15. "Dea prekse nepte."
QUINCE
ARLENE
Cada paso que daba era pesado, cargado con la responsabilidad de lo que iba a hacer. El vestido negro que llevaba se ajustaba a mis curvas, y dejaba al descubierto mis hombros, no eran mis favoritos, pero la ocasión lo ameritaba. Bajé las escaleras con lentitud, mi reflejo me recibió en uno de los grandes espejos de la sala de nuestra mansión y pude verlo: Haeran.
Mi vampiro venía detrás de mí, uniformado, de negro, su expresión impasible como siempre, aunque era diferente ahora, nuestras miradas compartían secretos prohibidos.
Me abrumó el recuerdo de nuestros cuerpos enlazados, y como me había sostenido con cariño mientras permanecía sentada en su regazo hace un par de horas. Ya no había marcas sobre mi piel. Él se había encargado de lamer cada herida, eliminando la evidencia de lo que había pasado entre nosotros. Había tomado su rostro y en esos ojos oscuros encontré devoción, como si una parte de él se hubiera rendido ante mí después de estar juntos. Y eso mismo vi cuando nos miramos a los ojos a través del reflejo del espejo.
Aparté la mirada y me giré al pasillo que me llevaría a los jardines. Las grandes puertas estaban abiertas y la luz de la luna se colaba con gentileza. Mantuve la cabeza en alto cuando emergí al jardín y me enfrenté a toda mi familia, al lado de la estatua de Frederick Erastia, el agua de la fuente que le rodeaba estaba cubierta de flores de cerezo. Antorchas nos rodeaban, dándole el aire antiguo y respetuoso necesario.
Todos mantenían sus manos frente a ellos, firmes y silenciosos. Iban de negro con la excepción del Marcier, quien era el encargado del manejo de las ceremonias y la magia que circulaba en nuestro reino, él dio un paso adelante, todo de blanco. Su vejez se obviaba en sus arrugas y en su cabello blanco y fino.
—He sido llamado por Lukerian Willsborg esta noche para realizar una ceremonia de desligamiento. Arlene Willsborg se prepara para desprenderse de su familia y contraer matrimonio con el príncipe Dregan. Como es costumbre, antes de oficializar el compromiso, la señorita Willsborg debe desligar sus raíces de los Willsborg para que pueda unirse a la familia real. —El Marcier me miró con intensidad y asentí—. Es un honor para mí estar aquí, y frente a nuestro antecesor Frederick Erastia—Señaló la estatua—. Y nuestros dioses, espero llevar a cabo una ceremonia exitosa.
La seriedad en las expresiones de mis padres me ponían nerviosa, no podía equivocarme. Incluso Jarlen estaba inmutable. Papá lucía imponente en su uniforme militar con las medallas doradas ganadas en batalla sobre su hombro. El parche que cubría el ojo que había perdido y la cicatriz que le cruzaba el cuello le daban un aire oscuro y poderoso. Mi madre me sonrió y asintió, animándome.
Tomé un paso adelante hasta que el Marcier me ofreció su mano, guiándome a la fuente. Me cogí el vestido con ambas manos y metí un pie en el agua helada y luego otro, las flores flotaban alrededor de mis piernas, el agua me llegaba a las rodillas. Alcé la vista para ver la estatua más de cerca y por un segundo, me pareció ver sangre en las mejillas. Parpadeé y no era nada.
El Marcier comenzó sus cantos en el idioma antiguo de hace más de una década, ese que había luchado por estudiar cuando era pequeña, pero me había rendido con facilidad. La primera en venir y recoger agua con ambas manos para verterla sobre mí fue mi madre. Me sonrió y me susurró con cariño que me dejaba ir. Luego, pasó mi padre y repitió la acción. El último en hacerlo fue Jarlen, se tomó su tiempo y cuando terminó, el Marcier dijo:
—Jarlen Willsborg ya ha culminado su rol como hermano en esta ceremonia, ahora, como guardia real, termínalo.
Me giré para enfrentar a mi hermano quien se metió en el agua conmigo, las marcas negras en sus brazos comenzaron a brillar y a retorcerse hasta que un líquido acuoso oscuro goteó de sus dedos y aterrizó sobre el agua, haciéndola brillar en un azul precioso, las flores de cerezo resaltaban aún más.
—Como representante de su majestad, el rey Jeremiah Erastia, oficializo este desligamiento. Arlene Willsborg, eres—
Un chillido espantoso me hizo dar un paso atrás, seguido de una sensación en mi estómago, me dieron ganas de vomitar.
—¿Arlene? —La voz preocupada de Jarlen sonaba lejana.
Me agarré de la estatua y por más que luché, no pude evitar vomitar sobre las flores de cerezo, la piel que tenía dentro del agua comenzó a arder.
—¡Quema! —Me quejé y Jarlen no dudo un segundo en cargarme y sacarme.
De rodillas en el suelo, mi pecho subía y bajaba con cada respiración desbocada. Mi madre apareció a mi lado en un segundo, sobando mi espalda.
—Respira profundo, eso, calma —susurró.
Aunque nadie decía nada, cuando levanté la mirada, la decepción era obvia en la expresión de mis padres. Jarlen parecía preocupado.
Porque había fallado.
Mi desligamiento no había sido bendecido, ni por nuestros dioses, ni por nuestro antecesor. No era digna. Había fallado en una de las ceremonias más básicas en nuestras costumbres. Temblando, me puse de pie.
—Arlene... —Jarlen intentó consolarme, pero le ignoré, me limpié la boca con la parte de atrás de mi mano y caminé dentro de la casa, pasándole por un lado a Haeran sin mirarlo.
Eres un fracaso.
Una vergüenza para tu familia.
No eres digna.
No vales nada.
Consumida por esos pensamientos, crucé la sala y salí por la puerta del frente directamente a los establos donde estaba mi Visen. Varios sirvientes me preguntaron si estaba bien, si necesitaba algo. Los ignoré y salté sobre mi Visen, apenas me dio tiempo de tomar las riendas cuando el animal comenzó a correr desbocado, probablemente sintiendo mi frustración.
Cabalgué con rapidez, sintiendo el viento contra mi cuerpo, la flexión de los músculos del Visen debajo de mí. Sabía que no debía salir sola, mucho menos en la noche, pero necesitaba alejarme de todas esas miradas de lastima, de decepción. Siempre había querido enorgullecer a mis padres, papá había usado su uniforme y sus medallas por mí, y le había pagado siendo un fracaso.
¿Por qué fallé?
¿A caso fue por lo que hice con Haeran?
Esa posibilidad me hacía sentir peor.
Una risita vino de mi derecha, como si alguien estuviera justo a mi lado. Me giré y no había nada, cuando volví la vista al frente, había alguien en medio del camino. Jalé las riendas del Visen con tanta fuerza que se levantó en dos patas y tuve que sostenerme para no caerme de espaldas. Cuando el Visen bajó sus patas, busqué a la figura y el camino estaba vacío.
En ese momento, sentí una respiración en la parte posterior de mi cuello. Se me tensó cada músculo porque alguien se sentó detrás de mí en el Visen, pude sentir su calidez contra mi espalda. Sus manos pasaron por los lados de mi cintura para tomar las riendas, estaban completamente cubiertas por telas negras y llevaba guantes. No me moví de ninguna forma brusca porque era obvio que no era humano para escabullirse así, sin embargo, me extrañaba que el Visen no reaccionara ante esta invasión inesperada.
—Nektre, Arlene —dijo su voz gutural y profunda en ese idioma que no entendía. Su aliento me rozó el oído y apreté las riendas con miedo, le tomaría un segundo partirme el cuello—. Tis nan frere.
—¿Quién eres?
—Tú eres digna —Sonó tan seguro—. Él no lo es.
—¿Él?
—Dea prekse nepte.
Y desapareció, como si nada, me encontré sola sobre mi Visen y relajé los hombros, tensos y pesados por lo que acababa de vivir. Tomé las riendas y di varias vueltas, buscándolo en las sombras, pero no había nada. De inmediato, volví a la mansión, cualquier rastro de frustración por lo que pasó en la ceremonia había sido reemplazado por en ese encuentro tan extraño.
Me sorprendió encontrarme al príncipe Dregan en la entrada, esperándome con una sonrisa cálida. Bajé de mi Visen y caminé a su encuentro.
—Vine apenas me enteré —dijo y tomó mi mejilla con gentileza—. No tienes nada de que preocuparte, Arlene. Lo he hablado con el rey, y haremos una excepción, no necesitas la ceremonia de desligamiento.
Me le quedé viendo, procesando lo que acababa de decir. No era cualquier ceremonia, era una importante en nuestra cultura, dudaba que el pueblo del reino me aceptara, sin haber sido bendecida por los dioses y por nuestro antecesor. En especial en mi caso, porque sería reina en el futuro. Bajé la mano del príncipe de mi cara.
—No es tan fácil, Dregan, lo sabes.
Él suspiró y me abrazó.
—Soy la realeza, Arlene, nosotros hacemos las leyes. —Cuando se separó, me miró a los ojos y por alguna razón las palabras que escuché hace un rato vinieron a mí.
Tú eres digna. Él no lo es.
¿Se refería a Dregan? ¿Por qué?
Ya me dolía la cabeza, así que di un paso atrás, no quería lidiar con esto.
—Necesito descansar. —Hice una leve referencia—. Buenas noches, príncipe.
Le pasé por un lado y entré a la mansión, no dije nada cuando vi a mis padres, ni a Jarlen. En mi habitación, encontré a Haeran, silencioso, como si supiera que no quería hablar al respecto. Me cambié y me envolví en mis sabanas para dormir.
#
El silencio de la muerte...
El olor fetido y metálico de la sangre fresca y seca por igual.
Cada paso que daba dolía, y el crujir de las armaduras de los cadáveres bajo mi pies me apretujaba el pecho. Todo el campo de batalla estaba ensombrecido por tanto humo de fuegos que se habían apagado hace un par de horas. Al bajar la mirada, noté mi cuerpo herido, mis manos manchadas de sangre. Mi uniforme... era...
—Arlene.
Levanté la vista para encontrar una figura femenina entre las nubes de humo gris que emergían del suelo donde habían quemado vampiros recientemente.
—Debes romperte para poder verlo, Arlene.
—¿Ver qué? ¿Quién eres?
—Debes....
Una fuerte oleada de viento disipó el humo de un golpe y la figura se desvaneció con el. Y en ese momento sentí una presencia detrás de mí, no alcancé a girarme porque una mano helada me tomó por el cuello desde atrás y apretó con una fuerza sobrehumana.
Me desperté, jadeando por aire, seguido de una tos incesante. Aún podía sentir esos dedos helados sobre mi piel. Me agarré el pecho con vehemencia, e intenté respirar. Me tomó un par de segundos recuperarme y cuando levanté la mirada, lo vi: Haeran estaba de pie a un lado de la puerta, en esa pose fría y estoica usual, sus ojos fijos en mí.
Apreté el agarre en mi pecho, porque había una intensidad en su mirada que no había visto antes. Estaba acostumbrada a la intimidante oscuridad de sus ojos, pero era diferente esta vez. Era como si... él supiera lo que yo acababa de vivir.
—¿Peleaste en la guerra? —pregunté directamente.
Haeran se tardó un par de segundos en responder.
—Sí.
Eso me confundió.
—¿Por qué estás con vida? —Por lo que sabía, los vampiros que pelearon en la guerra habían sido eliminados paulatinamente, de uno en uno a lo largo de estos treinta años, o habían sido encarcelados. Por supuesto, después de asegurarse que convirtieran a un número importante de vampiros para que fueran esclavos. Haeran se quedó en silencio y supe que no respondería, así que saqué mis conclusiones—. No puedes ser un fugitivo de la corona porque no habrías terminado en el mercado de esclavos, no habrías calificado. También tienes un historial de dueñas, así que tampoco fingiste ser un esclavo, has estado sirviendo a los humanos por décadas. Entonces... eso me deja...
Haeran esperó y continué:
—De alguna forma has burlado el sistema, ¿no es así? Ya sea con documentos de identidad falsos, o... no lo sé.
—¿Por qué estás tan interesada en mí de pronto? ¿Qué soñaste?
Aparté la mirada al recordar el campo de batalla de mis pesadillas.
—No lo recuerdo.
Haeran se acercó a la cama hasta que quedó al final de ella, justo frente a mí.
—¿No vas a entregarme?
Volví a mirarlo.
—¿Qué?
—He admitido que peleé en la guerra, ¿no vas a decírselo a tu hermano o a tu padre? Es tu deber como futura reina, Arlene.
Noté el cambio de tono en su voz en la última oración, era burla absoluta. Me puse de pie y caminé hasta él, levantando la mirada para enfrentarlo.
—¿Eso es lo que quieres? ¿Qué te envié a los calabozos o algo peor, que te deje que te maten?
Haeran se inclinó sobre mí, el movimiento me tomó desprevenida y di un torpe paso atrás, pero él me agarró de la cintura y me miró a los ojos.
—Tú sabes lo que quiero.
Su cercanía me trajo recuerdos de lo mucho que disfruté hacerlo con él, así que me liberé y le di la espalda. Me masajeé la cabeza y pensé en el encuentro extraño cuando salí con mi Visen. Me giré hacia Haeran de nuevo.
—¿Hablas Purkai? —Ese era el nombre del idioma que se suponía hablaban los vampiros en la era de su reinado. Haeran dudó.
—¿Por qué lo preguntas?
—Vi una frase en uno de los libros de historia y no sé que significa.
—¿Cuál era?
—Intentaré pronunciarlo... ¿Dea preksse nepte?
Haeran sonrió y lo repitió con mejor pronunciación.
—Significa: El príncipe de la nada —explicó—. Nepte es nada, pero en este caso, al lado de un titulo real alude a la legitimidad del príncipe, es una burla.
Haeran mantuvo esa sonrisa burlona, mientras yo tragaba con dificultad, no por que le había encontrado significado a lo que dijo esa figura en el camino, sino porque él, sin darse cuenta, acababa de confirmarme algo que me hacía dudar de todo.
Porque no todos los vampiros hablaban Purkai, según los historiadores y lo que se sabía, había un grupo en especifico que dominaba esta lengua sofisticada y exclusiva en la era del reino vampírico.
Y esos eran... los vampiros de la realeza.
-
Nota de la autora: Ay, ay, ¿cómo así, Haeran? ¿Por qué hablas Purkai? ¡Sospechoso!
Also, ese idioma como que nos suena familiar, ¿eh? -guiño guiño-
Yo cuando Arlene dijo que no era digna: POTRA, BELLA, HERMOSA, USTED VALE MIL. CLARO QUE ERES DIGNA, MI AMORSH.
¿TEORÍAS, chamxs?
¡ADMIREMOS ESTA OBRA DE ARTE PARA CELEBRAR LOS DOS MILLONES DE LECTURAS!
MUAKATELA,
ARIANA G.
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