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Tuve que bajar a ver a Karma para evitar ver la cara de enojo y confusión de mi mamá. Al bajar y estar en frente de la puerta lo vi. Estaba sonriendo de forma burlona mientras tenia mi libro en su mano moviendolo ligeramente por los lados.
-Veo que Nagisa se olvido de algo~ -El Alfa sonrio delado, con clara burla, lo que me hizo gruñir.
Mi enojo no lo pude controlar, solamente agarre el libro para mirarlo,hacer una mueca, y estamparlo de vuelta en la cara de él. No bastaba con eso, claramente no lo hacia. Le pise con fuerza su pie y escuche un quejido de parte del otro, ahora si, suficiente.
-Por estúpido, idiota, mujeriego y por marcarme. Quédate con el libro, desde que toco tu cara, dejo de ser mi favorito -Dije con el tono mas helado posible y cerré la puerta en su cara.
Era inevitable sentir mi corazón apretujarse por lo que hice, mi omega estaba criticándome por ello. Sentía la necesidad de ir a Karma y implorarle perdón una y otra vez mientras me acorrucaba en el... cosas que no pasara, porque... Es obvio, estamos hablando de Karma.
-Nagisa, me debes una explicación -Se escucho la voz seria de mi progenitora adelante mío y escuchar un suspiro de parte de mi amigo.
-Y-Yo me voy -Aclaro Isogai a lo que solo asentí y abrí la puerta, que para mi suerte, ya no estaba Karma.
Al cerrar una vez mas la puerta, sentí la mirada penetrante de mi madre sobre mi. Solo temblé un poco y me dirigí al sofá del salón principal, donde mi madre tomo asiento adelante mío. Ella tomo una postura seria a lo que no pude evitar nerviarme más de lo que ya estaba.
-Veras... -Dije a lo bajo pero lo suficientemente audible para ella- Hace poco, como sabrás, fue mi celo... Y cuando saque la basura, me encontré con Karma y... Y... Y...-Sentí mis ojos picar por las lagrimas que se asomaban, no pude evitar más y las libere- Nos a-acostamos y me m-marco. No pude controlarme. P-perdón.
Levante un poco mi mentón para ver a mi madre, que solo me dedico una mirada lastimera para luego abrazarme y susurrarme palabras de apoyo mientras liberaba su olor para que me sienta seguro que a medias me hizo sentir mejor. Mamá me dijo que luego ella se encargaría de contarle a mi padre sobre lo que sucedió. Internamente le agradecía demasiado, no me veía capaz de hablar una vez mas del tema. Subí a mi habitación para acostarme en mi cama y contemplar la pintura que me había regalado mi padre de aquel árbol.
Sentí un poco de confianza.
Esta era mi realidad, y aunque fuera mala o buena, debía vivirla.
Mi realidad era que estaba marcado por el mismísimo Akabane Karma, el mujeriego de la ciudad. Y lo peor de esta historia, es que soy un poco feliz al respecto.
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