4. "Es una estatua."

Haeran.

Su nombre le calzaba por completo ya que sonaba misterioso y helado como él. Si le había escuchado decir dos palabras desde que llegó sería decir mucho. Haeran actuaba como un guardia más del castillo, su expresión vacía y pose firme en todo momento. Me seguía, siempre en silencio, su mirada cargada de desinterés. Y no me lo esperaba, porque en los dos primeros encuentros que habíamos tenido, él había sido frío, pero había hablado bastante. E incluso había llegado a ser muy retador. Este Haeran que ni siquiera me miraba, me hacía sentir sola.

—Tengo que preguntarlo, Arlene. —La voz de Jana me sacó de mis pensamientos.

Jana no se molestó en ocultar su emoción cuando vio que ya tenía a mi vampiro. Ambas estábamos montando Visens: Caballos modificados con magia y sangre vampírica para hacerlos más resistentes y rápidos. La mayoría de las familias con poder del reino eran entrenadas desde la infancia en ellos. Jana y yo amábamos las cabalgatas nocturnas. Me quedé observando el cielo estrellado frente a nosotras, estábamos en un acantilado que daba la mejor vista al Mar Oscuro. Una hermosa luna llena iluminaba todo, la brisa del mar nos revolvía el cabello y lo enviaba volando hacia atrás.

—Si es una pregunta inapropiada, ahórratela.

Jana sonrió. El brillo en sus ojos era todo lo que necesitaba para saber que sería algo indiscreto. Ella se inclinó un poco hacia mi lado, los Visens gruñeron un poco ante la cercanía, no les gustaba acercarse mucho.

—¿Lo deseas?

Abrí los ojos de manera exagerada y le pellizqué el brazo, ojeando detrás de nosotros donde Haeran permanecía en un caballo como el resto de los guardias. Él mantenía esa expresión impasible, ese silencio.

—¡Él puede escucharte! —reclamé—. ¿Se te olvida que es un vampiro?

—¿Y? —Ella se encogió de hombros. Olvidaba lo imprudente que era la princesa de Erastia—. Es... no sé como explicarlo, es diferente, toda su aura es...

—Es una estatua. —Terminé por ella y me giré hacia el mar de nuevo.

—¿Duerme contigo?

—Jana.

—¿Te arropa y te cuenta algo antes de dormir?

—Para.

—¿Qué? Ay, vamos, no me puedes culpar por mi curiosidad. Lo más entretenido que ha pasado en el palacio en estos días, ha sido otra aventura de mi hermano.

—¿Otra vez? —Suspiré—. Vaya, el príncipe Dregan no pierde tiempo.

Jana entrecerró los ojos.

—No te hagas la desinteresada, Arlene. Aunque, nunca lo admitas, sé que algo pasó entre ustedes.

Me lamí los labios y aparté la mirada porque ella tenía razón, pero no quería pensar en eso.

—No sé de que hablas. —Fingí un tono ofendido—. Por lo menos, tu hermano tiene vida social, el mío vive ahogado en el 'bien del reino'.

—Papá dice que es el mejor guardia real del reino, deberías estar orgullosa.

—Lo estoy. —Otro suspiro—. Es solo que... no sé, quisiera que él tuviera vida fuera de todo eso. Siempre llega con manchas de sangre en su uniforme, en sus zapatos y su mirada... es como si se apagara cada vez más. Ya no recuerdo la última vez que lo escuché reír.

La expresión de Jana se contrajo, la seriedad abriéndose paso en su tono:

—Es uno de los mejores guardias del reino, sin mencionar sus habilidades de pelea. Humanos como él fueron los vencedores en la guerra, Arlene. No olvides que estamos aquí hoy porque muchos hicieron el trabajo difícil, lucharon hasta morir o hasta perder mucho como lo hizo tu padre. El deber es una carga, sin embargo, alguien tiene que llevarla.

—Ya suenas como la reina de Erastia.

—No, eso le corresponde al infame mujeriego de mi hermano.

—¿De verdad dejarás que él reine? —Alcé las cejas—. Porque hasta ahora, en lo único que Dregan parece reinar, es en los agujeros de todo el reino.

—¡Arlene! —Jana soltó una carcajada y me le uní por unos minutos.

Volví a suspirar, era hora de irnos.

—De verdad creo que serías una buena reina, Jana.

Ella se quedó callada por unos segundos, ella también lo sabía.

—Para reinar se necesita más que un buen corazón, Arlene. —Sus ojos se apagaron un poco—. Necesitas una frialdad... una dureza que no creo poseer.

—¿Y tu hermano sí?

—Cuidado. —Me advirtió en un tono juguetón—. ¿Te atreves a cuestionar al futuro rey? Eso suena a traición.

—Dregan no me asusta.

Jana alzó una ceja.

—¿Ah no?

—No. —Advertí porque sabía a donde iba con eso. Ella alzó las manos en el aire.

—No he dicho nada.

Ambas tomamos las riendas de los Visens y los giramos para comenzar el camino de regreso. Le pasé por un lado a Haeran sin mirarlo en lo absoluto, no me interesaba ver su rostro sin emociones de nuevo.

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Esa sonrisa en la oscuridad...

Manos heladas se enroscaron alrededor de mi cuello con fuerza. Jadeé, luchando y arañando hasta que sentí que me quedaba sin aire por completo y el ardor se extendió por mis pulmones. No, no. Me estremecí, atrapada en un circulo de dolor, me estaba muriendo.

—¡Señorita! —Un par de manos cálidas me sacudieron y emergí de esa horrible pesadilla. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, mechones de cabello empapado de sudor se pegaban alrededor de mi rostro. Levanté la mirada y reconocí al guardia que usualmente resguardaba del otro lado de la puerta—. ¿Está bien?

Asentí como pude mientras él me ayudaba a levantarme un poco hasta que quedé sentada en la cama.

—Pensé que algo muy malo había pasado —comentó el guardia—. Los gritos... y... —él ojeó por encima de su hombro, en dirección a esa esquina semioscura donde estaba Haeran de pie como una estatua.

—Estoy... —dije sin aliento—, bien, puedes... retirarte.

—¿Está segura de que no necesita agua o algo?

—Estoy bien —repetí.

El guardia le dio otra mirada asesina a Haeran antes de salir y dejarnos solos. Me le quedé viendo y apreté las sabanas sobre mi regazo porque por lo menos esperé que tuviera la decencia suficiente de despertarme si me escuchaba gritando por una pesadilla. ¿Qué tan helado era su corazón?

«No tiene uno», casi pude escuchar a Jarlen decir eso.

—Odias estar aquí... —aún estaba emotiva por la pesadilla, había sido horrible e imaginar que él me vio sufriendo de esa forma y no hizo nada me dolía—. Odias estar a mi lado.

Silencio. La luz de luna que se colaba por la ventana le iluminaba la mitad del rostro.

—Mi hermano tiene razón —dije con rabia—. Los de tu especie no tienen corazón, todo este tiempo estuve defendiendo lo imposible.

Haeran dio un paso fuera de la oscuridad y ahora la luz de la luna lo alumbraba por completo, todo: su camisón blanco cubierto por la chaqueta oscura del uniforme de servicio, sus pantalones negros y las botas del mismo color. Esa cara ruda, que me había parecido tan intrigante la primera vez que lo vi, conservaba su expresión indiferente. Esperé que dijera algo, pero se quedó ahí, esta vez su mirada estaba fija sobre mí y eso me puso nerviosa.

Mientras más me calmaba, más estúpida me sentía por hacerle un reclamo que a él obviamente le resbalaba.

—Pierdo mi tiempo reclamándote, no volverá a pasar. —Me dejé caer sobre mi espalda y me arropé hasta el cuello.

Y entonces, escuché los pasos, el choque de sus botas con el suelo me hizo sentarme de nuevo y en pánico, lo vi llegar al final de mi cama y luego subirse, arrastrándose hacia mí sobre sus manos y rodillas. Me tomó tan desprevenida que ni siquiera pude gritar, solo pegarme a la cabecera de la cama para alejarme de él.

Haeran se detuvo hasta que su rostro estuvo a solo centímetros del mío, hasta que sus manos descansaban sobre la cama a los lados de mis piernas. Él estaba prácticamente encima de mí sin tocarme. Esos ojos oscuros encontraron los míos y él levantó una mano hacia mi rostro, esperé el contacto que nunca llegó y vi como su collar se iluminaba en la parte izquierda y amenazaba con clavarle una aguja metálica dolorosa, era lo que pasaba si él desobedecía... una orden.

—No puedo tocarte —afirmó. Su voz profunda y ronca me recorrió todo el cuerpo.

Él... no podía tocarme porque en los calabozos se lo ordené y lo había olvidado por completo. Me quedé sin palabras, la vergüenza calentando mis mejillas porque le había hecho todo un espectáculo cuando él literalmente no podía tocarme para despertarme.

Ah, tenerlo tan cerca tampoco ayudaba con el calor que ahora no solo estaba presente en mis mejillas.

—Quita esa orden... —Su tono de voz bajó un poco como si quisiera persuadirme.

—Si la quito, no sé que podrías hacerme.

—¿Tanto me temes?

No dije nada así que él siguió:

—No puedo matarte, el collar no me dejaría —explicó, su mirada bajando a la piel expuesta de mi clavícula.

—Matarme no es la única cosa que puedes hacerme.

—¿Qué más puedo hacerte?

Acariciarme, morderme, lamerme, tocarme... y... Ahí detuve mi imaginación.

Evitando su oscura mirada, moví mis piernas a un lado y me levanté de la cama. Mi largo vestido de dormir me rozó los talones mientras me dirigía al balcón. Necesitaba aire fresco, desintoxicarme de la cercanía de Haeran, no sé que era lo que él tenía, que cada vez que se me acercaba así me descontrolaba todo.

Al salir al balcón, la brisa nocturna me recibió y me abracé, frotando mis brazos. Me quedé viendo la preciosa luna llena. La vista no era nada comparada a la del acantilado, pero nuestros jardines eran gigantescos y muy bonitos. Silencioso, Haeran apareció a mi lado. Luché por mantener mis ojos al frente, sin embargo, me ganó la curiosidad y lo miré. Y lo que vi me hizo contener la respiración.

Por primera vez desde que había llegado a mí, su expresión había cambiado. Había magia en la forma en la que observaba la luna, el brillo en sus ojos, el anhelo en su expresión. Me quedé muy quieta porque no quería interrumpir su momento. Lo que fuera que él estuviera recordando o pensando, parecía dolerle mucho o causarle mucha nostalgia. Y dudé, quizás él sí tenía corazón y yo no era merecedora de conocerlo.

—¿Extrañas tu... hogar? —Fue una pregunta estúpida.

—No tengo un hogar.

—¿Dónde vivías antes de venir aquí?

—¿Por qué te lo diría?

—No lo sé, solo intentaba saber un poco más de ti.

Haeran bajo la mirada como si volviera a la realidad, y luego me ojeó con indiferencia, su voz fue firme y helada:

—Puede que cargue con tu cadena en mi cuello, pero jamás seré tuyo.

La determinación en su voz era tan clara como la luz de luna que nos iluminaba a ambos. Y por unos segundos, reinó el silencio. Apreté la barandilla del balcón, y mantuve la vista sobre los arboles de cerezos en la distancia del jardín, eran mis favoritos. Podía sentir su mirada sobre mí, quemaba y tentaba, aún así, no lo miré cuando lo dije:

—No quiero que seas mío —dije fríamente—. Solo eres un sirviente más, así que no te hagas ideas equivocadas.

—¿Se te acelera el corazón de esta forma con todos tus sirvientes?

Tragué con dificultad y me giré para enfrentarlo.

—Tuve una pesadilla, aún estoy un poco asustada, es todo.

—Miedo no es lo que he olfateado cuando me acerco a ti, Arlene. —Mi corazón se desbocó aún más al oírlo decir mi nombre.

—No te he dado permiso de usar mi nombre.

Haeran abrió la boca para decir algo, pero luego arrugó la nariz y sus ojos volvieron al jardín. Seguí su mirada, pero no vi nada hasta que un Visen emergió de las sombras cabalgando a toda marcha, sobre el venía alguien inclinado hacia adelante como si apenas se sostuviera, reconocí el uniforme, su cabello y el resto de él: Jarlen.

No... no...

Corrí dentro de la habitación y bajé las escaleras lo más rápido que pude. Los guardias de los pasillos me siguieron alarmados, abrí la puerta principal justo en el momento en el que mi hermano cayó del Visen al suelo.

—¡Jarlen! —Chillé, todo mi cuerpo se tensó, sentí un vacío en el estomago al arrodillarme a su lado—. ¡Jarlen!

Él había caído boca abajo así que lo volteé y de inmediato, la sangre me manchó las manos, el vestido de dormir, todo. Había demasiada sangre, no, no. Con manos temblorosas, tomé su rostro entre mis manos, estaba pálido, sus ojos cerrados y su boca entreabierta. Me acerqué para confirmar que aún respiraba y busqué la herida. Jadeé al bajar el cuello de su uniforme y ver la piel... eran marcas de garras, heridas muy profundas, de esas que te desangran en minutos. Quería gritar y llorar, pero tenía que mantener la calma por él.

—¡Busquen al sanador! —Ordené, usando mis manos para hacer presión contra la herida. Los guardias compartieron una mirada—. Vamos, Jarlen, resiste. ¡Muévanse!

—El sanador está en el otro reino —respondió el guardia.

Eso me rompió el corazón, no sabía que hacer. Mis padres no estaban y este no era el tipo de herida se podía vendar y ya, ¿Qué puedo hacer? ¿Qué hago? Piensa, piensa, Arlene.

—Puedo salvarlo.

La voz de Haeran vino del lado opuesto de los guardias. Eché un vistazo por encima de mi hombro. Él no parecía inmutarse ante la situación, mantenía esa pose de estatua sin expresión alguna.

—¿Cómo?

—Tú lo sabes.

Sangre... Si Haeran le daba un poco de su sangre, solo un poco.

—Hazlo.

Haeran se arrodilló detrás de mí y acercó su boca a mi oído.

—Quiero algo a cambio.

—Hazlo o te lo ordenaré con el brazalete.

—Desobedeceré, aguantaré todas las agujas y tu hermano igual morirá.

Observé le rostro pálido de Jarlen.

—¿Qué quieres?

—Tu sangre.

Lo sabía.

—De acuerdo.

—No, júralo.

—Lo juro, Haeran, te dejaré tomar mi sangre. Ahora, por favor...

Haeran pasó su brazo por encima de hombro y vi como de una herida en su muñeca goteaba sangre que aterrizaba en los labios entreabiertos de Jarlen. Esos minutos fueron eternos hasta que el color volvió al rostro de mi hermano y las heridas dejaron de sangrar. Haeran volvió a su lugar y los guardias se quedaron muy callados en un silencio sepulcral.

—Ni una sola palabra de esto a nadie —ordené.

—Sí, señorita.

Jarlen estaría bien, tenía que estarlo. Ojeé a Haeran por un momento y por segunda vez desde que había llegado aquí, su expresión no era vacía, su rostro estaba estirado en victoria y arrogancia, era un depredador que había encontrado una forma de probar la presa que había estado fuera de su alcance todo este tiempo. 

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Nota de la autora: Vampirito aprovechándose de la situación entrando al chat. 

¿Cómo están? ¿Cómo me los trata la vida? ¿Andamos al estilo Jarlen apenas sobreviviendo? ¿Al estilo Arlene distraída por la vida? ¿O a lo Jana que se goza todo el chisme? 

Also, Haeran... 

Se les quiso,

Muakatela,

Ariana G. 


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