Un viaje en el tiempo
(Parte 3)
La sensación de él llenándolo, colmándolo, colándose dentro de su cuerpo hasta lo más hondo, jamás imaginado, le hizo soltar un gemido que lo sorprendió. Gulf parecía estar a punto de desmayarse, pero a pesar de eso, todavía lo rodeó con sus brazos acercándolo más a él, sintiendo que ya estaban en el mismísimo infierno por lo calientes que se sentían sus cuerpos. Estaban conectados en el sentido más primitivo, y con cada embiste, su cuerpo pareció restablecerse y querer más. Empezó a ondular buscando su propia satisfacción y uniéndose a los movimientos de Mew. Le rodeó la cintura con las piernas, como antes había hecho, aprisionándolo entre sus muslos. Ambos estaban completamente idos, pegados al otro, dispuestos a todo, a empezar y terminar, lo que sea que los había conducido a estar en esa posición. Sus cuerpos temblaban, y-...
—Mew —Gulf dijo su nombre y él movió la cabeza... Gulf apretó con fuerza su esfínter, para hacerle saber que estaba satisfecho con lo que tenía dentro. Ambos gimieron.
Millones de sensaciones juntas se apoderaron de ellos, urgencia y placer, ternura, necesidad, deseo y algo más que no sabían explicar, pero se sentía cálido en el pecho, hermoso y sublime.
Gulf volvió a apretar su ano alrededor de la polla de Mew y esta vez el capitán gritó con fuerza y empezó a balancearse sobre él.
—Voy a correrme, Gulf.
—No, espera —pero Mew ya no podía esperar. Buscó su boca y le mordió el labio, tomó su erección y empezó a bombearla. Se empujó más fuerte y lo vio estremecerse de anticipo, iba a llegar al orgasmo, una vez más. Gulf gruñó fuertemente— ¡Bendito, Dios! —exclamó y nuevamente los gritos y quejidos, inundaron la habitación.
Mew empujaba con fuerza, besándolo, enterrándose en su cuerpo desafiando su propia resistencia, marcándolo y reclamándolo. Era suyo, por fin, era suyo. Y con ese pensamiento posesivo, él al fin se dejó ir, rápido, acelerado, furioso y decidido, hasta que lo alcanzó en la cúspide del placer. Los dos gimieron, temblando, aferrados el uno al otro y apretando los dientes, luego de que toda aquella fuerza arrasadora pasara por encima de los dos, como ráfagas de fuego impactando contra su piel. Mew se dejó caer lentamente sobre él, tratando de recuperar el aliento, y Gulf cerró los ojos, al borde del desmayo, respirando entrecortadamente. No podía decir nada, pese a que quería gritar de alegría... su encuentro con Mew había sido increíble. Y sí, Mew era largo... hermoso... perfecto... suave... y también grueso y duro como el metal. Sonrió.
—¿Estás bien? —Quiso saber Mew, tras unos minutos de silencio.
—Enorme —respondió Gulf, en voz alta, quizá más de lo que esperaba. Él sonrió. Sabiendo muy bien a lo que se refería Gulf—. Es que...Dios, no me esperaba que... Dios... eres enorme.
Mew fue deslizándose fuera de él y se acomodó, a un costado, en la alfombra.
—No has contestado mi pregunta.
—Estoy bien, Mew. Más que bien. —Se giró un poco para alcanzar sus labios y besarlo suavemente, y sin darse cuenta sus ojos que se habían cerrado, no se volvieron a abrir.
Cuando Gulf abrió los ojos, fue para darse cuenta de que no estaba más en el suelo y su cuerpo, antes desnudo, ahora estaba cubierto por blancas sábanas de seda. A través de la ventana, pudo ver que había salido el sol y que Mew lo abrazaba posesivo con una mano empuñada en su hombro, como si temiera que fuera a escaparse. Se movió un poco tratando de desenredarse de él y una punzada de dolor lo atravesó.
Inmediatamente Mew se despertó y lo acercó más a él.
—No irás a ningún lado, Gulf. Tenemos un par de fantasías que cumplir.
Cuando Mew mencionó esas palabras, inmediatamente su memoria lo llevó a un viaje en el tiempo.
«—Hola Gulf. ¿Qué tal tu primer día en la secundaria?
—Krist ¿me puedes explicar por qué no estamos en la misma clase?
—Oh Gulf, ya te lo había dicho. Entré al equipo de futbol americano. Mis clases son distintas a las de los demás, debido a los entrenamientos.
—Si lo sé, pero, aun así. Pasaré mucho tiempo solo, Krist.
—Prometo que estaré contigo cada vez que tenga tiempo. Pero mientras no estoy, podrías hacer nuevos amigos. O quizá inscribirte en algún club o deporte.
El inicio de una nueva etapa, la etapa de descubrimiento, para Gulf, había llegado, pero siendo el hijo menor de una familia sumamente estricta, no tenía muchas opciones de actividades para elegir y realizar. Siempre estaba solo. Tenía una hermana mayor, a la cual no veía nunca, ella estaba en su último año de secundaria, pronto se marcharía a la universidad, en el extranjero. Pocas habían sido las veces que se cruzaron en la escuela, y si no fuera porque se interesó en el patinaje artístico, ni siquiera hubiera visto a sus padres. Él amaba patinar, y soñaba un día convertirse en profesional; pero aquella tarde, al ver a sus padres en la escuela junto a su hermana, comprendió que era mejor mantener ocultos sus pensamientos y su pasión.
Estaba solo.
Como ya no tenía la pista de hielo para patinar por las tardes y no podía ver nunca a su mejor amigo, debido a sus intensos entrenamientos, a Gulf se le hizo costumbre tomar su bicicleta y manejar hasta las afueras de la ciudad. Buscaba la frondosidad de un árbol y se recostaba mirando el cielo, tratando de dar la mayor cantidad de formas a las nubes blancas.
Cerca de su lugar favorito se encontraba el cuartel del ejército. En medio de las tranquilas y silenciosas tardes Gulf podía ser sorprendido, por los tiros de pruebas de los soldados o de sus arengas, hechas a gritos. Estando en aquel lugar podía olvidarse de la incomprensión de su familia, obviamente él no les importaba, así que podía tardar en regresar a casa.
"Gulf, Mild se irá pronto, cuando ya no esté, podrás volver a patinar", había dicho Krist un día que lo vio triste, anhelando ser él, en la pista de patinaje y no los demás muchachos. Krist tenía razón, él no tenía porqué renunciar a hacer algo que realmente le gustaba. A escondidas, veía las prácticas de los patinadores, luego imitaba los movimientos, en el gras, sin patines. Constantemente se encontraba atrayendo miradas de quienes se percataban de su presencia. Era un niño muy lindo y a sus casi trece años, también empezaba a suspirar y dedicar miradas a quien llamara su atención.
Cuando no estaba patinando a escondidas de su familia, iba a su lugar favorito y ya no solo veía las nubes en el cielo, ahora le había cogido manía, a ver corriendo y haciendo ejercicio a la misma persona, siempre a la misma hora, en el mismo lugar. Se trataba de un joven de aproximadamente diecisiete años —quizá un poco más— alto, delgado, que siempre llevaba puesta una gorra verde tipo camuflaje, de esas que usaban los soldados, camiseta blanca sin mangas, ceñida al cuerpo y pantalones tipo jogger, que combinaba con el gorro. Nunca estuvo demasiado cerca, como para ver su rostro. Quizá hasta podría haber sido alguien conocido, porque cuando el joven se percataba de su presencia. Se tocaba el ala de la gorra, a manera de saludo y le sonreía. Un año pasó rápidamente y un día, Gulf no volvió a ver más a aquel muchacho. Cada vez que visitaba el lugar y manejaba su bicicleta, buscando y mirado a todos lados, sentía su presencia, pero no lo vio aparecer más.
A veces, cuando Krist no tenía entrenamiento, cogían sus bicicletas y manejaban hasta su lugar habitual, y fue en una de esas veces que por primera vez sintió el deseo de querer estar cerca de un militar. Un autobús con muchos uniformados se estacionó muy cerca de la entrada del cuartel y vio desfilar uno tras otro a casi una veintena de jóvenes entre dieciocho y veinte años. Impolutos e impecables, como estaban todos, no llamaron su atención. Solo uno de ellos, atrajo su mirada cual si fuese un imán. No vio su rostro completo, pero con un pie en la grada del bus, el soldado tocó su gorra y le guiñó un ojo, rematando la acción con una sonrisa de medio lado... Gulf juraba en ese momento que el destello de una cegadora luz había brillado en el diente del joven soldado y se había clavado directo en su pecho como si fuera una flecha. Sintió revolvérsele el estómago y una extraña ansiedad se apoderó de su corazón.
—Esos van a la milicia, Gulfie. Y entre esos chicos, esta Mew Suppasit, el atleta con más medallas en competencias de lucha libre de la escuela y por cierto el flamante novio que tu hermana botó.
Gulf no estaba escuchando, él simplemente estaba tratando de recordar cómo era que se respiraba».
𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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