11. Arañas

Sinsel había despertado de su sueño. Dentro de aquel laberinto, el día y la noche eran irrelevantes, el lugar estaba sumergido en una penumbra eterna. La chica alcanzó con su mirada a los elfos, ambos estaban dormidos todavía. La escena en la que esta se encontraba parecía ser de lo más normal, salvo por un pequeño detalle.

-Qué curioso animal.- Dijo la chica mientras observaba una singular araña suspendida en el aire.

La telaraña de este animal era indetectable para los ojos de Sinsel. Por otro lado, este peculiar animal poseía unos extraños grabados en su abdomen, como si de símbolos tribales se tratasen. La chica se mantuvo hipnotizada por tan extraña criatura mientras esta, se limitaba a observarla fijamente. Aquel extraño intercambio de miradas fue interrumpido por el despertar de la elfa.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué andas tan extraña?- Preguntó Sinsel tras ver que su compañera se levantó alarmada.

-Debes de estar alerta, este lugar oculta muchos secretos.- Dijo luego de atrapar aquella araña con sus manos. -La fauna de estos lugares tiende a ser engañosa, debemos tener cautela.-

Sinsel no entendía aquel comportamiento tan errático, por ende, decidió mantenerse al margen de la situación y dejar que Kwuava tomara las decisiones para salir de allí. Luego de esa escena, la elfa despertó a su hermano para marcharse del lugar.

-¿Qué hay de Kenna? ¿Crees que esté bien?- Preguntó el elfo.

-No lo sé, pero si no es así, él mismo se lo ha buscado.- Contestó Kwuava de manera indiferente.

Por más frialdad que se notara en su tono, Kwuava todavía sentía una creciente preocupación por el elfo. El lugar donde estaban era altamente peligroso y por más que no lo quisiese admitir, Kwuava sabía que era probable que Kenna había muerto. Ante aquel dilema, decidió mantener la cabeza fría y continuar, no podían quedarse ahí por demasiado tiempo. La travesía era exhaustiva, no tanto por el recorrido sino por la incertidumbre de no saber a dónde ir. Por otro lado, aquel viaje estaba acompañado por un peculiar observador.

-¿Es normal que nos sigan tantas arañas?- Preguntó Hausiku con cierto resquemor.

Estos singulares animales los seguían en pequeños grupos. Kwuava no estaba segura de lo que observaba. Por un lado, las arañas no suelen tener ese tipo de comportamientos. Por el otro, realmente no parecían estar interesadas en ellos.

-No creo que sea normal, pero tampoco creo que estén interesadas en nosotros.- Explicó Kwuava tras detenerse por un minuto.

En efecto, las arañas pasaron de largo, era como si solo coincidiesen sus caminos. No obstante, la curiosidad invadía la mente de los chicos, tal vez eran la guía para poder salir de ahí.

-Deberíamos seguirlas, si nos llevan por el trayecto erróneo, siempre podemos regresar.- Sugirió Sinsel mientras el grupo de arácnidos se alejaba.

-¿Qué tal si es una trampa?- Preguntó Kwuava.

-¿Un animalito como este podría planificar una estrategia?- Respondió Sinsel en tono sarcástico. -Por favor, creo que andas un tanto alterada.-

-Tiene razón, hermana. Solo son arañas.- Interrumpió Hausiku.

Doblegada ante los argumentos, Kwuava cedió a seguirlas. Estas estaban concentradas en continuar por el lúgubre laberinto, tanto así, que ignoraban la presencia de los elfos y la chica. A medida que continuaban, la vegetación en el lugar iba desapareciendo, era como si el laberinto hubiera muerto en esa zona. Después de un largo tramo, las arañas se dispersaron al llegar a lo que parecía ser una madriguera. El lugar parecía una caverna sumergida en montones de telas de araña. Aquel sitio era oscuro y tétrico, lo suficiente como para hacer que el grupo decidiera retroceder.

-Se los dije, no podían llevar a nada bueno.- Dijo Kwuava mientras se decidían por marcharse.

Antes de retirarse, unos alaridos los invitaron a quedarse. En la entrada del lugar, como si de un enjambre de hormigas se tratase, las arañas cargaban a un joven elfo hacia la caverna. Kenna se hallaba envuelto en telarañas mientras estos animales, lo conducían a lo que parecía ser su perdición.

-¡Kenna!- Exclamó la elfa sin recibir respuesta por su parte.

-No puede oírte. Tú misma lo dijiste, Kenna se lo terminó buscando.- Respondió Hausiku.

-No podemos dejarlo, es demasiado... debemos ayudarlo.- Dijo Sinsel con preocupación en su tono.

-¿Qué tal si es una trampa? A lo mejor es exactamente lo que quieren.- Respondió el elfo.

La discusión de estos dos no ayudaba al dilema moral que atravesaba Kwuava. Por un lado, no podía arriesgar a su hermano de esa manera, pero no podía hacer caso omiso a lo que ocurría con Kenna.

-Sinsel tiene razón, no podemos dejarlo...- Dijo la elfa con pesar en su tono.

-Me voy entonces, no pienso entrar ahí.- Se excusó Hausiku.

-No nos vamos a volver a separar, entramos juntos y salimos juntos.- Respondió Kwuava dejando a su hermano en su sitio.

La decisión estaba tomada, pero ejecutarla era el verdadero reto. Kwuava y el grupo decidieron acercarse cautelosamente una vez las arañas habían entrado a la caverna. El lugar por dentro era realmente fascinante. Aquella caverna era mucho más grande de lo que parecía. Por las paredes, pequeñas plantas brillantes alumbraban el lugar. El sitio estaba completamente callado, las arañas se movían cautelosamente por el lugar observando a los protagonistas desde las sombras. Los alaridos de Kenna se habían perdido en la densa oscuridad, las arañas que lo cargaban también. Los chicos no sabían si era la imaginación o la oscuridad del lugar, pero las arañas parecían degenerar en tamaños anormales. A medida que se adentraban, las siluetas de las arañas parecían ser más grandes y deformes.

-Kenna entró hace unos segundos ¿Cómo es posible que se nos haya perdido?- Preguntó Sinsel en un susurro.

Una vez terminada su oración, las plantas que iluminaban la extraña caverna comenzaron a apagarse. Los elfos podían ver vagamente en la oscuridad, pero Sinsel había quedado completamente cegada. Cuando trató de sujetar a alguno de los elfos, se percató de que estos se habían ido, como si la caverna se los hubiera tragado.

-¿Hola?- Preguntó Sinsel con desesperación en su tono.

La chica no recibió respuesta alguna. Ante la situación, decidió aventurarse a caminar más y más profundo. Las arañas danzaban por sus pies con cada paso que daba, las telarañas se enredaban en sus manos y el silencio de la caverna, empezaba a ser perturbado por el sonido de pequeñas pisadas.

Bastaron unos pequeños instantes para que la luz volviera a hacerse presente. Sinsel se encontraba en una sección muy distinta al resto de la caverna. En esta parte de la caverna, las paredes estaban adornadas por montones de telarañas y frente a ella, se encontraba lo que parecía ser un trono. En aquel peculiar asiento, se encontraba un gran montículo de telaraña. Ella sentía un revoltijo en el estómago, como si algo no anduviera bien con ese lugar. Antes de que decidiera hacer algo, los quejidos de Kwuava llamaron la atención de la chica.

-¿Kwuava?- Preguntó alarmada.

La elfa parecía estar envuelta en un saco de tela, como cuando una araña atrapa a una mosca en su red. Esto era algo ilógico, una o varias arañas son incapaces de hacer semejante hazaña... al menos, no una araña común.

Tras aquella revelación, el montículo de tela que se encontraba en el trono comenzó a abrirse y de aquella extraña crisálida, emergió un ser abominable.

-Vaya ¿Pero que tenemos por aquí?- Dijo aquel extraño monstruo. -No esperaba tener visitas.-

La criatura parecía una mujer alta, de convecciones finas y mirada penetrante. La piel de esta mujer era similar al exoesqueleto de un insecto, era oscura, sólida y con pequeñas púas; un roce con su piel sería equivalente a tocar las púas de un cactus. Sus ojos rojos se posaban sobre Sinsel como si de una presa se tratase.

-¿Quién eres tú?- Preguntó ingenuamente la chica.

-¿Tan olvidada he quedado? Parece que ya no soy conocida en la superficie.- Respondió en un característico tono burlesco. -Soy Jedova, señora de las arañas.-

-Eso explica mucho...- Susurró para sí misma. -Lo sentimos, solo queríamos irnos con nuestro amigo.- Añadió con un claro nerviosismo.

-Todo lo que entra en este lugar, permanece en este lugar.- Respondió entre pequeñas risas. -Están en mis dominios y, por ende, soy yo quien decide lo que pasará con ustedes.-

-¿No hay alguna manera de solucionar esto? Solo queremos salir de este lugar.- Imploró desesperada.

-Mis arañas llevan años sin probar la carne humana, no voy a negarles ese festín.-

-Entonces me quedaré yo, deja a los elfos irse.-

El comportamiento de aquella chica despertó la curiosidad de la criatura. La astucia de este ser era grande, si Sinsel quería burlarla con sus palabras, este no dudaría en atacarla. Jedova se acercó a la chica, a esa distancia, Sinsel podía ver su arácnida mandíbula llena de grandes colmillos.

-¿No temes morir?- Preguntó la criatura. -¿Acaso ese oscuro abismo no te asusta? ¿Perder todo lo que alguna vez fuiste, eres o serás?-

-No tengo mucho que perder, solo tengo mi nombre y esos tres elfos...- Respondió en un tono suave y melancólico.

-Curioso... ¿Cuál es tu nombre?-

-Sinsel...-

Aquella respuesta asombró notoriamente a la criatura, como si de un hito se tratara. El monstruo dio un paso atrás, las arañas dejaron de moverse y Sinsel, solo podía ver incrédula la escena ¿Qué tenía de importante su nombre?

-Después de tantos años... eres tú.- Dijo asombrada el monstruo. -Mi salida por fin ha llegado, no sabes cuánto esperé por esto.-

-¿A qué te refieres?-

-¿No lo recuerdas?- Preguntó asombrada. -Yo... ¿Qué te ocurrió? ¿Cómo es que llegaste aquí?- Añadió mientras detallaba a la chica.

-Yo... no lo sé, no recuerdo quien soy o quién era antes de venir.- Se sinceró ante la criatura. -Solo recuerdo haber despertado en una catedral y conocerlos a ellos.-

-No te preocupes, tú vas a sacarme de aquí, eres mi salida de esta condena.-

Sinsel continuaba sin entender ¿Condena? ¿Cómo exactamente iba a sacarla de allí? Por otro lado, aquella mujer debía de saber algo sobre ella, era posiblemente, la única oportunidad que tendría para saber quién era.

-¿Tú me conoces? ¿puedes decirme quién soy?- Preguntó con un poco más de confianza.

-Hace años, tu padre me encerró en este lugar y me otorgó este aspecto tan... peculiar que puedes ver.- Dijo mientras caminaba por el lugar. -Yo solía ser una de sus más devotas, pero nunca fue suficiente hasta que un día, me desechó como un escudo roto y me reemplazó por cualquier otra sacerdotisa. Me opuse ante esto, yo era de un estatus superior al resto, estaba tocada por la luz... pero debí entender que mientras más arriba me encontraba, peor fue la caída.- Concluyó mientras su tono se apagaba progresivamente.

-Lamento lo que te ocurrió ¿Pero quién era mi padre?- Preguntó llena de curiosidad.

-Algo mucho peor que la apariencia que me dio, posiblemente tu falta de memoria tenga que ver con él de alguna manera.- Respondió con veneno en sus palabras. -Pero eso no importa ya, estás aquí y tú me ayudarás a salir.-

-¿Cómo puedo sacarte de aquí? Ni siquiera respondes a mis preguntas.- Insistió.

-Tu padre puede que te esté buscando, solo necesito entregarte y él me sacará a cambio de este lugar, es sencillo.- Dijo con una sonrisa en su rostro.

-¿Y si no me está buscando?- Preguntó nerviosa.

-Siempre puedes servirme de aperitivo, jamás he probado la carne de un ser como tú.- Respondió entre risas.

Sinsel sabía que debía de salir de allí, pero parecía estar en un callejón sin salida, no sabía el poder que esta criatura poseía y huir o pelar, no parecía ser algo viable.

-Bien, deja a los elfos y quédate conmigo.- Insistió.

-¿Crees que estás en posición de exigirme algo? Estás en mis dominios, pequeña.- Respondió restando importancia a su pedido.

Como temía, la chica se encontraba entre la espada y la pared. No obstante, algo peculiar había ocurrido. Entre la incertidumbre por la que pasaba la chica, accidentalmente terminó pisando a una de las arañas. Aquella acción volvió a generar un silencio en la caverna.

-No te gustó ¿Verdad?- Dijo Sinsel al ver la reacción de este ser.

-¿Cómo te atreves?...- Respondió mientras agarró el báculo de su trono.

Aquel báculo parecía estar hecho de un material semejante al hueso y en la punta, se encontraba un pequeño orbe rojo. El brillo de aquel orbe se intensificaba a medida que la ira de Jedova aumentaba.

-Déjalos ir, es a mí a quien quieres.- Dijo incrementando la ira del monstruo.

-No pasaré por alto tu insolencia...-

Si quería salir de ahí, tenía que jugar bien sus cartas. A pesar de lo arriesgado que sonara, Sinsel concluyó que la única forma de escapar, sería mediante una distracción pues si Jedova seguía concentrada en ella, realizar alguna acción sería imposible. Por lo tanto, tragándose su miedo, Sinsel pisó otra de las arañas más pequeñas. Lo que ocurriría tras esa acción, era superior a lo que Sinsel hubiera imaginado. El cuerpo de aquella mujer mutó en una criatura bizarra. La parte inferior de su cuerpo era semejante a una gigantesca araña mientras que su cara, se llenó de varios ojos brillantes.

Por más colosal que fuera, la agilidad de esta criatura era sobrehumana. Con una inexplicable velocidad, la criatura saltó con sus ocho patas hacia el techo. Utilizando la oscuridad como aliada, Jedova disparó de su báculo una ráfaga roja que impactó en el brazo de Sinsel. Aquel ataque había generado una extraña erupción en el brazo de la chica, como si de una infección se tratase. Ante esto, Sinsel decide huir cayendo sin quererlo, en un hoyo de la caverna.

La chica se encontraba ahora en las secciones bajas de la morada. Aquella sección estaba mucho más iluminada, pero estaba cargada de telaraña, como si de un nido se tratase. Del techo colgaban algunos cuerpos envueltos en telas y otros, eran devorados por las arañas. La tranquilidad no duraría mucho pues Jedova, no tardaba en descender. Sinsel se ocultó rápidamente, aún debía de encontrar a Hausiku y Kenna.

-¿Dónde estás pequeña? Sabes que no te puedes esconder de mí.- Vacilaba la criatura mientras rondaba por el lugar.

Sinsel tapó su boca mientras ahogaba sus gritos en lágrimas de ansiedad. En eso, la mirada de la chica capta una espada perteneciente a uno de los cadáveres del lugar. Asqueada, la chica recoge el arma del putrefacto cadáver. No obstante, la chica sabía que estar armada no mejoraría su situación, atacar a ese monstruo con semejante baratija sería un suicidio. Por otro lado, la espada podría utilizarla para liberar a los elfos de los novillos de tela, sin duda ellos sí podrían ayudarla en el combate.

Aprovechando el factor del sigilo, Sinsel se escabulle hasta llegar al hoyo por el que descendió. Rápidamente, la chica empezó a subir aprovechando las telarañas que se hallaban en el hoyo por el que cayó. Comenzó a subir empleando todas sus fuerzas, pero en eso, de entre la telaraña, una pequeña araña se cruzó por sus dedos.

-Maldición ¿Justo ahora?- Susurró para aplastarla con su mano.

Lo que la chica no sabía, es que esa simple acción llamaría la atención de su mortífera verdugo.

-Vuelves a desafiarme ¿Eh? Enserio disfrutaré el festín que me haré con tus huesos.- Dijo la criatura mientras se acercaba rápidamente a la ubicación de la chica.

Aquellas palabras alertaron a Sinsel quien no dudó en acelerar su marcha. Fue ahí cuando lo entendió, todas las arañas están conectadas con ella, matarlas o interferir en sus caminos, puede alertarla perfectamente. La chica logró salir a la superficie y usando el dato que aprendió, decidió pisar otra araña y correr en dirección opuesta a esta. Las maldiciones de Jedova no se hicieron esperar luego de aquello. Aprovechando la distracción, Sinsel corre hacia el capullo donde se encontraba Kwuava y, utilizando la espada, la libera finalmente. La elfa salió atemorizada, al fin y al cabo, ella era solo una joven, la situación se había vuelto demasiado para ella. Kwuava se lanzó a los brazos de Sinsel mientras temblaba.

-Tranquila, estamos bien.- Sinsel trató de calmarla mientras acariciaba suavemente su cabello. -Pero no es tiempo para que te pongas así, debemos encontrar a Kenna y tu hermano.-

Kwuava seguía sin poder responder, el liderazgo que mostró durante toda la travesía fue reemplazado por ansiedad y miedo.

-Kwuava, te necesito, no puedo salir de esto sola... Por favor.-

La elfa se tranquilizó un poco, pero era Sinsel quien debía tomar las riendas de la situación ahora. Por suerte, ambas tenían una pequeña ventaja y era el factor sorpresa, debían de aprovechar que la criatura no tenía idea de dónde se encontraban. No obstante, los pasos de Jedova se escuchaban próximos a ellas. Sin pensarlo dos veces, ambas se ocultaron entre las telarañas.

-Es inútil evitarme, sabes que te encontraré eventualmente.- Dijo mientras buscaba por el lugar.

En ese mismo momento, los alaridos de Kenna volvieron a sonar, pero el ruido provenía de la parte superior de la caverna. Sus quejidos demostraron que la caverna poseía un nivel superior, solo debían hallar la manera de acceder a este.

-Yo la distraeré, tú ve por Kenna. -Susurró Sinsel. -De seguro hay un túnel para acceder a la parte de arriba, todo el lugar está lleno de ellos.-

-No lo hagas, es peligroso...- Interrumpió la elfa.

-Estaré bien, buscaré a Hausiku en el camino.- Y dicho esto, huyó lejos del lugar atrayendo así, la atención del monstruo.

Kwuava aprovechó la situación para encontrar la manera de subir, en efecto, un túnel de la caverna conducía a la parte superior. Una vez arriba, encontró a Kenna suspendido en el aire por la tela de araña. Rápidamente, la chica lo liberó y ahuyentó a las arañas que estaban cerca de él.

-¿Kwuava?- Preguntó incrédulo.

-¿Y a quién querías encontrar? Vámonos rápido.-

Antes de poder marcharse, las arañas del lugar se aproximaban para atacarlos. Las arañas poseían un tamaño y fuerza superior al de muchos animales, por ende, el combate no sería sencillo.

Mientras aquello ocurría, Sinsel trataba de ocultarse de Jedova. La oscuridad y los pilares de la cueva le salvaron la vida, pero sabía que era cuestión de tiempo para que la encontraran.

-Bien... así es como será esto entonces.- Dijo la criatura.

En ese momento, los ojos de las arañas empezaron a emanar un brillo de color rojo. Más temprano que tarde, Sinsel entendió que estás servían ahora como visores para Jedova. Las arañas se acercaban a ella, era imposible evitarlas, pero cuando parecía que iban a atraparla...

-¡Maldición!- Jedova gritó haciendo que las arañas, en su defecto, se detuvieran.

Sinsel entendió lo que había ocurrido, probablemente Kwuava había asesinado alguna araña y ahora Jedova iba a ir tras ella. La chica prefería morir por los elfos, pero justo cuando iba a entregarse a la criatura para evitar que esta atacase, muy a lo lejos, en la oscuridad, la crisálida donde estaba Hausiku se podía ver. El brillo de las arañas había revelado la ubicación del elfo. En este dilema, la criatura ya se había marchado. Ante esto, Sinsel decide ir a ayudar a Hausiku evitando el rango de visión de las arañas.

-Tranquilo... tranquilo.- Lo consoló la chica.

-Quiero salir de aquí.- Le imploró el elfo.

-Vamos a lograrlo, pero debemos de ir con tu hermana.-

Ambos corrieron a buscar a Kwuava, pero esta, junto a Kenna, los encontró mucho antes.

-¡¿Estás bien?!- Exclamó Hausiku.

-Viene por nosotros, no tenemos a donde ir...- Respondió esta.

En efecto, Jedova había acorralado a Sinsel y los elfos. Para complicar más la situación, la criatura impregnó la única salida con telaraña. No había a donde huir, debían pelear si querían salir de aquel lugar. Kenna y Kwuava empuñaron sus dagas mientras Hausiku impregnaba sus dedos de magia. Las arañas se acercaron a ellos mientras Jedova observaba victoriosa la situación.

-Debiste haber aceptado mi oferta, hubiéramos salido las dos de este lugar.- Dijo la criatura mientras cargaba su báculo de energía. -Por suerte mi báculo sigue cargado desde la última vez, tengo suficiente poder para matarte lentamente.-

Las provocaciones del monstruo no atemorizaron a Sinsel quien, de forma muy inexperta, blandía la espada contra las arañas. Pudieron asesinar unas cuantas, pero siempre venían más, es en ese momento de desesperación cuando Hausiku decide impregnar el lugar con una ráfaga de maná. Recitando algunas palabras de su grimorio, el elfo termina generando numerosas explosiones que eliminan a las arañas. No obstante, estos animales no se detuvieron mientras que las energías del chico decayeron.

-No tiene caso, son demasiadas.- Dijo mientras lanzaba hechizos con las pocas fuerzas que le quedaban.

-No te rindas, Hausiku, aún debemos continuar.- Respondió Kenna sin bajar la guardia ni por un segundo.

A pesar de sus esfuerzos, las palabras del elfo eran vacías, la pelea estaba perdida. Huir no era una opción pues la salida se hallaba sellada, todo se hallaba perdido.

-Que tiernos, no me había divertido en tanto tiempo, pero el espectáculo debe de acabar.- Y con eso dicho, Jedova empieza a arremeter hechizos de su báculo contra los chicos.

Hausiku bloquea algunos de sus ataques con la poca magia que le quedaba, pero con cada ataque, las fuerzas del elfo decaían. Finalmente, Jedova arremete una enorme bola de magia contra los elfos. Sinsel se coloca en medio y, con la espada, bloquea este ataque. Luego de esa acción, la espada terminó destruida y, gran parte del cuerpo de la chica, con erupciones.

-¿No es suficiente? Bueno, va de nuevo.- Vaciló el monstruo repitiendo la misma acción.

Sinsel miraba a su alrededor en busca de alguna esperanza. Por un lado, las arañas los rodeaban por completo, por el otro, Hausiku a duras penas podía mantenerse en pie. Kenna y Kwuava solo retrocedían ante el avance de las arañas y Jedova solo debía lanzar el hechizo para ejecutarlos. No sabía si fue por la situación o algo más, pero Sinsel dio un paso al frente y encaró a la criatura. Ante esto, el monstruo sonrió complaciente y arrojó su último ataque. En vez de tratar de evitarlo, Sinsel corrió hacia ella y, tras dar un salto, de sus manos emergió un incandescente brillo dorado. Los elfos miraron atónitos esta acción mientras Sinsel, canalizaba esa energía en un rayo de luz.

Aquella ráfaga de luz se dirigió a Jedova ignorando por completo su ataque. La criatura solo podía observar pasmada a la chica mientras aquel hechizo se aproximaba hacia ella. Trató de cubrirse, pero el ataque fue tal, que atravesó por completo la telaraña hasta salir incluso fuera de la caverna. Aquel proyectil era algo completamente irreal incluso para los elfos. Una vez cesó el ataque, las erupciones y heridas de Sinsel habían desaparecido. Asimismo, la mayoría de arañas habían quedado atontadas o directamente, muertas.

No había tiempo para analizar la situación, debían aprovechar aquello para escapar. Sin pensarlo dos veces, Kwuava y los demás corren fuera del lugar. Una vez fuera, en plena carrera, el pie de Sinsel es sujetado por algo.

-¿C-cómo es posible?...- Balbuceaba Jedova desde el suelo.

La criatura había vuelto a su forma original mientras, moribunda, sujetaba a Sinsel. La piel quitinosa de la criatura estaba destruida y quemada en algunas zonas, era como si hubiera salido de un incendio.

-Eres igual a él... eres pura destrucción...- Dijo con las últimas fuerzas que le quedaban. -No te librarás de esta, niña, jamás podrás salir de aquí sin mí.-

Tras eso último, Sinsel, llena de cólera, decide patearla en el rostro dejándola inconsciente. Kwuava sujeta el brazo de la chica y, junto con el resto, la lleva lejos del lugar.       

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