La habitación donde encontramos el amor


(Parte 4) 


—Ahh, me encanta tu culo, Gulf —me dijo mientras acariciaba mis nalgas. Y sus dedos lanzaban corrientes eléctricas que descargaban en la punta de mi pene. Me excitaba... Me apretó suavemente, primero, y luego con más fuerza, haciendo que soltara algunos gemidos por el deseo. Luego sentí la palma de su mano asentar sobre una de mis nalgas, mientras la otra rozaba estratégicamente mi glande mojado—. Respira hondo, bebé —me dijo, cuando aún me encontraba confundido, sin saber si estremecerme por el golpe o convertirme en un charco por la exquisita sensación que me dejó al final.

—Ohhh... —el placer me recorrió la piel y el cuerpo entero, cuando lo sentí aún más adentro.

—Joder. Aguantas como un campeón —dijo con voz ronca. Y sin necesidad de que hiciera algo más, me corrí...

Mew siguió empujándose dentro de mí. No había dolor, no había ardor, a pesar de lo enorme que crecía su pene cada vez que me lo clavaba. El placer era como una oleada, una réplica que me mecía suavemente.

—Ohhh...

—Me vuelves loco. Necesito follarte más. Quiero follarte toda la noche, todas las noches. No me cansaría de hacerlo. Dime, Gulf, ¿puedes resistirlo?

—Sí, claro que sí. Hazlo... fóllame más.

—Ahhhh...

Con cada embestida el placer era cada vez mayor; primero era en forma de olas líquidas y ondulantes, luego era algo más fuerte, una enorme presión que me llenaba de una forma que no había creído poder sentir nunca. Estaba a punto de correrme una vez más.

Él empezó a masajearme el pene. Joder...

—Quiero que te corras al mismo tiempo que yo. Voy a... follarte... hasta que nos corramos los dos...

Movió las caderas bruscamente; el dolor y el placer se mezclaron en mi interior. No obstante, el dolor hacía que el placer fuera más intenso y profundo. Siguió masturbándome mientras me penetraba sin piedad. Mi cuerpo era un cúmulo de sensaciones que me hacían volar. Arqueaba la espalda, acercándome a su torso, a su pene y al mismo tiempo a su mano. Quería más y más y ya era demasiado abrumador.

Con fuerza empujó las caderas, penetrándome con pasión, metiéndome su polla por completo y no me había sentido nunca, tan lleno, tan al límite, tan bien. Empujó más fuerte hasta dar con mi punto sensible una vez más y el orgasmo, me alcanzó, como un rayo de luz cegador.

—¡Mew!


—Ahhhh... me estoy corriendo...

Seguía empujando y moviendo las caderas y seguí corriéndome, también. Jadeábamos al mismo tiempo, perdidos en la oscuridad de aquella habitación de hotel, de la cual no quería irme, nunca más.

Estar con él me había provocado un placer indescriptible.

Nos tumbamos en la cama, tratando de recuperar el aliento. Las piernas me temblaban, pero me sentía satisfecho.

Nos quedamos dormidos, después de una corta charla, en la que él me confesaba que llevaba un tiempo observándome y yo acariciaba su pecho, mientras respiraba su aroma, sintiendo que ese era el lugar al cual pertenecía y sintiendo que él me pertenecía a mí.

» Cuando despertamos, eran las seis de la mañana. Teníamos una competencia a la cual presentarnos, pero ya con la luz de los primeros rayos de sol asomándose por la ventana, sus ojos mirándome directamente y su polla saludándome dura y erguida. No fue difícil decidir... Él se sentó en la cama y rápidamente yo bajé de ella, me arrodillé frente a él y tomé su polla en mis manos, masajeándola en el acto, sorprendiéndolo gratamente. Sabía que él lo deseaba, podía sentirlo...

Sin dejar de masajearle acerqué mi boca a su glande, frente a mí, el observaba la escena atentamente, sentía su cuerpo estremecerse tan próximo, tan anhelante. Recorrí el extremo con la punta de la lengua, acariciando, suave y tan lentamente que Mew tuvo que esforzarse por dejar sus manos donde estaban, a ambos lados de su cuerpo, sobre la cama. Podía ver sus nudillos tornarse blancos cuando hizo presión sobre el cabecero, sonreí y abarqué el glande con mis labios, succionando como si se tratara de un delicioso helado, mientras con una mano, seguía presionando el tronco y con la otra, más abajo, sus testículos.

Él estaba gimiendo fuertemente, con la cabeza tirada hacia atrás, y yo estaba disfrutando el espectáculo. Volvía a estar excitado por sus gemidos, por su mirada oscura y penetrante fija en mí, y en lo que hacía. Había probado el placer y la lujuria, me había rendido a la tentación y sentía que podía ir más allá... Aun sin considerarme gay, Mew siempre me había parecido atractivo, me descubría a mí mismo observándolo a escondidas y era incapaz de controlar los latidos desbocados de mi corazón cuando por casualidad él me sonreía. Estar así, ahora, con su polla dentro de mi boca y sabiendo que era yo quien le provocaba semejantes sensaciones y orgasmos, me hacían querer ir por más, saber que habría más allá de esta noche de hotel...

Volví a inclinarme hacia él y dejé que su miembro se introdujera en mi boca por completo, era largo, pero, aun así, estaba hecho a medida de mi boca, casi llegaba a tocar mi garganta. Fruncí los labios y apreté el tronco antes de comenzar a sacarlo de nuevo, cada centímetro que salía de mi boca incrementaba la presión de mis labios hasta llegar al glande. Succioné de nuevo con fuerza, sin dejar de mover mis manos entorno al tronco de su placer y comencé a sentir las primeras gotas de néctar cayendo sobre mi lengua.

—Me corro... Aléjate. —le oí decir.

Succioné una vez más y me aparté para ver salir su semen fluyendo libre fuera de su prisión. Cayó al suelo tras un fuerte gemido de Mew. Sus músculos se relajaron y sus nudillos volvieron a adquirir color. Con mi lengua limpié las últimas gotas y su pene vibró.

Las piernas me temblaban cuando por fin pude ponerme de pie, y él me ayudó a llegar hasta el baño. Se hacía tarde, debíamos partir.

Por primera vez en años sentía la sensualidad brotar de cada uno de mis movimientos, me veía a través de sus ojos y me sentía pleno. Mew se inclinó para besarme, su lengua lamió mis labios y presionó suavemente para abrirse paso entre ellos buscando mi lengua. Le permití el paso y ambas se encontraron en la calidez húmeda de mi boca, se palparon y se abrazaron para iniciar una danza que sólo ellas conocían. Un segundo después, bajo la regadera, su boca se había apoderado de mis pezones, mi cuerpo se arqueaba ante su contacto y mis labios dejaban escapar libidinosos gemidos que me excitaban a mí, tanto como a él. Su aliento era cálido y recorría mi pecho con avidez, saboreaba, succionaba, sus dientes dejaban marcas oscuras por doquier, y una fuerza electrizante me asaltó, arrancándome gemidos placenteros.

Su mano se deslizó por mi abdomen hasta alcanzar mi polla que ya ansiaba su tacto, la bombeó con suavidad y yo estaba tan excitado que mi humedad era patente y él la aprovechaba muy bien. Me levantó en sus brazos, pegando mi espalda contra las baldosas y sin demora, hundió su polla en mi interior. Con mis piernas envueltas en su cintura, y nuestras bocas devorándose, el placer se incrementó, cada empuje nos regaló un placer mayor y el orgasmo pronto nos alcanzó.

Los minutos pasaron rápidamente, más no lo hizo la pasión... los gemidos quedaron ahogados, en ese cuarto de baño y en la habitación.

Ninguno de los dos se presentó a la competición. No salimos de la habitación durante todo el día y ninguno durmió esa noche. Esa fue mi primera experiencia con un hombre, y definitivamente no fue la última, porque Mew y yo seguimos juntos, enamorados y felices.

Cada cierto tiempo volvemos a aquel hotel en el cual nos dieron la misma habitación y encontramos el amor.

𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

------

Gracias por leer.

Se que estoy tardando, pero ténganme paciencia por favor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top