𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭𝐞𝐞𝐧. king of everything
XVII —— king of everything
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NO TUVIERON SEXO... pasaron algunas cosas más, sí, pero Fianna prefiere esperar un poco antes de dar el paso. Sabe que Regulus tampoco lo ha hecho y que quizá a los chicos les moleste menos esperar y sentirse preparados para ello, pero ella no quiere hacerlo todavía. Le gustaría acostarse con Regulus en algún momento, y se sintió bien cuando pasaron ese rato en el baño de prefectos... pero tienen tiempo. No tienen por qué precipitarse, pero si las cosas no salen bien y no se acuestan, entonces no estaba previsto que ocurriera.
Está deseando que llegue su cita. Pasa la noche anterior lavándose el pelo y pintándose las uñas, eligiendo un tono burdeos (como hace normalmente). Sabe que tendrá que quitárselo el domingo por la noche, pero le gusta la idea de prepararse un poco más de lo habitual. Regulus le dijo de encontrarse en el patio a las diez en punto para poder desayunar juntos en Hogsmeade; su reunión con los mortífagos es al mediodía, por lo que tienen suficiente tiempo antes de que se vaya. Pero al ser temprano, Fianna elige su atuendo la noche anterior y presenta dos opciones diferentes en caso de que cambie de opinión por la mañana.
Se despierta y se decide por un jersey de punto color crema con una minifalda marrón asomando debajo. Tiene mucho cuidado al ponerse las medias, porque son su último par de sin un desgarro y, finalmente, se enfunda en sus botas marrones hasta la rodilla. Espera bordear la línea de ser guapa pero informal. Lo intentó, pero además son las diez en punto y no se verá tan bien como para el baile.
Baja las escaleras, su estómago ya gruñe de hambre y se dirige al patio. Tiene puesto su abrigo, uno que compró el año pasado cuando obligó a Remus a ir de compras a Londres con ella, y su bufanda roja, prediciendo que el clima afuera será amargo, presagiando la llegada de nieve en diciembre. Mete las manos en los bolsillos de su chaqueta y ve a Regulus esperándola.
—Buenas —saluda ella, y él la besa rápidamente.
—Lo siento, tenemos que cancelar.
Su estómago comienza a hundirse.
—Oh —suelta ella débilmente—. ¿Y eso...?
—Salome ha adelantado la reunión, me he demorado demasiado...
—¿Para arreglar el armario?
Regulus asiente.
—Pero ni siquiera sabemos dónde está el hor...
—Lo sé —dice, sonando preocupado—. Pero si empiezan a hacer preguntas...
—Vale —dice Fianna—. Podemos intentar buscarlo más tarde y...
—No quiero que te involucres más.
—Reg.
—Saben que estamos saliendo, pero no me gusta que estés cerca de ellos. Son peligrosos. No me gusta que te metas en problemas por mi culpa, como lo que te pasó con la despartición.
Fianna pone los ojos en blanco.
—Déjalo ya.
—No —él frunce.
—Vale —dice ella—. ¿Entonces qué, cancelas nuestra cita, y ni siquiera te puedo ayudar cuando me dijiste lo que iba mal, y podría decirse que por eso estamos metidos en este lío?
—¿Lío? —repite Regulus.
Fianna no quiso decirlo así, pero igualmente siente que todavía hay algo de brevedad en sus palabras. Su terquedad se hace cargo al decir:
—Pues sí. No esperaba involucrarme exactamente en encontrar y destruir horrocruxes con un mortífago.
—Ya veo —dice Regulus—. Lamento no ser perfecto para ti. Tal vez Prewett si esté a tu alcance.
—Jesús, joder.
Ella da un paso atrás y se lleva la mano a la cabeza.
—No entiendo por qué estamos peleando.
Regulus suspira.
—Porque no quiero llevarte conmigo.
—Bueno, me da que ya superamos ese punto —ella dice, desesperada.
—Pues claro que no —dice suavemente—. Lo siento. Te lo compensaré, lo prometo.
—Vale —ella se cruza de brazos.
Regulus se acerca como si intentara abrazarla. Pero Fianna le da una mirada asesina, por lo que se detiene. En cambio, suspira y retrocede de nuevo.
—¿Nos vemos después de cenar?
—Pues vale —responde ella de mal humor.
—Si pudiera pasar todo el día contigo, lo haría.
Acaba besándole la parte de arriba de la cabeza, y luego se marcha a Hogsmeade, antes de que los profesores se den cuenta de que se ha ido sin compañía. Fianna desea amargamente que se meta en problemas por ello, pero sabe que se está enfadando porque se siente rechazada. Fue rechazada, pero le resulta frustrante, porque sabe que no es culpa suya. Pero quizá si él no hubiera sido estúpido hace tantos meses y se hubiera convertido en mortífago, no estarían en este lío. Y va a referirse a él como un lío, porque lo es.
Se pregunta cómo habría sido este año si él no fuera mortífago. Tal vez habrían caído en el regazo del otro de todos modos, como una especie de sincronización divina. Fianna desea que ese sea el caso, para esa versión de sí misma en realidad alternativa.
Está de mal humor en el Gran Comedor mientras espera que aparezca Georgia. Con la cabeza apoyada en su mano, mira hacia arriba cuando Georgia se sienta frente a ella, claramente confundida por verla sola.
—Tuvo que cancelar.
Georgia frunce.
—¿Por qué...?
—Tenía... otros compromisos.
—¿Morti...?
—¡Shhhhh! —chista Fianna—. ¡Para!
Georgia le da a Fianna una mirada divertida.
—Está bien... —no parece impresionada—. No sé qué decir.
—Es... es una larga historia —Fianna suspira.
Georgia parece confundida.
—¿Qué quieres decir?
De repente Fianna se da cuenta de lo que está sugiriendo. Sabe que Georgia no llegará a esa conclusión, pero comienza a entrar en pánico al recordar cuando tuvo que borrarle la memoria hace un tiempo. Entonces, se inquieta y piensa ansiosamente en una manera de cambiar la conversación.
—No importa —dice Fianna—. No quiero pensar en eso. ¿Qué vestido estás pensando en comprar para el baile?
—Veo lo que estás haciendo, cambiando de tema... pero vale —Georgia le da un mordisco a su tostada y le lanza a Fianna una mirada sospechosa—. Planeo usar rojo, lo cual sé que es aburrido y un cliché, pero me cuesta pensar en qué más. Se siente muy político usar el color de otra casa.
—No pensé en ello —dice Fianna, preocupada. ¿Qué pasa si provoca una división accidental de las cuatro casas, todas ellas vistiendo los colores de sus casas?—. Seguramente no todos se sentirán así...
—Me encanta el verde, pero prefiero morir que usar su color —asegura Georgia.
Fianna hace una pausa. Tal vez el problema sea simplemente que solo los de Slytherin se vestirán de verde.
—¿Y el azul? —sugiere.
—Hmm... tal vez —dice Georgia—. ¿Y tú?
—Estoy pensando en usar blanco —contesta Fianna.
—Claro, El Lago de los Cisnes —Georgia bufa.
Fianna sonríe.
—¡Solo me gusta vestir de blanco!
—Y a mí de rojo —dice Georgia.
Ambas se levantan y comienzan a caminar desde la mesa de Gryffindor en el Gran Comedor hacia el patio, donde Fianna estaba originalmente esta mañana. Pasa el punto donde ella y Regulus tuvieron su discusión, y tuerce los labios, todavía sintiéndose de mal humor.
El camino hacia Hogsmeade se vuelve menos peligroso gracias al buen clima (o, al menos, decente para los estándares en esta época del año). La lluvia de la semana ha cesado y, aunque el viento es fuerte, el suelo no está helado, una ventaja para Fianna. Sin embargo, tiene las manos metidas en los bolsillos de su abrigo y solo las deja salir al aire invernal cuando extiende la mano para abrir la puerta de la tienda de ropa.
Gladrags debe haber recibido la nota sobre el baile, porque el frente de la tienda está cubierto de vestidos y túnicas formales, un tsunami de tul, terciopelo y satén. Fianna puede escuchar el rock mágico sonando suavemente en el tocadiscos de la tienda; lo reconoce como la espantosa copia de Fleetwood Mac que a Regulus le encanta. De mal humor, Fianna comienza a mirar a través de una de las hileras de vestidos.
—Esta noche voy a romper con Prewett —dice Georgia, sosteniendo un vestido color burdeos hasta abajo, mirándose en el espejo más cercano.
—¿En serio? —Fianna se voltea sorprendida.
—Estoy harta de cuidarlo —espeta Georgia—. ¡Y ha sido tan amable contigo últimamente, como si yo quisiera ponerme de su lado antes que del tuyo!
—¿Puedo decirte algo? —ice Fianna en voz baja.
Georgia frunce el ceño.
—¿Ajá...?
—La noche que tú y Prewett os liasteis... se me insinuó. Por eso me fui furiosa, porque estaba enfadada y no sabía qué más hacer —dice Fianna—. Lo siento mucho, sé que debía habértelo dicho pero parecías feliz al principio y no quería disgustarte... pero del mismo modo, sé que no decírtelo es tan malo o peor...
—Está bien —dice Georgia en voz baja—. Tuve la sensación de que sentía algo por ti.
Se calla por un momento y toma un vestido verde bosque. Fianna observa cómo Georgia frunce el ceño, tuerce los labios y se pierde en sus pensamientos. Supone que desearía poder probarse el vestido a pesar del color.
—No creo que a la gente le importe que uses verde...
—No, me sentiría rara —Georgia niega con la cabeza, devolviendo el vestido al perchero—. Pero cuando todo esto termine, volveré, me compraré ese vestido y haré una fiesta.
Fianna sonríe suavemente.
—Pero ¿no estás enojada conmigo por lo de Prewett?
Georgia hace una pausa por un momento, antes de decir en voz baja:
—Tú no hiciste nada.
Fianna observa a Georgia por un momento, tratando de analizar sus sentimientos. Esperaba que se enojara con ella, pero en su lugar parece un poco herida. Se cruza de brazos y luego suspira.
—Razón de más para romper con él —replica Georgia—. Si se pone desagradable, ¿podrías quedarte a mi lado? Tal vez pueda llevarlo al lago, para que si grita tú puedas quedarte cerca flotando —Fianna sabe lo que Georgia quiere decir; Fianna debe esconderse en algún lugar cercano en su forma animaga y aparecer si es necesario—. Lo sé, será muy incómodo pero no quiero que nadie escuche...
Fianna asiente.
—Claro que puedo.
Georgia sonríe suavemente.
—Gracias.
—¿Se lo has dicho a Pandora?
—Aún no —Georgia evita mirarla.
Fianna sonríe suavemente.
—Bueno, si quisieras...
—Ya veremos —dice Georgia en voz baja.
Fianna piensa en su hermano y en lo que Salome dijo a principios de esta semana. Ha estado preocupada por él, por si cree que ella lo desaprobaría por alguna razón, o porque tiene miedo de decírselo a la gente. Fianna sabe que no le importa, pero su hermano siempre ha estado preocupado por cómo se comporta, y la vida de ser un hombre lobo le hace temer que todos lo odien en secreto, esperando la oportunidad adecuada para excluirlo.
—Podría ir a ver a Remus —suelta Fianna.
Georgia junta las cejas.
—¿Por qué?
Fianna se siente incómoda al difundir lo que dijo Salome. Sabe que se lo contó a Regulus, pero Georgia conoce a Remus, si hablara con James y no lo supiera, Fianna podría joder accidentalmente a Remus. En su lugar, se encoge de hombros.
—Salome dijo algo sobre él el lunes —dice Fianna—. Quiero hablar con él del tema.
Georgia asiente.
—Vale... será luego de comer.
—Te veré allí —dice Fianna.
—Además —Georgia todavía sostiene el vestido burdeos—, creo que voy a probarme esto.
La mano de Fianna, que sostiene un vestido blanco de una de las filas, finalmente agarra su percha y lo saca para mostrárselo a Georgia.
—Yo también —dice Fianna con una sonrisa.
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UNA HORA DESPUÉS, FIANNA y Georgia salen triunfantes de Gladrags cargando bolsas de papel violeta con sus vestidos cuidadosamente guardados dentro. Fianna está planeando un escape furtivo a Londres para encontrar unos zapatos decentes (porque los magos todavía no han descubierto cómo hacer tacones correctamente) cuando pasan Las Tres Escobas, y la mano de Georgia agarra la muñeca de Fianna.
—No mires.
Pero Fianna ya lo había hecho: a un lado del pub, rodeados por una inquietante nube de humo de cigarrillo, se paran Lucius Malfoy, Barty Crouch Jr. y otro par de hombres vestidos con trajes negros. Fianna se queda paralizada, y Georgia la obliga a seguir moviéndose, como un animal que intenta no mostrar miedo ante un depredador más grande. Mientras pasan, la visión lateral de Fianna vislumbra a Regulus (detesta ser tan consciente de su presencia), pero finge no haber visto nada.
—Me siento tan tonta —susurra Fianna cuando están calle abajo.
—¿A qué te refieres?
—Involucrarme tanto con alguien como él.
Las cejas de Georgia se hunden.
—¿Pensé que te gustaba?
—Así es, es sólo que... —Fianna suspira, sabiendo que no puede expresar todo lo que le preocupa—. No me gusta estar tan involucrada en todo lo demás. Me siento como si estuviera constantemente pisando cáscaras de huevo.
—¿Con él?
—No, con todos los que conoce.
Georgia se queda en silencio durante un par de minutos, deliberando. Finalmente, sugiere:
—Sé que no quieres oírlo pero... podéis romper.
—No quiero hacer eso —suspira Fianna—. Desearía que los mortífagos no existieran. Podría huir y pretender ser muggle hasta que todo termine. Su música es mejor de todos modos.
—Nah, me extrañarías demasiado —dice Georgia, sonriendo suavemente.
Fianna resopla.
—¡Pues huye conmigo!
—Extrañaría a mi familia —dice Georgia, y rápidamente agrega—: No le digas eso a mi hermano.
—A Remus le vendría bien algo de independencia —Fianna ríe.
De vuelta al castillo, cuelgan cuidadosamente sus vestidos en la parte trasera de la puerta de su dormitorio mientras Georgia se prepara para romper con Prewett. Termina deslizando una nota a través de su puerta, pidiéndole encontrarse con ella junto al lago a las cuatro en punto. El sol de invierno ya se habrá puesto, por lo que Fianna podrá posarse en el agua sin que Prewett se dé cuenta demasiado.
Como precaución, Georgia sale cinco minutos antes que Fianna, en caso de que alguien las note bajando juntas las escaleras y se lo diga a Prewett. Fianna no está segura de lo que pensarán, porque no es como si nadie supiera que es animaga, pero aun así. No va a discutir con una chica a punto de romper con su novio.
A la hora indicada por Georgia, Fianna baja las escaleras y se dirige al patio, desde donde puede escabullirse a los jardines. Es la rara pausa entre un viaje a Hogsmeade y la hora de cenar, así que el castillo está anormalmente silencioso, los estudiantes comiendo sus nuevos dulces de Honeydukes en su sala común, o escondiendo sus borracheras de demasiadas copas en Las Tres Escobas tras la puerta de un dormitorio. Los zapatos de Fianna chasquean contra el suelo de piedra, resonando en las paredes. La luna creciente se asienta en el cielo, y los pasillos del castillo se iluminan con una mezcla de luz lunar y llamas de velas.
Está perdida en sus pensamientos, recordando su conversación inicial con Georgia sobre Regulus. Sabe que el plan siempre fue romper en Navidad, pero si realmente se gustan eso ha cambiado. Pero habiendo dicho eso, si salen por más tiempo que el plazo y se acerca el verano... ¿Cuándo esperará Salome que Fianna se una a los mortífagos? ¿En qué momento Fianna tendrá que romper con Regulus porque no quiere serlo? Pero eso pondrá un gran objetivo en su espalda, prácticamente rogando a los mortífagos que la lastimen porque los ha denunciado públicamente.
Fianna está a punto de salir del pasillo y entrar a los terrenos cuando ve aparecer una figura al final. Tiene la altura de Regulus, y sabe de manera realista que es él, pero su corazón late más rápido, comenzando a imaginar una situación en la que es otro mortífago queriendo matarla porque han descubierto que ha estado mintiendo todo este tiempo.
En cambio, Regulus camina hacia ella. A medida que se acerca, nota una marca roja que cubre parte de su mejilla y sien izquierdas.
Antes de que él pueda decir algo, ella pregunta (exige):
—¿Qué le pasó a tu cara?
Regulus la mira.
—Hola a ti también.
—¿Tu cara? —Fianna persiste.
—Bellatrix —dice Regulus.
—Eso todavía no responde a la pregunta —dice Fianna.
Regulus suspira.
—Estaba enfadada porque el armario evanescente tarda demasiado en arreglarse, y dijo que es culpa de Sirius, porque si él no hubiera abandonado a la familia, yo tendría a alguien que me mantuviera a raya. Así que me pegó. Dijo que les estaba haciendo un favor a mis padres. Tranquila, desaparecerá en un par de días...
—Tendrías que ver a Madame Pomfrey.
—No quiero hacer perder el tiempo a nadie —dice Regulus.
Fianna mira hacia los terrenos del castillo y luego de nuevo a Regulus.
—Sigo molesta contigo, pero tienes que ir a la enfermería...
—Tranquila, Fianna. Estoy acostumbrado, se acabará yendo.
Fianna siente que se le hunde el estómago.
—¿Que estás acostumbrado?
Regulus no dice nada por un momento. Da un paso atrás, incómodo.
—Vamos. No pensaste que Sirius era el único en recibir ese tratamiento, ¿verdad?
Fianna no dice nada. Siempre había pensado que sus padres eran igual de viles con él, pero no creía que fuera a admitirlo. Ni siquiera Sirius habla de los detalles más finos, sólo que sus padres eran malvados y se escapó. Fianna se siente al borde de las lágrimas al pensar que su Regulus también está pasando por todo eso.
—No me mires así —pide Regulus.
—¿Cómo?
—Como si fuera una cosita patética y frágil —dice Regulus—. Estoy bien. Es sólo un moretón.
—¡No es sólo un moretón! Es... es abuso, es horrible y no deberías tener que pasar por eso, especialmente de la mano de tu propia familia...
—Olvidas que tenemos diferentes expectativas sobre la familia —dice Regulus, a la defensiva.
Fianna frunce, sintiendo que él comienza a alejarse de ella, tratando de protegerse a sí mismo y a su estúpida imagen de clase respetuosa. Dice con un ojo morado formándose.
—Sí —dice Fianna—, la mía no te haría eso, y la tuya tampoco debería hacerlo...
—Ah, ¿pero tu hermano te deja estar con su monstruo una vez al mes?
Fianna mira a Regulus con disgusto.
Esta vez, ella se aleja con lágrimas en los ojos. Puede decir que Regulus ya se arrepiente de lo que dijo, y sabe que solo lo dijo porque se sentía a la defensiva, tratando de arremeter para cambiar de tema, pero eso no importa.
—Fianna —él panica.
Él se acerca y toma su mano, pero ella la aparta.
—No me puto toques.
—No quise decir...
—Sí quisiste —dice Fianna, con lágrimas de enojo comenzando a acumularse en sus ojos—. Déjame en paz.
—Fianna...
Intenta disculparse, pero Fianna lo ignora y se dirige furiosa a los terrenos del castillo, su pequeña figura se transforma en un cisne y se lanza hacia el cielo nocturno.
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FIANNA LA CISNE SE SIENTA en la superficie del lago, tratando de calmarse. Más adelante, en tierra, puede ver a Georgia hablando con Prewett. No oye la conversación, pero Prewett parece molesto, agita las manos y camina de un lado a otro. Fianna sabe que no está siendo amenazador, sólo expresivo. Sin embargo, Georgia no parece amenazada, en todo caso, simplemente molesta porque esto está tardando más de lo previsto.
Imagina lo que pasaría si terminara con Regulus. No quiere, pero lo que él dijo sobre su hermano la ha hecho reconsiderar. Sabía que él todavía tenía algunas de esas opiniones, y ahora se pregunta si fue sólo ingenuidad egoísta que lo ignoró todo al principio; sí, era un mortífago y se unió a esas filas por una razón, pero no la afectará de ninguna manera, ¿verdad? Dios, qué estúpida era.
Estaría jodida si rompieran, especialmente en malos términos. Sabe demasiado, y sabe que él no la expondría por nada... Pero ¿qué pasaría si Salome la convirtiera en un chivo expiatorio, o cualquier otro mortífago decidiera que "sabe demasiado" y va tras ella?
No deja de pensar en el horrocrux, en el lago que lo esconde. Dirige la vista hacia las turbias aguas azules que hay bajo ella, y desea amargamente que puedan descubrir el paradero del horrocrux, para acabar con todo esto. No cree en el arrepentimiento; Fianna cree que todo sucede por una razón, buena o mala, y aunque está enfadada con Regulus y con toda esta situación, no se retractaría. Le encantaría poder mirar seis meses hacia el futuro y ver cómo se resuelve todo. Dios, espera que se haya resuelto para entonces...
Finalmente, Georgia y Prewett quedan en un punto muerto. Georgia es la que se aleja, mirando hacia el lago, observando a Fianna, pero rápidamente desvía la mirada y emprende la marcha hacia el castillo. Si Fianna frunciera el ceño lo haría: su plan era volver caminando juntas, además, parece que Georgia no la ha visto. Decide partir desde el lago, volando hacia el cielo, para poder encontrarse con ella en el colegio.
Fianna llega a tierra nuevamente como humana y camina hacia el Gran Comedor. Es casi la hora de cenar y espera evitar a Regulus si come temprano. Pero, por supuesto, el chico está sentado allí, justo en medio de la mesa de Slytherin, rodeado de sus amigos de una manera que se asemeja a la Última Cena. Fianna se siente tonta mientras lo mira. No quiere dejar de verlo, pero encaja perfectamente en su oscuro mundo de mortífagos, maleficios y asesinatos, incluso cuando no quiere estar involucrado...
Un rey sin siquiera intentarlo, piensa con amargura, como la chica que ha luchado por todo en su vida. La anfitriona, su animaga, todo a la sombra de su hermano maldito. Joder, piensa. Odia sentir lástima por sí misma de esta manera, pero se siente fuera de lugar, perdida entre sus seres queridos y Regulus, y sin sentirse cómoda en ninguno de los dos. Fianna se pregunta si hubiera sido más fácil ser una Squib.
—Hey, ¿dónde estabas antes? —le pregunta Georgia.
—Estuve allí. ¿Quizás estaba demasiado oscuro?
—No —dice ella—. Vi un cisne negro, pero no a ti.
—No lo entiendo... —Fianna arruga las cejas.
—Qué raro —dice Georgia—. Tal vez desapareció cuando te vio, pero estaba ahí. Mira, tienes una pluma negra en el pelo...
Georgia le quita la pluma negra a Fianna, quien la mira con horror. ¿El cisne negro era yo? piensa, empezando a entrar en pánico.
—Ah, Prewett no estaba demasiado enojado —dice Georgia.
—Entonces, ¿eso es bueno?
Las dos se sientan y Fianna toma la decisión estratégica de sentarse de espaldas a Regulus. Georgia habla de su ruptura con Prewett, mientras Fianna está perdida en sus pensamientos...
¿Desde cuándo los animagos cambian de color?
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