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Estornudó debido a la gran cantidad polvo, avergonzándose casi al instante debido a la pequeña risa que escuchó a sus espaldas junto al sonido de la puerta cerrándose. Observó el lugar, reconociéndolo enseguida. La vieja sala de música, un poco polvorienta, con los instrumentos oxidados y dañados, un montón de estantes con libros deteriorados y un sofá, el cual se veía en buenas condiciones.

─ No es muy convencional─ comenzó a decir YoonGi, abrazando por la espalda a TaeHyung, pegando su cuerpo al contrario, tensándolo.─ , pero estoy seguro de que nadie vendrá a molestarnos.

Eso último lo susurró en su oído con dulzura. TaeHyung se alejó de inmediato, caminando torpemente hasta el sofá para luego sentarse en él, con la mirada intensa del menor en sus movimientos. YoonGi sonrió ante lo enternecedor que podía ser su hyung.

TaeHyung mordió su labio inferior.

─ Es muy... acogedor.─ halagó en su lugar.

─ Lo es. ─ Afirmó y luego se sentó junto al gordito, sin guardar distancia alguna, de todas formas no era un sofá lo suficientemente grande para dos personas.─ ¿Quiere algo para comer? En mi mochila tengo peperos.─ ofreció.

─ No tengo hambre.─ respondió con una pequeña sonrisa de agradecimiento.

Su estómago rugió en protesta.

─ ¿Está seguro?一YoonGi preguntó con un tono ligeramente divertido, haciendo que TaeHyung se sonrojara más de la cuenta.

─ Si.─ respondió entre dientes.

YoonGi sonrió por milésima vez en el día.

─ ¿Puedo besarlo, TaeHyung-hyung?

TaeHyung tosió, atorándose con su propia saliva. ¿Por qué de repente preguntaba por eso? ¿No estaban es ese punto en que ese tipo de preguntas sobraban? El menor le veía con ojos brillantes y expresión expectante.

─ Su-supongo que si.

YoonGi no perdió tiempo y estampó sus desesperados labios con los torpes de TaeHyung, quien cerró sus ojos ante a sorpresa por el contacto repentino. Min era todo un saco de hormonas, no podía controlarse cuando se trataba de aquel chico, de su tierna bolita de arroz.

Lo besó con lentitud, degustando el sabor a cereza de su pequeña boca, moviendo sus inquietos labios con delicadeza, no quería asustarle. El chasquido húmedo y los pequeños suspiros, eran lo único que se escuchaba. No les importaba el polvo, la suciedad y lo estrecho que era el sofá, simplemente disfrutaban el uno del otro.

Se demostraban su amor con esos besos, caricias y palabras simples como un "Te amo".

Fin.

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