34. "Eres una criatura mediocre."

(34)

ARLENE

Azulado...

Los destellos brillantes del Kol nos iluminaban desde la barrera que estaba a lado. Nuestros cuerpos desnudos yacían en el pasto, mi cabeza descansando en su pecho. Mi vista enfocada en las pocas estrellas que alcanzaba a ver entre los espacios que dejaban las copas de los árboles.

Disfrutábamos del silencio, porque era la mejor opción entre nosotros. Ya lo habíamos intentado todo una vez, habíamos luchado contra este destino y hasta mi vida había dado por mi causa y ahí estábamos de nuevo, en guerra, con todo que perder.

Sonreí al darme cuenta de que al principio hacía lo posible porque Haeran hablara, por arrancarle esa mascara fría del rostro, y ahora estaba allí, suplicándole mentalmente lo contrario.

No digas nada.

No sirve de nada.

No vamos a cambiar lo que está destinado por más amor que sintamos.

—Nunca conocí a mis padres —dijo Haeran de pronto, rompiendo el silencio. Seguí observando las estrellas porque por lo menos no estaba hablando de la guerra—. Caos II es lo más cercano a un padre en mi vida. —Su mano acariciaba mi brazo—. Me contó que llegamos a estas costas cuando yo era un bebé, a medida que crecí, entendí mi naturaleza y cuando él me nombró su heredero y todos empezaron a llamarme príncipe, sentí que pertenecía a un lugar, que tenía un hogar y un propósito. Sé que no lo entiendes, pero él es importante para mí.

Era la primera vez en todas mis vidas que escuchaba esa historia. A Haeran no le gustaba mucho hablar de su pasado.

—Sabes lo que pienso de Caos II. —Era la verdad, se lo había dicho muchas veces. Caos II era un manipulador de creencias y pensamientos. Ahora mismo podía ver los hilos rojos alrededor de la cabeza de Haeran. Sin embargo, lo sentí tensarse y suspiré, no quería arruinar lo que estábamos disfrutando ahora y al repasar lo que ha dicho Haeran, me surgió una duda—. Espera... ¿naciste vampiro? ¿No te convirtieron?

—Nací vampiro, Caos II me explicó que soy un Purasangre, que no debía alimentarme de humanos, sino de vampiros convertidos.

Me senté de forma rápida y me giré para mirarlo. Haeran se quedó acostado, observando mi reacción.

—¿Has convertido humanos en vampiros? —pregunté, mi mente barajando la información que me había dado Jana de sus primeras vidas.

—Sí, cualquier vampiro puede hacerlo, convertido o Purasangre. —Haeran arrugó las cejas.

—¿Caos II se alimenta del linaje de vampiros que tú convertiste? —Continué atando cabos.

—¿Cómo lo sabes?

Bingo.

Ese era el uso que Caos II le daba a Haeran, por eso lo tenía manipulado con cadenas mentales tan fuertes, por eso lo nombró príncipe porque Haeran era el único Purasangre aparte de él en estas tierras, Caos II no se podía alimentar de los vampiros que él mismo convertía, y muchos de los que había dejado el primer Caos que ya habían muerto, así que necesitaba a Haeran.

Observé al vampiro acostado que me miraba confundido y no tuve el corazón para decirle que el ser que él consideraba un padre lo había estado utilizando por décadas, asegurando su supervivencia y nada más.

¿Cambiaría algo que él lo supiera? No.

Solo le causaría dolor innecesario, porque apenas Haeran dejara mi lado, olvidaría todo lo que yo dijera en contra de Caos II.

Así que me incliné y planté un beso suave sobre sus labios.

Este podría ser nuestro último beso...

La última vez que sintiera su cuerpo contra el mío y que pudiera perderme en sus ojos oscuros.

Me dieron ganas de llorar, pero me contuve porque no quería que la tristeza manchara este momento, ya sería lo suficientemente trágico con lo que estaba a punto de hacer.

Me separé de él y tracé su rostro con mi dedo.

—No puedo cambiar el destino, Haeran —susurré sobre sus labios, el Kol fluyendo a mi dedo índice—. Pero puedo ahorrarte vivir una guerra de nuevo, puedo salvarte de tu deber de matar que tanto te carcomió la vez pasada.

—Arlene... —murmuró sobre mis labios—. ¿Qué...

El Kol ya había emergido de la tierra, sosteniendo sus brazos y sus piernas.

—Te quiero —dije y le di un último beso mientras sus párpados se cerraban y caía en un sueño profundo inducido por el Kol.

Con la vista borrosa, me puse de pie y usé mi mano para envolverlo en una capsula oscura de Kol puro, solo quedaba a la vista su hermoso rostro, su cabello flotando a su alrededor.

Sollozando, me vestí y me llevé la cápsula dentro de la barrera, donde nadie pudiera encontrarla, ni siquiera el rey vampiro. No podía evitar una guerra, pero si podía evitarle el sufrimiento a él. Quizás Haeran no era consciente de que, en la primera guerra, él estaba muriendo por dentro poco a poco, asesinar humanos no era algo que él manejara bien y las ordenes de Caos II se volvieron cada vez más sangrientas. Presenciar mi muerte fue el broche de oro para que él perdiera la capacidad de seguir adelante y por eso había pedido olvidarlo todo después de la guerra.

Así me odies, no tendrás que pasar por esto de nuevo, Haeran.

Después de ocultarlo, me dirigí al Consejo real porque estaba segura de que apenas anocheciera, recibiríamos el primer ataque vampiro.

#

—¿Comandante?

—¿Arlene?

Volví a la realidad porque mi mente seguía atrapada en el recuerdo de los ojos oscuros y la expresión confundida de Haeran antes de perder el conocimiento. El Visen que montaba se movió nervioso, probablemente podía sentir lo mismo que yo.

Vampiros...

Que venían a toda velocidad desde el norte. Mi Kol estaba desplegado en pequeños puntos por todas estas tierras y funcionaban como censores, me brindaban información de cuantos vampiros se movían y hacia donde. Sabía que este pequeño pueblo a las fueras del reino sería el primer objetivo. ¿La razón? Era el principal productor de carne del reino, todos los animales que suplían al 70% de la población humana estaba aquí. Era una movida inteligente, no mentiría, Caos II parecía mucho más preparado que la primera vez.

Más de cien soldados estaban en filas detrás de mí, humanos y convertidos por igual, montando sus Visens con Escudos untados de Kol para ayudarlos a ralentizar los ataques vampiros. Pude notar lo nerviosos que estaban.

—Prepárense —exclamé—. No daré un discurso alentador porque no cambia nada. —Vi el miedo en los ojos de muchos de ellos—. Pero quiero que piensen en los recuerdos que la reina compartió con ustedes, visualicen esas calles sucias de Erastia llenas de cadáveres, el sufrimiento de nuestro pueblo y como fuimos usados por décadas. Quiero que recuerden a ese niño que dio la vida por vengar a su hermana y en sus palabras, esta lucha vale la pena porque la alternativa... no es una opción. Vivir sin libertad, llenos de impotencia e injusticias todos los días de nuestras vidas, eso no es vivir.

Jarlen compartió una mirada conmigo y asintió.

Y arranqué con mi Visen a un lado del campo de batalla, dejándolos atrás, confiaba en que pudieran defender el frente porque mi objetivo era otro.

Caos II se había preparado mejor, pero yo también.

Así que cuando sentí su energía desviándose de los vampiros, la seguí. Su plan era usar los vampiros del frente como distracción mientras él iba por un lado del campo y exterminaba a todos: animales y humanos por igual.

Apresuré el paso de mi Visen, el viento rozándome la cara, sintiéndome libre. Esta era la libertad que buscaba defender. También era consciente de que un enfrentamiento directo con Caos II podría terminar con mi vida, pero existía la leve posibilidad de acabar con él y parar esta guerra en su comienzo.

Valía la pena el riesgo, si podía asegurar la vida de Jarlen, Jana, Ellary, Haeran, y de toda la humanidad, mi vida era un precio justo. Además, sabía que esto terminaría en sacrificio de una forma u otra, era el destino que se nos había dado como hijas del árbol blanco. Ya había asimilado ese hecho.

Un fuerte golpe a mi costado me despegó de mi Visen, volé hasta estrellarme con un árbol, mis huesos crujieron. No había tiempo para quejarme del dolor, me puse de pie, sosteniendo mi costilla derecha, escupí sangre a un lado.

—No dejas de sorprenderme, Arlene —dijo Caos II a unos cuantos metros de distancia, sus ropas negras se camuflajeaban con nuestro entorno—. No solo descubriste mis intenciones, sino que también has venido sola. —Él alzó una daga cuyo filo resplandeció en la oscuridad—. ¿Crees que con esos poderes mediocres puedes derrotarme?

Volví a escupir sangre, mientras el Kol sanaba mis costillas. Sonreí.

—¿Tienes miedo?

Su carcajada resonó por todo el bosque.

—Miedo... una emoción que nunca he sido capaz de sentir.

—¿Ni siquiera cuando Jana te clavó una daga en el corazón?

Su sonrisa se esfumó.

—¿De dónde viene esta valentía? —murmuró, caminando a un lado, jugando con la daga. Hice lo mismo, me mantuve alerta a cada uno de sus movimientos—. Oh, ¿es por qué has inmovilizado a Haeran? —Luché por no tensarme—. Lo recuperaré después de la guerra y es una lastima.

—¿Por qué?

—Estarás muerta cuando eso pase. —Me lanzó la daga tan rápido que apenas tuve tiempo de esquivarla, la trenza de mi cabello se movió conmigo y el filo corto un mechón antes de que se clavara el árbol detrás de mí—. Buenos reflejos.

Apenas pude recuperarme cuando apareció frente a mí y me agarró del cuello, estiré las piernas hacia atrás y usé el árbol como impulso para moverlo hacia adelante y hacerle perder el equilibro hasta que caí encima de él. Mi puño hizo contacto con su mejilla y Caos II gruñó como un animal salvaje y me empujó hasta quitarme de encima.

No perdí el tiempo e intenté golpearlo, pero tomó mi puño y lo apretó hasta que los huesos crujieron. Grité de dolor, pero lo pateé el estómago, liberándome. Y apenas pude alzar los antebrazos para defenderme de otro golpe.

Ambos retrocedimos, mi pecho subía y bajaba con cada respiración acelerada por todo el movimiento.

—No puedes ganar, Arlene —murmuró, no se veía cansado en lo más mínimo—. Fui un dios. —Él concentró energía rojiza en su mano hasta que un círculo de espinas se formó—. Tú eres una criatura mediocre en comparación.

Bufé, y sonreí.

—Ya no eres un dios, Caos II —dije y levanté mi mano, dejando que el Kol que circulaba por mi cuerpo formara un círculo de llamas azuladas—. ¿Sabes lo que eso significa? Que puedes morir como yo, como cualquiera.

—¡No me compares con criaturas inferiores! —Lanzó su círculo rojizo que se expandió al acercarse a mí, imposible de evitar. Me daría, eso era seguro, así que tiré las llamas azuladas hacia arriba y recibí el impacto. Quemó y ardió, y me hizo caer de rodillas.

Caos II sonrió victorioso, ajeno a las llamas azuladas que le cayeron encima en cuestión de segundos, una tras otra, cada una golpeando con más fuerza que la anterior.

Y el gran rey vampiro cayó sobre una rodilla, completamente sorprendido de ver la sangre que le goteaba de la nariz, manchándole la palma de la mano.

Su mirada enfurecida cayó sobre mí y el gruñido iracundo que emitió fue escuchado hasta el campo de batalla.

No sabía si podría derrotar al rey vampiro, pero algo si era seguro: lo había enfurecido como nadie.


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VAYA AL SIGUIENTE CAPítulo. 

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