capítulo 12
Jungkook corría por un lado a otro en la cancha del parque a unas cuadras de su casa, rebotando la pelota naranja en el suelo varias veces antes de saltar y meterla en la alta canasta. Secó el sudor de su frente con su ante brazo y siguió encestando unas veces más.
Las imágenes de la tarde de ayer llegaron de golpe. El cuerpo de Jimin demasiado cerca, sus ojos pequeños y brillantes mirándolo atentamente, y sus apetecibles y rojizos labios entreabiertos. Aquella preocupación en sus ojos por haber caído encima suyo lo dejó mal, y más aún con la forma tan tierna de reírse de él mismo.
Saltó con la pelota en manos, metiéndola de nuevo en la canasta. Se dejó caer con fuerza, doblando su tobillo izquierdo de una forma poco humana, sacándole un gruñido. Llevó ambas manos hasta él, cerrando los ojos con fuerza mientras trataba de controlar su respiración. Se tiró en la cancha, abriendo sus extremidades como una estrella de mar mientras trataba de controlar el dolor.
Estaba solo, su móvil estaba en la mochila que descansaba en la banca lejos él, por lo que no podía llamar a nadie. Tendría que esperar a que Hoseok y Namjoon llegasen como lo habían prometido, pero el dolor comenzaba a agobiarlo.
Miró el cielo azul, lleno de suaves y esponjosas nubes blancas. Demasiado calmado para una predicción lluviosa del noticiero de esa mañana. Escuchaba los pájaros volar cerca y sentía el viento pasar por las copas de los árboles.
Todo era tan tranquilo.
—¡Hyung!
Aquella voz rompió su burbuja de tranquilidad. Se obligó a girar su cuerpo para mirarlo. Jimin caminaba hacia él con una gran sonrisa en su rostro, llevaba un oberol bastante curioso y una gorra al revés.
—No pensé en encontrarlo por aquí —declaró una vez se había acercado.
Jungkook se acomodó para sentarse en la mejor posición para que su tobillo no le molestase.
—¿Qué haces aquí?
—Ayudé a una anciana con sus bolsas de mercado que vive por aquí, así que decidí pasar un rato por el parque —se encogió de hombros.
Cielos, ese chico era tan amable que le daban náuseas. ¿Cómo lo había soportado tanto tiempo? O quizás era el sándwich de mala pinta que se comió antes de ir.
—¿Jugabas baloncesto? —preguntó, sentándose frente a él y tomando la pelota.
—Sí.
—¿Puedo jugar también? —lo miró con un brillo en sus ojos.
Jungkook apartó la mirada. —De que puedes, puedes, pero de que yo pueda... Eso está difícil.
—¿Por qué? —Jimin hizo un pequeño puchero adorable y lo miró confundido.
Jungkook mordió su labio, soltando un suspiro y mirándolo de nuevo.
—Creo que me fracturé el tobillo.
Quizás haberle dicho a Jimin fue una mala idea, porque este se había puesto demasiado histérico y decidió llevarlo al hospital de inmediato. Lo había cargado aún después de que Jungkook se negase varias veces para así llevarlo corriendo al hospital. Estuvieron a punto de caer en muchas ocasiones, pero Jimin nunca se rindió.
Cuando algo se metía en la cabeza del pequeño rubio, absolutamente nadie podía sacarlo de ahí.
Más tarde, se encontraban saliendo del hospital. Jimin sosteniendo la cintura de Jungkook y este ayudándose de los hombros de su acompañante. Le habían puesto vendas ya que al parecer era algo leve; sin embargo, le dolía como el infierno.
—Ya puedes soltarme —Jungkook le pidió, mirándolo ceñudo.
—¿Está seguro, hyung?
El azabache asintió firme. Entonces, sin querer intervenir más, Jimin lo soltó para que este pudiera caminar solo; sin embargo, a penas Jungkook apoyó el pie gruñó de dolor, estando a punto de caer si no fuera por los brazos del rubio.
—¡No te atrevas a volver a soltarme!
—Hyung, pero tú dijiste...
—Silencio.
Jimin cerró la boca, mirándolo con ojos grandes.
—Así está mejor.
Así te ves más bonito...
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