5. Marginados
Los elfos oscuros no tenían aquel nombre por simples azares de la vida. Estas criaturas tan peculiares fueron malditas desde sus orígenes. Cuando el mundo donde nacieron fue formado, solo existían los elfos, ningún tipo de raza derivaba de estos. Todo cambió el día en que la oscuridad se apoderó de estas criaturas.
Los elfos vivían en armonía hasta el surgimiento de los humanos. A pesar de ser menos listos, los humanos se las arreglaron para volverse la raza superior. Los elfos eran capturados, esclavizados y desechados por los humanos. Para estos últimos, estos seres eran solo un recurso, unos simples objetos reemplazables. Durante los años de conflicto entre estas dos razas, los elfos empezaban lentamente a disminuir, era imposible hacerles frente en combate a los humanos. Fue por todo que esto que surgió un pequeño grupo de guerreros élficos, los "Layllin". Este grupo de elfos se caracterizaban por ser asesinos sigilosos a la par de tener un temperamento hostil e indiferente. La guerra continuaba y los Layllin decidieron tomar medidas extremas ante los invasores. Aquellos elfos sacrificaron su humanidad por poder, la piel que los recubría se tornó de un púrpura grisáceo, los mechones de sus cabelleras se blanquearon y el poder de las sombras corría ahora por sus venas. El sacrificio había valido la pena, los invasores se habían ido, pero ¿A qué costo? Luego de aquella metamorfosis, los ahora apodados "elfos oscuros", fueron expulsados a las profundidades de la tierra. Desde aquel día, los elfos oscuros fueron condenados a vivir en ciudadelas subterráneas.
El paso de los años no los había favorecido, ahora estas criaturas eran vistas como demonios y cazados como animales salvajes. A pesar de sus orígenes, no todos los elfos oscuros son viles e indiferentes, por el contrario, actúan como elfos comunes y corrientes. La facilidad con la que dominan las artes oscuras hizo que se ganaran el repudio de los humanos y demás razas. Es por ello, que los elfos oscuros son una de las tantas razas marginadas por los humanos.
-¿Ahora entiendes por qué tu raza nos detesta?- Preguntó Kwuava luego de haberle explicado la historia a Sinsel.
-Sí... lo entiendo, pero así como hay elfos oscuros como ustedes, hay humanos que de seguro están dispuestos a escucharlos.- Respondió con cierta ingenuidad.
-Ojalá fuera tan sencillo, Sinsel.- La elfo decidió prepararse para dormir. -Tal vez podrías convencer a los tuyos de no cazarnos como animales.- Añadió con cierto sarcasmo.
Los elfos decidieron recostarse y dejar que el sueño los venza. Sinsel, por otro lado, se mantuvo reflexiva sobre el tema. Para ser un mundo tan lleno de vida y diversidad, tenía algunas realidades bastante nefastas. La chica trata de conciliar el sueño luego de darle tantas vueltas al asunto, pero el cielo estrellado motivaba su mente a seguir pensando... ¿Qué pasará con aquellos tres elfos? ¿Realmente puede confiar en ellos? ¿Quién era ella y por qué estaba en aquel lugar cuando la encontraron? Todas estas incógnitas la atormentaron hasta que finalmente, cayó dormida.
Al día siguiente, los elfos decidieron que debían migrar hacia alguna civilización élfica, era muy inseguro que se mantuvieran en la superficie. A pesar de ser elfos, era imposible saber que ruta debían tomar para llegar a una ciudadela subterránea.
¿Qué hay de las ruinas? ¿No podríamos usarlas para acceder a una de las ciudadelas subterráneas?- Sugirió Sinsel.
-Esas ruinas llevan años abandonadas, tal vez décadas, podría ser peligroso.- Explicó uno de los elfos.
-¿Más peligroso que quedarse aquí arriba?- Contradijo Kwuava decidida a entrar.
La expedición de Sinsel estaba por tornarse interesante. A pesar de ser peligroso, la chica debía continuar junto a estos elfos, era la única forma de tener una mínima de protección frente a los peligros de aquel mundo. Los chicos se adentraron en aquellas ruinas, la naturaleza había hecho un gran trabajo en tragarse aquel lugar. La tentación por salir del lugar se hacía presente, aquel sitio estaba cargado de un mal augurio.
-Deberíamos volver...- Sugirió cobardemente el hermano de Kwuava.
-Tenemos que continuar.- Respondió Sinsel mientras se adentraba más en el lugar.
-¿Por qué te interesa tanto seguirnos? No sabemos ni quien eres.-
A pesar de haberse ganado cierta confianza por parte de los elfos, era claro que aún no la conocían, no podía evitar que estos desconfiaran de sus acciones.
-Escuchen, necesito saber quién soy, sé que es demasiado pedir y que he abusado de su amabilidad, pero no tengo a dónde ir.- Dijo tratando de tranquilizarlos.
-¿Entonces pretendes seguirnos para averiguarlo? ¿Cómo crees que podríamos ayudarte?- Interrumpió Kwuava algo desconfiada.
-No... no lo sé, pero quedarme sola allá afuera no es una opción.-
-Deberías entonces ir con los tuyos, somos de mundos muy distintos.- Detuvo el paso luego de eso. -Nos encanta ayudar, pero dudo que podamos saber más de los humanos que ellos mismos.-
-Yo...- Las palabras de la chica se vieron interrumpidas luego de un estruendoso ruido.
El lugar estaba a punto de colapsar, volver en este punto, ya no era una opción. Los cuatro se adentraron más en las ruinas mientras estas, se derrumbaban detrás de ellos. Aquella carrera cesó luego del derrumbe total de la entrada.
-Tendremos que seguir avanzando, con suerte encontraremos alguna civilización élfica.- Kwuava se puso en marcha luego de eso. -Igual no sé cómo se tomarían la presencia de Sinsel si llegáramos a encontrarlos...-
-No te preocupes, lo tendré en cuenta, por favor, sigamos avanzando-
Ahora los cuatro se encuentran en un camino sin retorno, solo les queda avanzar mientras las ruinas los devoran a medida que se siguen adentrando.
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