10. Descenso a los Infiernos

Las penas en las civilizaciones élficas son distintas a lo habitual. Los elfos creen en la preservación de la vida, la lucha por la supervivencia y, por ende, no consideran ético quitarle la vida a otro ser vivo. No obstante, el no quitarle la vida no es sinónimo de salvación, ellos no están en la obligación de salvar a aquellos quienes quebrantan sus leyes. Con esto dicho, Sinsel y los elfos fueron condenados a "el descenso al infierno", la mayor pena dentro de la sociedad élfica.

La pena consistía en hacerlos descender a un laberinto lleno de trampas y peligros. Si logran escapar de este, podrán reintegrarse a la civilización o marcharse. A pesar de que suene como una tarea difícil, esta sí es posible pues los elfos siempre dan la oportunidad de salvar y preservar la vida. Mientras descendían, miles de pensamientos se le venían a la cabeza a cada uno de los chicos, pero Sinsel era sin duda, la más confundida. La elfa había aceptado el castigo por ella a pesar de sus diferencias. La mirada de Kenna se posaba con enfado sobre la elfa, se encontraba estupefacto por lo ocurrido. Kwuava por su parte, solo podía cargar con la culpa y resignarse a lo peor.

El descenso era eterno y abrumador, el grupo descendía en una especie de elevador mientras los guardias los observaban desde arriba. Finalmente, llegaron a lo más bajo de aquella caverna. El laberinto estaba hecho de una extraña maleza, era muy frondosa con un color violeta. Abrirse camino cortando la hierba era imposible, aquellas plantas eran tan duras como el acero.

-¿Ahora qué hacemos? No hay salida.- Preguntó Hausiku asustado.

-Podemos salir de esta, solo necesitamos mantenernos juntos.- Respondió Kwuava en un intento de consuelo. -Tranquilo, todo estará bien ¿Sí? Hemos salido de peores situaciones.- Añadió con una sonrisa de acompañamiento.

-No, Kwuava, jamás hemos estado en algo así.- Contradijo Kenna quien estaba harto de la situación. -Nos pusiste en riesgo por una humana.-

-¿Ahora es mí culpa? Pudimos dejarla atrás, pero todos estuvimos de acuerdo en llevarla con todo y consecuencias.- Alzó el tono generando un conflicto inminente.

-Pudimos dejar que bajara ella sola hasta acá. Incluso pudieron haberla dejado ir, viste a los guardias, todos le tienen miedo.-

-No es lo justo y lo sabes, no iba a condenar a alguien inocente a sufrir aquí abajo.-

-Es una humana, Kwuava, no es parte de nosotros.-

Con esa última oración, la pobre elfa cayó presa de la desilusión. La frialdad de sus palabras marcó a Kwuava y la hirieron profundamente.

-Kenna...-

-No, Kwuava, no me pidas que empatice con ellos.- Interrumpió antes de que esta pudiera siquiera decir algo.

-Ella ni siquiera recuerda de donde viene.-

-Eso no es excusa, no pertenece a nuestro grupo, no ha sufrido ni ha sido rebajada como nosotros... Pensé que lo entendías.-

Y con eso último, el elfo terminó la conversación en un amargo desprecio. El corazón de Kwuava se había cerrado en ese momento, no podía ver amor en alguien capaz de vociferar tales males. Ella no lo odiaba, pero sí le sirvió para reflexionar sobre quién era el elfo. Sinsel por su parte, solo podía observar incómoda la escena mientras trataba de consolar a Hausiku. Ella prefería no intervenir en la discusión pues como bien dijo Kenna, ella es una humana.

Los chicos siguieron juntos, pero Kenna se encontraba distante con todos. Por otra parte, Sinsel sentía que debía hablar con Kwuava, ella había tenido que cargar con todos los problemas del grupo durante esta travesía y cuando todo parecía estar mejorando, terminan aquí. De igual forma, Sinsel esperó el momento oportuno para hablarle. Luego de algunos combates con las criaturas del lugar, los chicos decidieron descansar en una sección más tranquila del laberinto.

El ambiente estaba cargado de negatividad y por más que Kwuava quisiera ser un apoyo para su hermano, este se encontraba desesperado y asustado. La elfa finalmente, decide sentarse a descansar frente a una fogata improvisada. Kenna por su parte, decide explorar por el entorno, realmente quería alejarse un tiempo de Kwuava y los demás. La chica le dolía su alejamiento, pero lo entendía y respetaba, aun así, la frialdad de sus palabras había chocado en la elfa.

-¿Puedo sentarme?- Preguntó Sinsel.

Kwuava no se sentía del todo cómoda, ni siquiera podía dirigirle la mirada. A pesar de eso, esta decide darle un espacio para sentarse junto a ella.

-Lo lamento, no quería que todo esto pasara.- Se disculpó Sinsel.

-No hay nada que perdonar, no es tu culpa.- Interrumpió la elfa. -Nosotros... yo quise que vinieras.-

-¿Tú? ¿Por qué? Pensé que todos estaban de acuerdo.- Preguntó extrañada.

-No... bueno no del todo. Kenna no quería que vinieras, dijo que era peligroso, pero insistí en que vinieras.- Confesó con cierto pesar en su tono. -Ocurrió mientras dormías, debatíamos entre matarte, abandonarte o llevarte con nosotros.-

-¿Iban a matarme?- Preguntó impactada.

-Kenna no quería que nos delataras con algún templario, mi hermano propuso abandonarte por miedo y yo decidí llevarte hasta un lugar seguro, pero no esperaba llevarte hasta una civilización élfica. Mi hermano se opuso a la idea en un principio, pero terminó aceptando por su indecisión, Kenna por otro lado, prefirió mantenerse al margen de la situación.-

-¿Pero por qué insististe?- Volvió a preguntar incrédula.

-Porque era lo correcto, por más dolor que los de tu especie nos causen, no puedo pensar que todos son iguales y al final, el tiempo me dio la razón, no nos has lastimado en lo más mínimo.- Respondió con cierta melancolía en su tono. -Hausiku terminó encariñándose contigo aun si no lo quiere admitir, Kenna solo te tolera y yo...- Hizo una pausa para finalmente, devolver la mirada. -Realmente no te odio, no veo maldad en ti, eres diferente a los otros humanos.-

-No sé qué decir...- Contestó impactada ante su respuesta.

-Nada... no debes hacerlo, soy yo quien quisiera darte las gracias, me hiciste entender que los humanos no son los crueles verdugos que nos han asechado por años.- Una pequeña sonrisa se escapó tras esa oración. -Igual tendré un ojo encima tuyo, eres demasiado curiosa.-

-Ah sobre eso... lamento lo que ocurrió en las ruinas.- Se disculpó avergonzada.

-Olvida eso, es vergonzoso.- La frase desembocó en una pequeña risa nerviosa. -Que incómodo, por eso debería colgarte a un árbol.-

-Lo siento, sé que no es excusa, pero no sabía que era algo malo.-

La respuesta de la chica sorprendió a la elfa ¿Cómo que no sabía que era algo malo? Aquella excusa la había confundido aún más.

-No tienes que inventarte excusas tan tontas.- Dijo Kwuava restándole cierta importancia al tema.

-No recuerdo muchas cosas ¿Lo recuerdas?-

-¿Ni siquiera algo tan obvio como eso?- Kwuava se hallaba aún más sorprendida ante esa afirmación.

-Sé algunas cosas como mi nombre, que es bueno o malo, pero de ahí en más... todo es muy confuso.-

-Esto es surrealista, es como hablar con una niña.- Dice entre risas.

-¿Pero fue algo malo?- Pregunta confundida.

-No, malo es que estuvieras fisgoneando.-

-Es algo privado entonces, por eso Hausiku no lo sabe.-

-No exactamente, Hausiku no sabe nada de mí y Kenna, porque no quiero que se preocupe por mí o generar un conflicto entre todos. Por otro lado, en parte sí es privado.-

-Pero si no es algo malo ¿Por qué debería estar oculto?-

-Porque... no lo sé, supongo que no todos pueden entenderlo o simplemente, se me hace incómodo mostrarlo. Sea cual sea el caso, no es importante, deberíamos hablar de ti... ¿No crees que deberíamos recuperar tus recuerdos?-

La plática continuó por unas horas, el par de chicas tenían más cosas en común de lo que creían. Tras ver las horas pasar, el tema sobre la memoria de Sinsel seguía siendo un punto difuso en el espacio, sus recuerdos se encontraban profundamente dormidos.

-¿Recuerdas de quién era la catedral? Si no puedes recordar como llegaste ahí, tal vez si recuerdes el lugar.- Preguntó Kwuava.

-No...- Dijo tras intentar hacer memoria. -¿Pero cómo llegaron ustedes en primer lugar?-

-Estábamos huyendo, pero decidimos aquel lugar por ser la catedral de El Oscuro, ningún templario se hubiese acercado.-

Ese nombre resonó en la mente de Sinsel, no logró recordar nada, pero su sola mención fue suficiente como para generar un impacto en ella.

-¿Quién es "El Oscuro"?- Preguntó con cierto temor.

-Es el dios que protege a los marginados como los orcos y los elfos oscuros, de ahí la palabra "oscuros" en nuestro nombre, no es solo por nuestra piel.- Explicó sin fijarse en la reacción de Sinsel. -Lo conocen también como "El Que Llora" o "El Marginado".-

Esas menciones lograban impactar en Sinsel como golpes en su psique. Al escuchar esas menciones, su cerebro logra vislumbrar alguna imagen nefasta de un ser escalofriante, como si su sola mención fuera suficiente para desembocar lúgubres visiones.

-¿Y los elfos lo siguen?- Preguntó Sinsel quien empezaba a desarrollar un dolor de cabeza.

-En teoría, pero yo me alejo de esas cosas, no puedo entender como un dios podría abandonarnos así, mi raza ya ha sufrido demasiado.- Respondió restándole importancia al asunto. -¿Estás bien? Parece que tu cabeza va a reventar.- Preguntó preocupada.

-Sí... Kwuava ¿Qué pasa si él no es un dios? ¿Si es algo diferente?- Preguntó tratando de aguantar el desagradable dolor de cabeza.

-No lo sé, un ser de semejante poder debe de ser algo superior a nosotros.-

-Kwuava, creo que él tiene algo que ver con mi falta de memoria.- Confesó mientras su dolor empezaba a cesar.

-¿Enserio? ¿Pero cómo es posible?- Preguntó maravillada.

-No lo sé, pero su sola mención genera un impacto en mi cabeza, como una fuerte jaqueca.- Finalmente, su dolor de cabeza había cesado por completo. -¿Por qué no me cuentas sobre él? Estoy segura de que me servirá de algo.-

-Bueno... El Oscuro fue concebido como un ser de luz, pero la luz que le dio la vida, fue la misma que lo condenó.- Relató mientras su oyente la escuchaba curiosa. -El Oscuro cayó al mundo de los mortales en forma de una estrella ardiente, una estrella del crepúsculo. Cuando cayó a este mundo, su piel se quemó y pudrió, así como su corazón. La oscuridad de su corazón fue rechazada por los grandes y por eso, fue condenado a ser un marginado. Por su mismo dolor, este se afilia y defiende a quienes sufren, por eso los elfos oscuros lo respetan. A pesar de todo, me parece incorrecto la venganza que promueve su credo.-

Sinsel se sintió algo incómoda, el relato más que llenarla de respuestas, la llenó de inseguridad. La sensación de ser vigilada se hizo presente luego de relatar la historia, pero esta sensación era únicamente percibida por ella.

-¿Y es real esa historia?- Preguntó algo nerviosa.

-No lo sé, esa es la versión que nos cuentan a los niños elfos, pero es solo una historia.- Respondió sin darle vueltas al asunto. -¿Lograste recordar algo?-

-No... solo visiones borrosas.-

-Está bien, al menos es un avance.- Trató de tranquilizarla. -Es muy tarde, yo montaré guardia junto con Hausiku, tú duerme.-

-¿Pero no deberías descansar?-

-Los elfos oscuros dormimos solo tres horas, además de que somos criaturas nocturnas... más o menos.- Respondió mientras dejaba que la chica se recostase en su hombro. -Cuando volvamos a la civilización, te llevaré a la capilla de la ciudadela, capaz que algún clérigo podrá ayudarte.-

-Eso espero...- Sus ojos empezaron a cerrarse tras eso último. -Gracias por hablar conmigo, es bueno saber que tengo una amiga...- Y tras decir eso, sucumbió al sueño.

El dormir junto a Kwuava la hacía sentir segura. En ese momento, la sensación de ser vigilada había pasado a segundo plano.

-¿Amiga?...- Aquello impactó a Kwuava, pero no lo tomó como ofensa.

Si bien la amistad era algo más profundo para la elfa, esta no se sintió aludida ante el comentario, por el contrario, lo veía como algo fascinante, se había ganado la confianza de una humana.

La noche transcurría sin mayor peligro, Hausiku se mantuvo cerca de su hermana una vez Sinsel se había dormido. La noche pasaba y el par de elfo, se mantenían alertas mientras Kenna andaba desaparecido.

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