XIII.

El silencio absoluto y los colores y sabores corriendo por su mente como un torbellino que consume todo a su paso engullendo, devorando y estremezclandose, unas risas resonando, unos ojos claros en la oscuridad y una dulce sonrisa.

-¡Hey, despierta!

Tamaki abrió abruptamente sus ojos, escuchó de fondo aquella música estridente, saliendo de aquel sueño confuso, despertando con un mal sabor de boca, con esa imagen mental de aquella sonrisa. Algo con lo que había estado lidiando desde hace un tiempo, por lo que terminó acostumbrándose.

Se movió en la cama y vio a Mirio aparecer en su campo de visión, con una almohada en la mano, dispuesto a lanzarla si no se había despertado. La bajó cuando lo vio consciente.

-Apaga esa cosa, no ha dejado de sonar. -Tamaki estiró la mano tomando su teléfono y apagando la alarma que había puesto. -Tienes el sueño muy pesado.

Tamaki se sentó en la pequeña cama y se rascó la cabeza, aún somnoliento. Se sentía aún cansado, pero debía levantarse si quería ir al trabajo.

-Lo siento, me he sentido muy cansado.

-Si, te advertí que no sería nada similar a lo que habías estado haciendo últimamente.

-Lo sé, no me arrepiento, lo estoy disfrutando.

Tamaki salió de la cama, en aquel cuarto que compartía con Mirio, él que se ofreció a acogerlo cuando no tuvo a dónde más ir, cuando decidió dejar atrás aquel trabajo como chef personal de la familia Hadou. Se metió al baño y dejó que el agua de la regadera lo mojara por completo.

Un mundo que se terminó cuando escuchó a Nejire decir que estaba embarazada, él dejó de escuchar todo a su alrededor y solo pudo escuchar esas palabras resonando una y otra vez en su cabeza, incapaz de poder procesarlas, pensando que aquello era una pesadilla.

Sabía que era su culpa, de ilusionarse y aferrarse a algo imposible.

Mirio se lo había dejado en claro, que él debería apartarse, sino él terminaría aún más lastimado si seguía frecuentando a una mujer casada. Y claro, él tenía razón, si ella estaba embarazada, tendría que tener más de una semana.

Algo grande y profundo se había roto en su interior cuando escuchó a Nejire hablando con Ryuko, desde ese momento había un nudo en su garganta fuerte, profundo que le impedía respirar.

Esa noche Mirio le había dicho, en un intento de calmarlo, que podrían encontrar un trabajo para él, que no debería preocuparse, solo salir de la residencia Hado. Que se quedara con él el tiempo suficiente para conseguir un nuevo trabajo.

Pero ambos lo sabían, aunque Tamaki era el único lo suficiente realista para poder pensarlo. Su curriculum, ansiedad social y lo sucedido en aquel programa hacían que el conseguir un trabajo fuera algo casi imposible.

Cuando Mirio consiguió el trabajo de chef personal fue un golpe de suerte, algo que ninguno de los dos venía venir y la mejor oferta laboral que podría conseguir, considerando su situación, con un sueldo increible. No podría encontrar algo ni cerca similar... pero Mirio no conocía la palabra imposible.

Y aquella última semana, Tamaki salió a buscar trabajos en diferentes sitios que veía por internet, sin éxito. Mirio movió todos sus contactos, hasta que le consiguió una entrevista en un restaurante pequeño, sin reconocimiento y con un sueldo... promedio, pero era de un conocido que era una gran persona y bastante accesible. Tamaki se esforzó lo suficiente en la entrevista, demasiado consciente de que si aquello no funcionaba, tendría que buscar algún otro trabajo, fuera del sector alimenticio. Esa era su última oportunidad.

Por suerte, la entrevista, fuera de su tartamudeo y alguna repuesta torpe, resultó bien y más porque él cocinó algo para el dueño y lo dejó encantado. Debido a eso fue que Mirio y Tamaki fueron a celebrar a aquel bar, por el inicio de una nueva oportunidad y una nueva vida. Tamaki solo debía excusarse con el señor Hado al día siguiente y podría olvidarse de lo que sucedió con Nejire, lo que menos quería era verla, no podía hacerlo, su ansiedad buscaba un método de escape para ello y lo mejor era evitar todo el tema.

Cuando estaban por irse de aquel bar, Tamaki fue al baño y cuando salió sintió su teléfono vibrar. Cuando lo sacó y vio el número, se sorprendió porque era alguien que no esperaba y a quien había estado evitando. Considerando las nuevas noticias, debía responder la llamada.

"Buenas noches, señor Amajiki, le hablo para saber sobre su reincorporación al departamento de mi hija, le he dado un tiempo considerable y de verdad quisiera alguna fecha exacta de su regreso"

Tamaki sentía su pecho agitarse nervioso, pero al mismo tiempo el alcohol en la sangre le dio el valor para poder hablar.

"Buenas noches, justo iba a comunicarme con usted e informar que no me será posible regresar a trabajar para usted, debido a unos asuntos personales, por lo que tomé esta llamada como mi baja inmediata"

El silencio se hizo al otro lado del teléfono.

"Es una pena escuchar ello, me ha tomado por sorpresa y se me hace de mal gusto el que me avisara con tan poco tiempo de su baja, pero lo invito a pasar por mi oficina en unos días por su último sueldo"

"Si, ahí estaré"

El teléfono se quedó en silencio y finalmente aquel sonido que indicaba que había colgado.

Y justo cuando Tamaki pensó que todo ese martirio y tortura había terminado, que por fin podría relajarse y deshacerse de aquel desazón desagradable... escuchó su voz.

Por alguna razón Nejire estaba ahí, con esa sonrisa inocente y sus ojos esperanzados y Tamaki sintió algo desgarrándose en su interior y las ganas de salir corriendo se desataron. Porque él no podía verla, no quería verla, su corazón se trituraba de verla ahí de pie, del anhelo de tenerla y de que eso no sería posible...

A su mente acudieron sus palabras del embarazo, cada momento que había visto a Nejire con su esposo, como ella, en el pasado ya se había distanciado de él por querer aferrarse a su matrimonio y todo lo que él había sentido ante cada desplante y situación.

El desazón creció hasta que fue incontrolable y aquello le sirvió para decirle aquellas palabras hirientes y duras, viendo como su sonrisa desapareció y un gesto de pánico y dolor la reemplazó. Nejire era tan transparente con lo que sentía... al menos Tamaki siempre había pensado en ello.

¿Acaso él era su premio de consolación? ¿Sólo le interesaba cuando las cosas con su esposo iban mal? La idea solo estrujó aún más su corazón, porque eso significaba que no lo quería, solo era un reemplazo en los momentos en que su matrimonio era insostenible. Y posiblemente, cuando ellos se arreglaban, cuando él la buscaba, Nejire era lo suficiente vulnerable para ceder a él, siempre sería de esa forma, Monoma era su esposo.

Fue demasiado hiriente con sus palabras, dejando salir su frustración y su dolor, pero él lo sabía, que de forma normal él no hubiera podido decir nada de eso. Ese valor y ganas de lastimarla con sus palabras fue a causa del alcohol, la bebida le daba una voluntad y seguridad que de forma normal no poseía. Él fue cruel... Algo de lo que se arrepintió al día siguiente, cuando el alcohol salió de su organismo.

Se sentía tan culpable de ello y su propio estómago se encogió al recordar el rostro doloroso de Nejire, como si le hubiera dado un golpe en el rostro... su pecho se estrujó tan doloroso de solo recordarlo, algo se rompió en él, y aún así ella le había rogado que no se fuera, que se quedara con ella.

Tamaki sabía que si no hubiera tomado, quizá hubiera terminado accediendo, él le había dado demasiado poder a Nejire sobre él, por lo que agradeció por ese lado el haber tomado lo suficiente.

Ese pudo ser el momento más complicado de toda su vida... pero era cosa del pasado.

Después de aquella noche, él se adentró a aquel nuevo trabajo, que como Mirio le informó, era un pequeño negocio sin casi ningún reconocimiento pero que servían comida decente. Era un negocio relativamente nuevo, por lo que estaban intentando por todos los medios atraer gente con platillos elegantes.

Aunque no tenían el suficiente personal, apenas eran tres personas en cocina, los cuales no solo cocinaban, sino que debían mantener todo limpio, al igual que la vajilla. Lo cual lo hacía un trabajo demandante y pesado, lo cual había mantenido a Tamaki lo suficiente ocupado ese último par de semanas.

Dejando de lado eso, disfrutaba el trabajo y en la cocina podía dejar de pensar...

Y aún así hace unos días había hecho lo que había estado retrasando a propósito, ir por el resto de sus cosas a la residencia Hado. Por desgracia tenía una considerable cantidad de ropa ahi, ropa que necesitaba, además de unos zapatos más comodos y actualmente no contaba con el dinero suficiente para simplemente remplazar toda su ropa.

Se había estado comunicando con Ryuko para saber si los señores estaban en el departamento y ella siempre le decía lo mismo "La señora está en casa ¿quiere que le prepare sus cosas para que venga a buscarlas?"

Por supuesto que Tamaki se negó, alegando que no podría salir del trabajo, porque lo que menos quería era ver a Nejire. Había tenido el valor de verla con el alcohol en la sangre y alejarse con ella, pero no podía soportarlo de forma consciente, su corazón no podía soportarlo.

Hasta que aquel día Ryuko le dijo que los señores no estaban en casa y Tamaki se esforzó en su trabajo para terminar antes e ir directamente a la residencia, donde entró, tirando un jarrón que no recordaba que estuviera ahí y tomó tan rápido como pudo sus cosas.

Pero las cosas jamás estaban de su parte... por lo que contrario a lo que le había dicho y de lo que él mismo esperaba, escuchó su voz detrás de su espalda. Giró mínimamente para verla, aunque sabía que estaba ahí. Que Nejire estaba ante él, con una expresión de incredulidad, como si no se creyera que él estuviera ahí.

Tamaki lo sabía, que debía salir de ahí pronto, se apresuró a tomar sus cosas...sintiendo su corazón latiendo de forma dolorosa, agonizante y las punzadas de dolor le hacían tan difícil respirar. Los recuerdos agradables venían a su cabeza, cada momento, y ese primer beso... ¿podría ser aún más desgarrador? ¿de verdad ella no había sentido nada? La idea le hizo un nudo en su garganta, pero por desgracia ella estaba ahí y decía despedirse.

Se forzó a sí mismo a hablar, a agradecer y... evitó mirarla, no podía hacerlo. La presión en su pecho era sofocante, agonizante, pero debía guardar la compostura. Todo hubiera sido más sencillo si ella no hubiera estado ahí, de pie, como si estuviera esperando algo, algo que él aún en ese momento Tamaki no sabía que era. Después de un par de palabras, él decidió que era momento de salir de ahí, de olvidar todo lo que sucedió en ese departamento.

Sus interacciones sociales siempre habían sido nulas, si no fuera por Mirio realmente hubiera estado solo. Y fuera de lo que sea que sucedió con Nejire... él no estaba dispuesto a volver a intentar nada, se centraría en su trabajo, para trabajar todo el tiempo que pudiera y que aquello fuera suficiente para poder olvidarla.

Salió de aquel departamento, con el sentimiento amargo intentando consumirlo y a pesar de ello, se recordó que esa sería la última vez que la vería. Por lo que, contrario a todo lo que su lado racional le dijo, dio media vuelta y le ofreció la mano, mirándola por última vez.

Todo su interior se debilitó cuando ella sostuvo su mano y sus labios temblaron, trayendo todos los recuerdos a su mente y con la certeza que debía olvidar cada uno de ellos. La contempló tanto como pudo antes de dar la vuelta y salir de ahí.

Su sonrisa fue lo último que había visto, él último recuerdo que tendría de ella.

Aún la quería, no podría dejar de hacerlo tan rápido, pero Mirio tenía razón, debía alejarse tomar su distancia y deshacerse de esos sentimientos. La distancia podía marchitar aquel amor que jamás floreció, por suerte su círculo social no estaba ni cerca de ser el mismo y la única razón por la cual la conoció fue porque trabajó en su casa.

Sabía con certeza que no volvería a verla, lo cual era lo mejor. De verdad que esperaba que fuera feliz con la vida que eligió y que el matrimonio desastroso que tenía, funcionara de alguna forma.

Pero ¿cómo podría deshacerse del dolor agónico de su pecho? Él... debería vivir con ello.

Salió del baño con una toalla en la cintura y rebuscó en el pequeño closet donde tenía su ropa, por suerte había recuperado gran parte y podría disponer de ella. El resto debería llevarla a la lavandería, tomó su filipina pero no veía sus pantalones por ningún lado. Era un desastre, debía ordenar mejor, por lo que tomó los primeros que vio y que apenas había utilizado, ya era demasiado tarde.

Salió corriendo del departamento de Mirio, apenas había alcanzado a tomar café, pero debía llegar para preparar con anticipación la carne y diferentes platillos Era un restaurante pequeño pero por suerte había la suficiente afluencia para que la cocina no se diera abasto.

Tomó un taxi y después de unos largos minutos llegó a su destino, ingresando por la parte trasera, siendo recibido por aquella cocina con la que ya estaba familiarizado. Fue hacia los casilleros, donde dejó su bolsa, con la ropa que utilizaría al terminar. Revisó sus bolsas con inercia, asegurándose que sus llaves estuvieran ahí y lo escuchó, un tintineo. Sacó las llaves, eran las del restaurante junto con las del departamento de Mirio, pero... su bolsa aún sonaba. ¿Acaso una llave se había caído? Metió la mano a su bolsa y tanteó las llaves, las sacó y las observó un momento.

Y aquello fue como un golpe directo en su rostro.

Él tenía un plan cuando fue a buscar sus cosas a la residencia Hado, llegaría, tomaría todo con rapidez, dejaría las llaves en la mesa principal y se iría. Entró ahí con esa idea mental... pero todo se fue al diablo cuando vio a Nejire ahí. Aún no sabía cómo fue posible salir de ahí, pero por supuesto, había olvidado dejar las llaves.

Apoyó la frente en el casillero, con aire de derrota ¿qué debería hacer? En primera instancia consideró en olvidarlo, tirarlas o esconderlas en algún sitio hasta que las olvidara pero ¿y si el señor Hado lo contactaba al enterarse que jamás las entregó? Podrían pensar que él lo hizo a propósito y que podría intentar entrar tiempo después...

No quería más problemas, se suponía que había terminado con la familia Hadou...pero sabía que debía devolver esas llaves. Tomó el celular en su bolsillo y desbloqueó el móvil. Buscó el número de Ryuko, pero a estas alturas ella sabría que fue por sus cosas ¿le creería que olvidó dejarlas? Además que estaba la situación del jarrón...

No podía acudir con el señor Hado, que dejó en claro su enojo porque dejó el trabajo de sorpresa y Ryuko a pesar de ser una buena persona, su lealtad estaba con la familia. Se mordió el interior del labio, porque sabía que solo tenía una opción. Buscó entre sus contactos y observó su número durante un largo tiempo.

Un golpe directo en la herida cicatrizante.

La ansiedad lo aturdió y el temor... pero no podía retrasar eso. Abrió su chat, aquel que estaba vació y escribió y reescribió varias veces, inseguro.

"Aún tengo las llaves del departamento, solo necesitaría su confirmación de que se encontraría en su domicilio más tarde y saliendo del trabajo se las llevaría."

Bloqueó el teléfono, aún ansioso por enviar ese mensaje, ¿le respondería? No lo sabía, pero lo había hecho, ya no dependía de él. Dejó el teléfono en su casillero, pero este vibró y se encendió. Tamaki se sobresaltó y lo tomó de nuevo.

"Tengo tiempo para ir a buscarlas, solo pasame la dirección"

Tamaki dudó unos largos minutos, no pensó que respondiera enseguida y aún menos, que se ofreciera a ir por ella. Quizá no quería que regresara a su departamento. Escribió la dirección, la envió y guardó el teléfono en su bolsillo, cerró el casillero y decidió enfrascarse en la cocina, la cual era su único escape.

Se sumergió entre los platos,combinaciones de sabor, el asado de pato, la sopa del día, postres y más postres, el vapor llenando la cocina y su voz ordenando al resto del equipo algunas órdenes, aunque ellos ya sabían que hacer. Pronto el servicio inició y la tensión en la cocina se incrementó, con la intención de sacar cada platillo en tiempo y forma y los meseros yendo y viniendo por los platos.

El tiempo en la cocina era demasiado relativo, podría parecer que pasaron unos minutos, pero en realidad habían pasado horas, pero Tamaki se sumergía entre pedidos y pedidos, que apenas fue consciente del celular vibrando en su bolsa.

-¡Encárgate de esto! -Le ordenó a uno de sus asistentes.

Tomó el celular, pero vio como los meseros ingresaron a la cocina.

-¡Ese pato debe salir ahora, todo para la mesa diez! -Respondió la llamada con aire ausente. -¡Están casi listos los platillos para la mesa dos, vamos retrasados! -Se llevó el celular a la oreja. -¿Diga?

-Uhm... yo, ya estoy aquí.

A Tamaki le tomó unos segundos entender lo que la voz detrás del celular le estaba diciendo y reconocer de quién se trataba. Aún seguía viendo los platillos rondando por la cocina, hasta que esa voz le ayudó a centrarse. No había dicho a qué hora iría y él lo olvidó por completo.

-Si, lo siento, ahora voy. -Tamaki colgó el teléfono.

De pronto la seguridad que podía mostrar en cocina desapareció y se sintió inquieto, aún así dejó tomó y dejó de nuevo el trapo que guardaba en su filipina para limpiar los platos al emplatarlos, se lavó las manos y se las secó.

Respiró profundamente y salió por la puerta que daba al restaurante, fue cuando se dio cuenta que quedaron en verse en un sitio en específico. Aunque tampoco es que el lugar fuera grande. Vio una cabellera azul en la entrada y presa del pánico y de su corazón agitado, se encaminó hacia ahí.

Solo debía entregar las llaves y todo se terminaría, al fin. Solo debía dárselas y regresar al trabajo, después podría olvidar ese encuentro en el trabajo. Se acercó, pero unas macetas interiores se interponen, las rodeó y llegó a su encuentro.

-Hadou...

Ella giró al escuchar su nombre y la voz de Tamaki se atoró en su garganta, no porque fuera ella, sino porque... el cabello de Nejire había desaparecido. Su cabello era tan largo que le llegaba por debajo de las rodillas y un poco más, pero ahora lo tenía cortado a la altura de sus hombros.

Tenía un vestido blanco sencillo y una expresión serena, pero ella se veía tan bonita que Tamaki se olvidó de respirar. Por supuesto que creía que ella era preciosa, pero volver a verla, fue como recibir un golpe fuerte en el estómago y perder el aliento.

-Siento molestarte en tu trabajo. -Ella agregó, sin sonreír.

-No, lo siento por hacerla venir hasta aquí. -Él le hablaba de forma formal, como un empleado o ex-empleado debería hacer con su jefa.

Fue cuando recordó la razón por la que estaba ahí, rebuscó entre sus bolsas y le estiró las llaves.

-Olvidé devolverlas el día que fui por mis cosas, lamento los inconvenientes.

-No te preocupes. -Eso fue lo único que Nejire dijo, su mirada se perdió un instante en el restaurante, hasta que volvió a mirarlo.

Tamaki se sentía tan incómodo y ansioso que metió las manos a su bolsa.

-Yo... regresaré a mi trabajo de nueva cuenta.

Nejire asintió y Tamaki dio media vuelta y se alejó, regresando por donde vino, sin mirar atrás. Una vez que alcanzó la cocina se sintió más... seguro y controlado, sacudió la cabeza antes de volver a lo suyo.

Se encargó de emplatar los platillos mientras el resto preparaba la comida en cuestión, asegurándose de que todo se viera perfecto. El sonido de la máquina sacando los papeles de las nuevas órdenes lo alertó, tomó los papeles y gritó la orden.

Una vez que los meseros llegaron, él fue a preparar su siguiente orden. Se enfrascó en ello un largo rato, hasta que las cosas se tranquilizaron, siempre era así después de la hora de la cena. Solo restaba un par de horas para poder salir y ya se sentía cansado.

-Tamaki, el señor Yagi lo busca.

-Si, no se preocupe, me encargaré. -Kaminari habló con una sonrisa.

Tamaki asintió, salió hacia el comedor y fue hacia el área de meseros y de órdenes.

-Tamaki -Yagi le habló con una sonrisa. -No olvides el pedido para mañana, pasaré a comprar las cosas y algunos proveedores vendrán con el resto.

-Si, ahora me pongo en ello.

Yagi era una persona amable y agradable que había manejado lo mejor posible el negocio, a pesar de que su amigo e inversionista Sasaki era todo lo contrario, por suerte siempre trataban con el señor Toshinori.

-Además que tendremos una reservación especial la próxima semana y quiero que crees un menú especial, con las especificaciones del cliente.

Tamaki asintió ante todos los pendientes.

-Es todo, puedes retirarte y hoy ha sido un servicio excelente.

-Muchas gracias, señor.

Amajiki dio media vuelta, regresando a la cocina, las mesas estaban casi vacías, más que por dos o tres personas... pero una llamó su atención. Sintió su pecho contraerse ¿qué hacía Nejire aún ahí? Hace una hora que le había entregado su llave y ahora... vio cómo se llevó un bocado a los labios y alzó la mirada con una sonrisa y fue cuando lo vio.

Tamaki pudo ver como la sonrisa desapareció y bajó la mirada a su plato.

Eso lo hizo sentir realmente mal, en ver el efecto que tenía en ella y que le hizo recordar la forma tan mal en que había terminado las cosas. Él le había dicho tantas cosas desagradables presa del enojo, frustración y el dolor, a causa del alcohol. Sentía sus manos sudar y su corazón contraerse dolorosamente.

Aún así y a pesar de lo que sabía que no debería hacer, se aproximó hacia ella ¿porque haría algo como eso? No estaba seguro, pero la idea de que ella estuviera ahí, le perturbaba. Ella le preguntó si había conseguido un trabajo y él realmente no tenía planes de contarle el lugar, pero la situación lo llevó a decirlo.

-Hado-san. -La llamó cuando llegó enfrente de ella. -¿Qué hace aún aquí?

Nejire alzó la mirada, sin sonreír y hasta algo avergonzada, miró a su alrededor y después lo observó a él.

-Yo, lo siento si te es incomoda mi presencia, cuando vine olía tan bien y fue cuando recordé que no había comido en todo el día, así que decidí quedarme. -Ella se veía algo nerviosa. -Creo que nunca podré olvidar lo bien que sabe tu comida.

Tamaki observó el plato vacío y su propio pecho se contrajo ante aquel cumplido... desatando recuerdos de ella alabando su comida, con mayor efusividad. Recuerdos que se sentían tan lejanos y entre ellos, captó algo entre sus palabras. Se había quedado a comer ahí porque no había comido en todo el día... Recordó como en sus inicios en la casa Hado ella le confesó que sobrevivía de comida a domicilio.

La observó de nuevo y pudo notar el gran cambio que había en ella, iniciando desde su cabello, el cual había desaparecido en gran medida y ¿acaso estaba más delgada? La recordaba demasiado entusiasta al comer lo que él le cocinaba pero ante su ausencia ¿qué es lo que estaba comiendo? Se forzó a sí mismo a dejar de pensar en ello, porque no era de su incumbencia, él no debería preocuparse más por ella.

-Yo me iré de inmediato, lo siento de nuevo -Nejire bajó la mirada y después miró hacia los lados en búsqueda del mesero que la había estado atendiendo. -Solo pagaré y me iré.

Y aquella insistencia y disculpa tras disculpa lo hizo sentir tan mal, de ver como ella se esforzaba por no ser una molestía que su pecho se estrujó aún más.

-No tienes que apresurarte en irte. -Admitió, miró a su alrededor pero no había nadie más que ellos y otros clientes en unas mesas. -Si se te ofrece algo más puedo traerlo, a fin de cuentas eres un cliente.

Nejire lo observó e hizo un gesto que Tamaki no pudo determinar ¿enojo, ira o frustración? No podía asegurarlo.

-No, estoy bien, solo pagaré, gracias por la comida, estuvo maravillosa.

-Gracias. -Tamaki asintió antes de quedarse quieto, incómodo e inquieto. -Me retiro.

Tamaki dio media vuelta y regresó a la cocina, al ingresar vio a Kaminari limpiando y ordenando las cosas. Pero él se quedó quieto, pensando en que siempre había visto a Nejire tan animada y feliz, que verla tan apagada era extraño, como si no encajara.

Ella era tan bonita sonriendo... y la idea de que no fuera así, que huyera de su mirada y bajara la cabeza siempre, era realmente doloroso.

Sabía que no debería preocuparse por eso, que debería concentrarse en su vida, pero, como había admitido esa mañana, no podía dejar de quererla de un momento a otro y por ello quería verla plena.

Y oponiéndose a su racionalidad, se acercó a la nevera, la abrió y vio el recipiente que estaba ahí. Dejó salir un suspiro, sería la última vez, se repitió eso una y otra vez.

Nejire por fin logró encontrar al mesero y lo llamó para pedirle la cuenta. Por un lado estaba contenta, no había comido tan rico en semanas, por lo que aquello era un premio de consolación de la comida a domicilio que ordenaba. Por el otro lado se sentía inquieta, quería irse, porque sabía que verla ahí fue algo que Tamaki no esperaba y que no le gustó para nada.

Vio al mesero acercarse y tomó su bolsa, encontrando su cartera, pero en vez de la cuenta un plato fue puesto enfrente suyo.

-Espere creo que se ha confundido... no he ordenado nada más, solo estoy esperando la cuenta.

El mesero la observó y asintió ante sus palabras.

-Su cuenta estará lista en un momento, esto... -Señaló el plato en la mesa. -Es cortesía del chef.

Nejire observó al mesero, hasta que él se retiró y luego bajó la mirada hacia el plato enfrente. Era una semiesfera de color rosa, se dispararon los recuerdos a su mente, tomó la cuchara, tomando un poco de aquel postre y se lo llevó a la boca. Era exactamente como lo recordaba.

Su corazón se estrujó al recordarlo, aquella vez que ella se negaba a salir de su habitación y él le había preparado este singular postre para ella y como había limpiado su boca. Eso la había animado lo suficiente...

¿Y eso era una cortesía suya? ¿Él le había hecho eso solo para ella? ¿Acaso él no la odiaba?

Nejire observó la puerta hacia la cocina, con un deje mínimo de esperanza, de que quizá él no la odiara tanto como ella pensó.

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