9. Puertas del Destino

El trayecto a partir de este punto fue tranquilo, los peligros y obstáculos parecían haberse ido. Por otra parte, Sinsel seguía en un pequeño duelo tras todo lo vivido hasta ahora. Todo este viaje había sido algo circunstancial y extraño para ella, un juego de los hilos del destino que la había colocado en una extraña situación. Ese pensamiento ya lo había sentido desde antes, pero ahora venía acompañado de una nueva inquietud, su sentir hacia los elfos.

Hay que dejar algo claro y es que Sinsel, por más que entienda la situación tan desfavorecida que han vivido los elfos frente a los humanos, algo dentro de ella la hace dudar, como si algo no encajara en la historia que contaron los elfos. Ella aún lo recordaba, aquella vez que durmieron en un campamento improvisado. Los humanos habían esclavizado hasta la actualidad a los elfos oscuros, pero la razón de esto es lo que ella no logra comprender del todo. En efecto, hay muchas cosas de los mortales que escapan a la comprensión de Sinsel, no obstante, eso no explica porque siente tanto resquemor hacia los elfos.

Mientras todos estos pensamientos rondaban por su mente, las puertas de su destino se encontraban en frente. Finalmente, después del exhaustivo viaje, habían llegado.

-Llegamos... al fin...- Mencionó Kwuava con alivio en su tono.

La travesía había llegado a su fin, pero ahora el problema radicaba en su peculiar invitada y es que Sinsel, a pesar de ser una diosa, tiene la apariencia de una humana. Este factor volvió a la mente de los elfos.

-No podemos hacer nada, dependerá de los altos ver por ella.- Respondió la elfa.

Kwuava no planeaba arriesgarse por Sinsel, era riesgoso volver, así que una vez dentro, la suerte de la chica dependería enteramente de ella misma. Su hermano, sin embargo, la contradijo ante esta respuesta.

-Sabes que no la aceptarán, deberíamos...-

-¿Deberíamos hacer qué? ¿Regresar? Ese era el plan. Accedimos llevarla con nosotros, depende ahora de ella.- Respondió su hermana inclemente.

Sinsel entendió que no podía exigirles mucho más. Ellos habían cumplido su parte con llevarla hasta ahí, ahora era ella quien debía decidir qué hacer.

-Iré adentro, no hay ningún problema.- Dijo Sinsel.

La discusión acabó en seco tras esa afirmación. Sin más que decir entonces, los chicos abrieron la pesada puerta que los llevaría a la ciudadela.

Adentro del lugar, todo parecía estar a medio construir. Los mercados, casas, plazas, etc; todo parecía resurgir de las cenizas de aquel lugar. Era curioso ver una civilización que vive de lo destruido, de lo que alguna vez fue algo más grande.

El asombro de Sinsel duraría poco debido a la reacción de su llegada. Los pocos guardias del lugar no tardaron en acercarse a ellos. Por supuesto, solo hubo una reacción negativa hacia la chica, los elfos realmente no tuvieron problema alguno. El temor en esos momentos debió haber invadido a Sinsel, pero ella se mantenía firme ante lo sucedido, dio un paso al frente y se resignó ante lo que podía pasar. Los elfos la alejaron de su grupo mientras los ciudadanos la veían con temor. Aquella sensación... el miedo, era un sentimiento poderoso, Sinsel lo entendió bien en ese momento. Era algo impresionante el cómo su sola presencia, hacía palidecer a las criaturas, todos excepto su grupo quienes solo observaban desilusionados la situación, incluso Kwuava sintió algo de culpa ante esto.

Sinsel fue apresada en una sección algo apartada de la ciudad. Los elfos no habían sido bruscos con ella, por el contrario, parecían bastante dóciles. Allí se mantuvo por unas cuantas horas, los elfos le traían comida e incluso preguntaban por su estado con regularidad. Para ser una prisionera, Sinsel no se sentía castigada. Al cabo de un rato, la chica decide preguntar por aquella actitud.

-Ustedes son muy amables ¿Por qué se comportan así conmigo?- Preguntó algo confundida.

-No nos gustan los humanos... pero también sabemos que no eres una amenaza.- Contestó uno de los guardias. -No traes armas, no emanas maná... nada.-

-De igual modo, son muy amables conmigo a pesar de ser una humana.-

-Insisto, no eres una amenaza, tratarte con hostilidad no haría más que enfadarte o lastimarte sin motivo.-

A pesar de las respuestas, ella podía vislumbrar ciertas características en su tono, el elfo estaba nervioso. Ese sentimiento volvió a Sinsel, el miedo, pero no por ella, sino por los guardias. La razón de su actitud se debía a que no querían hacerla enojar, pero era absurdo, ella estaba encerrada ¿Qué mal podría hacerles?

-¿Qué pasará conmigo?- Preguntó aprovechando el nerviosismo de sus captores.

-Debemos esperar al juicio.-

-¿Juicio? ¿Un juicio sobre qué?-

-Los altos elfos decidirán sobre tu suerte. Dependiendo de la gravedad de tus acciones, podrás irte o...-

-O... ¿Qué?-

Los guardias se mantuvieron callados tras eso último, pero Sinsel entendió perfectamente el comentario. Todo parecía muy raro de todas formas, sus formas de pensar eran bastante distantes a las suyas. La raza de los elfos oscuros es débil, dócil y cautelosa; temen mucho por sus vidas. Esta conducta probablemente se debía a la constante persecución que han sufrido a lo largo de los años. Es ahí donde Sinsel entiende el efecto del miedo sobre alguien, no es solo controlarlo, es transformarlo e involucionarlo en algo sumamente minúsculo, insignificante...inferior.

El juicio finalmente iba a empezar, Sinsel fue liberada y llevada a un gran salón donde se encontraban cinco elfos oscuros sentados cada uno en un trono.

-Damos paso al enjuiciamiento de la humana.- Dijo uno de los elfos. -La orden de altos elfos reconoce la prohibición de otras razas en nuestros dominios. Por lo anterior propuesto ¿Tiene algo que objetar?-

Su forma de hablar era imponente, hacía resonar la sala, no obstante, Sinsel se mantuvo tranquila en todo momento.

-...No tengo nada que objetar.- Respondió algo insegura de sus palabras.

-Llego usted junto a tres elfos ¿Es eso cierto?- Volvió a preguntarle.

-En efecto, fueron ellos quienes me guiaron hasta aquí.-

-...¿Ellos?-

El tono de aquel elfo había cambiado tras esa respuesta. Los demás elfos cuchicheaban entre ellos mientras que Sinsel miraba confundida la escena.

-¿Ocurre algo?- Se atrevió a preguntar rompiendo consigo, la escena.

-Los elfos reconocen que es imposible acceder a las ciudadelas sin ayuda élfica, sin embargo, reconocemos que ningún elfo guiaría a un humano hasta aquí.-

-Ellos solo me ayudaron... No sé qué quiere que diga.-

-Ten más decencia, humana. Estás en nuestros dominios.- Contestó otro de los altos elfos.

La acción generó de nuevo temor, pero esta vez, en los demás elfos altos. Ahora el miedo no solo los hacía débiles, sino que los hacía pelear y contradecirse. El miedo puede ser un arma poderosa y otro uso, se vio reflejado en ese momento, el poder desunir a las personas por miedo a alguna consecuencia o reacción negativa.

-Proseguimos entonces.- Dijo el primer elfo tratando de pasar el tema por alto. -Usted obligó a los elfos a guiarla hasta aquí...-

-¡No! ¡Yo no hice tal cosa!- Respondió indignada ante la acusación.

-Guarda silencio...- Dijo el anterior elfo alto, aquel que había reclamado la actitud de Sinsel.

Volvió a generarse una disputa en el lugar. La actitud de aquel elfo, elevaba el nerviosismo en los demás.

-Cálmate, es un juicio, aún no sabemos que ocurrió.- Imploró el primer elfo alto.

-Quieres enjuiciarla como a un elfo cuando es una humana ¿Acaso nosotros tenemos juicios cuando somos capturados por ellos? ¿O cuando nos ejecutan públicamente en sus plazas? ¿Y cuando nos matan de hambre? Te pregunto ¿En esas situaciones tenemos juicios...-

Otra vez el temor realizaba otro efecto sobre los mortales, el odio. El miedo a esas situaciones los llena de odio, un odio que los carcome por dentro. Tienen miedo de morir, pero odian sentir ese miedo a la muerte.

-Deberíamos ejecutarla ¿Qué ocurriría si lo hiciéramos de todos modos?-

Nos convertiríamos en asesinos, tal y como ellos...- Respondió el primer elfo. -Y nosotros no somos asesinos, damos siempre la oportunidad a la vida.- Añadió dando por acabada la discusión. -¿Dices que ellos te guiaron voluntariamente a nuestros dominios sabiendo que es contra las reglas?- Se dirigió de nuevo a la chica.

Sinsel se mantuvo en silencio ante eso, sabía que sus palabras podrían meter en problemas a los elfos. Decir la verdad podría salvar su vida, pero decir una mentira ayudaría a sus amigos. Era una situación peculiarmente complicada. Ser honesto lleva a un desenlace negativo, pero ser un mentiroso llevaría a un final positivo. Fuese como fuese, la decisión parecía no recaer en la chica pues los altos elfos, decidieron llevar a sus compañeros al juicio. Los guardias llegaron con los tres jóvenes y los sentaron frente a la chica.

-Responde entonces... ¿Ellos te ayudaron voluntariamente a llegar?-

-...No...No lo hicieron.- Respondió la chica tratando de salvarlos

-Como es debido, los elfos tienen la última palabra ¿Alguno debe decir algo a favor de la humana?-

Los tres se petrificaron ante esto, no tenían ni una mínima idea sobre qué hacer. El peso de la pregunta había pasado de Sinsel a ellos, pero en sentido adverso. La honestidad salvaría a la chica, pero la mentira los salvaría a ellos. El debate moral era demasiado para los tres y la respuesta no parecía llegar por ninguna parte.

-Si no hay más que decir...-

-Espere...- Interrumpió Kwuava. -...La humana está mintiendo.-

Aquella respuesta podría costarle la vida no solo a ella, sino a su hermano también. El peso de perder a su hermano y más por su culpa, era devastador para Kwuava, pero tenía que hacer lo correcto.

-La ayudamos a venir porque fue lo que acordamos, habíamos prometido llevarla, fue algo voluntario.- Confesó con cierto temor en su tono.

Era curioso ver como Kwuava, por más aversión que sintiera ante Sinsel, no doblegó su moral ante sus sentimientos. A pesar del acto tan noble, la sentencia continuaba vigente.

-Dado el testimonio por parte de los elfos, se declara a los cuatro... culpables por quebrantar las reglas de esta corte.- Sentenció el elfo alto finalmente.       

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