Turn and turn again
Katsuki estaba acostado, mirando al techo, en la decrépita cama de la celda. Izuku se sentó a un lado de él. Un policía se acercó a su celda y lo sacó de ahí.
—Han llamado a tus padres, y el detective Tsukauchi no está nada contento. —Bueno, gracias supongo —dijo cortésmente al oficial.
Salió de la celda y caminó siguiendo al hombre hasta el pasillo donde estaban esperándolo sus padres, sus amigos y el detective Tsukauchi. Su madre fue la primera en recibirlo...
...con un zapatazo en la cabeza.
—¿¡Pero qué demonios, bruja!?
—¡Mitsuki! —dijo su padre.
Mitsuki luego le dio un abrazo.
—¡Katsuki! ¡No nos dices nada de nada y ahora resulta que contrataste a un detective para resolver un caso! ¿No tenías planeado consultarlo con nosotros desde un principio? ¡Ya nos esteramos de todo! —se puso a llorar.
—Por esa misma razón no quería que te enteraras, estás temblando.
—¡Sí, pero...
—Pero nada, mamá. Tenía que hacerlo, estoy lidiando con un asesino. Puede que tal vez no lo creas, pero yo estimaba mucho a Izuku.
A un lado, el detective Tsukauchi contemplaba la escena, en espera de poder hablar con ellos.
—¿Sucede algo? —preguntó Katsuki.
—Tengo buenas y malas noticias; la buena es que la orden de cateo ya está en mis manos, y la mala...
—¿Cuál es la mala? —dijo Kirishima.
—La mala noticia es que recibiste una demanda por parte de la hija del profesor Asayama —su voz sonaba severa—. ¿Ahora entiendes por qué te pedí que no cometieras una tontería?
Lo que faltaba. Katsuki se llevó una mano a la cara por el estrés.
—Tsk, lo siento.
—Como sea, hablé con mis amigos abogados que me están ayudando con el caso, vamos a poner una contrademanda, y de ser así, podrías detener la demanda. Además, la orden ya está, sólo es cuestión de que los forenses vayan a revisar la casa del profesor Asayama a partir de mañana y luego... ¡a juicio!
—¿Y todo eso cuánto va a costar? —preguntó el padre de Katsuki.
—Bueno, su hijo pagó una parte antes, el resto...
—Yo consigo el dinero, no se preocupen —contestó Katsuki—. Encontraré un trabajo de medio tiempo para poder pagar...
—Katsuki, Mina te envía esto —Kirishima le entregó un sobre—. Dice que no es mucho, pero te ayudará en algo. De todas formas, también está incluída en esto.
Era un sobrecito con dinero. De inmediato, Katsuki se lo dio al detective.
—Esto es más para usted que para mí.
—¿Gracias? Ahora no hagas nada estúpido en lo que no estoy, joven Bakugo.
—Nosotros lo cuidaremos, señor —dijo Mitsuki—. Gracias por los servicios.
Entonces Katsuki fue tras él.
—¡Espere! ¡Detective Tsukauchi!
—¿Ocurre algo?
—Cuando vayan a registrar la casa de Asayama, ¿revisarán todo? ¿No?
—Sí, todo lo que se encuentre a la vista.
—¿Y también lo oculto?
Surgió una duda.
—¿Cómo que oculto?
—Verá, Asayama tiene una pared falsa en uno de sus armarios, del lado izquierdo, al entrar. No es mucho espacio, pero lo suficiente para ocultar algo.
—Esta bien, cuando vaya para allá me encargaré de revisar eso.
En cuanto el detective Tsukauchi se fue, Katsuki se quedó con los suyos otro rato más porque su papá estaba terminando de rellener unos papeles de la fianza.
En la casa, lo primero que hizo Katsuki fue encerrarse en su habitación y tirarse en la cama. No se tomó la molestia de ir a comer, aunque por dentro tenía hambre. Izuku se tendió a un lado suyo.
—Kacchan, ¿te sientes bien?
—Nah, estoy bien, enano. Sólo que estoy algo agotado.
—¿Entonces todavía van a atraparlo?
—Sí, mañana mismo irán a registrar su casa, Deku.
—¿Y después qué sucederá conmigo? —preguntó tristemente—. No lo sé, a veces pienso que si me voy, te sentirás solito, Kacchan.
—No digas eso, enano... estaré bien. Además, serás para mí como un angelito de la guarda.
—¿En serio? —se sentó sobre la cama—. ¿Y qué hacen los angelitos de la guarda?
—Cuidar a las personas, son como sus guardianes. Pero los vigilan desde un lugar mejor.
A estas alturas, Katsuki dudaba si existiría un lugar al cual ir después de la muerte, pero no dijo nada más, puesto que la curiosidad de Izuku dependía de las buenas palabras.
Alguien tocó la puerta.
—Katsuki, ¿puedo pasar?
Era su papá. Katsuki se levantó para abrir la puerta y dejó que su padre entrara.
—¿Qué?
—Vine a saber cómo estás.
—Bien...
"Bien apaleado. La verga me llevó, pero no en limosina como esperaba", pensó Katsuki.
Se sentaron en la cama, Katsuki de un lado y su padre del otro, dándose las espaldas y sin siquiera atreverse a mirar. Izuku se quedó a un costado de Kacchan, porque no quería separarse de él, y puso su manita encima de la de Katsuki. Se sentía tan real. Quedaron en total silencio durante un breve tiempo, tanto así, que se podía escuchar las manecillas del reloj en movimiento, haciendo su ruido semi enloquecedor.
—¿Puedes decirme por qué no confías en nosotros? —preguntó detrás de él.
Katsuki siguió mirando a la pared, sin atreverse a decir nada, porque un nudo en la garganta se lo impedía.
—Es en serio, no sabíamos nada hasta que nos llamaron por teléfono porque te tenían detenido en la delegación porque hiciste alboroto en la fiesta de tu profesor diciéndole que era un asesino, ¿por qué no nos dijiste nada?
Seguía mudo. Su interior pedía a gritos contárselo todo, aún si estuviera Izuku presente.
—No quería que... se preocuparan.
—Preocupados ya estamos, Katsuki.
—Lo sé, pero tampoco... bueno, no sé por dónde empezar.
—¿Por qué?
—No sé —la voz se le quebró—, siento que todo esto fue mi culpa. Estoy siendo castigado, es todo.
—¿Por qué sientes que estás siendo castigado? No entiendo.
Entonces Katsuki se inclinó hacia adelanta para taparse el rostro con las manos, haciendo a un lado a Izuku, se sujetó de los cabellos y se puso a temblar de rabia.
—¡Mierda! ¡Es que yo tuve la culpa! ¡Maldición! ¡Si no fuera por mí, Deku seguiría vivo! ¡Ese día Deku llevó un juguete a la escuela y lo estaba buscando! ¡Yo lo escondí en mi mochila y le dije a él que lo había olvidado en el patio! ¡De no haber hecho eso, quizás él nunca se hubiera topado con él! ¡Y seguiría vivo!
—Kacchan...
Izuku se puso a llorar.
—¡Perdón Izuku! ¡No fue mi intención! ¡perdón! ¡perdón! —golpeó la pared hasta que le sangraron los nudillos y su padre tuvo que detenerlo. Es como si todo se pusiera a girar y a girar de nuevo. Hace días había hecho un alboroto ahí, y ahora repetía lo mismo, como si en el mundo diera vueltas.
—¡Cálmate Katsuki!
—¡NO! ¡Es que no puedo!
—¡Qué carajos está ocurriendo ahí adentro! —gritó su madre atraída por los berreos de Kacchan.
—¡Déjalo Mitsuki! Sólo déjalo que se desahogue —lo defendió Masaru—. Katsuki, no es tu culpa.
—¡Sí lo es!
—¡No! ¡entiéndelo carajo! ¡no es tu culpa! Es verdad, cometiste un error con Izuku, pero eso no significa que hayas tenido culpa de que muriera, puede que sientas que en parte sí, pero no lo cargues todo contigo. Eras muy chico, ¿cómo imaginarías que eso llegase a ocurrir? No lo sabías, es cierto. Nadie lo sabía. Pero de los errores se aprende, Katsuki. Eso es lo que nos hace ser humanos. Yo soy uno, y tú eres humano también—sin pensarlo, lo abrazó. Katsuki no dijo ni pío. E Izuku estaba parado en una esquina de la habitación, contemplando todo y llorando de consternación. Masaru se acercó al oído de su hijo y le susurró:—. Katsuki, sé que sientes que no mereces perdón, pero yo sé que, desde dónde sea que él esté, Izuku ya te ha perdonado.
Katsuki se quedó ido, y después de volver en sí, intentó voltear a ver a Izuku, pero tan pesada era el remordimiento de conciencia, que no se atrevía siquiera a mirarlo a los ojos. Tal vez un espejo funcionaría, pero al ver la esquina vacía, se dio cuenta que Izuku otra vez se había largado de ahí.
—Yo sé que no lo ha hecho —murmuró para sí mismo.
Después de eso, Masaru trajo el botiquín de primeros auxilios y le vendó los dedos para que pudieran sanarse.
—Vaya, como eres joven, tu recuperación será inmediata. ¿Estás seguro que no te molestan? Te llevaré al hospital para que te hagan rayos X y ...
—Estoy bien.
—Te creo, pero no lo hagas otra vez. Ya vez cómo se pone tu mamá cuando te atacas como un loco. ¿De dónde aprendiste eso?
"No lo sé, díselo a mi mamá", pensó Katsuki.
—Terminé.
—Gracias.
Esa misma noche, Katsuki tardó en conciliar el sueño, y no se durmió hasta muy entrada la madrugada. Pensaba en Izuku, ¿dónde estaría en esos momentos? El sueño lo estaba venciendo, tanto que veía que los objetos se movían borrosamente delante de él, y el sonido de la ciudad terminaron por arrullarlo. Luego una voz dentro de su conciencia le susurró algo ininteligible al oído: edono.
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