2. "No puedes tomar mi sangre."

✚ 

Mi reflejo fue apretar el puño e intentar girarme lista para golpear.

Ni siquiera alcancé a voltearme por completo, a la mitad, una mano helada me tomó de la parte de atrás del cuello y me empujó hacia adelante hasta que mi cara se estampó contra las rejas de una de las celdas. Mi mejilla palpitó ante el golpe y supe en ese instante que eso dejaría un morado. El frío metal ardió contra mi piel y jadeé adolorida.

Podía sentir la frialdad emanando del cuerpo detrás de mí, traté de verlo, sin embargo, en mi posición, solo vi destellos de su silueta a contraluz. Quisiera decir que no estaba entrando en pánico, pero lo estaba, necesitaba cerrar el puño de la mano que tenía el brazalete, eso me dejaría darle una orden. Él pareció leer mis intenciones porque con su mano libro tomó la mía y la pegó a la reja obligándome a mantenerle abierta.

Ah, estoy en problemas.

Él se acercó a mí hasta que su respiración me rozó el cabello y le escuché gruñir ligeramente. Tragué con dificultad.

—Si me haces daño, te matarán. —Fue todo lo que se me ocurrió decir. Otro gruñido—. Suelta... —me aclaré la garganta, intentando sonar firme—. Suéltame.

Él comenzó a olfatear mi cabello, enterrando la nariz entre las hebras sin pudor alguno. Él no debía tocarme, ni estar tan cerca de mí. Y me volví muy consciente de todo: Su respiración, su cuerpo, su mano en mi cuello, la forma en la que mis pechos se presionaban contra las rejas.

<<¿Qué estás pensando, Arlene?>> me regañé.

Él bajó su cara a mi hombro desnudo, mi vestido de dormir se había deslizado ligeramente por mi brazo por el forcejeo. Me estremecí cuando sentí la punta de su nariz rozarme la piel expuesta y luego sus labios. Necesitaba decir algo, detenerlo, pero...

¿A caso estaba disfrutando esto?

Me había vuelto loca.

Luché un poco, intentando liberarme y eso hizo que sus colmillos tocaran mi piel por un breve segundo. Él gruñó y yo me congelé.

Oh no... él no estaba pensando en morderme, ¿o sí? Y ¿por qué la idea me emocionaba? Él lamió mi hombro con torpeza y sabía que estaba preparando la piel para sus colmillos.

—No... no puedes morderme —dije porque eso estaba prohibido, los esclavos jamás se alimentaban de sus dueños, siempre había sirvientes para eso—. No.

—¿Por qué no? —Su voz atravesó mi cuerpo con una fuerza que me dejó sin aire: Era ruda, gutural y muy ronca.

Me quedé en blanco unos segundos y él aprovechó para rodar su mano y pasar de sostener la parte de atrás de mi cuello a sostenerme por el frente, dejando un lado de mi cuello expuesto a él. Me relajé en su agarre porque necesitaba que él me sintiera rendida.

Casi pude sentirlo abrir su boca, listo para clavar sus colmillos cuando la sangre goteó.

Él se detuvo, y la mano enroscada en mi cuello se extendió frente a mí para capturar en su palma abierta las gotas de sangre que salían de mi nariz.

La presión en mi cráneo se intensificó y levanté la mirada para ver mi mano contra la reja, la que él había soltado un poco y yo había aprovechado para cerrar activando el brazalete.

Las agujas minúsculas se clavaron en la piel de mi muñeca y pude sentir la presión del chip incrustado en la base de mi sistema nervioso, iniciando su función. Me habían hablado de la incomodidad de la activación, pero jamás esperé que fuera tan doloroso o sangriento. Chorros de sangre brotaban de mi nariz y me las ingenié para susurrar mi primera orden:

—Suéltame.

Gemí adolorida, mi cabeza palpitando. De inmediato, fui liberada y me tambaleé un poco. Al voltearme, ahí estaba él.

Mi esclavo.

Quisiera decir que se veía mejor que la primera vez que lo vi, pero fue todo lo contrario. Su estado había empeorado, estaba aún más golpeado, con heridas sin cicatrizar bien, los huesos en sus mejillas estaban más pronunciados, su piel tenía un tono amarillento. No estaba siendo alimentado, eso era seguro.

Me sostuve la nariz, intentando parar la sangre, pero se escurría entre mis dedos. Esos ojos oscuros me observaban en silencio, él seguía manteniendo esa pose, esa expresión vacía de aquel primer día. Una línea de sangre emergió de su collar metálico y se deslizó por un lado de su cuello hasta resbalar por su pecho. Si la activación le causaba algún dolor, él no parecía mostrarlo.

Su mirada bajó a mis dedos y a la sangre que goteaba. Y supe que aún quería mi sangre así que sacudí la cabeza:

—No puedes tomar mi sangre —ordené y él hizo una mueca ligera con los labios—. Tampoco puedes atacarme o morderme.

Él no dijo nada y ahora que estaba aquí, que había activado todo, no tenía ni idea de que hacer. Mi curiosidad me había traído, pero ¿qué esperaba al venir aquí? Descubrir lo obvio, que papá probablemente lo estaba torturando, quizás privándolo de sangre para tratar de controlarlo.

—¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste?

Silencio.

—Respóndeme —demandé. No me gustaba usar mi poder sobre él, pero necesitaba que él cooperara si quería sacarlo de aquí en algún futuro cercano.

—16 días. —Su voz profunda era algo a lo que tendría que acostumbrarme, enviaba escalofríos peligrosos por todo mi cuerpo. Eso quería decir que había estado muriendo de hambre incluso antes de que lo trajeran aquí.

—¿Te están torturando? —Él no respondió, y me sentí estúpida al hacer esa pregunta, era obvio—. Escucha, puedo ayudarte. Pero para eso, tienes que salir de estos calabozos y la única forma en la que mi padre lo permita es si me muestras sumisión absoluta.

Nada. Su mirada cayó sobre mi pecho y la seguí, mi nariz había parado de sangrar, pero la sangre había empapado toda la parte frontal de mi vestido el cual se pegó a la curva de mis pechos como una segunda piel y ante su mirada inquisitiva, mis pezones se endurecieron así que me cubrí.

—Escucha—

Él me dio la espalda y caminó hacia una de las celdas, entró y se sentó en el suelo en una esquina. Las paredes tenían sangre seca por todos lados, el olor a muerte me hizo arrugar la nariz al acercarme a las rejas.

—¿Este es tu plan? ¿Permanecer aquí hasta que él te mate o te devuelva?

Silencio de nuevo.

—¿De verdad esto es lo que quieres? Puedo—

—Quiero tu sangre.

Él levantó la mirada para verme a los ojos. Y tragué grueso porque su solicitud no me asustaba, me intrigaba. Sin embargo, tenía que mantener mi cordura.

—Eso está prohibido, puedo conseguirte sirvientes, una vez que estés bajo mi cuidado, te alimentaré bien, lo prometo.

Él siguió mirándome por unos segundos.

—Tu sangre.

—Mi sangre no tiene nada de especial, puedes—

—Tu sangre —repitió. Sus ojos viajaron por mi cuello, mis pechos y el resto de mi cuerpo. ¿Cómo se atrevía a darme una mirada tan vulgar?

Me quedé callada y él aprovechó para seguir:

—Aliméntame, así tendrás claro quien es el verdadero amo y quien es la esclava.

Bufé. ¿Qué se ha creído este vampiro? Estaba empezando a entender lo que lo mantenía en los calabozos, si le hablaba así a mi padre, jamás lo dejaría salir de aquí. Bien, esto sería por las malas entonces.

—Escucha bien, esclavo —enfaticé esa palabra—. Soy tu dueña y lo que acaba de pasar no cambiará eso. Aquí la que da las ordenes soy yo. —Alcé la muñeca, mostrando el brazalete—. Quise hacer esto por las buenas, pero no me dejas opción.

Él solo me observó así que tomé una respiración profunda y entré en la celda.

—No te muevas —ordené con frialdad y me incliné sobre él quien no tuvo más opción que mirarme. Acerqué mi mano ensangrentada a su rostro—. Puedes oler mi sangre, imaginarte su sabor, fantasear con ello, pero no puedes probarla hasta que yo te ordene lo contrario.

Sus ojos brillaron con una oscuridad y desafío inigualable.

—No deberías retar a un vampiro. —Fue una clara amenaza, su tono profundizándose.

Yo le sonreí con descaro.

—No te estoy retando, te estoy ordenando lo que harás y aún no termino. —Pasé la mano por su mejilla, manchándolo de sangre—. Mañana vas a seguir cada orden, cada pauta que ordene mi padre y mi hermano. Vas a demostrar obediencia absoluta y devoción por mí. Vas a ser un buen chico.

Él tensó la mandíbula, las venas volviéndose visibles en su cuello y su frente.

—Te arrepentirás de esto.

—No lo creo.

—Solo eres una humana malcriada y estúpida.

—Y tú, un vampiro sucio y muerto de hambre.

Silencio.

No apartamos la mirada el uno del otro, era como si estuviéramos batallando por dominio. Mi pecho subía y bajaba con cada respiración acelerada porque había algo en él, en sus ojos, en su postura que aunque no quisiera admitirlo, me atraía. Era de esas atracciones que no necesitabas saber nada del otro, que con solo quedártele mirando por cierto tiempo era más que suficiente para saber que querrías hacer cosas prohibidas con él.

Sacudí la cabeza y fui la primera en apartar la mirada para ponerme de pie. Me aclaré la garganta.

—Mañana no mencionarás nada de que estuve aquí esta noche ni que activé el vinculo. Los convencerás de que me respetas y te mueres por servirme.

Me di la vuelta y crucé la puerta abierta de la celda.

—¿Tampoco puedo decirles que su preciada niñata se excita frente a un vampiro?

Me paralicé y me mantuve de espaldas a él. Apreté los puños.

—No vuelvas a decir algo así o a dirigirte a mí de esa forma.

Él no dijo nada, aunque podía sentir su mirada en la parte de atrás de mi cabeza. Aproveché para huir de ahí.

Le pasé por un lado al arco magnético que mantenía el área de las celdas del calabozo asegurado, solo humanos podían cruzarlo. Y nunca había subido las escaleras con tanta prisa. En unos minutos estaba en mi habitación con la espalda contra la puerta cerrada. Me deslicé hasta que caí sentada en el suelo. La sangre aún pegada a mi pecho, mi corazón latiendo como loco.

No era para nada inocente, me había sentido atraída hacia él y cada cosa que pasó me había encendido un poco más: Su cercanía al estamparme contra las rejas, su lengua sobre mi piel, su cuerpo presionado contra el mío desde atrás, su mirada hambrienta sobre mis pechos.

—¡Ah! —gruñí, agarrando dos puños de mi pelo y dejando salir una larga respiración—. Contrólate, Arlene.

Solo me tomó desprevenida, eso era todo. Yo tenía el control, él era el esclavo y yo la ama. Y ninguna atracción por fuerte que fuera, cambiaría eso. Nunca le dejaría tocarme, ni acercarse de esa forma de nuevo.

Me puse de pie y me fui al baño. Mi reflejo en el espejo no era bueno, parecía que venia de matar a alguien con toda esa sangre. Me quité el vestido de dormir, dejándolo caer a mis pies. Mis pechos quedaron aún rojizos, manchados de sangre y mi estúpida imaginación lo trajo a él de nuevo frente a mí, su boca alrededor de mis pechos, lamiendo los restos de sangre. Apreté las piernas, intentando calmar el calor que había iniciado ahí desde que lo tuve pegado a mi espalda.

Gruñí de nuevo y me metí a la ducha, puse la temperatura lo más fría posible y ahí pasé un buen rato de la madrugada, no salí hasta temblar de frío y que todo rastro de calor se había evaporado de mi cuerpo.

Todo había sido algo de una noche, no pasaría de nuevo. Ya había activado el brazalete, ya había dibujado la línea entre él y yo.

La dueña era yo y el control era todo mío, punto. 

✚✚v

Nota de la autora: ¡PERO BUENO, DON VAMPIRO!

¿Qué pensamos del vampiro?

¿De Arlene?

¿De este capítulo? Hora de chismear. 

Los amo,

muakatela

Ariana G. 

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