35. "¿No le temes a la muerte?"

(35)

JANA

Era una pesadilla.

Vivir todo esto de nuevo después de que habíamos luchado tanto y de haber sacrificado nuestras vidas por la paz y la libertad de la humanidad se sentía como una bofetada del destino.

Guerra...

Gritos de dolor...

Llanto de aquellos que han perdido un compañero, alguien que aman...

Lágrimas de ira...

Observé desde la distancia el campo de batalla, el chirrido de las espaldas al chocar, y el sonido de los puños al estrellarse inundaba todo el lugar. Deseé que mi poder no fuera tan inútil para estos momentos, no era buena en combate cuerpo a cuerpo y por más que entrenara con Jarlen, nunca pude desarrollar habilidades de esa forma. Ahí envidiaba a Arlene, cuando le devolví los recuerdos de su primera vida y noté todas las cosas que ella podía hacer con el Kol, me quedé sorprendida. Pero no todo su poder venía del Kol, Arlene era capaz de manejar esa energía porque su cuerpo y su voluntad eran fuertes. Se necesitaba una dureza y una resistencia sobrehumana para controlarlo y ella había nacido con ello.

Una gota de lluvia me cayó en el antebrazo, alcé la mirada para ojear el cielo que ya estaba completamente oscuro por nubes que resplandecían con relámpagos de vez en cuando.

—Su majestad, deberíamos volver al palacio —sugirió uno de los guardias reales a mi lado.

Su recomendación ardió un poco porque confirmaba que mi presencia no era necesaria en esta batalla, era una simple observadora.

—Mis soldados están peleando, dando su vida, ¿crees que me incomoda la lluvia? —pregunté mientras empezaba a lloviznar.

Me quedé viendo la forma sutil y rápida en la que Jarlen usaba sus dos espadas, cortando cabezas y apuñalando cuellos a una velocidad increíble. Era un guerrero excelente y eso lo ponía en peligro porque estaba segura de que sería objetivo de Caos II tarde o temprano.

—La reina cobarde —murmuró una voz que conocía muy bien.

Valer... la mano derecha de Caos II estaba de pie a unos cuantos metros de distancia. A su lado, estaba Afya, otra fiel seguidora del bastardo rey vampiro. Los soldados a mi alrededor su pusieron a la defensiva, alertas.

Quise devolverles un insulto, pero no pude. Llegué a considerarme su amiga en mi segunda vida, pasé mucho tiempo con ellos y con Haeran ya que eran el círculo de confianza de Caos II.

—¿Qué hacen aquí? ¿Vinieron a matarme? Eso no detendrá la guerra —dije, ya cansada de todo este desastre.

—No podemos matarte —dijo Afya—. Lo sabes.

Claro, ese era un privilegio que solo tenía el bastardo.

—¿Entonces?

Ellos compartieron una mirada.

—¿Por qué lo hiciste? —Afya me miró directamente a los ojos—. ¿Todo fue una mentira?

Querían respuestas, y no los culpaba, no sabíamos si íbamos a sobrevivir esta guerra. Dejar cosas pendientes no era lo ideal.

—Hice lo que debía por la humanidad.

—No te estoy preguntando sobre las cosas que debías hacer como reina, quiero saber si Jana, la persona en ti, nos consideró sus amigos en algún momento, o solo fuimos juguetes para ti.

Me quedé callada.

Valer se dio la vuelta.

—Te dije que venir aquí era una perdida de tiempo.

Afya me dio una última mirada decepcionada antes de darse la vuelta. Ya no tenía nada que perder.

—¡Si fue real! —Les grité. Ambos se detuvieron, sin girarse—. Las charlas hasta el amanecer, los entrenamientos agotadores y las risas en los bailes. Todo fue de verdad y sí los consideré mis amigos.

Afya se giró hacia mí de nuevo.

—Entonces, ¿por qué nos traicionaste? ¿Por qué dejaste que nos esclavizaran?

—¡Porque mi especie estaba esclavizada! Porque nos consideraban inferiores y porque mataban sin escrúpulos. No puedes culparme por hacer lo que debía por ellos, tú habrías hecho lo mismo, lo sigues haciendo por tu rey.

Afya tensó la mandíbula.

—Vete de aquí, Jana. Huye lejos porque lo que Caos II tiene preparado para ti es mucho más cruel de lo que piensas.

—No.

Ella bufó y se rio un poco.

—Por supuesto, sigues siendo una testaruda.

—Y tú una sentimental detrás de esa pared fría que muestras.

Valer sonrió.

Y por unos segundos, quise que no estuviéramos en bandos contrarios, quise pensar que volvíamos a ser esos dementes inmaduros que se hacían bromas pesadas en el castillo de Caos II. Sí, fui capaz de vivir esos momentos porque Caos II tenía sus hilos sobre mí, y me permitía olvidar la miseria en la que vivía mi pueblo. Pero la amistad con Valer y Afya nunca fue parte de lo falso, fue un respiro honesto de todo.

¿Era mucho pedir un mundo donde pudiéramos coexistir? ¿Vivir en paz? ¿Qué más debíamos perder para lograrlo?

—Buena suerte, Jana —dijo Afya antes de que ambos desaparecieran.

Me quedé viendo el lugar donde habían estado hace unos segundos.

Y me sentí como una tonta por soñar lo imposible.

#


ARLENE

Vampiros vs humanos.

El rey furioso que ahora enfrentaba representaba a los vampiros, mientras que yo era el escudo de la humanidad. Esto se decidía aquí y ahora, no más rodeos, no más muertes innecesarias con una guerra que prometía durar mucho más que la anterior. Daría mi vida por terminar todo esto aquí mismo.

Caos II volvió a atacarme, esta vez sin frenarse, cada puño más rápido que el anterior y alcanzó a golpearme antes de que pusiera distancia entre nosotros. Sin embargo, él no me dejó recuperarme y sacó su daga, el largo filo me rozó los brazos y el cuello, dejando cortadas leves, pero dolorosas. Ya no había tiempo para analizar su estilo de pelea, tenía que darlo todo, no había vuelta atrás.

Expulsé una onda de Kol que le obligó a retroceder. Y enfoqué toda mi energía en mis manos. Caos II se enderezó con lentitud, sus dedos se rodearon de ondas rojizas de poder. Gruñí y corrí hacia él, era momento de tomar la ofensiva. Nuestros puños se encontraron en el aire y una onda de choque nos sacudió a ambos. Él intentó darme con su antebrazo y me agaché, dándole en el estómago. Caos II tosió sangre y me agarró de la trenza de mi cabello para lanzarme a un lado.

Volví a atacarlo y la pelea se aceleró hasta que los dos tuvimos que dar unos pasos atrás. Ambos recibimos golpes untados de energía y sangre nos goteaba de la nariz, teníamos los labios rotos y al ser golpes con poder, el residuo que quedaba en la piel no nos dejaba sanar. Mi pecho subía y bajaba, y Caos II no estaba mucho mejor.

Gotas frías empezaron a caer sobre mí y alcé la mirada para confirmar el cielo oscuro: lluvia.

Caos II sonrió como un loco.

—El destino me favorece —dijo al extender su palma donde aterrizó una gota de lluvia que él envió hacia mí a una velocidad que no pude esquivar y me cortó la mejilla.

De inmediato, me rodeé de un escudo de Kol porque si él podía controlar el agua de esa forma, estaba en clara desventaja. Lo observé a través del azulado acuoso Kol mientras sonreía y volvía a caminar a un lado.

—¿Crees que eso puede detenerme? —Más gotas de lluvia cayeron y él las detuvo en el aire, ojeándome, apuntándome—. Tienes demasiada confianza en el Kol, Arlene. Podría cortarte hasta que te desangres.

—Hazlo.

Caos II se detuvo y se giró por completo para mirarme.

—¿No le temes a la muerte?

—No, si pudieras cortarme, ya lo habrías hecho —dije con arrogancia—. Quieres hacerme dudar de mi escudo para que crea que no sirve de nada y lo desactivé, ¿no? Entonces, ahí me atacarías.

Caos II dejó de sonreír y apretó su mandíbula.

—Eres una criatura muy molesta.

—Soy la única que puede ver a través de esos hilos rojos que usas para manipular a todos.

—Ya me cansé de jugar. —Él dejó caer las gotas y levantó la mano de golpe.

La tierra bajo mis pies se estremeció y se elevó, salté hacia atrás evitando el muro de arena en el que él quería envolverme. Mi brazo ardió y al girarme, me di cuenta de que él había usado la arena para distraerme y que fuego oscuro ahora quemaba mis ropas de ese lado, exponiendo mi piel.

Rápidamente, me lancé al suelo y rodeé hasta apagar la llama y salté de pie de nuevo, creando agujas de Kol que le lancé de diferentes direcciones. Él tampoco pudo esquivarlo y alancé a clavarle docenas de ellas.

Caos II gruñó y corrió hacia mí, mi escudo me protegió de su ataque, pero no de su daga que parecía cortar a través de todo. Él fue directo por mi garganta y detuve el filo de la daga con una mano. Gemí adolorida al sentirla cortando la piel de mi palma. Lo pateé para alejarlo de mí, y perdí mi escudo porque ya me estaba drenando.

Volvimos a atacarnos: golpes y ondas de energías iban y venían entre los dos. Estaba drenada, mi cuerpo no podría seguir por mucho tiempo, usar tanto Kol era agotador y las heridas que él me causaba, no sanaban, había perdido mucha sangre.

Así que me preparé para mi ataque final, reuní todo el Kol que pude y salté hacia él, cayendo encima y golpeándolo una y otra vez hasta que lo agarré del cuello y clavé mis garras de Kol, rompiendo piel. Caos II gruñó furioso y desesperado, y expandió su energía para enviarme por los aires hasta que me estrellé con un árbol.

Apenas, pude ponerme de pie cuando lo tuve frente a mí, alcanzó a enterrar la punta de su daga en mi pecho y agarré el filo con ambas manos deteniéndolo. Caos II estaba usando toda su fuerza y yo también. La daga se enterró un poco más, grité de dolor. No podía más, dudaba que pudiera detenerlo, el núcleo de Kol estaba en mi pecho y Caos II parecía saberlo.

Lo miré, encontrándome con la rabia y la determinación en su expresión.

¿Este es el final?

Pensé que estaba preparada, entonces, ¿por qué tengo tantas ganas de vivir? ¿Por qué ahora me inunda el anhelo de ver a Haeran una vez más? Quiero decirle que lo quiero, que sin importar la cantidad de vidas que tenga, en todas lo amaría, porque tengo muchos arrepentimientos, pero él nunca ha sido uno de ellos.

La daga se enterró un poco más en mi pecho, su punta rozando el núcleo del Kol, una vez que lo atravesara, sería mi fin. Tosí sangre y Kol que goteó de mi mentón, hice una mueca de dolor, mirando a Caos II directo a esos malditos ojos que disfrutaban de la muerte y la destrucción que dejaba a su paso.

—Fuiste una oponente maravillosa —murmuró, agotado—. Puedes morir con la cabeza en alto, Arlene Willsborg.

El dolor se extendía de mi pecho a mis extremidades. Sonreí, jadeando por aire y luchando por mantenerme despierta.

Pensé en las tardes calurosas tomando el té con Jana, en mis peleas tontas con Jarlen, en las bromas de Ellary cuando le dije que me gustaba Haeran, en la primera vez que Haeran sonrió frente a mí y me robó el aliento.

¿Esto es morir? ¿Anhelar los momentos más mundanos y simples que tuviste con las personas que amas?

Por ellos...

Por que vivan en libertad...

Porque tengan una larga vida.

No tengas miedo, Arlene.

Murmuré algo sin sentido y Caos II se acercó para escuchar. Entonces, lo jalé del filo, terminando de enterrar la daga que atravesó mi núcleo y de inmediato, usé el brote de fuerza del Kol al ser atacado y creé puntas afiladas de energía azulada para enterrarlas en el pecho de Caos II y arrancarle el corazón.

Su rostro quedó petrificado en sorpresa absoluta, mientras mi mano sostenía su corazón que dio un latido más antes de que quedarse muy quieto.

Entonces, el rey vampiro se tambaleó hacia adelante, soltando la daga que me había destruido y su frente se estrelló contra mi pecho que no dejaba de expulsar sangre y Kol de mi núcleo. Su leve risa hizo eco en la lluvia.

—Morimos juntos, Arlene Willsborg —susurró—. Que destino tan cruel.

Y cayó al suelo sin vida.

Sonreí... porque lo había logrado, esta vez no habíamos dormido a Caos II, lo había eliminado. Usé el Kol que escapaba de mi pecho para desvanecer cada parte de él y volverlo ceniza, no podía dejar nada que se regenerara. Sería mi última acción para asegurarme de dejar todo en paz.

Al terminar, caí hacia adelante, mi cuerpo aterrizando en un charco de agua. Me giré con dificultad para quedar sobre mi espalda porque quería ver la lluvia caer, quería una muerte tranquila. Las gotas me golpeaban la cara, y el cuerpo sin piedad.

Ya mi cuerpo se estaba entumeciendo, ya no sentía el dolor, ni la agonía. Me sentía libre, y muy tranquila porque había logrado darles el mejor regalo a las personas que amaba: libertad.

Sin embargo, lágrimas se formaron en mis ojos porque lo único que lamentaba en ese momento era que estaba sola.

Morir sola, tirada en un charco de lluvia de esta forma dolía, quería sostener una mano, quería que alguien me dijera que todo estaría bien, que me dejara llevar por la oscuridad.

Ya no importaba, no quedaba tiempo.

Pude sentir los latidos de mi corazón cada vez más lentos, y con debilidad, levanté la mano para sentir la lluvia contra mi palma.

Y cuando mi mano cayó a mi lado sin fuerzas, morí. 


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Siga al capítulo final </3

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