North by North
Amaneció en la ciudad. Un chico rubio seguía durmiendo plácidamente en una habitación de un edificio departamental. Su cuarto estaba impecablemente recogido, lo único que arruinaba ese panorama era la mesa, se encontraba la tarea con la que se desveló la noche pasada. Abrió un ojo, pero no vio a nadie. Sonrió. Al menos Izuku no lo molestaría por esa ocación, y aprovechó para recuperar el poco sueño que perdió estudiando.
Pasaron cinco minutos y un pequeño chico peliverde se trepó a la cama.
—¡Arriba Kacchan! ¡Ya amaneció! —dijo con toda la energía que podía tener un chico de seis años.
Izuku se subió a la cama y comenzó a brincar para despertarlo, sin fruto. El despertador sonó en ese momento. Katsuki se llevó una almohada sobre la cara.
—¡Arriba! ¡Arriba! ¡Arriba!
—Vete, déjame dormir, Deku —reaccionó de golpe—. ¿No ves que me maté anoche con la tarea?
—Pero tienes examen el día de hoy, Kacchan. Si llegas tarde, el maestro te sacará del salón aunque seas un buen estudiante, y tu mamá se enojará contigo.
Katsuki se regresó las sábanas encima y volvió a dormir. Izuku hizo un puchero al ver que el rubio prefirió dormir en vez de levantarse, entonces volvió a gritar otra vez aunque se cansara la voz.
—¡Arriba! ¡Arriba Kacchan! ¡Despierta!
—¡Ya basta! —gritó.
Izuku sonrió al ver que su propósito para despertar a Katsuki funcionó, y en cambio le dedicó una bonita sonrisa. Sus pecas y sus ojos esmeraldas alegraban a cualquiera que mirara ese gesto agradeble, al menos no para Katsuki. En cambio, Katsuki lo ignoró por completo y se fue al baño, Izuku lo siguió, pero se detuvo cuando le azotó la puerta a sus narices y lo cerró con seguro para más privacidad. Adentro, Katsuki se dio una ducha, se cepilló los dientes, y se arregló para ir a la escuela. Metió sus útiles escolares dentro de la mochila, y se dirigió a la cocina. Su madre ya tenía el desayuno preparado.
—¡Hasta que vienes Katsuki! ¡Ya estaba a punto de ir a traerte de las greñas a tu habitación!
—No le grites mujer —su padre estaba leyendo el periódico tranquilamente—. No durmió en toda la noche.
—Tsk, ¿y eso qué? Su esfuerzo será en vano si no llega a tiempo. ¡Y tú qué esperas! ¡A desayunar que se te hace tarde para tomar el autobus!
—Ya voy, bruja.
Katsuki se tragó en un santiamén el desayuno, y se levantó a la salida.
—Espero que me traigas un diez a esta casa —le dio un beso de despedida.
—Cuenta con eso, bruja —dijo al salir de casa.
La puerta se cerró, Katsuki caminó por el pasillo del edifico y al llegar casi al elevador, se detuvo en un departamento.
—Tsk —dijo después de contemplarlo unos segundo, y siguió caminando.
Se oyeron pasos apresurados en el pasillo.
—Espérame Kacchan, yo quiero ir contigo.
—Ah no enano, tú te quedas. Ya tengo suficiente con cuidar de ti todos los días y ahora quiero que te quedes en casa y que me esperes hasta que yo regrese —el elevador se abrió y entró en él.
—Pero Kacchan, me aburro mucho. ¿Puedo ir contigo? ¿Por favor? —le suplicó haciéndole unos ojitos tiernos.
—No —el elevador se semicerró porque la mano de Katsuki lo impedía. Se arrepintió al recordar la razón por la que nunca lo dejaba solo, y volvió a abrir las puertas—. Está bien, Deku. Pero no me molestes a la hora del examen.
—¡Sí! —Izuku dio un brinco de alegría y se metió dentro del elevador.
Tomaron el autobus escolar rumbo al norte. Katsuki se fue hasta el fondo del autobus para que nadie más lo molestara, e Izuku se sentó en sus piernas muy obedientemente porque ya no había lugar para él. De hecho, siempre se sentaba en sus piernas cuando iban a la escuela. Eso siempre lo hacían todos los días, norte por norte, hasta llegar a la escuela.
Katsuki e Izuku caminaron por los corredores del colegio y entraron a un aula del segundo piso. Algunos estudiantes ya estaban adentro, esperando la hora para que el examen comenzara.
Izuku dio un brinquito al entrar y se rio porque le parecía divertido ir a la escuela con Katsuki.
—No te preocupes, Kacchan. Mira —le hizo una seña de que se cerraba la boca co candado y arrojaba la llave invisible por la ventana, y se fue a un rincón para jugar con algunas hormiguitas que habían por el suelo, o simplemente contaba cuantas nubes iban por el cielo.
El maestro llegó.
—Bien, chicos. No me hagan perder el tiempo, ya saben las reglas; nada de celulares, acordeones ocultos o trampas porque les anulo el examen —dijo el profesor Aizawa—. No me pagan lo suficiente por eso.
—¡Sí, profesor!
Al terminar el colegio, Katsuki se fue por un pasillo para comprar un jugo en la máquina expendedora, e Izuku iba a su lado.
—¿Cómo le haces para aprederte todos esos números y letras? ¿Las letras son números o algo así? —preguntaba Izuku por el camino.
—No lo entenderías, Deku —le dio una patada a la máquina porque se trabó—. Y no hables mucho que me mareas.
—Esta bien, Kacchan. Yo sólo quería saber eso.
Al salir el refresco por debajo de la máquina, Katsuki vio un vago destello de tristeza en la cara de Izuku. Dio un trago a su lata y después empezó a hablar porque odiaba verlo así.
—Los números del cero al nueve son útiles, pero las letras pueden también tener sus mismos valores para representarlos en problemas mateméticos. Algunos pueden ser difíciles de encontrar, a base de algunas fórmulas que te ayudan a resolverlas.
—¿Cómo un mapa con el tesoro? —dijo Izuku emocionado.
—Algo así, enano.
—¡Hola Katsuki! —gritó Kirishima mientras se acercaba a él—. ¿Quieres ir esta noche al cine con los demás chicos? Hoy pondrán una película de terror.
—No puedo, pelos de mierda. Estaré ocupado.
Kirishima bajó la mano, un poco desilucionado.
—Agh, siempre estás ocupado Katsuki.
En eso, Katsuki sintió que Izuku le tomaba la mano.
—Kacchan, si quieres ve con tus amigos a divertirte. Yo estaré en casa.
Katsuki cerró los ojos, preso de una pequeña migraña que le hacía saltar las venitas de la frente.
—Está bien, iré. ¿En dónde se reunirán? —dijo.
—Me alegra que hayas cambiado de opinión, Katsuki. Nos veremos en el parque a las siete en punto —dijo mientras que se alejaba.
—Tsk. No iré —apenas lo dijo cuando vio que se alejó lo suficiente.
—Pero, ¿por qué no? —Izuku estaba confundido.
—Porque no quiero dejarte solo, tonto. Además, mis padres no te van a cuidar como yo lo hago.
—Pero no tiene nada de malo que vayas al cine por una noche. Te acompañaría, pero las peliculas de terror me dan miedo. Ve, Kacchan —empezó a colgarse de su brazo para convencerlo.
—Ya bueno, pues —luego alzó la vista al frente—. ¡Y tú que miras, Mineta!
—¡NO! ¡Yo no hice nada!
—¡Vete antes de que sumerja tu cabeza de escroto en el inodoro!
—Ahhhhh
Mineta se fue corriendo de allí.
—Creo que no debiste correrlo así, Kacchan.
—Se lo merecía —comenzó a caminar de regreso a casa.
En cuanto llegaron, Katsuki se cambió de ropa a una más casual para salir esa noche, mientras tanto, Izuku estaba sentado encima de la cama jugueteando con los pies en el aire.
—¿Ya casi estás, Kacchan? —dijo dando unos brincos en la cama.
—No preguntes, Deku. Parece que te urge que me large de aquí.
—No es eso, es que quiero que te diviertas.
—Como sea —se puso los zapatos—. No hagas una estupidez mientras no esté aquí, Deku.
Estaba dispuesto a salir de su habitación, pero Deku dio un brinco y fue a él.
—Kacchan, dame un abrazo —dijo sonriéndole.
Katsuki le dio una mirada fria, pero al final se agachó al ver que Izuku lo esperaba con los brazos abiertos y le dio su abrazo, cosa que hizo sonrojarlo un poco a pesar de ser un huraño malagradecido.
—Cuidate mucho, Kacchan.
—Tsk, obvio sé cuidarme, Deku —cerró la puerta, dejando a Izuku en la casa con sus padres.
En el cine, Katsuki se sentó en una fila de sillas en medio de Mina y Kirishima. Mientras tanto, los demás estaban arriba de la fila. Mineta lo miró a sus espaldas y comenzó a susurrar cosas a Denki.
—¿No se te hace raro que Bakugou haya venido con nosotros, Kaminari?
—Cierto, él siempre es así de misterioso y apático con los demás —Kaminari comió una palomita con salsa picante.
—¿Están hablando de Katsuki? —se metió Ochako a la plática.
—Sí, ha venido con nosotros al cine.
—¿Y eso qué tiene que tiene de malo? —preguntó.
—Bueno —respondió Mineta—, es Katsuki. No es muy sociable que digamos.
—No lo es —contestó Shoto—. Desde que era niño cambió mucho.
—¿Y por qué lo dices, Todoroki? ¿Lo conociste acaso? —dijo Mineta.
—No lo conocí de chico. Pero una amiga de mi madre dice que su infancia no fue muy bonita.
—¿Por qué?
—Sí, ¿por qué? —querían saber.
Izuku estaba en una habitación vacía. Comenzó a recorrer los lugares abandonados de esa casa, fue a la cocina, al baño, a la sala, incluso al cuarto de aseo.
—Mami, ¿dónde estás? —preguntó inocentemente.
—Un amigo se murió.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top