27. "Escapemos juntos."
Suyo
[27]
Esto no será fácil.
Apenas subí las escaleras que conectaban los calabozos con la casa, vi a dos guardias a los lados resguardando el final de lo escalones, respiré profundo, y mantuve la calma. Al verme, me apuntaron de inmediato.
—No tiene permitido salir, señorita Willsborg.
—Mi madre me ha liberado, ha dicho que mi habitación está lista —mentí y ellos compartieron una mirada.
—No hemos sido informados de esto.
—Si quieren, bajen a preguntarle. —Me encogí de hombros—. O subamos juntos a mi habitación, puede custodiarme hasta allá.
Ellos dudaron por unos segundos hasta que finalmente, asintieron y se hicieron a un lado.
—La llevaremos a su habitación.
Fingí una sonrisa amable y pasé en medio de ellos.
Efectivamente, me guiaron a mi habitación, la mansión parecía vacía, ¿dónde estaba mi padre? ¿Dónde estaban los sirvientes? ¿Jarlen? Quizás, debí salir corriendo directo al palacio real como quería Caos II, pero no podía irme sin Haeran y estaba segura de que a él lo tendrían en mi cuarto porque no estaba en los calabozos. Llegamos al largo pasillo y vi a Jarlen emerger de mi habitación cargando unos talismanes. Al verme, sus ojos se abrieron, pero fui rápida.
—Silencio. —Ordené, enfocándome en el Kol que circulaba en él.
Mi hermano cerró la boca, tensando la mandíbula.
—Aquí la hemos traído, —informó uno de los guardias—. Volveremos a nuestros puestos.
Y se fueron mientras mi hermano me miraba con impotencia, mudo. Intenté pasarle por un lado, pero él me agarró del brazo y sacudió la cabeza. Me solté de mala gana y seguí a mi habitación. Al entrar, una fuerza invisible me golpeó, y me tambaleé hacia adelante. Un par de manos heladas me sostuvieron de los codos, y cuando levanté la mirada, me encontré con esos ojos oscuros que tanto extrañaba.
—¿Estás bien? —Haeran acunó mi mejilla, sus ojos indagando, buscando heridas en mi rostro, en mi cuerpo.
—Haeran... —No sabía que me había puesto tan emotiva. Pasaron tantas cosas en tan poco tiempo que era como si la pesadez de todas esas emociones me alcanzara en ese instante, en sus brazos.
Y entonces, vi su cuello... lleno de sangre que provenía del collar. Había intentado desobedecer. Haeran notó mi mirada.
—Intenté buscarte, pero el poder del brazalete central parece ser más fuerte que el tuyo.
—Tenemos que salir de aquí.
—¿Qué está pasando?
—Te contaré en el camino —Salí con él de la mano y de frente, me encontré a Jarlen, aún callado—. Quítate el brazalete y devuelve la custodia de Haeran al mío. —Mi hermano sacudió la cabeza—. ¡Hazlo!
Jarlen obedeció, mirándonos con rabia.
—Ve por mamá, está inconsciente en los calabozos y... —Jarlen se dio la vuelta y salió apresurado así que le grité: —¡Y puedes hablar!
Salir de la mansión fue muy fácil y eso me preocupó, ¿dónde estaba todo el mundo? Corrimos a las caballerizas por un par de Visens, pero solo quedaba uno. Me monté primero con Haeran detrás de mí, y comenzamos nuestro camino al palacio real.
—¿A dónde vamos? —preguntó Haeran mientras acomodaba las riendas.
—Al palacio real.
Él se tensó.
—Arlene.
—Necesito hablar con Jana.
—El palacio está altamente custodiado.
Custodiado por guardias... usuarios de Kol que yo puedo controlar, Haeran.
Y eso dio origen a un montón de preguntas: ¿Haeran sabía lo que yo era? ¿Sabía que Caos II estaba vivo y me había ayudado? ¿Él recordaba esa vida que yo seguía reviviendo a pedazos? Abrí la boca para preguntar, pero la cerré porque esa sería un conversación demasiado larga y delicada para el momento.
La brisa helada me daba escalofríos mientras cabalgábamos. Faltaban un par de horas para el amanecer, esperaba encontrarme un palacio medio vacío y silencioso. Sin embargo, al pasar los árboles espesos del camino, me detuve de golpe porque tenía un vista clara frente a mí.
El palacio estaba rodeado de guardias, la puerta del arco de entrada lucía imponente e impenetrable con tantos miembros de la milicia resguardándolos. Apreté las riendas, dudando.
Haeran puso las manos sobre las mías y tiró de las riendas para que el Visen se posicionara detrás de un árbol. Ocultos, Haeran se bajó y me extendió la mano para que lo siguiera. Exhalé con profundidad y lo hice. En la oscuridad de la noche, la palidez de su piel resaltaba y le hacía lucir más sobrenatural que nunca. Su mandíbula estaba tensa, su expresión decaída y cuando se acercó a mí, en sus ojos pude ver indecisión o quizás algo más.
—Escapemos juntos —pidió, extendiendo su mano hacia mi rostro, sus dedos rozaron mi mejilla y cuando la acunó, luché por el impulso de cerrar los ojos y perderme en su calidez, en la seguridad que él me brindaba—. No tienes que hacer esto, es peligroso. Vámonos de aquí, Arlene, juntos.
Puse mi mano sobre la suya en mi mejilla.
—No puedo, ¿a dónde iríamos, Haeran? —pregunté—. No podemos huir para siempre, no hemos hecho nada malo.
Haeran se mordió el labio y descansó su frente contra la mía.
—Sí hemos hecho algo malo, algo inaceptable para la humanidad y para los vampiros.
—¿Qué?
Haeran apretó su agarre en mi mejilla como si quisiera enfatizar su anhelo.
—Querernos de esta forma, Arlene. —Su nariz rozó la mía—. No estamos del mismo lado.
—Sigues diciendo eso —murmuré—. No sabes que lado escogeré.
Haeran me miró a los ojos.
—Sí, lo sé. —Arrugué las cejas y él continuó—: Es simple supervivencia.
Su voz sonaba adolorida, restringida como si de verdad supiera algo que yo. Así que, lo besé, porque necesitaba sentirlo una vez más. Estaba a punto de enfrentarme a docenas de guardias para intentar ver a mi mejor amiga, para obtener respuestas que pudieran aclarar las cosas entre nosotros, que pudieran explicar todo este desastre, destapar décadas de secretos, de historia confusa.
Haeran me devolvió el beso con una pasión arrolladora. Me empujó hasta que mi espalda chocó con el árbol detrás de mí y ladeó el rostro para profundizar el roce de nuestras lenguas, de nuestros labios.
Te quiero, te quiero, te quiero.
Pareciera que dijera con cada movimiento de su boca sobre la mía y luego me invadió una profunda sensación de tristeza. ¿Por qué? Tal vez los guardias me mataban apenas llegara a las puertas, ¿y si este era nuestro último beso? Enrosqué mis brazos alrededor de su cuello, sintiendo su cuerpo contra el mío.
Cuando nos separamos, Haeran volvió a decirlo en un susurro prohibido:
—Escapemos juntos. —Lo observé en silencio, recordando la primera vez que lo vi en el mercado de esclavos, la frialdad en sus ojos de ese día ya se había evaporado y ahora cuando me miraba, solo veía calidez y anhelo en esos ojos oscuros.
Le di un beso corto y lo abracé, enterrando mi cara en su pecho. Quise quedarme ahí con él para siempre, tal vez huir juntos no era mala idea. La sonrisa de Jana llegó a mi mente, las dudas sobre mi familia y sobre la guerra de hace tres décadas eran demasiadas. Quise ser egoísta y mandarlo todo a la mierda y escaparme con él porque lo quería, y él a mí. Deseé que la vida fuera así de simple, que solo existiéramos él y yo.
Pero no era así.
Despegué la cara de su pecho y alcé la mirada para verlo a los ojos.
—Tengo que hacer esto.
Su expresión decayó y se esforzó por darme una sonrisa.
—De acuerdo.
Le pasé por un lado para dirigirme al Visen y de pronto, sentí su mano alrededor de mi muñeca, deteniéndome. No me giré porque quería mantener mi firmeza.
—Haeran. —protesté.
Él me jaló para abrazarme desde atrás. Envuelta en sus brazos, él descansó su mentón sobre mi cabeza.
—Te quiero, Arlene —susurró y me tensé en sorpresa—. Nunca lo dudes.
—Haeran.
—Prométemelo, que nunca lo dudarás.
—Haeran.
—Promételo. —Su insistencia me hizo suspirar.
Estaba a punto de enfrentarme al peligro y quizás a mi muerte, así que una promesa más no haría la diferencia.
—Lo prometo.
Él me soltó y volvimos a montar el Visen.
Sostuve las riendas con firmeza mientras me acercaba a la entrada del palacio. De inmediato más de doce guardias se pusieron en frente de forma defensiva.
—El palacio está cerrado. Retírense —ordenó el que supuse estaba al mando.
—Estoy aquí para ver a la princesa Jana.
—La princesa Jana no puede ver a nadie ahora. Retírense, no lo volveré a decir.
Cerré los ojos e inhalé con profundidad, al abrirlos, me enfoqué como hice con Jarlen y pude ver el Kol circulando en todos ellos, llamativo casi fluorescente.
—Déjenme entrar. —Ordené y todos me miraron como si estuviera loca—. Se quedarán donde están y me dejarán pasar.
Nadie respondió, pero cuando moví a mi Visen a las puertas, ellos aún portando esas expresiones sorprendidas, las abrieron de par en par, y se quedaron inmóviles. Entramos y el gran jardín frente al palacio estaba desolado. Nos bajamos del Visen, y me apresuré a la puerta principal que estaba semiabierta.
—¡Jana! —grité, entrando a la elegante sala real.
—¿Arlene? —La reina emergió del pasillo del comedor y me ojeó completamente sorprendida—. ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo has entrado?
Y en ese momento, Jana se asomó en la punta de las escaleras.
—¿Arlene? —Y el alivio que me recorrió duró muy poco cuando vi su expresión de horror—. No, no, no.
Ella se apresuró a bajar las escaleras, pero cuando venía por la mitad, una fuerte explosión proveniente del jardín lo sacudió todo, el palacio tembló y unos de los candelabros cayó a unos cuantos pasos de la reina y una alarma se desató. Todo fue ruido y caos por unos segundos. Guardias salieron de diferentes pasillos del palacio.
El rey y el príncipe emergieron de otro pasillo, alerta y a la defensiva.
—¡Estamos bajo ataque! —Chilló Dregan, iba todo uniformado, con varias armas anti-vampiros al igual que el rey.
En ese momento, me giré en búsqueda de Haeran, no quería que en la confusión lo atacaran a él también. Sentí un vacío en la boca del estómago cuando no lo encontré.
—¿Haeran? —llamé en pánico y un montón de guardias me pasaron por un lado casi tumbándome, iban al jardín—. ¿Haeran?
Temblando, me asomé para ver que pasaba y la vista me dejó helada. Era una batalla, vampiros y humanos se estaban enfrentando ahí frente a mis ojos. Y ninguno de los sobrenaturales llevaba puesto un collar, eran libres, ¿cómo era posible? ¿Cómo...?
—¡No! —El chillido desgarrador de Jana me hizo volver a la sala y dejé de respirar ante lo que vi.
El vampiro de cabello blanco, el que me había atormentado en el baile, había apuñalado al rey y lo tenía presionado contra la pared. El rey escupió sangre y recordé todas las veces que conversé con él, que fue gentil conmigo. Cuestioné mucho su forma de reinar, pero nunca me había parecido una mala persona, alguien que se mereciera morir de esta forma.
Esto no está pasando, esto no está pasando.
—¡Padre! —Jana intentó ir a él, pero Dregan la tomó de la cintura deteniéndola—. ¡Papá! ¡No!
El vampiro sonrió antes de sacar la daga y dejar que el rey cayera al suelo. Un charco de sangre se formó alrededor del soberano de Erastia. El rey extendió la mano hacia la reina, que corrió hacia él, pero antes de alcanzarlo, el vampiro le lanzó la daga y se la clavó en el pecho a ella. Grité y Jana se retorció en los brazos de Dregan, quien luchaba con su mano libre contra otro vampiro mientras la sostenía.
Esto no está pasando.
Me repetí, estaba congelada, mi cuerpo no respondía.
La reina cayó hacia adelante y escupiendo sangre, se arrastró hacia el rey. Ella estiró su mano ensangrentada hacia él, pero el vampiro se la pisó sin escrúpulos.
Lágrimas me nublaron la vista.
—¡Basta! ¡No más! ¡Basta! —Grité, desesperada.
Tenía que hacer algo, pero cuando vi a mi alrededor, había muchos vampiros y guardias luchando, caos y dolor.
—¡Arlene! —llamó Dregan—. ¡El interruptor está detrás de ti, detrás del cuadro!
Con manos temblorosas, lo busqué, lanzando el estúpido cuadro a un lado. Y lo presioné.
Una alarma aún más fuerte estalló y una especie de cuenta regresiva comenzó.
Simple supervivencia...
Recordé las palabras de Haeran. Cuando me giré, el vampiro de cabello blanco me agarró del cuello y me estampó contra la pared.
—Otra vez tú —Él apretó y luché, rasguñándole el brazo. Queriendo que ese instinto que me había invadido contra los Crimsons volviera a mí, pero no pasó. Y cuando pensé que me desmayaría, alguien atacó al vampiro de lado.
Jarlen...
Mi hermano había activado todo el Kol en su ser, sus brazos estaban iluminados por líneas azules, al igual que sus dos espadas. Y con una agilidad increíble, las levantó y las bajó efectivamente cortándole los antebrazos al vampiro que los levantó para protegerse. No había duda en sus movimientos. Jarlen lo pateó, y cuando el vampiro cayó sentado, él se giró y cruzó la espada, rasgándole el pecho. El sobrenatural soltó un grito de dolor y empezó a retroceder. La cuenta regresiva ya casi llegaba a su fin.
—¡Retirada! —exclamó el vampiro. Y por un segundo, pude respirar.
Y entonces, lo vi: Haeran. El alivio de saber que estaba bien me duró tan poco cuando noté que estaba detrás de Dregan. Y en un segundo, su mano traspasó el pecho del príncipe desde atrás. Me sostuve la boca, ahogando el chillido que dejó mis labios. Dregan tosió sangre y me miró completamente sorprendido.
—Hola, tonto príncipe —le había dicho el día que nos conocimos, éramos unos niños.
—Hola, niña loca que le habla a los árboles.
Su propuesta de matrimonio...
—Cuando mis padres preguntaron, fuiste la única que vino a mi mente, Arlene.
Dregan...
Haeran sacó su mano de él y Dregan cayó al suelo, sin vida. Todo mi cuerpo temblaba, mi mente se había roto, ya no escuchaba nada, no veía nada. Era una pesadilla, no podía ser real.
—Quiero que seas tú. De verdad quiero que seas mi esposa, Arlene. —Había dicho el príncipe con una sonrisa.
Los vampiros empezaron a retirarse, y me tambaleé, el llanto de Jana me devolvió un poco la coherencia. Mi mejor amiga estaba de rodillas en el suelo, la parte inferior de su vestido de pijama estaba empapada de sangre. La vista era horrible, los cuerpos de sus padres estaban a sus costados y frente a ella estaba el cuerpo de Dregan.
Me dieron ganas de vomitar, pero me resistí y miré, porque necesitaba verlo a la cara, porque necesitaba confirmar con mis propios ojos lo que ya sabía. Haeran portaba esa expresión fría del principio y me dolió el alma. Un sollozo dejó mis labios porque él había tenido razón, subestimé lo que realmente significaba no estar del mismo lado. La forma en la que él había asesinado a Dregan frente a mí sin dudarlo era prueba de ello. Él estaba del lado que acababa de eliminar a casi toda la familia real de un solo golpe, sin remordimiento.
No estamos del mismo lado.
Escapemos juntos.
Te quiero, Arlene, prométeme que nunca lo dudarás.
Haeran dio un paso hacia mí y levanté la mano.
—¡No!
No podía dejar de llorar. Algo en mí se había roto al presenciar todo esto, y poco me importaba si había luchado en la guerra y debería estar acostumbrada a esto. La realidad era que no recordaba nada de eso, así que ser testigo de una masacre como esta me había desbordado por completo. Porque había sido mi culpa.
En ese momento, entendí la cara de horror de Jana cuando me vio entrar al palacio y por qué Caos II me había liberado. Yo era la llave al palacio.
Yo abrí sus puertas, dejé vulnerable a sus guardias. Esto había sido mi culpa. Toda una familia había muerto por mi culpa. Miré a Haeran, mi vista nublada por las lágrimas.
—¿Tú...—Mi voz se rompió—lo sabías?
Pregunté lo obvio, pero necesitaba que escucharlo de él, que me dijera a la cara que él sabía que cargaría con esta culpa por el resto de mi vida y aún así, me había dejado entrar al palacio. Haeran no dudó.
—Sí.
Me temblaron los labios mientras ahogaba un sollozo.
Él agarró su collar.
—Puedes matarme, si eso te hará sentir mejor.
—¿Todo... fue mentira?
Él sacudió la cabeza.
—No, recuerda tu promesa.
Te quiero, Arlene, prométeme que nunca lo dudarás.
—No me quieres, Haeran.
—Arlene...
—No, cuando quieres a alguien no le dejas cargar con esta culpa —Me limpié las lágrimas—. No la haces parte de algo como esto.
Tomé una respiración profunda, y me acerqué a él.
—Arlene, ¿qué haces? —la protesta de Jarlen quedó atrás.
—Solo necesito unos segundos —Me enfrenté a mi vampiro, a la criatura que consideré mía por mucho tiempo, al que le entregué mi cuerpo, mi sangre y mi corazón. Levanté la muñeca con el brazalete y con la otra mano, lo arranqué. Haeran se quedó petrificado, el collar alrededor de su cuello se desarmó y cayó al suelo, el ruido metálico haciendo eco por toda la sala real—. No eres mío y ahora eres libre de seguir tus ideales sangrientos. —Un jadeo doloroso me dejó—. No quiero volver a verte.
La expresión de Haeran se contrajo.
—Arlene.
—¡Tenemos que irnos! —dijo el vampiro de cabello blanco, porque la cuenta regresiva ya llegaba a 10 segundos.
Haeran dudó y luego siguió al vampiro. Me quedé viendo como se marchaba, sus botas dejando huellas de sangre en el piso. El conteo llegó a su fin y rayos de luz solar salieron de varios puntos del techo y de las paredes del palacio, demasiado tarde. Me preparé para consolar a mi mejor amiga, para recoger los pedazos de este desastre. Al acercarme a Jana, me di cuenta de que murmuraba algo:
— Perder, sufrir, reinar, amar, traicionar y morir —repitió varias veces.
—¿Jana?
Y entonces los guardias que entraron al salón, se arrodillaron. Arrugué las cejas y luego Jarlen hizo lo mismo y declaró:
—Saludamos a Jana Erastia, la nueva soberana de nuestro reino, que Nature le brinde la sabiduría para gobernar y que su vida sea larga y prospera.
—Larga vida a la reina —respondieron todos en unísono.
Cuando miré a Jana, su rostro estaba contraído en dolor y me susurró:
—Reinar... —Como si fuera una sentencia de muerte.
Y después de todo lo que habíamos vivido hoy, quizás lo era.
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Nota de la autora: Chamas, este capítulo me dejó mal.
No sé que decir... T.T
Diosito, se murió un poco e gente.
Pobre Jana T.T
Y Arlene... cuando rompió el brazalete, les juro que sentí que me rompió el corazón a mí, la entiendo, pero DUELE.
Haeran... no puedo mirarte ahora... sé que intentaste con lo de que se escaparan... pero igual... me dueles.
¿Cómo están ustedes?
Muakatela,
Ariana G.
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