TO: MIA
•♡•
ESTOY ESCRITO EN TU CORAZÓN. _________________________
Anime: Haikyuu (u.a. + fantasy + soulmates)
•♡•
Entre las luces flotantes que ya se estaban escapando por el cielo, juraba que su cabello negro brillaba como mito de princesa. En que sin lugar a dudas se miraría a un espejo y la sonrisa de esos finos labios con forma de capullos de rosas estarían rebosantes de alegría, bochorno. En que el contacto de su gigante mano contra la suya hacía la diferencia de hace días. Por el contraste entre ambos cabellos bicolores. Estrellas radiantes, narices pequeñas.
—Perdón por sacarte tan tarde ¡Pero mira! Parece que brillamos.
•♡•
Semanas antes
¿Que se podría decir de los corazones? Toda su vida le hicieron ver que el corazón tenía deseos efímeros que serían cambiantes día tras día. Ella misma lo había comprobado, que tronar de sus dedos cada día después de ponerse un par de anillos en cada mano sería mucho más concreto que el dejarse llevar por el corazón. Que prepararse los mejores panqueques por el delicioso color dorado era la capacidad de que podría hacerse algo para sí misma sin depender de buscar otra cosa que comer. Porque estaba acostumbrada y sin lugar a dudas, le gustaba.
Las escrituras de las leyes emocionales que transitan por el mundo son cosas que aunque no estaban en el pasado, no le daría importancia. Todavía ocurrían entre dos de cada diez personas el lazo conspirativo del destino en que corazones completamente extraños podían estar destinados a ser calcinados entre el amor.
Pero ¿por qué era tan interesante? Dormir era interesante. Terminar los talleres de matemáticas placentero. Bañarse por más de 30 minutos con una playlist de fondo el placer culposo, por el que más tarde discutía con su madre sobre por qué se gastaba toda la bendita agua caliente sin ningún tipo de vergüenza hacia los demás habitantes de su concurrido hogar. No era su culpa, solo se le olvidaba. Como los rostros ajenos que apenas y veía dos veces.
La gente iba y pasaba en su vida. Las escuelas también. Un semestre se terminaba y comenzaba otro. Las estaciones morían para darle la bienvenida a un nuevo amanecer.
Entonces, ¿por qué existía gente tan rara? En que los ojos dorados de color victoria escogían entrar por su rango de visión con sus enormes disculpas por el pasillo de la academia.
—¡Perdón!
Cabello extraño, ojos grandes y cejas tupidas de forma anormal. Sorpresivamente lindo y apuesto. Con un parecido a esas aves exóticas que te encuentras en los bosques por la noche.
Le dió una mirada algo intimidante, juzgando con sus orbes marrón el antebrazo del desconocido, 000.423. Número bajo, baja estación, clase mayor de rango menor. El contrario también le observó el antebrazo y tragó nervioso. El 455.100 le dió una cachetada imaginaria en plena cara.
¿Cómo funciona esta ciudad? Si tu número pasa de algún mil y tanto, eres clase alta. Más bajo que eso es la escoria. Una ciudad dividida en dos, en que si subes una loma te darás cuenta de los colores trazados por cada callejuela. Supuestamente no había tanto prejuicio porque la gente podía trabajar en los mismos sitios, estudiar en los mismos lugares y usar el mismo tipo de transporte. Pero por algo existía los números y la sangre cambiaba.
—No importa.
La confusión que emanó ayudaba a sosegar su falta de tacto sin intención dañina. Voz dulce, linda, pero como petróleo. Pero sin lugar a dudas, una sonrisa demasiado tierna para cualquier realidad.
•♡•
¿Qué sabía ella de los corazones? Que francamente dejarse llevar por ellos era el acto egoísta del año. Todo en su crianza había sido medido por lo que tenía que ir sabiendo sobre las personas y el resto lo manejaba con la lógica cerebral. Ella era empática, tenía un poder inmenso para imaginarse el dolor ajeno. Koutaro Bokuto era éso multiplicado por mil. En que las secuencias de su cerebro podrían llevarse bien con la velocidad de la rotación de la tierra. La velocidad de 150 millones de kilómetros por hora de algún relámpago. Al igual que sus ideas salidas de la nada con su voz prepotente que sacudía las placas tectónicas, era tan divertido. Carismático, con ese acento desproporcionado en cada una de sus facetas, un ángel, un ser celestial que agitaba la cola si tuviera una por cada cumplido que se le diera o momento emotivo que se le atravesara.
Al lado de él, su curiosidad conducía en círculos, triángulos y retrocedía si era necesario. Quería entender todo sobre aquel muchacho de cabello claro y sonrisa grandiosa.
¿Por qué nunca antes lo había visto en la escuela? Jamás lo supo a ciencia cierta. Solo le llevaba un año y tenía el corazón de un niño para nada indefenso.
—Me transferí hace poco –sus ojos dorados se perdieron en la inmensidad del cielo azul y cierta curva de sus labios aún no se apagaba–.
Las explicaciones que daba sobre su vida personal carecían de detalles. Como caminar sobre la punta del iceberg para evitar mojarse. Él prefería pasar tiempo con ella en los patios verduscos de la academia, amplios, con árboles de aquí para allá y opacar a medio mundo con esa sonrisa simpática.
—¿Irás al festival de la nueva Luz Lunar éste sábado? ¿Por qué no vamos juntos?
El rostro de la muchacha se contrajo de horror un poco. Koutaro mantenía los labios temblorosos con miedo a que le dijera que no. Tal parecía que cuando ella daba una negativa, el cabello del joven parecían orejas de cuadrúpedo triste y caían, como un efecto de su estado de ánimo.
La cosa es que siempre iba al festival con su familia (porque no tenía otra opción). Su madre si supiera que pasaba tiempo despabilando con el tipo de chico que no tiene un mil y algo en su antebrazo, pues, lo sabría y ya. Le importaba un cacahuate. Pero el festival era costumbre. Y aún así...
—¿Dónde lo veremos?
•♡•
¿Qué se creían que eran los corazones? ¿Se sabía todo? ¿Por qué latía con euforia cuando le hablaba a su madre del muchacho? Queriendo salir volando a donde fuese para no ver el cómo su madre arrugaba la nariz con pleno descaro en su cara. No le había mostrado ni una foto pero ya se hacía una idea de lo que era, con tan solo decirle que vivía por las callejuelas más bajas al lado sur, la señora observaba los labios de su hija subir y bajar sin ya prestarle atención. Creyendo que no le convenía pero qué carajos se le iba a hacer.
—No.
—Ni siquiera me escuchabas.
—Claro que si. Pero Koutaro suena a un raro y hablabas de él, ¿No?
—No... –inspeccionó con las cejas alzadas ese tonito juguetón, sobretodo, porque le llevó la contraria– lo que decía es que me iba a escapar con él al otro lado del mundo y me llevaré tu vestido de fiesta preferido.
—Pfff.
Miró al techo aguantando una risotada estruendosa. Desafiaba hasta su presencia, porque no importa lo que le dijera, ella iría. Ni le estaba pidiendo permiso. Si no, una especie de confirmación de que no le gritará buscándola por la noche porque se fue “sin permiso”. Que relación de madre e hija tan extraña.
—Haz lo que quieras, pero regresa antes de las 12 a donde estaremos tu papá y yo.
•♡•
¿Por qué los corazones eran tan complicados? Bailaban si permiso por el pecho para golpear de lleno su relajación. Se demoró arreglándose, prefiriendo ir casual antes que con los toques innecesariamente elegantes que solía usar, ignorando el órgano palpitando entre su pecho bombeando sangre a las orejas.
—Perdón por llegar tarde. Me perdí, es la primera vez que bajaba por la calle de Independencia 8 de Nix, y no sabía que ruta tomar, además de que tuve que acompañar a mi hermano a su cita y él ni tenía idea de cómo andaba vestida...
La risa tierna de Koutaro la calló en el acto.
Cosas que no pasaban hasta ahora: ella dando excusas, porque siempre era tan ligera como pluma de pavo real, y, la risa de Koutaro Bokuto en el minúsculo susurro de búho cornudo, volumen bajo. Sus nervios volvieron a subirle a la cara con distintos tonos magenta y tragó saliva.
De repente ya no tenía tanto frío, quizás era el trote por el camino. Quizás era el fuego que el grupo de “marginados” decidió encender estilo hoguera por el asomo del precipicio redondeado. Quizás eran los ojos brillantes que lucían amarillos por la noche. O quizás, que Koutaro le seguía mirando deseoso sin mala intención alguna.
Nada que ver con ése ardor inexplicable entre su esternón sobre la teta izquierda. Escribiendo en tinta invisible bajo la sombra de las deidades conocidas el presagio que anduvo ignorando.
Empezando a sentirse confundida pero sonriente al mismo tiempo. En que los ceros por las venas de Koutaro dejaron de tener tanta vueltas de carrera, en que las piernas se vayan tiritando por las bajas o altas temperaturas inexplicables, en que las luces flotantes ya se estaban escapando por el cielo, juraba que su cabello negro brillaba como mito de princesa con los reflejos rojos prendidos en lenguas de fuego. En que sin lugar a dudas se miraría a un espejo y la sonrisa de esos finos labios con forma de capullos de rosas estarían rebosantes de alegría. En que el contacto de su gigante mano contra la suya hacía la diferencia de hace días. Por el contraste entre ambos cabellos bicolores. Estrellas radiantes, narices pequeñas.
—Perdón por sacarte tan tarde ¡Pero mira! Parece que brillamos.
En que el mundo le gritaba con cantos de ensueño que le gustaba Koutaro Bokuto y que no tenía ningún puto sentido.
•♡•
¿De verdad se puede creer en los corazones? Le sonaba irrisorio. Redundante. Tontería de niñitos. Si, era la burrada que alguna ninfa de los bosques por la entrada de la ciudad decidió implantar en los ignorantes.
Dándose el lujo de evitar a Koutaro durante días para evitar colapsar de ternura pero que el chico no permitía relajarse ni un momento porque igual la buscaba sin comprender las indirectas. Y eso lo odiaba, porque ella no era de dar indirectas, o excusas, ella era de caminos rectos a donde le naciera las ganas de ir. Sosteniendo las enciclopedias contra el pecho, ignorando la sonrisa cegadora de Koutaro, los pasos derecho a la biblioteca, pero igual él le ofrecía la ayuda habitual tan solo para pasar el tiempo con ella. En serio, odiaba que le gustara tanto.
Como también odiaba que se alegrara en sobremanera solo porque le ofreció la invitación que le pasó su madre para que fuera a cenar. Que se llevara tan bien con la mujer porque a la mínima broma lograba hacerla reír ¡Esa mujer se ríe de la desgracia ajena! ¿Por qué se reía de las bromas de Koutaro? ¿Por qué se sonroja salvajemente incluso cuando él toma su mano y ella finge demencia? En que insistía acompañarla después de sus partidos de Voleibol tarde por la noche, porque no sabía un maní sobre voleibol pero igual iba porque Koutaro siendo clase baja era capitán ¡Capitán! ¿Cómo no sería capitán? Si él era lo máximo, un simplón de carcajada estruendosa.
En serio, odiaba que le gustara tanto. Odiaba que sus pensamientos fueran turbios caídos del cielo por arte de magia y volvieran a subir en elevador compartido con los de Koutaro. Odiaba que le viera como lo hacía y ¡Odiaba que no se pudiera negar! Y detestaba que pasaran los años, y sus corazones ardieran hasta el mínimo segundo por la mirada de cortos fragmentos de tiempo, dedicadas, maravilladas.
Si, Koutaro estaba escrito en su corazón. Aún si moría, viviría para siempre. Y no era ningún monstruo.
•♡•♡•♡•
Era la primera vez que escribía algo directamente para ti reflejando a tu persona. Fue un duro trabajo. Pero creo que me costó tanto porque te tengo tan en alta estima y era la primera vez que escribía algo así. No sé si fue digno. Te quiero Honeymoon, ¡Feliz próximo año nuevo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top