I.

Día 1. Compromiso

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Las luces tenues destellaban de los candelabros que colgaban del techo, mostrando la elegancia del salón, las paredes de tapices con detalles en oro, la delicada música resonando ambientando el lugar y permitiendo las pláticas sociales entre las personas de alto estatus.

Levantó la mirada para ver las luces resplandecientes, estaba demasiado nerviosa para observar a las personas que estaban al final de la escalera. No es porque tuviera miedo de socializar o entablar platicas complicadas, era algo que su linaje había facilitado desde temprana edad al relacionarse con muchas personas importantes. Su nerviosismo iba de la razón de estar ahí, el porque todas esas personas estaban ahí.

Sujetó la falda de su vestido azul claro que se moldeaba de la cintura hacia arriba a su cuerpo, resaltando su pequeña cintura y un ligero escote. De la cintura para abajo caía como cascada, el azul se iba degradando a uno más oscuro jugando con los colores, tenía brillos por todos lados, porque ella, Nejire Hadō, debía brillar.

Se animó a observar a las personas en el salón, estando ella al inicio de la escalera. Eran personas importantes del medio, banqueros, inversionistas y por supuesto su familia. Se suponía que ese tipo de eventos se reservaban a la familia cercana, pero considerando el estatus de su familia, no podían hacer nada pequeño.

Era hija única, su padre, Doraiba, era dueño de uno de las compañías más grandes de joyería del mundo. Un negocio que le perteneció a su abuelo y a su bisabuelo antes de eso. La opulencia era algo con lo que había convivido toda su vida, todo lo que había querido lo había tenido, pero no de forma abundante, sino de forma rígida. Por que lejos de consentirla, ella obtenía lo que quería a cambio de la perfección que sus padres esperaban de la primogénita y heredera de una empresa multimillonaria.

Nejire debía ser perfecta en todo momento de acuerdo a la vida de ensueño que tenía.

Había cumplido con los planes y el camino que sus padres esperaban de ella, algo de lo que ella nunca se había quejado demasiado. Tenía una vida privilegiada y a pesar de que debía comportarse, actuar correctamente y cumplir las expectativas de su padre, ella amaba su vida de ensueño. No podía ser mejor, asistiendo a las mejores escuelas de su elección, rodeada de artículos de las mejores marcas, obteniendo una carrera en negocios internacionales y a una corta edad conocer tantos países. Su vida era perfecta.

Las miradas se posaron en ella mientras descendía por la escalera, admirando sus pasos, su vestido hecho por uno de los mejores diseñadores y la sonrisa radiante que brotó al verlo.

Y como si todo eso no fuera lo suficiente perfecto, Neito Monoma, su prometido, la esperaba al pie de la escalera.

Lo conoció prácticamente cuando ambos aún usaban pañales, aunque él era tres años mayor. Sus familias tenían una estrecha relación, los padres de Neito eran uno de los más importantes en el sector de inmobiliaria, por lo que ambos crecieron juntos. Neito siempre cuidó de ella, la tomaba de la mano para que no se perdiera de niños en los eventos y siempre estaban juntos, jugando, conversando de cualquier tontería y por supuesto que habían viajado juntos. Habían asistido a las mismas escuelas, hasta la universidad, ella no podía concebir una vida sin Neito al tenerlo siempre a su lado.

Nejire no recordaba el punto exacto en el que se había enamorado de él, solo estaba bastante segura que un día simplemente sabía que quería pasar su vida con él. Aunque si debía pensar en algún momento en específico, recordaba aquella vez que mientras jugaban al escaparse más lejos de lo que sus padres le permitían, ella terminó alejándose de más y la lluvia la atrapó debajo de un árbol. Los truenos resonaban tan fuerte que la hacían temblar hasta la medula y comenzó a pensar que moriría de frio y de miedo.

Con los ojos llorosos y en cuclillas abrazando sus piernas, ella permaneció quieta, pensando en que debió obedecer a sus padres sobre no alejarse. Hasta que una mano sujetó la suya y al levantar la mirada lo vio con el cabello húmedo y sus ojos violeta azulados. Una sonrisa suya, a pesar de encontrarse en pésimas condiciones fue suficiente para que Nejire se sintiera segura a su lado, porque con Neito todo estaba bien. Lo abrazó fuertemente hasta que él la convenció de moverse.

"No te preocupes, mientras este a tu lado, todo estará bien"

Esa frase deslumbró lo suficiente a Nejire para moverse a pesar de la lluvia y lograron llegar a la mansión, donde sus padres habían estado buscándolos desesperadamente. Al llegar los reprendieron aunque él se hecho toda la culpa por perderse en las cercanías. Aunque la realidad es que alejarse había sido su idea. Ese fue el punto donde Nejire se dio cuenta que sus sentimientos iban más allá que una simple amistad y deseó el siempre tenerlo a su lado.

Nejire permaneció tan cerca de él, a pesar de ir en cursos diferentes por su edad y cuando la adolescencia la alcanzó, mostró más abiertamente sus sentimientos. Aunque ella no estaba segura que él le correspondiera, él siempre había sido muy amable, encantador y cariñoso con ella. La abrazaba y jugaba con su cabello en un gesto fraternal y Nejire en algún punto temió que él solo la viera como parte de su familia.

No quería ser su familia, quería ir más allá.

Se hizo ilusiones en varias ocasiones cuando él la prefería sobre varias de las chicas que lo rodeaban, siempre prestándole más atención a ella y priorizándola en todos los eventos importantes. Él siempre estaba a su lado, mirándola y siguiendo sus movimientos. Sin embargo, ella no estaba segura de sus intenciones y se obligó a esperar un poco, lo suficiente para parecer una mujer ante él y poder avanzar.

Para su sorpresa, al cumplir la mayoría de edad, él dio el primer paso y la besó en el jardín de su fiesta de cumpleaños.

Nejire fue la mujer más feliz y lo abrazó fuertemente, sabiendo que todo ese tiempo él le había correspondido, solo que había decidido esperar a que ella fuera mayor de edad para poder actuar. Él había resistido demasiado de no hacerlo antes o que sus instintos fueran más lejos.

Ellos comenzaron a salir eventualmente, los mejores años de sus vida, en una relación perfecta. Iban a los lugares más exclusivos, no había un cambio demasiado significativo ya que siempre habían salido juntos. Solo que en ese punto se tomaban de la mano y él se inclinaba a besarla cada que ella parecía pensarlo, como si sus mentes estuvieran conectadas.

Los años avanzaron en esa perfecta relación, Neito terminó la universidad antes y comenzó a ingresar a los negocios de su padre formalmente. Desde antes ya manejaba parte de la empresa, pero una vez que salió de la universidad el verdadero cambio fue el peso y valor que adquirió en la empresa de la familia de Nejire.

Por supuesto que sus familias se enteraron de que comenzaron a salir y fue una de las mejores noticias para ellos, al ver un futuro prometedor juntos. Por que el padre de Nejire veía a Neito manejando el negocio familiar. Por eso poco a poco lo había ido involucrando, algo que Nejire aprobaba esa cercanía, además que lo suyo nunca habían sido los negocios, por lo que deslindárselo a Neito no le molestaba. De hecho le encantaba la idea al pensar que esa cercanía podría asegurar un futuro compromiso.

Su relación resultó de esa forma perfecta un par de años, con ellos saliendo y teniendo citas memorables y compartiendo sueños futuros. Hasta que un mes atrás Neito le había propuesto matrimonio en Venecia. Había organizado un gran espectáculo en una cena elegante, con flores, vino y música agradable. Nejire no lo pensó para aceptar. Y un mes después, ahí estaban, en su fiesta de compromiso y ella viendo la sonrisa más radiante masculina al verla descender y sujetar su mano cuando alcanzó el piso.

—Te ves realmente encantadora, aunque eso siempre ha sido así, pero hoy estas esplendida.

La música cambió cuando ambos se encontraron, ella simplemente sonrió ante los halagos del hombre, siempre era tan encantador cuando se lo proponía. Saludaron a la gente presente que había acudido a su fiesta de compromiso, eran amigos o socios de sus padres, más que amigos suyos. Si fuera por Nejire solo hubieran estado los padres de ambos y ya, pero esos eventos no podían ser pequeños, no en la familia Hadō.

—Mi padre ha invitado a gente innecesaria. —Mencionó mientras caminaban después de saludar a la última persona.

—El quiere que la fiesta sea inolvidable — Neito la consoló acariciando su espalda.

—Lo entiendo pero... la boda será aún más grande. —Sabia que su padre estaba dispuesto a hacer la fiesta del año.

—Bueno, ve el lado positivo. —Nejire lo observó esperando por sus palabras. —Después de la boda nos iremos solo tú y yo a Europa, durante un mes.

—Si, solo estaremos los dos. —Nejire se sintió avergonzada ante sus palabras, porque era cierto.

Era el primer viaje que harían solos ellos dos y no podía estar más emocionada. Aún quedaban unos meses y los preparativos de la boda estaban casi listos, algo de lo que su madre se había encargado. Nejire había elegido su vestido con el mejor diseñador de Paris.

Ambos se dirigieron al centro del salón e inauguraron el baile, desplazándose con elegancia y centrándose únicamente en los dos, flotando en ese día especial para ambos. El mundo desapareció y solo estaban los dos.

Y en esa burbuja de irrealidad, magia y perfección el día de su boda llegó. Nejire estaba tan nerviosa pero cuando lo vio al final del pasillo, esperándola con esa sonrisa tranquilizadora y que demostraba cuanto la quería, Nejire no pensó en nada más, mientras las lágrimas caían por sus mejillas, enternecida por el momento. Siempre había sido así, cuando ella estaba nerviosa o asustada, él siempre estaba ahí para tranquilizarla y podía hacer que todo el mundo desapareciera.

Había sido la boda más importante y grande de los últimos años, los primogénitos de dos de las familias más poderosas de la ciudad se habían unido.

Fue una noche especial donde habían bailado juntos durante gran parte de la noche y la prensa había ido a tomar las fotografías pertinentes de todo el evento. Todo fue perfecto, ella había sostenido su mano en todo momento, mientras toda esa gente los saludaba, al cortar el pastel y los rituales de las bodas.

Una vez que todo el evento terminó, esa misma noche se habían ido de viaje, aquel viaje donde solo estuvieron ellos dos y donde por primera vez Nejire se entregó a Neito. Algo que cualquiera pensaría que habían hecho desde mucho antes, pero Nejire había decidido esperar a después de la boda, al ser demasiado tradicionalista. Él había sido muy gentil y el resto de los días habían recorrido las calles que conocían de memoria y que habían recorrido de pequeños juntos.

Lo cual era curioso, la manera en que la vida avanzaba y los había llevado al mismo punto, pero ahora como un matrimonio.

Disfrutaron de esos días como nunca, viajando a las montañas, comiendo en los lugares exclusivos y yendo a diferentes tours en la naturaleza, solo los dos, sin su familia observándolos, algo que le gustó de sobremanera a Nejire. Esa era la vida que quería, no estar con los ojos de su padre viéndola actuar en cada momento. Una de las razones por las que prefería que Neito se encargara de la empresa.

Sin embargo, si había algo que le hubiera gustado cambiar era el haber permanecido más en la cama ambos, demostrándose ese amor de forma más carnal. Él era lo suficiente prudente y caballeroso para haber intimado solo en dos ocasiones, algo que la dejó con ganas pero que decidió no prestarle demasiada importancia, a fin de cuentas tenían una vida juntos para disfrutar y experimentar más por ese lado.

En el pasado ella había visto a las mujeres que rodeaban a Neito en la escuela y ella se había esforzado en ser lo suficiente atractiva, haciendo ejercicio y llevando un régimen de comida. Aunque no lo necesitó demasiado, ya que al llegar a la adolescencia su cuerpo se desarrolló adecuadamente, tenía las curvas necesarias en los lugares pertinentes. Y las veces que habían intimado Neito había dejado en claro que le gustaba como era, además que él desde que empezaron a salir no había dejado de mencionarlo, lo mucho que le encantaba y lo perfecta que era en todo sentido.

Más pronto de lo que quisiera se vieron forzados a regresar a la realidad, cuando unos negocios en la empresa de su padre hicieron que regresaran una semana antes de tiempo. Nejire lo entendió, pero dijo que debían repetirlo pronto, el poder viajar ellos dos solos, al menos cada determinados meses para reforzar su amor y tener esos momentos solos. Neito estuvo de acuerdo y pronto empezaron su vida de casados.

El padre de Neito les había regalado el piso más exclusivo en el mejor edificio de la ciudad, donde empezaron su vida de casados. Sin embargo, fue un golpe de realidad duro para Nejire, porque ella imaginaba algo... diferente.

La vida que ella pensaba era el despertar cada mañana a su lado, ambos juntos y abrazados, compartir cada comida juntos y pasar todo el tiempo que se pudiera en compañía del otro; viendo una película, leyendo un libro o saliendo a algún sitio. No obstante, bastó el primer día para darse cuenta que eso no sería así, porque además de su vida juntos, había responsabilidades que cumplir. Y más aún al ser Neito la mano derecha del Rasen, su padre.

La primera mañana había despertado sola en la cama y justo cuando giró para buscarlo, lo vio dirigirse hacia la puerta.

—¿Te vas tan temprano?

—Tu padre me necesita para cerrar unos negocios. —Fue lo que él mencionó antes de girar, sonreírle. — Te veo en la noche.

—¿No vendrás a comer conmigo?

Él se detuvo de camino a la puerta y giró de nuevo para verla.

—No lo sé, espero poder terminar los pendientes, aún así te avisaré.

Nejire asintió, se apoyó en la cama, estirándose hacia él y elevando sus labios, pidiendo un beso. Él se acercó sonriendo y la besó ligeramente antes de dar la vuelta y desaparecer. Ella pensó que tendría mucho trabajo al ausentarse en toda su luna de miel. Sin embargo, luego de una semana, se percató que quizá eso podría ser así de forma normal.

Que solo vería a Neito en las mañanas antes de irse y que lo recibiría en la noches para cenar juntos y él se iría a dormir enseguida al estar sumamente cansado. Nejire aún así, por el poco tiempo que compartían juntos, lo entendió, no es que él se fuera por irse, estaba trabajando en el puesto que su padre le había dado y él era muy cumplido con todo lo que hacía, por lo que debía entender.

Aún así salían los sábados a ver una película o a cenar y eso parecía compensar las cosas.

No obstante la hora de la comida y gran parte del día Nejire se sentía realmente sola.

Los primeros días había aprovechado para ir a visitar a su madre y a sus amigas, Momo y Uraraka, con las que salía a comer o de compras. Sin embargo, eso no podía ser cada día porque ellas tenían sus propios compromisos con sus novios o con las empresas de sus padres. Por lo que en ocasiones Nejire estaba sola en casa o salía a comprar sola. En todo el siguiente mes hubo dos ocasiones donde Neito fue a comer a la casa de sorpresa y ella animada había pedido comida a domicilio.

La comida a domicilio era la forma en la que ella sobrevivía. Ella no cocinaba, no sabía hacerlo, jamás hubo necesidad al tener cocineros en casa. Por lo que no se dio cuenta de que era un problema hasta que empezó su vida como casada. No era un percance, al menos no para ella, ya que había demasiados restaurantes de donde elegir. Pero en algún momento quiso hacer algo lindo para él, intentó cocinar y resultó de forma desastrosa, por lo que no volvió a intentarlo.

—Quizá podrías hacer algo para pasar el tiempo. —Mencionó Neito aquella tarde que fue a comer con ella. — Tomar alguna clase o aprender a cocinar. —Él observó las cajas de comida rápida en la encimera de la cocina. —No podremos sobrevivir de comida a domicilio siempre.

—¿No? — Nejire no veía lo malo a eso.

Antes, cuando solo eran novios, salían casi a diario a comer a restaurantes.

—No es lo más saludable, pero es elección tuya.

Él se fue rápidamente hacia su trabajo de nuevo y pronto Neito salió de viaje de negocios, lo cual acrecentó aún más la soledad en aquel gran departamento donde solo estaba ella. Bueno, había una mujer de limpieza por las tardes, con la que hablaba un poco cuando no tenía con quien hablar, era una buena persona y ella era muy agradecida con su trabajo.

Aquella tarde Nejire estaba recostada en el sillón de la sala pasando los canales de la televisión con la cabeza colgando del sillón y los pies en el respaldo, estaba realmente aburrida y Neito no llegaría hasta muy noche. Fue cuando la puerta sonó y ella se levantó tan de prisa que terminó cayéndose al piso. Se recompuso como pudo y se dirigió a la puerta antes de que la mujer del aseo.

Se acomodó el vestido adecuadamente y abrió la puerta.

—Padre

—Nejire, que alegría verte, hace unos días que no pasas a la casa.

Ella recibió a su padre con un abrazo y lo guio hacia la sala, donde la mujer de limpieza llevó un par de bebidas.

—Es que he intentando ser une buena esposa. —Nejire admitió, a pesar de recordar como estaba recostada momentos antes.

—¿Buena esposa? Tú eres perfecta.

—No, me refiero a que... —Era vergonzoso aceptarlo. — He intentado cocinar.

—¿Cocinar? —Su padre no entendía a donde iba.

—No puedo sobrevivir de comida a domicilio, por lo que necesito aprender a cocinar.

Su padre, Rasen, la observó un momento y luego río como si hubiera dicho la cosa más absurda de la vida. Se inclinó hacia su hija y la tomó de las manos con cierto cariño.

—Tú no naciste para cocinar, deja que tu padre se encargue de eso.

Esa tarde ambos fueron a comer a un restaurante cercano, donde Rasen dejó en claro que estaba satisfecho con el trabajo de Monoma y que tenía un futuro prometedor en la empresa. Si las cosas seguían de esa forma, pronto podría jubilarse para dejarle todo a su yerno, palabra que parecía decir con orgullo.

—Pero ¿eso significa que estará más ocupado? —Nejire se atrevió a hablar.

—Ese es el día a día de una de las empresas más importante de joyería, Nejire y tú debes aceptarlo, él se esfuerza lo suficiente en la empresa y jamás te falta.

Ella asintió con una ligera sonrisa, pero la idea de que él estuviera mas ocupado la conmocionaba, aunque no quería demostrárselo a su padre. Sabía que su padre siempre había estado ocupado pero siempre buscaba el tiempo para estar con ella y su madre cuando era pequeña, por lo que se tranquilizó, todo estaría bien.

Nejire fue más a la casa de sus padres para no pasar las tardes solas cuando sabía que Monoma no llegaría y salía a los centros comerciales para seguir las nuevas colecciones de maquillaje y ropa, para adquirir lo que fuera de su agrado apenas salieran. Su momento favorito en los días era las noches donde Neito llegaba y se metía a la cama con ella. Nejire podía ver su espalda amplia y ella se acurrucaba contra él, dejando que la calidez de su cuerpo y de su presencia calmara aquel sentimiento absurdo de soledad que sentía todo el día.

Todo eso era compensado por ese momento, por estar a su lado y poder compartir la cama con él.

Su vida podía ser difícil ahora, pero confiaba que pronto las cosas se regularizaran y podrían llevar mejor las cosas, el compartir la comida o establecer algún día para que solo estuvieran ellos dos. Además que Nejire quería volver a sentir la manos de Neito en su cuerpo, algo que anhelaba cada noche pero que esperaba pacientemente a que él diera ese primer paso. Quería que él la deseara y la necesitara tanto como ella a él, aunque entendía perfectamente que él estaba lo suficiente cansado.

Nejire siempre esperaba pacientemente por él y la vida que ambos habían decidido, las cosas serían mejores pronto, eso era lo que ella se repetía hasta el cansancio. 

De nuevo con una historia Tamajire (que no estaba planeada) pero que se me ocurrió para la Tamajire Week (: voy tarde pero estaré actualizando diario.


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