caderas para provocarlas.

Regulus se sujetó el estómago y Thalia intentó dejar de reír para evitar el hipo, pero rápidamente fracasó. Incluso las chicas que intentaban parecer enfurecidas tuvieron que cubrirse los labios para ocultar su risa en un intento de contenerla.

Cuando Bellatrix intentó golpear a Sirius con otra almohada, el niño lo esquivó escondiéndose detrás del sillón junto a su hermano y su prima, estos se rieron un poco más de la cara que Sirius Black le puso a su prima mayor. Mientras Thalia cubría el sillón con una tela y la ataba alrededor de los hombros de Sirius, al niño no le importó, y la niña se arrastró hasta dos estatuas decorativas que contenían dos sombreros, las tomó y se arrastró de regreso hacia Regulus.

―¿Qué es esto?―preguntó el niño con curiosidad mientras veía a la niña ponerse uno de los sombreros en su cabeza.

―¡Seremos piratas!―Thalia respondió emocionada con una sonrisa feliz, colocando el otro sombrero oscuro en el cabello ondulado de Regulus.

―¡Avancen!―exclamó Sirius con muchas almohadas en las manos, haciéndose pasar por una espada, y una capa improvisada.

Y lo hicieron, los dos equipos saliendo de sus escondites y corriendo uno hacia el otro, almohadas volando y risas fuertes, sin nadie que los oyera, nadie que observara y juzgara la forma en que Narcissa corría de forma torcida, cómo Andrómeda hablaba muy alto, cómo Sirius era muy extravagante, cómo Bellatrix no podía mantener la boca cerrada, cómo el cabello de Thalia volaba por todos lados, o cómo Regulis desobedecía las ordenes se ser siempre discreto y superior.

Algo sacó a Regulus de 1967, llevándolo de regreso al veinte de octubre de 1977, al salón de baile, a su cumpleaños número diecisiete, que había sido estrictamente prohibido por él, pero como siempre, no había ninguna decisión que pudiera tomar sin su madre.

―Betsy Graves.―Thalia susurró el nombre.

Las manos de Regulus se deslizaron lejos del piano, la miró con esos ojos grises, que siempre fueron indiferentes, ahora completamente abiertos.

―¿Qué pasó con Betsy?―preguntó Thalia.

Pero Regulus pudo leer la verdadera pregunta entre líneas, las palabras que Thalia nunca pudo pronunciar: "¿Qué le hiciste a Betsy?"

El aire despareció para ambos, el pánico en los ojos de Regulus se reflejó en los ojos de Thalia, ella se levantó rápidamente del banco, su silencio fue revelador. Debería haberlo negado inmediatamente, haberle preguntado de qué diablos estaba hablando, no haber sido grosero y hasta agresivo en sus palabras, haberla llamado loca, haber dicho que acusaciones como esas eran muy graves.

Pero no lo hizo, no pudo.

Thalia se tapó los labios con las manos, horrorizada por la silenciosa confesión, se alejó de la multitud que no pareció notar la escena. La chica caminó entre ellos, tratando de salir de la habitación, tratando de encontrar un lugar tranquilo, pensando en lo extraño que sentía buscar algo familiar y no encontrarlo, a pesar de estar rodeada de su familia.

Inmersa en sus pensamientos solitarios y aterrorizados, Thalia no notó que nadie se interpusiera en su camino, cuando chocó con otro mago, la chica tragó con dificultad tratando de sonreír y mantener la calma. No podía  reconocer los ojos detrás de la máscara, pero lo hizo.

―Sirius.―Thalia susurró, sus ojos tristes revelaron a Sirius lo que acababa de concluir.

En los últimos diez días desde que Betsy Graves fue envenenada, Thalia había estado intentando hablar con Regulus, al día siguiente del suceso, toda la escuela se enteró y empezaron los murmullos, todos se asustaron, el trabajo de los Prefectos pudo haber disminuido porque ahora por los pasillos no caminaba nadie de noche, o casi nadie, sin embargo, se había duplicado el turno, por temor a que no de los prefectos se quede solo, ahora los turnos los toman cuatro prefectos y siempre hay un profesor caminando por el castillo en guardia.

Y Regulus Black tuvo una terrible enfermedad repentina la noche que Betsy fue envenenada, y a la mañana siguiente tuvo que regresar a casa, donde había pasado los últimos diez días. Evan y Pandora le enviaron notas, trabajos y avisos, Thalia milagrosamente encontró el tiempo para enviar al menos cinco cartas cortas al día y no recibió respuestas.

Ella se negó a aceptarlo, al menos lo hizo durante esos días, pero ahora la negación la abandonó y la comprensión de los hechos la golpeó. Sirius la vio romperse en silencio, los pequeños fragmentos esparcidos por el suelo, tan brillantes como su vestido.

―¿Cómo entraste?―ella susurró, tratando de mantener la calma, pero su timbre era tembloroso y sus ojos no podían enfocar el rostro del chico.

―Poción multijugos.―respondió el chico mirando por encima del hombro de Thalia, observando al chico tocar otra canción en el piano.―¿Lo admitió?

Thalia guardó silencio, al igual que Regulus.

―¿Thalia?―Sirius volvió a llamar.

―No respondió.―susurró Thalia, abrazándose los hombros.

Sirius miró a su hermano nuevamente, su cabello cayendo en ondas pero sin tocar realmente su hombro, un poco peinado hacia atrás, probablemente con gel, sus ojos enfocados en sus propios dedos, su cuerpo se balanceaba ligeramente a medida que la melodía se hacía más intensa. Parecía normal, parecía el mismo Regulus, parecía Regie, pero ya no lo era.

Y lo que pasó después lo demostró.

―¿Viniste solo?―preguntó Thalia rascándose la nariz tratando de ocultar sus ojos tristes la búsqueda de alguien detrás de Sirius.

―James no está aquí.―Sirius miró a la chica nuevamente, sus cejas se alzaron ligeramente cuando ella pareció decepcionada.―En la ventana de tu izquierda.

Thalia giró discretamente, había un pequeño grupo allí, con vestidos de seda falsa y trajes mal planchados, ropa improvisada. Allí estaba, la mitad de su rostro cubierto por una máscara blanco, los ojos de Black lo encontraron fácilmente, Thalia empezó a querer caminar hasta allí, pero se detuvo al recordar dónde estaba, así que solo sonrió suavemente.

James parecía congelado en su lugar. Remus tuvo que ponerse delante del chico cuando notó que estaba empezando a caminar. Se detuvo, pero sus ojos no se apartaron, parecía hipnotizado, era como estar hechizado. Potter sentía como si no hubiera suelo bajo sus pies, y eso le gustaba.

Las luces en el pasillo de repente se atenuaron, la música que rodeaba la habitación desapareció y las conversaciones se detuvieron, todos se giraron hacia el centro del pasillo donde Walburga y Orion colocaron sus manos sobre los hombros de Regulus y miraron hacia dos grandes puertas de la entrada. Los ojos de Thalia y Sirius siguieron los de la familia, por los que fueron los primeros en notar la presencia de un hombre alto, con túnicas largas y oscuras, una máscara que cubría todo su rostro, dejando solo esos peligrosos ojos visibles, la capa que lo cubría era más pesada que la de Bellatrix, era más oscura.

Caminó lentamente, mirando a algunos invitados mientras sus pasos pesados se apoderaron del salón, el frío se apoderaba, el miedo crecía, no hacía falta que nadie anunciara su nombre, todos sabían quién era, todos podían sentir el abismo de oscuridad, la magia que flotaba a su alrededor, el peligro que se cernía sobre él.

Sus fríos ojos se posaron en Thalia por un instante, ella se sentía pequeña, casi indefensa. Enderezó su postura, levantando ligeramente la barbilla, odiando la sensación de impotencia. El hombre sonrió divertido, como si la encontrara ridícula. Siguió su camino, siendo observado atentamente y pareciendo disfrutar de que, ya fuera por miedo o por adoración, sería respetado en ese salón, y lo sabía.

Sirius pareció darse cuenta antes de que Thalia de lo que estaba por suceder en ese momento, dio un paso adelante y todos los magos hicieron lo mismo, sin saber que el chico desheredado lideraba el movimiento. Se formó un grupo alrededor del hombre y su familia, los ojos de Regulus estudiaron al hombre frente a él. Extendió su brazo izquierdo, levantando la manga de su camisa verde, dejando al descubierto por completo la pálida piel de su antebrazo. Los magos alrededor estaban vitoreando, aunque permanecieron en silencio, todos tenían los ojos brillantes para ver esto suceder de tan cerca.

Excepto Thalia y Sirius Black.

Sirius estaba dejando caer su máscara, mirando a Regulus con su rostro igualmente expuesto. Los ojos grises se encontraron, Regulus esta vez no parecía sorprendido, pero sus ojos revelaban tristeza, como los de un anciano que se rindió después de años de batalla, como alguien que había perdido sus fuerzas, ojos tristes y debilitados pertenecientes a un chico quien apenas cumplió diecisiete años.

Sirius parecía decepcionado, parecía sorprendido y perdido, no respondía en absoluto. Ese era Regulus, Sirius solía sostenerlo en su regazo, solía presentarlo a la gente porque el niño era muy tímido, solía pelear con los niños para protegerlo, crecieron juntos. Y ahora Regulus estaba ganando cada discusión que alguna vez tuvieron, Sirius tenía palabras duras, pero Regulus lo lastimó como nadie podría hacerlo, su hermano ahora era alguien que Sirius Black solía conocer.

Pero Thalia no podía, no podía, así no, no estaba lista. Él todavía era Regulus para ella, todavía eran piratas, todavía eran rivales, todavía jugaban a ponerse al día, ella todavía decía cosas para provocarlo y él todavía ganaría, todavía traería su mazo de cartas para las reuniones aburridas, ella siempre lo vería como un niño pequeño llorando desesperadamente por el hermano que lo dejó.

Por la hermana que la dejó.

Sirius y Andrómeda.

Thalia y Regulus.

Sirius y Andrómeda.

Thalia y Regulus.

Thalia Black levantó su varita.

El pasillo quedó a oscuras.

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