❨001❩



୨ ♡ ୧

Devon miró con cansancio e irritación la horrible mesa de lo que simulaba ser madera del director de la escuela. La había visto tantas veces que podía notar lo desgastada que estaba, probablemente no la habían cambiado en al menos cincuenta años. Pero bueno, a nadie le importaba eso, seguía teniendo su función y Devon solo la miraba para perder el tiempo mientras fingía escuchar los regaños que le perforaban el cerebro. Ya había escuchado el mismo sermón al menos un millón de veces y estaba casi seguro de que sabía cada una de las palabras que diría a continuación el hombre.

El director Dorfman llevaba veinte minutos regañándolo, sin embargo, Devon no había puesto atención a ni una sola de sus palabras. La cara le dolía muchísimo a causa del fuerte golpe que le dio un chico con una tabla de madera hace una hora y sólo estaba esperando poder ir a ponerse hielos y tomar un analgésico. Si todo iba bien, también esperaba poder ir directamente a dormir un rato.

—Devon, ¿me estás escuchando? —le habló con molestia el director.

El chico lo miró pero no levantó la cabeza, simplemente movió lo ojos, lo que hizo molestar al hombre aún más.

—¿Ya me puedo ir? —murmuró cansado. La zona del golpe le pulsaba y sólo deseaba poder hacer que el dolor desapareciera por un momento. 

El director comenzaba a tornarse de un fuerte color rojo a causa de la ira y probablemente de la desesperación que sentía. Era como si le hablara a un niño de dos años y no a un adolescente de casi diecisiete.

—¡Le rompiste el pómulo a tu compañero! —gritó y enseguida dejó salir un suspiro cansado ir tras presionaba con fuerza el puente de su nariz— es la quinta vez en el mes, Devon. Dime qué está ocurriendo. Sean está en el hospital y sus padres están furiosos. Quieren levantar una demanda en tu contra.

El chico se encogió de hombros. En realidad no le quería decir que Sean, el chico al que le rompió la mitad de la cara, se había estado burlando de él y lo había estado molestando toda la semana porque lo descubrió besándose con un chico. Y normalmente no le importaría lo que dijeran de él, ya le parecía bastante normal, el problema fue cuando se metieron con el otro chico. Eso definitivamente no lo iba a permitir. Tampoco le importaba ni un poco que lo expulsaran o que lo arrestaran para llevarlo a la correccional.

Devon se acomodó en su asiento y se cruzó de brazos mientras miraba al director que estaba esperando por alguna respuesta.

—Sean estaba molestando a otro compañero y sólo lo defendí. Realmente las cosas se pusieron un poco... intensas y terminamos recurriendo a los golpes.

El director se cruzó de brazos y se sentó en el borde de su escritorio. Estaba muy molesto pero sabía que debía respirar profundamente. No le pagaban lo suficiente como para lidiar con esto.

—Sean dijo que llegaste directamente a atacarlo.

El menor puso los ojos en blanco en señal de irritación pero se contuvo de soltar un fuerte suspiro de molestia.

—Pues que diga lo que quiera —Devon se removió en su lugar aún con los brazos cruzados— de todas formas, no entiendo para qué me pregunta si de todas formas no me va a creer. Diga lo que diga, parece que Sean tiene más credibilidad que yo porque al parecer soy un delincuente. Sólo esperan una excusa para mandarme a la correccional de una vez por todas. Pues bien, aquí está su grandiosa oportunidad.

Hubo un corto silencio, el director estaba por volver a hablar pero alguien llamó a la puerta.

—Adelante —no dejó de mirar al estudiante.

La secretaria se asomó un poco, parecía nerviosa pero en realidad estaba muy tranquila.

—El señor Gray ya está aquí —anuncio con voz suave

Devon se tensó por un segundo pero permaneció tranquilo. Esto era lo único que le faltaba. Ya sólo tenían que decirle que estaba expulsado para que todo se fuera a la mierda.

—De acuerdo, dile que pase. Devon, espera afuera mientras hablo con tu padre.

El chico se puso de pie molesto mientras tomaba su mochila y salía de la oficina. No miró a su padre cuando lo encontró al salir y se fue directamente al pasillo para esperar su sentencia.

—Lo siento —escuchó una voz frente a él y fue por primera vez que levantó la mirada. Su ojo derecho estaba tan hinchado que ni siquiera podía ver con ese.

Sonrió al percatarse que se trataba de Eugene, el chico al que había defendido de Sean. Devon levantó un poco la mano para colocarla sobre la mejilla del chico con mucha suavidad. Se percató que había lágrimas acumuladas en los ojos del chico.

—No fue tu culpa, además estoy bien —aseguró con notable calma. Eugene casi se lo cree pero al ver el ojo hinchado de Devon, la preocupación lo volvió a envolver por completo.

Ambos se miraron a los ojos y Eugene liberó una risita al darse cuenta de lo horrible que en realidad lucia su contrario. No sólo era el ojo hinchado, tenía el labio abierto y un gran moretón comenzaba a expandir en el ángulo de la mandíbula del lado izquierdo.

—Te traje una soda fría, para que la pongas en tu rostro —Eugene le extendió la lata y Devon la tomó con una sonrisa.

La colocó junto a su ojo y la mantuvo unos segundos en esa posición. Faltaba muy poco para que el dolor se volviera realmente insoportable pero hacía todo lo posible para mantenerse tranquilo.

—Gracias.

Hubo otro corto momento de silencio, ambos chicos se sentaron en el suelo, recargados contra la pared mirando el suelo del solitario pasillo.

—¿Será grave tu castigo? Te dije que le podía decir al director lo que Sean me hizo.

Devon negó, colocando una mano sobre la de Eugene.

—No te preocupes por eso. No quiero que te metas en problemas por mi culpa, además no es la primera ni será la última vez que me pelee por lo mismo.

—En serio lo siento —murmuró con tristeza el chico.

Devon ya no dijo nada más y en su lugar liberó un profundo suspiro mientras hacía más presión con la lata sobre su herida. El frío realmente le estaba ayudando a calmar un poco el dolor.

No pasaron más de diez minutos cuando el padre de Devon salió de la oficina del director y miró con enfado a su hijo que permanecía sentado en el suelo. Eugene evitó la mirada del mayor pero se sentía un poco mal por lo que le pudiera pasar a Devon.

—Nos vamos —habló con dureza el mayor y comenzó a caminar por el pasillo.

Devon rodó los ojos con molestia pero se puso de pie con ayuda de Eugene. El chico lo miró con preocupación pero Devon le dirigió una pequeña sonrisa para indicarle que todo estaría bien. Enseguida sacudió un poco su cabello y sin decir nada más, siguió los pasos de su padre.

Ambos se subieron al auto del mayor, permanecieron en silencio un momento. Devon cerró los ojos sin quitar la lata fría de su rostro y el mayor tomó con fuerza el volante. Aún no arrancaban pero el ambiente era muy tenso e incómodo.

—¿Me van a expulsar? —preguntó Devon aún sin abrir los ojos. Prefería que le dieran su sentencia de una buena vez.

El hombre ya había arrancado pero avanzaban muy lentamente por la calle.

—No —dijo con voz seria— pero no vas a regresar a esta escuela. Te mandaré a Forks con tu madre —el hombre encendió el auto y se puso en marcha.

Devon miró a su padre con sorpresa y enfado. No podía hacerle eso. No es que no quisiera, daría lo que fuera por alejarse del hombre que se hacía llamar su padre pero no podía dejar a Eugene o a Margo.

—¿Pero por qué? —evitó gritar pero su voz salió muy fuerte— no quiero irme.

—Además tendrás que pagar la cuenta del hospital de tu compañero —continuó hablando, ignorando la pregunta de su hijo.

—No puedes hacerme esto. Él también me golpeó —señaló su rostro todo magullado.

—Y deberás ofrecerle una disculpa —seguía ignorando las palabras de su hijo tanto cómo evitaba el contacto visual.

Ahora Devon sentía la furia inundando sus venas. No era para nada justo eso. Él no había hecho nada malo.

—¿Y qué si no quiero?

El mayor frenó el auto de golpe y miró a su hijo con una intensa furia a la vez que lo agarraba del cabello con mucho fuerza.

—Escúchame bien, Devon. Ya me tienes harto con esas actitudes de niño malcriado. No te soporto —soltó su agarre, dejando una sensación dolorosa en la cabeza de Devon— haz lo que te dije y el sábado tomarás un vuelo directo a Seattle.

Devon se cruzó de brazos con enfado. Sentía que los ojos le ardían por las lágrimas que amenazaban con salir pero puso todo su esfuerzo para evitarlo y presionó la lata contra su cara, aunque era algo incómodo ya que permaneció con los brazos cruzados.

—Sé que me odias —murmuró Devon luego de unos minutos— por no ser normal. Sé que te doy asco y preferirías no ser mi padre. Pero al menos podrías creerme cuando te digo que no lo golpee sin ninguna razón.

—¡Ya cállate! —el hombre respiró con fuerza— no quiero que sigas hablando de esto. Y cuando lleguemos a casa, no le dirás nada de esto a Margo. Está embarazada y no necesita estresarse por tu maldita culpa.

Devon apretó los puños con fuerza. Tenía tanta impotencia por dentro que le lastimaba. Su padre prefería a su nueva familia por encima de él pero para su desgracia, el hombre no había podido deshacerse de Devon cuando se divorció por primera vez. Pero todo había sido por capricho de su propio padre que había querido dejar sin nada a su ahora ex esposa, incluso sin su hijo. Devon no entendía, pudo haberse ahorrado tantos problemas si su padre tan sólo le hubiera dejando estar en paz con su madre.  B n

Luego de quince minutos más, llegaron a su casa. Margo estaba en el jardín regando las plantas y sonrió con los dientes al ver el coche de su marido estacionarse, pero su frente se arrugó al ver a Devon salir del auto con la cara roja y azotando la puerta del vehículo. Enseguida miró al hombre que parecía molesto y se acercó en busca de una explicación.

—¿Qué sucedió? —preguntó la mujer.

El hombre negó.

—Ese muchacho volvió a pelearse en la escuela.

Margo parecía alarmada.

—¿Por qué? —se quitó los guantes— ¿Devon está bien? ¿Ya le diste algún analgésico?

El hombre casi suelta un bufido de irritación.

—No. Ahora mismo voy a llamar a su madre para avisarle que llegará el sábado a Forks.

Margo parecía alarmada.

—¿Por qué?

—Tal vez allá, aprenda a comportarse. Ya no lo quiero más en esta casa.

No dejó que su esposa le dijera nada más y se adentró a la casa. Margo suspiró cansada y tomó todas sus cosas de jardinería para entrar también.

Tomó un vaso que llenó con limonada que había preparado antes y tomó unos analgésicos antes de dirigirse a la habitación de Devon. Llamó un par de veces sin obtener respuesta alguna.

—Devon. Soy yo, cariño.

No hubo respuesta alguna, pero aún así abrió un poco la puerta y asomó su cabeza. El chico estaba en su cama, no estaba dormido pero se notaba que había estado llorando un rato desde que llegó. La mujer se adentró a la habitación en silencio, cerrando la puerta detrás de ella. Enseguida se sentó en la orilla de la cama y dejó el vaso y las pastillas en la mesita de noche.

Colocó una mano sobre la mejilla del chico y comenzó a peinar su cabello hacia atrás con suavidad.

—¿Qué sucedió, Devon?

El chico tragó con fuerza pero evitó la mirada de la mujer.

—Solo fue otra pelea.

—Lo sé pero parece que esta vez fue algo diferente. Nunca llegas a llorar cuando es una pelea común —Margo sonrió con cierta gracia pero no dejó de acariciar la cabeza de Devon.

Devon se mantuvo en silencio un momento, dudando en si debería decir lo que pensaba o no. Al final decidió hablar.

—Es sólo... Sean me vio besando a un chico y comenzó a molestarme. Siempre lo hace pero trato de ignorarlo. Sólo que esta vez no fue sólo contra mi, encerró a Eugene en un baño y Sean junto con otros cuatro sujetos lo comenzaron a molestar. Me ganó la furia y comencé a golpear con más fuerza a Sean hasta que le rompí el pómulo y quedó inconsciente. Un profesor tuvo que quitarme de encima de él porque lo seguía golpeando aunque ya estaba inconsciente.

Margo no dejó de dejar suaves caricias en el cabello del chico.

—¿Y cómo te hiciste ese golpe?

—Sean me golpeó dos veces cuando intentaba defenderse, luego uno de sus amigos me golpeó en el mismo lugar con una tabla de madera. Pero no es la gran cosa. Sean quedó mucho peor.

Margo lo miró con cierta tristeza.

—Te traje analgésicos. Deberías tomarlo ahora y enseguida te traeré guisantes congelados. También deberías dormir un poco, te sentirás mejor luego de descansar.

Devon sonrió un poco.

—Gracias —la mujer se puso de pie— podrías... —Margo se detuvo antes de salir— No le digas a mi padre, por favor. No quería que te preocupara con esto.

La mujer asintió con una pequeña sonrisa.

—No te preocupes por eso.

Margo salió de la habitación y Devon quedó completamente solo, se tomó la pastilla que Margo le había dejado y se acomodó en su cama. Miró el techo fijamente pero en algún momento cerró los ojos y se quedó dormido.

Fue al día siguiente que su padre lo llevó al hospital para que se disculpara con Sean y aunque no merecía para nada esas disculpas, lo hizo a regañadientes. También tuvo que dar una gran parte de sus ahorros para pagar la cuenta del hospital y finalmente, tuvo que despedirse de Eugene.

Una despedida difícil para ambos, pues aunque no llevaban mucho tiempo juntos, se habían tomado un gran cariño.

El sábado por la mañana, Devon ya estaba en el aeropuerto listo para tomar su vuelo.

—No olvides llamar de vez en cuando, ¿de acuerdo? —le había dicho Margo al borde de las lágrimas— te voy a extrañar mucho.

Devon sonrió. Él también la extrañaría mucho.

—Prometo llamar de vez en cuando —se acercó para abrazarla aunque fue un poco incómodo con la panza de siete meses de por medio.

Luego miró al niño de tres años sosteniendo la mano de su padre y se limitó a sacudir un poco su cabello. El niño se limitó a mover su mano en forma de despedida.

Finalmente miró a su padre. Él hombre aún parecía molesto y no dijo nada. Devon dejó salir un pequeño suspiro y dio media vuelta para abordar su vuelo.

Aunque había prometido llamar, sabía que lo mejor era dejarlos para siempre. Ellos eran ahora una familia y sin duda no lo iban a necesitar ni lo extrañarían. Estaba bien, o eso quería creer. La única que realmente le preocupaba era Margo, deseaba que estuviera bien en su ausencia pues su padre tenía un temperamento bastante explosivo.

Al menos en Forks nadie lo conocía y podía tener un nuevo comienzo. Después de todo, sólo que quería una vida tranquila y Forks era el lugar perfecto para eso.

Pero Devon no podía estar más equivocado.








Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top