𝐞𝐢𝐠𝐡𝐭. what once was


VII —— what once was

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FIANNA NO SABE QUÉ DECIR, pero ¿qué se puede responder a eso? Intenta ponerse en su lugar, imaginar todo lo que él siente... Pero ni siquiera sabe por dónde empezar. Según lo que ha oído acerca de los mortífagos, es la mentalidad la que provoca que se unan al grupo — creerán que los sangre pura son superiores o sentirán desprecio por los nacidos de muggles, y rápidamente se radicalizarán con amigos con una ética similar, hasta convertirse en monstruos que escupen fuego y llevan cuernos demoníacos. Imagina que es igual que cuando su hermano entró en la Orden; sus amigos creían en una cosa, y todos se animaban mutuamente a unirse, a luchar por aquello en lo que creían. Pero, ¿decidir no hacerlo después de haber participado? No puede entender el desgaste mental que eso debe suponer para Regulus.

Lo mira, su rostro muestra una expresión de desesperación y piensa: "Este chico está condenado." Él desvía la mirada, como si tratara de disimular lo disgustado que está, quizá avergonzado por su revelación y el silencio sepulcral de ella. Vacilante, Fianna separa los labios.

—¿Qué... ha pasado?

Regulus la mira con extrañeza.

—No sé a qué te refieres.

—Ya sé que en realidad no te conozco, pero en algún momento habrás creído firmemente en esto —dice Fianna, sintiendo aún un arrebato de nerviosismo, intentando explicar por qué alguien se decidiría en contra de una decisión tan masiva. Voldemort no deja que la gente renuncie, ¿verdad? Esa marca es para toda la vida—. ¿Qué... pasó...?

Se queda en silencio por un minuto.

—No... puedo decirlo.

Fianna frunce el ceño.

—Me dijiste que no querías ser un mortífago, ¿pero ahora tienes un problema de confidencialidad?

—Me refiero a si alguien nos escucha.

Ella hace una pausa y su cabeza gira de un lado a otro, hacia el baño desierto.

—¿Quién?

—Nunca se sabe —responde Regulus.

—¿Pero no acabas de decir...?

—Fianna —los ojos de Regulus se clavan en los de ella y se siente como si la hubieran aturdido. ¿Alguna vez habían tenido un contacto visual tan intenso? Se siente casi incómoda, pero nota los ojos vidriosos y el pánico aún en su rostro. Está aterrorizado. Y Fianna, por mucho que desee no hacerlo, se siente muy mal por él.

—¿Quieres hablar de ello...? —le pregunta en voz baja.

Regulus se encoge de hombros, lo cual le grita a Fianna, sí, pero no quiero admitirlo.

—Vale... —Fianna piensa en su hermano y sus amigos, y en todos los lugares a los que se escapaban. Piensa en viejos pasadizos, en habitaciones secretas al azar por toda la escuela. Pero si un cuarto de baño a kilómetros de distancia del resto del alumnado inquieta a Regulus, cualquier lugar de Hogwarts hará lo mismo. Dios, ¿dónde más podrían haber ido...?

Y se da cuenta.

—Nos vemos más tarde junto a los invernaderos. Treinta minutos después del toque de queda.

—¿Por qué?

—Porque sé un lugar al que podemos ir. Y créeme, nadie nos seguirá ni podrá escucharnos.

Regulus no parece creerle.

🦢

Y ASÍ ES COMO, EL PRIMER DOMINGO DE CURSO, Fianna se encuentra de pie junto a los invernaderos, esperando a que aparezca Regulus Black. Los primeros minutos los pasó mirándolo en el Mapa del Merodeador, sintiéndose tonta y demasiado entusiasmada. Ahora se cruza de brazos, deseando llevar algo más grueso que una rebeca. Como un jersey grande, o una chaqueta, o...

—Lo siento, llego tarde —Regulus sale de la nada. Fianna se estremece y accidentalmente choca contra él. Ella siente su mano sobre su brazo, sosteniéndola, antes de dar un paso atrás—. A mis amigos les costaba muchísimo conciliar el sueño.

—Dudo que se sorprendan al saber que vienes a verme.

Regulus asiente.

—Ya, pero si descubren la razón...

El estómago de Fianna se retuerce, pensando, él realmente no quiere que sepan sobre esto.

—Está bien... Hay que andar un rato —le dice ella.

—No vamos al bosque, ¿verdad?

—¿Por qué, te asusta? No, vamos a la Casa de los Gritos.

Regulus hace una pausa y luego dice:

—¿A que nos de tinnitus...?

Fianna pone los ojos en blanco y dirige la corta caminata hacia el Sauce Boxeador, un gran sauce con mente propia que ataca mágicamente a cualquiera que se le acerque. A causa de esto, la zona de hierba que lo rodea está vacía, aparte de la maleza que no conoce nada mejor. Cuando Fianna pasó antes por esta ruta hacia la Casa de los Chillidos, se transformó en animaga y presionó el nudo en las raíces, inmovilizándolo por completo. Pero, a pesar de los hallazgos de esta tarde, se siente incómoda revelando ese lado de sí misma. Es una pendiente resbaladiza de animaga a Remus es un hombre lobo.

Pronuncia en voz baja el Encantamiento Inmovilizador, y las altas y violentas ramas del sauce se inmovilizan en el aire. A su lado, Regulus está callado, confuso. De hecho, todo el trayecto desde el árbol hasta el túnel y la cabaña transcurre en silencio; Fianna le echa un vistazo por detrás tan a menudo como puede sin que resulte raro, asegurándose de que no está desconcertado o disgustado o, peor aún, llorando otra vez. Finalmente, llegan a la pequeña puerta que conduce a la casa. Fianna la abre y pasan.

—Creía que este sitio estaba embrujado —comenta Regulus en voz baja.

—Oh —Fianna dice, recordando el hecho de que su hermano a veces todavía usa este lugar—. Es raro, los fantasmas son provocados por el ciclo lunar... Todo eso de que las lunas llenas sacan a relucir a los monstruos es cierto.

Regulus se queda en silencio por un momento, hasta que responde con un "ya..."

Claro que es un lugar extraño. Según parece, fue la casa de campo de una familia hace décadas, y los terrenos cubiertos de hierba que subían por la colina hasta la casa tenían hileras de flores y huertos. Remus le contó, la primera vez que la trajeron aquí, que el marido y la mujer se sentían demasiado agobiados por una guerra mágica de algún tipo, y un día se largaron, renunciando a la magia. La cabaña se fue deteriorando y la colina en la que estaba situada estuvo a punto de convertirse en un pantano. Poco a poco, la cabaña se convirtió en una choza.

—Como puedes ver, nadie puede entrar aquí, y nadie querrá entrar. Así que... si quieres hablar de algo, yo soy la única que escucha.

Tal vez lo expresó de manera extraña, porque él mira hacia otro lado, como si estuviera herido.

—No se lo puedes decir a nuestros hermanos —dice él.

—Lo prometo —Fianna cruza los dedos sobre su corazón.

—En serio, si alguien se entera...

—Hazlo con el meñique, junto con el mío —dice Fianna, juntando los meñiques a modo de ejemplo. Vuelve a levantar la mano—. Es una promesa de meñique, da mala suerte romperlas.

Regulus levanta una ceja.

—¿Esto es alguna mierda muggle?

—Sí. Hazlo.

Él la mira, aprensivo, antes de ceder por fin y enlazar lentamente su dedo meñique con el de ella. Por primera vez desde que empezó toda esta artimaña, se han tocado por voluntad propia, no por el deseo de parecer enamorados. Fianna intenta ignorar este pensamiento, confusa.

—Y bien, cuéntame —se aleja Fianna. Se sienta en el suelo, sobre uno de los cojines que su hermano y sus amigos dejaron aquí hace tiempo. Gracias a Dios que el clima de septiembre aún no se ha vuelto frío, porque se estaría congelando sin sus plumas.

—Este verano, el Señor Tenebroso me encomendó una tarea —dice Regulus, sentándose a su lado. Fianna asiente, callada—. ¿Has oído hablar del Armario Evanescente?

—No, pero puedo deducir lo que es...

Regulus pone los ojos en blanco.

—Son dos por par, como los cisnes.

Fianna se queda muy, muy quieta ante ese comentario.

—Cuando colocas un objeto en uno de los armarios y cierras la puerta, el objeto se transporta hasta el otro armario. No obstante, el otro armario puede estar a cientos de kilómetros de distancia, por lo que da la impresión de que el objeto ha desaparecido —explica Regulus—. De todos modos. Es una pesadilla conseguirlos, porque la magia que utilizan está al borde de la ilegalidad, por lo que todos los que se encuentran ahora están rotos. Pero, si funcionan, son muy útiles para transportar cosas, o personas, en secreto entre dos lugares.

Fianna cree entender lo que quiere decir.

—El Señor Tenebroso quería que le arreglara uno, para poder viajar dentro de Hogwarts sin problemas. Él... —hay una larga pausa. Fianna observa la cara de Regulus, vacilante. Casi se acerca para tocarle la mano y decirle que puede confiar en ella. Piensa, controlándose—. Él quiere apoderarse del colegio y matar a Dumbledore.

¿Qué?

—Piensa que si lo quita del camino, no habrá nadie que pueda detenerlo —dice Regulus.

—¿Y él te dio esta tarea? —dice Fianna—. Es... mucho para ti.

—Habría estado bien, supongo, pero pasó algo este verano que me hizo cuestionarme las cosas.

Fianna levanta una ceja.

—¿Qué, más que el asesinato de Dumbledore?

Regulus se encoge de hombros.

—No me cae bien, en realidad no me importa si muere —dice. Fianna parpadea, pero, sin inmutarse por su propio comentario, continúa—. Hace unas semanas, el Señor Tenebroso me pidió prestado a mi elfo doméstico.

—¿Kreacher?

—¿Sabes su nombre? —dice Regulus, y luego frunce el ceño, respondiendo la pregunta él mismo—. Ah, por Sirius.

Fianna asiente.

—En fin. Dejé que se llevara a Kreacher y no le di importancia... hasta la noche siguiente —dice Regulus. Hace una pausa que a Fianna le parece un poco dramática. ¡Escúpelo de una vez!—. Kreacher volvió, pero apenas estaba vivo... Intentó matarlo, Fianna —Fianna siente que esto es un poco hipócrita, con todo eso de comer de la mano de la muerte—. Y sé que no es descabellado creer que diera por muerto a un elfo doméstico, me disgusté, claro, pero luego, Kreacher me contó por qué el Señor Tenebroso había hecho eso...

—... ¿Y por qué?

—Estaba probando la seguridad de su escondite —contesta Regulus.

—¿Una sala secreta como las de Hogwarts?

Regulus niega con la cabeza.

—No... Un escondite para su Horrocrux.

A Fianna se le cae el estómago.

¿Horrocrux?

Asiente con la cabeza.

—El Señor Tenebroso usó algún hechizo sobre Kreacher, así que no sabe adónde fueron. Pero la razón por la que ha sido invencible hasta ahora es porque tiene un Horrocrux escondido en alguna parte. Y hasta que ese objeto sea destruido...

—Nadie ni nada podrá matarlo —acaba Fianna.

Regulus asiente.

Fianna se queda callada un momento, luchando por asimilar todo esto. Voldemort, usando una magia tan antigua, tan... aborrecible, que ha sido excluida de los libros de texto. Piensa en el Cuento de los Tres Hermanos, la vieja historia infantil sobre las Reliquias de la Muerte, y en el hermano del cuento que pidió ser inmortal. Fianna nunca ha visto una imagen de Voldemort, sino que le han hablado de su aspecto, antaño hermoso, que con el tiempo se ha distorsionado hasta convertirse en un extraño rostro cadavérico. Ella siempre supuso que tenía algo que ver con la magia oscura que destruía su cuerpo, pero si anda por ahí, con el alma partida en dos, eso tiene aún más sentido.

—Yo... no sé qué decir —suelta ella.

—Lo sé, yo también luché sobre qué hacer al respecto...

—¿Qué quieres decir con eso?

—Bueno, no puedo impedir arreglar este Armario Evanescente, pero por otro lado, no puedo fingir que no sé que este hombre está usando un Horrocrux...

Fianna le mira, aprensiva.

—Sé que vas a odiar esto... Pero creo que tenemos que contárselo a la Orden...

Regulus se ríe. En realidad se ríe de esta sugerencia.

—En absoluto —dice Regulus—. Es un milagro que no se haya dado cuenta de que Kreacher sobrevivió y haya recordado lo suficiente como para que yo me dé cuenta del resto. Me matará.

—¿Ni siquiera a tu hermano?

Regulus se queda en silencio por un minuto.

—No puedo hacer eso, Fianna.

—Vale... —Fianna frunce—. ¿Quieres hacer algo al respecto?

—¿Qué puedo hacer? —dice Regulus—. Ni siquiera sé por dónde empezar a buscar...

—Ya nos las apañaremos —murmura Fianna.

Las cejas del chico se fruncen.

—¿Nos?

—Sería una putada por mi parte saber todo esto y no ayudarte —le dice, encogiéndose un poco de hombros—. Además... Supongo que siempre esperé que vieras la luz del día.

Se miran por un momento; Fianna siente como si el mundo se hubiera detenido, todo lo que rodea a Regulus se vuelve borroso en su visión, ya no es importante. Su corazón se acelera y piensa: ¡BASTA!

—Todavía no significa que quiera hablar con mi hermano —dice Regulus, rompiendo la paz.

Fianna pone los ojos en blanco.

—Ya entrarás en razón.

Deciden volver andando al colegio y reencontrarse en algún momento de la semana, cuando tengan ocasión. Fianna piensa en el tiempo que ha pasado con Regulus en esta primera semana de clases; cree que es la mayor cantidad que jamás han pasado juntos. Es extraño, piensa, teniendo en cuenta lo unidos que están sus hermanos mayores. Pero aun así, se levanta para empezar a caminar por el túnel, de vuelta al colegio y, por fin, a su cama.

—Me sorprende que tu hermano te haya dejado venir aquí —dice Regulus.

Fianna siente como si el mundo entero se hubiera detenido.

—... ¿Por qué dirías eso? —pregunta, tratando de actuar con calma.

—Parece sobreprotector —dice Regulus—. No pensé que te quisiera cerca en las lunas llenas, eso es todo.

A Fianna se le cae el estómago.

—Um... No hay razón para que él...

Regulus la mira divertido.

—Sé que es un hombre lobo, Fee —le dice. Si su mundo no se estuviera desmoronando, estaría teniendo una crisis por Fee—. Y que tú eres una animaga. ¿Por qué si no habría hecho todas esas referencias a los cisnes?

—No se lo has dicho a nadie, ¿verdad? —dice Fianna, con los ojos muy abiertos—. Me da igual lo mío, ¿pero sobre Remus?

—No, nunca. Lamentablemente todavía me preocupo un poco por Sirius.

—¿Cómo lo descubriste? —ella pregunta.

—Mi hermano no es exactamente sutil. Y no lo sé... Supongo que noto cosas sobre ti.

¿Qué? piensa.

—Soy bastante divertida, supongo —dice Fianna, incómoda—. Pero, ¿por qué hacías todos esos comentarios? ¿Sólo querías torturarme?

—Me gustaba verte retorcerte —se encoge de hombros—. Sádico, lo sé, lo siento.

—Masoquista, más bien —refunfuña—. Es lo que te vas a hacer de rogar si le cuentas a alguien lo de Remus —Regulus alza las cejas, divertido. Fianna lo mira mal—. No bromeo. Encontraré la forma más traumática y dolorosa de matarte, y lo haré dos veces. Te resucitaré sólo para matarte otra vez.

—Eres tan Gryffindor —él rueda los ojos.

—Pelea conmigo, Black —dice Fianna.

Él le sonríe, de un modo que le borra el ceño de la cara. No quiere hablar de ello, ni siquiera quiere pensar en el extraño giro que ha tomado la conversación. Primero, estaban hablando de cómo Voldemort se mantiene invencible y, después, ¿Regulus estaba... flirteando con ella? No sabe qué pensar... aunque, por supuesto, gracias a su horrible y jodida falsa relación, ni siquiera puede pedir consejo a otra persona. Esto es una pesadilla, su vida se ha convertido en un desastre perverso de lo que una vez fue.

Se suponía que este año iba a dedicarse exclusivamente a las actividades de delegada, y tal vez a algunos partidos de quidditch. Conseguiría sus ÉXTASIS, descubriría los próximos pasos en su vida. Quizá conocería a un chico guapo, si llegaba el momento. ¿Pero ahora? La princesa popular tiene cosas mucho más importantes que hacer que el Baile de Navidad o tener citas falsas.

Fianna Lupin tiene que ayudar a Regulus Black a matar a Voldemort.

Fianna tiene que destruir un Horrocrux.

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