3. El Descenso
El nacimiento de Sinsel, la primera diosa nacida, fue un antes y un después para los dioses. Amamus ocultó la verdad del nacimiento de su hija, pero solo era cuestión de tiempo para que aquella acción trajera consecuencias. Cuando ese monstruo cayó al mundo de los mortales, las cosas no volvieron a ser como antes, una oscuridad estaba emergiendo ahí. Por alguna razón desconocida, Sinsel había generado un gran lazo con los mortales, sentía la necesidad de protegerlos a pesar de ser inferiores a ella. Mientras ella observaba con fascinación a los mortales, los demás dioses ni se inmutaban por ellos, no sentían más que mera curiosidad.
Sinsel ya había crecido, era una diosa bondadosa y honorable a diferencia de los demás dioses. Ella compartía más características con los mortales que con los de su especie, tal vez era por esto que su simpatía con estos la llevaba a acercarse cada vez más a ellos. Su padre siempre trató de alejarla de estas criaturas, no tanto por ellos, sino por su oscuro hijo. Sus esfuerzos por mantener a su hija lejos de aquel lugar fueron en vano, un lazo la unía a aquel mundo, era una voz que la llamaba dulcemente, era irresistible, un llamado ensordecedor, una cadena que la halaba cada vez más a este mundo. Un día, estos llamados habían llegado demasiado lejos. Sinsel había tocado el mundo de los mortales, se mezcló entre ellos mientras aquella voz la invitaba a seguir adentrándose a este lugar. Su padre la buscó desesperadamente, pero fue inútil, la chica no fue encontrada por su padre a tiempo. La diosa había llegado a un lugar apartado de la civilización, un lugar lúgubre y cargado de negatividad. Ella se adentró lo que parecía ser una catedral abandonada.
-Finalmente... llegaste.- Se escuchó en el templo.
-¿Por qué me has guiado hasta este lugar?- Sinsel preguntó con cierta suspicacia.
-¿No me reconoces?- El autor de aquellas palabras se mostró ante los ojos de la diosa.
Este ser era alto y oscuro, su piel parecía una sombra, unos grandes cuernos se dejaban ver sobre su cabeza y su rostro era muy parecido al de un cráneo humanoide.
-¿Te conozco?- La desconfianza de Sinsel para este punto, ya había escalado varios niveles.
-¿Por cuánto tiempo me han ocultado?- Este ser comenzó a caminar alrededor de la chica.
-No juegues conmigo, criatura.- La chica empuñó su báculo tras esas palabras. -¿Qué es lo que buscas? No lo repetiré otra vez.-
-Te he traído aquí para verte una vez más...hermana.- Sentenció generando gran confusión en la chica. -Deja de ocultarte, muéstrate cómo eres.-
Sinsel se dejó ver cómo era, una diosa. Este monstruo no parecía estar sorprendido por este acontecimiento, todo lo contrario, ni se inmutó ante su presencia.
-La luz que emerge de tu corazón nos une, Sinsel.-
-¿Cómo conoces mi nombre? ¿Quién eres?- Dijo aún desconfiada.
-Hace años, nuestro padre separó la esencia de una estrella...-
-Y de esa esencia nací, no necesitas contármelo.- Interrumpió imprudentemente.
-... Lo que no entiendes, es lo que ocurrió luego del bonito cuento de hadas. A este punto ¿No te sorprende los conocimientos que sé sobre ti?-
-En efecto, pero eso solo confirma que mi desconfianza es más que justificada.-
-Sinsel, tú y yo estamos conectados, somos más parecidos de lo que crees. Naciste de una estrella, sí, pero jamás te contaron el resto de la historia.- Su tono empezaba a tornarse enfermizo y desagradable, pero ya había despertado la curiosidad de la chica, esta no iba a destruirlo aún. -Yo soy parte de esa estrella, soy la sombra que generaste al pararte frente a la luz... soy tu hermano.-
-Mientes ¿Por qué debería creerle a un ser como tú?-
-¿Puedes describir que criatura soy?- La retó con cierta burla.
Era obvio que describir un ser así era algo imposible, jamás se había visto una criatura así antes. Sinsel desconfiaba de este monstruo, pero era claro que el lazo que tenía con los mortales tenía que ver con este ser, mientras más lo observaba, más se hacía presente un lazo con este.
-Muy bien, tú ganas, termina de explicarte.- Bajó la defensa y dejó de estar tan cerrada ante las palabras de este ser.
-Somos parte del egoísmo de los dioses, tú y yo, todo esto ha sido una mentira ¿No lo ves? Los mortales sufren y mueren mientras que estos seres solo observan fríamente. Para ellos, los mortales son solo inferiores, inútiles, reemplazables... pero tú... tú no los ves de esa manera, lo sé, nosotros no somos como los dioses.-
-¿Cómo?...-
-¿Qué cómo lo sé? Pude traerte hasta aquí, eres la única diosa que ha tratado de comprender a los mortales.- Respondió rápidamente mientras se acercaba a Sinsel.
-¿Qué propones? El que seas tan listo, no te hace un igual a mí.-
Este ser se detuvo ante la pregunta, se quedó pensativo tras esto, Sinsel, por otro lado, se sentía incómoda ante este comportamiento. La diosa era un ser muy inteligente, pero también era muy curiosa, una parte de ella le indicaba que debía irse mientras otra, le decía que siguiera escuchando.
-Los dioses deben morir...- Finalmente respondió ante la pregunta.
-Sabía que perdía mi tiempo.- Sinsel le restó importancia a esa respuesta tan surrealista. -No sé cómo conoces tanto sobre los dioses, no sé quién o qué eres, pero no me quedaré más tiempo escuchando.- Añadió ya harta de la situación.
Si bien aquel ser había sido insolente ante un dios, Sinsel no iba a castigarlo, su paciencia era superior a la de los otros dioses. Ella decidió simplemente, marcharse del lugar, pero su acompañante no la dejaría ir tan fácilmente. Las puertas de la catedral se cerraron súbitamente mientras aquel monstruo, observaba inerte a la chica.
-Los pocos que han podido verme me bautizan con diversos nombres, "El Oscuro", "La Muerte", "El Frío", pero prefiero que me llamen "Rin".- Su cuerpo empezó a deformarse luego de esas palabras.
-No es muy inteligente provocar a un dios.- Amenazó apuntando con su báculo a la criatura. -Déjame salir y olvidaré esta ofensa.-
-Lástima... en serio creí que me seguirías, tendré que sacarte de mi camino ahora.-
Sinsel atacó sin piedad a la criatura, ella no creía que este pudiera hacerle frente, al fin y al cabo, este no era un dios. Muy para su sorpresa, aquella criatura no solo seguía con vida, sino que, además, poseía poderes igualables a los de ella. Los esfuerzos de la chica no parecían ser suficientes para detener al monstruo. Los ataques de su adversario debilitaban lentamente a la diosa, con cada ataque, Sinsel debía triplicar sus esfuerzos para evitar ser herida. Tras una ardua batalla, ella es finalmente herida de gravedad.
-No creí que esto terminaría así.- Dijo aquel ser mientras veía a la chica en el suelo. -Mi hermana, no dejaré que mueras así, no soy tan repugnante como los tuyos.- Extendió su mano y la colocó sobre su pecho.-
La mano de aquel ser emanó una esencia oscura, una que envolvió a la chica. La dorada cabellera de Sinsel era ahora oscura, los zafiros de sus ojos se tornaron negros y la luz de su alma se había dormido. Aquello que hacía a Sinsel una diosa, había desaparecido, su esencia y poderes se habían disipado, ahora era una mortal.
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