TO: CAMI

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NO DEBERÍAS

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Anime: Haikyuu (u.a.)
CG_1501

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Porque Tsukishima Kei no era el mejor baterista de Tokyo pero su fama se le debía dar crédito por otras razones. Esa es la excusa perfecta para comenzar esta premisa. ¿Las razones? Sonarán tan juveniles llenas de emoción que consterna a los adultos y resto de  hombres de pacotilla. Por ejemplo, su cabello rubio parecía suave, yendo al color crema de ese atractivo que sembraba idea en la acosadora de turno y la idea en cuestión era que parecía ser suave al tacto tanto de día como de noche sin importar el clima. Otra razón es su porte alto, piel lechosa sin imagen enfermiza de por medio y unos lentes cuadrados de carácter especial a su enmarcada cara refinada. Labios finos. Ojos miel brillantes en la oscuridad o eso parecía, porque eran grandes y bien redondos, como si capturaran la luna sin dar oportunidad de escapar una vez que los ves, quizás una mezcla de oro y plata dando espacio para la sensación del electro en sus dos cuencas adornadas por claras pestañas.

¿Otra cosa? Esa barbarie que suelta con la lengua grosera que tiene y el difuminado de elegancia perfecta. Socarron, seco y un bonus de sarcasmo si confeccionas una amistad extraña, porque nadie había logrado la confianza entera sin llegar a llorar o enfadarse más aunque sea una solita vez; no lo lamenta, él es así: directo, grosero predilecto y pedante a morir.

Que irrisorio, pero para las demás féminas de noche era el galante extractor de suspiros.

Sólo pueden sacar a relucir su sonrisa patentada una vez al año y con eso era suficiente para poder hacer algo con ello. La banda a la que pertenecía tenía otros cuatro integrantes, tres chicos y una pequeña muchacha de cabellos rubios y para concluir, con el resto de su concurrida audiencia, lo que había más allá de las imágenes idealizadas, es que eran un jodido desastre lleno de talento.

El guitarrista principal era un mañoso y arrogante sin culpa que se perdía sin querer en su propio mundo. Mientras que su contraparte de guitarrista secundario tenía la estatura de un maní y parecía una mandarina parlante. La vocalista sonríe nerviosa o se desmaya casi que en todas la entradas a las presentaciones así vayan a grabar y el bajista contenía pecas como galaxias por toda su cara tersa y bronceada, un nervioso hasta la médula y voz aniñada, ¡Esperen! Ese era su amigo de la infancia.

—Tsukki –Yamaguchi no paraba de revolotear la mano frente a su cara en un intento de regresarlo a la realidad–. ¡Tsukki!

Parpadeó repetidas veces, consumiendo el resto de la situación: bueno, tampoco había mucho que hacerle. Estaban de fiesta, de seguro, pero el vaso de plástico entre sus falanges fue apretado y se rememoró con las cejas templadas cuánto tiempo había transcurrido desde que tomó la primera bebida hasta enfocarse en su trance.

—Puedes parar Yamaguchi.

El pecoso alzó las cejas también y acto seguido, sonrió naturalmente, contorneado en su estado de dichosa suerte o parecía ser así. Entre las luces parpadeantes de la casa que escurrían por el resto del balcón y tejado, vislumbran los variados aretes plateados que porta Tadashi por los cartílagos de ambas orejas.

—No sueles perderte de ambiente así como así  –agregó como si fuera necesario–.

Tsukishima provocó un chasquido con la lengua y volteó mareado a otro lugar. 

Si se observaba pensativo por su alrededor, es que quería distraerse y darle placer a sus pensamientos más concurridos de los que últimamente prefería ignorar. También prefería esperar a que ella llegara antes que agolparse en la culpa, porque si de algo estaba segura el resto de la sociedad medio decente, es que Tsukishima Kei nunca siente remordimientos verdaderos.

—Quizás más tarde me vaya.

Tadashi se sintió interrumpido en su charla a la que participaba sólo él.

—¿Seguro? Llegamos hace una hora.

El rubio guardó silencio y se apoyo un poco más en el barandal del tejado. Alzó la cabeza para admirar las estrellas antes que las constelaciones naturales que tiene su mejor amigo en la cara y evitar su amago de charla para distraerlo.

Si ella no iba a ir, Tsukishima ya estaría algo aburrido. Es más, ya no quería verla.

—Si, tal vez me quede otro rato y después le dé una vuelta al centro.

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No es que conservaran una amistad de maravilla porque a ciencia cierta, Tsukishima no sabe qué hacía ella ahí o cómo carajos se posaba en sus pensamientos en imagen de fotografía Kodak bien adornada. Tampoco entendía porque se había enojado con él ni porqué se tomó tan a pecho el chistesito que le arrojó.

Le había comentado a Yamaguchi por encima y éste había realizado un puchero para dejarlo en aire sin respuesta alguna. Bueno, ¿Qué carajos significaba eso? Cami se veía muy divertida la mayoría de veces, tiene una voz balanceada para hacer a cualquiera sentirse cómodo y es nutritiva en ser empática con el resto de personas. Francamente, ella no era como él, pero entonces nunca se esperó que fuera algo “delicada”. Le dijo una broma al azar de su carácter y arrugó la cara para después largarse de todo lugar hace como dos semanas, ni le respondía o reaccionaba a las cosas que le enviaba por Instagram o LINE, y entonces Kei dejó de entender.

A los días, se replanteó el acto de rescate pero no lo haría. No le hablaría; si ella no le gusta algo, sólo se va o lo deja claro porque tan viva como puede ser así de viva puede negar y Tsukishima odiaba, en serio que odiaba, estar a los talones de alguien más.

Notó que seguía en la fiesta de madrugada, el frío bailó por su espalda y manos. Vió como a Yachi le estaban coqueteando y ella lucía nerviosa en la esquina sentada. Resopló indignado como de costumbre y se separó de la baranda para aproximarse al pobre objetivo. El tipejo de cabello castaño que le adulaba a su amiga tenía rostro de mediocre en proceso de admisión.

—Yahaba-kun, creo que debo ir al baño.

La vocalista se trató de levantar nerviosa y el tipo ebrio con notoria existencia, le insistía acompañarla.

—Vaya, supongo que no resistes el rechazo.

—¡Tsukishima-kun! –cantó Hitoka con un breve chillido pidiendo ayuda–.

—¡¿Cómo dijiste?! –responde el chico fresa de forma altanera–.

—Traquilo, creo que ella sólo no te quiere cerca. Ya veo por qué. Ven.

Estira la mano para tomarla del brazo sorpresivamente ignorando la gritería formulada de aquel.

Yachi agradecía, como siempre, el que la rescatara de los maleantes que pululaban a su alrededor. Él nunca entendía porqué ella se quedaba sola en las mesas o esquinas de las fiestas y conciertos, sin sentirse cómoda en su propia piel. Terminaba siendo ayudada por él o el resto de integrantes, pero los demás hasta provocaban una escena especialmente graciosa en la que se molaban a golpes y Yachi casi llora desesperada, como aquella vez que Kageyama se abalanzó por tonto ante el tipo de Kobe estando completamente ebrio.

Y, como tantas veces anteriores, la acompañaba a otro lugar para esconderse de las miradas.

Tsukishima agarró otro trago. Quedó en compañía de Yachi hasta que se encontró con Hinata en un corredor hablando con su amigo el teñido y reposó la cabeza contra la pared, bebiendo la cerveza de golpe. Quería que la cerveza conquistara a su paladar de una vez por todas porque lo normal es sentirla amarga la mayoría de veces pero tras mirar disimuladamente la entrada por quinta vez sin algún atisbo de su llegada, cedió a sus impulsos y consumió otro trago. Después otro, y así. Hasta que Hinata y Yachi le llamaron la atención en bromas suaves para ocultar su preocupación. 

Se apartó a la mesa más cercana y se sirvió otro vaso.

Maldecía entre sí por querer verla y al mismo tiempo, por sentir otra pizca de remordimiento. Ojalá se hubiera ido a su casa, es decir, ellos antes de llegar ahí estaban en un concierto de música pesada ¡Y la vió! Fue con este tipo de que tiene un gemelo y dientes afilados de cabello rubio oscuro, obviamente teñido. Y el hermano de él estaba ahí, en la fiesta, pero ellos no. Entonces bebió corrido como si no hubiera un mañana. Un último trago y se iría.

¿Qué hacía ella ahí en su mente, con esa estúpida sonrisa divertida y camisas holgadas de botones? ¿Por qué desapareció con repentina insensatez? De todas maneras, Tsukishima siempre estaba con sus amigos excéntricos para después conocerla y llevarse extrañamente bien. Carajo, era mejor irse.

—Yo me voy.

—Oye –la ronca voz de Kageyama le aprisiona el paso–, te ves terrible.

A Tsukishima le hierve la sangre por un instante y se le empañan los lentes para no reírse en la cara de su compañero. Kageyama estaba peor, otra alma lo vería y sacaría la teoría de que se había peleado con un mapache porque parte de las sombras se le habían corrido y la chaqueta estilo fraternidad estaba con el cierre abierto dejando ver la camisa tejida de punto finos vislumbrando su trabajado pecho, con los ojos brillantes y la boca echando incongruencias, era la cosa más desastrosa y no entendía que le veían a Kageyama. Bueno, quizás Kei le daba igual porque no le gustaba y siempre estaban discutiendo.

—Tranquilo Gran Rey, sólo le daré un vistazo al centro.

—¡¿Ah?! –y por supuesto, borracho igual o peor que él, supondría que cualquier ademán era una declaración de guerra–.

Le dió la espalda y a lo lejos se despide de Tadashi con un asentimiento de cabeza.

Era mejor irse antes que seguir esperando a alguien que prácticamente seguía molesta con él. La largura de sus pasos estaban casi que saltando de la órbita o era su impresión de la realidad justo en ese momento. Se sacó las manos de los bolsillos para tomar algo de equilibrio y por fin bajar las escaleras como alguien cuerdo. Se toma de las paredes, suelta un hipo ridículo y se ríe de si mismo. Un chico de Miyagi que iba a Jozhenji estaba a la mitad de las escaleras echando una calada a su cigarrillo y soltaba humo como dragón, ahí parado, le mira a Kei y sonríe ladino. Tsukishima sigue bajando para darle cara porque se acordó de quién era, Terushima nunca le cayó bien.

Si, ya estaba yendo a decir unas perolatas de borracho empedernido para descargar su rabieta con el loco aquel, pero justo volteando en las escaleras caracol, se asomó la pequeña figura.

Abrió los ojos en par. Se detuvo a secas y frunce los labios.

—¡Cami! –Kei hizo un gesto horripilante por escuchar el nombre de ella salir de forma tan animosa de ese bicho–. Creí que ya no vendrías.

—Perdón, acompañé a un amigo a su residencia.

Si, la perforación en la lengua de Terushima hace un estruendo de relámpago que brilla una vez que suelta una calada de humo justo hacia Tsukishima con intensa burla. Prácticamente es como si ya no estuviera ahí porque esos dos empezaron una estrepitosa charla y sin duda, no aguantaría escucharla ser así de genial con alguien más, sobretodo porque pasó a ser un dibujo en la pared y el mareo de la borrachera se propaga hasta su nariz y cabeza.

Iba a pasar por en medio como todo un adulto maduro y...

—¡Oye! –le sujeta la chaqueta– ¿ya te vas?

Ni siquiera la miró pero no era necesario, él esperaba que el pequeño cosquilleo que se le encendió en el estómago fuera suficiente hasta parar por los dígitos que le tomaban de la ropa. Y ella no se lastime sino que pasara a tener un estruendo de rayo y se derritieran en un charco juntos frente al simpático de Terushima. 

Pero como analizó que sus imaginaciones eran dignas de elogio por la cantidad de cerveza que bebió y todo seguía en un silencio incómodo, se giró.

—Si.

Cami y Teru tornaron el rostro confusos por como respondió tajante en un hilo nervioso. ¿Ése era el verdadero Tsukishima Kei?

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—¡Espera! Caminas muy rápido.

¿Cómo mierdas terminó en esa situación? No llevaba ni la ventaja en nada con esos dos y ya se estaba agotando. Claro que camina rápido, es alto y sus pasos son hábiles en discurrir por las calles para fingir demencia en conocer a ese par de locos, porque no importa lo mucho que demuestre el que Terushima le cae mal, se les unió. Cami se ofreció a pasar el rato con él, entonces el descarado de Terushima se asiente en medio de la invitación diciendo que también se iba de la fiesta.

Los copos de nieve caían sin parar y lo más psicótico es que el otro no llevaba puesta ni una chamarra decente. Sólo con una camiseta hecha jirones y un suéter parecía estar llevándose bien junto a Cami echando bromas estúpidas por el efecto de lo que sea que haya fumado.

—¡Kei, espera!

Espera esto, espera lo otro, aguanta... Demonios, él ya estaba cansado, y caminaba sin rumbo fijo chupando vitrina, esperando a que dejara de estar tan mareado.

Paró, por supuesto, porque Cami cuando hablaba era un bálsamo y se avergüenza al pensarlo. Bebió de más, es eso.

Ahí venía corriendo con Terushima como si jugaran a la traes y la sostuvo antes de caer como tonta en medio de la acera. Se reían como idiotas de nada en particular y Tsukishima estaba lleno de discordia, ya quería peinarse el caballo, abandonarla ahí.

—Tsukki, eres un aguafiestas o un mal borracho.

Como deseaba que aquel muchacho no le estuviera siendo coqueto a medio mundo porque era imposible saber si le coquetea a él, a Cami o hasta a Yamaguchi cada vez que se lo encuentra.

—Sólo no quiero farolear junto a ustedes chicos.

Cami alzó una ceja, se mordió el labio pensando. Siempre siendo tan abstracto en todos los sentidos si ella estaba cerca. Se apretó la chaqueta cuando se cruzó de brazos recobrando el aliento para agarrar algo de calor e ignora a Kei de nuevo, otra vez, para seguir conversando con Terushima hasta su parada a dos cuadras como prometió. Entre haber bebido o sucumbir al frío, escoge sentirse delirante por el invierno y reír junto a alguien que no sea un tonto orgulloso como Kei.

Y Tsukishima ya tenía agotada su reserva de paciencia. Con una inyección de irritado a mal, deseando beber otra cerveza antes que ver cómo Terushima se despide de Cami, le toma de las manos y le sacude el cabello salvajemente. Estaba super drogado, se corrobora a medias, porque a unos tres metros de donde él estaba, Terushima alza la mano y también se despide de él no sin antes guiñarle un ojo en provocación.

—No sabía que se conocían.

—¿Cómo así?

Voltea los ojos en blanco, porque ella es distraída, con D de dinosaurio. Se aleja por otro camino hacia una pequeña plaza de la calle comercial en la que estaban y metió sus manos dentro de la chaqueta de cuero.

—¿Cuánto tomaste? Presiento que te caerás en cualquier momento –se ríe–.

Es curioso que ella estaba ya a su lado admirando la fuente helada. Las dimensiones cuando alguien está borracho son graciosas, porque apenas y son tres pasos de diferencia pero la siente demasiado lejos.

—¿Kei? Tierra llamando a Tsukishima Kei.

Abre la boca, la vuelve a cerrar. Dejó de mirarla, impresionado de que se amasa estando ebrio tan fácilmente.

—Pensé que no vendrías.

—¿Disculpa? Tadashi y Yachi me invitaron –alzó las manos indiferente–.

—Bueno, estás aquí.

Le interroga con los ojos fijos por semejantes palabras tan pobres.

—Me refiero, aquí conmigo antes que con tu cita del concierto.

—¿Tsumu qué tiene que ver? –ahoga una carcajada nerviosa y juega con sus dedos–.

El rubio baterista resopla. Cada vez que él hace eso, la tierra deja de tener un aire fresco a la vez que las estrellas brillan especialmente para su agrado.

—Sencillamente no te comprendo. Estás celoso o son ideas mías, pero de seguro muy enfadado –escupe las palabras como si las hubiera estado reprimiendo por no haber querido arruinar el ambiente anterior–.

—Tú fuiste la que decidió venir y la que desapareció como si nada. Patético.

Ofendida, la boca le sabe a rancio. A esos quesos pasados de tiempo y absorbe aire al instante.

—Wow, se nota que te importa lo que crea.

—Así es...

—¿Sabes algo? Quería saber por unos días qué se sentía ser tú y esperar a que te acercaras pero veo que fue una perdida de tiempo. No sirvo para eso.

—Tienes razón...

—¡Otra cosa! ¿Cuál es el jodido problema si dejo de hablarte y le hablo a otras personas? Eres un pesado por completo, arrogante y un malgeniado.

—Por supuesto...

—Y, al carajo. Debí irme con Yuuji, a ver qué cara ponías.

—En eso no puedo estar de acuerdo.

Cami enmudeció. Los ojos dispararon flechas centelleantes de asombro a la coraza firme de Tsukishima Kei.

—¿Qué dijiste...?

—Después de todo él flirtea con medio mundo. Sería otro nivel de desgracia –agrega firme pero con la voz en una octava más aguda–.

—¡Eres increíble!

—Y tú un asco en lanzar improperios.

—¡Ahhh! –el gruñido alarmó a una pareja sentada en una banca quienes se levantaron y dieron marcha–.

Tomó valor para seguirse burlando de su expresión como si nada hubiera pasado. Riendo sarcásticamente haciendo que ella tenga deseos de patearle el culo y ponerse tan roja hasta por las orejas.

—¡Eres un asco para acercarte a los demás! ¡¿Es que acaso tienes miedo de fraternizar con el resto de “gentilicio” que no sean tus compañeros de banda o algo así?! ¡Cobarde! Tsukishima Kei eres un...

—¿Así de cerca?

El aire se cortó. La boca se abrió aspirando el poco oxígeno presente para no sentirse aterrorizada de miedo por verse reflejada en los orbes amarillos de Tsukishima Kei. Los labios le tiemblan, hubo un tifón en su cerebro y casi sale corriendo de la pena. Cerca, Tsukishima estaba cerca, tan cerca, que no podía mirar fijamente sus ojos sin tampoco mirar su boca, ese piercing color dorado que tiene en medio del labio inferior o la sombra de ojos magenta y negro que le sientan a la perfección en sus párpados o el iluminador natural en la punta de la nariz. Tan cerca, que olía su aliento a vodka y fresa, porque siempre desprendía esa fragancia a frutos rojos. Tanto así que ella no podría...

—Pff, tu cara es un poema –se enderezó, comenzando a reírse y la marea se sintió turbia–.

Y se arruinó, no supo por qué exactamente se arruinó. Se destrozó la obra de caridad que él había fragmentado. Que el viento se enterró horriblemente en su pecho creando ondas de crueldad y los ojos se le cristalizaron deprisa. Escondió el rostro entre su cabello, endureciendo la voz lo suficiente para que no escuchara el mar que se avecinaba entre esa escurridiza risa de burla que Kei intercala una vez más hasta que ya todo se quiebra.

Lo empujó feroz, con rabia, y Kei aún así no paraba de reír.

—Eres un idiota.

—¿Ah?

—Eres un... ¡No hagas éso! ¡Estás ebrio y–! –se interrumpió, sabiendo que él no se lo estaba tomando en serio, porque aún reía bajito en esa decadencia–. No deberías acercarte así a alguien a quien no quieres.

Poco a poco, se contuvo de reír porque se quedó sin ganas, le había robado todo y quizás, estaba tan ensimismado que estropeó algo y ni se dió cuenta. Cami estaba con los ojos brillantes y lastimosamente no de la manera en que quisiera.

Sus ojos se abrieron como platos y se rascó la nuca. Cami se cruzó de brazos, tenía la cabeza gacha y sus pies tantearon el suelo despacio, se iba a ir. Estaba a punto de irse con ganas de llorar. Entonces Tsukishima dejó de pensar, dejó las ganas de mantenerse quieto, abandonó sus anchas de arrogancia y le alcanza por el hombro antes de voltear. Hubo algo, una cosa que le pilló en horror y era mucho más que la culpa.

La abraza fuertemente, sin darle una escapatoria ni camino a otro sitio que no fuera sus mejillas de lleno contra su pecho.

Porque Tsukishima Kei no era el mejor baterista de Tokyo pero su fama se le debía dar crédito por otras razones. Esa es la excusa perfecta para comenzar esta premisa. ¿Las razones? Que era introvertido por conveniencia, que evitaba dar confrontación a los demás con tal de situarse en otras circunstancias mucho más favorables y que por si fuera poco, no aguanta ver llorar a la chica que le gusta.

—¡Pero es que tú!

—Ya cállate –dijo en su susurro–.

Después de un rato, va soltando los brazos y ella se separa rojiza. Entonces, Cami se le ocurrió algo.

—Lo único bueno, es que si hubieras estado sobrio, me dejarías ir. Deberías beber más seguido.

¿Qué rayos dijo? Tsukishima no tenía ni idea. Se quedó viendo la fuente para no colapsar en verle a los ojos.

—¡Hey! ¿Me estás escuchando? Te perdiste de nuevo.

—En serio, ya cállate.

Cuando le besa la comisuras, se estropea su posición y va retrocediendo y rodando de un lado a otro sonrojada. Dió con la barandilla de la fuente hasta sentir los pies dentro de las botas tan helados por el agua cayendo.

—¡Ah! ¡Está helada!

La carcajada de Kei no se hace esperar y la acerca para besarla de nuevo. En serio, ya quería que se callara.

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¡Uff! Me costó escribir de Tsukki y al mismo tiempo me encantó. Lo llevaba escribiendo especialmente para ti desde hace como dos días. Espero te haya gustado nena hermosa.
Apenas ví una colaboración de artistas por Instagram de los chicos estilo punk y se me ocurrió.
Te debo el otro escrito de Jujutsu Kaisen que sigue en proceso y quizás sea para San Valentín ♡˖꒰ᵕ༚ᵕ⑅꒱

¡Feliz día Cami!

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