III


Caminó por el pasillo, mantenía la carta en sus manos y la apretaba con fuerza a cada segundo, su corazón palpitante frenaba su andar, el nerviosismo nubló sus ojos pero el cabello rojizo del chico en frente se vislumbró entre sus amontonados pensamientos. Sonriendo con inercia, se acercó con pasos demasiado lentos, creyendo que un paso en falso en aquel piso de madera haría que cayera al fondo de un abismo, un puente colgante entre su orgullo y sus sentimientos.

Detuvo el paso, mirando al frente, admirando una vez más al chico y respiró hondo, juntó sus manos al frente y arrugó la carta aún más de lo que sus temblorosas manos podían hacerlo, desvió la vista a la paredes, las escaleras para bajar a la planta baja y después miró el cielo azul que se extendía en lo horizontes, tan profundamente bello como los ojos del chico.

Pero sus pensamientos fueron reemplazados con miedo, un miedo que se extendió desde su columna vertebral hasta su estómago, sintió un pequeño mareo y las respiraciones profundas que realizaba no bastaban para calmar sus pensamientos. Miró al frente, pero la silueta del chico había desaparecido.

– ¿Sucede algo Adrien? –Preguntaron dulcemente detrás de él–. Llevas alrededor de cinco minutos mirándome.

El rubio se volteó lentamente, bajó la mirada poco a poco, como si el tiempo fuese lento y estuviese obligado a seguirlo.

–No sé a qué te refieres –pronunció, ocultando el nudo que se había formado en su garganta, pronunciando un tono frío y serio. No pudo articular una palabra más, Nathanaël se limitó a mirarlo unos minutos, cambiando completamente esa expresión de duda con una más formal.

–Lamento molestarte, me iré en seguida –pasó de largo al chico de ojos verdes, pasando tan cerca que la suave brisa de su movimiento relajó una parte de él, provocando que tomara su brazo en inercia, Nathanaël sintió el movimiento repentino en su brazo, se miraron a los ojos unos minutos, minutos que parecían años para el rubio, simplemente perdiéndose en el hermoso pedazo de cielo frente a él. "Deben ser joyas, joyas creadas por los mismos dioses", pero el contacto desapareció, cuando el pelirrojo soltó su mano y se dispuso a llegar a las escaleras, siendo observado en cada una de sus acciones por el rubio.

–Te amo –susurró Adrien, tan bajo que su voz se perdió en el silencio, tan bajo que pudo ser parte de su imaginación, tan bajo que ni siquiera sus propios oídos pudieron escucharlo. Y suspiró con fastidio. Era la tercera vez en la semana, y solamente habían pasado dos días. La carta de sus manos había sufrido el mismo destino que todas las demás, desdoblada, con un intento inútil de desarrugarla, dentro del cofre café debajo de la cama del rubio, se estaba llenando, y todas decían exactamente lo mismo.

"Te amo Nathanaël".

Lloró de frustración aquel día, ese sentimiento amargo que se mantuvo en su corazón durante años, desde su partida repentina y discreta de París, así como su vuelta, mirando los cofres debajo de su cama, polvorientos y viejos como el árbol navideño mismo.

–Otra vez esa pesadilla –mencionó Plagg, volando cerca de su hombro, tan solo observando a la distancia la mirada perdida del ahora pelinegro hacía los cofres.

–Parece que fue ayer –su respiración tranquila delataba sus emociones–, parece como si éstos años nunca hubieran existido –pero la melancolía en su tono se hizo presente–. La misma pesadilla de siempre Plagg, ojala sólo fuera eso. Un mal sueño.

Suspiró mirando el piso y devolvió su mirada a los cofres. Los empujó lentamente hasta ocultarlos debajo de la cama nuevamente y salió de la habitación para tomar su abrigo. París nevaba con fuertes vientos, aquella noche podía ser imposible caminar, así que Plagg se mantuvo en la mansión, cerca de la chimenea encendida, recibiendo el calor abrazador, rogando que Adrien no estuviese en peligro.

~~~~~~

La ventana de su habitación era azotada con fuerza por la nieve, se abrigó en su cama con la suave colcha y sonrió desde dentro, su habitación mantenía una calidez hogareña, la pintura frente de sí dejaba mucho que desear, pues la pintura se secaba con rapidez y sus trazos se volvían trazos sucios y difíciles, pero para aquel chico, lo trazos sobraban, porque la extraña mirada esmeralda y el cabello opaco relucían con intensidad.

La contempló unos segundos antes de mirar las demás, dos o tres pinturas que se asomaban junto a las demás, arrinconadas en una esquina del cuarto, donde aquella intensa mirada esmeralda lo reconfortaba y asustaba, una extraña sensación de éxtasis y temeridad se asomaba en sus facciones.

–Ese chico –dijo al viento–, Johan, debe ser modelo profesional, es muy guapo –ladeó la cabeza un momento–. Aunque terrorífico, un color más vivo en su cabello contrasta con su dulce mirada.

¿Dulce mirada? "Una dulce y profunda mirada" corrigió para sus adentros. Un escalofrío lo recorrió cuando la ventana se abrió de improvisto, entrando de lleno en la habitación, apagando las velas que tenía encendidas sobre la repisa y el buró. Se acercó con rapidez a cerrarla, pero sus ojos miraron a una extraña figura caminando en la nieve, abrazándose a ese abrigo tan peludo y acogedor, aun sintiendo el frío colarse por sus huesos gritó.

¡¡Hey, tú!! –sin ser escuchado, insistió–. ¡¡No puedes estar afuera con éste clima!!

Sin ser escuchado por segunda ocasión, cerró la ventana, se colocó sus adorables pantuflas de gato y bajó corriendo por las escaleras, sin preocuparse si caía y se hacía mucho daño, una de sus manos sostenía la manta sobre sus hombros y la segunda se sostenía del barandal de madera, barnizado cuidadosamente.

Tomó las llaves con un rápido movimiento y abrió la puerta, permitiendo que el frío se colara por su casa, apagando todas las velas que había colocado en toda la casa, colándose y asentándose en su tapete de bienvenida, el viento movía su cabello rápidamente, sus pies se congelaron, la manta dejó de trasmitir calor, estaba helándose, y a pesar de aquello, gritó.

–¡¡Oye, no puedes estar fuera!! ¡¡Entra, ven!!

Pero sus gritos eran callados y completamente opacados por el ruido sordo que provocaba el viento, corrió hacía él, temblando en cada paso sin detenerse, tomó su brazo antes de resbalarse en la congelada acera y caer, soltando la manta de su ya congelada mano, preparándose para verla volar por los fuertes aires.

Más aquello no sucedió, tembló con fiereza mientras el frío invernal de París pasaba por debajo de su pijama ( ( ͡° ͜ʖ ͡°)) y esperó, abrió los ojos levemente para encontrar esa mirada esmeralda, con una expresión preocupación, mirándose a los ojos unos cuantos minutos, perdidos en los ojos del contrario. El pelinegro sostenía la manta con ambas manos, con sus cálidos guantes, Nathanaël se abrazaba a sí mismo, buscando su propio calor corporal que había perdido al abrir la puerta de su casa.

Adrien, lo cubrió con la manta lo más posible y lo aprisionó en sus brazos, transmitiendo un poco de calor al pelirrojo, quién se aferró a su abrigo, buscando con desesperación la casa abierta, encontrándola, con la puerta azotándose levemente, casi incapaz de moverse por el movimiento brusco de las ventiscas.

Levantó a Nathanaël, cargándolo y caminando a su hogar, donde cerró la puerta con un portazo, intentando dejarlo en el suelo, aun cuando el pelirrojo se aferraba a su calor. Su expresión serena no reflejaba la felicidad que lo consumía.

–E-eres un i-idiota –susurró, aún con los labios entumecidos, apenas pronunciando palabras audibles–, pudiste haber... muerto.

Pero Adrien no respondió, se sentó en la alfombra, recargándose a la puerta mientras apresaba aún más al pelirrojo en sus brazos, quién atinó a encogerse en su pecho y buscar más de la calidez que desprendía.

Pasó mucho tiempo, quizá fue una hora completa, pero cuando pudo moverse sin que sus extremidades dolieran, se separó de él delicadamente, buscando los fósforos en la cocina y encendiendo las velas de nuevo, una a una, conforme pasaba por las habitaciones. Llegó a la chimenea, y a pesar de que los troncos se encontraban helados por la ventisca, la pequeña llama del fósforo logró calentar las varitas para prenderlas en llamas.

Desprendiendo un suave calor que poco a poco se extendía junto a la velas, regresando la calidez a su hogar que momentos atrás tuvo. Sonrió, bajó al sótano, acompañado por otra vela andante y tomó un poco más de leña. Pero no podía tomarla con una mano, se percató del chico detrás de sí, quién la tomó sin complicaciones, la luz de la vela iluminó su rostro sonrojado y lo acompañó a subir de nuevo.

–¿Que hacías allá afuera Johan? ¿El guía no dijo que no debían viajar en noche así?

No tuve guía, pensé que sería un lindo paseo para relajarse pero saliste de casa.

Nathanaël refunfuñó tierna mente, arrancando una leve sonrisa de labios de Adrien.

–No debes salir en noches como éstas, si lo vuelves a hacer volarás como en los animes –se volteó hacía él para extender sus manos en el aire, moviendo graciosamente sus dedos simulando una explosión–. Y cuando ya estés volando no serás Mary Poppins para caer con tu paraguas –terminó con suaves movimientos de sus manos, en forma ondulada.

Miró el techo y luego las escaleras.

–No lo volveré a hacer –dijo Adrien.

–Te quedarás aquí hoy, no puedes volver, así que llama a tu casa y di que no volverás por las tormentas –le extendió el teléfono que tomó de su aparador y lo depositó en sus manos antes de subir, Adrien miró, debía avisarle a Plagg que no volvería, así que marcó.

Como esperaba, la llamada no fue atendida, pero el contestador inició el mensaje. –Plagg, no llegaré a casa esta noche, Nath... el chico pelirrojo me encontró y no me dejará ir, cuídate –colgó. La criatura negra, escuchaba atentamente, sonrió por lo bajo y se dirigió a la inmensa cama, a dormir plácidamente.

Dejó el teléfono en donde mismo y escuchó los pasos de Nathanaël bajar. El chico sonreía intensamente y brincó el último escalón antes de caer al suelo graciosamente. Fue a la cocina y prendió la estufa para calentar un poco de leche y rallar chocolate.

–Tengo muchas preguntas –habló el pelinegro.

–Hazlas, veré cual puedo responder.

–¿Por qué no prendes las luces? –Nathanaël sólo sonrió.

–Inercia, todos los años prendía velas con mi familia antes que las luces, a veces con las ventiscas, la luz se corta constantemente, y así le da un toque hogareño, muy lindo por cierto –sonrió dulcemente y volvió a su labor con el chocolate.

–¿Tus padres dónde están?

–En Londres, se mudaron hace varios años, cuando terminaba la universidad, tuve que mantenerme solo pero me ha funcionado –abrió el refrigerador y tomó un pay de queso y zarzamora que había dentro–. ¿Te gusta el pay de queso con zarzamora? Es el único pay que tengo ahora.

Adrien asintió y Nathanaël volvió a sus deberes. Sonriendo y de vez en cuando tarareando una canción navideña. Aún con tantos años, el Nathanaël tímido y a veces despreocupado del colegio, seguía ahí.

–¿No te incomoda tener un extraño en casa? Podría ser un asesino o ladrón y matarte en la noche para quedarme con tus cosas.

Nathanaël paró unos cuantos segundos y continuó.

–No me importaría, si lo fueras no revelarías tus planes, aparte... –cambió su tono ligeramente, un poco más triste y apagado–, aparte sería hora ¿no? Todos tienen un final a fin de cuentas.

Pero la sonrisa un tanto distorsionada en su rostro provocó un disgusto en Adrien, se acercó a él y lo abrazó por la espalda dulcemente, sorprendiendo en totalidad al pelirrojo, quién sólo pudo sonrojarse. Se volteó hacía él, rompiendo el contacto y quitó los guantes de sus manos, también se ocupó del abrigo, que dejó colgado junto a la puerta.

–Debiste decirme que aún mantenías todo eso, hace calor aquí adentro.

Se volteó a mirarlo por segunda ocasión, coloreando sus mejillas de tonos carmines mientras lo veía parado, nunca perdía la gracia, un pantalón de mezclilla oscura, parecía frío pero no lo era, una camisa de color negro y sus botas afelpadas. Caminó a la cocina de nuevo, poniendo el chocolate en una tetera de porcelana blanca que mantenía entre sus vajillas. Tomó una charola plateada y acomodó la tetera con el pay, platos, cubiertos y tazas pequeñas.

–Iremos arriba a ver televisión, seguro habrá algún programa interesante –mencionó mientras caminaba a la chimenea y la apagaba con un poco de agua. Volvió a la cocina por la bandeja y subió–. Es para hoy, tonto.

Caminaba a pasos lentos para no tropezar, el pelinegro lo miró desde abajo y subió con sigilo, hasta que notó que el pelirrojo perdía el equilibrio ligeramente, se acercó y situó una mano alrededor de su cintura, mientras la otra sostenía la tetera de porcelana, cuantas veces no había hecho sonrojar a Nathanaël aquella noche, porque miró una vez más ese exquisito color.

–Yo... perdón.

Se disculpó, Adrien tomó la tetera con cuidado y dejó que el pelirrojo cargara lo demás. Entraron a una habitación un tanto espaciosa, confortable. Nathanaël volvía a sonreír mientras sacaba una manta y acomodaba dos cojines frente al televisor. Un televisor no tan moderno, y sillones apachurrables que pasaban fácilmente como almohadas.

–¿Qué esperas? Ven a sentarte.

Palmeó el lugar al lado suyo y Adrien se adentró en la estancia. Ocupó el cómodo lugar cuando Nathanaël prendió el televisor, poniendo una película de comedia y romance, típicas películas cursis de navidad. Adrien se sorprendió todavía más, cuando el pelirrojo pasó una cobija por sus hombros, la misma que estaba utilizando, se acachó a servir pay y chocolate y se lo acercó al sorprendido pelinegro.

–Hace frío, hay que mantenernos lo más cercano posible, así no usaremos muchas mantas.

Adrien tomó la taza y dio un pequeño sorbo. –Delicioso.

–Ya lo sé –Nathanaël hizo un ademan de burla y narcisismo, terminando en una agradable risa, encogiéndose en el sillón y acercándose un poco más a Adrien para mantener calor. El chico sólo podía mirarlo con dulzura, pero sus ojos demostraban frialdad, algo que no expresaba sus sentimientos de la manera correcta.

Las horas pasaron con lentitud. Nathanaël se recargó en el hombro de Adrien en algún corto y sus ojos no volvieron a abrirse en toda la noche, el pelinegro estaba atento a sus acciones, hasta que dejó de moverse y simplemente se acurrucó en su brazo tierna mente. Dejó que el contacto se extendiera, hasta que se levantó unos momentos y buscó el baño, entrando erróneamente a la habitación del chico, llena de oleos y papeles, el tripeé frente a la cama con la paleta de colores secos a un lado. La curiosidad lo invadió.

Él pensó que aquella otra habitación era su dormitorio, debido a la amplia cama y confortabilidad que expresaban, pero parecía ser más la antigua habitación de sus padres, comparada con la cama individual que había ahí. Se asomó a la pintura, y aunque estaba incompleta de colores, el tono verdoso se transmitía a la perfección, así como los últimos tres oleos arrinconados con los demás, así como todas las hojas de papel pegadas en la pared, donde sólo había miradas, miradas esmeraldas que parecían penetrar su alma.

Salió de ahí, encontrando la habitación destinada a la higiene con rapidez y entró, lavándose la cara lentamente, tanto tiempo sin mirarse a sí mismo, pero así como las pinturas, la mirada en el reflejo del espejo no demostraba emociones, solo era otra mirada vacía.

Volvió a la habitación para ver al chico pelirrojo dormir profundamente, apagó el televisor y cargó con cuidado a Nathanaël hasta la gran cama, acostándose a su lado, mirando como temblaba con ligereza por el frío de las sábanas. Suspiró lentamente y lo aprisionó en un abrazo, sintiendo los brazos del pelirrojo rodearlo para obtener calor. Sonrió y dejó que sus cansados párpados se cerraran para dar comienzo a sus escandalosas pesadillas, aquellas que se repetían noche tras noche como una tortura.











Lo siento, debía hacerlo, lamento hacerlas perder la emotividad del momento, soy pervertida por naturaleza aunque no veo sus cadenas.

Por otra parte, dejaré que escogan algunos de los sucesos que puedan ocurrir en la trama, tengo al rededor de 4 finales y dependiendo de las acciones que tomen será como se definirá. Incluso podemos hacer un pequeño juego, daré pistas de cada final ganador (el que se vaya escogiendo conforme la trama) y dependiendo de eso ustedes se darán una pequeña idea, si va a ser trágico o no.

PD. En todos los finales terminan juntos ¿es obvio no? La escritura no sólo es diversión, es una forma de expresar nuestras emociones y escapar de la realidad, si quieres escapar con un final trágico ¿cuál es el punto? Le sigues dando vueltas a la realidad.

Hasta el próximo capítulo.

-PugAndCat

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top