IV.
Día 4: Proximidad / Juntos a solas
..
Sus ojos azules se abrieron justo cuando la luz del baño se apagó, pudo ver una figura saliendo con su traje puesto y tomar la maleta que estaba en el sillón del cuarto. La frustración la llenó al ver la manera tan sigilosa en que se movía, pero intentó mantenerse positiva, recordando su platica con Mina y se obligó a sí misma a sonreír.
—Buenos días, querido.
Él se sobresaltó al escucharla hablar y giró para verla estirarse en la cama, sentarse y observarlo detenidamente.
—Lo siento, no quería despertarte, te veías tan cómoda durmiendo.
—Siempre duermo bien a tu lado. —Ella se estiró su mano hacia él, animándolo a acercarse, pero ese movimiento provocó que el tirante de su bata de dormir cayera por su brazo. —Aunque quisiera que un día te quedaras un poco más, me gusta sentir tu cuerpo contra el mío.
Neito sonrió ligeramente, tomó su mano y la besó una vez. Con su mano libre subió el tirante hasta su hombro, lo cual alertó a Nejire de la simpleza que había utilizado, como si no le generara ni una tentación, lo cual fue un golpe duro.
—Que más quisiera que quedarme un poco más, pero tengo tanto trabajo.
—Tanto trabajo que nunca tienes tiempo para comer conmigo —Nejire dejó salir esas palabras más serias y mortíferas de lo que pretendía.
A pesar de que intentaba recordar las palabras de Mina, la impotencia y el enojo la invadían, el hecho de sentirse tan dejada de lado, tan sola y un simple accesorio. Ella realmente había pensando que el matrimonio con Neito seria diferente, pero él ausentándose tanto, a pesar de lo que su amiga decía, le parecía demasiado para poder soportarlo.
La mano de Neito acariciando su rostro hicieron que el enojo se esfumara, tranquilizando el malestar con el que vivía día con día.
—Lo siento, he sido muy desconsiderado, he tenido demasiado trabajo en la empresa, pero tienes razón. —La besó en la coronilla de cabeza. —Te prometo que hoy llegaré a cenar contigo y compensaré todo el tiempo perdido.
—¿Estas seguro? —Ella temía el ilusionarse ante la idea.
—Si y podré calificar la cena del cocinero que tu padre contrató.
Nejire sonrió, porque las circunstancias y que su esposo siempre estuviera ocupado le había impedido que probara su comida, aunque Tamaki se había presentado ante él día atrás. Sabia por Amajiki que desayunaba fruta, un poco de huevos y café cada mañana, nada demasiado complicado por sus prisas por salir.
—Te estaré esperando, le pediré que prepare algo especial.
Él acarició su cabeza y presionó sus labios contra los de ella, antes de tomar de nuevo su maletín y salir de ahí, dejándola en la cama. Nejire siempre le pedía que la levantara para que desayunaran juntos, pero él siempre insistía en que descansara. Mañana se proponía el levantarse para poder compartir ese momento con él.
Se levantó, se dio un baño, se vistió con un vestido azul de corte recto, no tenia planes para salir pero siempre se vestía de forma adecuada, su estatus social no permitía vestirse con ropa más sencilla y ella había crecido de esa forma, el siempre estar arreglada para salir.
—Señorita Nejire, buenos días — Ryuko se cruzó con ella con unas toallas en los brazos.
—Ryuko, buen día ¿todo bien?
—Si, he terminado con la ropa e iba hacia su habitación para hacer la limpieza.
—Gracias, igual espero que tomemos el té juntas. —Cuando no tenia planes con sus amigas, Ryuko era una gran acompañante, caminó hacia la cocina y se detuvo abruptamente. —Puedes tomarte la noche libre
La rubia se detuvo y miró a ver a su empleadora con cierta duda en su rostro.
—¿Está segura?
—Si, hoy vendrá el señor a cenar — Sonrió con cierto sonrojo en las mejillas.
Aquello fue suficiente para dar a entender a Ryuko a que derivaba aquella petición, a fin de cuentas eran un matrimonio joven y era normal que quisieran pasar tiempo a solas. Sonrió y asintió antes de irse.
Nejire ingresó a la cocina, encontrándose con un golpe de los olores de su desayuno preferido, sus ojos se centraron en el plato servido en la barra desayunadora huevos benedictinos en un pan con jamón cocido y crema holandesa, con una cama de aguacate en la base. Se sentó emocionada en la barra y levantó la mirada para ver a Tamaki con un plato acercándose y sentándose enfrente.
—Buen día.
—Siempre es tan bueno iniciar el día con alguno de tus platillos —Ella lo halagó tomando un tenedor y cuchillo.
Tamaki sonrió mientras se centraba en su plato, esa era una rutina que ambos compartían desde hace unos días, el compartir cada comida. Después del incidente que habían tenido donde él pensó que ella no disfrutaba su comida, una vez que se aclaró el malentendido, todo fluyó más fácil. Él le preguntó sobre sus platos favoritos y los siguiente días se esforzó en elaborarlos, dejándola encantada y halagándolo sin limitarse.
De igual forma el cocinero descubrió lo animada, habladora y carismática que era su empleadora, capaz de hablar de cualquier cosa. Mucha gente podría juzgar a la gente con un gran poder adquisitivo, a fin de cuentas Nejire era la heredera de una de las compañías más grandes de joyería. Sin embargo, era demasiado amable y encantadora en comparación a mucha gente crecida de su misma condición social. Era demasiado fácil hablar con ella, aunque lo correcto era decir que ella hablaba y Tamaki le preguntaba de vez en cuando algunas cosas. Tamaki había tenido sus dudas sobre como se llevaría con sus jefes pero todo parecía ir realmente bien. Al señor Monoma solo lo veía un par de minutos en la mañana, mientras comía su desayuno mientras veía el móvil, en ocasiones solo se tomaba el café o el jugo, dejando lo que él había hecho.
Amajiki no se lo tomaba personal, podía ver que era un hombre ocupado, no por nada estaba por dirigir la empresa del padre de Nejire. Aunque a pesar de todo lo que Nejire le había contado, distaba mucho de verlo como una persona animada, parecía más que nada... arrogante o al menos esa imagen le había demostrado. Era normal que con Nejire fuera diferente, pero podía ver que era alguien especial, por lo que él siempre le preparaba el desayuno a pesar de que posiblemente no lo tocara.
—Esto es realmente delicioso —Mordió un poco del pan, saboreando que era recién horneado.
No podía entender la gran dedicación que Tamaki ponía en cada uno de sus platillos, levantándose más temprano que cualquiera para hornear pan recién hecho para que ellos disfrutaran de algo fresco. Además que se había aprendido todo lo que le gustaba y la forma en que le gustaba, hasta a Neito, que sabía que no comía siempre ahí.
Nejire observó a Tamaki, aún se sentía mal de la primera impresión que seguramente el tuvo y de los sentimientos que le hizo sentir. No podía sentirse nada bien el descubrir la comida que te esforzaste en hacer en la basura, ella no tenía ninguna justificación. Había sido un ataque de ira, porque había intentado cocinar, le había pedido a Tamaki en su primera noche que cocinara algo especial ante las promesas de Neito que la acompañaría a cenar y cuando se quedó horas esperando por él, vigilando la puerta, revisando su teléfono a cada momento. Cuando dieron las doce de la noche, supo que no vendría.
Y justo como si fuera un mensaje de confirmación, le llegó un mensaje de él de que había surgido un viaje de negocios. Entendía su trabajo, realmente a cada momento lo hacia pero... se lo había prometido. Aquella ira la dirigió hacia la comida, deshaciéndose de ella y yéndose a dormir. Al día siguiente se había despertado y había salido de ahí tan rápido como pudo, estar ahí, encerrada había sido agonizante, por lo que había rechazado la comida de Tamaki en dos ocasiones más. De verdad que lo había hecho sentir tan mal y no lo culpaba, ella se había comportado incorrectamente.
A fin de cuentas él solo estaba haciendo su trabajo.
Por eso había decidido iniciar adecuadamente de nuevo con él y dejar de pensar más de la cuenta sobre lo de Neito. Le había dicho a Mina que lo intentaría, que lo entendería más, debía dejar de ser tan intensa. Decidió concentrarse en llevar una vida tranquila y al quedarse en cada había descubierto lo agradable que era la compañía de su cocinero.
En esos días se había percatado que era tímido, evitaba mirarla demasiado a los ojos y solía sonrojarse siempre que lo halagaba pero era imposible no hacerlo. A ella le gustaba resaltar cuando las cosas le gustaban y el hecho de que antes el pensara que no le gustaba su comida, era suficiente para compensarlo cada que pudiera.
—Hoy quisiera que prepararas algo especial para la cena, Neito vendrá a cenar.
Tamaki mordió el pan con el huevo benedictino que preparó para él igual y asintió con aire ausente.
—¿Algo en especial que quisiera?
—No, sorpréndeme, siempre lo haces, eres realmente bueno. —Lo vio sonrojarse mientras masticaba. —Lo cual me lleva a pensar, si eres tan bueno cocinando ¿Por qué estas aquí, como un chef personal? Tú podrías trabajar en algún restaurante exclusivo.
Nejire pudo ver como la expresión animada del rostro de Tamaki se apagó.
—A decir verdad... —Tamaki bajó la mirada a su plato y le contó lo que había sucedido antes de trabajar ahí, no sabia si porque el compartir cada comida con ella había despertado una confianza genuina o por su actitud animada o porque sabía que no se lo preguntaba de mala manera, pero él sintió que debería saberlo. — No me malinterprete, me gusta mi trabajo actual con usted, pero al inicio estos no eran mis planes, ahora estoy realmente satisfecho con que le guste —una aclaración de garganta de Nejire le hizo corregirse. — lo que cocino para ti.
Nejire sintió una gran opresión en su pecho al saber por lo que él había atravesado, como su nerviosismo lo había llevado a perder aquella gran oportunidad. Sintió tanta pena, de que alguien tan bueno en lo que hacía, con tanta pasión y determinación terminara siendo un chef personal. Lo cual sabía no era malo, pero sabía que él podría aspirar a más, podía ver cuanto amaba lo que hacía, lo había observado demasiado cocinar, era entretenido ver la rapidez y agilidad con que se movía.
Estiró su mano por la mesa y sujetó con sus dedos los del chef, gesto que hizo que Tamaki mirara los dedos entrelazados y su corazón se agitara.
—Lamento que tuvieras que pasar por eso, de verdad, tú y tu comida son increíbles, no debes tener dudas de eso —Ella presionó sus dedos en un gesto de consolación, atrayendo su atención para que la mirara a los ojos. —Y no deberías limitarte a mostrar tu talento, no deberías conformarte con nada, yo... podría conseguirte una nueva oportunidad en el restaurante que quieras, solo tienes que decírmelo y haré una llamada y podrás volver a intentarlo.
Él abrió los labios y los volvió a cerrar, contempló los ojos azules brillando intensamente con determinación. Por supuesto que algo como eso no seria complicado para ella, su apellido era la llave a la mayoría, por no decir todos, los negocios de la ciudad y más allá. Sabía que lo decía en serio, que tenía esa oportunidad, sonrió ligeramente.
—Agradezco el ofrecimiento, pero actualmente estoy a gusto trabajando aquí, contigo.
Nejire lo evaluó detenidamente, dejó salir una exclamación y sonrió.
—Me alegra tanto que declinaras la oferta, porque iba a hacer hasta lo imposible por mantenerte a mi lado.
El rostro de Tamaki se coloreó de tonos carmesí y desvió la mirada, incapaz de soltar los dedos que aún sujetaban la fémina. Nejire evaluó esa reacción, observó sus dedos entrelazados con los masculinos que eran grandes y cálidos, vio como él apartó la mirada y de pronto se sintió abochornada. Sus palabras podrían ser malinterpretadas, siempre hablaba sin pensar demasiado cuando estaba emocionada.
Soltó los dedos del cocinero y se centró de nuevo en su comida, esperando que el ambiente se aligerara, pero disfrutando secretamente del sonrojo en las mejillas masculinas.
Se colocó los aretes que caían como cascada con pequeñas incrustaciones de diamantes y se observó al espejo, el vestido negro con brillos que le llegaba hasta las rodillas. Se había esmerado más de la cuenta considerando que cenaría en casa, pero quería dar una buena impresión, era su primera cita desde hace un tiempo.
Se coloreó las mejillas con un poco de rubor que difuminó adecuadamente, se puso rímel y finalmente sonrió ante la imagen en el espejo. Salió de la habitación cerciorándose de que todo estuviera adecuado, las velas en la mesa y los platos colocados. Ingresó a la cocina viendo a Tamaki dejar algunas cosas en el horno y dejar preparados los platos en la barra desayunadora junto con dos copas vacías y una botella de vino a su lado.
—¿Está todo listo?
Tamaki dejó lo que hacia y miró a la mujer en la entrada de la cocina, entreabrió los labios al verla con aquel vestido negro entallado y un ligero maquillaje. Se recordó a si mismo el tragar su saliva e intentó respirar profundamente para calmar a su corazón acelerado.
—Si, solo sería servir. —Desvió la mirada incapaz de seguir mirándola. —Si necesita que me quede para preparar los platos...
—No, estaré bien, tomate la noche libre. —Ella observó la botella de vino asegurándose que era una buena botella. Se sentía inquieta y nerviosa, lo cual era extraño, no era su primera cita, ya estaban casados, no tendría porque sentirse tan inquieta.
Tamaki colgó su delantal en su sitio asignado listo para irse.
—¿Qué tal me veo?
Él la observó dar una vuelta enfrente suyo y realmente se esforzó por detener los latidos de su corazón.
—Esta... preciosa. —Las palabras salieron sin pensar de su boca y al darse cuenta se sintió realmente avergonzado, podría malinterpretarse, era incorrecto decir algo como eso. — Lo siento yo...
—Agradezco tus palabras. —Ella sonrió remarcando el tono rojo de sus mejillas. —Gracias por todo.
Tamaki simplemente asintió, tomó las llaves del departamento y salió de ahí tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Había dicho cosas innecesarias, pero en ocasiones con ella...era inevitable. ¿Qué hubiera podido decir que no sonara incorrecto? Ella lo hacia sentir tan en confianza y era tan extrovertida que sus acciones y palabras muchas veces lo alteraban de sobremanera.
Como esa mañana que había dicho que no lo dejaría irse de su lado y la facilidad con que había tomado su mano, era inevitable que él no sintiera nada. Su ansiedad social había sido suficiente para no poder relacionarse adecuadamente con nadie y mucho menos con mujeres, por lo que no sabia como comportarse en esas situaciones o que debería decir, solo había sido honesto.
Nejire Hado era realmente hermosa, no solo física, sino sentimentalmente. Era tan amable, pura y dulce, halagando todo lo que hacía, sus platillos y parecía siempre interesada en lo que él podría decirle. Además que parecía genuinamente disfrutar el pasar tiempo con él. Sabía que posiblemente se estaba haciendo ideas en la cabeza y pensar tan positivamente en ella, además de ponerse tan nervioso con ella era incorrecto. Sin embargo, no es que fuera a hacer algo al respecto. Disfrutaba mirarla y escucharla hablar tanto como ella quisiera, su risa agitaba su interior, pero eran cosas que disfrutaba en secreto.
Lo adjudicaba a que era una agradable persona y jefa, por lo que solo era agradable su compañía. Y por eso mismo esperaba que todo resultara bien esa noche, Nejire merecía ser feliz y cuando ella hablaba de Neito, dejaba en claro que la hacia feliz.
Entró al bar y vio a un rubio agitando la mano al reconocerlo, se acercó sentándose a su lado.
—Mi gran chef, es un gusto verte, cuéntame que tal ha ido todo, pero ha pasado un mes y sé que todo debería ir perfecto.
Tamaki vio a Mirio mientras masticaba una alita, siempre que salían juntos iban a ese restaurante bar por las alitas que el rubio adoraba. Él le contó de forma superficial las cosas, él no era muy bueno hablando. Mirio lo felicitó por su gran trabajo y la noche transcurrió entre risas, platicas, bebidas y chistes por parte del rubio.
El cocinero vio su reloj, era lo suficiente tarde, sabía que le habían dado la noche, pero al día siguiente debía empezar desde temprano. Mirio lo llevó en su auto y se despidió deseándole suerte. Subió por el elevador, el departamento era lo suficiente grande para entrar sin ser visto y refugiarse en su habitación.
Abrió la puerta encontrando las luces apagadas, caminó directo hasta su habitación, cuando escuchó un ruido inconfundible de cristal cayendo al suelo. Extrañado regresó sobre sus pasos, estaba por ir a la cocina cuando vio algo moverse en el comedor, vio como las velas estaban por consumirse y la figura inclinada sobre la mesa de Nejire, con una copa en las manos y los ojos entrecerrados.
—¿Nejire?
Ella pareció reaccionar a su nombre porque alzó el rostro, con la expresión más fría posible.
—Tamaki...por un momento pensé que sería alguien más. —Su voz sonaba lenta y un poco atropellada.
Él vio la copa llena en sus manos y el vino junto a ella ¿acaso se había bebido toda la botella?
—¿Qué sucedió? —Se acercó y la vio levantarse e intentar caminar hacia él, pero perdió el equilibrio y casi cayó al suelo, pero él se movió lo suficiente rápido para sostenerla. —¿Estas bien?
Ella ocultó su rostro en el cuello masculino, su nariz tocó la piel descubierta haciéndolo temblar, su mano se aventuró a tocar su cuello y tirar de su cabello para acercarlo. Tamaki estaba realmente confundido ¿Qué había sucedido? Ella no era para nada la Nejire que había dejado horas atrás... Nejire levantó su mano y acarició el rostro masculino, la yema de sus dedos tocaron sus labios y Tamaki intentó recordarse que ella estaba mal y que debería hacer algo, en vez de que su corazón fuera tan débil.
—¿Acaso hay algo malo conmigo? ¿estoy haciendo las cosas mal? —Ella volvió a refugiarse en su cuello y él podía sentir su aliento mientras hablaba. —¿Esto será de esta forma?
Su voz sonaba tan vacía y vulnerable que él sintió la necesidad de abrazarla y protegerla de aquello que parecía lastimarla.
—¿Qué sucede aquí?
Escuchar esa voz externa hizo que Tamaki se estremeciera al ser descubierto. ¿descubierto haciendo qué? No estaba haciendo nada, se incorporó lo mejor posible y observó a Neito en la entrada del comedor con una expresión rígida. Justo cuando estaba por decir algo, Nejire se soltó y caminó hacia él.
—¿Ahora te dignas a aparecer? ¿Sabes cuanto he esperado? ¿Cuánto más seguirás haciéndome esperar?
—Nejire ¿estas ebria? —Observó a Tamaki con gran frialdad. —¿Acaso tú?
—No, yo...
La risa de Nejire atrajo la atención de ambos.
—¿Arruinas las cosas e intentas buscar culpables? Eres un maldito cobarde, siempre me dejas plantada y yo realmente estoy intentando hacer las cosas bien.
Tamaki se quedó pasmado, pero cuando vio a Neito fulminarlo con la mirada, sabia que debía salir de ahí. Dio media vuelta y salió tan rápido como pudo del comedor, pero desde ahí aun podía escuchar los reclamos de Nejire que parecía realmente furiosa.
— No puedes ni darme una noche, ni un instante de tu vida, todo es más importante que estar con tu esposa y... ¡ni siquiera me has tocado! —Sus palabras salían sin medida, dejando entrever toda la frustración que había estado guardando.
No era la primera vez y sabia que no seria la última, esto continuaría si ella no hacia algo para evitarlo.
—¿Quieres guardar silencio? Te escuchará el personal.
—¡No me interesa, estoy cansada de soportar tu desinterés, se suponía que me amabas, que querías una vida conmigo y has demostrado que no es así!
—Yo te amo, quise avisarte pero el trabajo se complicó.
—¡No me interesa, tú siempre pondrás el trabajo sobre nuestra relación, eres un maldito egoísta y no lo toleraré más! —Dio media vuelta, huyendo a su habitación y cerrándola una vez que estuvo ahí dentro.
Esperó que Neito la siguiera, le pidiera perdón y que terminaran arreglando las cosas, como un matrimonio lo haría. Sin embargo, él jamás entró, dejándola sola.
Tamaki cerró la puerta de su habitación y se apoyó en ella sin saber que pensar o que debería sentir. Podía intuir que el estado de Nejire porque Neito no había llegado a cenar pero... ¿las cosas estaban mal entre ellos? Era cierto que casi no lo veía, pero no parecían tener problemas.
Se desvistió, se colocó la pijama y se puso los audífonos, para disfrazar el ruido fuera que intentó convencerse que no era asunto suyo, a pesar de que la idea de ver a Nejire llorando no lo dejó tranquilo en toda la noche.
Al día siguiente fue evidente la ausencia de Neito, por lo que no preparó el desayuno que debería ofrecerle. Se centró en hacer un poco de pan y preparar un buen desayuno que le quitaría el dolor de cabeza por resaca por el alcohol.
No podía estar más confundido por la situación de las cosas, a sus ojos ellos tenían el matrimonio perfecto, ella siempre hablaba de lo bueno o amable que Neito era. Sin embargo, había escuchado parte de los reclamos y todo parecía ir realmente mal. ¿Cuál era la versión real? No había estado el suficiente tiempo ahí para saberlo. Pensó en lo emocionada que Nejire se había puesto por la cena y el verla ebria al regresar había sido un golpe duro y humillante para ella, debía estar sufriendo, además que Neito parecía no haber dormido ahí, las cosas estaban realmente mal.
—No quiso comerla. —Ryuko ingresó con la charola de comida que él le había dado para Nejire.
No sabia que tanto recordaba la fémina por lo que quizá el verlo no seria agradable. Además que no tenía la suficiente confianza para entrar a su habitación, lo mejor era mandar a alguien como Ryuko que era amable y que tenía su total confianza.
—¿Y se siente mal?
—No podría decirte... ¿Qué fue lo que sucedió ayer? —Ryuko realmente lamentaba el tomarse el día, de haberlo sabido se había quedado o había vuelto en la noche.
Tamaki le contó sin lujos de detalles, sin decir lo que había escuchado, solo mencionó que él salió por que Nejire le dio la noche libre y que al volver la encontró ebria y cuando su esposo llegó terminaron peleando.
—Otra vez lo hizo.
—¿A que te refieres? Sé que no es de mi incumbencia pero...me preocupa Nejire, ayer se veía realmente mal.
A Tamaki no podrían importarle el saber información que no era necesaria para su trabajo, sin embargo, la imagen de Nejire llorando y la impotencia de no poder hacer nada más que alejarse y dejarla sola, le causaba un desazón en su estómago. Debería haberse quedado pero para eso debía saber que sucedía, porque lo que menos quería era arruinar ese trabajo y no poder volver a esa casa. No podía concebir el no volver a ver a Nejire.
Ryuko miró a su alrededor asegurándose que no hubiera nadie, lo cual era improbable.
—Bueno, los señores no tienen el mejor de los matrimonios, Monoma siempre esta ocupado con el trabajo y Nejire siente esa soledad, pero cuando él promete que vendrá a cenar no lo hace y eso hace que Nejire actúe imprudentemente. —Dejó salir un suspiro —Nejire se esfuerza pero el señor Monoma no le deja las cosas fáciles, nunca esta en casa y Nejire es sensible... no hay mucho que hacer más que mantenernos al margen y esperar que puedan llegar a un arreglo.
Ryuko se levantó para terminar las tareas que tenia y Tamaki se quedó en la cocina, dispuesto a cocinar algo que lograra que Nejire se animara en la comida. Ryuko tenia razón, solo restaba esperar que las cosas mejoraran, aunque él quería hacer mucho más. No quería volver a verla de esa forma.
¿Los matrimonios eran de esa forma? Entendía que la presión de lidiar con una empresa como Marvarid seria complicado, él mismo podía entenderlo. La vida como un chef era muy estresante y complicada, pero... ¿no poder dedicarle ni una noche a su esposa? ¿acaso él no quería estar con ella? Porque si era el caso contrario, no lo demostraba nada bien, al contrario, parecía que la evitaba. Le parecía imposible no poder dedicarle ni un día y más cuando se trataba de Nejire ¿Quién no quisiera estar con ella todo él día? El solo dormir a su lado debía ser una experiencia realmente increíble.
Se esmeró en la comida de ese día, preparando su favorita, pero Nejire no salió en todo el día. Ryuko intentó llevándole la comida a su habitación, pero no consiguió que comiera.
—Es demasiado complicada cuando se lo propone. —Ryuko miró su reloj. —¿Podrías encargarte de intentar hacerla comer? Me quedaría esta noche pero un familiar está hospitalizado y quería pasar a verlo.
Había sido operado recientemente y aún seguía internado para su pronta recuperación, Ryuko había pasado la noche en el hospital y había vuelto para trabajar ese último día, ella siempre salía los fines de semana.
—Si, no se preocupe, me encargaré.
Ryuko se despidió y salió de ahí tan pronto como dejó todo listo. Tamaki observó el reloj en la pared de la cocina, se suponía que él igual debería salir en la noche, pero la idea de dejarla sola en esa condición no se lo permitiría.
Había rechazado toda la comida, por lo que decidió intentar una ultima cosa. Se sumergió en la cocina el resto de la tarde elaborando algo especial y cuando al fin lo terminó, lo colocó en un plato, coronado con una mora encima, puso el plato en la charola y caminó hacia la habitación al fondo, que era la principal. Nunca había estado ahí, no tenia porque hacerlo, pero estaba realmente decidido. Tocó dos veces y esperó.
—Ryuko, vete. —La puerta volvió a sonar dos veces.
—Te he dicho que no comeré, déjame tranquila — Se recostó en posición fetal, ocultándose entre las sábanas.
—No soy Ryuko. —La puerta se abrió dejando ver una cabellera oscura. —Pasaré. —Algo que Tamaki jamás haría, pero dada la situación no estaba dispuesto a desistir a una negativa.
Ella se sorprendió de escuchar esa voz y se ocultó aún más en las sábanas. La razón por la que no había salido de su habitación era por la discusión con Neito, jamás en todo el tiempo que habían estado juntos habían discutido y esa había sido la primera vez. Había sido tan grave que él se había ido y ella había llorado toda la noche, él no la había buscado y estaba esperando que él regresara para arreglar las cosas, aunque no lo perdonaría tan fácil, él debería compensar el daño e intentar que eso funcionara.
La segunda razón era el hecho de no querer ver al chef. Podía recordar en cierta medida lo que había hecho la noche anterior, más específicamente la pelea con Neito, pero recordaba a Tamaki ahí ¿Cuánto había escuchado? Recordaba sentir sus brazos alrededor de su cintura, su agarre había sido fuerte y por alguna razón no dejaba de pensar en su aroma muy cerca, con toques cítricos ¿Qué tan cerca tendría que haber estado para sentir su olor corporal? La idea la hacia avergonzarse.
—¿Qué quieres? —Su voz sonó más insegura de lo que quisiera y más apagada.
—Te he traído algo.
Nejire sabía que no podía seguir ocultándose, no con él en su habitación, por lo que decidió sacar la cabeza viéndolo de pie a un lado de la cama. En sus manos tenía un plato con una semiesfera de color rosado.
—¿Qué es?
—Lo he preparado para ti.
—No tengo hambre.
—No me iré hasta que lo pruebes.
Nejire esperó a que él se cansara de esperar, pero él no se movió de su sitio. Le sorprendía su determinación al pensar en lo tímido que era, pero veía que podía ser asertivo cuando quería.
Tamaki podía ver su rostro apagado y sin ganas de nada, le había prometido a Ryuko que comería. Tomó la cuchara que llevó, cogió un pedazo del postre que llevó y se lo acercó a los labios. Ella avergonzada y confundida por el gesto abrió la boca sabiendo que no podría resistirse más.
La explosión de sabores sacudió su boca, el sabor a morar, coco y chocolate. Observó la semiesfera en el plato con un relleno morado blanco y café.
—¡Esta riquísimo!
Por supuesto que Tamaki sabia su debilidad por los postres y si lograba que comiera eso, podría abrirle el apetito. Ella lo invitó a sentarse, Tamaki se sentó a su lado y le ofreció otro bocado y pronto ella se terminó todo.
—Gracias, lo disfruté mucho —Ella se acomodó mejor en la cama. —De verdad siento lo de anoche yo... me alteré demasiado y terminaste involucrado.
—No te preocupes, si lo necesitas yo estaré para escucharte.
Él la observó fijamente hasta que algo llamó su atención, se inclinó hacia ella, estiró el dedo y retiró un poco de la crema de coco que tenía en la comisura de sus labios.
Nejire percibió su cercanía y el calor emanando del cuerpo masculino y se sonrojó de sobremanera cuando su pecho se contrajo. Tamaki se sonrojó aún más al darse cuenta de lo que había hecho, su corazón totalmente acelerado, se levantó dispuesto a salir de ahí.
—Yo... haré la cena.
Salió de ahí tan rápido como pudo, sin poder apartar de su cabeza la forma y textura de los labios femeninos que lo habían tentado a probarlos.
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