Aniversario


Aniversario


Los aplausos terminaron de animar a la pareja real para iniciar el baile del banquete ofrecido por Tyland Lannister como Mano del Rey por aniversario de Jacaerys como Señor de los Siete Reinos. Aegon tomó la mano de aquel, sonriéndole al ir hacia el centro del salón para tomar sus lugares y comenzar a bailar con la suave música que acompañó sus pasos. Sus cachorros estaban sentados en la mesa principal, observándolos con sonrisas felices, hablando entre ellos, seguramente de algo que nada tenía que ver con la danza porque notó que uno miraba hacia una mesa y otro hacia otra. Negó apenas, no tenía caso enfadarse en esos momentos cuando estaba disfrutando del momento, sintiendo los ojos de Jacaerys sobre su persona.

—¿Qué sucede?

—Esta noche luces excepcionalmente hermoso.

—Oh, vamos —Aegon rodó sus ojos, si bien apareció un ligero sonrojo en sus mejillas.

—Siempre estás impresionante, pero esta noche... los dioses deben haber olvidado sus deberes por admirarte.

—Jace, no digas blasfemias.

—Estás hermoso.

—Voy a comenzar a pensar que intentas seducirme.

El rey rio divertido, pasando un brazo por su cintura, susurrando en su oído.

—¿Y qué pasa si es así?

Aegon se mordió un labio. —No soy un Omega fácil, ¿sabes?

—Me decepcionaría si no lo fueras.

—¿Qué va a pensar tu corte?

—Nada, solo estoy cortejando a mi esposo, por cierto. ¿Lo estoy haciendo bien?

—Todavía no puedo dar una opinión.

—Debo trabajar en ello —Jacaerys lo soltó de repente, dando un par de aplausos para que la música se detuviera.

—Su Majestad, ¿qué...?

Solamente fue el violín el que tocó, otra melodía que el joven Alfa acompañó con una letra previamente ensayada que cantó ahí frente a un atónito y ruborizado Aegon porque la reconoció y no pudo creer que Jace la hubiera guardado y terminado solo para él. Era la canción que de improviso hiciera entre besos y caricias de un Celo, prometiéndole que la terminaría para cantársela más adelante, cosa que obviamente no sucedió hasta ahora.


"City of stars
Are you shining just for me?
City of stars
There's so much that I can't see
Who knows?
I felt it from the first embrace I shared with you

That now our dreams may finally come true

A look in somebody's eyes
To light up the skies
To open the world and send it reeling
A voice that says, I'll be here
And you'll be alright

I don't care if I know
Just where I will go
'Cause all that I need's this crazy feeling
A rat-tat-tat on my heart

Think I want it to stay

City of stars
Are you shining just for me?
City of stars

You never shined so brightly"


Hubo un cortísimo silencio antes de que todos aplaudieran asombrados de la buena ejecución del rey, varios levantando su copa en su honor. Aegon sintió lágrimas en sus ojos, sin saber cómo reaccionar, al contrario de los demás, para él esa canción guardaba muchos significados, era recuperar eso que se había perdido con el tiempo, sanar lo que resultó herido, volver a sentir lo que pensó muerto. Sobre todo, terminar de darse cuenta lo mucho que Jacaerys lo amaba. Dejó que sus instintos Omega fueran los que tomaran la batuta, caminando hacia el Alfa cuyo rostro tomó entre sus manos, acariciándolo apenas antes de estamparle un beso entre lágrimas de felicidad, aumentando con ello los aplausos de la corte que vio el gesto como una muestra de cariño entre sus soberanos, ajenos al profundo significado de semejante gesto de cortejo que tenía para ellos.

—Quiero pensar que te ha gustado —bromeó Jacaerys cuando se separaron.

—Me ha encantado... Jace, ha sido...

—Solo para ti, solo para ti, Aegon.

Esa noche, no pudo dormir, dando vueltas en su cama sintiendo que algo faltaba. Y es que no pudo dejar las cosas así, luego de semejante muestra de galantería Alfa toda su naturaleza gritaba por recompensar ese amoroso gesto. Aegon bufó, pateando las sábanas al ponerse de pie, saliendo de su recámara para ir directo a las habitaciones del rey, ignorando tanto su oscuro sonrojo al pasar de largo a las Capas Blancas custodiando las puertas como el meterse así nada más a la recámara de Jacaerys, quien dormía cuando lo sacudió varias veces.

—¡Jace! ¡Jace!

—¿Eh? —este parpadeó, confundido— ¿Aegon? ¿Sucede algo? ¿Los cachorros?

—No, ellos están bien, es...

Nunca fue muy bueno para dar explicaciones ni discursos, eso se le daba mejor a Daeron, así que prefirió las acciones. Ante la mirada asombrada del rey, se subió a su cama, encima de sus piernas, inclinándose para besarlo no como ese beso en la cena que fue más bien casto, este fue menos inocente y sí más provocativo, empujando sus caderas contra las del Alfa cuyas manos volaron a su cintura en cuanto su aroma Omega lo llamó a la acción. Jacaerys lo giró, quedando encima de él enredando sus lenguas en un pequeño duelo de dominio que ganó él, distraído así mientras las manos de Aegon habían quitado del medio la sábana como la prenda interior de su esposo, usando sus dedos para excitarlo más, buscando luego una mano ajena para llevarla a su entrepierna y que notara lo húmedo que estaba.

—Jace...

Siendo que los dos estaban de acuerdo con que pasara, la resistencia inicial de Jacaerys se desplomó cuando enredó sus piernas alrededor de sus caderas, empujándolo casi con un sollozo para que lo tomara. Aegon estuvo seguro de que al día siguiente no podría mirar a la cara a la Guardia Real con el grito de placer que dejó escapar cuando tuvo al rey dentro. Ni los siguientes cuando las embestidas de su Alfa le arrancaron todas las notas posibles que tenía por voz, aferrándose a su espalda que arañó retorciéndose bajo su cuerpo demasiado perdido entre las feromonas y los aromas de sus cuerpos, los besos de Jacaerys, esos colmillos marcando su piel, buscando su cuello que le ofreció con mucho gusto, llevando una mano a su nuca para animarlo a morderlo sintiendo que estaba por terminar.

Cuando Aegon volvió en sí o al menos lo suficiente para estar consciente, todavía tenía a su Alfa en su interior, el Nudo seguía y su vientre dolía apenas, había pasado tiempo desde que tuviera algo de acción. Mareado, pero satisfecho, sonrió acariciando esos cabellos rizados, escuchando la respiración todavía entrecortada sobre su oído de Jacaerys, quien levantó su rostro para verlo. Un rastro pequeño de sangre escurría de su labio inferior que lamió, probando su propia sangre, sintiendo la punzada en su cuello por la Marca que ahora llevaba.

—Alfa —le sonrió, uno de sus pies acariciando una pierna enredada con el rey.

—Omega —respondió Jacaerys, suspirando— ¿No te...?

—Por los Siete, Jace, no. Aunque... no te recuerdo tan... ¿resistente?

—Am... lo siento.

—Está bien, me supongo, pero sigues demasiado duro ¿no te parece?

—¿Qué puedo decir? Estoy a gusto.

—Buen punto.

No dormirían sino hasta casi el amanecer, Aegon todavía descansando otro poco hasta que el rey lo despertó para que tomara el desayuno que le llevaron a la cama con las doncellas ruborizándose al limpiar y notar el desastre que dejaron porque no solo lo hicieron en un solo lugar. Bostezó, muy agotado, adolorido en el buen sentido con la piel picándole por las mordidas dejadas por Jacaerys, algunas marcas de sus manos en sus caderas y muslos por no mencionar que sintió su vientre ligeramente hinchado. Su Alfa apareció poco después, trayéndole un té para reponerse más rápido de sus dolencias.

—¿Esto no es un Té de Luna, verdad?

—Aegon...

—Solo decía.

—¿Cómo te sientes?

—Mm, muy bien, Su Majestad. Que nadie diga que el Señor de Poniente no sabe cumplir con su deber.

Jacaerys rio. —Se te nota muy contento.

—Igual que tú. ¿Ya desayunaste?

—No, quería hacerlo contigo.

—¿Otra vez? Milord, deja que tu Omega reponga energías.

—Aegon.

—¿Los niños?

—Entrenando, no te preocupes, Tyland los está cuidando.

—Que no pierda de vista a Aemond.

—No echará a perder sus puntos.

—Mejor no arriesgarse. Ahora que volvió tu hermano, lo siento mucho más inquieto.

—¿Crees?

—La otra noche, puse algo de talco en uno de los pasillos ocultos. Da la casualidad de que las lindas botas que le compraste estaban manchadas con talco.

—...

—Por eso le desconté puntos.

—Me pregunto de quién heredó eso... ¡auch!

Aegon le dio un coscorrón, gruñendo un poco antes de morder su pan porque estaba demasiado hambriento, Jacaerys le había robado todas sus energías. Siguieron platicando de otras cosas, le gustaba mucho el que pudieran tocar todos los temas sin problemas, incluso bromear con aquellos que fuesen algo incómodos o un tanto prohibidos. La soltura y madurez de su esposo eran un buen capullo donde Aegon podía expresarse sin represalias. Cuando le sugirió que debían salir ya porque había audiencias por atender, es que se negó, tapándose con una sábana, asombrando al rey con su actitud.

—¿Qué sucede?

—No puedo.

—¿Aegon?

—Tu guardia...

—Aegon —rio el joven Alfa, quitándole la sábana— No hay de qué avergonzarse, somos esposos después de todo, es natural que pasemos noches juntos.

—Pero el protocolo dice que eres tú quien debe llamarme, no yo asaltar tu cama.

—Esa tontería no será una regla entre nosotros. Tú puedes venir cuando quieras, yo estaré más que encantado de complacer a mi rey.

—Ja.

—Anda, no querrás dejar sin supervisión a los niños ¿eh?

—Uf.

El instinto materno fue mayor a la vergüenza de salir de la recámara del rey con paso inseguro entre los guardias que sabían lo que había sucedido anoche. Con todo el orgullo que le cabía en el pecho, Aegon fue en busca de sus dos cachorros, uno debía atender lecciones y las audiencias, el otro entrenar y hablar con sus capitanes para darles más órdenes. Aemond estaba muy concentrado perfeccionando su Valyrio junto a su Maestre, Rickon fue el que prestó atención a su nuevo aroma, sonriendo perverso como el demonio que era.

—Madre, supongo que tienes una noticia que darnos.

—Nada que pueda asombrarlos.

—Es verdad, te va bien esa Marca.

Aegon respiró hondo. —Qué raro no ver por aquí a Lord Blackwood.

—Sigue durmiendo.

—¿Qué?

—Hizo una guardia ayer, ¿olvidaste que ordené doblar turnos en las afueras de la fortaleza?

—Ah.

—¿Qué estabas pensando, mamá?

—Nada. Te quiero ver a la hora de la cena.

—Como tú digas.

Cuando Aemond lo encontró revisando unos documentos, primero se quedó parado ahí en la entrada de su estudio, abriendo sus ojos de par en par, luego caminando despacio como si temiera pisar una trampa, llegando hasta su mesa.

—¿Mamá?

—Vamos a ahorrarnos los discursos, sí, estuve con tu padre. Los dos somos adultos, podemos hacerlo porque además estamos casados ¿lo olvidas?

—No pensaba reclamar.

—Bien. ¿Te molesta, Mondy?

—No... solo es... inesperado. ¿Fue por la canción?

—Un poco —Aegon miró fijamente a su cachorro, adivinando por dónde iban sus ideas— Lo cual no tiene nada que ver si tú recibes regalos o alguien te hace gestos caballerosos ¿entendido? No confundas las cosas, esto es de gente adulta. Tú eres un...

—Cachorro —resopló Aemond rodando sus ojos.

—Mi amor, yo sé que te gustaría mucho que pasaran cosas entre Lucerys y tú, pero aun no.

—¿Hasta cuándo?

—Quedamos en los puntos, reúne los puntos y lo tendrás.

Su hijo se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. —No voy a lograr nada porque te la pasas quitándome puntos.

—No te portes mal.

—¡No lo hago!

—¿Qué pasa aquí? —Jacaerys apareció, buscando a Aegon— Hey, hijo, ¿por qué el pucherito?

—Mamá me quita puntos todo el tiempo y dice que me porto mal.

—Pero si no lo haces, no hay nada de qué preocuparse.

—Hm.

—¿Sucede algo? —Aegon desvió el tema, mirando al rey.

—Una reunión urgente con el concilio.

Por el tono de Jacaerys, Aegon se dio cuenta que era algo que tenía que ver con ellos, con su niño. Se levantó, caminando lo mejor posible al rodear su mesa, saliendo con su Alfa de ahí, no sin antes hablar una última vez con Aemond.

—Mi cielo, yo sé que esto no te gusta del todo, pero también recuerda que estamos cuidándote de enemigos que son muy peligrosos ¿sí? Las reglas que ponemos no son para echarte a perder tu vida, están para salvarte, por favor, Mondy no las desobedezcas o me matarás de un susto.

—Bueno —su cachorro suspiró, soltando sus brazos— ¿Haré más puntos?

—Ese es mi bebé —Aegon besó su frente— Ve con Rickon, no quiero que estés solo.

—¿Por qué? ¿Pasó algo?

—Ojalá que no, los veré más tarde.

Eran dos noticias en sí, la primera era que al parecer tenían el paradero de los príncipes Aegon y Viserys en Braavos, de confirmarse podrían recuperarlos sin que Daemon se diera cuenta. La segunda fue más bien un rumor que no podían desechar, la guardia fronteriza de los Baratheon había avistado un dragón, cuyas escamas concordaban con la descripción de Moondancer, la dragona de Baela Targaryen. No pudieron asegurar que lo fuera pues fue de noche cuando sucedió, más Lord Baratheon consideró que era necesario que lo supieran, la dirección de vuelo del dragón iba hacia Poniente, rumbo a Dorne, pero bien podía ser una fachada para desviarse hacia Desembarco.

Aegon apretó sus puños, Baela iba a atacar, era la mejor apuesta de Daemon quien estaba demasiado lisiado como su dragón para un movimiento así. Y si estaba calculando bien, la princesa iba a mostrarse justo antes o durante la ceremonia de nombramiento de Aemond como heredero del rey, cuando todos estuvieran demasiado ocupados para mirar en el cielo. Tan solo necesitaba dar un solo golpe certero, sobre su hijo, la amenaza más grande para ellos ahora que las querellas por su legitimidad se habían desvanecido con la aparición del venado blanco. Aegon miró a un serio Jacaerys planeando la protección de la fortaleza como grupos de búsqueda. Era una cuenta pendiente, claro, entre ellos tres en la que podía salir perdiendo su pequeño porque algo le decía que Baela odiaba a Aemond por representar todo lo que ella jamás tuvo y la razón por la que terminaron así. Solo faltaba lo que él tuviera para decir.

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