Tercera fase

Nombre: Un sabor diferente
Autor: Lemon_Candy_314/Candy
Personajes: Shinazugawa Sanemi, mención de otros personajes
Fandom: Kimetsu no yaiba

Dulce/Postre escogido: Ohagi

Advertencias: Uso de Oc, post-manga
Núm. de palabras: 1650 palabras

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Las cosas poco a poco se iban tornando a la normalidad.

Después de todo lo ocurrido, de la derrota de Muzan, de la pérdida de tantos jóvenes cazadores y sus respectivos entierros, y de la disolución de la organización de cazademonios, los cazadores que quedaron empezaron a recorrer sus propios caminos.

Tanjiro y Nezuko regresaron a la montaña donde habían crecido, junto con Zenitsu e Inosuke.

Kanao y Aoi a veces iban a visitarlos y a pasar el rato, y de la misma forma, el trío de chicos y la ex demonio iban a la finca mariposa a visitarlas y a las 3 pequeñas ayudantes.

Los 3 hermanos Ubuyashiki se conservaban unidos, siempre visitando las tumbas de todos los cazadores que habían caído en batalla (como sus padres les habían enseñado), pero sobre todo las tumbas de sus hermanas y sus amados padres.

Rengoku Shinjuro iba mejorando su relación con su hijo Senjuro, hasta incluso había dejado el alcohol por completo y convivía más con él; ambos iban a dejar flores frescas 2 veces al mes a las tumbas de la madre y el hijo mayor de la familia Rengoku.

Uzui Tengen vivía en paz con sus 3 esposas en su hogar, que pronto tendría más movimiento, ya que los 4 esperaban a su primer hijo.

Tomioka Giyuu prefirió la paz del silencio en su pequeña casa, disfrutando ocasionalmente de las visitas de los hermanos Kamado, y yendo a visitar a su maestro a su propio hogar.

Sin embargo, aún quedaba alguien que no sabía muy bien qué hacer.

Shinazugawa Sanemi.

Por un lado, había logrado sobrevivir a la batalla, ahora podía vivir en un mundo libre de demonios.

Pero por otro lado, se habían perdido demasiadas vidas por culpa de los mismos.

Su familia.

Su mejor amigo.

La persona que alguna vez amo.

Sus compañeros y amigos cazadores.

Oyakata-sama.

Hasta su hermano, Genya.

Todos aquellos que alguna vez le importaron...se habían ido y lo habían dejado.

A pesar de que aún tenía contacto con sus compañeros ex cazadores, él era el único que aún no decidía que quería hacer con esta oportunidad de vida, por la que todos habían luchado tanto y habían sacrificado sus vidas por ello.

Siempre supo que jamás podría ser él mismo desde que vio como su madre, convertida en demonio, le arrebataba la vida sin piedad a sus hermanos menores.

Y todo eso se demostró cuando empezó a ser incapaz de distinguir algún color otra vez, un día simplemente despertó, y todo estaba en blanco y negro.

El azul del cielo.

El verde de la hierba.

El color de su ropa.

Todo a su alrededor, perdió su color.

Aunque eso no le importó, pocas cosas le importaban en esa época, donde movido por una furia cegadora, solo tenía cabeza para matar a cada demonio que se cruzara en su camino.

Conforme fue avanzando, conociendo y creciendo, fue adaptándose mejor al ambiente, entrando de manera oficial a los cazadores de demonios, y teniendo a alguien que podía llamar "mejor amigo".

Por desgracia, la muerte siempre lo alcanzaba, pero nunca se lo llevaba a él, sino a quienes estaban a su alrededor.

Y cuando vio otro cambio en sí mismo, fue cuando perdió a quien fue su primer amor.

Kocho Kanae.

Enterarse de que su querida Kanae había caído a manos de una luna superior, fue un golpe muy duro...pero fue más duro de lo que pensó, cuando ya no pudo distinguir el sabor de las cosas.

Un corto tiempo después del entierro de la pilar de las flores, Sanemi se dio cuenta de que todos los alimentos y bebidas empezaban a saberle igual.

Así como dejó de distinguir los colores, también empezó a dejar de distinguir los sabores.

Ni siquiera podía sentir el sabor del ohagi.

Y se resignó a vivir así.

Comiendo todos los días masas duras o blandas sin sabor, y bebiendo líquidos fríos o calientes sin ningún dulzor o amargura.

Ahora que ya no hay motivos para seguir peleando, no sabe que sentido darle a su existencia.

Sabe que no le espera una vida larga, dado que ya sabía las consecuencias de manifestar "esas" marcas en la piel.

Bien podría decidir vivir los últimos años que le quedan en soledad, recordando a sus seres queridos.

Sin embargo, hay alguien que no lo deja vivir solo.

Que por mucho que a intentado alejarla de sí mismo, sigue ahí con él.

Irritándolo con su presencia constante, todos los días en su finca.

Molestándolo con su voz incesante, en espera de que el ex pilar del viento le contestara.

Sin dejarlo en paz con sus inacabables intentos por hacerlo convivir más con los demás.

Su "compañera" de vivienda, por decirlo de alguna manera.

Kujimoto Nozomi.

Una muchacha ex cazadora de 20 años, que no a dejado de visitarlo después de la caída de Muzan.

Una joven que pasa sus días cuidándole y haciéndole compañía, mientras le cuenta sus experiencias como nueva ayudante en la finca mariposa.

Nunca le ha dicho porque está con él, y tampoco le ha preguntado.

Pero aunque no lo diga, le agrada su compañía.

Siempre le ayuda a entrenar, a limpiar, a relajarse y a cocinar.

No sabe muy bien a qué sabe, pero siempre su comida tiene buen aspecto.

- Buenos días Shinazugawa-san- dice tranquila la fémina, entrando por la puerta principal de la finca.

- Buenos días Kujimoto-

- ¿Cómo ha estado hoy?- y ahí empezaba.

La misma rutina de todos los días, y no era aburrida para nada.

Aunque Sanemi no lo dijera, le gustaba pasar tiempo con Nozomi, por algo no la había echado desde el día 1.

En algún momento de la charla, dejó de prestarle atención ala conversación, para fijarse en su cara, en sus facciones, el cómo se movían cuando hablaba.

Era algo único de ver.

- ¿Estás de acuerdo, Shinazugawa-san?- preguntó mirándolo, el peliblanco estaba perdido- ¿No me escuchaste, verdad?- volvió a preguntar con el ceño levemente fruncido.

- Claro que sí, y está bien- dijo sin querer admitir que se había concentrado más en el rostro de la chica que en la conversación.

- Bien, entonces vamos-se levantó y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse.

Sanemi le tomó de la mano y se dejó guiar por ella, hasta que llegaron a la cocina.

En la mesilla, habían varios ingredientes simples, nada especiales: arroz, frijoles rojos, agua y azúcar.

Nozomi empezó a moverse por la cocina de manera natural, como si lo hubiera hecho muchas veces.

El peliblanco la veía trabajar mientras iba sobre la marcha viendo que hacer, ya que desde antes de entrar estaba algo perdido.

Sin embargo, conforme fue avanzando, se dio cuenta de que estaban haciendo algo que el conocía a la perfección.

Estaban haciendo ohagi.

En cuanto supo lo que Nozomi quería hacer, él tomó más la iniciativa y ya no necesitaba que la chica lo guiara.

Por el otro lado, la ex cazadora se alegro de ver al ex pilar más contento mientras cocinaba.

Se había enterado en la finca mariposa, que la comida favorita de su "compañero" era el ohagi.

Así que pasó cerca de 3 días aprendiendo cómo hacerlos.

Su plan inicial era hacerlos y regalárselos, pero un día antes de poner en marcha su idea, tuvo una mejor.

Hacerlo participe de la elaboración.

Y no se arrepentía.

El tiempo pasó, y después de algunos pocos intentos, tenían varios ohagis listos para comerse, y un poco de té para acompañarlo.

Nozomi empezó a comer, y su rostro reflejaba lo mucho que le habían gustado esos dulces.

Sanemi la veía tan feliz, que le fue imposible ocultar la pequeña sonrisa que surgió de verla solo disfrutar de algo tan simple como un dulce.

Y al mismo tiempo le daba pesar, ya que sólo podía imaginarse el sabor de eso que tanto le gustaba.

- Shinazugawa-san, ¿no vas a comer?- preguntó algo confundida.

- Yo no tengo hambre Kujimoto- dijo para zafarse del tema.

- Ah no, pasamos toda la tarde haciéndolos, así que no me iré de aquí hasta que no coma al menos uno- tomó uno del montón que habían hecho y se lo acercó a Sanemi- anda, di "Aaahh"-

Esto era muy extraño desde la perspectiva de Shinazugawa, el ver a una chica dándole de comer.

Pero conociendo a la chica, sabía que era demasiado testaruda, y no se iría hasta que lo comiera.

Sin negarse, abrió la boca y le dio un mordisco al ohagi.

Y sintió el dulce.

De la sorpresa, Sanemi cayó hacia atrás, ni siquiera podía masticar de la impresión.

Nozomi se acercó a él preocupada de ver que el hombre frente a ella parecía haber visto un fantasma.

- Shinazugawa-san, Shinazugawa-san- le llamaba, pero no respondía- ¡Sanemi!- eso lo regresó a la realidad.

El chico espabiló, viendo a la chica frente a él, y empezando a masticar lentamente.

Sintiendo el sabor del ohagi otra vez.

Estaba tan incrédulo que no supo cómo reaccionar.

Solo podía tratar de contener las lágrimas.

De la emoción.

De la sorpresa.

De la confusión.

Ni él mismo sabía.

Lo único que podía hacer era seguir masticando, disfrutando de ello, hasta que tragó.

- Más- fue lo único que dijo, se le notaba la emoción en su voz, por mucho que tratara de contenerse.

Kujimoto se sorprendió, nunca lo había visto así, pero le alegraba tanto, que no pudo negarse a seguirle dando más ohagi.

Siguieron comiendo y bebiendo té tranquilos.

El sol estaba empezando a ocultarse cuando Nozomi decidió que era hora de irse.

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Adiós Shinazugawa-san, vendré mañana a la misma hora- se despidió con la mano.

- Adiós Nozomi-dijo tranquilo, la chica se volteó a verle- ven mañana y hagamos ohagi otra vez-y sonrió.

Una sonrisa pequeña, pero que hizo sentir a Nozomi especial.

- Si, hasta mañana Sanemi- salió a su casa más feliz por el gran día que había tenido.

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Ahora si me tardé jajaja.

No es excusa, pero la universidad me a tenido más ocupada que de costumbre.

Siento que este oneshot no es el mejor de los 3, siento que pude haber hecho mucho más, pero hasta apenas hoy pude escribir por que hasta hoy tuve tiempo.

Pero bueno, de nuevo, estoy abierta a opiniones.

Sayonara, y gracias por leer 💙

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