I won't give up
Izuku no llegó a dormir esa noche a la habitación.
En la soledad de su cuarto, Katsuki se mantuvo en vela hasta despuntar el alba. Cuando el despertador sonó, él ya se había ido de allí. Tomó el tren para ir a la comisaría y entonces subió al segundo piso donde le dijeron que podían ayudarlo. El letrero sobre la puerta lo decía claro: Detective Naomasa Tsukauchi.
—Es aquí —entonces dio un suspiro antes de tocar. Se acomodó las vendas que se colocó en las manos para curar las heridas que le dejaron los fragmentos de cristal cuando destrozó todo en el arranque de ira.
—Vaya, pero si es el chico de aquella vez. Katsuki Bakugo, ¿cierto? —dijo el detective Tsukauchi.
—Buenos días —aunque Katsuki era lo demasiado orgulloso, esta vez hizo una ligera reverencia al hombre—. Me dijeron que podía encontrarlo aquí, señor.
—¿Sucede algo? Debe ser sumamente importante si viene un domingo por la mañana hasta mi despacho, ¿entramos? —lo invitó a pasar.
Su oficina era ordinaria, a excepción de la mini fuente de agua artificial para darle un toque natularista al ambiente. Ambos se sentaron en las sillas, Katsuki se quedó en silencio durante un breve tiempo.
—¿Y bien? —dijo el detective Tsukauchi—. ¿En qué puedo ayudarte?
—Necesito que investigue a alguien por mí.
—Investigar a alguien —se frotó su mentón—, ¿a quién?
—Al profesor Toketsu Asayama, ¿podría hacerlo?
—Mire, joven Bakugo, es menor de edad, además están los precios...
—Si es por el dinero no se preocupe —sacó un sobre lleno de billetes (sus ahorros de toda la vida) y lo dejó sobre la mesa—, sospecho que mi profesor es un asesino.
—¿Qué?
—Tal y como usted lo oye: El profesor Asayama es un asesino. Y quiero que usted me ayude a comprobarlo.
—¿Tienes algún indicio de que haya sido él? —preguntó un poco extrañado.
—La profesora Nemuri, sospecho que ella murió asesinada, de una manera extraña.
—Aguarda un momento, joven —se levantó y se fue al estante más cercano, abrió un cajón y sacó un expediente, y se lo mostró—. La autopsia reveló que su muerte fue asfixia accidental y fallo múltiple de órganos internos. Natural, para ser precisos. Si hubiera consumido alguna sustancia tóxica, saldría en los resultados.
—No. Yo sé que fue él. No me sorprende que el día en que él volvió a aparecer, otra persona murió.
—Espera —el detective Tsukauchi se enderezó en su lugar—. ¿No es la primera vez que lo conoces?
—Algo así, cuando mi amigo murió, él también estaba allí. Escuche, cuando tenía seis años, mi amigo fue encontrado asesinado en el patio trasero de la escuela, extactamente dentro de los contenedores de basura, adentro de una bolsa negra. Sé que Asayama tuvo algo que ver. Al menos, quiero que usted averigue que él estuvo ahí. No me voy a rendir hasta que lo atrapen.
El detective Asayama abrió el sobre para revisar cuanto dinero había dentro.
—Esto no paga los honorarios, pero, como eres estudiante, puede que te haga un descuento. Hagamos una cosa; yo investigo los antecedentes de tu profesor y si encuentro algo sospechoso, te llamaré.
—Ah, cierto, lo estaba olvidando —le entregó una hoja doblada.
—¿Qué es esto? —dijo al leerla.
—Son los datos de mi amigo, su expediente fue cerrado a las dos semanas de que se abriera el caso. Por si... lo llegara a necesitar.
El detective dejó la hoja a un lado y entonces escribió algo sobre un papel.
—En dado caso de que llegaras a necesitarme, este es mi número telefónico. Te marcaré el Jueves para decirte qué fue lo que encontré, ¿de acuerdo? —lo acompañó hasta la puerta.
—Muchas gracias, detective Tsukauchi —se despidió.
Katsuki regresó a su casa con la espera de que Izuku estuviera en su habitación, pero no estaba ahí. Incluso lo buscó por debajo de la cama y del armario de ropa. Nada. ¿A dónde más podría ir un niño fantasma? Se quedó pensando en la cama. Su cuarto seguía siendo un desorden por la noche anterior.
—¿A dónde fuiste, Deku? —se encogió de hombros y meditó un rato. Izuku no estaba en el edificio, de ser así, hubiera escuchado su voz en el departamento vacío. ¿Había tomado la desición de ir de nuevo al cementerio? Se levantó otra vez, pero al salir de su cuarto, se encontró a su mamá.
—¿A dónde fuiste tan temprano, Katsuki?
—Te dije que tenía una tarea en equipo, bruja.
—¡Ni siquiera tomaste el desayuno!
—No te preocupes, desayuné en el camino —su estómago lo delató al instante, pero lo ocultó—. Tengo que salir de nuevo, esa bola de cabrones no hacen bien las cosas —se fue a toda prisa antes de que lo hicieran perder más tiempo.
Lo primero que hizo fue ir al cementerio, pero Izuku no estaba ahí como lo pensaba. Se quedó pensativo, ¿tal vez su antiguo colegio? Posiblemente. Dejó en su tumba una pequeña ofrenda de dulces y un katsudon.
Fue a su antiguo colegio.
—Oye kacchan.
—¿Qué quieres, Deku?
—¿Me devuelves mi juguete?
—No lo tengo yo, pero vi que se quedó atrás, en el patio trasero. Búscalo, nerd.
—¿Me acompañas a buscarlo, Kacchan?
—¿No puedes ir tú solo? ¡Que miedoso eres, Deku!
Izuku dio media vuelta, un poco tembloroso, pero se armó de valor y fue a buscar su figura de acción perdida. Los demás chicos caminaron al parque.
—Buena broma Kacchan, ese tonto no sabe que tú tienes su muñeco.
—Ese nerd es fácil de engañar —sacó el juguete de su mochila y se puso a jugar con él.
Si tan sólo supiera que esa sería la última vez que lo vería... vivo.
Brincó la valla del colegio y corrió a la parte trasera.
—¿Deku? —susurró—. ¿Estás aquí?
Lo único que encontró fue al gato callejero que vivía en la escuela.
—Ay no puede ser, ¿sigues vivo bola de pelos? —el gato se acurrucó a él y le maulló. Katsuki alzó la vista y observó detenidamente el pequeño bosquecito que estaba detrás del colegio, un lugar donde los chicos se reunían para ir a jugar. Entonces Katsuki se lo llevó consigo—. Ven, de algo me has de servir.
Brincó la valla otra vez y se fue por el viejo sendero que ocupaban para llegar al riachuelo con el tronco que ocupaban como puente. El gato detectó algo y entonces se erizó, después dio un zarpazo y se fue corriendo otra vez a su guarida. Katsuki tenía razón, el gato percibió la escencia de Izuku.
Bajó al riachuelo, Izuku estaba ahí. Estaba sentado, con los brazos y la cabeza puestas sobre las piernas.
—¿Con que aquí pasaste la noche? —se sentó a un lado de él.
—Vete.
—Vine por ti, Deku. No me rendiré hasta que vengas conmigo, ¿sí?
—¿Para qué?
—Escucha, lamento lo que pasó, pero no quería que sufrieras todo este tiempo, y por eso tuve que mentirte, fue una mentira blanca. No tenía la idea de que estuvieras mucho tiempo conmigo, pero, a mi también me duele saber que... bueno, estás aquí. Sé que no tiene perdón lo que hice, pero, tú me necesitas, y yo también te necesito. Hoy fui con un señor que puede ayudarnos a atrapar al hombre malo.
—A mi asesino, ¿cierto? Ya lo recordé todo. Ese hombre apareció de la nada y me dijo que necesitaba saber en dónde estaba, no me acuerdo que lugar estaba buscando, pero al llegar al salón, se encerró conmigo —comenzó a llorar—. Ay, no quiero recordar eso ya —colocó su cabeza en las rodillas de Katsuki y siguió llorando.
Katsuki sólo acarició su cabello para tranquilizarlo.
—¿Dices que apareció de la nada?
—Sí. Llevaba un portafolios negro.
—No te preocupes, Deku. Te prometo que lo vamos a atrapar, pero me temo que tomará algún tiempo demostrar que ese idiota es el culpable.
—¿Lo prometes? —se secó las lágrimas.
—Lo prometo.
Izuku sonrió. Sus pequitas resaltaban más de lo normal.
—Ven, Deku. Dame un abrazo.
—Sí —extendió sus bracitos y le dio un fuerte apretón—. Kaccha, tu estómago está rugiendo.
—Ah, ni me lo recuerdes, no he comido nada desde la mañana.
Mientras tanto, varios días después, el detective Tsukauchi estaba en su despacho revizando algunos documentos que había conseguido en el colegio donde Izuku murió. Observó la lista detalladamente, pero no encontró el nombre Toketsu Asayama por ningún lado. Dejó la primera carpeta sobre una pila de cuadernos de anotaciones y revisó el otro documento. Ese era el documento donde venía el expediente del profesor, pero su historial decía los nombres de los antiguos colegios en donde había trabajado. La mayoría eran en primarias, algunas secundarias, y la actual, que era una preparatoria.
«Que extraño, son demasiadas escuelas en las que ha trabajado. Por lo general un profesor se queda algún cierto tiempo, dentro de un periodo de diez a quince años en una institución, pero él cambia cada año», pensó. Luego entreabrió los ojos a un pequeño descubrimiento.
—Esta fecha...
Revisó los documentos que dejó sobre el cuadernillo y buscó entre sus hojas. Algo había coincidido.
—Bien, creo que encontré algo de lo que el joven Bakugo debe de estar enterado.
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