Twice

El funeral de la profesora Nemuri Kayama se realizó el fin de semana. Katsuki se estaba arreglando con su esmokin negro, y al momento de acomodarse el saco, Izuku se puso enfrente de él.

—¿Vas a salir, Kacchan?

—Sí, pero no puedes acompañarme esta vez, Deku.

—¿Por qué no, Kacchan?

—Por que... no es una fiesta. Es un funeral. Y los funerales no son para niños, te vas a aburrir demasiado si vas allí. Quiero que te quedes en casa, yo no tardaré mucho.

—Pero yo quiero salir contigo.

Izuku ya no quería acompañar a Katsuki al colegio desde que reconoció al profesor Asayama, tanto así, que llevaba días encerrado en la casa, una cosa que le favorecía bastante a Katsuki, porque así quedaba a salvo de cualquier responsabilidad de cuidar niños a todas horas mientras estaba fuera de casa, aunque debía de admitir que sí sentía su auscencia.

—Entiende que no, burro. Es un funeral.

—¿Y qué es un funeral, Kacchan?

—Tsk, ¿por qué tienes que hacer tantas preguntas, Deku? Un funeral es una despedida de una persona que se murió.

—¿Murió? ¿Morir? ¿Qué es morir?

«Cierto, todavía sigue siendo un niño, no creo que sepa el significado de esa palabra», pensó Katsuki, luego se puso los zapatos.

—Cuando una persona muere, ya no vive con nosotros, y deja de existir para irse a un lugar mejor que este mundo. Es algo complicado de explicar.

—¿Y ya no regresa? —estaba triste—. ¿Cómo mi mamá?

—No, tu mamá está de viaje, Deku. Ella sigue viva.

—Esta bien, Kacchan.

Katsuki se arregló la corbata, y se inclinó hacia él para despedirse.

—Ven enano, tengo que irme —le dio un abrazo (raro de Katsuki, porque siempre era Izuku el que lo obligaba a que le diera un abrazo) y salió por la puerta.

Izuku se quedó viendo el cuarto vacío. Luego se fue a la ventana y entonces sonrió. Se le había ocurrido una buena idea.























Katsuki se subió al autobús en la parte delantera, con dos rosas blancas que había comprado en una florería cercana, mientras que otros subían por la parte trasera. Iba pensativo. El único que sabía que Mina era inocente era él, y tenía que comprobarlo pero, ¿cómo? Quedaba claro que el nuevo profesor Asayama tuvo algo que ver con la muerte de su profesora, y quería demostrarlo. Debió ocupar algo para que la profesora muriera por asfixia. ¿Algún veneno? ¿Alguna droga? Algo que fuera lo demasiado cauteloso para que se confirmara como una muerte natural.

Se miró las manos a la espera de no tener sangre de aquella vez. Lamentablemente, a raiz de la muerte de su maestra, Katsuki se levantaba de la cama observando sus manos para comprobar que estaban limpias.

Después se sobresaltó cuando sintió escalofrios. Ya saben de esos escalofrios que tiene uno cuando se siente observado por alguien. Miró a todos lados, pero sólo estaba una abuela, una mujer con su bebé en brazos, un grupo de chicas, y tres señores en el autobús.

—Creo que necesito un piscólogo —murmuró sobre el cristal.

Al bajar del autobús, caminó hasta el cementerio, donde el funeral al estilo americano ya había comenzado. La parcela estaba recién cabada y varios maestros (entre ellos el profesor Asayama) dejaron caer lentamente el ataúd en la excavación, luego comenzaron a echar la tierra encima y cada quien dejó su rosa blanca en la tierra recién acomodada. Katsuki sólo dejó una.

—Oye, Katsuki.

—¿Qué quieres, dientes de sierra?

—¿Por qué trajiste dos rosas? Siempre debe de ser una.

—Porque después de este funeral quiero visitar la tumba de un amigo.

—¡Ah! Lo siento, no tenía idea que ibas a hacer eso —se disculpó con un leve sudor en la frente.

—Kirishima...

—¿Qué, Katsuki?

—¿Puedo hablar contigo después? —lo dijo sin dejar de mirar al nuevo profesor.

—Eh, sí.























—¡Qué! ¿Estás seguro de eso? —Kirishima estaba sorprendido.

El funeral había acabado. Katsuki lo había llevado a la tumba de Izuku para poder hablar a solas. Se lo había contado todo (excepto la parte en la que el fantasma de Izuku vivía con él desde hace diez años). Kirishima se quedó congelado.

—Sí, estoy seguro de que él mató a mi amigo, y que también hizo algo para que la maestra muriera. Lo de Mina fue una coincidencia que no vio venir, y que le favoreció demasiado para encubrirlo.

—Pero... pero, él te ayudó aquella vez a mantenerla viva.

—Kirishima, eres tan inocente. El sólo lo hacía para no levantar sospechas, nadie iba a dudar del papel del "nuevo y amable profesor". Necesito demostrar que él es un completo asesino.

—¿Cómo? —dijo Kirishima sin dejar de observar la tumba de Izuku.

—Hablaré con el detective Tsukauchi. Debe de investigarlo. ¡Ah! Casi lo olvido. Iré a casa de Mina para decirle que ella no tuvo la culpa de nada, o puede que haga una tontería.

—¿Suicidio? —dijo Kirishima con la garganta seca.

—Algo así, lo que no quiero es que hayan más muertes relacionadas con ese tipo —dejó la rosa blanca en un florero que la señora Inko había dejado el día del cumpleaños de Izuku y que todavía las flores semimarchitas tenían agua—. ¿Quieres acompañarme? Tú sabes dónde vive ella, Kirishima.

—Está bien, Baku bro.























Llegaron a un departamento ubicado en el sexto piso de un edificio. Afuera de la casa estaba el letrero de la casa de los Ashido. Katsuki tragó saliva y tocó la puerta con los nudillos. Tok, tok. La puerta se abrió, la madre de Mina salió al pasillo.

—Hola, señora Ashido —saludaron.

—Hola, ¿son amigos de Mina?

—Sí, queremos hablar con ella, por favor. Tenemos algo importante que decirle —dijo Katsuki.

—Oh, sí, claro. Adelante —los hizo pasar adentro. La casa de Mina era muy colorida y fresca—. Ella está en su habitación, encerrada. No ha querido salir desde que, bueno, ya saben.

—Sí, descuide, tendremos cuidado —dijo Kirishima.

La señora Ashido los llevó a la habitación de Mina.

—Mina, dos amigos tuyos vinieron a verte —su mamá habló—. Ella está adentro.

Katsuki abrió la puerta de la habitación de Mina. El cuarto estaba a oscuras, y sobre la mesa estaba un plato de comida a medio comer. Mina estaba sentada sobre la cama, con su pijama, y envuelta con sus sábanas. En cuanto Kirishima encendió el apagador, Mina se quejó y se talló los ojos por la costumbre de la falta de luz.

—Apaga eso —le tiró una almohada a Kirishima.

—Hola, Mina. Venimos a ver cómo estás.

—Pues, no muy bien.

—Eh... Mina, sé que sonará algo loco, pero Katsuki dice que... bueno, él te lo va a explicar mejor que yo.

Katsuki se sentó a un lado de ella, y también se tapó con las sábanas para llamar su atención y por lo menos hacerla reír un poco.

—Yo sé que tú no fuiste, Mina.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Mina.

—Tengo la sospecha de que el nuevo profesor es un asesino.

—¿Qué?

—Verás, cuando era niño, tenía un amigo, y el profesor Asayama debió trabajar en mi anterior colegio. Y ahora, la profesora muere justo cuando él viene a la UA. ¿No te parece sospechoso que haya ocurrido dos veces?

Mina se quedó callada.

—¿Cómo lo sabes? ¿Estás seguro?

—Completamente seguro. Ya verás cómo cae ese maldito.

—¡Gracias! —lo abrazó con fuerzas—. ¡No sabes cuánto me has reconfortado con eso!

Kirishima también se unió al abrazo.

—No te preocupes, Mina. Entre Katsuki y yo reuniremos las pruebas para que lo arresten.























Por la noche, Katsuki llegó a su casa un poco cansado. La cena ya estaba lista y Mitsuki lo madó a cenar.

—¿Y bien? ¿Cómo te fue?

—Mal, bruja. Me duele el cuerpo —en verdad le dolía el alma. Comió su sopa y en cuanto se levantó dio las gracias—. Bruja, voy a estar ocupado estos días con un trabajo en equipo, así que llegaré muy tarde estos días.

—Como quieras, pero si da la media noche te duermes afuera.

—Trato hecho.

Se fue a su habitación. Izuku no estaba dormido todavía.

—¿Qué haces despierto, enano? Ya pasa de tu hora de dormir...

—Kacchan...

Izuku estaba deprimido.

—¿Qué quieres, enano?

—¿Por qué... porqué nunca me dijiste que yo estaba muerto? —una lágrima rodó por su mejilla.

Katsuki abrió los ojos, y se fue hacia él, tomándolo de los brazos.

—Hey, eso es mentira, ¿de dónde sacas eso, Deku? Tú no estás...

—¡Basta, Kacchan! ¡Ya lo sé todo! ¡Lo vi todo! ¡Vi cómo tú y ese chico estaban sobre mi tumba! ¡Te seguí! ¡Te seguí y entonces me di cuenta que me mentiste!

—Bah, tonterías enano —trató de sonreirle para que dejara de llorar—. Tuvo que se una equivocación.

—¡No! ¡No lo fue! —rompió en llanto—. ¡Allí decía claro Izuku Midoriya! ¡Mi mamá me enseñó a escribir y a leer mi nombre! ¿Por qué nunca me dijste la verdad, Kacchan? ¿Es por eso que mamá nunca viene por mí? ¡Por eso mi casa está vacía! Ella sabe que estoy muerto, ¿cierto?

Katsuki no dijo nada.

—Ella no va a volver por mí, ¿cierto?

—No digas eso, tu mamá te quiere mucho...

—Quiero a mamá... —siguió diciendo entre sollozos—. Quiero a mamá... Quiero que ella esté conmigo... ¡No! ¡No me toques! —rechazó a Katsuki cuando éste le quiso dar un abrazo—. Yo quiero vivir otra vez, ya me cansé de tener poderes. Yo quiero vivir...

Salió corriendo atravezando las paredes. Katsuki se quedó con un nudo en la garganta durante un buen tiempo, y entonces arrojó lo primero que encontró a la mano contra el espejo de su cuarto.

—¡Mierda! —una silla fue a dar contra la pared.

—¡Katsuki Bakugo! ¿¡Qué putas estás sucediendo ahí adentro!? —su madre estaba histérica del otro lado de la puerta—. ¡Abre en este instante! ¡Katsuki!

No le hizo caso. Realizó un verdadero desatre; tiró los libros del estante, volcó su mesa de trabajo, destrozó todo lo que tenía a su alcance, y después se tiró al suelo entre los trozos y fragmentos de objetos. Se lastimó las manos.

—Abre esa puerta Masaru, ¿qué tal si ya se mató? —dijo su madre.

—Largo, bruja. Quiero estar solo.

—¡Qué esperas Masaru!

—Espera mujer, estoy buscando las llaves.

Por fin, su papá abrió la puerta. Katsuki seguía en el suelo.

—¡Por todos lo cielos, Katsuki! ¡Parece que por aquí ha pasado un tornado!

—Yo tuve la culpa —aguantó las ganas de llorar—. De no ser por mí, mierda, de no ser por mí... 





















...Deku probablemente seguiría vivo.

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