capítulo 10
Quizás esa fue la caminata a casa más incómoda en toda la vida de ambos chicos. Iban en silencio con las miradas al frente y los labios apretados. Jungkook llevaba las manos en los bolsillos de su sudadera, con la cabeza llena de pensamientos.
¿Ese era el plan de Hoseok desde un principio? ¿Invitarlos a comer yogurt de helado para luego mandarlo con Jimin? De todas formas, ¿él sabía que trabajaba ahí?
—Hyung...
—¿Si?
Jimin se detuvo, dejando que Jungkook caminara hasta acercarse a su lado y seguir caminando a su lado. Sus manos jugueteaban con el final de su playera, mordiendo su labio nerviosamente.
—Lo que pasó el otro día...
—No importa —interrumpió—. Sólo fue un accidente.
—Sí... —agachó la cabeza—. Sólo fue un accidente.
Silencio.
Uno incómodo.
Demasiado.
—No sabía que trabajas ahí. De hecho, no sabía que Taehyung tuviese un local familiar.
—Sí, a decir verdad abrieron hace poco y no tenían personal, por lo que decidí ofrecerme —se encogió de hombros—. Es divertido, además tengo cupones gratis —soltó una risita leve, rascando su nuca nervioso cuando el azabache no dijo nada por varios segundos.
—Creí que paseabas perros.
—Ese es el trabajo de Yoongi, pero ese día se le acumularon muchos clientes y nos pidió ayuda.
Jungkook asintió. Ese chico, tan tierno, tan amable, tan dulce, tan... perverso.
—De hecho, en unas horas tengo un turno en un 24/7 cerca de aquí.
—¿Y cuándo descansas? —lo miró incrédulo, como si este fuese un bicho raro.
Jimin lo pensó. —Bueno... Los lunes en la madrugada.
Jungkook alzó ambas cejas. Eso quería decir que, ¿saliendo del trabajo regresaba a casa, hacía lo que podía y después iba a la escuela a las ocho, para luego salir y regresar al trabajo? Eso era algo que, definitivamente, no soportaría.
—Que dura tu vida, no quisiera ser tú.
Jimin rió, haciendo desaparecer sus pequeños ojos al tiempo en que sus dientes se dejaban ver y un rubor se pintaba en sus mejillas. El azabache lo miró todo el tiempo. La manera en que agachaba la cabeza y tapaba su boca con una mano mientras que con la otra peinaba sus cabellos. Dios. Era lindo. Jimin en verdad era lindo.
Y perverso.
—Bueno, aquí es donde vivo —declaró, y se detuvo frente a una pequeña casa de un piso. Las paredes eran blancas apenas siendo pintadas y un jardín delantero con un par de pequeñas flores.
—Ya veo —Jungkook miró la casa y notó que era demasiado diferente a la suya. Las paredes parecían desgastadas, las ventanas pequeñas y el pasto apenas creciendo—. Bueno, adiós.
Iba a continuar con su camino, hasta que la voz de Jimin lo interrumpió haciendo que se detuviera. Giró y lo miró fijamente.
—Yo... muchas gracias por acompañarme, hyung —agachó la mirada, volviendo a rascar su nuca nervioso.
—No fue nada — fue lo único que dijo el azabache para volver a retomar su caminata.
—¡Que tengas un buen día!
Jungkook aceleró.
Como siempre.
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₍ ♡ ₎
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Jimin escuchó las puertas automáticas cerrarse, dejando ir al último cliente de esa noche. Recargó su codo en la caja y su barbilla en su mano. Sus ojos se sentían pesados y no podía mantenerlos abiertos por mucho más tiempo; necesitaba descansar. En verdad estaba muy agotado, ese día había sido muy largo.
Miró el 24/7 vacío y bufó. El único sonido que había en el lugar eran el de los refrigeradores transparentes funcionar. Con un suspiro pesado, cruzó sus brazos sobre la caja y recostó la cabeza sobre estos, cerrando los ojos unos momentos. Sin embargo, no duró mucho en esa misma posición ya que el sonido de la puerta dejando entrar a otro cliente lo hizo quejarse y levantarse de inmediato, viendo a un tipo de gorra y cubrebocas mirar por el lugar.
—Buenas noches —saludó amablemente como de costumbre.
—Buenos días —respondió el otro chico.
—P-Pero, ¿qué? ¿Jungkook hyung? ¿Ya es de día? —talló su ojo izquierdo, ahogando un bostezo. Miró su reloj y, sí, definitivamente en unos minutos amanecía.
—Sí, como sea, sólo vine por algo —Jungkook caminó por los pasillos, mirando los productos hasta llegar a uno de los refrigeradores.
Jimin lo miró, o trató, ya que el sueño comenzaba a ganarle. Estaba por dormirse, hasta que algo dejándose en la caja lo levantó de golpe. Miró al azabache y luego al vaso de café, para luego escribir el código en la computadora.
—Son 25... —bostezó—... wons.
Jungkook los pagó, mirando los movimientos de Jimin.
—¡Buen día, Jimin Oppa! —una chica castaña hizo presencia saludando alegre—. Te ves cansado...
—Buen día, Lin, y sí... lo estoy.
Jungkook seguía ahí.
—Ya puedes irte, Oppa, es mi turno.
Jimin asintió y rodeó la caja para salir del local, sin antes despedirse de la chica. Escuchó pasos de alguien detrás suyo, mas estaba tan cansado que decidió ignorarlo. Incluso casi tropezaba, si no fuera por los brazos de alguien más.
—Debes tener más cuidado.
—Oh, gracias, hyung... —miró la mano sosteniendo su brazo—. Pero estoy bien, puedo caminar solo.
—Claro que no. No te soltaré hasta llegar a tu casa.
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