Capítulo I: Ecos
"Mientras más se disipa el eco en la penumbra,
más se nos olvida la profundidad del abismo..."
Nunca fui amigo del frío, siempre lo odie. Pero mi viejo siempre fue fan de lugares como este. Con razón siempre nos llevaba de vacaciones a South Island cuando vivíamos en Nueva Zelanda. Pero tampoco entiendo la necesidad de haberse recluido por un buen tiempo en este hueco tan siniestro ¿Acaso nunca le prestó atención a las películas de terror que solíamos ver en Halloween? El tan solo estar en una cabaña en el bosque es una invitación de primera para que venga un asesino en serie a picarte la cabeza con una hoz o una motosierra. Da igual, total...la cabaña era suya, no mía.
Lago McDonald, Montana, Estados Unidos; 4:00 p.m.
Tengo que admitir que por lo menos la vista es preciosa. Voy tranquilo por la carretera que rodea al lago en mi pickup vieja. Eso si le doy a mi viejo, tanto él como yo éramos ávidos fanáticos de la naturaleza, si que tenía un ojo para encontrar lugares misteriosos pero con vistas que le quitarían el aliento a cualquiera. Además de que será un buen lugar para que Tiberius corra y se sienta por una vez un perro de verdad, un pastor alemán de su tamaño necesita espacio para que sus instintos de lobo florezcan, total...no estaremos mucho tiempo aquí.
Ya han pasado un par de meses desde que mi papá falleció, desde que él y mi mamá se divorciaron hace aproximadamente 10 años se dedicó a recorrer el planeta tratando de encontrar algún hueco en el culo del mundo en donde asentarse y creerse Bear Grylls, viviendo de la tierra. Todo para terminar comprando una vieja y podrida cabaña en el medio de un lago en el mismo país al cual nos mudamos hace décadas. Pero espero que haya disfrutado de ello los últimos años de su vida. Desde que él y mamá se divorciaron, mi papá se volvió más distante y...extraño. Pero hay que entenderlo, cuando un tumor cerebral del tamaño de una canica te manda 3 metros bajo tierra, cualquiera podría haberse vuelto un poco loco en tus últimos años.
Aunque nada de eso importa ahora, lo importante es que tanto mi mamá como yo nos pudimos despedir de él en sus momentos finales; ahora lo que importa es terminar de desalojar lo que sea que mi viejo haya dejado en ese lugar que tenga el mínimo de valor y botar el resto. Si fuese por mi quemaría esa pila de madera, pero estamos en un parque nacional y seguramente no vería el final de esa demanda por parte del Estado.
Lo que me sorprende es la cantidad de personas que vienen a visitar este lugar, no he parado de ver campamentos con decenas de personas a lo largo de la orilla del lago cada vez que hay un claro en la vegetación. Por lo menos eso le quita un poco el factor tétrico al lugar, saber que siempre tienes un gran puñado de personas vacacionando aquí junto con un constante patrulleo por parte de los guarda parques le añade un toque de seguridad al lugar. Decido concentrarme nuevamente en el camino, si algo me advirtieron en los pueblos aledaños es que mi peor enemigo no son los osos ni los lobos, sino los ciervos y alces que no esperan el momento para cruzar justo cuando estoy en el marco de los 90kmh y así comérmelos completicos con todo y pezuñas.
Después de una serie infinita y tediosa de árboles y árboles que me hacían creer que había caído en un bucle infinito espacial, logré llegar a mi destino. Aquella cabaña en el medio del bosque. Era tal cual me la imaginé, aunque capaz un poquito más pintoresca y encantadora, pero sigue siendo una puta cabaña abandonada en el frío bosque en el norte. Tiberius casi que salta por encima del vidrio de la puerta antes de que me diera el chance de abrírsela, por lo menos alguien está feliz de estar aquí. Bajo todas mis cosas de la parte atrás y entro a la estructura que solía ser el lugar que mi papá llamó "hogar dulce hogar" por un par de años. Tengo que admitir, el viejo sabía como vivir cómodo, y estilo no le faltaba. Una alfombra turca adornaba el piso de la sala, lámparas estilo victorianas se encargaban de dar electricidad al lugar incluido el pórtico. Me pregunté porque había electricidad en la cabaña hasta que me asomé y divisé las celdas solares portátiles conectadas a la central eléctrica que reposaba en el patio de la cabaña.
- Menos mal querías vivir a la antigua pa.- Me dije a mi mismo.
Pero ya logro a simple vista divisar que cosas son las que me voy a llevar para recuperar y cuales voy a botar a la basura sin pensarlo ni dos veces. Pero sin duda lo que más me llamo la atención fue cierto libro que reposaba tranquilamente en la mesa de café en el medio de la sala. Pareciera que fue leído recientemente por la posición en la que estaba, sino fuera por la gruesa capa de polvo que cubría dicho libro. Lo soplé para quitarle peso de ese grueso polvero que tenía y lo abrí delicadamente. Para mi sorpresa la humedad no había atacado las hojas de papel del libro y estaban más que intactas, ah pero yo dejo mis libros un par de meses en la librería de mi estudio y la húmedas los petrifica como si nada. Decido abrirlo y verlo por encima a medida que paso las paginas volando con mi dedo, solo parar percatarme rápidamente que era la letra de mi padre la que adornaba las páginas. Dudé rápidamente en si detenerme a leer, hasta que el sonido de ladridos se hizo paso por la sala.
- Maldita sea Tiberius.- Ya me vi a mi mismo tratando de sacar el cuerpo de un pobre pajarito de entre las fauces de mi perro. Pero para mi suerte, era solo un aviso de que teníamos visitas.
Una pickup con luces de policía se hizo presente en mi entrada. Era una patrulla del Departamento de Pesca y Vida Silvestre. Bien bonita la verdad, ciertamente mejor que mi costra que parecía salida de los 80s. De ella se baja un señor en uniforme, algo gordo pero con pinta de que me me puede tumbar fácilmente. En su mejor uniforme y su clásico sombrero plano de oficial que parecía salido de Full Metal Jacket.
- Buenas tardes caballero.
- Buenas tardes señor oficial.- Respondo con intriga.
- ¿Es usted el dueño de la propiedad?
- No, no...era de mi padre, solo vine a recoger unas cosas.
- Ya va ¿Es usted hijo del viejo Lawson?- Mi sorpresa de saber que conocía a mi padre.
- Si, mucho gusto. Josh Lawson.- Le respondo mientras le doy un buen machucón de mano.
- El placer es mío hijo, soy el oficial Duckson. Cuéntame ¿Qué te trae por aquí, que fue de tu padre?.- Al parecer no supo la noticia.
- Mi padre falleció hace unos meses...Un tumor en el cerebro.- Su expresión cambió evidentemente.
- Mi sentido pésame hijo, mis mas sinceras disculpas.
- No se moleste oficial Duckson, gracias por sus palabras.- Trate de hacerlo sentir menos incómodo.
- Cuéntame que te trae por aquí a este pequeño hueco de Montana.- Trató de desviar la conversación.- ¿Buscas un lugar donde empezar de nuevo?
Ni de mierdas me mudo acá... Me dije a mi mismo.
- Solo vine a desalojar un par de cosas de la cabaña de mi padre, solo estaré aquí un par de días tope.-
- Lastima, nos vendría bien un cirujano por estos lares.
- ¿Cómo sabe que soy médico cirujano?- Mi asombro era real.
- Tu padre hablaba mucho de ti, bromeaba de como eras el único cirujano de la ciudad que no andaba en un Maseratti o un Porsche allá en Santa Bárbara.
- Los contratos de agencia son muy caros en California. Y prefiero invertir ese dinero para mantener a mi madre y que tenga una vida digna.
-Me parece bien muchacho. Veo que no viniste solo, Tremendo guardián tiene contigo. Solo no lo dejes deambulando afuera de noche. No querrás que lo lastime algún animal salvaje o que se muera del frío.- La advertencia no parecía chiste.
- ¿Algo de lo que deba preocuparme?
- No mucho, pero no caería mal que tengas un repelente de osos a la mano.
- Me aseguraré de hacerlo.
- Bueno muchacho, cualquier cosa estamos a la orden. Solo ten cuidado en los alrededores, ya bastante nos preocupamos por los turistas descuidados. No quiero estar sacando cadáveres de una zanja por que no veías por donde ibas.- Dijo sarcásticamente.
- No se preocupe, tendré cuidado.- Y con eso, el oficial Duckson se despide subiéndose a su patrulla.
Al cabo de las horas ya logré asentarme en esta pequeña cabaña de madera. Ya el sol se puso y los ruidos de la noche no se hicieron esperar. Después de una rápida y simple cena por fin puedo sentarme a descansar un poco. Tiberius se acuesta a mi lado en el piso mientras disfruto un chocolate caliente para aclimatarme un poco. Y eso que supuestamente estamos todavía en verano, pero por un carajo que hace frío aquí arriba. Mi atención se centra en aquel libro que encontré en la mesita de antes. Ya que más nada hay que hacer decido tomarme la molestia de ojear por fin de que iba ese librito que perteneció a mi papá.
No estoy ni con medio brazo estirado cuando veo que las orejas de Tiberius se levantan en dirección a la puerta del patio que da hacia el lago. Un eco se puede discernir a la distancia, capaz el oficial Duckson no bromeaba con lo de los lobos o los osos, pero de seguro es alguna ave como un búho o algo por el estilo. Decido no darle mucha importancia una vez Tiberius vuelve a bajar la cabeza y retoma su postura de relajación a mi lado. Es ahí donde vuelvo a lo mío, ver que carajos hay en ese librito.
Lo tomo y lo abro, no paro directamente en la primera página ni en la segunda, sino que me voy casi que a la mitad de libro, cuando me doy cuenta; esto solía ser un diario de mi padre. Pero justamente, de todas las páginas que había por leer...paré fue en esta...
"Tal vez, debí haber estado ahí para él más tiempo...mi hijo la amaba, era su esposa. Pero yo no estuve el día en que la tuvo que enterrar"
Continuará...
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