1. "Esclavo, así es como debes llamarlo."
ARLENE
—Escuché decir que si no los alimentas por un tiempo, caen en un sueño profundo, ¿es cierto?
Hice una mueca antes las palabras de Jana. Se refería a los vampiros. Estábamos sentadas en la terraza de la mansión familiar, ella había venido a merendar conmigo como lo hacía todos los sábados. Mi familia tenía el privilegio de que la princesa Jana Erastia fuera mi amiga. Ella era la segunda hija del rey y descendiente de uno de los héroes de la humanidad. Sin importar sus títulos, conectamos muy bien en un festival del sol hace unos años y nos habíamos vuelto inseparables.
—¿Es cierto? —repitió. La curiosidad brillaba en sus ojos, Jana vivía una vida muy limitada en el encierro del palacio real. Bueno, yo también tenía mis reglas al ser parte de una familia importante, pero sí contaba con más libertad que ella.
—No lo sé, Jana. Te he dicho que no lo he visto desde el día de la compra.
Recordé la pose desafiante del vampiro y su mirada ese día en la venta de esclavos. Jana chasqueó la lengua.
—Ha pasado una semana, Arlene.
—¿Qué quieres que te diga? —Tomé un sorbo del jugo de naranja frente a mí—. Ha estado en los calabozos todo este tiempo, papá no lo ha traído.
—¿Crees que lo estén... —ella ojeó a las sirvientes que la acompañaban a todos lados y susurró— torturando?
Me tensé.
—No, papá no... —no continué porque no podía asegurar que mi padre no hiciera algo así.
Lukerian Willsborg era un veterano de guerra. Había luchado en la guerra sangrienta hace 30 años cuando apenas era un adolescente. Ese conflicto bélico entre vampiros y humanos duró 5 años y los humanos resultaron vencedores. Fue así como recuperamos el control, el gobierno, todo. Pero no fue sin sacrificios y miles de muertes de ambos lados. Al final, la población se redujo tanto que solo 3 de los 7 reinos quedaron poblados. Papá nunca hablaba de eso, no hacía falta, las cicatrices, la perdida de un ojo y varios dedos estaban ahí como un recordatorio constante de lo que debió ser la peor época de su vida.
—¿Por qué no bajas a los calabozos? —preguntó Jana, mordiendo una galleta.
—Papá no—
—Arlene, acabas de cumplir 18 años, ya eres una adulta, por eso ya puedes tener tu propio vampiro. Debes ponerte firme y bajar a ver que pasa con tu esclavo.
Aunque Jana tenía razón, pero la verdad me aterraba bajar y encontrarme con algo demasiado fuerte. A pesar de que mi padre había peleado en la guerra y que sabía de muchos ataques de vampiros a humanos, yo no les guardaba rencor, solo sentía una inmensa curiosidad por ellos. No quería hacerles daño, y tenía el presentimiento de que si papá lo tenía en el calabozo no era para algo bueno.
—Lo pensaré —dije para cambiar el tema. Jana podía ser muy insistente.
—Su alteza —llamó la sirviente de Jana. Mi amiga se giró ligeramente—. Es hora de volver, el sol ya se está poniendo.
El naranja del atardecer ya cubría todo el jardín frente a nosotros. Jana se levantó y soltó una bocanada de aire, recogiendo su cabello largo y ondulado en un moño alto. El calor del verano no era su favorito. Su vestido azul cielo le llegaba a las rodillas y se ajustaba a su cintura perfectamente. Era casual y ligero, muy adecuado para la estación climática.
—Te envidio. —Hizo un puchero—. Ya quiero tener mi esclavo.
—Cumplirás 18 en un par de meses.
—Lo sé, pero el tiempo ahora pasa tan lento.
—Es hora, su alteza. —Presionó su sirviente.
—Ya, ya, ya nos vamos. —Jana se inclinó y me dio un beso en la mejilla—. Te veo la próxima semana y espero que cuando vuelva, hayas pasado tiempo con tu vampiro. Quiero detalles, ya sabes que vivo mi vida a través de la tuya.
—No es mi—
Ella me lanzó un beso con la mano y se dio la vuelta desapareciendo en las puertas que daban al interior de la casa para ir a la puerta principal junto con sus sirvientes. Yo suspiré y me quedé observando las flores, el verde vivo de las hojas de los arboles y la majestuosidad de las flores de cerezo, mis favoritas. Mi mirada cayó sobre la fuente con la estatua imponente de Frederick Erastia: El gran salvador. El ingeniero que había diseñado la tecnología que nos ayudó a ganar la guerra y que nos permitía controlar a los vampiros ahora. Cada mansión de este lugar tenía una fuente como esa. Él creció aquí, por eso el reino llevaba por nombre su apellido. A pesar de que Frederick había fallecido hace unos años, el poder se había quedado en su familia, había pasado a su hijo quien era el rey y soberado de los 3 reinos: Jeremiah Erastia, el padre de Jana.
Bajé la mirada al brazalete metálico que me rodeaba la muñeca y recordé el collar que el vampiro tenía. Me preguntaba si estaba bien, si había sido alimentado y si sus heridas habían sanado. Desde el momento que mamá había pagado por él, que yo había firmado el contrato de propiedad, sentí una responsabilidad inmediata hacia él.
—¿De nuevo en las nubes? —Salté ante la voz de mi hermano. Me giré y alcé la mirada para encontrarlo recostado contra el marco de las puertas de la terraza. Iba todo de negro, el color que identificaba a esta familia. Lucía agotado, las ojeras bajo sus ojos eran claras y el desorden de su cabello también.
—¿Día difícil?
Él suspiró.
—Lo usual. —Él se despegó del marco y caminó hacia mí, tomando una manzana de la mesa y dándole una mordida antes de dejarse caer en una silla a mi lado. De cerca, pude notar la sangre seca que manchaba la parte frontal de sus pantalones y de sus botas, un escalofrío me recorrió.
—¿Qué ha pasado?
—Nada que deberías saber. —Él le dio otro mordisco a la manzana y masticó como si nada.
—Jarlen —susurré su nombre, esperando alguna explicación. Por supuesto, él cambió el tema.
—Me encontré a Jana cuando llegué, me dijo que querías saber que pasaba con tu esclavo.
—¿Sabes cómo se llama? —Necesitaba saber.
—No, y tampoco me interesa.
—Tengo llamarlo de alguna forma. —Agregué.
Jarlen dejó de masticar y me miró.
—Esclavo, así es como debes llamarlo.
No dije nada porque Jarlen no era alguien que tuviera respeto alguno por los vampiros. Sin embargo, eso no detuvo su mirada inquisitiva por todo mi rostro.
—Arlene —comenzó—, la única razón por la que permitimos que tengas un esclavo es porque es nuestro deber como familia del reino. Recuerda tu lugar.
Eso lo tenía claro, cada familia del reino debía responsabilizarse por un vampiro, alimentarlo y usarlo por protección en caso de ataques de los Crimsons: Seres salvajes sin razonamiento que emergían de vez en cuando en las villas a nuestro alrededor, aún se investigaba su origen. Además de que así contribuíamos a no dejar todo el peso del cuidado de los vampiros a nuestra realeza. Éramos una sociedad que se apoyaba para funcionar mejor.
Quisiera decir que podíamos coexistir con los vampiros sin la necesidad de esclavizarlos, pero eso ya se había intentado hace décadas y los humanos terminamos siendo objetos mutilados, desangrados y asesinados sin control. Ese fue el comienzo de la guerra. La única razón por la que no los eliminaban por completo era porque necesitábamos protección de los Crimsons.
—Solo sentí curiosidad porque papá no lo ha traído, ha pasado una semana —aclaré—. Es todo.
Jarlen soltó una bocanada de aire.
—Papá está dudando de que sea una buena elección.
Arrugué las cejas.
—¿Por qué?
—Es... —Jarlen me ojeó como si dudara—, testarudo.
—Eso ya lo sabíamos, mamá y yo lo supimos el mismo día de la compra.
—Entonces, ¿por qué dijiste que sí?
Abrí la boca para decir algo, pero nada salió. ¿Por qué me había complicado la vida diciendo que sí a un vampiro que obviamente no se doblegaría con facilidad? Esos ojos oscuros que llevaban una semana plagando mis pensamientos me dieron una respuesta, sin embargo, esa no fue la que di. Intenté una explicación que sabía que le gustaría a mi hermano:
—Lo vi como un reto.
Jarlen alzó una ceja y yo seguí:
—Puedo doblegarlo.
—Arlene.
—No me subestimes. —Fingí una sonrisa de suficiencia—. Será divertido.
Jarlen me observó por unos segundos antes de volver la vista al frente y seguir comiendo su manzana.
—Supongo que tendrás que convencer a papá de que puedes manejarlo.
—De acuerdo.
Él se levantó y se inclinó para besar mi frente en un gesto cariñoso. Cuando se separó, me sonrió:
—Solo quiero que recuerdes algo siempre, Arlene. —Le escuché atentamente—. Él no es humano.
#
<<No puedo dormir.>>
Me moví en las sabanas inquieta, de un lado a otro. Me acosté sobre mi estomago y luego boca arriba y nada parecía funcionar. Me cubrí con la almohada y luego me la quité de golpe, soltando aire de forma exagerada. En la oscuridad de mi habitación, la luz de luna que entraba por la ventana se reflejaba en el metal alrededor de mi muñeca.
Arlene, acabas de cumplir 18 años, ya eres una adulta, por eso ya puedes tener tu propio vampiro. Debes ponerte firme y bajar a ver que pasa con tu esclavo.
Papá está dudando de que sea una buena elección.
Me senté de golpe y me levanté de la cama. Mi largo vestido de dormir me rozaba los talones mientras salía de mi habitación. Es oscuro pasillo estaba desolado así que me apresuré hasta la puerta que daba entrada a las escaleras de los calabozos. Eran contadas las veces que había bajado ahí, papá me mantenía alejada. Papá estaba involucrado en el comité de defensa del reino, mi hermano era un guardia real. Por esa razón, Jarlen no podía tener un esclavo vampiro, la única elegible de la familia era yo.
En el momento en el que mis pies descalzos sintieron el frío de los escalones, me detuve. Quizás esta no era una buena idea. Papá siempre nos había recordado la importancia de nunca enfrentar a un vampiro a solas. Sin embargo, el vampiro tenía que estar bien asegurado para estar aquí, no creía que anduviera libre por ahí. Ojeé mi brazalete, yo tenía el control, todo estaría bien.
Bajé el último escalón y me quedé ahí en el largo pasillo de los calabozos a un lado estaban las celdas y al otro solo oscuridad. Dudé sobre encender las luces porque no quería anunciar mi presencia, pero recordé la realidad de las cosas: Él es un vampiro. Probablemente me sintió desde el momento que puse un pie aquí. Así que busqué el interruptor de luz y lo subí. Luces parpadeantes y azuladas extinguieron la oscuridad y me mostraron un largo pasillo con celdas a cada lado. Eso me hizo arrugar las cejas, la ultima vez que estuve aquí no había tantas, lo habían expandido. ¿Por qué?
Empecé mi camino por el pasillo, un poco asustada por el silencio absoluto y porque no tenia ni idea de que o quien estaba en estas celdas. Me confundió llegar al final y ver como todas estaban vacías. Las manchas de sangre seca en algunas me revolvieron el estómago.
Él no está aquí. Entonces, ¿dónde está?
En ese momento sentí una respiración en la parte de atrás de mi cuello.
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Nota de la autora: Holis (sé que lo leyeron con mi voz, no se hagan) No me aguanté y les di una probada con el primer capítulo. Bienvenidos a Erastia, wow, no puedo creer que esté volviendo a este reino que creé por allá en el 2011. Me siento super nostálgica, volviendo a verlos: Arlene, Jarlen, Jana y... él... que aún no saben su nombre, pero bueno, pronto.
Se pondrá interesante la cosa 😉guiño guiño.
Besitos,
Ariana G.
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