29. "Haeran, tienes un buen corazón."
HAERAN
PRÍNCIPE VAMPIRO
Hace treinta años.
Guerra...
El aroma de mi sangre impregnaba el aire, pero eso no era tan fuerte como el olor putrefacto de los miles de cadáveres apilados en los campos de batalla: humanos y vampiros despedazados. El humo de las casas que ardían en las aldeas cercanas invadía el cielo oscuro y confirmada la caída de otro territorio humano. De cinco, ya les quedaban tres. Estábamos ganando, era cuestión de tiempo antes de que se vieran obligados a rendirse.
Agotado...
Cinco años de guerra, de muertes y perdida. Ya no más, ya habíamos luchado lo suficiente, ya nos habíamos causado dolor y heridas internas que tardarían décadas en sanar. Hice una mueca de dolor mientras me acomodaba el hombro que me había dislocado, sangre goteaba de mi mano por un corte inmenso en mi bíceps que tardaba más de lo normal en curarse. Los humanos se habían vuelto muy ágiles al untar sus armas con sustancias que ralentizaban nuestros procesos para sanar.
Esta sería la última noche... tenía que serlo. El rey vampiro esperaba que se rindieran antes del amanecer. Me sostuve la herida y me acerqué al campo de batalla principal donde el mismo Caos II estaba terminando con los últimos guerreros fuertes de la humanidad. Me recosté a un árbol y vomité sangre. Definitivamente los humanos cada vez se ponían más creativos con las sustancias que nos mandaban en las puntas de sus flechas. Todo era culpa de ese maldito viejo loco que experimentaba y preparaba las armas. Cuando todo terminara, él sería el primero en desaparecer, me encargaría de ello.
Y entonces pasó, la que se suponía era nuestra reina vampírica, la que le había jurado amor eterno al nuestro rey y había entrenado y peleado por nosotros en esta guerra le apuñaló el corazón frente a todos.
—Haeran, tienes un buen corazón. —Me había dicho con una sonrisa amable.
Ella... se había ganado el cariño de todos nosotros. ¿Nos había mentido? Con furia, levanté mi arco y flecha para apuntarle desde la distancia. Ignoré todo recuerdo de su sonrisa y sus palabras falsas de aliento y solté. Sabía que no fallaría, nunca lo hacía, la flecha le atravesó la espalda y emergió de su pecho. Ella jadeó y escupió sangre, cayendo de rodillas frente al rey que yacía en el suelo casi inconsciente.
Intenté moverme, pero entonces lo sentí: mi energía empezó a congelarse. ¿Qué estaba pasando? Si la reina había hecho esto... ¿dónde estaba Arlene? Cuando ojeé el campo de batalla y no la encontré, tuve un mal presentimiento.
Seguí su energía y luché porque me desplazaba mucho más lento de lo normal, lo que sea que le habían inyectado a Caos II, nos estaba afectando a todos. Llegue a un claro y efectivamente ahí estaba ella: Arlene Willsborg, la comandante de las fuerzas humanas.
Mi Arlene...
Ella estaba rodeada de un círculo de protección azulado, no era la primera vez que lo veía, los humanos lo habían usado antes para las batallas. Ni siquiera valía la pena intentar romperlo, su duración no era mucha. Debilitado, caí de rodillas.
—Arlene. —Mi voz se suavizó—. ¿Qué estás haciendo?
Su expresión era de resignación absoluta. Pequeños círculos de energía azulada comenzaron a desprenderse de ella. No, no.
—Es... la única forma, Haeran —Su respuesta era vaga, pero sentí un vacío en el estómago.
—No hagas esto. —No me importaba suplicar, no me importaba perder la maldita guerra, pero no podía perderla a ella.
Sus ojos se enrojecieron.
—Lo intentamos todo, ¿no? Tratados... reuniones... y lo único que hemos hecho es perder, esta guerra tiene que terminar.
Intenté levantarme, pero no pude, la desesperación me consumió.
—No, Arlene, escúchame —Empecé—. Pueden ganar la guerra, Caos II ha caído, no tienes que—
—Tenemos un par de minutos para controlar a los vampiros antes de que sus energías regresen. Mi mejor amiga ha hecho su parte, ahora yo tengo que hacer la mía. Mi Kol servirá como cadenas temporales mientras les ponen los collares.
—Para eso necesitarías una cantidad absurda de Kol puro —dije incrédulo.
Su mirada se suavizó.
—Haeran...
Y entonces lo entendí, el Kol que se estaba evaporando de sus poros y rodeándola seguiría haciéndolo hasta que no quedara nada de ella.
Mi corazón se agrietó.
—No, Arlene.
—Haeran... —Su voz se rompió—. Hemos luchado por tanto tiempo... la guerra se ha llevado tanto de nosotros. Puedo verlo en tus ojos... y sé que tú puedes verlo en los míos. Ya no más dolor... no más sufrimiento.
—No puedo perderte, no a ti, Arlene, no puedo —admití entre jadeos de desesperación.
Ella me sonrió con tristeza.
—Nunca estuvimos del mismo lado. ¿Recuerdas tu promesa?
Mis ojos se humedecieron.
Llovía mucho esa noche que nunca olvidaría porque a medianoche, la humanidad le declaró la guerra a los vampiros. Y antes del primer enfrentamiento, Arlene había venido a nuestro escondite, donde solíamos hablar hasta el amanecer, amarnos como unos locos sin importarnos nada.
Estábamos acostados en la cueva, viendo la lluvia caer con tanta fuerza que se veía blanco en la distancia. Ella descansaba su cara contra mi pecho, su dedo trazando mi corazón.
—Mañana estarás en el frente enemigo —dijo, disfrazando la agonía en su voz.
—Nunca te haría daño.
—Ni yo a ti, pero... asesinarás a muchos de los míos y yo a muchos de los tuyos.
—Arlene...
—Es simple supervivencia, lo sé.
Su dedo se detuvo sobre mi pecho.
—Probablemente te rompa el corazón —murmuró con tristeza.
—Lo sé.
Ella alzó la cabeza y me dio un beso corto en los labios.
—Te quiero —susurró.
—Yo también te quiero, Arlene.
Ella me miró directamente a los ojos.
—Sin importar lo que haga, ¿puedes prometerme que nunca dudarás de mis sentimientos?
Acaricié su rostro.
—Lo prometo.
Volví a verla ahí, lista para sacrificarse por los suyos, y una parte de mí la admiraba por tener la valentía de dar su vida para que su gente pudiera tener libertad, sin embargo, la parte de mí que la amaba con locura estaba ardiendo, buscando miles de formas de evitar esto. Y también sentía una furia intensa porque ella estaba pensando en la humanidad, no en el dolor que esto me causaría. Sí, fui egoísta al sentirme así, pero después de haber perdido tanto en la guerra podía permitirme ser egoísta.
—¿Cómo no dudar de tus sentimientos cuando quieres dejarme solo? —Quería gritar, suplicar y recordarle la felicidad absoluta que sentimos muchas veces en esa cueva bajo la lluvia.
—Lo siento mucho, Haeran. —Una lágrima rodó por su mejilla.
—No me dejes, por favor, Arlene, eres lo único que tengo, la única fuente de luz en mi maldita oscura existencia, por favor. —Nunca había rogado de esta forma y no me importaba—. Por favor, no me dejes solo.
Ella apartó la mirada, limpiándose las lágrimas. Cuando volvió a mirarme, ella extendió sus brazos a los lados, el Kol desprendiéndose de ella a una velocidad increíble.
—Te quiero, Haeran. —Su susurro se perdió en el viento a mi alrededor.
—¡No! ¡Arlene! —grité, sin poder moverme, frustrado, adolorido y con el corazón en pedazos.
Arlene se desvaneció por completo, miles de partículas de Kol en el aire se apresuraron a encontrar vampiros que encadenar y yo fui uno de ellos, mientras lloraba abiertamente, el Kol se enroscó alrededor de mi cuello. Apreté la tierra a mis costados y en ese momento, escuché pasos detrás de mí.
—¡Su alteza! —Valer, el comandante de las fuerzas vampíricas corría hacia mí con urgencia, ni siquiera me molesté en limpiarme las lágrimas, Valer se veían tan debilitado como yo—. Rápido.
Él se arrodilló frente a mí, y me dio una cápsula llena de sangre.
—¡Tiene que beber esto!
—Ha terminado, hemos... perdido —respondí sin parpadear, había entrado en una especie de limbo por el dolor.
—Tiene que beberlo, y alejarse de la zona de guerra lo más que pueda. —Cuando no respondí, Valer me sacudió por los hombros—. ¡Haeran! —Me llamó por mi nombre y lo miré—. Escúcheme, matarán a los vampiros que pelearon en la guerra, y esclavizarán al resto. Beba esto. —Apenas abrió la capsula, reconocí el aroma, era la sangre de Caos II—. Borrará su memoria de la guerra para que no puedan sacarle información y adormecerá sus emociones porque lamentablemente ese es el efecto secundario de la sangre de Caos II.
Adormecer mis emociones...
—¿Dejaré de sentir este dolor? —pregunté un murmullo, observando el espacio donde había estado Arlene hace unos segundos. Recordé su sonrisa, sus besos y su mirada. La única presencia cálida que había tenido en mi larga existencia había desaparecido frente a mí.
—Beba y aléjese de aquí —Valer me pasó unas ropas—. Cámbiese el uniforme y corra hacia las villas costeras.
Me puse de pie.
—Valer.
—¿Su alteza?
—Haré lo que quieres, con una condición.
—Lo que usted desee, su alteza.
—Hazme olvidarla.
Silencio, Valer me observó. El comandante de las Fuerzas vampíricas poseía muchas habilidades y el control mental era una de ellas, en especial con la sangre de Caos II en su poder.
—¿Está seguro? —Asentí, y me bebí la sangre de Caos II como si nada. De inmediato, el dolor se volvió casi nulo y el frío se extendió por mis extremidades. Valer me agarró la cabeza, sus pulgares presionados contra mis sienes.
Él empezó a murmurar en nuestro idioma antiguo y mi cabeza palpitó dolorosamente por lo que se sintió como una eternidad. Cuando terminó, el alivio que sentí fue instantáneo porque ya ni siquiera recordaba la cara de esa chica, ya no sentía nada. Me enderecé y le di la espalda a Valer.
—Seré esclavizado y esperaré.
—El rey vampiro dormirá por tres décadas, su alteza. Es el pago por la maldición que él conjuró al morir.
—¿Maldición?
—Él maldijo a la reina, reinició su ciclo de reencarnación, todo se repetirá y esta vez, ganaremos.
Sentí que esa información era importante por alguna razón, pero ya no me importaba nada. Hui de ahí lo más rápido que pude, dejé todo atrás... la guerra, el dolor y a ella.
#
Treinta años después.
El mercado de esclavos se había vuelto mi hogar, presenciar las atrocidades que le ocurrían a otros vampiros me motivaba a esperar el regreso del Rey vampírico porque esto tenía que terminar. Había tenido un par de dueñas, y me había divertido jugando con sus mentes hasta destruirlas, era mi forma de vengarme de la humanidad por toda la crueldad que habíamos vivido por su parte en las pasadas tres décadas.
—Tienes una reputación —comentó Terya, una vampira antigua que, aunque se veía joven, tendría más de cien años—. Después de tu última dueña, nadie se atreve a mirarte con ese historial.
—No me interesa ser comprado otra vez. —Solo necesitaba esperar, no hacia falta otra dueña.
En ese momento, de una de las habitaciones emergió un humano, acomodándose las ropas. Una vampira joven le acompañaba y se detuvo en la puerta para darle un último beso. Siempre era lo mismo, él venía, la usaba a su antojo y le prometía libertad y un montón de cosas y ella se lo creía.
—Es una idiota —murmuré.
Terya suspiró.
—No es idiota, está enamorada. —Bufé—. ¿Qué sabrías tú de eso si nunca te has enamorado?
—Y tampoco me interesa hacerlo. —La amargura que me invadía cada vez que mencionaban eso era algo que aún no entendía.
Terya exhaló con profundidad.
—Algún día, te enamorarás, y te darás cuenta de lo que te pierdes. —Sus ojos se enfocaron en el frente como si recordara todo—. Hay amores tan profundos que se calan en tu alma, dejan una huella eterna ahí, sin importar cuando tiempo pase, o los obstáculos que enfrenten. Una sola mirada de esa persona es suficiente para que la vida valga la pena otra vez.
Sonreí con burla.
—Espero que no haya sido humano.
—¿Qué?
—La persona que te hizo sentir así.
Ella me devolvió la sonrisa.
—¿A caso importa? ¿Crees que puedes decidir a quien darle tu corazón?
—Por suerte, no tengo un corazón para dar.
—¡H236! —Llamaron desde el pasillo que llevaba a la sala de muestras. Ese era mi código de identificación aquí.
Caminé descalzo hasta el lugar, como no me alimentaban bien, aún no me sanaban las heridas de una golpiza que recibí por responderle mal a un guardia. Al entrar, vi al Controlador, así llamaban al portador del brazalete que manejaba a todos los vampiros en este mercado de esclavos.
Me detuve a su lado y cuando alcé la mirada, vi a una mujer mayor que me observaba con curiosidad y luego vi a la joven humana que estaba a su lado. En el momento en el que sus ojos encontraron los míos, mi pecho se calentó, extrañándome, era la primera vez que sentía algo en décadas. La chica llevaba un vestido oscuro, zapatillas y el cabello en un moño alto.
Bajé la mirada para ver la pulsera de metal que se enroscaba alrededor de la muñeca de la humana joven.
—¿Qué te parece? —preguntó la señora mayor—. Creo que no habla, pero no necesitas que hable solo que te obedezca.
—Es... —La voz de la chica estremeció mis extremidades, ¿qué estaba pasando? Su mirada encontró la mía—. Perfecto.
Y es que, en ese momento, no la reconocí, ni entendí las sensaciones que ella me causaba. Intenté mantener mis muros defensivos, pero como el idiota que era, aun sin recuerdos y con el corazón adormecido, me volví a enamorar de ella hasta los huesos.
Hay amores tan profundos que se calan en tu alma, dejan una huella eterna ahí, sin importar cuando tiempo pase, o los obstáculos que enfrenten.
La vieja Terya tenía razón. Arlene estaba tatuada en mi alma, y cuando recordé todo, ya era muy tarde, ya el ciclo había empezado. Y fui estúpido al no darme cuenta de que cuando Valer me dijo que todo se repetiría... significaba que cualquiera que estuviera involucrado en ese ciclo volvería.
Ella volvió doce años después del fin de la guerra... y estuve sin saberlo porque la había olvidado por completo gracias a Valer.
—Escapemos juntos.
Le había pedido, aunque sabía que ella no lo haría, porque la maldición nos forzaba de una forma u otra a todos a seguir las malditas líneas del ciclo. Éramos títeres y Caos II era el titiritero.
Me puse el uniforme real vampírico con lentitud, apretando cada parte, ajustando donde portaba mis dagas. La expresión dolida de Arlene me atormentaba y quería ir a ella, explicarle tantas cosas, pero la realidad era que estábamos en la misma posición que estuvimos hace treinta años.
No estamos del mismo lado.
Es simple supervivencia, lo sé.
Sin importar lo que haga, ¿puedes prometerme que nunca dudarás de mis sentimientos?
Sonreí con tristeza al darme cuenta de que no me arrepentía de amarla, de dejarme consumir por un amor tan profundo, aunque estuviéramos destinados a rompernos el corazón.
Puedes destruirme, mak preksia, siempre he sido y seré tuyo.
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Nota de la autora: La guerra entrando al chat T.T
Ay, Haeran, mi amorsh, te amo, pero te odio y ES TODO TAN COMPLICADOOOOO.
¿Qué les ha parecido entrar a los recuerdos de nuestro vampiritouuu?
Yo cada vez que veo lo larga que me está quedando la historia que se suponía que era relax y corta: dio' mio como e' posible este sucesooo.
Nos vemos más tarde en vivo en Twitch: HeyAriana05 (07:00 pm Hora New York) para que hablemos de este chisme.
Muakatela,
Ariana G.
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