XVI

Colocó la sartén en el fuego, agregó aceite de oliva junto con ajo y cebolla, esperando a que se cocinara a fuego lento. Mientras tanto colocó los espaguetis en el agua caliente, para tenerlos listos cuando fuera necesario. Con ambas ollas al fuego, decidió enfocarse en el pan con ajo y parmesano con lo que quería acompañar la pasta.

Cortó los tomates cherry a la mitad y los agregó a la sartén con ajo y cebolla, lo cubrió con una tapa y los dejó cocer lentamente.

Sus manos se movían con maestría por la cocina, acostumbrado a eso y ni aún en ese día libre se detenía a cocinar. El estar en la cocina siempre sumergía su mente entre los ingredientes, los sabores y olores, evitando que pensara en cosas que no debería, como en una cabellera y ojos azules que no habían dejado de rondar su mente.

Y aquel acercamiento que había sucedido hace unas dos semanas, en el auto de Nejire. Cuando había tenido el rostro tan cerca... que pudo detallar sus largas pestañas destacando sus ojos azules y por supuesto que había visto sus labios. Él se había atrevido a probarlos en el pasado y sabía que no debería desearlos, pero ahí estaban, tan cerca que fue tan doloroso el no poder probarlos.

Él realmente se estaba esforzando en reprimir esos sentimientos desde que salió de la residencia Hadō, él se centró tanto en su trabajo que terminaba lo suficiente agotado para considerar algo más. Hasta que ella apareció en el restaurante un par de veces y sin el enojo de esa última pelea, Tamaki no pudo negarse a acercarse o hablar.

Aferrándose a la idea de que era un cliente y de que no podía estar mal el tener una relación cordial como antiguo empleador. No era nada incorrecto ¿cierto? Sin embargo, él no se había atrevido a decirle a Mirio nada de ello. El hecho de haber visto a Nejire tres veces en el restaurante.

Mirio era demasiado animado y energético, pero le había dejado en claro su postura, que debía alejarse de Nejire, que parecía no saber que es lo que quería. Y él estaba de acuerdo, él no la había buscado, al menos no la segunda y tercera vez... ella vino hacia él. En la segunda ocasión ella fue a una especie de reunión y Tamaki pudo ver que no había sido intencional, ella se veía tan impresionada por verlo ahí, como si quisiera desaparecer.

Ah, pero él le había dicho que podía volver... algo que durante varios días pensó que había ignorado su invitación, hasta que ella regresó. Y se había ofrecido a llevarlo, como si aquello no fuera del todo incorrecto, él aceptó.

El tenerla tan cerca había derrumbado todos esos muros que había puesto en una demolición repentina y las ganas de besarla fueron abrumadoras. Pero por suerte ella se había alejado.

Tamaki había entrado aquella noche y Mirio, que veía televisión lo observó detenidamente.

—¿Por qué tu cara está tan roja?

Por supuesto que Mirio lo descubriría, pero Tamaki logró esquivar aquella pregunta, excusándose con que tuvo que correr porque el taxista lo había dejado más lejos.

Sabía que si Mirio se enteraba de sus encuentros y como él le dijo que podía ir al restaurante cuando quisiera, dejaría en claro su total desacuerdo. Tamaki estaba jugando con fuego al seguir en contacto con la mujer que quería, aquella mujer que estaba casada.

Para su suerte, después de aquel altercado en el auto, Nejire no había vuelto al restaurante. Dos semanas habían pasado y ella no se apareció, algo que fue un alivió para él, pero al mismo tiempo se sintió algo... decepcionado. Un sentimiento que intentó dejar de lado, concentrándose en la cocina y no en el hecho de que ella no se había aparecido en el restaurante.

Sacó la pasta del agua caliente, escurriéndola y lo reservó, verificó el tomate que estaba cocinándose, cuando la puerta de la entrada sonó.

—Yo iré. —Mirio habló desde la sala.

—Estoy esperando un paquete.

Tamaki no era una persona popular, vivía con su único amigo. Por su parte Mirio tenía otros amigos del trabajo con los que salía a beber o en ocasiones los invitaba ahí, pero ahora no tenía planes. Mirio se iría más tarde a trabajar, por lo que quería tener la comida lista pronto.

Apartó la sartén con los tomates de la estufa y con una espátula lo meneó, aplastando un poco, antes de agregar la albahaca.

—Tamaki.... —Escuchó la voz de Mirio al otro lado. —Es para ti.

—Si, te he dicho del paquete, recíbelo por mi.

Dejó el frasco de albahaca y se acercó al horno para revisar los panes que había metido.

—Necesito que vengas aquí. —La voz de Mirio era profunda.

Tamaki se secó las manos con una servilleta y salió de la cocina, con la mente en el pan del horno y en juntar la pasta con el espagueti.

—Te he dicho que lo recibas...

Se detuvo de pronto al dar un par de pasos y observar la entrada del departamento.

—No se trata de un paquete.

Tamaki se quedó paralizado cuando vio a Nejire de pie ahí, con los ojos llorosos y el rostro contraído en el temor absoluto. Un nudo se formó en su garganta cuando la vio entrar, acercándose hacía él y abrazándolo con fuerza.

—Lo siento... —Su voz sonó rota. —Sé que no me quieres aquí pero... no tengo otro sitio a donde ir.

Tamaki la escuchó sollozar y de forma automática la abrazó, sin perder de vista la mirada profunda de Mirio de verla ahí.

Mirio pensó por un instante que estaba soñando al ver a Nejire ahí, en su departamento. Porque no había forma de que fuera así, porque ella jamás había estado ahí ¿cómo es que Nejire había llegado a su departamento? Por lo que observó a su amigo y cuando lo vio desviar la mirada, lo supo, que había cosas que no le había contado.

No podía culparlo, sabía lo mucho que Tamaki quería a Nejire, por más incorrecto que fuera... después se preocuparía de los secretos que le habían ocultado, en ese momento la prioridad era saber la razón de porque ella estaba ahí, llorando.

Mirio fue hacia la cocina y llevó un vaso de agua hacia la sala, donde Tamaki había logrado que Nejire se sentara y ella estaba reprimiendo sus lágrimas. El rubio le ofreció el agua y ella dio un largo trago.

Parte de pensar que verla ahí fuera una fantasía, era el completo cambio físico de Nejire. Estaba más delgada y su largo cabello desapareció...algo que al mirar a su amigo se dio cuenta que no era una sorpresa para él.

—Lo siento por la intromisión y por venir.... —Ella habló con el vaso entre sus manos, observándolo como si fuera lo más interesante. —No se suponía que nada de esto sucedería, mis intenciones eran otras, pero, me vi obligada a improvisar, pero...si yo no salía en ese momento, no podría hacerlo.

—No te estoy entendiendo... —Tamaki le preguntó con tantas dudas girando en su cabeza.

Nejire se mordió su labio inferior y levantó la mirada.

—Lo dejé...—Dudó un instante. —Dejé a Neito.

Mirio levantó una ceja, porque esperaba que eso no fuera lo que él pensaba, que el que después de todo ese tiempo se arrepintiera de dejar a Tamaki y al final fuera a buscarlo.

—¿Felicidades? —Mirio no sabía qué más podría decir y más ante el silencio de Tamaki.

Tamaki escuchó aquellas palabras como un eco en su cabeza... ¿Ella realmente lo había dejado? Eso no tendría sentido, ¿porque en ese momento? ¿Qué la impulsó a ello? Considerando que ni su presencia la hizo tomar esa decisión.

Ella negó con la cabeza, porque sabía que estaba siendo malinterpretada.

—Yo me di cuenta que me había estado aferrando a una relación sin sentido... una relación que realmente nunca existió, pero yo quería salir de ahí por mis propios medios, porque sabía que mi padre no permitiría terminar ese matrimonio, en la élite un divorcio no era algo que se me permitiera —Ella observó el vaso en sus manos. —Pero yo necesitaba salir de ahí, Solo necesitaba el suficiente dinero para un lugar y con eso acabaría con aquella farsa de matrimonio ....lo cual pensé que sería más sencillo ya que apenas nos veíamos un par de minutos a la semana.

Nejire giró el vaso en sus dedos, con ansiedad.

—Pero... él por supuesto no me dejaría ir tan fácilmente....

Nejire había logrado vender varios de sus cuadros gracias a Itsuka, ella había comprado un par y había logrado que varios de sus conocidos adquirieron algunas y ella misma colgó sus cuadros en sus negocios, con la intención de que funcionara como publicidad.

Más rápido de lo que pensó logró juntar una cantidad mínima pero suficiente para poder encontrar un lugar. Y se suponía que ese día se reuniría con Itsuka, que pasaría por ella para ver un pequeño departamento.

Salió del baño mientras enviaba un mensaje a Itsuka, si todo salía bien posiblemente esa semana podría dormir en otro sitio. Sonrió animada por esa expectativa, pero se detuvo de forma abrupta al ver a Neito en medio de la habitación, arreglándose la corbata. ¿Qué hacía ahí? A esa hora se suponía que ya no estaba en la casa.

Nejire no planeaba contarle nada sobre sus decisiones hasta que fuera irreversible, porque no sabía cómo podía tomárselo ¿y si se lo decía a su padre? Intentó mantener todo eso en secreto, para que nada fuera esperado. Tomó su bolsa que había dejado en la cama y cuando quiso ir hacia la puerta, pero él la interceptó.

—¿Podría saber a donde vas a diario? —Él la miró fijamente a los ojos.

Nejire apartó la mirada, sin muchas ganas de esa conversación.

—A ningún sitio en particular.

Ella intentó esquivarlo, pero Neito no lo permitió y en cambio, logró sujetarla de la cintura, atrayéndola hacia él, hacia su cuerpo.

—Yo... siento como me he comportado últimamente, las cosas no han estado bien entre nosotros, pero yo te quiero, quiero arreglar las cosas, estar bien contigo. —Él le sonrió e ignoró la fuerza que Nejire hacía para separarse. — Yo estoy dispuesto a hacer cualquier cosa, si hay algo malo conmigo trabajaré en ello.

Nejire quiso empujarlo, pero él la sujetaba con fuerza y se acercó hacia su rostro para besarla, pero ella apartó el rostro.

—Quiero intentarlo de nuevo, por favor déjame hacerlo.

—No hay nada que hacer Neito. —Ella lo enfrentó, molesta por la cercanía, queriendo que dejara de tocarla. —Esto se ha terminado.

—Yo quiero reparar este matrimonio Nejire, sé que podemos hacerlo.

Nejire logró empujarlo con gran fuerza, tomando distancia de él y mirándolo con gran resentimiento, por aquellas palabras vacías que había escuchado tantas veces.

—No puede repararse, está roto.

Monoma la observó conmocionado y lanzó la corbata a un lado. Su rostro amoroso y sonriente desapareció y en cambio estaba frunciendo el ceño, frustrado.

—¿Qué es lo que pretendes con todo esto? —Él se acercó, con el rostro contraído en ira. —¡¿Esto se terminó?! Solo hemos estado peleando ¿y tú quieres terminar con esto? —Él se acercó más hacia ella y Nejire retrocedió. —¡Tenemos planes, una vida por delante juntos, no puedes renunciar a esto!

—Jamás se ha tratado de mi Neito, tú eres el que ha terminado con esto desde hace mucho. —Ella lo atacó con fiereza. —Con cada uno de tus rechazos, de cada vez que me dejaste plantada, con tu indiferencia.

Él dejó salir una carcajada pero volvió a mirarla.

—¿Indiferencia? ¡Yo soy el que ha estado rogándote para poder acostarme contigo y tú me has rechazado en cada ocasión!

—¡Y yo te esperé durante un año, solo en esa maldita cama y jamás me tocaste!—Ella se reprimió de repente. —Pero ya nada de eso importa.

—Claro que importa, porque yo te amo y quiero estar contigo, quiero que esto funcione. —Neito dio un paso hacia ella, dudoso, la vio tomar su bolsa de suelo. —Nejire...

—Olvídalo Neito, esto se terminó. —Ella se colgó la bolsa en el brazo. — Esta semana estaré mudándome y tú podrás hacer lo que tú quieras, porque yo haré lo mismo.

Nejire caminó hacia la entrada de la habitación, Neito se había quedado quieto de pronto. Pero ella fue detenida por la prisión dolorosa y brusca de Neito tomando su brazo, tiró de ella con violencia y le dedicó la mirada más temible que ella había visto.

—¿Mudarte? —Él le sonrió con sarcasmo. —Eso no será posible, tú eres mi esposa, estamos en un matrimonio.

—Esto no es un matrimonio, no hay nada entre nosotros, yo ya no siento nada por ti, me iré tan pronto como pueda.

Nejire intentó soltarse, pero él tiró de ella, obligándola a mirarlo.

—¿Acaso... tienes a alguien más?

Ella lo enfrentó sin bajar la mirada, sin atreverse a decir nada. No quería darle la satisfacción de hablar, aunque eso no era para nada cierto. Es decir, había alguien que amaba, aunque eso no podría ser jamás y no lo estaba dejando por eso. Intentó soltarse, pero él tiró más fuerte de ella, sacudiéndola. Nejire retrocedió, pero él la siguió, hasta que ella chocó con la pared.

—¡Estas lastimándome!

—¡Dime si tienes un amante! —Su mirada estaba enloquecida. —¡¿Vas a largarte con él?!

—¡Suéltame! —Nejire sentía el apretón más fuerte en su brazo y las lágrimas escaparon de sus ojos, presa del temor de ver a su esposo...desquiciado.

—¡Responde, maldita sea!

Neito se acercó hacia ella, tomó su rostro con su mano libre para acercarla hacia él y obligarla a mirarlo a los ojos, presionó los dedos en su mejilla, demasiado fuerte.

—¡Tú me perteneces, no dejarás esta casa, jamás!

Ella sollozó y de pronto la puerta sonó, ambos se quedaron quietos, esperando.

—Disculpe, he venido por la ropa para la lavandería. —Ryuko al otro lado habló con la seriedad que la representaba.

Neito la soltó, no sin antes dedicarle una mirada cargada de ira, tomó su corbata del suelo y abrió la puerta.

—No vuelvas a interrumpirnos. —Monoma le advirtió antes de salir de ahí.

Ryuko se acercó rápidamente hacia Nejire que se había desplomado en el suelo, sollozando por ver aquella cara que no conocía de su esposo y por ser tan ingenua de haberse quedado tanto tiempo ahí. No sabía de que forma, pero ese día saldría de ahí, apenas se fuera Neito, se iría y no regresaría.

—¿Está bien, Señora?—Ryuko había decidido interceder cuando escuchó los gritos de su señora, sería incapaz de sentarse para esperar que le hicieran más daño. —Lamento no haber llegado antes...

—No te preocupes... pero ahora necesito un favor—Se levantó aún con la adrenalina en las venas. —Avíseme cuando el señor se vaya.

No obstante.... Neito jamás se fue, permaneció en la casa, vigilando cada movimiento de su esposa en la sala y no parecía dispuesto a irse. Nejire lo supo, que había cometido el peor error al decirle que tenía planeado irse hoy, porque lo había advertido sobre sus planes.

Él seguía todos sus movimientos, sin dejarla sola. Nejire se sentía apresada, sin ninguna oportunidad de salir de ahí. Por suerte Ryuko se movía por todas partes, sin dejarla sola, podía ver la preocupación de su ama de llaves.

En todo ese tiempo, habían peleado pero todo se resumió a indiferencia por ambas partes ¿qué es lo que había enloquecido a Monoma? ¿Qué pensará que tendría a alguien más? Neito era tan seguro de sí mismo que jamás pensó que ella podría intentar algo y menos con su cocinero ...

Nejire había logrado preparar una pequeña maleta con algunas cosas, pero la había ocultado bajo su cama, solo debía esperar el momento indicado. Neito estaba sentado a su lado, en el sillón contrario, jugando con el teléfono.

—Señor, disculpe, tiene una llamada en su oficina.

Monoma observó un instante a Nejire antes de levantarse y dirigirse hacia su oficina. Ella se preguntó cuanto tiempo podría faltar al trabajo... pero sus pensamientos fueron cortados de pronto por Ryuko, que le entregó su maleta y la empujó hacia la puerta.

—Váyase y no vuelva.

Ryuko le había servido toda su vida a la familia Hadou y aunque fue asignada a la residencia de su única hija y debía servirle al matrimonio, la realidad es que ella le tenía más estima y cariño a la señorita Hadou.

Había presenciado la indiferencia y peleas del matrimonio, pero el verlo ser violento con ella, como si hubiera enloquecido, la superó. No podía permitir que alguien le faltara al respeto a su señora, debía ayudarla a salir de ahí.

—Lo distraeré lo suficiente, pero aléjese tanto como pueda.

Nejire le sonrió, la abrazó con fuerza al saber lo que estaba haciendo por ella, de que posiblemente fuera reprendida, pero ella se encargaría de volver por su empleada más fiel, al menos una vez que se estableciera en su siguiente departamento.

Nejire salió de aquel departamento corriendo, y poniendo toda la distancia posible, con su cabeza dándole vueltas y muchas cosas viniendo a su mente. Debía irse lo más lejos posible, encontrar algo de ayuda ... .debía buscar a Itsuka.

Pero cuando Monoma se diera cuenta de su ausencia, con sus amigas sería el primer lugar que buscaría y si la encontraban, sabía que todo estaría perdido. Debía encontrar otro lugar donde no se le ocurriría buscarla. No tenía mucho tiempo, él la atraparía... por lo que cuando un lugar vino a su mente, se lanzó a ello, sin pensar en las consecuencias o posibilidades y con un solo pensamiento: escapar, correr tan rápido como pudiera.

Cuando el taxi llegó a aquella pequeña residencia y se bajó, se quedó ahí durante un largo tiempo, pensando en la mala idea que era eso y que podrían rechazarla. Reconsideró sus opciones, pero después de pensarlo mucho tiempo, solo confirmó que aquel lugar sería su única opción. Además solo necesitaba una noche quizá o al menos un par de horas.

Por lo que decidió arriesgarse.

—Él no sabe donde vives y no esperaría que tuviéramos contacto después de que te fuiste, por eso consideré que podría ser una buena opción.

Nejire terminó de contar todo lo que había sucedido esa mañana, al narrarlo sentía que eso era una historia de alguien más y no el reflejo de sus elecciones en el matrimonio. Se había calmado y fue cuando levantó la mirada.

Mirio la veía sorprendido en su rostro y cierta dudas ¿acaso no confiaba en ella? Tragó saliva, porque sabía que ese era su departamento y que la correría en la menor oportunidad.

Pero sus pensamientos se detuvieron cuando sintió la mano de Tamaki tomar la suya, se estremeció por aquel gesto repentino, pero se sorprendió cuando lo vio evaluar el moretón rojo que tenía en el brazo.

Tamaki tensó la mandíbula con aquella oleada de odio creciendo en su interior, de no poder ni querer imaginar esa escena de Neito siendo violento con Nejire... ¿cómo podía atreverse a hacerle daño? La idea de ir a esa casa y hacerlo pagar por tal bajeza lo dominó. Él era una persona tranquila e insegura, pero si alguien se atrevía a tocar a Nejire, iba a hacerlo pagar.

—Bueno, eso confirma que es un completo imbécil.—La voz de Mirio atrajo la atención de ambos, relajando un poco las cosas.

—Solo necesito contactar con Itsuka y me iré. —Agregó.

—¿Y él no te buscará con ella? —Tamaki indagó.

Lo que menos quería era que Neito, presa de la ira por ser abandonado, encontrara a Nejire y volviera a intentar forzarla.

—Bien, sé que este lugar no es el mejor o el más espacioso, pero... —Mirio atrajo su atención. —Puedes quedarte un par de días para que ese imbécil no pueda encontrarte.

Mirio se sentía culpable por su sentimiento de desagrado cuando la vio en la puerta. Pero después de aquella historia Mirio no pudo evitar pensar en el hecho de que esa era su razón para estar más delgada y que estaba soportando demasiado.

Él lo sabía, que era una buena mujer que no había tomado las mejores decisiones, y que... algo le decía, por la forma en que Nejire miraba a Tamaki, de que se arrepentía tanto de haberlo dejado ir. Su presencia podría complicar las cosas, pero sabía que el mismo Tamaki no la dejaría ir, no con ese bastardo capaz de hacerle algo.

—No quiero ser una molestia. —Nejire admitió.

—No eres una molestia, debes quedarte —Tamaki habló con intensidad. —Yo te mantendré a salvo.

Nejire se sintió avergonzada de pronto por la mirada intensa de Amajiki ¿él iba a protegerla? En realidad él no necesitaba hacer nada, porque cuando Nejire estaba cerca de él, todo se sentía tan seguro. La mano de Tamaki se alzó y acarició su mejilla, en búsqueda de algún hematoma ocasionado por la versión que Nejire contó, pero no tenía nada en la cara.

Mirio carraspeo la garganta para cortar ese momento, lo que menos quería era estar ahí estorbando, aunque sabía que considerando las cosas, no es que fueran a hacer nada cuando los dejara solos... o eso esperaba.

Por lo que Nejire había contado, desde que Tamaki salió de ahí, las cosas solo habían empeorado y ella se mantenía lejos de su esposo. Le había tomado tiempo salir de ahí por una cuestión económica, lo cual era tan ridículo considerando la cantidad de dinero que sabía que tenía. O al menos que su familia tenía, por eso ella intentó hacerlo por su medio.

Se levantó del sillón, llamando su atención.

—Tengo que ir al trabajo, por lo que Tamaki, ocúpate de todo.

—Si, déjame terminar. —Tamaki observó a Nejire un momento, ella asintió, sabía que había interrumpido.

Tamaki asintió y se levantó un momento, para terminar la comida en la cocina. Mirio lo empacó y se lo llevó. La recién llegada había complicado los planes de una tarde tranquila, pero no había mucho que hacer.

—Tamaki. — El cocinero giró para ver a Mirio a punto de salir de la cocina. — Vaya suerte que Nejire supiera dónde vivíamos ¿No?

Amajiki desvió la mirada hacia el plato que estaba lavando pero el silencio y una punzada en su cabeza le dejaba en claro que Mirio no iba a irse sin una respuesta.

—Me trajo a casa hace unas semanas...— Susurró esperando que el agua corriendo hiciera imposible escucharlo

—¿Te trajo? ¿De dónde?

Otro silencio incómodo, Tamaki sentía como todas las mentiras lo rodeaban y Mirio no estaba dispuesto a franquear, iba a sacarle toda la verdad.

—Del trabajo...

—Oh, entonces ha ido al restaurante. — Mirio observó con intensidad la espalda del cocinero. — Vaya, no recuerdo que me lo contarás.

—No ha sido la gran cosa, solo ... ha ido un par de veces.

Mirio levantó las cejas mientras veía a Tamaki lavando los trastes ¿un par de veces? Vaya, se habían encontrado mucho antes de lo que pensó. Pero considerando la impresión de Tamaki y la forma algo distante que tenían... sabía que las cosas aún estaban tensas.

—Entiendo... luego hablaremos de ello, tengo que irme.

Mirio salió de la cocina, se despidió de Nejire con un movimiento de la mano y salió del departamento. Suspiró, porque ahora tenía una tercera persona ahí y era una mujer. Esperaba que eso no fuera complicado, aunque solo serían unos días.

Tamaki emplató el espagueti que había hecho, colocó un poco de pan y salió de la cocina, acercándose hacía Nejire que estaba tan quieta como una estatua en la sala, mirando a un punto en la pared. Él le ofreció un plato y se sentó a su lado.

—No, realmente no tienes que molestarte.

—Come conmigo. —Él le pidió. —Estás demasiado delgada.

Tamaki tuvo una especie de deja vu de sus inicios en la casa Hadou, cuando Nejire tiraba su comida a la basura, un momento desagradable que después entendió las razones.

—¿Delgada? —Ella no sabía si era un halago o algo malo.

—¿No estás comiendo?

—Siempre estaba en el estudio, me mantenía ocupada, así que simplemente no pensaba en ello. —admitió algo avergonzada. —Las únicas ocasiones fue cuando fui al restaurante, siempre olía bien.

Ella lo tomó, mirando el plato fijamente, no había pensando en comer, algo que solía suceder con mayor frecuencia, se ocupaba tanto que olvidaba comer. Y que lo primero que fuera a comer fuera algo de Tamaki, hizo que su corazón se estrujara.

Tamaki escuchó aquellas palabras y a su mente vino lo que ella le había dicho en el auto, semanas tras y se sintió abrumado, nervioso. No era momento de pensar en ello.

Ambos se sumergieron en su plato, comiendo en silencio, uno algo incomodo, hasta que los platos quedaron vacíos.

—En realidad... no esperaba que fueras a recibirme... he hecho las cosas tan mal contigo. —Nejire habló como un susurró, viendo el plato en sus manos. —He sido tan despreciable y tú... me recibes aquí y te aseguras de alimentarme, realmente jamás te he merecido, y todo lo que sucede ahora sé que es por mis decisiones, pero cuando te perdí... fue el peor momento de mi vida, me lamenté como jamás lo había hecho.

Tamaki se quedó quieto escuchando, sin saber qué decir ni pensar.

—Si hubiera dejado atrás aquel mundo de fantasía, si hubiera seguido mis sentimientos por ti, nada de esto estaría pasando. —Ella sonrió sin muchas ganas. —Y ahora estoy aquí, causando problemas.

Tamaki sintió el nudo en su garganta ¿ella estaba diciendo que lo quería? Su débil corazón latió fuerte y doloroso, por el anhelo de haber esperado tanto por escuchar eso. Sabía que no debería sentirse así, pero había tenido tantas dudas, sobre si ella solo había estado confundida o si había jugado con él.

Hasta consideró, después de que cortaron todo contacto, que ella estaría viviendo feliz en esa vida. Pero verla aparecer ahí, huyendo de ese matrimonio, dejaba en claro que no era para nada así. Le quitó el plato de las manos y lo dejó a un lado.

—Tú no estás causando problemas. —Él le habló fuerte, llamando su atención. — Deja de pensar en eso.

—Pero tú aquella noche...

—Esa noche había tomado mucho y estaba... enojado porque pensaba que estabas embarazada. —admitió con la mano en su frente, sintiéndose avergonzado.

—Yo no hubiera podido...yo ya te quería tanto, que solo podía pensar en ti. —Ella admitió y levantó la mirada, mirándolo a través de sus pestañas.

Tamaki sintió algo rompiéndose en su interior al ver esa mirada, su cuerpo y corazón temblaron, ella podía derrumbarlo tan fácil, había tomado su corazón y lo estrujó tan fuerte. Sentía que flotaba mientras las palabras retumbaban en su cabeza, se lo había dicho, que lo quería. Bajó la mirada, con el rostro caliente.

En ese momento sonó el celular de Nejire, cortando el momento de tensión, ella lo tomó y vio la pantalla. Había más de treinta llamadas de Neito, por supuesto, pero lo había silenciado. Entró al registro y lo bloqueó para evitar que siguiera llamando, acto que Tamaki observó. De nuevo saltó la pantalla de llamada y pudo leer el "Itsuka"

Nejire respondió de prisa, le confirmaron lo que ya sabía, que Neito había enloquecido y había ido con sus amigas a buscarla. Itsuka estaba preocupada pero Nejire la tranquilizó, dejando en claro que estaba bien y que en unos días podrían encontrarse para ver el departamento.

Tamaki jugueteaba con su celular cuando Nejire terminó, él observó a través de la ventana, era de noche, el día había sido tan ajetreado que se fue demasiado rápido.

—Puedes cambiarte en el baño o tomar una ducha — Tamaki desapareció un momento en el cuarto del fondo y apareció con una toalla. —Puedes ocuparlo y si necesitas algo...

Nejire asintió, tomó la maleta que había llevado y se adentró al baño. Se sentía tan cansada y sucia que decidió tomar un baño, drenando toda la preocupación y estrés que había tenido ese día. Bañarse no era tan complicado como cuando tenía su cabello largo, por lo que terminó antes de tiempo y encontró la sala vacía.

Vio unas sábanas dobladas en el sillón, por lo que se acercó, dejó su maleta y acomodó las sábanas en el sillón. Era un sofá cama, sería más que suficiente. Se sentó una vez que terminó, lista para acostarse y dormir.

—¡No! —Nejire vio a Tamaki aparecer por la puerta del fondo, agitado y nervioso. —Puedes dormir aquí, en mi habitación, yo dormiré en la sala.

—Aquí estoy bien, de verdad.

—Insisto. —Él fue y tomó su maleta, caminando hacia el cuarto.

Nejire intentó negarse pero él jamás se detuvo y ella lo siguió hasta ahí. Era un cuarto pequeño pero cómodo, demasiado arreglado... aunque Tamaki se veía especialmente nervioso. ¿Él había limpiado con prisa o ocultó algo que no quería ser visto? Podía entenderlo, era su intimidad y ella había llegado sin avisar.

—De verdad, no quiero molestar más de lo que ya lo estoy haciendo, dormiré en el sofá.

—No aceptaré algo diferente, duerme aquí. —Él miró de nuevo la habitación en búsqueda de algún imperfecto, había sido algo desordenado en los últimos días, por suerte había cambiado esa mañana las sábanas. —Si necesitas algo, puedes decirme.

Ella asintió y Tamaki salió de ahí, cerrando la puerta.

Nejire se sentó en la cama, observó a su alrededor, vio el closet de madera que estaba enfrente de la cama, una pequeña mesa y la cama. Acarició las sábanas y de alguna forma se sintió nerviosa, porque esa era la habitación del hombre que quería y ella podía dormir ahí. Se recostó, sintiendo una paz y comodidad que no había sentido en meses. Sonrió emocionada, hasta que percibió ese aroma.

El aroma característico de Tamaki, con tintes cítricos, hundió la cara entre las sábanas, sintiendo su corazón agitarse fuertemente y sonrojarse ante la idea de donde estaba. Y con aquel aroma arrullando su emocionado corazón, se durmió profundamente. 

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